Partida Rol por web

Habéis llamado la atención del barista y de la gótica, pero no dejas de sentir esa impresión de que te están vigilando. Tienes la impresión de que te están mirando, aunque no puedes definir quién o por qué. Te sientes... vigilado, por decirlo de alguna manera.

-Puedo verlo ahora mismo aquí. Está entre nosotros, con su uniforme militar- dice el hombre en medio del improvisado escenario. Es alto, y usa un abrigo oscuro de corte victoriano. Tiene el cabello largo a la altura de los hombros, y este parece negro como las plumas de un cuervo. Usa un sombrero de copa, de esos que nadie más se atreve a llevar más que para los eventos oficiales de la corona, y se mueve como quien cuenta una historia a una audiencia captivada, con grandes florituras, moviendo sus dedos, llevando su mano derecha para sostener el espacio entre sus ojos con el pulgar y el índice, y señalando a una mujer presente en el reducido público.

La mujer, que os da la espalda, asiente y observa. Varios de los presentes observan atentamente al anfitrión. -Está... feliz. Feliz de verte. Han sido... ¿dos? ¡tres! ¡Tres años y medio!- dice mientras se acerca a la mujer y toma su hombro con suavidad. Se arrodilla un poco para que su mirada esté a la altura de ella. -Tu padre está orgullo de ti y de lo que has hecho. Lamenta no... no haberlo dicho antes. Quiere que sepas... que su... sus... tu madre y de él. Sus intenciones eran dejar que renovaras su casa en Sussex- dice mientras se levanta y sus ojos azules se posan sobre vosotros. No reacciona, continúa en su acto.

-Hay alguien... alguien más aquí. Una mujer, rubia. ¿canosa? delgada. Delgada.- dice mientras mueve la palma extendida por el pública.

-¡Tía Lea!- dice alguien del público, y el hombre se gira hacia la persona, rápidamente, luego mira a su espalda, hacia donde no hay nada ni nadie, y se gira y asiente con una sonrisa que se podría describir como maternal. -Así es- confirma el hombre, moviéndose hacia un hombre de mediana edad que había hablado.

Asintió para si. Se había acabado, por el momento, el jugueteo y la tontería, ¿verdad? No dijo nada, solamente observó a los circunstantes y procuró captar matices.

Jugueteaba con su teléfono, como cualquier probo ciudadano volcando en las redes lo primero que se le había venido a la cabeza. En realidad, estaba dictando a Frankie varios script. Usando como antena improvisada la variación aleatoria de intensidad del campo energético que les escudaba mediante la emisión de pensamientos repetitivos (ahora mismo había entrado en bucle con Despacito), hizo un cuadro de interpretación de dichas variaciones suponiendo que no había tal aleatoriedad, asignando a cada una vectores y posiciones en la representación que del lugar bajó de google maps.

Me tocó un poco las narices que Oliver pidiera lo de la puerta cuando ya estaba yendo a abrirla. Entendía que era un discapacitado, pero solía dar una imagen seguro de sí mismo. Con ese tipo de cosas me hacía verle con un punto pusilánime que no soportaba en nadie, menos aún en un compañero. Aunque bueno, era mejor que fuese así que un drogadicto.

Resoplé mentalmente al ver la estética del local. Una cosa era ser mago, y otra ser un idiota hortera sin gusto. En el caso de aquella gente parecía que encajaban en los dos grupos. Aunque, visto de otro modo, seguro que aquello vendía. Existía la posibilidad de que aquello fuese fachada. Negocio. No lo creía, teniendo en cuenta que seguro que se pensaban que esas cosas les ayudaban con su magia, pero no era algo a descartar.

Que nos mirasen de aquella forma no me decía nada. Después de todo éramos un grupo de lo más variopinto. De chiste. Entran un abogado, un lisiado y un fumeta en un bar... Aunque el bar en sí era también como para hacerle una serie de televisión entera, eso estaba claro.

Di por hecho que lo que el chico esperaba era pasta. Pero bueno, eso era cosa de Oliver, ya había quedado claro.

Al oír las palabras del hombre que era el centro de atención lo miré desde la distancia. Mi educación me hacía creer que aquello era palabrería. Mi segunda educación, no tanto. Pero mi inteligencia me hacía pensar que decir cosas sobre los muertos y hablar con los muertos eran cosas muy distintas. Seguro que yo mismo podía hacer un número similar con alguien, captando retazos de sus pensamientos, si me lo proponía. Desconfiaba, claro. Pero también porque yo mismo sabía que la magia real es discreta. Debía serlo. De modo que me acerqué a la barra, pasando de mis compañeros y quedándome cerca de la gótica.

