Partida Rol por web

Algunas horas después, mientras Calandra yacía descansando en su enorme cama de la habitación del feudo con Larry a su lado, el pooka escuchó un portazo que le hizo despertar. Junto a él, Larry se removía inquieto y ardía de fiebre. Tenía los ojos fijos en el armario al fondo de la habitación, donde Calandra guardaba sus mejores vestidos. La puerta dio otro golpe más y Larry dejó escapar un gemido asustado.

-Cal, Cal, estoy fatal... -tiritó su amigo-. Creo que me has pegado lo que tienes y hay... hay un monstruo en el armario. Cal...

Calandra se despertó sobresaltado y levantó la cabeza. Tardó un momento en recordar dónde estaba y lo que había pasado. Miró alternativamente al armario y a Larry y se incorporó.

-Tranquilo, Lar -bostezó-. Será uno de esos estúpidos fantasmas. Venga, intenta dormirte, ¿vale? Voy a traerte un vaso de agua. O un zumo.

Le hizo una caricia en la mejilla y se levantó de la cama con dificultad. Estaba preocupado y malhumorado. No creía que pudiera haberle pegado nada. Por si acaso, sacó la espada del jarrón lleno de flores de papel de seda que tenía en la mesilla de noche antes de acercarse al armario.

-No necesito zumo -dijo Larry.

Calandra se acercó al armario con prudencia y sigilo. Antes de que llegase a la puerta, ésta se abrió de golpe y del interior surgió un gato quimérico que a veces rondaba por el feudo. Parecía que se había afilado las uñas en su vestido fucsia.

Larry soltó un grito. Cuando se volvió, Calandra vio una criatura insectoide subida a horcajadas sobre su amigo mientras meneaba frenéticamente las mandíbulas.

-¡Larry!

Calandra, que estaba a punto de lanzarse sobre el gato con intención de ensartarlo, se olvidó de la trágica pérdida de su vestido. Aleteando frenéticamente voló hasta lo alto de las columnas de madera que había a los pies de la cama y rasgó el dosel de gasa que había puesto sobre la cama un tiempo atrás.

Las cortinas del dosel se cerraron en torno al insecto oscuro, que chirrió como un grillo enfadado. Su grito se unió al de Larry, aterrado por lo que ocurría. El mortal cayó al suelo y se arrastró sobre la alfombra en busca de una esquina en la que refugiarse sin dejar de temblar de fiebre. Sin poder evitarlo, vomitó a un lado el sandwich que había comido horas atrás y tuvo que esforzarse por no dejarse caer encima.

Sin tiempo para prestarle atención a Larry, Calandra se dejó caer sobre el bicho. Le daba mucho asco, pero sólo después de ensartarle se dio cuenta de que lo último que quería era que un insecto del tamaño de un pastor alemán reventase sobre sus sábanas.

La espada atravesó al insecto gigante, que se revolvió bajo el dosel intentando escapar en vano. Sus bocas se frotaban con un chirrido como de sierra mecánica. Larry volvió a gritar.

-¡Los bichos! ¡Los bichos vienen!

-¡Larry cállate y ven a ayudarme! ¡Enrolla una revista o algo!

Calandra no quería manchar más las sábanas, así que le dio una patada al bulto para bajarlo de la cama y saltó sobre él intentando partirlo en dos con la espada. Odiaba los bichos y sus caparzones y sus bocas, y verlo todo tan grande le revolvía el estómago.

Calandra partió por la mitad al insecto y su denso contenido blanco se desparramó por el suelo. Las patitas y la boca seguían moviéndose.

Lo siguiente que vio el pooka fue una alfombra de cucarachas acercándose a Larry y amenazando con devorarlo.

A Calandra le dio una arcada y estuvo a punto de echar el desayuno. Entonces vio las cucharachas, y Calandra, que para ser una mariposa le tenía muy poco aprecio a los insectos, notó como un intenso escalofrío le recorría todo el cuerpo.

-¡Larry, sal de ahí! ¡Levanta el culo de una vez!

No podía hacer nada más. Hizo de tripas corazón y, después de dos ademanes en falso, derribó la mesilla de noche encima de las cucarachas y empezó a pisotearlas. Sentir a aquellos bichos reventando y deslizándose bajo sus pies le revolvía el estómago. Si no sucedía un milagro en los próximos cinco segundos iba a regar su dormitorio de bilis y galletas.

Mientras Calandra vendimiaba cucarachas (explotaban como uvas bajo sus pies, aunque resultaban más ásperas de lo que podría pensarse en un primer momento por culpa de los caparazones desgarrados), Larry se arrastraba hacia la puerta. Puerta que explotó de un momento a otro revelando la silueta de Bernardette, baja y regordeta, y de su fiel escoba...

-¡AAAAAAH! ¡BICHOS!

La boggan, a la que Calandra había visto estremecerse en presencia de Van Doren, de Garin y hasta de Damara, que le pedía a quien pasara que entrase en la despensa para coger el ingrediente que fuera, saltó sobre la nube de cucarachas con su escoba nueva en la mano y empezó a barrerlos y a aplastarlos sin ningún temor. Tenía en la cara una expresión de furia desinfectante que daba miedo de verdad y no pareció asqueada por el nauseabundo puré del suelo ni por el cuerpo que aún se movía junto a la cama. Barre que te barre, las cucarachas comenzaron a detener su avance y a hacerse menos visibles, huyendo por los rincones y perseguidas por la boggan.

Salvado por Bernardette, y viendo que la boggan tenía la situación bajo control, Calandra se dejó caer en un rincón en el que pudiera vomitar tranquilamente. Depositó el contenido de su estómago en el mismo punto en el que había estado su mesita de noche.

Cuando hubo terminado, se volvió hacia Bernardette con los ojos llenos de lágrimas por las arcadas, totalmente dispuesto a quedarse en el suelo a medio camino entre la náusea y el terror más absoluto, mientras su amiga les salvaba el culo.

Cuando todo estuvo bien, Bernardette levantó de nuevo la mesita de noche y colocó la lámpara encima como si nada hubiese pasado. Encendió la luz y le dio un par de escobazos a la quimera envuelta en dosel para que dejase de moverse. Después se acercó a Calandra y le acarició la mejilla para limpiarle las lágrimas.

-Ay, ¿estás bien, cariño? -Buscó a Larry con la mirada y torció el gesto-. Huy. Ay. No... No me digas...

Asintió y sorbió ruidosamente, agarrándose a Bernardette. Se puso de rodillas y se levantó sin soltar a la boggan. Musitó unas palabras de agradecimiento con voz rota y nasal y miró a Larry.

-No se encuentra bien -informó.

-¿Es lo que creo que es? -preguntó Bernardette en tono confidencial-. Mi hermano Dennis está igual...

Calandra asintió y soltó a Bernardette para ir a ayudar a Larry. Se dio cuenta de que sus pies dejaban un rastro blancuzco y notó otra arcada, pero la contuvo.

-Larry -dijo en voz baja, arrodillándose junto a su amigo-. Larry, vamos, levanta.

-Cal, estoy fatal -dijo sin dejar de temblar-. No puedo aguantar más, me voy a morir. Me tienes que conseguir un chute o me muero, de verdad.