Partida Rol por web

El Cisma

Evan James Fisher

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13/06/2019, 16:18
Director

Especializarte en Mente parece el camino a seguir. Morg está pensando en lanzar a Aiden a otra esfera de especialidad, pero aún está decidiendo cuál.

Fuerzas es una esfera que es muy versátil y es de mis favoritas, y siendo tu mentora más cercana una hermética, de fácil acceso. Las otras... también tienen sus usos. En cuanto decidas, lo anotamos.

¿Invertirás punto en la capilla común? Es el momento ideal para hacerlo xD.

Por otro lado, retomamos el interludio. Si tienes tiempo, podemos hacerlo corto y sustancioso para modelar lo que sucederá con la extraña cercanía que quiere tener Evan con la Tecnocracia.

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26/06/2019, 22:49
Evan James Fisher

Nuevas esferas

Mente (3), Correspondencia (1).

Gasto de px

Vida (2).

Un punto para la capilla común (3).

 

Guardo los tres restantes.

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02/07/2019, 05:49
Director

Ve pensando en la Búsqueda para su nuevo punto de Areté. ¿Qué tipo de epifanía debe tener? ¿Qué clase de desafío/enseñanza empujará su Avatar? No sé si ya hicimos algo para tu primer punto, pero para este punto es importante diseñarlo y que lo narres un poco :).

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11/07/2019, 04:39
Director

Ve pensando en la Búsqueda para su nuevo punto de Areté. ¿Qué tipo de epifanía debe tener? ¿Qué clase de desafío/enseñanza empujará su Avatar? No sé si ya hicimos algo para tu primer punto, pero para este punto es importante diseñarlo y que lo narres un poco :).

Esto falta. A partir de esto, podré darte la información del vínculo.

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17/07/2019, 01:24
Evan James Fisher

Hicimos la otra búsqueda, sí, hasta me premiaste por ella. :)

 

Para esta estoy pensando, dado el punto en el que nos encontramos, en cosas que tengan que ver con la Tecnocracia por si el interludio acaba bien. ¿Lo ves viable?

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17/07/2019, 15:36
Director

Lo veo viable. Recuerda que la búsqueda es más introspectiva que relacionada con tus afiliaciones (tecnocrática o no). Por supuesto, una mente racional no admitirá nunca que se trata de algo místico, sino más bien de una Epifanía producto del trabajo duro y la comprensión. Uno de esos sueños en los que te llegan las respuestas a lo que sea que te estés preguntando.

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01/08/2019, 06:17
Director

Atre. Te llamo la atención. Si no realizas tu búsqueda para el próximo Miércoles, voy a quitarte puntos de esferas que te he dado yo mismo. El precio es desarrollar el personaje y su dimensión personal-mística. Sin eso, pues simplemente comenzaré a actuar en consecuencia.

He sido paciente, pero me temo que tengo que ser algo más directo, ya que eres el último que falta, y ya hemos comenzado el nuevo capítulo.

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07/08/2019, 23:20
Evan James Fisher

Miré a Naida uno, dos, tres segundos y luego dejé de mirarla. Cerré los ojos a la realidad y los oídos a sus palabras. Entonces lo vi. Ahí estaba, Protágoras, con los dedos entrelazados por delante de su estómago y esa sonrisa de suficiencia. Sabía lo que eso significaba. Al menos esto no era real. Al menos era sólo uno de esos juegos.

Embarazada. Naida estaba embarazada. Eso decía, claro, pero quién sabía si esa parte era real. Si era cierto... Había sido un idiota. Y ella también. Con los ojos cerrados, con una intimidad que sentía como falsa al estar Protágoras delante, suspiré. Suspiré y eché cuentas. ¿De verdad... Lo estaba? ¿De verdad era mío?

La voz de mi avatar resonó con fuerza.

