Partida Rol por web

Viernes, 23 de noviembre de 1984 - 22:45

La fiesta de Van Doren había conseguido un éxito moderado. Del total del aforo sólo había logrado poco más de la mitad, y numerosos canapés amenazaban con secarse bajo las luces tenues del salón principal. Los servicios de bar contratados servían con ligereza y la música animaba el ambiente, aunque hubo quien se quejó de ser excesivamente evidente.

Todos los empleados del Terciopelo habían llegado dispuestos a mostrar a legos y experimentados las diferentes prácticas que ofertaba el club. Durante la primera hora se ofrecieron una demo de suspensión y otra de bondage japonés, dirigida por la propia madame. La gente estaba interesada, pero el Glamour no había terminado de despegar del todo. Los curiosos se atrevían a acercarse al Photocall para sacarse fotos con sus amigos y había unos cuantos que habían empezado a jugar en una mazmorra por su cuenta, pero por lo demás parecía una noche distendida en un pub local.

Shyam y Rose se habían sentado en el salón principal para tomar algo después de ver la demo de suspensión. Mientras Lord Dimitri recogía los arneses y cuerdas utilizados en la misma con ayuda de un par de habituales haciendo bromas y riéndose con escándalo atronador, Van Doren era asediada a preguntas por un periodista local. Un par de sátiros intentaban encandilar a una drag queen para no se sabía qué fiesta privada y una nocker revisaba los mecanismos de una máquina de tortura mientras tomaba notas.

El periodista, al que sólo le permitían tomar una foto de Van Doren una vez acabada la entrevista, se había identificado como un enviado del periódico de la ciudad. Recogía las palabras de la pooka en una libreta y no hacía más que preguntar, cada vez con un interés más morboso.

-¿Y... qué opina de la reciente regulación local acerca de los locales donde tienen lugar actos sexuales? ¿Cree que el Terciopelo Rojo puede estar en peligro de cierre si llega a los oídos del concejal de sanidad?

Shyam estaba sentado con un refrigerio en la zurda y el otro brazo rodeando los brazos de Rose. Parecía realmente interesado por cuanto había visto, pero de la manera en que lo estaría un visitante en el museo; se mira pero no se toca. Ya le había dicho en su día a Rose que aquello no iba mucho con él. Sus gustos tiraban por otras ramas experimentales que involucraban menos cuero y más personas.

No le pasó por alto la presencia de la nocker, que le hacía buena falta. Pensó en abordarla por su propia cuenta, aunque quizá Calandra la conociese y pudiese presentarlos más adelante de forma más apropiada.

-Por supuesto que no -sonrió al periodista con picardía. Van Doren se había pintado los labios de color rojo brillante para la ocasión y parecían más carnosos de lo habitual-. El Terciopelo no es un lugar de lujuria, es un centro espiritual en el que alcanzamos el éxtasis por medios no sexuales al combinar el dolor y el cariño. Considérelo una terapia. Se que hay gente que cree que aquí dentro hacemos cosas terribles, pero están desafortunadamente equivocados. Aquí dentro se practica menos el sexo que en un convento.

-Pero no me negará que todo tiene una carga sexual muy importante. -Jon abrió una mano en dirección a una de las visitantes, una mujer rubia envuelta en látex cuyo sujetador mostraba más pecho del que ocultaba-. Estoy seguro de que a nuestros lectores les encantaría saber más sobre esa filosofía. ¿Qué tiene esto de diferente, más allá de lo obvio?

-¿Por qué no lo pruebas tu mismo? -Van Doren había sido rápida-. ¿No es eso lo que hacéis los periodistas, trabajo de campo? Si quieres escribir una buena historia quizás deberías sacar tu lado de antropólogo y dejar que alguien te ate en corto... Estoy segura de que tus lectores estarían emocionados con la idea.

Jon se echó a reír.

-Oh, no, no, creo que no estoy hecho para eso. Quiero decir, luce usted fantástica, pero no me atrevo a ponerme en un potro de tortura. No es lo mío, lo siento. -Retomó su batería de preguntas-. Por lo que tengo entendido, inició este negocio junto a un socio... Ese socio es nada más y nada menos que Edward Castle, uno de los magnates inmobiliarios de la Bahía. Pero se rumorea que han terminado esta relación comercial debido a la ruptura de su relación personal. ¿Es Edward Castle un fanático de esta moda también, o sólo un socio capitalista?

Van Doren continuó sonriendo, aunque en el fondo estaba algo disgustada, le hubiera gustado que el periodista hubiese accedido, así al menos no tendría que contestar a preguntas sobre Eddie. Más que nada porque aquel tipo tendría una mordaza en la boca.

