Partida Rol por web

Conejo blanco

Seattle, invierno de 2022

Había veces que perdías la noción del tiempo. Y es que el tiempo en la red se transforma, se dilata y fluctúa como un ente vivo que te absorbe. Así eran muchas de tus noches, y días, en los que la noción de día y noche se distorsionaban, pero aquella noche algo te había exigido amarrarte a la realidad. Era algo inusual, pero no raro, habías contactado con el usuario whiterabbit_117 para hacerte con un paquete de información acerca de una presunta red de trata de blancas que se estaba dando en los muelles de Seattle.

El contacto se había negado en darte la información a través de la red. Te aseguró que era de suma importancia que la información se te diera en persona y, ante tu escepticismo, te ofreció fragmentos de la información. La Yakuza estaba implicada y, claro, eso espoleó tu curiosidad, y los datos que habías recibido, contratados en otros lados, te inducían a pensar que la información que podía darte whiterabbit_117 era buena. Para paliar tu desconfianza, te propuso quedar en un sitio público, uno de los restaurantes de moda en el centro de Seattle.

Tras comprobar la ubicación, sus salidas y sus opciones, viste que el lugar era seguro. Público, si alguien intentaba algo tendrías testigos, y distracciones, para desaparecer si las cosas se complicaban. Era un movimiento arriesgado, pero sabías que se trataba de una gran operación y joderla, encima siendo de la Yakuza, casi era una cuestión de justicia poética. Estabas llegando a la puerta del restaurante, un camarero estaba en la puerta recibiendo y tú tenías una mesa reservada a nombre de: Lewis Carrol.

Kady había hecho todas las comprobaciones necesarias: seguimiento de usuario, páginas visitadas, movimientos bancarios, seguridad de sus redes... además de haber estudiado los planos del restaurante, las salidas de emergencia, los accesos más rápidos a la calle. Así que sí, estaba segura al 98% de que la información de whiterabbit_117 era fidedigna y de que no se trataría de una trampa, a pesar de la insistencia de verse en persona.

En el mundo virtual muy pocas veces se daba el caso desvelar identidades en un encuentro así, pero... no podía dejar pasar la oportunidad de joder a la Yakuza. La propuesta la pilló desprevenida, la mafia japonesa era su debilidad, aunque no mostrara abiertamente su interés nunca rechazaba un caso relacionado con ellos.

Hacía 4 años que Kady había desaparecido del mapa, borrando toda huella que pudiera llevarles hasta ella, ya fuera virtual o física. Sabía lo persistentes que podían ser, se plantó incluso falsear su certificado de defunción, pero requería demasiados favores que en ese momento no podía pedir y no pensaba que ellos llegaran tan lejos para pilla a la hija de malamuerte de los Anderson. Al fin y al cabo, ellos solo eran "uno más" de los que movían la mercancía por todo Nueva York, pero nadie importante.

Kady llegó a la puerta de "84 Yesler", era un restaurante pequeño, a pie de calle, así que no tendría que darle muchos problemas si se torciera la cosa. Había dejado su Harley aparcada unas calles más lejos, a salvo.

El camarero de la puerta, que atendía la terraza, le indicó que su reserva estaba en el interior, la derivó a recepción. Se plantó frente al Hostess una mujer joven de escote generoso y sonrisa permanente, seguramente cogida con gomas elásticas a las orejas. 

- Hola, tengo una reserva esta noche -la mujer la miró de arriba a abajo o así lo sintió Kady, sabiendo que dependiendo de qué sitios su pinta desentonaba demasiado.

La chica vestía unos pantalones de cuero negros bastante ceñidos, con una camisa de tirantes rojo sangre que dejaba también a la vista su escote (aunque no de manera tan desorbitada como los pechos de la hosstess o su mirada de hacía un momento) y una chaqueta de cuero cuya cremallera era un engranaje de moto y estaba llena de pines de moteros. Levantó su pie, colocando la bota alta sobre la barra inferior de la mesa de recepción. ¡Ey! al menos se había maquillado y peinado para la ocasión... pensó sabiendo que hasta su raya de ojo era excesiva para el lugar.

