Partida Rol por web

-Ariadna... -Marion se mordió el labio, apenada-. Espero que podáis perdonaros como pensabais que necesitaba perdonaros yo, y que dejéis este Condado y vuestra estancia aquí atrás. Os deseo lo mejor. Y lamento todo lo que ha sucedido.

Le dio un último apretón en la mano y la dejó ir.

Lothar se acercó a Marion cuando vio que Ariadna se alejaba. Puso mala cara al ver que la conversación no había sido precisamente feliz y le pasó un brazo por la espalda para confortarla y confortarse al mismo tiempo.

-Cariño, me gustaría darte algo como regalo de bodas. Tú me diste de nuevo mi vieja espada. Yo quiero darte otra cosa. Ven conmigo.

-No os culpo -contestó Axelle sonriéndose-. Igualmente.

La dama alzó la copa en dirección de Lady Evonne.

Se dejó abrazar por Lothar y le besó en la mejilla. Había sido bueno ver a Ariadna, pese a todo. Esperaba que le fuera bien, y que no se convirtiera en la Duquesa Melancólica. Cogió las manos de Lothar para envolverse la cintura con sus brazos y giró la cabeza para mirarle.

-¿Ah, sí? ¿Qué es?

Marion sonreía, juguetona, pero Hesperia había acabado con su afición a las sorpresas para siempre.

Un par de horas después volvió a ver a Morgan. Ya había anochecido del todo y la gente se había retirado a charlar en voz queda en lo más lejano. El caballero Eiluned salía hacia uno de los balcones cruzando un umbral iluminado con candelas. Eran pocas las parejas que quedaban bailando en la pista y la mayor parte de aquellos con los que podía hablar habían desaparecido.

Lothar la besó en los labios con delicadeza cuando ella se volvió. Marion podía notar los latidos de él, calmos y serenos.

-Es un Tesoro -respondió él. Se soltó de ella pero la cogió de la mano. La llevó hasta los aposentos que compartían y en donde había un estuche de madera sobre la cama, cerrado. Lothar cerró la puerta tras de sí y le entregó el estuche a Marion con una mirada ilusionada.

La tapa del estuche se abría hacia un lado. En el interior había un cetro de madera y metal que vibró cuando Marion lo tomó en su mano. Al sacarlo, el cetro se alargó hasta ser tan extenso como un cayado. La cabeza del cetro, de ébano y plata, se asemejaba a una lechuza especialmente redondeada.

-Me ha costado mucho dar con él. A los Eiluned no les agrada que los Gwydion busquemos sus Tesoros, ni siquiera para regalárselo a otros Eiluned.

El cetro-bastón parecía estar acomodándose al poder de Marion. Tanteando la fuente de su poder y fusionándose con él, dispuesto a amplificar sus efectos.

Evonne empezaba a sentirse somnolienta a causa del vino y los cócteles que había ido tomando a lo largo de la tarde y parte de la noche. Estaba sentada, divagando, o más bien perdida en retazos de su memoria cuando la melena azulada del Eiluned le hizo volver a la realidad. No tenía demasiadas ganas de permanecer allí sentada, de modo que se incorporó lentamente, se arregló el vestido y siguió los pasos de Morgan hacia el balcón.

Al salir al fresco de la noche se arrebujó bajo la túnica, cuyos bajos se habían ennegrecido al arrastrar ligeramente por el suelo. Se colocó el pelo tras las orejas puntiagudas y avanzó hasta situarse a su vera.

-Parece que la velada empieza a tocar su fin. -comentó con voz suave para hacerse notar-. ¿Cómo os encontráis?

-Algo cansado -respondió él, sonriendo ante su presencia-. No estoy acostumbrado a pasar tanto tiempo rodeado de tanta gente. Me gusta estar solo.

Un poco de viento removió su melena y la encrespó tras las orejas.