—Una tónica, por favor —dije sacando la cartera para pagar. Usé un tono discreto, algo que no llamase la atención ni interrumpiera la actuación del otro hombre.

Sinceramente, en un entorno extraño como aquel había una parte de mí que quería quedarse con mis compañeros. Me gustasen o no, había algo que nos unía y habíamos pasado muchas horas juntos. Pero tenía la sensación de que Aiden y yo nos desenvolveríamos mejor solos, y Oliver... Si estaba haciendo lo que creía que estaba haciendo, prefería estar lejos de él.

Al entrar en el local hice un barrido con la mirada. Al ver al tío de la mañana le hice un gesto de saludo con la mano y una sonrisa. Era un puto borde, pero más nos valía caer en gracia si queríamos sacar algo de esa gente. A la gótica que nos miraba también la saludé, un gesto amistoso con las cejas. Estábamos ahí de buen rollo, no había motivos para ser maleducados.

La sensación de estar siendo observado me hacía tensar la espalda, aunque, por otro lado, lo comprendía. Si un grupo de despertados entrase en nuestra casa Oliver también los vigilaría. Yo... bueno, les pondría un ojo encima y les invitaría a un peta. Con un peta todo funciona mejor, eso lo tenía clarísimo. 

Vi que Evan se iba hacia la barra y que Oliver hacía movidas con su terminal. Así que, bueno, yo me fui hacia la barra también, pero a mi bola. Me senté cerca del camarero y le hice un gesto.

—¿Me pones una birra, porfa? 

Desde ahí eché un ojo al espectáculo de más allá. Suponía que tendríamos que hablar con ese tipo, pero cuando acabase de hacer el paripé para los durmientes. Viéndolo me pregunté si esa sensación vendría de gente muerta alrededor de nosotros. Era una idea escalofriante. Me giré hacia el camarero otra vez y le hice un gesto con la mano para que se acercase, porque iba a bajar la voz con lo siguiente. 

—Eh, tío. ¿Quiénes son los necrobaristas? ¿Ese tipo de ahí? ¿Y quién más?

──Pedid algo caliente para mi, por favor, un té con limón, si tienen. Estoy destemplado. ──Oliver interrumpió sus trabajos para aprovechar el viaje a la barra de sus allegados, y buscó una mesa donde ponerse cómodo.

Tu terminal logró captar varias señales en el lugar, proveniente de la barra y una indiscutible por parte del anfitrión y su diatriba mística. Las señales variaban de intensidad y parecían fluctuar. Pronto otra señal opacó los resultados, acercándose con rapidez y una voz en un susurro resonó detrás tuyo, con firmeza.

-Si lo que está haciendo no le permite detener balas- y sientes la solidez de un cilindro en tu espalda, abajo, de forma discreta y sigilosa -Yo le aconsejaría detenerse ahora mismo- desde la barra, la gótica intercambia una mirada en tu dirección y otra a tus compañeros.

El hombre del sombrero de copa te lanzó otra mirada, y el ambiente en el lugar parecía haberse ensombrecido rápidamente. Aunque el performance central no había cambiado, había algo amenazante, en especial a medida que lo que parecía ser el cañón de un arma empezaba a presionar tu piel.

El barista observó a Evan y luego a Oliver. No dijo nada más y pareció tomarse unos instantes en reaccionar. La llegada de Aiden también había interrumpido la incómoda sensación de que el tío parecía plasmado. Y la gótica había dejado de prestar atención al performance para mirar a los recién llegados.

El susurro de Aiden pareció descomponer un instante al barista, quien luego intentó reasumir su semblante profesional para dar una respuesta.

-¿Quien pregunta?- dice el joven, quien empieza a moverse buscando las cosas para serviros la bebida. La gótica le observa, y luego mira hacia vuestra espalda. Al voltear a mirar a Oliver, notáis que no está solo.

Un hombre de piel oscura está muy junto a él, parece susurrarle algo y poner una mano en el espaldar de la silla. El hombre, quien tiene un gesto poco amistoso, lanza un vistazo hacia la mujer en la barra, quien ahora os devuelve la sonrisa. Parece estar esperando atentamente una respuesta a la pregunta que hizo el barista. Sin embargo, su expresión no es la misma que la de este. Hay un toque de diversión en sus labios, que deforma su máscara de serenidad y curiosidad.

