Partida Rol por web

El sidhe se asomó y golpeó la puerta con los nudillos para llamar la atención de Meredith. Le dirigió una sonrisa breve y pidió permiso para entrar, cerrando tras de sí. Shyam avanzó hasta ella, aunque no tomó asiento. La miró buscando las palabras con las que abordar el tema. Resultaba complicado sin hacer que se sintiera amenazada o tal vez ofendida. Era una persona de deber y honor.

Finalmente suspiró y se pasó la mano por los rizos hasta acabar en la nuca.

-Sé que esto no es de mi incumbencia, pero me preocupa un poco la situación. Ya no tanto por la salud de nuestro Señor, por el cual estoy seguro de que estarás haciendo todo lo posible, tanto como por ti –La miró directamente-. Creo que esto te está afectando bastante, sobre todo con gente como Silveth metiendo tanta presión. Yo... Quería sabes si hay algo que pueda hacer, a parte de mantener a los cotillas de turno a raya.

Concentrándose en el correr de la rueca, Van Doren distinguió en destellos borrosos la presencia de Garin. El sluagh estaba caminando por un parque o una zona boscosa. En uno de los destellos, Van Doren vio que hablaba con una sidhe de pelo oscuro y mirada maliciosa. Pandora, o eso pensaba.

-Gracias, Shyam -dijo mientras sonreía-, pero si no tienes una cura mágica para Su Gracia no puedes ayudarme más que el resto. Me imagino que tú también la apreciarías. Es una maldición horrible esta que ha caído sobre nosotros. Ojalá hubiese un modo de arreglarlo.

Meredith se puso en pie y caminó hacia la puerta.

-Lo único que te pido es que no olvides que Lord Stevron es el legítimo señor de esta Baronía. Por más que Silveth pretenda forzar un cambio de gobierno, no hay nadie más digno que él para ser el Barón. A su muerte, incluso si quedase sin sucesor, el Duque Aeon dispondría a otro de sus vasallos para gobernarla. Pero no va a morir. Va a volver aquí y os va a demostrar a todos que sigue vivo. Lo sé.

A Calandra le costaba imaginarse una calavera sonriendo, pero sabía bien que todo era posible cuando de quimeras se trataba.

-Bueno, bueno. No te preocupes. Voy a por unas galletas, a ver si te animan, ¿vale?

A Calandra le fascinaba ver a los sluaghs comiendo alimentos sólidos. Chupaban y mordisqueaban las galletas con las encías hasta que se reblandecían y no podía dejar de mirar. De camino a la cocina saludó a Nadim posando un momento la mano en su hombro.

Tras una breve vuelta a los alrededores del feudo vuelvo a entrar. Voy hasta el salón donde había dejado el té haciéndose. Recuerdo demasiado tarde que había escrito las notas antes de salir, así que cuando escucho el silbido del vapor saliendo de la tetera corro hasta la chimenea. 

-¡Maldita sea!- Se me escapa lo suficientemente alto como para que cualquiera sepa que estoy en el edificio. 

Con unas tenazas retiro la ahora inservible tetera, que habiéndose producido vacío en su interior, tiene la tapa y el cuerpo adheridos. 

-Meredith –llamó Shyam, serio. La siguió hasta la puerta.

Las malas noticias nunca eran agradables, pero había aprendido lo necesarias que eran. Desconocerlas, ya fuera por ignorancia o porque la gente no quería o no tenía el valor suficiente para encararlas, nunca era una solución. Al final, se hacía demasiado tarde.

-No sé qué tiene Lord Stevron, pero si es algo que se pueda curar ten por seguro se removerá cielo y tierra por encontrar una cura –se puso frente a ella y la miró fijamente-. Pero si es lo que yo tengo, Meredith, no hay nada que se pueda hacer.

Meredith arrugó el gesto y los labios le temblaron.

-Lo sé.

La sola visión de Pandora hizo que Van Doren apretara las mandíbulas llena de rabia. Tenía que haberse imaginado que alguien como ella era quién debía de estar detrás de algo así; siempre intrigando, siempre metiéndose en donde no la llamaban y destrozando relaciones. La pooka cogió la bobina y comenzó a deshacerla con furia esperando ver algo sobre el concejal y, de paso, liberar algo de la mala leche que la sidhe le había provocado.

Sonrió con tristeza y le puso una se sus fuertes manos sobre el hombro.

-Haz que se sienta orgulloso -dijo, dándole un suave apretón para darle ánimos.

No quiso molestarla más, así que se dispuso a abrir la puerta y dejarla salir.

