Partida Rol por web

Sábado, 24 de noviembre de 1984 - 16:27

Damara, Shyam y Calandra acudieron al hospital, donde los médicos se ocuparon de las heridas reales que aún les quedase por atender. Les dijeron que Edward Castle estaba en la habitación 308 y que tenían media hora de visita, hasta las cinco.

Al subir a la planta y entrar en la habitación, encontraron al redcap tumbado entre cables y electrodos, con una expresión dolorida y llena de amargura, a Van Doren sentada en una butaca leyendo una revista junto a él y a una mujer mortal de unos cuarenta años que revisaba una libreta y apuntaba algo con un bolígrafo. 

-Barbara, date una vuelta -dijo Eddie con aspereza-. Esta visita es privada.

La mujer arqueó una ceja mirando al grupo que llegaba por la puerta. Un guaperas parcheado hasta en el carnet de conducir, un travesti famélico y una adolescente gótica muy siniestra. Pudieron leerle la mente con claridad. ¿Qué demonios hacía Eddie con aquella gente?

-No soy tu criada. Volveré a la noche. Tengo vida, ¿sabes? -Se guardó el bloc en el bolso y, tras despedirse, salió de la habitación, dejándolos solos a excepción de un señor dormido al otro lado de una cortina.

Calandra había invertido el viaje hasta el hospital en hacer sus ejercicios de calentamiento y relajación pre-espectáculo en el asiento de atrás. Le hizo sentir más fuerte y seguro, menos triste. Y más enfadado. Sentía que así podría terminar el día sin derrumbarse. Entró en la habitación y fue directo a darle un abrazo a Van Doren. Corto, eso sí.

-¿Cómo estás? -le preguntó en voz baja.

Shyam entró el último y esperó junto a la puerta esbozando una mueca de disculpa hacia la mujer que acababa de ser despachada. No sabía quién era y la verdad es que le importaba más bien poco o nada. Inmediatamente después se dirigió a la camilla de Eddie y le dio un suave apretón en el hombro.

-No hay forma de matarte, ¿eh? ¿Cómo te encuentras?

Eddie hizo una mueca de desagrado cuando Calandra atravesó la habitación (su habitación, en la que se encontraba convalenciente) y se echó en brazos de Van Doren. Estuvo a punto de soltar un comentario mordaz, pero la atención que le regaló Shyam fue suficiente para apaciguarlo. Sonrió con suficiencia.

-Ya ves, pero lo siguen intentando. No te preocupes, estoy bien. Para ser Hierro Frío. -Lo dijo como si fuese tal cosa y luego señaló la pierna de Shyam-. Por lo que veo, a ti también intentan matarte a menudo.

El abrazo fue incómodo, Van Doren intentó recular y no cerró los ojos los segundos que duró para vigilar en caso de que fuese una trampa. Hoy no tenía cuerpo para que la entregasen a los romanos. Sin embargo Calandra parecía estar haciendo un esfuerzo real por ser comprensiva y Van Doren no estaba en condiciones de decir que no.

-Mejor que nunca -le dijo respondiendo al abrazo. Pero ligeramente, eso si-. Aquí al señorito le han intentado coser un nuevo traje, pero era a mi a quién querían matar. Aunque no han podido porque me tienen miedo. ¿Cómo os habéis enterado?

La pooka solos e percató del aspecto de sus compañeros porque Eddie lo mencionó. Ella tampoco estaba en su mejor día: tenía el pelo enredado, unas ojeras largas y profundas y para más inri estaba sin maquillar.

-¿Qué os ha pasado? ¿Dónde está Rose? -dijo esta vez caminando hacia Shyam.

Le temblaron las pestañas y pareció que iba a echarse a llorar, pero inspiró y se repuso. Empezó a hablar sin dejar de manosearse una antena con un gesto similar al que haría alguien al juguetear con el pelo.

-Oh, Van Doren. Es horrible. Han destruido la Mansión. No queda nada, ni una triste telaraña. Ni nadie. Los... Los han matado a todos. Sólo quedamos nosotros cuatro. No han atacado con la espada de Stevron y nos han disparado y hemos tenido que matarlos.

Van Doren empalideció más de lo habitual y empezó a temblar. No sabía quién había matado a quién, pero no le importaba lo más mínimo. La pooka iba a llorar, a estallar, podía verse con claridad como se empezaban a formar las lágrimas en los ojos. La habitación se iba a convertir en un festival como alguien no la sacase de su error, uno nada agradable. Sus zapatos de tacón ya tenían nombre y destinatarios.