- ¿A nombre de? -"vaya... se le soltaron las gomas elásticas de las orejas" pensó al verla torcer el gesto.

- Lewis Carrol -Kady cogió un caramelo del bol y se dedicó a desenvolverlo lentamente, no sonreía al menos no de forma que ella pudiera verlo.

- ¿Es broma? -dijo sin mirar su libro de reservas.

- Me temo que no -Kady le dedicó una sonrisa que fue borrada un segundo después de haberse formado.

La chica miró a Kady de nuevo, antes de volver a repasar su libro, se subió el puente de las gafas con gesto delicado y se aclaró la garganta algo sorprendida.

- Sí, está aquí -admitió- sígame señorita.

La recepcionista empezó a caminar coquetamente entre las mesas, saludando a algunas de las personas sentadas a ellas o preguntándoles sobre si estaban satisfechos con los platos. La mayoría, sobre todo los hombres, asentían sin perder de vista aquellos dos balones que tenía por pechos.

La informática levantó la ceja con escepticismo al ver las delicias que componían el menú... ¿en serio alguien pagaba por cuatro gotas de pesto, dos rodajas de limón y un par de almejas? Al menos solo habían puesto un cuchillo y un tenedor, no la retahíla innecesaria que ponían en otros restaurantes.

Hubiera deseado estar con el señor Wong, tomando un Ramen Shoyu.

La recepcionista te llevó a una mesa apartada, allí viste a tu contacto bien trajeado, gafas de pasta y sonrisa tranquila. Miró a la recepcionista y asintió, luego se levantó para ofrecerte la mano.

—Un placer, señorita Anderson —saludó con una naturalidad tan inofensiva que casi pudo pasarte por alto que usó tu verdadero apellido —. Por favor, acompáñeme. Estaba a punto de pedir por usted, pero no me atrevería a presumir de conocer sus gustos —sonrió cordial.

El hombre se sentó delante de ti, te miraba con atención, como si te analizara.

—Espero que haya tenido un buen día —comentó dejando las manos sobre la mesa, con las palmas abiertas de una forma un tanto artificial.

- Señor Carrol -pronunció en forma de saludo mientras tomaba asiento.

La había llamado "Anderson", no, no le había pasado desapercibido, pues estaba en alerta por el encuentro. Mentalmente hizo un repaso de su posición y de las salidas más cercanas. Calculó los riesgos, las rutas, si habría traído "refuerzos" y dónde estarían posicionados.

- No los conoce -le dijo intimidante mirándole a los ojos- o habría elegido otro tipo de restaurante. Aún así agradezco su invitación.

Kady observó al hombre, sus gestos, sus miradas... cualquier cosa que le gritara a su instinto que saliera de allí cuánto antes.

- ¿No le parece un poco injusto todo esto? -se dejó caer en el respaldo de la silla, con gesto desenfadado, provocador, en el sentido desafiante de la palabra, apoyándose en los reposabrazos y relajando los hombros. Ni siquiera se había quitado la chaqueta-. Usted sabe mi nombre pero yo no el suyo, parece que ha hecho sus deberes mejor que yo los míos.

Pudiste amedrentar a Lewis con tu actitud, bajó la mirada un poco acongojado mientras carraspeaba. Parecía que él tenía un guión preparado y tú se lo destrozaste al instante.

—Ya, claro. Sí —asintió dándote la razón en cuanto a los gustos —. Pero dele una oportunidad. Seguro que le gusta..

La seguridad inicial de Lewis se tambaleó un poco, intimidado por tu actitud, intentó rehacerse cerrando los ojos. Al abrirlos volvió a mirarte con la seguridad un poco recuperada.

—La vida no es justa, señorita Andersen —respondió con aquel tono de suficiencia recuperado —. Pero no se preocupe, no ha de temer. Su secreto está a salvo. Me interesa que siga haciendo lo que hace.

- Los secretos hacen poderosos a aquellos que los conocen, señor Carrol y eso le convierte en un peligro para mí -Kady se inclinó sobre mesa reposando en ella el codo derecho y la barbilla en el dorso de su mano. Entornó los ojos-, pero lo cierto es que me tiene intrigada.

