Partida Rol por web

Tras inclinarse hacia Shyam, Van Doren se volvió hacia la silla del barón para mirar a Meredith, esperando que alguien alguien abriera la boca para decir algo a cerca del incidente. La pooka miró un momento a la boggan, después a Calandra y luego de nuevo a la Canciller. Aunque tenía mucho aprecio a Lord Stevron no podía evitar estar algo de acuerdo con Silveth, pero en su opinión Meredith debía dejar de pasar tanto tiempo con el barón y empezar a preocuparse de lo que pasaba ahí fuera. Eso sería más que suficiente.

-Aunque el tema del futuro del feudo es de una importancia sin parangón, me temo que estoy con Shyam. Que por cierto... ¿Alguien puede ser tan amable de traerle un vaso de agua? Bueno, como iba diciendo ya no se puede salir a la calle y no podemos quedarnos de brazos cruzados. Supuestamente Calandra se estaba ocupando encerrar a esa gente, pero cada segundo hay más y más, así que creo que deberían emplearse muchísimos más recursos para ese fin dado que ha quedado bastante claro que una sola espada no es suficiente.

Damara tomaba nota de las aportaciones de uno y otro meticulosamente, pero levantó la cabeza para añadir con voz neutra:

-Me temo que es cierto que están empezando a estar fuera de control. Por supuesto no intento desmerecer el trabajo que realizas -apuntó mirando a Calandra un momento-, pero a este paso es imposible que una sola persona se ocupe de todas. Yo misma me he encontrado con una hoy -dijo con voz áspera, intentando no subrayar sus palabras con otro ataque de tos-. Además, una me ha seguido hasta el trabajo y no tenía buena pinta...

Calandra parecía molesto, y empezó a removerse en su diván mientras Silveth hablaba. Por suerte llegó Shyam al rescate. El sidhe estaba enfermo. Bueno, a Calandra no le hubiera importado cuidarle hasta que se pusiese bueno.

El pooka se incorporó para poder poner la espalda recta. Miró alternativamente a Van Doren y a Damara y se defendió de tamañas acusaciones contra su profesionalidad, sin tener muy claro a cuál de las dos le hablaba.

-Cielo, lo de las quimeras es un asunto serio de verdad, pero si nadie me informa de estas cosas yo no puedo hacer nada. No soy vidente. Pero me pondré a ello de inmediato. Es mi trabajo, ¿no? Podéis fiaros de mí, soy como un mullet: negocios por delante, y fiesta por detrás.

Terminó dedicándole otro guiño a Nadim.

Nadim no se había decidido aún a entrar en la conversación, pero ensanchó su sonrisa ante el segundo guiño de Calandra. Sin embargo, al parecer seguía sin tener nada que aportar, pues siguió escuchando en silencio lo que decían los demás, en un segundo plano

-El Barón no va a abdicar. No tiene por qué hacerlo, ¿de acuerdo? -Meredith tragó saliva-. Va a ponerse bien. Hablaré con él para que me diga si quiere nombrar un sucesor, pero no va a... Su Gracia va a ponerse bien.

La sátiro parpadeó, quizá un gesto para contener las lágrimas. Las palabras de Shyam la salvaron y le dedicó un gesto agradecido. Tras la aportación de Van Doren, Bernardette salió rápidamente a por un vaso de agua y se lo dio a Shyam.

-Parece que el asunto de las quimeras enfermas es urgente -admitió la Canciller-. Calandra, me gustaría creer lo que dices, pero lo cierto es que tengo que insistir. Sé que tienes problemas en el Mundo Gris y no quiero que los desatiendas: por eso voy a pediros a ti y a Shyam que os ocupéis del asunto de las quimeras. Patrullad el perímetro del feudo y limpiad las calles. Los dos sois buenos guerreros y no debería seros difícil. Si tú, Shyam, no te sientes cómodo con ello debido a tu enfermedad, sólo tienes que decirlo y seleccionaré a otro para que se ocupe de la tarea. Y Damara, si eres tan amable, ayúdalos a rastrearlas. Si una ha localizado el lugar donde trabajas, quizá se quede por allí, acechando.

