Partida Rol por web

El ateniense sonrió satisfecho al ver que los dioses seguían con ellos, sobretodo tras comprobar que los nuevos regalos estaban con ellos. El gigante se ató el trébol al cuello con alguna cuerda fina o hilo que encontrase, como si eran las de la cama, no le importaba deshilachar un catre ajeno.

Así pues, tras levantarse y a la vez que desayunaba copiosamente escuchó a sus compañeros, y respondiendo a Lykaios diciendo:

-Tienes razón compañero, quizás la ira del dios del mar sea merecida, es un tema que habrá que investigar sin duda -expuso mostrándose interesado en averiguar la verdad- aunque he de admitir que las palabras de Iris sobre la hija correcta del rey me mantienen inquieto, parece que no es ninguna de las que vimos ayer, ¿quizás se refiera a alguna bastarda? -dijo a la vez que pensaba si ambos temas no estarían relacionados, pero desistiendo rápidamente de aquel pensamiento, pues las intrigas e investigaciones no eran su fuerte.

Así pues, cuando Akintos pidió ayuda para cargar las herramientas se ofreció al instante, tragando de un bocado todo lo que le quedaba de desayuno y diciendo con la boca llena:

-Yammm mmvoy -masculló intentando no atragantarse y equipándose con sus exiguas pertenencias.

Acto seguido, y comprobando que el sueño no había sido tan reparador como había esperado, se dirigió al espartano diciéndole en tono animoso:

-Saludos buen Ébalo, perdonad que os asalte tan pronto, pero mi cuerpo aún padece las dolencias de nuestro difícil viaje, y aunque esta noche he descansado como ninguna, si pudierais aplicar el don de Apolo en mi lo agradecería en demasía de cara al encuentro que tenemos por delante -concluyó a modo de humilde petición esperando que el guerrero aceptase.

Sino nos quedaba claro que habíamos sido escogidos por los dioses la visita de Iris tenía que terminar con nuestras dudas, sus palabras de aliento y sus consejos de como terminar con los problemas que nos habían llevado a esta situación podrían servir de revulsivo para vencer. En cuanto a lo de que el rey o sus hijas cumpliesen con sus promesas, ya nos avisaba de que tendríamos que andar con cuidado, claro que antes debíamos de resolver el problema del centollo.

- Atreo se que se lo has preguntado a Spyridon, pero de entre todas las hijas del rey .... la única que no exigía nuestra cabeza en una pica era la princesa Ava. Me encojo de hombros. - Aunque eso ahora no es nuestra mayor preocupación, lo primero será entablar combate con el centollo y quizás con suerte si solo lo mutilamos consigamos que no vuelva a estas tierra y que Poseidón no nos maldiga.

Se añadían mas variables a nuestra batalla, pero incluso en eso habían pensado en los dioses otorgándonos su gracia en forma de presentes, era mas incluso  había sentido la mano de Ares sobre mi hombro cuando el sueño se había difuminado. Me coloco la armadura y preparo los regalos de los dioses para usarlos en el momento necesario. - Recordad todos que al final, será la mayor voluntad de prevalecer la que obtenga la victoria en este combate.  

Como en las otras ocasiones en las que Ébalo se encuentra frente a un dios, no acierta a decir las palabras adecuadas, bueno, ni adecuadas ni no adecuadas, se mantiene callado sin preguntar nada. Cuando se pone en el método guerrero, deja que otros más inteligentes hagan las preguntas, aunque los poderosos dioses rara vez dan respuestas directas, más bien los contrario. El espartano al igual que otros, se ha dado cuenta que Hera les encomendó traer a la princesa, y ahora se han dado cuenta que ¡son tres! Maldita sea, se queja pero en su cara una sonrisa se ensancha, pues los juegos y las dobles tramas siempre le han hecho mucha gracia y las aplaude. En el tema que parece que vamos a ofender a Poseidón, aporta, que quizás sea un mal menor, el devolver la criatura una vez muerta al mar, evitemos que sea descuartizada o exhibida como trofeo de los mortales vanidosos. No dice nada de las tres plumas de grifo que se guardó en secreto.