Con un gesto resuelto se quitó la chaqueta y la puso en el respaldo del asiento, en la parte interna de su muñeca derecha llevaba un tatuaje, el símbolo de On/Off formado por una secuencia de 1 y 0.

- Hablemos -le dijo volviendo a centrar su atención en él- le daré una oportunidad al menú.

—Me halaga si me considera así —respondió Lewis con una sonrisa confiada —. No se preocupe, no la defraudaré —añadió mientras alzaba la mano para pedir —. Ni tampoco el restaurante, ya que estamos.

Pidiendo los platos del menú, Lewis parecía tenerlo todo bajo control, pero había algo que no te terminaba de encajar de él. Algo no era del todo claro para ti, era como tuvieras todas las piezas salvo una y que las que tenías las hubieras encajado de forma incorrecta. Lewis te miró durante unos segundos con una sonrisa ambigua, añadiendo.

—Aunque tengo curiosidad, ¿por qué Alicia? —preguntó mirándote, pero sin quedar más tiempo de lo necesario en tus ojos —. Cuando contacté con usted ya tenía un largo historial con ese nick, ¿dónde empezó? ¿En Chicago?

Se equivocó al decir la ciudad, jamás habías estado el Chicago, otro error que aumentaba la incoherencia de las piezas que tenías delante.

- Cuando contacté con usted ya tenía un largo historial con ese nick, ¿dónde empezó? ¿En Chicago?

- Uiii -la chica hizo compuso un gesto pícaro con sus labios-. Vaya señor Lewis, mira que no le tendría yo por los que acaba por gatillazo. Sino de los que más bien prometen poco, con esas gafitas de pasta tan monas y finas, pero que luego no defrauden cuando los tienen entre las piernas.

Kady levantó el pie y lo apoyó en la silla de Carrol, entre sus piernas, pero sin llegar a tocarle.

- Señor Carrol, no soy alguien a quién le guste andar con rodeos.

La informática avanzó su pie un poco más, si lo que hacía falta era ponerle nervioso para romperle el guion, lo haría, hasta que lo destrozara en miles de pedacitos. Ante aquel patinazo, en otras circunstancias se habría levantado y marchado, pero la información era demasiado jugosa para dejarla pasar.

- No me haga perder mi tiempo, no me gusta jugar, al menos... -mordió su labio en aquel juego de resistencia que se había decidido a utilizar contra él- no así.

Era consciente de que Carrol había escogido el sitio y podría tener refuerzos o incluso echar droga en su comida para sacarla de allí. No subestimaba a la Yakuza, aunque considerara que les había hecho perder el rastro, así que debía apostar fuerte, pues cada segundo allí era un peligro para ella, pero no pensaba marcharse sin la información.

- Hable y diga qué quiere a cambio -dejó la doble intención bien marcada.

Lewis se tensó un poco al verse descubierto, pero era un asombro medidamente calculado, o eso aparentaba. Carraspeó tratando de recomponerse, pero antes de que dijera nada le interrumpió el tono de llamada de un móvil. Carroll te pidió un segundo, se puso al aparato.

—Sí, de acuerdo —fue breve, ya que a continuación te tendió el móvil —. Es para usted.

Con el teléfono tendido, la expresión de Lewis había cambiado, quizá hasta era de alivio. Cuando cogiste el móvil, Lewis se levantó un poco apurado.

—Un placer, señorita.. adiós —y dicho esto se dispuso a marchar.

Al otro lado del aparato sonó una voz sintetizada, grave, que nada más escuchar que pusiste el oído empezó a hablar.

—Disculpe la pantomima, pero tenia que asegurarme de que era usted —empezó, y tras unos segundos —. Siga mis instrucciones y tendrá lo que quiere. Diríjase a la cocina, entre, no diga nada a nadie y atraviesela. Encontrará una puerta roja, crúcela y suba por las escaleras hasta el primer piso. Conserve el teléfono. La llamaré cuando esté allí.