-Ni lo uno ni lo otro, hace tiempo que puedo decir que soy completamente independiente. El señor Castle sigue siendo un hombre de negocios sobre todas las cosas y ya se sabe que en casa del herrero cuchara de palo. Sin embargo puede que tenga oportunidad de verle hoy y de preguntarle todo lo que quiera usted mismo. Los rumores dicen que puede que venga por la nostalgia.

-Je, je, preferiría no hacerlo. Hablar con Castle es un deporte de alto riesgo. -El periodista tachó algo en su libreta-. ¿Hace cuánto que hace usted esto? ¿Tuvo algún tipo de preparación? ¿Cómo se entra en el mundillo?

-Hago esto desde los veinte años. Me inició un caballero inglés que conocía en una fiesta de sociedad. Me temo que no puedo dar nombres, pero era un hombre adinerado, un estudioso. El tiempo que duró la relación lo empleamos en autodescubrirnos y experimentar. Nos iniciamos mutuamente más bien. Sin embargo terminamos porque al fin y al cabo nuestra relación no era romántica, así que al de cierto tiempo cada uno siguió su camino. Pero no es la norma. Quiero decir, yo me inicié así, pero hay mucha gente que siente curiosidad y viene a lugares seguros como el Terciopelo. Yo tuve suerte de tener una buena experiencia con ese desconocido, pero recomendaría a los interesados que se pusieran en contacto con especialistas antes de practicarlo por su cuenta. Después de todo uno no se va a hacer paracaidismo sin que le enseñen, ¿verdad? -sonrió de manera encantadora.

-¡Maravilloso! Y ahora, volviendo al tema de la sanidad...

Un hombre tropezó con el periodista y le echó por encima un vaso de refresco.

-Oh, lo siento, lo siento mucho -dijo el patoso-. ¿Te he manchado mucho? Espera, aquí tienes un pañuelo...

El periodista gruñó y se fue al baño a lavarse. El recién llegado suspiró y miró a la pooka avergonzado.

-Perdón, Madame, soy un poco torpe y no andaba mirando donde tenía que haberlo hecho. Pero lleva...s un traje impresionante y... Uno es humano.

Sonrió con timidez y le tendió la mano.

-Soy Greg.

El hombre se disculpó, pero el periodista se fue al baño bastante enfadado. Van Doren empezó a hablar con él.

-Es un placer, Greg. Me temo que para ti voy a tener que seguir siendo Madame por el momento.

Van Doren le dio la mano, halagada, pero no la soltó, sino que se acercó al oído del hombre mientras el periodista aún estaba cerca.

-Gracias, estaba empezando a aburrirme -le dijo y sonrió al separarse.

-¿En esta fiesta? Imposible -respondió él con una sonrisa, agradado por el contacto-. Me gusta mucho todo. La decoración, la música... Todo está perfecto. Da mucho ambiente.

Se rascó una oreja mientras sostenía el vaso medio lleno, haciendo casi equilibrios.

-No sabía de la existencia de un sitio como este. Siempre me ha interesado el tema, pero últimamente no he tenido tiempo de buscar a otros como yo. El problema es que no tengo mucho dinero y no sé si podría pagar los servicios del Terciopelo, pero hacer contactos siempre es interesante.

Viernes, 23 de noviembre de 1984 - 23:04

A la fiesta llegaron Damara, Calandra y Craig, aunque a éste último tuvo que animarle a conciencia. El mortal había elegido (debido a la norma de que no se podía vestir informal), pantalones de traje y una camisa color salmón que le había comprado su madre por algún motivo. Cruzó el pasillo, más de lo que había caminado allí dentro jamás, y llegaron al salón. No parecía haber ninguna tortura en curso, sino gente que charlaba apaciblemente, bailaba escuchando música o comía canapés.

Craig saludó con timidez a Van Doren y más ampliamente a Shyam.

El tal Greg era muy mono, definitivamente. Van Doren se sonrió al ver comos e rascaba la oreja y frunció los labios pensativa.

-¿De qué trabajas Greg? Porque viendo el ancho de tu espalda puede que tenga algo que solucione todos tus problemas -Van Doren le soltó la mano y aprovechó para palparle el músculo de los brazos-. Este negocio, a pesar de ser de lo más inocente, siempre atrae a gente peligrosa que no sigue las normas y necesito a alguien que vigile a mis chicos y mis chicas... Pago bien y además tendrías la oportunidad de iniciarte sin tener que pagar nada.

Al ver a sus amigos, Shyam cogió de la mano a Rose y fue a su encuentro sonriendo con ganas. Saludó a Carig alegrándose de que tuviera buen aspecto, y después a Calandra y a Damara, dándole dos besos a los dos. Procuró mantener la diestra fuera de su campo de visión, aunque resultaba complicado sin hacer movimientos raros.

-Me alegro mucho de veros -dijo con entusiasmo. Parecía que no los hubiera visto en semanas-. Os presento a Rose. Ellos son Calandra, Damara, y supongo que a Craig ya lo conoces.