Partida Rol por web

-No. Mi hijo se está muriendo -contestó él, entre enfurecido y resignado, si es que podía sentirse uno así al mismo tiempo-. Los médicos lo han dado ya por imposible. Están esperando a que se apague del todo y se... vaya.

Shyam agachó la cabeza asintiendo levemente. No esperaba otra respuesta teniendo en cuenta dónde estaban, pero siempre resultaba difícil de escuchar.

-Lo siento mucho -se disculpó, aunque no tenía por qué hacerlo. Le echó un vistazo a Calandra desde la lejanía-. ¿Sería mucha indiscreción preguntar la causa?

-Por un raro -suspiró la pooka-. Un tipo se las arregló para colarse tras la fiesta por la gatera. Un tipo enorme. Quería robarme las joyas y el dinero de la caja fuerte. Eddie intentó defenderme y ha acabado en el hospital, pero está estupendamente -se apresuró a añadir apartando un momento la vista de la carretera para mirarla-. Ha sido algo totalmente inesperado y aleatorio, eso dice la policía. Al parecer se han estado sucediendo varios robos en los negocios del barrio últimamente, se dice que hay una mafia del este que se dedica a eso. Pero ya los pillarán. El tipejo este se quedó cadaver intentando huir, así que usarán lo que averiguen de él para encerrar al resto.

-La enfermedad esa de los maricones. Que se mueran ellos, ¿no? Es su culpa. Mi hijo no tiene la culpa de nada. Nació siendo hemofílico. Los médicos dicen que se contagió en el tratamiento. ¡En el tratamiento! Los maricones han puesto su asquerosa sangre en los bancos de plasma para joder a las personas honradas e inocentes como mi Wyatt. -Le miró con el ceño fruncido-. Deberían morirse todos.

-Menos mal. Pensé por un momento que le habías hecho algo tú. Que se os había ido de las manos algún juego o algo así... -La Kinain suspiró aliviada. Se mantuvo en silencio el resto del viaje hasta que llegaron al aparcamiento del edificio de Eddie y subieron por el ascensor hasta su apartamento. Rose se sentó en el sofá como había hecho días antes y se sacó de un bolsillo un paquete de tabaco-. Perdona por haberte hecho traerme aquí. Me imagino que preferirías quedarte en el hospital con Eddie.

-No te preocupes, me apetecía salir a estirar las piernas un poco. Eddie me estaba volviendo la cabeza loca con tanto gruñido. Ya sabes como es. Está bien y eso es lo que importa.

Van Doren dejó sus bolsas en el dormitorio y se sentó junto a ella a su regreso.

-A ver, cuéntame, ¿qué ha pasado exactamente, cielo?

-Ha sido horrible. Esta mañana nos han llamado para que fueramos al feudo ese y... había gente muerta. Un niño negro, muerto también. No podía seguir ahí. Simplemente no podía... Shyam y sus amigos hablaban de hacerles daño a esos Oscuros o lo que sea, y me di cuenta de que iba a morir más gente y... Mamá, no puedo... No entiendo... No admito... -balbuceó, echándose a llorar y enterrando la cara en su generoso escote.

-No, por Dios. Esa se llama Stephanie y es prima mía. Cuando éramos unos mocos andaba todo el día tirándome del pelo. Por eso ahora lo llevo corto -explicó, y se paso una mano por el pelo-. Pero le hablaré bien de vosotros. No, yo no vengo a por vuestros dientes. He venido de muy lejos buscando a dos niños muy valientes que me ayuden.

Van Doren le acarició el pelo y dejó que llorase. Entendía el sufrimiento de Rose y lo compartía, pero el que la huiera llamado mamá por primera vez hizo que se le iluminase la cara, aunque nadie podía verlo.

-Es normal que no lo entiendas. Es una locura. Están todos locos. Pero no siempre es así... Estoy tan sorprendida como tú por lo que ha pasado. Uno de los miembros del club tenía problemas con las drogas, en concreto era adicto a una droga muy mala que llaman Pandora en la calle. Le pudrió el cerebro y le volvió peligroso. Por lo que sé se endeudó hasta las cejas y habló a una banda a la que debía dinero de nuestro escondite... Y de lo que guardamos dentro. Llegaron, mataron, nos robaron y se fueron -la pooka dejó de peinarle el pelo con los dedos y miró a la pared-. No tengo ni idea de dónde está Silveth, pero como lo encuentre lo mato.

Le costó horrores disimular la incomodidad que aquellas palabras le causaban, y se volvió hacia la máquina para echar las monedas y repasar la lista de bebidas con suma atención. Por un momento pensó 'que le jodan', pero aquel niño no tenía culpa de nada. No tenía por qué pagar por la ignorancia de su padre.

