Partida Rol por web

El pañuelo se alargó y fortaleció hasta parecer una gruesa maroma con la que uno de ellos se enredó quedando fuera de combate. Los otros tres, caminando a cuatro y dos patas según fuese necesario, dieron vueltas alrededor de ellos buscando el mejor momento para atacar.

El leopardo se adelantó y trató de morder a Shyam y someterlo, pero la gruesa amalgama de cuero y acero impidió que le hiciera verdadero daño.

Shyam, aprovechando la cercanía del felino, le asestó un golpe firme acertándole de lleno en el costado, dejándole una herida vistosa y dolorosa.

-¡Vuela alto! -le gritó a Calandra. Estaba convencido de que podía manejarse con los tres objetivos restantes.

No supo muy bien cómo tomarse que Shyam quisiese apartar a un thanes hecho y derecho como él de una pelea, pero tampoco iba a dejar a su amigo atrás. Además, ya había localizado su espada. Estaba enredada en el pañuelo de Bernardette, atrapada con el felino. De un tirón la liberó y pasó volando por encima de Shyam y se abalanzó contra otra de las criaturas desde el aire.

Entre los dos alejaron a los felinos más peligrosos, que decidieron quedarse atrás para no probar de nuevo los filos de las espadas. El otro se erizó y mantuvo a raya a la pareja de guerreros por si querían perseguir a sus compañeros de manada.

El sidhe blandió la espada en el aire, amenazante, tratando de zanjar su posición manteniendo el contacto visual con el protector de la manada. No quería acabar con aquellas bestias que un día habían sido como ellos, así que esperaba hacerles entender que no eran rivales para ellos.

Calandra aterrizó y retrocedió hasta estar junto a Shyam. Era la hora de que se marchasen, porque le había parecido ver alguna otra fiera persiguiendo al resto.

-Te cubro la retaguardia. Retirada. Soy tu ojo en el cielo, y cuando te miro te leo la mente.

Había estado sonando esa canción en la radio mientras fingía que se preparaba para el viaje y le había venido a la cabeza.

Los felinos no estaban diseñados para permanecer mucho tiempo corriendo. Para cuando Calandra y Shyam llegaron hasta sus compañeros, los pookas que aún los perseguían se habían dispersado y huyeron al ver que la cosa se ponía difícil. El grupo pudo respirar un poco más adelante, en un claro despejado junto al que fluía un arroyo.

Ashantii se aseguró de que todos estuviesen enteros y recuperó el aliento.

-Nos hemos metido de lleno en... el territorio de estos pooka enloquecidos... Lo siento. No recordaba que este bosque fuese así. Pero el Paso se encuentra cerca. Continuemos. Estad muy atentos y no os separéis.

-Es difícil creer que no supieras que la senda cruzaba un bosque lleno de pookas salvajes, ni que el Ensueño se moviera -dijo Van Doren acercándose al Eshu. La mujer tenía las mejillas enrojecidas y el pelo alborotado por la carrera. Para que no le volviera a pasar lo mismo* decidió que lo mejor era quitárselos y guardarlos en el bolso. A la hora de realizar tar ardua tarea se apoyó en el musculoso brazo de Ashantii como quien no quiere la cosa-. Ahora sí que estoy preparada para correr un maratón.

La pooka se soltó del eshu y sacó un espejo del bolso para recolocarse el recogido.

La carrera, la emoción, la adrenalina de la persecución. Me sentía pleno y vivo. Admirando el paisaje, respirando de forma exagerada camino con zancadas propias de un saltimbanqui adelantándome unos pasos, dejándome maravillar por el Ensueño.

-¿Qué más da? Aunque lo hubiera sabido, lo hubiéramos tenido que cruzar igualmente, en caso de que nos esté llevando por el camino correcto. Además así la sorpresa ha hecho de la experiencia algo excitante.

Le encaró poniéndome un par de pasos delante. 

-Dime Ashtantii, ¿De que conoces a los Eshu de nuestro feudo? ¿Cómo te pusiste en contacto con Suri?

Calandra se apoyó en Shyam, sin aliento. De momento el Ensueño no le estaba gustando mucho. No había visto más que cementerios y gatos asesinos. Se llevó la mano al costado, aunque no había notado ningún pinchazo.

