Partida Rol por web

El Cisma

Interludio I: Levántate y anda

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08/03/2018, 03:08
Narración

El esfuerzo de tu imaginación es suficiente para producir ese lapso casi inmediato de los sueños. Mientras cabalgas sobre la araña, sostienes ya su brida, como si siempre hubiese estado allí, el cinturón te sostiene y puedes ver fácilmente la cabeza de tu montura que observa el camino y emite un gruñido más similar al ruido que haría una impresora de las antiguas que al que imaginas debería provenir de un arácnido de ese tamaño. Aunque por otro lado, no recuerdas haber escuchado que ruido hace realmente una araña nunca.

Caminar sobre el muro resultaba ser más sencillo. El cielo oscuro amenaza tormenta, alimentado por aquella fuente que se desplaza de forma casi paralela a la tuya, y cuya velocidad, calculada a simple vista, parecería ser más rápida de la que habrías juzgado inicialmente.

-Oliver. Tenemos que salir de aquí. Registro un aumento considerable del movimiento de tus pupilas. Esto no es una broma. Si comienzas a tener una pesadilla, va a ser más difícil guardar el control sobre el experimento- el color de M.O.R.F.E.O se tornó de un rojo brillante chillón, tratando de emular una sirena, mientras su intensidad oscilaba a manera de una improvisada rotación.

-¿A donde estamos yendo?- una segunda voz aparece de la nada, no proviene de ningún lado en especial, pero su familiaridad parece tocarte. Se te hace conocida al tiempo que no recuerdas haberla escuchado antes. -Es un interesante sueño, Olliver- dice y estás seguro que puedes ver las doble ele que aquella voz emplea al pronunciar tu nombre.

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08/03/2018, 19:28
Oliver Gibbs

¡Frankie! ¡Frankie, querido! ¡Puedo escucharte! Vaya, tienes una buena voz. Sonreía, mientras el viento agitaba las pocas guedejas que quedaban cubriendo su calva como si fueran una ridícula melena. Si: al fin y al cabo, su vida era un infierno, encontrarse por fin constatando que no estaba loco le estaba dando unas sensaciones mejores de las que pensaba que tendría, de sufrir de verdad una pesadilla. Ahí tenía el mismo infierno. La tormenta que venía no era precisamente una promesa de violencia. Eso era un aspecto exterior, una manera de hablar, por así expresarlo. Era la perfecta representación del más puro sufrimiento.

La coraza emocional que se había fabricado Oliver era algo que casi comenzaba a transparentarse al ser consciente de la enormidad de aquellos remolinos, de la velocidad... Sin embargo, bastó para que, cabalgando su silla de ruedas con sus viejas manos, Oliver tuviera la presencia de ánimo para decir:

¡Frankie! ¡Confío plenamente en ti! Esta es la Zona Muerta. Aquí van a parar los sueños perdidos, la putrefacción de la que solamente pueden vivir las alimañas como yo. De aquí vino lo peor, la ruina, la soledad, la desolación.

Pero de aquí también viniste tú, querido, o de aquí salió el puente que nos une. Los desperdicios, los viejos computadores de tarjetas, las radios rotas, las planchas estropeadas por una obsolescencia programada. ¡Busquemos un refugio bajo la tierra! ¡Tenemos una luz para iluminarnos! Señalaba a la bola de luz que era ahora su guía por las tierras del sueño. Persistía en una creencia loca, casi desesperada, de que, quizá, lograría al fin pasar una página de su historia, una página que ya tardaba años en pasar. Pronunció entonces, confiando con total temeridad, con infantil persistencia, desde lo más profundo de su locura, las palabras fatídicas:

¡TIERRA! ¡TRÁGAME!

Tras las palabras, nada más que una risa salvaje, desencajada. La llama roja que ahora era M. O. R. F. E. O. era adecuada a la situación.

Notas de juego

Creo que el Oliver que ahora está viviendo la escena en presente, va a sufrir ciertos cambios, jus, jus. Confío plenamente en ti, master :)

Me permito pasarme por el forro la naturaleza como superviviente de Oliver, dado que la escena me ha inspirado. Como mínimo, podría llevar a un cambio psicológico, si es que no acabo siendo un siervo del mal, o algo peor.