Come en abundancia al desayuno para sorpresa de aquellos con el estómago más débil, pero Ébalo engulle como si fuera su última comida, que podría serla. Después canta unos versos a Apolo para que cure un poco las heridas del gigante mercenario que algunas no tienen buena pinta. Intento subirme a la fuente, para desde allí, usar los reflejos del sol bañando mi piel desde muchas direcciones dándome más poder, pero me resbalo y caigo en medio mojando a todos. Disculpándome mientras me rio, y sin más preparaciones, curo a Talios con el poder, algo pobre, de Apolo.

Al salir toma el falso liderazgo del grupo e incluso, cuando están los soldados Micenos por buscarles y obersvando, les pasa revista a las armas y armaduras, murmuran cosas de aceptación con los generales, que tampoco había que pasarse, y con las mujeres que las dos son de armas tomar, aunque mira las frutas de Hera que tiene Hypatía y le mira a los ojos, ¿con ternura? Naaahh... Pero echando la bronca a algunos que compartan las bromas como con Ischyros o Akintos, ajustando las armaduras un poco, incluso le da en el culo a Talios con una tela a modo de látigo- ¡Mete ese culo soldado!- y prosigue la revista con cara falsa de pocos amigos- ¡Vamos a darle lo suyo a ese invertebrado!- termina con una arenga y se pone a la cabeza de la comitiva que comparte con Ifanasa por respeto.

El sueño se difumina dejando paso a un nuevo día que, quizá, sea el último. Espera que no sea así, que todos consigan pasar por esa prueba que se presenta ante ellos, pero un ser del mar con una fuerza que excede a los límites humanos... ¿y si no consiguen sobrevivir todos? ¿Que haría si perdiese también a uno de sus hermanos? Pero deja de pensar en eso y se intenta despejar de pensamientos funestos que no harán más que enturbiar su capacidad para afrontar los problemas que se presentan. Toma aire unas cuantas veces antes de levantarse y encontrar los regalos del Olimpo. 

Agradece a Atreo con una sonrisa su gesto de buscar una forma de sujetar el trébol a las ropas. Se acerca a la comida para tomar unas frutas para aliviar el estómago, aunque a penar puede comer por los nervios de anticipar lo que les espera en la playa. ¿Será el plan adecuado para enfrentarse al centollo? ¿Merece la pena enfadar al señor de los mares por ganarse el respeto de esa gente? Al fin y al cabo, matar al centollo no les hará ganarse a la familia real de Asine. Ganar significa que han sobrepasado a los propios Dorios de Asine.

-Dejemos el tema de la princesa para más tarde. Debemos centrarnos en aquello que se avecina.

Ayuda a cargar con lo que puede. Comprueba que lleva con ella el polen del Olimpo y se prepara mentalmente. Cruzar la puerta les adentrará en otra batalla... batalla a la que quizá, o seguramente, no sobreviva. Al fin y al cabo, es la más débil y ha estado muy malherida todas las veces que han entrado en batalla. No, aquello no puede acabar bien para ella. Reza a los dioses para que al menos le den la fuerza necesaria para proteger a los suyos antes de que las Moiras se la lleven.

Entrecierra los ojos al mirar como Ebalo se divierte con todo eso.

-Suficiente de bromas, Ebalo. Tómate algo en serio por una vez.

Lo que decían el resto tenía cierto sentido, quizás el animal marino era una representación del enfado de Poseidón. El porqué era otra historia. Las cuerdas le golpearon el pecho y cayeron a sus pies, pero rápidamente las cogió, guardándolas pensando en qué tipo de trampa podría realizar. Mientras tanto, captó la mirada de Spyridon y asintió cuando el General, de forma disimulada, les indicó que debían hacer teatro y simular que seguían al gigante poeta, que parecía más preocupado por las "frutas de Hera" de mi hermana que por la batalla. No podía culparle, mi hermana era muy hermosa, pero no era lo adecuado en esos momentos, y no de una forma tan libertina. 