Calandra cruzó la mansión y apareció en la cocina. Olía a canela y a miel y a harina. Bernardette, con un delantal y un pañuelo recogiéndole el rubio cabello, acababa de sacar las galletas del horno de piedra. Era sorprendente cómo trabajaban los boggan cuando nadie los miraba.

-Ah, hola, Calandra. Están recién hechas. ¿Quieres una? -Cogió una galleta con cuidado y se la tendió. Era del tamaño de la palma de su mano, dura y crujiente por fuera y esponjosa en el interior. Olía estupendamente. Bernardette fue poniendo las demás en un plato-. ¿Vais a ir a por la quimera hoy?

Calandra sonrió a Bernardette y aceptó la galleta. Llevaba un par de días sin probar nada sólido y caliente, y todos los pooka del planeta sabía que cuando eso pasaba lo mejor era visitar a un boggan.

-Gracias. Eh, no lo sé. Shyam está preguntándoselo a Meredith, me parece. Damara me ha pedido que le lleve algo de comer. Está muy agitada por lo del ataque. Bueno, eso me ha parecido, al menos -añadió. Soltó un largo suspiro y se encogió de hombros, como frustado por no poder leer a Damara.

-Deberíais ir a ver a Rossana. Ella vio a esa calavera esta semana un par de veces. Estoy segura de que os va a dar alguna pista útil -dijo mientras mordisqueaba una galleta una vez las guardó todas-. Además, a Rossana se le da muy bien hacer de Celestina. Te podrá encontrar un chico mejor que ese Nadim. No me gusta demasiado. Es igual que Suri. No quiero decir nada, pero me da mala espina.

El sarpullido no es algo que vaya a curar el Glamour del feudo o el Bálsamo de brezo. Es el equivalente quimérico de las enfermedades oportunistas del SIDA. Si te salió nada más entrar en contacto con la quimera infecta, se me ocurren dos teorías: o bien tu enfermedad como mortal te ha sensibilizado a estas enfermedades también a este lado y las quimeras son reflejo de las oportunistas; o bien esas quimeras son transmisoras de una versión faérica de SIDA, por lo que se ve más agresiva que la humana. En todo caso necesitas algo específico para esa y otras enfermedades faéricas.

Por otro lado, me preocupa Calandra, ella está sana está sano está bien. No sabemos como se extiende la enfermedad a través de las quimeras, y no me parece oportuno que exponerla se exponga a ese riesgo con los pocos conocimientos que tenemos al respecto. Cuídate, no se en quién podría confiar si te pierdo.

Sinceramente tuyo.

Silveth ap Fiona.

El concejal, cuyo nombre era Melvin Rosenberg, era un judío sin apenas estudios de medicina pero sobrino de un cuñado del alcalde. Van Doren conocía su nombre y su cara porque había visto en los periódicos algo sobre la epidemia y las medidas tomadas por el ayuntamiento. Sobre este tema consultó a Dàn, y Dàn le respondió de manera altamente críptica.

La pooka vislumbró a Rosenberg rompiendo en pedazos un papel en su despacho.

-No lo necesito. Pretendientes son lo que me sobra. Pero gracias, cariño -dijo, y se acercó para darle un beso en la mejilla a la boggan.

Lo que había tenido con Nadim había sido muy breve y hacía mucho. Había sido divertido pasar el rato con él, pero no para que Bernardette tuviese que preocuparse de que intercambiasen Juramentos o algo así. Calandra frunció el ceño y meneó las antenas.

-¿Qué pasa con ellos?

Van Doren cerró los ojos con la seda enredada en las manos y respiró hondo. Bueno, iba a ser una experiencia interesante después de todo. La pooka dejó todo como estaba y bajó al primer piso tras mirarse en un espejo y adecentarse un poco.

-Nadim es Oscuro. Muy amable y todo eso, pero ya has visto cómo se las gasta Madame Van Sado. Los Oscuros son cosa mala. Lo decía mi mentor, Calandra: no hay mayor desgracia para un changeling caer en su legado oscuro y disfrutarlo. Y sobre el chico... No lo sé. Me da malas vibraciones. Siempre con esa serpiente suya, hablando con los fantasmas o mirándote con los ojos oscuros como un pozo. Ah, no me tires de la lengua, que me enveneno, y ya he tenido suficiente por hoy con Lady Látigo.

La boggan salió de la cocina con la bandeja de galletas y regresó con el resto de duendes.

A la que Shyam se fue, el resto regresó. Bernardette traía galletas de miel y canela calentitas y apetitosas.

La muerte llama a las puertas de todos, Damara. Sólo que tú, además, puedes verla. No le des más vueltas

Nadim se llevó una mano a los ojos, algo desubicado. Parecía tener la cabeza en otra parte, y aunque cruzó una breve mirada con la pooka no tardó en disculparse y salir de la habitación