Partida Rol por web

Shyam estaba terriblemente cansado, y las preocupaciones que pesaban sobre sus hombros le hacían parecer demasiado mayor, adulto y responsable. Lo era, en realidad. Había tomado el mando de aquel baluarte.

-Cielo... No te asustes, ¿vale? A noche alguien apuñaló a Eddie. Está vivo, pero han detenido a Van Doren. Por eso no estaba en el Terciopelo. La están interrogando, pero está bien e ilesa.

Rose abrió mucho los ojos.

-¿Que mi madre ha apuñalado a Eddie? ¿Qué? -Cuando Shyam la sacó de su error, la Kinain negó con la cabeza-. Pero... ¿pero qué locura es esta? Shyam, ¿qué demonios está pasando? ¿Quiénes sois vosotros y por qué no hay más que muerte a vuestro alrededor? -Rose le apartó de ella empujando sobre su pecho-. ¡Me voy de aquí!

-¡Rose! -Shyam trató de detenerla sin atreverse a tocarla. No tenía muy claro cómo iba a reaccionar bajo tanta presión, ni tampoco él, y prefirió evitar el contacto-. Rose, por las puertas de Arcadia. ¡Espera! Te necesito a mi lado. Por favor... Por favor...

La súplica de Shyam la enterneció, pero sólo durante un par de segundos.

-Yo no puedo... no quiero... ¡no sé cómo estar aquí! Hace unos días no sabía nada de nada y era feliz. No tenía nada, pero era feliz. De repente llego aquí y hay un niño muerto y una chica y... y... -Rose empezó a llorar-, y el novio de mi madre está en el hospital y mi madre en la cárcel. Y ya sé para qué tienes esa espada. Las espadas matan. Y no quiero estar ahí, no quiero ver cómo te matan ni cómo matas a nadie.

La Kinain se tapó la cara, respiró hondo y volvió a mirarle.

-Me voy de aquí, Shyam.

Shyam la miró fijamente sin saber qué decir, serio, casi como si no la hubiese escuchado. Pero no había excusa, tenía razón. Las armas mataban, y el cadáver de Silveth en el fondo del mar era la mayor prueba de que aquel mundo no encajaba, de que era peligroso. Quizá, después de todo lo mejor para ella es que se mantuviese alejada, lejos del alcance de las armas. Lejos de él. Normalmente ocurría al revés, era él el que se acababa yendo de los sitios, poniendo excusas y sonrisas, y mirándola en aquel momento a esos ojos empañados de lágrimas no encontraba una sola razón en el mundo para sonreír.

Por un momento pareció ir a llorar también. Volvió la cara hacia otro lado apretando los párpados con las yemas de la zurda.

-Puedes... quedarte en casa hasta que encuentres un sitio. Yo no voy a ir, no te preocupes. Sólo... -Quiso decir algo más, pero no sabía el qué-. No vuelvas a la calle.

Sin volver a mirarla giró sobre sus pasos y volvió con Meredith, Calandra y Damara.

Rose rompió a llorar cuando Shyam le dio instrucciones, como si esperase algo más de lucha por su lado. Si él daba todo por perdido tan rápido, entonces no había gran cosa que hacer.

Se fue de allí entre hipidos, tan rápido que no dijo adiós a nadie.

Cuando Shyam volvió al comedor, escucharon a Rose marchándose y llorando.

Mientras Shyam volvía y Calandra se armaba, Damara se cruzó de brazos para calmar el temblor de sus manos. Curiosamente no tenía tanto miedo como solía, o al menos no parecía que la sensación hubiese llegado a su cerebro. Estaba ocupada intentando no pensar en las figuras muertas que había visto al llegar y alimentándose de la rabia que le burbujeaba en el estómago. La iba a necesitar.

-He soñado que esto pasaba -dijo al aire, casi sin darse cuenta.

Shyam regresó con paso firme y la cabeza agachada. Tardó varios segundos en recomponerse y atreverse a mirarles, y cuando lo hizo tenía los ojos cristalinos y parecía encontrarse demasiado lejos de allí.

-Van Doren está en comisaría -informó en tono quedo-. Alguien apuñaló a Eddie anoche.

Se volvió hacia Damara, confundido. También él sentía que Stevron le había llamado en sueños, pero no dijo nada. No sabía si Damara lo decía en serio o era una forma de hablar, y en realidad no importaba. Renunció a encontrar su espada. No estaba en ninguna parte de aquel... sitio.