-Ah, ¿qué más da? Más salvar a Lord Stevron y menos darle al pico. Ya habrá tiempo para hablar cuando estemos bien lejos de los Jellicles.

Nadim se mostró conforme con Calandra

No hay tiempo que perder. Vamos

Aunque aún jadeaba, parecía que la carrera no había cambiado su extraño humor

-Te lo explicaré cuando paremos, pero no será aquí. Calandra tiene razón: no estamos seguros todavía.

El eshu retomó la marcha cuando todos se vieron recuperados y con ánimo para seguir. No pasó mucho tiempo antes de que escuchasen un tiro en la lejanía. Un sonido así, en un entorno como aquel, era difícil de malentender. Ashantii les pidió la máxima precaución y siguieron. La luz casi se había desvanecido del todo y Calandra tuvo que realizar un cantrip de Piréticas para poder orientarse en aquel bosque.

Un tiro impactó en el árbol junto al que caminaba el pooka mariposa. La corteza le dio en la mejilla y se la dejó dolorida.

-¡Hey, hey, hey! ¿Se pué saber questais haciendo hay? -preguntó un nocker sin dejar de apuntarles con el arma, un rifle largo e innecesariamente ornamentado.

Debía de ser un gruñón por la barba blanca y la voz. Vestía un guardapolvos largo y lleno de parches y bolsillos. Un pequeño robot con una rueda como todo sistema locomotor zumbaba y pitaba a su alrededor, siempre en movimiento para mantener en equilibrio. Su cabeza cuadrada tenía forma de cubo, y dentro había distintas herramientas y materiales naturales. Era ciertamente mono.

-No se pué andar pasiando por aquí como si na.

Damara miró al pequeño robot y luego a su dueño. Por alguna razón, desde que había entrado al Ensueño, y aunque no se sentía ni una pizca más valiente, se sentía menos esquiva hacia lo desconocido. Cuando normalmente habría guardado silencio y esperado a que los demás tratasen con el nocker, esta vez fue la primera en hablar:

-Ya nos hemos percatado -dijo con la rígida amabilidad que usaba con todos los desconocidos-. Estaría en otro sitio si pudiera, créame. ¿Tendría la amabilidad de dejar de apuntarnos? No puedo evitar mirar al cañón en vez de a usted y me está causando cierta incomódidad.

El sidhe le ofreció soporte a Calandra y esperó paciente a que todos hubiesen recuperado el aliento, ignorando deliberadamente a su compañero de linaje y sus puntillosas preguntas. Ir con más gente le estaba resultando incómodo. Al reanudar la marcha, procuró mantener los ojos bien abiertos, sobre todo cuando la oscuridad empezó a cubrir sus cabezas y resonó el primer disparo. No quería más visitas inoportunas, aunque el viejo Gruñón parecía mucho más razonable que los otros.

Shyam se acercó a Damara colocándose a su lado, haciendo notar su presencia ante el desconocido pero sin intervenir.

Soltó un grito cuando la corteza del árbol estalló a su lado. Se encogió, asustado. Nunca le habían disparado, y era menos emocionante de lo que se había imaginado. Se volvió hacia el nocker, rojo de rabia.

-Lo que no se pué andar es disparándole a la cara a la gente, paleto -chilló desde detrás de Damara-. ¡La Senda de Plata es de todos!

-Yai dicho qui lo siento, chiquilla -contestó el nocker bajando el rifle-. ¿Quí sois, viajeros? ¿Cazaores?

-Vamos de camino al Ensueño Lejano -respondió Ashantii-. Somos viajeros en una misión. ¿Puedes ayudarnos a salir de aquí?

-Pos sí, supongo. Hay un atajo si no quies toparte con to los pookas locos. Las quimeras te puen echar el guante, pero las manás son piores. Si sus atrevéis a salir de la Senda os pueo dá un rodeo -ofreció-. Me llamo Proinsias, a to esto. El cacharro inútil este no tie nombre, pero lo llamo Cubomierda.

Proinsias se colgó el rifle del hombro y esperó a que decidieran.

Tras escuchar al nocker, Shyam buscó la mirada de Ashantii.

-Si las manadas son peores, quizá nos convendría atajar y salir de aquí cuanto antes.

Su mirada reparó en aquellos que iban armados o habían demostrado aptitudes para ello. No deberían tener problemas para defenderse, aunque le preocupaba más la fiabilidad del invitado.