Acogió con buen talante la sonrisa de agradecimiento de Hypatia, y siguió pensando en la trampa mientras recogía sus cosas* y se preparaba para partir. - ¿Nos dieron alguna pista de cómo distinguir a la princesa que buscamos? ¿Rasgo, descripción, algo? - preguntó al resto, antes de salir.

La noche habia sido movida, la diosa Iris nos habia visitado y habia vislumbrado nuestro destino respondiendo a nuestras preguntas, algunas mas esclarecedoras que otras. Pero todos sabiamos que habia que hacer, el sueño llego a su fin, con la diosa Iris deseandonos suerte y despertandonos. Aun era de noche pero los primeros rayos de sol se veian en el horizonte.

Algunos comimos, yo entre ellos, para recuperar energias y prepararnos parado la batalla. Expuse una idea y impondre la bendicion de la Diosa Atenea a aquellos que combatiran mas cerca de la mitica criatura y gracias al nuevl don potenciare su armamento para infligir mas daño a la criatura.

Por lo pronto me ajuste la nueva armadura de cuero y entre mi hermano y yo revisamos que estuvieran bien colocadas, cogí mi arco y lo colgué a la espalda, junto al carcaj. A contincuacion cogí un trapo y limpie la espada que habia adquirido y la parazonio y las envaine. Ya estaba preparado y listo para enfrentarnos a nuestro destino.

 El grupo de Heroes micenos se levanto con animo tomando los regalos de las diosas Hera e Iris para luego desayunar y prepararse para la batalla como mejor pudieron. Los guardias Dorios de la acropolis de Asine ya estaban allí y aun que de momento no decian nada, fue claro que ya tenían que partir. Con Ebalo al mando, el grupo se encamino fuera de su amplia habitación, aunque no sin que se llevasen una amplia cantidad de cosas para sorpresa de los guardias; la mayoría de ellas cargadas por Talios, sobre todo la madera.

No era claro para que querian todo aquello, pero los guardias tenían ordenes de dejarles hacer pues a fin de cuentas iban a sacrificarse voluntariamente, por lo que no dijeron nada y dejaron que marcharan con toda aquella pesada carga por fuera de la acropolis a traves de la puerta de los Mares, que es como se llamaba a la puerta que empleaban los reyes y nobles de Asine para descender desde la acropolis hasta la bahia y puerto de Asine.

Afuera, para sorpresa de los heroes, había ya mas de una veintena de personas esperando, sin contar a una docena de guardias que les vigilaban y mantenian a raya. Arriba, por sobre los acantilados en la Acropolis, se asentaba el palco del rey que miraba a la bahia y desde el cual, este y varios nobles, incluidas sus dos hijas gemelas admiraban la marea y lo que habría de estar por llegar.

Apenas descender escoltados por media docena de guardias bien armados, el grupo llegó a la darsena, donde los pescadores se reunian al amanecer para salir a pescar. Y allí, en una pequeña chosa junto a la darsena, se encontraban todas sus armas, a la par de todo el pescado que había solicitado Atreo. Los pescadores se encontraban ya en la mar y tardarían algunas horas en regresar por lo que no habrían de estorbarles en su batalla.

Uno de los guardias, les dijo que ya era hora, que se preparesen pues Carakginius no había faltado a su cita en la bahía al amanecer, justo cuando los pescadores iban retornando. Por lo que si iban a preparar algo con todas aquellas cosas que llevaban consigo, era mejor estar preparados.

El momento se acerca. Los guían hacia la playa y las dársenas pesqueras para ofrecerles como tributo al centollo gigante, seguros de que su muerte está cerca. Quizá sea así, pero no morirán si ofrecer una oposición justa al Carakginius. No solo los mortales estarán mirando a aquellos que no creen merecedores del honor de los dioses, sino que lo propios seres inmortales posarán sus ojos desde la lejana cumbre del Olimpo. 