-¿Qué? ¿Está muerto?

Debería sentirse horrorizado pero no le quedaban energías.

Shyam negó con la cabeza y cambió el peso a la otra pierna.

-Estaba en el posoperatorio cuando llamé.

Negó con la cabeza. Si Eddie no estaba muerto no podía preocuparse por él. Se dirigió hacia la puerta y se volvió hacia sus amigos.

-Entonces no creo que esperarle sirva de mucho. Vámonos. ¿Tienes el coche?

-¿Eddie? ¿Reddie? -preguntó Meredith-. ¿El antiguo amante de Van Doren? Hum. No sabía que aún siguiera en activo. Pensaba que se había Deshecho hacía años, o eso se rumoreaba.

La sátiro miró con los labios fruncidos a izquierda y derecha, buscando la confirmación de sus compañeros.

-Supongo que me alegro. O no lo sé, era un mal bicho. No importa; tampoco estaba entre los atacantes.

Cambió de tema con rapidez.

-Entonces Van Doren no puede ayudarnos. ¿Y Silveth? ¿Has sabido algo de él?

Shyam vaciló un momento tras dirigirle una mirada nada amistosa a Meredith.

-Está muerto -Sentenció mirándola a los ojos.

Damara había dado un pequeño rodeo y había vuelto casi enseguida, metiéndose lo que parecía una oreja cercenada en el bolsillo, justo para pararse en seco ante la noticia:

-¿Muerto? -miró a Shyam, que no parecía dispuesto a dar muchos detalles-. Supongo que entonces ya no esperamos a nadie más... -dijo lentamente, mirando hacia Calandra con aire incierto. Tendrían que hablar de ello, por supuesto, pero en aquel momento Shyam parecía al límite de su paciencia y no era el momento para discutir. Discutirían luego. Si volvían. 

Calandra se tapó la cara con las manos y suspiró. Aquello tenía que ser una broma. Le parecía imposible que pudiese morir tanta gente en el mundo en un sólo día. Levantó la vista para mirar a Damara y a Shyam.

-Vale, se acabó. Al próximo que mencione otra tragedia nueva le cruzo la cara. No puedo más. Bernardette y Suri... o Lord... lo que sea... Vámonos.

Salió de la casa a toda velocidad, arrancando un ramo de flores secas de un jarrón sin detenerse siquiera.

Shyam no esperó respuesta, por prevenir. Echó a andar con paso militar a la sala donde estaban tendidos los cuerpos y les advirtió de camino para que no le siguieran si no se veían capaces de mirarles. Destapó a Bernardette contemplándola por primera vez. Dudó un instante, paralizado y con una persistente sensación de irrealidad, pero logró recobrarse para hincar la rodilla a su lado y sostener su mano entre las suyas. Se la llevó a los labios con delicadeza, apretándola como si intentara traerla de vuelta.

-Bernardette... -Posó la mano de su amiga sobre su rodilla para desenvainar después con soltura y pasar los dedos de la diestra por el filo. Volvió a cogerla con fuerza-. Luchaste valientemente. Sangraste por los tuyos hasta el final.  Ahora descansa y déjanos el resto a nosotros. Guíanos hasta el que te hizo esto como último favor.

La bola de luz no se hizo esperar. Surgió rabiosa de la sangre de Bernardette y se enroscó en la espada de Shyam un momento antes de salir disparada por la puerta. Meredith quedó atrás, incapaz de seguirla por la cojera, pero Calandra, Shyam y Damara corrieron detrás.

El fuego fatuo serpenteó por el Haight hasta llegar al Panhandle. Allí se volvió más perezosa, como si no tuviera claro el camino, y empezó a remolonear entre los árboles y los arbustos. Shyam tuvo que meterle prisa para que avanzara, con lo que la bola se asustó, avanzó de golpe y estalló contra el banco donde solían estar Pandora y los suyos.

Damara y Calandra distinguieron a cuatro personas que se acercaban en su dirección. El que parecía comandarlos era un tío pelirrojo y fuerte, uno de los favoritos de Pandora. Llevaban abrigos largos para combatir el frío, y debajo espadas y hachas. Y detrás, a lo lejos, corría un sátiro. Muy rápido.

-Ahí están los cabrones -señaló el pelirrojo, posiblemente un Kinain redcap-. Dadles para el pelo.