Nadim torció el gesto de forma algo imperceptible cuando Meredith mencionó a Shyam, pero alguien que le hubiera estado observando podría haberse dado cuenta. Cuando esta calló habló por primera vez

Yo podría ayudar también, si es necesario

Todos sabían que el eshu no era especialmente hábil con las armas, pero parecía bastante convencido al presentarse voluntario

-Por supuesto. Aunque la que me siguió al trabajo era... bueno. Era un poco distinta -dijo, incómoda. Aunque por supuesto, le agradaba la posibilidad de tener ayuda para lidiar con aquella cosa y no tener que arrojarle más libros en un futuro cercano, aún sentía escalofríos cuando pensaba en el encuentro que habían tenido.

-¿Cómo era? -preguntó el eshu infantil, interesado.

Damara se planteó una descripción detallada de la lúgubre quimera, pero finalmente se decantó por una más rápida:

-Como cuando sale la muerte en los dibujitos. Calavera, capucha negra y mala leche para repartir. Estaba junto a una de esas quimeras que parecen enfermas en la calle, que me persiguió mientras iba a almorzar y casi echa los pulmones por la boca. Más tarde, cuando llegué a la librería, la calavera se presentó allí con intenciones bastante turbias...

-Interesante -contestó, y anotó algo en su mano.

-Ya había oído esa descripción antes -comentó Bernardette-. Mi amiga Rossana, de la Caja de Juguetes, me dijo que había visto esa quimera rondando por el Haight un par de veces. Calandra, por favor... ¿podrías matarla? Me da muy mala espina que ande la muerte rondando por la Bahía...

Calandra asintió en dirección a Meredith, y luego se volvió hacia Bernardette. Larry tendría que apañárselas sin él un tiempo. Una calavera encapuchada y un ejército de quimeras transmisoras de enfermedades sonaba a muchos problemas y muy grandes. Pero qué se podía esperar en esos tiempos. Le quitó importancia al asunto agitando la mano.

-Bueno, bueno, no es para tanto, no hay que preocuparse. Una quimera no es nada. Iremos a presentarle nuestros respetos a la dama negra, ¿verdad, Shyam?

No dijo nada al respecto, pero hubiera preferido que Nadim no se apuntara a la excursión. Cuanta más gente hubiera que no supiese luchar, más difícil iba a ser mantenerlos a salvo. Y ya estaba Damara. De todos modos esperó a ver qué decían los otros al respecto antes de negarse.

Camino hacia Shyam mientras saco de la manga de la camisa celeste un pañuelo de seda blanca que trata de escaparse de la prisión de mi pellizco con un suave aleteo. Me tapo la boca y la nariz mientras con la mano izquierda le tomo de la barbilla y le hago girar el rostro para contemplar el efecto de tan terribles quimeras.

-¿Has visitado ya la clínica del Liam?-El tono es más preocupado que serio, no podía evitar hacerlo por él.- Tienes que cuidarte para poder proteger a otros,- Digo mientras le lanzo una mirada significativa a Meredith.- además no sabemos si esto...-Refiriéndome al sarpullido.-... es contagioso o se puede extender.Tú lado mortal ya está debilitado, y por lo que sabemos eso también afecta a éste aspecto. ¿Qué haré...mos si te perdemos? Eres uno de nuestros dos únicos guerreros...realmente disponibles-El desdén por la Canciller es palpable.- No te ofendas, Nadim.

Cuando Bernardette se acerca con el vaso de agua me alejo de mi amigo para no agobiarlo.

-Por otro lado.- Lanzo el pañuelo al fuego, por si acaso.- Si el problema es de tan graves magnitudes, y dada mi incapacidad para el combate, auxiliaré en lo posible. Me reuniré con el Duque Aeon y Lady Onix. Me parecen las opciones más apropiadas para nuestras preocupaciones, a la hora de conseguir apoyos militares. Si como decís el número está creciendo exponencialmente, necesitaremos tantas espadas y hechiceros como sea posible. Aunque tengo una condición, deseo visitar a Lord Stevron, en persona. Al fin y al cabo, sólo soy su diplomático, sin su guía no sé hasta donde puedo negociar en su nombre, entre otros motivos.

Además obtendría un tiempo para hablar con Meredith sin tapujos. No era ni de los que se callaban ni de los que hablaban a la espalda de otros. La supervivencia del Feudo es más importante que la de los individuos individualmente, pero estaba claro, que nadie comprendía mi postura entre los presentes.