Shyam hizo amago de retroceder cuando Van Doren caminó hacia él. Por suerte Calandra empezó a hablar, aunque segundes después decidió que no había sido una mejora, en realidad.

-Rose está bien -matizó antes todo-. Lo que Silveth andaba tramando era hacerse con el Feudo con ayuda del Corby. Solo que el Corby decidió hacerlo a su manera. Han matado a todos menos a Meredith y Lady Dahlia, y se han llevado las reliquias. La Mansión del Polvo ya no existe. Así que fuimos tras ellos y mandamos al hospital a varios kinain, pero no hemos dado todavía con los cabecillas. Hemos recuperado la espada de Lord Stevron... Somos pocos.

-Annie... -dijo Eddie en tono bajo cuando Calandra soltó aquella sarta de tonterías. Cuando Shyam lo aclaró, el redcap soltó un gruñido hosco-. ¡El corby! ¿Aliados con el gilipollas de Silveth? ¡Voy a romperles la cara en cuanto me los encuentre! -Intentó incorporarse y aulló de dolor-. ¡Joder me cago en la puta! Ayudadme a que me levante, hostias.

-Aunque estoy seguro de que podría darle una buena al corby, señor Eddie, ya estamos en ello. En cuanto nos enteremos de dónde están -dijo, mirando a Van Doren con intención.

-Dadme un segundo.

Van Doren se sentó en la silla en la que había estado leyendo y se tapó la boca y la nariz con las manos para controlar su respiración. Entre el cansancio, el susto con Eddie y aquella noticia, le costaba pensar con claridad. "Rose está bien, está todo bien", se dijo intentando recuperar el control de su cuerpo e intentando ignorar sin mucho éxito que los demás estaban muertos.

La pooka apartó las manos y soltó el aire para levantarse y empujar a Eddie contra la cama sin hacerle caso.

-Calandra, seguro que tus intenciones de morir son legítimas, pero no estás vestida para la ocasión. Esa ropa te queda grande y ya ha muerto demasiada gente. No. Tenemos que pedirle la hoja de reclamaciones al duque, que esto no es lo que habíamos pedido. Para algo tenemos un seguro.

-Ya le hemos pedido la hoja de reclamaciones. Meredith está en ello. Pero esto no se va a quedar así -respondió Shyam inmediatamente de forma más agresiva de la que en principio tenía en mente-. Nos han destrozado nuestro hogar. NO va a quedar así.

Eddie intentó evitar que ella le empujase, pero no se encontraba en condiciones ni de resistir ante la fuerza de una adivina. Hundido de nuevo en los almohadones, frunció el ceño y gruñó otra vez.

-Shyam tiene razón. Alguien tiene que meter en vereda a esos payasos. ¿Qué cojones han hecho? ¡Ni Pandora era tan imbécil! Dadme una de vuestras copas mágicas para curarme del todo. Voy contigo, Shyam, y les arrancamos el hígado. Esos críos no tienen ni media hostia.

Calandra desdeñó tanto a Eddie como a Van Doren con un gesto.

-Bueno, resulta, querida, que este marica flota como una mariposa pero pica como un rinoceronte. ¿Y que digas que hay alguna ocasión para la que no sé vestirme? Eso es sencillamente insultante. Voy a ir a buscar al cabrón que ha matado a Bernardette -dijo, haciendo un vago gesto con el índice hacia Van Doren-, sin cargas en mi equipo -añadió, haciendo el mismo gesto hacia Eddie-, y le voy a meter la espada por el culo hasta que le guste. Y no te voy a decir que vengas porque entiendo que tienes que quedarte velando a tu hombre, pero si hay algo que puedas hacer para ayudar estoy seguro que nuestros amigos muertos te lo agradecerían mucho.

Shyam asintió ante las palabras de Calandra y puso una mano sobre el hombro de Eddie.

-Lo siento, tío. Se disolvieron con la Banalidad.

-Su puta madre.

-Pues con media hostia se han cargado el feudo y a todos los que había dentro. Imagínate que pueden hacer con la otra media contra dos paralíticos y una reina del baile. Por no hablar de mi, que todo el mundo sabe que soy la mejor guerrera de Concordia. Pero si quieres te aguanto el gotero mientras les intentas morder desde la camilla, ¿qué te parece eso? No se a ti, Eddie, pero a mi me parece una idea estupenda.

Van Doren se volvió hacia Calandra y Shyam.

-Hablando de amigos muertos, de esos que tanto mencionas, ¿qué has hecho con sus cadáveres? ¿Dónde están?

Calandra se cruzó de brazos.

-¿Vas a ayudar o no?