Partida Rol por web

- Será mejor no hablar mucho de la situación por teléfono, por si las moscas. Todo está en orden, puedes estar tranquilo. Nos veremos luego. - dijo la joven mientras le colgaba. Fedora era una maniática de la seguridad informática y sabía que no confiaba nisiquiera en sus propias medidas de seguridad. "Si existe, puede ser espiado" decía habitualmente ella

Así que Troy se dirigió al Betlam Memorial, al que no tardó mucho en llegar. Pagó el taxi y pasó recepción dirigiéndose directamente a las habitaciones. Ya sabía en cual estaba y no necesitaba perder tiempo con las estúpidas dependientas del lugar. Pese a todo tuvo que llevar cuidado con quién le veía, pues algun médico o enfermero/a podría reconocerle por su última 'estancia' allí como paciente.

Finalmente se encontró a si mismo frente a la puerta de la habitación de Christopher Bates. El nerviosismo comenzaba a revolverse en su interior y nisiquiera había abierto la puerta. Tocó la puerta y entró un par de segundos después. Bates se encontraba junto a la pared, acostado en aquellas incómodas camas que Troy había probado días antes. Parecía dormido, pero en cuanto se adentró en la habitación notó como abría los ojos y giraba la cabeza para mirarle.

Su hija no tardó más que tres timbrazos en coger el móvil. - ¡Hola mamá! Me alegro de que el viaje haya ido bien. Yo voy a salir en una hora hacia el templo y me quitarán el teléfono, así que no podremos hablar hasta el domingo que viene. - fue entonces cuando Lana le reveló la noticia y pudo notar el grito ahogado en boca de su hija - ¿¡Qué!? ¿¡De verdad!? -

- ¡Eso es genial! Dios, es una noticia genial. ¿Cómo estás tú? ¿Emocionada? Bf, espero que podáis venir a visitarme pronto... - Caroline hablaba atropelladamente y tuvo que tomarse unos segundos para calmarse - Wow. Dile... dile que tengo muchas ganas de conocerle en persona. Espero que podáis hablar y... bueno, que todo vaya bien entre vosotros. ¿Le has hablado ya de mi? -

Lana rió. Una carcajada limpia, fresca y renovadora.

-No, cariño. Me he puesto a llorar como una cría... -admitió con vergüenza. Miró hacia el techo sin borrar la expresión-. Pero lo haré en cuanto pueda, ¿vale? Tengo... Lo ha pasado mal y tengo que averiguar cómo decirle esto sin que le de un infarto. ¡Y sin que me lo de a mí!

Volvió a reirse, esta vez de forma más nerviosa. Estaba tan emocionada como aterrada y se dio cuenta de que había empezado a caminar en círculos alrededor de unos bancos. Se sentó como medida preventiva.

-Que bien me vendría un abrazo, hija...

- ¿Troy? - preguntó, antes de ser abordado por un pequeño ataque de tos que provocó una mueca de dolor en su rostro - Al fin una cara conocida... -

Caroline le dijo que no se preocupara con un tono alegre. Se había contagiado del buen humor de su madre con la llamada y parecía tan emocionada como Lana o incluso más.

- Tu cálmate y disfruta. Además tendrás tu abrazo pronto, ¡aunque no sea el mio! Cuando se calmen las cosas ven a verme uno de los domingos que tengo libre, aun así intentaré enviarte cartas regularmente, ya que me han dicho que no habrá ningun ordenador ni conexión a internet allí donde voy. - comentó Caroline. A la mente de Lana llegó el pensamiento de que posiblemente lo mejor que significaba aquel tiempo de entrenamiento es que no estaría por ahí haciendo tonterías como Justicia Ciega

- Mamá, tengo que colgarte ya. Te quiero mucho, ¿vale? Creo que... esta es la segunda oportunidad que te mereces después de tantos años. Así que no desaproveches tu oportunidad, ¿ok? Hablaremos pronto. ¡Adioos! - dijo para colgar después de que Lana le respondiera

Había dudado delante de la puerta. No sabía cómo enfrentarse a esa situación, incluso sabiendo como sabía que no había ninguna situación que enfrentar. Pero el caso es que se había hecho a la idea de que Christopher Bates iba a morir. No, peor aún, había llegado a desearlo. Con Bates muerto ya no tendría que preocuparse de... de nada. Y ahora tenía que entrar y mirarle sabiendo que le había deseado, aunque fuera sólo un poco, aunque fuera sin darse cuenta, la muerte.

Tenía los nudillos preparados para golpear la puerta. En vez de eso empezó una plegaria, por costumbre. De inmediato le asaltó la culpa por pedirle ayuda al Señor por algo así, y lo más que pudo hacer fue santiguarse con prisa y desgana antes de llamar y entrar.