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03/07/2019, 19:40
Oliver Gibbs

Oscuridad. Bip, bip, bip, bip, sonido de hospital. Oliver conocía esos sonidos y ese olor. Abrió los ojos para ver una pared blanca.

Cerró los ojos... Seguía penetrando, a lomos de su araña, en la tormenta. Abrió los ojos. No, eso no podía ser.

Mensaje en su terminal. Con mucho trabajo, puso en marcha sus neuronas. Tenía en la boca sabor a jabón. Movió un brazo (por puro instinto tuvo cuidado de no mover mucho la vía intravenosa).

Hay muchas maneras de llegar a lo alto de la cima.

El mensaje estaba ahí, en el hilo que reunía todas las comunicaciones con Frankie. El nuevo zumbido del terminal casi le hizo soltarlo del susto. Sin querer apretó algo en la pantalla y entró en alguna otra aplicación, de la que tuvo que salir tras interrumpir el proceso de activación de quién sabe qué funcionalidad. Era peligroso activar las aplicaciones de su teléfono, sobre todo si uno estaba en un hospital, con tantos instrumentos sensibles a sus emanaciones.

En el terminal estaban muchos de sus experimentos de ciencia de la realidad, como venía llamándola a veces, y tocar esto o aquello podía desencadenar cosas malas. Era parte de las primeras lecciones impartidas por Arcadius. Lo que deseaba, aunque fuera por juego en un momento de aburrimiento, podía llegar a convertirse en un hecho.

Un experimento interesante. Gracias por participar. H

Oh. Hypnos. ¿Así que eso es todo?

Durante los días siguientes se recuperó de lo que, según los médicos, fue un coma provocado por algún tipo de crisis epiléptica. Estaba sano. Sin embargo, los doctores deseaban estudiar el tema, pues en ese mismo instante Oliver no mostraba los síntomas típicos. Había sido algo que apareció y desapareció sin dejar rastro.

Oliver acabó dándose de alta por la fuerza (vistiéndose y largándose sin más).

Solo que, a veces, soñaba que nunca había salido de aquel lugar. Soñaba que seguía penetrando más y más en la masa de tecnología desechada, mientras la tormenta...

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03/07/2019, 20:24
Oliver Gibbs

EN LA CRIPTA.

Aquellas salas a las que había accedido huyendo de la tormenta eran un laberinto de paredes hechas de ladrillo de concreto o de estanterías baratas llenas hasta los topes con deshechos de viejas máquinas.

Algunas estaban atiborrando polvorientas cajas de cartón. De vez en cuando tenían la típica etiqueta ilegible con la referencia de una tienda de reparaciones. Intentar leer esas inscripciones hacía que a Oliver los ojos se le llenaran de lágrimas, y los borragatos se tornaban en manchones imposibles de descifrar.

Se iluminaba con la luz de la pantalla de su terminal. Había aprendido a recargarlo improvisando sobre la marcha, al igual que su silla, alimentando ambas máquinas con restos de energía que almacenaban pilas desechadas, o reparando viejas dinamos tras conseguir conectar los cables de alimentación a alucinantes constructos hechos con un destornillador de informático y una navaja suiza.

La tormenta le perseguía siempre, y Oliver tenía la sensación de que llevaba perdido en aquellas salas un tiempo indefinido. Dormía protegido por murallas de basura. Había aprendido que valía la pena ser muy discreto, pues de cuando en cuando algo grande se movía por aquellos lugares.

Había aprendido a profundizar más y más cuando escuchaba que el viento del maelstrom se hacía demasiado nítido. Había voces en ese viento, voces que daban miedo.

Había vida a su alrededor. Ratas seguramente, cucarachas, arañas. Lo sabía por las huellas que dejaban. Telarañas, por supuesto. Y cagadas, y pequeñas marcas en el polvo.

Un día había encontrado un terminal telefónico instalado en una pared. Le había embargado un inexplicable terror, que le había obligado a escapar de ahí a toda prisa, haciendo un estropicio con algunas cajas apiladas, llenas de tarjetas de sonido de hacía al menos diez años.

Ahora se movía por una zona por completo desconocida: piezas de robots industriales, brazos hidráulicos, partes de líneas de montaje, viejos cartapacios llenos de aún más viejos manuales de programación de factorías parcialmente automatizadas de... quién sabe. ¿Tostadoras?

Se te acaba el tiempo, Olliver. Debes bajar al siguiente nivel.