«El hombre es la medida de todas las cosas»

Qué fácil era hablar cuando uno no era tangible realmente. Hablar de esa manera ambigua y que no decía nada en realidad, pero con la que esperaba que yo actuase como si aquello aclarase algo.

El tiempo empezó a pasar más despacio fuera de mí. Quizá lo más correcto sería decir que había puesto en marcha una vez más la magia a través de mi alianza, acelerando mis pensamientos, centrándolos. ¿Qué esperaba Naida de mí? ¿Alegría? ¿Una vía de escape? Una parte de mí, consciente de una forma ultraterrenal, sabía que lo importante no era lo que esperaba Naida, sino Protágoras. Podía recordar los sueños recurrentes de la última vez que me había encerrado así, por llamarlo de algún modo, y cómo no había sido capaz de descansar en condiciones hasta que estuvo complacido.

«El hombre es la medida de todas las cosas»

Abrí los ojos. Frente a mí el vientre plano de Naida. Era tan difícil pensar que ahí dentro había algo, otra vida... Puse una mano sobre su tripa. Sobre su trampa, en cierto modo, pues esto no estaba en nuestro plan de vida. No ahora. Sin embargo sabía la verdad: ella querría seguir adelante. Con la mano sobre el vientre de mi esposa me pareció notar un pequeño latido. Y en ese punto ya olvidé dónde estaba en realidad, que todo esto no era sino una ilusión. Nada importó. Ni siquiera importó que aquel feto no tendría ningún corazón formado: los latidos eran imposibles. Quizá era el pulso de la vida, avisándome de su presencia. Quizá sólo era mi imaginación... Pero en ese momento fue más poderosa que mi razón. Y lloré. Por algún motivo yo también quise seguir adelante, aunque no podía entender el por qué. No era la vida que quería ahora. Tenía otros planes para mí. Tenía otros planes para mi magia. Un hijo no encajaba en ellos... Pero ahí estaba él, diciéndome que se haría un hueco.

Supe que aquello era una especie de principio. Un nuevo principio. Que ese niño me haría un hombre distinto. Que si mi compromiso con la magia era grande, lo sería aún más con el pequeño Harold. Porque sí, se llamaría como mi abuelo. No podía ser de otra manera.

Suspiré volviendo a invocar la magia a través de mi alianza. De mi compromiso con él y con la realidad. Busqué no el pulso de su corazón, sino el de su mente a través de la piel de Nadia, y encontré... Me encontré a mí. Y no lo entendí. Para ese momento ya no era consciente de estar en un sueño, ni en una alucinación.

«El hombre es la medida de todas las cosas»

Al principio creí que sólo significaba que me había equivocado. Que había en él tantas cosas sacadas de mí que me confundía. O que era un pequeño mago. Y conforme más pensaba en él, conforme más creía en él... Más dolor sentía en mi mano izquierda. En mi dedo anular. Cuando me quise dar cuenta estaba haciendo un verdadero esfuerzo por mantenerla ahí, sobre el vientre de mi mujer.

El anillo pesaba como una losa. No sabía decir qué significaba, pero sí tenía claro que no quería desprenderme de él, ni tampoco del tacto de mi mano en la piel de Naida. Una parte de mi cabeza pensó que ese peso era una advertencia de la propia magia. Se equivocaba, claro: era el peso de la responsabilidad, un aviso de que iba a conocer el verdadero compromiso muy pronto.

Y en un chispazo de lucidez tuve una terrible certeza: no era mío. El eco de un pensamiento de Naida se coló en mi cabeza mientras intentaba ver, buscar y comprender a mi bebé. No era mío, y podría haberlo sido. O, en otras palabras, ella me había quitado unas semanas atrás, al estar con otros hombre, al que podría haber sido mi hijo.