-Pero no me importa que vos estéis aquí. Vi que antes hablabais con Axelle. ¿Os dijo algo interesante?

Evonne negó levemente con la cabeza.

-Al menos si obviamos sus insinuaciones para tomar un par de copas de más y... En fin. No me gustan esas cosas, sea quien sea el que lo ofrece.

Se inclinó hacia adelante y apoyó los brazos sobre la balaustrada, echando su melena a un lado y perdiendo la vista en la oscuridad del horizonte.

-Yo también estoy algo cansada. Estaba pensando en retirarme cuando os he visto pasar.

Marion sostuvo el cetro con una expresión anonadada que nunca se hubiera permitido adoptar frente a la corte. Paso los dedos por la cabeza del cetro, hipnotizada. Nunca se había parecido tanto a una niña en Navidad, ni siquiera cuando abría los regalos en las rodillas de su padre.

-Lothar -balbució-, esto es... Es una maravilla. No tengo palabras. ¿Cómo has...?

-Me alegra que lo hayais hecho. Yo no tardaré en volar a casa. Literalmente -Morgan se acercó un poco más a Evonne y se apoyó en la barandilla como hacía ella-. Algún día tengo que invitaros a venir a volar conmigo. Convertido en halcón uno ve los problemas de modo muy diferente...

Lothar sonrió, complacido.

-Ser un Conde tiene sus ventajas. Sin un Condado que gobernar, he tenido mucho tiempo libre para mandar encontrarlo. -El Gwydion acarició el cuello de Marion-. Por ti haré cualquier cosa, mi amor. Verte así de feliz es todo lo que necesito para serlo yo.

La Leanhaum se sonrió.

-He visto los problemas desde muchas perspectivas, e incluso a través de ojos ajenos. Pero jamás desde la mirada de un halcón. Aun así, me encantaría.

La idea, en realidad, le dio un poco de miedo. Quizá aquella forma de ser, solitaria y extraña era lo que en realidad le causaba tal grado de interés hacia el Eiluned. Gestos, sonrisas, maneras de pensar...

Se giró hacia Morgan, dejando un solo brazo posado sobre la fría piedra.

-No me gustaría que os fuerais todavía. Ya no hay tanta gente, después de todo y... Todavía me debéis algo -le susurró. Aunque allí no hubiese apenas nadie.

-¿Y qué os debo? -preguntó Morgan.

-Lo que vi en vuestra mano; un beso -contestó con sencillez.

-Si lo visteis, ¿por qué no lo pedisteis antes? -preguntó Morgan con una sonrisa-. ¿O es que lo queréis sólo porque lo dice el Dán?

-El Dán dice muchas cosas, pero la mayor proeza de los hombres es elegir su propio destino sobre el que está escrito. O el que no.

Evonne dejó de mirarle y sus mejillas se sonrojaron levemente.

-Llevo deseándolo desde antes de esta noche -admitió, conteniendo el aliento.

-Entonces he de complaceros, mi señora.

Morgan acortó la mirada que los separaba y posó su mano en la mejilla de la Leanhaun. La miró cálidamente a los ojos y buscó sus labios para encontrarlos con los suyos. La otra mano la sujetó por la cintura y la apretó contra su cuerpo con firmeza mientras el beso se prolongaba, apasionado, a la luz de la luna.

Evonne se perdió unos instantes en su mirada antes de cerrar los ojos y extender los brazos hacia su cuello, poniéndose de puntillas. Saboreó los labios del sidhe y se arrimó a su cuerpo, dejándose envolver por su calidez, protegiéndose del frío y de todo lo demás. 

-Gracias -suspiró al separarse, acariciando su mejilla y el pelo antes de posar otro beso sobre sus labios..

Morgan bajó más la cabeza para facilitar las cosas mientras rodeaba a la sidhe con sus fuertes brazos. Movía los labios sobre los suyos con una avidez creciente, como quien bebe agua después de pasar un infierno de sed.