Kady atendió la llamada de teléfono con algo de incredulidad, pero su interlocutor hablaba deprisa, así que sin mediar palabra y mientras su interlocutor seguía hablando, cogió la chaqueta y desapareció en dirección a la cocina. Si alguien le dijo algo, no fue consciente e ello, pero atravesó el lugar hasta encontrar la puerta roja de la que hablaba.

Puso la mano en el pomo, a pesar de su seguridad, su corazón estaba acelerado, pero su situación ya estaba comprometida, así que... Empezó a subir las escaleras, con calma, mientras se ponía de nuevo la chaqueta y cerraba la cremallera de la misma.

Llegó al primer piso y esperó la llamada de Whiterabbit_117, aunque también localizó las salidas y entradas del lugar donde estaba.

Nadie reparó en ti cuando cruzaste la cocina, seguiste las instrucciones y apenas un minuto después de que llegaras al punto indicado, el teléfono volvió a sonar.

—Siga por el pasillo que tiene enfrente, gire por el tercer cruce a la izquierda. Al final verá unas escaleras que llevan a la azotea. Le estaré esperando allí.

La voz siguió sonando sintética, impersonal, y siguiendo las instrucciones llegaste a la azotea en cuestión. Viste la silueta de una persona al borde, iba enguantada y llevaba un abrigo largo, negro. Estaba de espaldas a ti, te mostró el teléfono y lo lanzó al suelo aplastándolo.

—Gracias por haber venido, señorita Andersen —se giró hacia a ti, era una voz calmada, excesivamente calmada, con la sensación de un peligro que acechaba desde algún lugar. Te miró desde el borde, llevó las manos a los bolsillos mientras te observaba —. Lamento la cautela, pero en estos tiempos.. son necesarias. Debía asegurarme de que no era uno de ellos.

Kady se sintió como "Alicia en el País de las Maravillas", cruzando pasillos y atravesando puertas en dirección a un destino incógnito. Tenía que admitir que aquel misterio la ponía en tensión, pero también le sacaba una sonrisa, aunque no sabría si por lo peligroso o por lo inédito.

Llegó a la azotea y la imagen que encontró sería digna de un cómic de DC, al hombre solo le faltaba la luna recortando su silueta. Cuando rompió el móvil, ella hizo lo mismo, no es que tuviera uno más de una semana seguida, además su móvil personal, aquel donde en caso de emergencia pudiera localizarla la única persona que jamás abandonaría su corazón, estaba a buen recaudo.

Sonrió antes de que el desconocido se girara, recordar a Terrance siempre le hacía sonreir. Pero cuando sus ojos se encontraron con los del hombre, su semblante se había vuelto de nuevo rudo y serio.

- He de admitir que el camino hacia aquí ha sido poético -le respondió Kady- siento haber asustado a su amigo, pero también debía comprobar que iban en serio -la chica echó un vistazo rápido a la azotea, sin perder de vista a su extraño acompañante- ¿Uno de ellos? -levantó una ceja y le miró interrogante.

—No era mi amigo —respondió sin moverse del borde, mirándote a los ojos —. Era un actor, contratado para la ocasión. Uno un tanto lamentable, por otro lado.

El hombre empezó a caminar por el borde de la azotea, a pesar de la temeraria estampa, su cuerpo permanecía en perfecto equilibrio perpendicular con el abismo.

—Aun es pronto para revelar nada —repuso enigmático —. Si no sabes de ellos, no tienes necesidad de preocuparte —volvió la mirada hacia ti, con un deje indiferente y rápidamente esbozó una sonrisa burlona —. Por ahora. 

Terminó junto a una escalera de emergencia, se giró y prosiguió con su paseo hasta que volvió a quedarse delante de ti, parado, con las manos en los bolsillos.

—Tienes lo que has venido a buscar en ese cubo —hizo un gesto con la cabeza, hacia el cubo mencionado, al lado de la puerta de entrada a la azotea —. Suficiente para que des los pasos adecuados. Salvo por una cosa. Algo mayor. La identidad de quien está detrás de toda la operación. 

- No -dejó escapar una carcajada recordando su cara de circunstancia antes de la llamada- no era nada bueno.