«El hombre es la medida de todas las cosas»

Con el eco de las palabras de Protágoras en la cabeza sentí algo romperse en mi interior. Entonces creí que eran una forma de decirme que tuviera cuidado, que se me mediría por mi reacción. Y es que en aquel momento habría podido matar al desgraciado que se había follado a mi mujer, si lo hubiera tenido delante. Esa era mi medida de las cosas. El bien y el mal no importaban ni un poco. Sólo importaba lo que era mío, y lo que no lo era.

Entonces entendí el peso del anillo. No era el peso de la magia, no. Ni el de la responsabilidad. Era el compromiso, siendo sólo soportado por mí. Era Naida, dando por hecho que si yo quería mantener la fachada de cara a todos tendría que criar el hijo de otro. Era ese hijo ajeno, mirándome a los ojos por las mañanas y destrozándome el alma con su sonrisa de niño estúpido.

«El hombre es la medida de todas las cosas»

Entonces se rompió mi voluntad. Se rompió por completo y sin previo aviso. Me convertí en la sombra de la sombra de mi sombra. No era que Naida me hubiera engañado, yo siempre lo había sabido. Era que había dado una patada al castillo de arena de nuestros proyectos. De mis proyectos. Y lo había arrasado entero.

«El hombre es la medida de todas las cosas»

Y entonces el anillo dejó de pesar, y supe de inmediato por qué. Ya no había compromiso. Ya no había voluntad. Y sin voluntad, tampoco iba a ser capaz de moldear el universo como había aprendido. Yo mismo había liberado a Naida, al niño y a mí, y ya no había nada que nos uniera. Ya no había fuerza para agarrar tampoco el mundo, las sensaciones y pensamientos de los demás, y retorcerlos. Ya no tenía la fuerza.

Sabía lo que pasaría entonces. Acabaría viviendo con el hippie y el lisiado sólo por ser lo fácil. Entrenaría con ellos sin contarles lo que había pasado. Escucharía a uno drogarse y al otro lamentarse de estar vivo. Fingiría que las cosas iban bien... Aunque sabía que no era así.

«El hombre es la medida de todas las cosas»

Y por más que me escondiera habría alguien de quien no podría huir. De mí. O de Protágoras. A veces no tenía claro dónde empezaba uno y dónde acababa el otro. Supe en ese momento que él, con su forma de buscar la verdad, acabaría hallando la manera de dejar salir la magia. No a base de voluntad, claro, porque esta estaría descompuesta. Quizá con drogas como el hippie, o con rezos, o quién sabía cómo.

Y entonces supe la verdad. El hombre era la medida de las cosas. Sólo yo podía medir mi magia ahora, cuando aún estaba a tiempo, cuando aún tenía la voluntad intacta, y sólo los otros magos podían medir las suyas. Me había equivocado al pensar que ellos estaban errados... La realidad era bien distinta: cada uno tenía la magia que se merecía, como con el fumeta y las drogas. El hombre era la medida de todas las cosas, de todas... Incluida su magia. Y yo era mejor hombre que ellos: debía seguir siendo así. Era por eso que mi magia era más fuerte, más digna y más pura. No era que la suya fuese peor, o que no comprendiesen... Era algo bien distinto. Era que, simplemente, no eran lo suficientemente grandes. Porque un hombre es la medida de todas sus cosas, y ellos no estaban a la altura.

 

Desperté entonces, empapado en sudor y sabiendo que no sólo la magia podía medirse a través de mí, sino todo el universo. Había cosas mucho más grandes, sí... Pero lo serían menos cuando yo fuese creciendo. Un hombre era la medida de todas las cosas, y eso significaba que no había nada con lo que no me pudiera medir. Miré a Nadia a mi lado, dormida, y puse una mano en su vientre. Y de repente supe que algo era diferente en mí. Un hombre era la medida de todas las cosas... Y cuando se marchase el hombre, se le mediría por su legado. Mi abuelo sería más grande cuanto más grande fuese yo. Y si yo quería ser verdaderamente grande, bueno... Quizá debería replantearme algunas cosas. Quizá Naida y yo tuviéramos trabajo por delante, después de todo.