¿puedo hacer alguna tirada para identificar los efectos de la quimera? Lo del sarpullido. Tengo tanto medicina, ocultismo y Greymoire, en un crescendo de habilidad.

Shyam alzó las cejas, anonadado, pero no interrumpió al sidhe por más ganas que tuviera de hacerlo, aunque sí echó la cabeza para atrás, obligándole a soltarle la barbilla. No era ningún animal de circo. No le gustaba estar enfermo, aunque esa fuese la realidad, pero gracias a ello sus esfuerzos se habían duplicado y se sentía mucho mejor consigo mismo. Se cruzó de brazos y esperó paciente a que terminase su discurso. No le gustaba la gente que hablaba mucho y no eran pookas; normalmente lo hacían para disfrazar la mitad de lo que decían.

-Silveth, esto no es nada que no pueda curar unos días en el feudo o un bálsamo de Brezo. Y sí, mi semblante mortal está enfermo, y aun así hago mucho más de lo que he hecho nunca. Ahora no es un impedimento, y cuando lo sea sabré retirarme a tiempo -sentenció, sabiendo dónde estaba el límite de sus capacidades. Por ahora estaba sano, fuerte y listo para repartir espadazos. Se volvió hacia Méredith-. Y, por supuesto, contad con mi espada. Ayudaré a Calandra en todo lo que sea preciso, y le echaremos un vistazo a la quimera de Damara en cuanto podamos.

Le dio un suave apretón en el brazo a Bernardette para que no se preocupara y aceptó el vaso de agua. Por la descripción no parecía el mismo tipo de quimera que las otras. Se volvió hacia Silveth para decirle una última cosa:

-Oye. ¿Desde cuándo la gente pone condiciones a su trabajo? Creo que no hace falta que te den ningún tipo de directriz para solicitar ayuda con la Plaga. Se supone que tienes el título de Heraldo por algo.

-Lord Stevron ha depositado toda su confianza en mí y habla a través de mi persona -aseguró Meredith-. Es una buena idea que informéis al Duque Aeon y al resto de Barones, pero no creo que sea necesario alarmar. Quiero decir... La situación por el momento se sostiene, más aún si Calandra y Shyam se ocupan de despejar algunas de esas quimeras.

Nadim, si no te importa, tengo otros planes para ti. Quédate después de la reunión y hablaremos del tema. Lo mismo digo en cuanto a ti, Van Doren.

Aunque dolido por la reacción de Shyam, le miro preocupado. "Eso no lo va a curar el feudo ni el Bálsamo de Brezo". Luego tendría que hablar con él seriamente y conseguir hacerle ir a la clínica.

-Puede que el Barón confíe en ti. Yo no. Es por eso que reclamo el derecho de audiencia ante el Lord del que soy vasallo, no ante su Canciller.

La miro con determinación, no pensaba dejar que me amilanase. Aunque apreciaba a Lord Stevron, puesto que me había acogido y guiado en los que podrían llamarse mis cuatro primeros años de vida, no podía decir lo mismo de su pupila. 

Calandra soltó un bufido. No sabía mucho de cómo manejar un feudo, pero según tenía entendido los cancilleres mandaban en ausencia del barón. Como era el caso.

-Yo mismo he visitado a Lord Stevron y he escuchado de su boca que Meredith tiene que encargarse de todo. Deja ya de dar el coñazo.

-Puedo unirme a Shyam y a Calandra cuando acabemos aquí, pero será mucho más tarde. Cuando termine de hablar contigo tengo que resolver unos asuntos que no puedo demorar y necesito la privacidad de mi cuarto para ello -dijo sin ahondar más en el asunto del barón. Los bandos al respecto estaban bastante claros y seguir metiendo el dedo en la llaga en público solo iba a traer más discusiones. Ya tendría tiempo de hablar con Meredith en privado como ella deseaba-. Me podría llevar días, así que en principio no contéis conmigo para luchar contra las quimeras.

-No es por el asunto de las quimeras -dijo Meredith-. Si no hay nada más de importancia que se deba poner en común, como creo que es el caso, doy por terminada la reunión. ¿Seríais tan amables de quedaros, Nadim y Van Doren? No os robaré mucho tiempo. Es un asunto privado. Bernardette, cierra la puerta al salir.