Kady le observó caminar por el borde de la azotea, con aquel equilibrio perfecto y el abrigo ondeando en la noche. Le estaba empezando a parecer un malo de DC más que un héroe.

- ¿Por qué tengo la sensación de que acudir a su encuentro esta noche va a traerme más problemas que respuestas Whiterabbit_117? -se apoyó en la pared con gesto desenfadado.

Cuando el extraño mencionó el cubo, Kady le echó un vistazo desde su posición, que no era muy lejana, pues apenas se había movido de la puerta.

- ¿Esta es mi misión o su misión? Porque los dos sabemos que el reloj está en su bolsillo -alegorizó por su nick y sus manos ocultas en los bolsillos del abrigo-, no en las mías, al menos desde que entré al restaurante esta noche -Kady suspiró-. Me precipité -dijo más para sí misma que para él- y sí, tengo más preguntas que respuestas. ¿Quién? sería una de ellas, pero supongo que si no lo dice es porque tiene sus razones.

Kady se agachó frente al cubo, sin perder de vista al desconocido, había caído demasiado dentro del agujero de conejo como para intentar salir ahora. "Aliceacrossthemirror" caía sin control instigada por la curiosidad, y había arrastrado a Kady con ella.

—Porque los problemas suelen seguirme —se encogió de hombros —. Y yo suelo solucionarlos. A mi modo, claro.

Con una sonrisa burlona, ambigua, dio un paso hacia a ti, uno solo, abandonando el borde de la azotea. No sacó las manos de los bolsillos, y te miró de arriba a abajo con cierto desparpajo. Al mirar en el cubo encontraste un pendrive con la supuesta información que decía contener, aunque algo en tu instinto te dijo que era verdad.

—Mi misión no te la imaginas, Alicia —prosiguió con una sonrisa —. Yo solo soy un mensajero. Un intermediario, si lo prefieres. Cumplo favores, y yo espero que cumplan conmigo. Nada más.

El hombre volvió a pasearse, se acercó a un aparato de aire acondicionado y le echó una ojeada como si lo estuviera estudiando.

—Esa respuesta la encontrarás junto al monolito del lago Wenatchee —respondió dándote la ubicación de aquel lugar, a unos pocos kilómetros de Seattle —. Esa respuesta y muchas más.

Kady levantó una ceja ante la perspectiva del extraña sobre cómo solucionar los problemas, a sus labios asomó una media sonrisa.

- ¿Encuentras lo que buscas? -le dijo con actitud provocativa cuando la miró de arriba a abajo.

Kady se agachó y recogió el pen drive de dentro del cubo, lo miró al contraluz, como si solo con ello pudiera leer la información que contenía.

-¿Un mensajero? Ten cuidado, son lo que salen más mal parados cuando hay malas noticias -la chica se levantó y guardó el pendrive en el bolsillo de los apretados pantalones de cuero.

Estiró el cuello, algo cansada, la verdad es que ya no estaba acostumbrada a tanta relación social. Desde que había llegado a Seattle se había refugiado en el mundo virtual, en "Alice", tanto que había olvidado incluso los pocos modales que sabía. Le miró extrañada cuando observó el aparato de aire acondicionado, era un extraño personaje, de eso no cabía duda. Pero más extraño aún fue lo que le dijo en ese momento.

- ¿Los monolitos? ¿Los que llevan apareciendo desde hace dos años? -esta vez si levantó la ceja con escepticismo, dejó escapar una carcajada-. No hace falta que añadas más misterio extraño desconocido, lo que tiene este pendrive, golpeó su nalga derecha, donde estaba el bolsillo en el que había guardado el USB, es suficiente para atraer mi atención. Espera -centró de nuevo su atención en él- ¿quieres que me vaya de vacaciones al lago Wenatchee? ¡Yuju! -se mofó imitando insulsamente a una animadora adolescente en su grito de victoria- ¿Lo dices en serio? -su gesto se tornó serio de nuevo, aunque incrédulo.

Negó con la cabeza, estaba empezando a dudar de la credibilidad de Whiterabitt_117. Aunque el deseo de investigar a fondo la información que había sugerido conocer seguía manteniéndola algo intrigada respecto al extraño conejo blanco.