Frankie. Hacía tiempo que no se manifestaba. No había vuelto a escuchar su voz. Frente a él tenía un dummy representando un cuerpo infantil, asexuado, desmadejado dentro de un amasijo de hierros. Le molestó su visión, aunque ahora mismo no sabía por qué. Varios brazos robóticos (¿se dedicarían a poner remaches, quizá?) comenzaron a estremecerse. De pronto la tormenta estaba mucho más cerca.

Iluminado por la tenue luz de la pantalla del terminal, Oliver hizo que su silla se moviera más rápido. La silla traqueteaba por los suelos de baldosas de muy diversa naturaleza, o de hormigón, o de corcho insonorizado. A veces también las paredes parecían insonorizadas, cubiertas de planchas de espuma de poliestireno con forma de hueveras.

La silla salvaba bastante bien todos los obstáculos. Su diseño había ido mejorando, aunque su aspecto no.

Ahora todo eran aparatos de medición. Muchos de ellos con pequeñas antenas indicadoras de decibelios que se movían al compás de la tormenta. La sensación de angustia crecía. Pensó en el dummy. En ese momento tuvo la certeza de que debería habérselo llevado consigo.

Dio la vuelta. Se perdió. Volvió a encontrar las zonas insonorizadas. Aquí los golpes y los ruidos sonaban apagados, sordos. Más allá los brazos robóticos ponían remaches ciegamente, y venía de ahí un viento que hizo que se le enredara el poco cabello que le quedaba.

Se le metía polvo en los ojos. Avanzó, adivinando los movimientos ciegos de los brazos hidráulicos. Los chizpazos de los robots soldadores hacían la escena enloquecedora. Páginas de manuales y ositos de peluche de los que hablan se veían arrastrados por el viento cada vez más fuerte. Las patas de su silla-araña se clavaban en el suelo contra esa fuerza. Esquivar, avanzar, detectar patrones, protegerse contra el viento, no soltar su terminal, en el que se podía ver una frase de dos palabras cuyas letras debían medir más de 25 puntos. Se movía rebotando de izquierda a derecha y  arriba y abajo, como una vieja pantalla de bloqueo de Windows xp: ¡Rápido Olliver!

El dummy yacía en el amasijo de hierros formado por un viejo Ford estrellado. Había sido lanzado contra el salpicadero y su cuerpo, torcido, parecía atrapado entre el volante y el techo, que estaba machacado y achatado. Un robot con un solpete de acetileno cortaba en trozos aquella chatarra de manera caótica. Los cortes parecían algún tipo de escritura imposible, aunque los Signos entrevistos por los chispazos que deslumbraban a Oliver se quedaron marcados a fuego en su retina.

Oliver no hizo caso ahora de nada más: tomó al dummy de la cabeza, del cuello, de un brazo. Estaba atrapado por la cintura. Tiró. Tiró con todas sus fuerzas. Algo cedió, probablemente gracias al robot que iba deshaciendo el vehículo siniestrado.

Con el muñeco en los brazos, Oliver hizo que su silla-araña tomara una velocidad casi suicida. Mantenía el muñeco bajo su axila, mientras movía el joistic frenético, para salvar todos los obstáculos. Las voces de la tormenta le llamaban. Una cortina de aceite lubricante sucio le salpicó, cegándolo. La silla parecía moverse por si misma.

¿Lo estaba soñando? Él no dirigía nada. No veía. ¿Qué sensación era aquella? Volúmenes, movimientos, vibraciones. La silla interpretaba aquellos signos y se movía con agilidad.

El viento ya no sonaba. Recordó la sensación de descender por el pozo de un montacargas sin montacargas. Estaba agotado. Encendió su terminal, que se había apagado. Tarjetas con agujeritos esparcidas por el suelo de una nave cuyo techo no podía ver. Todo lleno de tarjetas con agujeritos.

Sujetaba algo entre el cuerpo y la axila. ¿Qué era aquello? Una cabeza de plástico simulando un niño, las formas sugeridas, sin ojos, la boca era un simple volumen con cierto aire de sensualidad. Y, sin embargo, parecía que le devolvía la mirada. Sujetaba un muñeco desmadejado. Había perdido las piernas.

Ya no se escuchaba la tormenta. Parecía a salvo.

Notas de juego

Ale, ahí tienes :)