Meneó la cabeza, apesadumbrado. Cuánta ignorancia. ¿No sabían siquiera sondear las intenciones? Aunque, claro, ahora mismo cualquiera que intentara sondear sus intenciones se iba a encontrar con Despacito sonando obsesivamente. Quizá se había apresurado.

Miró al caballero de reojo (todo lo que le permitía hacerlo sin movimientos bruscos) y susurró en su dirección: ──Lamento haberle molestado, señor. No se preocupe, mi intención no es mala.

Puse los ojos en blanco con gracia al escuchar la pregunta del camarero. Ese tío se había pasado con las drogas, cada vez lo veía más claro.

—Pues los mismos que esta mañana, joder —Me reí al decirlo y sacudí la cabeza antes de empezar otra vez—. Yo me llamo Aiden, tío. Este es Evan —dijo, señalándolo con la cabeza— y el de la silla que da el cante es Oliver. Venimos de parte de Maddie. Madeleine. Es amiga de Arcadius y Artemis. ¿Te suena algo? Si al final vamos a terminar antes si me dices quiénes son y se lo cuento a ellos.

Mientras tanto se dio cuenta de que Oliver ya estaba haciendo amigos. En su línea habitual, a juzgar por la cara con que le miraba el tipo ese. Vio que la mujer les miraba y se encogió de hombros poniendo cara de «No tengo ni idea». Luego volvió a mirar al chico de la barra. 

—¿Ella? —preguntó, moviendo las cejas hacia la gótica.

-Eso no lo decidirá usted- dice el hombre, sin relajar la presión sobre tu espalda. Su otra mano toma tu teléfono. Su piel es oscura y sus dedos gruesos y nudosos. No parece darte mucha opción. -Todos sus chismes tecnológicos sobre la mesa. Ahora mismo- ordena el hombre mientras señala la mesa frente a ti.

En la barra, Aiden y Evan parecen haberte visto, pero no hay demasiado cambio en sus actitudes, sin embargo, el primero parece intercambiar susurros con el barista, mientras la mujer gótica ha dejado de prestar atención al show y ahora observa a tus dos compañeros en la barra con cierta e innegable curiosidad.

El barista niega y luego intercambia una mirada con la gótica. No parece saber que decir, pero ésta le responde con un -Está bien, Don. Sírveles lo que piden- dice ella con voz fría y lenta.

Luego toma un momento, mira hacia el espectáculo, que no se ha detenido ni por un instante. -¿Sabéis? El name-dropping es más efectivo si usáis nombres que sean reconocibles. Si esa es vuestra tapadera, habéis hecho un trabajo de mierda de inteligencia antes de venir aquí. A nuestro bar- dice la chica dándoos la espalda, y sólo hablando girando el rostro de medio lado.

El barista pone el Tonico de Evan primero, mientras comienza a sacar uno de los vasos para servir la cerveza.

-¿No tenéis afán verdad? Igual no tenéis muchas alternativas. Disfrutad del espectáculo por ahora- dice la mujer encogiéndose de hombros. -O no. Matad el tiempo hasta que se acabe, si lo preferís- dice con cierta indiferencia.

Señor, yo ya he decidido cuál va a ser mi intención, y no usted. Si fuera mala, usted no estaría en la posición que ocupa, ni yo tampoco, ¿me entiende? En realidad esto ha sido un terrible malentendido, ¿podemos olvidar toda esta torpeza y retomar el asunto de manera más amable?

El tono era ciertamente comedido, amable y hasta didáctico.

Depositó a Frankie sobre la mesa tomándolo con dos dedos. Seguro que les estaban confundiendo con cabezas cuadradas. Rectificó: a él le estarían confundiendo con un cabeza cuadrada. Maldición, se suponía que estos tipos sondeaban los espíritus, significara lo que significara eso. Pero su barrera tenía que estar levantada. Si no la llevaban levantada, pondrían en peligro a esta gente.

¿Se habrían pasado con la barrera de pensamientos obsesivos? Era tan gruesa que el que la percibiera (actualmente esta gente, creía Oliver) se iba a cagar en los pantalones, imaginando que la habían levantado chascando un dedo. Se daba cuenta de que la mayoría de las personas no se imaginaba que una pequeña y laboriosa hormiga puede hacer mucho trabajo si tiene mucho tiempo, como ellos habían hecho con su barrera mental.