-Ya. Esas cosas no deberían pasarle a la gente inocente -Intentó coger el vaso con la diestra quemándose las yemas de los dedos en el intento. Cambió de estrategia sujetándolo con el pulgar por el borde superior y el meñique por el opuesto, pero resultaba demasiado inestable con la diestra así que terminó por usar la zurda-. Sé que todo eso es muy doloroso. Yo también estoy perdiendo a alguien ahora mismo... Pero debería esforzarse por hacerle sonreír. A Wyatt. Que no le vea derrotado, amigo.

-¡Yo soy muy valiente! -dijo la niña.

-¿Qué vas a ser valiente? ¡Eres una chica! -dijo el niño.

-¡Pues yo no lloro con las inyecciones y tú sí!

-¡Mentirosa! Además, eso no es malo. ¡Mi papá me dijo que todo el mundo llora con las inyecciones, hasta el presidente!

-¿Superman también llora?

-¡Superman no cuenta!

-Lo que se puede hacer es ayudar a que nadie más sufra lo que Wyatt y yo estamos sufriendo -murmuró-. Menuda avería tiene en la mano, chico. ¿Le han hecho una transfusión de sangre? Será mejor que se haga un análisis por si acaso. Algunos hospitales son unos caraduras y no revisan el historial de los donantes. Como pasó con mi hijo. Los maricones no deberían poder donar.

Parecía que aquel hombre no tenía cabeza para pensar en nada más.

-No, por favor. Que no haya más muertes -suplicó Rose-. No me quito la imagen de ese niño negro muerto. Tenía el cuello roto...

La Kinain no dijo nada más. Aguardó en brazos de su madre hasta que pudo tranquilizarse y recuperar la compostura.

-Perdón, no quería... Estoy muy sensible, eso es todo. Me va a bajar la regla esta semana y tengo las hormonas revolucionadas y el asunto de Shyam me ha dejado KO...

-Cariño, si hay algo que he aprendido como mujer es que es mejor no decirle a nadie que estás con la regla a menos que... Bueno, en fin, cielo. No pasa nada. Ya lo arreglarás con Shyam cuando vuelva. Están intentando averiguar que ha pasado y luego irán a hablar con el Duque. El Duque es un señor muy poderoso y bueno, él se encargará de todo, verás.

Van Doren le besó la frente y le acarició el pelo.

-¿Por qué no pides algo de comer y te das una ducha? Hay un chino muy bueno a la vuelta de la esquina -dijo, aunque en realidad era un japonés.

-Sí, haré eso. Gracias, Anne. Soy un poco tontita a veces, ¿eh? -sonrió y se sorbió los mocos. Luego preguntó por el baño y se encerró dentro. Al cabo de unos minutos escuchó el agua correr.

Dejó las cosas que le había dado Shyam a los pies de la cama de Kelly y se acercó a los niños.

-Bueno, bueno. Los dos sois muy valientes, más que el presidente y Superman juntos. Si no yo no hubiera venido a veros, porque lo que necesito que hagáis es muy importante. Pero también tenéis que ser buenos y muy listos, porque así es como son los héroes y las heroínas.

Van Doren se adelantó, abrió el cajón en el que sabía que Eddie siempre guardaba algún billete suelto y llamó a al japonés. Pidió lo que más le gustaba a ella esperando que Rose no hiciera ascos, y lo hizo para dos.

Mark y Kelly asintieron, expectantes.

Calandra sonrió, retrocedió y pensó que a lo mejor debería haber pensado en una historia que contarles antes de llegar a ese punto. De cualquier modo levantó los brazos y empezó a gesticular.

-Veréis, las hadas tenemos reyes y reinas que viven en castillos y en mansiones y aunque no lo parecen, son muy muy viejos. Mi rey, por ejemplo, ya era tenía cientos y cientos de años incluso antes de que vuestros abuelos fueran pequeños. Se llama Stevron y es muy bueno con nosotros. Antes era muy fuerte y muy valiente, pero ahora está enfermo y va a morirse. Estamos todos muy tristes y asustados, y no sabíamos qué hacer. Nuestro rey se ha olvidado de cómo ser fuerte y valiente, así que me marché para buscar a los niños más fuertes y valientes del mundo para que ellos se lo recordaran. Y esos sois vosotros. ¿Creéis que podéis ayudarme?

-Pero si nosotros también vamos a morirnos... -dijo Mark. Kelly le dio un puñetazo en el brazo-. ¡Ay! ¡Si es verdad! Nos va a pasar igual que a Danny. Se murió, se murió y sus padres estaban muy tristes, y no sé los tuyos, pero los míos cada vez están muy tristes.

-¡No es verdad! Mi mamá me dijo que tengo que concentrarme en curarme, que la mente puede hacer muchas cosas y que si lo deseo de verdad puedo ponerme mejor. ¡Lo dijo, Mark!