No pueden hacer mucho, salvo coger sus armas y preparar las trampas que consideren necesarias. Recoge su arco y su carcaj con las flechas aun intactas. Al menos, han cumplido su palabra y las armas están tal cual las dejaron. Comprueba que su daga también está y la coloca en un lugar de fácil acceso. Teme que con eso no sea suficiente, pero no hará nada para preocupar a su familia y amigos. No hay sitio para la debilidad o el temor. Deben mantenerse firmes ante la adversidad.

Mira hacia lo alto del acantilado, hacia la tribuna de la familia real y los nobles. Cobardes, eso es lo que son. Guarecidos en la seguridad del acantilado, viendo como otros mueren por el bien del pueblo de Asine. Vuelve la vista a los demás.

-Atreo, debemos preparar la trampa. ¿Cómo lo hacemos?

Talios salió de la ciudad con la cabeza bien alta y mirando con desdén a todas aquellos cobardes que no eran capaces ni de arreglar los problemas de su propia ciudad.

De esta forma, altivo y seguro llegó a la playa, en la que el joven Atreo empezó a preparar una trampa; él, como llevaba la madera le dijo:

-¿Necesitas mi ayuda para el montaje muchacho? -preguntó pues no tenía mucha idea del montaje de esas cosas- de lo contrario creo que empezaré a tomar posiciones, quiero situarme cerca de la orilla, escondido, para así poder llegar a la espalda de Cagarnikus lo antes posible -concluyó buscando alguna zona tupida de juncos cerca del cebo de pescado.

Así pues, en caso de que no se le requiera para la trampa, fue a tomar posición con la venia de Spyridon, y en caso de que no hubiese vegetación para su subterfugio, se enterraría en la misma arena, mirando hacia el mar para saber si la criatura venía por la izquierda o por la derecha.

Lykaios había descansado bien dentro de lo que cabe y en cuanto se despertó estuvo pensando posibilidades, pero no había ninguna más que las que ya había expuesto. Siguió al grupo hacia el lugar donde se realizaría la batalla y, para su sorpresa, se encontró con algo que era más bien un espectáculo que otra cosa o un sacrificio a un dios en nombre del rey.

Cada vez estaba más seguro que hicieran lo que hicieran, iban a salir mal parados, ya fuera con el dios de los mares o con el reyde Asine.

Caminó hasta la choza y cogió sus armas y se preparó para el combate, tenía claro que iba a seguir las órdenes del general al pie de la letra; pero no le gustaba nada ese lugar.

-¿Alguien más se siente como un gusano en un anzuelo? -preguntó a sus compañeros mientras alzaba la vista hacia el Rey y sus princesas gemelas, intentando discernir qué querían todos los dioses de ellos en ese momento.

- Es hora de organizarse. - comentó Spyridon, aprovechando un poco de tiempo que les quedaba.

- Tal y como planificamos, Anatolius, Atreo, Hypatia e Ifianasa no pueden luchar cuerpo a cuerpo, por lo que deberían atacar desde la distancia, situándose dispersos para no volverse un blanco vulnerable.

- Akintos como Ischyros son los que daban ir al frente por sus altas capacidades defensivas en batalla.

- Dareios y Lykaios lucharán cuerpo a cuerpo, pero en las líneas que cubran los flancos.

- Talios y yo mismo cubriremos la retaguardia del ser y desde allí intentaremos hacer el mayor daño posible

- Ebalo y por el general Theron  al ser los mas versátiles deberán servir de apoyo al grupo. Realmente serán los que tendrán más control sobre la batalla.

Tras repartir los puestos, tal y como los habían planificado, solo quedaba la posibilidad de preparar algún tipo de trampa, pero posiblemente no quedaba tiempo suficiente para nada complejo.

El tiempo corría inexorable y con el el amanecer donde tendríamos que enfrentarnos a nuestro destino. Seguimos a Ebalo como avanzadilla de nuestra comitiva, mientras los guardias flanquean a nuestra comitiva por si tenemos algún plan descabellado para escapar de la condena. Tanto nuestra marcha por las calles como nuestra llegada a la playa, no pasa inadvertida para los habitantes de la ciudad, y vemos como los mas insignes entre ellos ya esperan en puestos de honor para ser partícipes de nuestro escarmiento.