Miré a la mujer, divertido con su acidez. Iba con la pose, claro, pero estaba acostumbrado al postureo, en la escuela de arte había muchísimas como ella, con su aire indiferente y frío. Cada uno se buscaba la seña de identidad que podía, al fin y al cabo. 

—Es difícil usar nombres reconocibles si no te dicen con quién tienes que hablar. —Me encogí de hombros con naturalidad, contemplando su perfil impostado y misterioso—. ¿Trabajo de inteligencia? Joder, cómo las gastáis. —Alcé las cejas con gracia—. Que no somos del MI6, sólo queremos conocer a unos colegas y ofrecerles un curro. 

Eché un vistazo fugaz hacia el espectáculo, pero no me interesaba demasiado, así que esperé hasta tener mi birra para ir a ver si Oliver me presentaba a su nuevo amigo. A lo mejor podíamos ir hablando con él para aprovechar el tiempo.

Iba a responder al de la barra cuando Aiden contestó, y su primera frase la verdad es que me arrancó una sonrisa. Aunque al ver cómo decía nuestros nombres y de parte de quién veníamos suspiré. Me alegré de no haberle presentado a mi mujer o haberle dado mi número de tarjeta de crédito, porque seguro que también los habría soltado.

Y cuando me di cuenta de que Oliver estaba acompañado, aquello no me gustó. El inválido era... Bueno, vamos a decir que era eso, poco válido. A saber las que era capaz de liar. Pero viendo que el camarero recibía la autorización de la chica antes de servirnos, pensé que estábamos en el lugar adecuado. Más o menos. Con un poco de suerte, el compañero de Oliver no sería nadie. Claro que no nos caracterizábamos por tener suerte, y menos en lo que al tullido se refería.

La respuesta de la gótica me dejó claro que nos había entendido mal. Bueno, a Aiden.

—Madeleine es la mujer que nos habló de vosotros. Es la mentora del chaval —dije, haciendo un gesto con la cabeza hacia Aiden—. Creímos que si ella os conocía, vosotros la conoceríais a ella.

Pronuncié aquellas palabras pasando bastante del espectáculo, aunque sí dirigí una mirada hacia Oliver y su acompañante.

—¿Y tú? ¿Tienes nombre?

-¿Es eso una amenaza?- replica el hombre mientras presiona con más fuerza. -Si llegamos a estar rodeados de la mierda que traéis vosotros allá afuera, me encargaré personalmente de que la primera bala que vuele le atraviese la sien de lado a lado- parece que había perdido la paciencia.

-Pásese a esta silla. No quiero sorpresitas con su chisme- ordena el hombre, empujándote un poco para quedar más cerca a una de las sillas de metal de la mesa.

—¿Y tú? ¿Tienes nombre?- dice Evan, levantando la voz hacia y dirigiéndose al hombre tras de ti. Este no responde y puedes ver como la gótica le dice algo por lo bajo, llevándose el dedo índice a los labios, en la señal universal para pedir silencio. 

-Ni una palabra- te dice tu acompañante, todavía presionando el cañón en tu espalda. 

-Ah ofreceros un curro, pues gracias. Podéis entonces entrar y hacer lo que queráis. Ya está todo aclarado- dice la mujer sin imprimirle el tono correcto. Aquello parecía más indiferencia que sarcasmo. -Transmitid todo lo que queráis, total, nos venís a ofrecer un curro- dice la mujer dándoos la espalda.

-¿Madeleine? Ni idea- dice la mujer. -Vosotros estáis de coña, ¿no?. Don, ¿Por qué no te llamas al primer ministro para sacar a estos pirados de aquí? Total, si nosotros le conocemos... - dice, y le arrebata una risa al barista, que parece entre incómodo y hesitante.

Cuando Evan se dirige al hombre a algunos metros del otro lado, la gótica se gira y lleva su dedo índice derecho a los labios. -Silencio. Os hemos dejado entrar sin más, ahora respetad el espectáculo y deja que nosotros nos encarguemos de tu amigo. Y si no, nos encargamos de ti también.- dice mientras observa de nuevo lo que sucede. Las palabras de Evan no parecen haber atraído la atención del hombre con Oliver, pero sí una mirada del anfitrión.