—Siempre —sonrió enigmático siguiéndote el juego, aunque tuviste la sensación que decía aquello en una amplitud mucho mayor que lo que pudiste pincharle, a lo que añadió —. Aquellos que matan a los mensajeros se llevan las peores maldiciones. Me hago cargo de ello.

Entonces sucedió algo extraño. A tu habitual afinidad con las tecnologías de la información se sumó un desconcertante momento. Al tratar de mirar a contraluz el pendrive, en tu mente empezaron a cruzarse infinidad de números y líneas de código en cascada. Por si no fuera poco, eras capaz de leer el contenido por puro instinto y, si aquella sorprendente visión era cierta, pudiste leer los datos almacenados que coincidían con la información que te habían prometido. Como si tu contacto se hubiera dado cuenta de ello, este se detuvo mirándote con una sonrisa aun más enigmática que la anterior.

—¿Encuentras lo que buscas? —espetó divertido regresando al borde de la azotea —. ¿Por qué no? El misterio le da sentido a la búsqueda. Y sin una búsqueda.. nuestras vidas carecen de sentido. Es hora de que atravieses el espejo, Alicia. El lago Wenatchee, no lo olvides.

Sin darte tregua dio un paso atrás, uno que, sin duda lo iba a precipitar al vacío, y se dejó caer de espaldas. Quizá el instinto te llevó a correr a socorrerlo o ver porque había hecho esa locura, pero cuando te asomaste.. no había nadie.

Kady parpadeó un par de veces y se frotó los ojos algo confundida. La falta de sueño le pasaba factura, esto estaba claro, pensó mientras guardaba el pendrive en el bolsillo. Sin embargo, el extraño la miraba con una enigmática sonrisa. Si hubiera sabido más de los futuros acontecimientos, Kady habría interpretado aquella sonrisa, pero en ese momento todavía vivía en la ignorancia de todo lo que le esperaba.

- ¿Me estás diciendo en serio lo del lago? -pero Kady no obtuvo ninguna respuesta pues el desconocido, de manera improvisa se djeó caer al vacío- ¡¡¡No!!! -gritó la chica sorprendida, alargando el brazo en un intento futil de cogerlo.

Pero estaba demasiado lejos, solo había sido un reflejo involuntario. Corrió hacia el borde de la azotea pero cuando se asomó... no había nadie y las calles seguían tan tranquilas como si nada hubiera pasado y es que para ellas no había pasado nada, pues el desconocido se había esfumado como una voluta de humo en una corriente de aire.

Kady miró ambos extremos de la calle para asegurarse, pero nada.

La chica deshizo sus pasos, volviendo al restaurante algo confundida por lo sucedido. Las últimas palabras del extraño resonaban en su mente "Es hora de que atravieses el espejo, Alicia" y era cierto que en ese momento se sentía como la protagonista de una extraña historia carente de mucho sentido.

Llegó a su moto y cerrándose la cremallera de cuero decidió volver a la tienda y averiguar lo que contenía el USB. En un segundo plano, impulsada por la curiosidad de lo ocurrido esa noche, estaba estudiando las rutas más rápidas para ir al lago Wenatchee.

La información que habías recibido era buena, muy buena. Te ayudaba a desarticular una gran red de trata de blancas organizada por la Yakuza. Lugares de entrega, cuentas, nombres.. joder.. estaba todo con un detalle tan bueno que era hasta casi una fantasía. Lo único que no tenías era el titiritero, aquel cuyos hilos unía en la cima de la pirámide, pero con lo que tenías eras bien capaz de joder a la mafia japonesa, y mucho.

No volviste a experimentar ningún episodio parecido al que tuviste al tomar el USB, quizá fue una alucinación, por lo que después de comprobar toda esa información, te quedaba decidir qué hacer con ella y si te ibas a dirigir al lago Wenatchee tal como te había indicado aquel tipo, aunque también tenías información suficiente como para acabar por ti misma el trabajo. Solo era tirar de los hilos adecuados y todo caería como un castillo de naipes.