- Mal rayo les parta. Recojo las armas que había solicitado y las auno a las que ya me pertenecían. - Espero que como yo mismo, estéis dispuestos ha hacer que no olviden este día.

Tras las palabras de Spyridon, poco mas hay que añadir ... el plan duraría tanto como el crustáceo nos dejase y con suerte consiguiésemos vencerlo.

Akintos caminó orgulloso por las calles de Asine, no pretendía ser humillado por ninguna persona, nobles incluidos. Al ver que una veintena de personaes ya estaban allí reunidas, no perdió la oportunidad.

- ¡Akintos de Cirra, escudero de Spyridon, será quién derrote al monstruo! - exclamó con el mentón en alto caminando hacia la playa bajo el acantilado.

- ¿Dónde estará la princesa más jovencita? - se preguntó mientras revisaba sus armas y las de su general. Estaba todo allí en el mismo estado en que las había dejado por última vez... sin embargo le hubiese gustado afilarlas esa misma mañana. Era curioso que no estuviese la joven Ava. Quizá no gustaba de fieros combates o tenía otros planes por su cuenta.

El mar se veia hermoso ante sus ojos, sin embargo sabía que la misma prsencia divina había despertado algo del don del rayo en él. El arma más poderosa de Zeus, le exitaba saber qué sentiría desplegando aquello en batalla.

- Gracias por el esfuerzo - le comentó a Talios mientras descargaban una enorme cantidad de cosas que habían traido.

Quería aprovechar el tiempo corto que tenían antes de que su enemigo se presentase.

- Creo que podemos preprar un lugar de la playa a dónde hacer que el centollo quede atrapado, al menos por un tiempo... dificultarle el movimiento y darnos ventaja - miró alrededor y comenzó a buscar en la playa - si podemos hacerlo caer, que su mismo peso lo trabe y quizá lo dañe...- siguió buscando alrededor mientras pensaba - también podemos empapar parte de la zona con aceite y dejar una o dos antorchas encendidas a mano, para prenderle fuego una vez que lo tengamos -

Se puso mano a la obra, necesitaría que sus compañeros le ayuden si querían lograrlo.

Ayudo a Akintos a cargar las cosas que me indicó, sin saber realmente qué es lo que tiene en mente. Después de un poco comienzo a entender que está pensando en poner alguna trampa que pueda darnos una ventaja contra el centollo. No sé si podamos hacer algo de esa manera, pero no está de más equiparnos para ver si podemos conseguirlo.

A medida que avanzamos, "liderados" por Ebalo y escoltado por los guardias Dorios, vemos como tenemos lo que parece ser un público para lo que será nuestro combate. No me gusta la idea deque mi muerte o la de cualquiera de nuestros seres queridos sirva como espectáculo para gente como esa, pero nos sirve para que nuestra victoria sea innegable. Pues será eso lo que sucederá: Venceremos y todos deberán aceptar que los dioses están de nuestra parte.

Escucho cuando Akintos les grita a los presentes y le hablo, risueño:

 - "No digas eso, hermano. ¿Como podrás justificarte cuando sean mis espadas las que le den muerte al centollo y no tu lanza?"

Doy un palmetazo en su espalda, amistoso y pidiéndole a los dioses que si se van a llevar a alguien de los presentes no sea a tan valiente guerrero y amigo, sino al bastardo que es quien menos vale de todo este grupo. 

Escucho lo que dice de la trampa y le respondo de inmediato:

 - "Entre las armas tienen que estar las que trajimos con la carreta: Lanzas, espadas y dagas de distinta calidad. Podríamos dejarlas en el fondo de la trampa, para que la bestia se dañe las patas o el vientre. El fuego también suena muy bien, sobre todo para guiar su avance o detener su retirada."

Escucho entonces lo que dice el general Spyridon y asiento, listo, mientras envaino mis dos espadas. Es el momento de hacer trampas y tengo todas mis energías y pensamientos en ello. Comienzo a hacer lo que se requiera de mí para darle forma al truco que usaremos, ya sea cavando o repartiendo aceite en la arena. Tenemos una hora y planeo usarla bien.

Los Héroes empezaron a moverse sin que se viera claro que Ebalo estaba al mando, mas aun, el espartano a ojos de todos los que presenciaban el evento desde la acropolis, se encontraba demasiado quieto, quizá el Dorio tenía miedo. Al menos, los espectadores si pudieron presenciar los preparativos y como los guerreros se iban armando, en lo que prometia ser, en la perspectiva de los habitantes de Asine, un gran espectaculo. De hecho, el publico que antes era de apenas unos pocos, ya rebasaba las tres decenas por lo que ya empezaban a llegar mas guardias para manternerlos fuera de la playa. Aunque, seguramente una vez llegase Carakginius, pocos se quedarían ante el peligro.

Ifianasa de momento no ayudaba en las tareas, no había cogido su baston pues nunca se lo habían quitado, y por ello la sacerdotisa procedio a orar desde el momento en que llegaron a la playa, preparandose para la batalla.

Ébalo se dedica a su papel, cuando tienen claro lo que van a hacer comentando en un tono normal los planes, lo que hace, es mover muchos los brazos, gesticular y usar su poderosa voz, acostumbrada a llegar a todos los rincones de la representación, para que sea oída por la audencia que observa todo desde una posición de seguridad en lo alto. Al ser una imitación de Spyridon y sus órdenes, no usa su característica forma de hablar, para respiro de algunos como hypatía, la cual sostiene, AHORA SI, dos frutos de Hera, y esta vez se refiere a ellos, no a sus pechos.

- ANATOLIUS, ATREO, HYPATIA, IFANASA, SITUARSE DISPERSOS POR EL CAMPO DE BATALLA, USAR ARMAS A DISTANCIA Y BUSCAR VULNERABILIDADES- Hace señas por todo el campo de batalla, antes de continuar repitiendo las órdenes de Sypiridon.

-AKINTOS EL ACANTILADO e ISCHYROS El ENSANGRENTADO, AL FRENTE- Bendigo el arma de akintos con luz sobrenatural y bella.

-TALIOS Y SPYRIDON, A POR ÉL DESDE DISTINTOS ÁNGULOS- hago gesto de pinzas.

-YO ME QUEDARÉ DE DANDO ORDENES Y THERON A MI LADO, EN RESERVA- cruzo los brazos de forma teatral y me apoyo en algún montón de algo, mientras los demás hacen los preparativos, yo sólo me preocupo que mi capa ondee con la brisa del mar, buscando la mejor posición.

Mientras llegábamos a la playa, me acerqué uno a uno a Ischyros, Akintos, Dareios y Lykaios y estrechando sus manos y apoyando otra en sus hombro, les concedí la bendición de Atenea y les di poder a sus armas:-Es la primera vez que hago esto, así que no sé cuanto tiempo tendrán vuestras armas poder, así que usadlo sabiamente. Creo que hará bastante daño al centollo.-

A medida que nos íbamos acercando a la playa, mi entusiasmo se iba acrecentando y también notaba algo de nerviosismo. Pero consigo calmarme justo cuando llegamos a la playa, al respirar el aroma del mar y escuchar el oleaje golpeando el acantilado de la acrópolis. En lo alto se veían una veintena de personas, estaban reunidas para ver lo que ocurriría:-Todos esperan vernos morir, hermano.-le dije mientras les señalaba con la cabeza. En ese momento escuché al escudero de Spyridon bociferando que sería el que mataría a la criatura:-Ese muchacho no sabe mantener la boca cerrada nunca?. Empecemos con los preparativos, me voy con las chicas y Atreo. Grita si necesitas ayuda.-le terminé diciendo y mientras estrechabamos las manos:-Por el honor y la muerte.-

En cuanto me acerqué a las chicas, Ifianasa estaba orando por todos, así que decidí no molestarla e interrumpir la oración. Me acerqué a donde estaba Hypatia y Atreo para ayudarles a preparar la trampa y escoger posiciones después.