Tuvo entonces lugar un extraño acontecimiento en el interior de Troy. Fue muy breve, y más adelante traería más sufrimiento, pero sucedió y no había manera de negárselo a sí mismo. Cuando vio a Bates se olvidó de que le había deseado mal, de la culpa cristiana y de los juegos de Mayhem. Lo único que sintió durante un instante fue una tremenda alegría al ver que estaba vivo y que, si tenía daño cerebral, debía de ser poquito.

-Hola, campeón -saludó, y se arrepintió de inmediato. ¿Campeón? ¿Es que era lerdo? ¿Acaso era el entrenador de un equipo infantil de baseball? ¿En qué momento se le había olvidado que los noventa ya habían terminado? Frunció el ceño y le sirvió un vaso de agua de una jarra que encontró-. Estás hecho una pena.

Sí, se dijo mientras le acercaba el vaso. Sin duda insultarle iba a funcionar mucho mejor.

-Estoy muy orgullosa de ti, hija. Y de que seas mi hija. Aprovecha esto, ¿vale? Muchos besos. Te quiero -respondió atropelladamente antes de colgar, casi sin querer.

En ese momento vio su maleta y se dirigió abriéndose paso entre la barrera de gente a codazos y con prisa. No quería esperar a que diese toda la vuelta de nuevo.

Romy estaba con los antebrazos apoyados en la barandilla, un cigarrillo entre los dedos y la mirada perdida en las líneas que la luz horizontal del atardecer dibujaba en los rascacielos, arrancando destellos naranjas y rojizos en sus fachadas. Parecía meditar profundamente sobre algo, inmersa en el espectáculo de luces doradas y ausente al mismo tiempo. Lejos. De fondo, en la sala de estar, resonaba una melodía de piano y guitarra que empañaba el azul de sus ojos con recuerdos y esperanzas. Había una razón subyacente para haberla escogido, aunque no había sido muy consciente de ello hasta rato después de escucharla sonar. Entonces ya era tarde para regresar al salón y cambiarla.

Frunció el ceño ligeramente, impaciente, y levantó la cabeza para dejar escapar el humo de entre sus labios. Las esperas siempre le habían parecido la forma más agónica de matar a alguien. le daban a uno el tiempo suficiente como para meditar sobre todo, felicitarse por ello y divagar hasta el extremo opuesto llegando al punto en que se te comían los nervios. Pero  Romy se había mentalizado lo suficiente como para aguantar unos minutos más antes de volverse loca. No pudo evitar consultar el reloj de muñeca para descubrir que apenas había pasado un minuto desde la última vez que lo hizo. Suspiró largamente. Aquellos rascacielos habían sido su vida... La de los dos. Sonrió brevemente. El nudo en su garganta cada vez se hacía más fuerte y el pelo mojado le goteaba sobre el vestido, pero la leve brisa no era todavía lo suficientemente fría como para causarle escalofríos. O quizá fuese ese estado ausente y calmado. Apuró el cigarro y lo envió al cementerio con el resto de sus hermanos. Abrió la cajetilla y comprobó con sorpresa que se habían agotado. Estaba perdiendo el control con el tabaco, sentenció para sus adentros. Se estiró como un gato, echando los hombros hacia atrás, y cruzó las manos sobre la barandilla. En cualquier momento se iba a abrir la puerta. En cualquier momento… 

- Aún podría darte una paliza con un brazo atado a la espalda, compañero... - dijo él sonriendo un poco e intentando incorporarse, lo que provocó una mueca de dolor y que desistiera en su intento. Al volver a apoyar la cabeza en la almohada suspiró un poco y cerró los ojos durante unos cuantos segundos - No sé cuánto llevo aquí , pero sigo sin saber qué ocurrió en aquella casa... Pero espero que traigas buenas noticias, me hacen falta. -

Troy se sentó en una silla junto a la ventana y cambió de posición tres veces antes de empezar a hablar. Carraspeó, cruzó y descruzó las piernas y apoyó los codos en los reposabrazos.

-Bueno. May... ya sabes. Me mintió para poder escaparse, porque ya le tenía dominado. Y la bomba explotó. -Desvió la mirada hacia el techo durante un instante antes de continuar-. Luego sacamos a Cable de la cárcel y la señora Shepard nos dijo dónde estaba Godfield. Así que fui a buscarle, me dispararon un montón de veces, casi me ahogo y luego nuestro amigo rojo me dio otra paliza y vino Wong a sacarnos a Goldfield y a mí del agujero donde andaba metido. Hace tres días. Desde entonces yo he estado durmiendo y creo que Goldfield está en un crucero para jubilados con Shepard.

Se retrasó casi cinco minutos de la hora que habían acordado ambos pero finalmente Lana pudo sentir cómo la puerta se abría. Su corazón le dió un vuelco y tuvo que girarse con rapidez para volver a ponerlo en su sitio. James se encontraba en el umbral de la puerta: aunque Enlace le había proporcionado una fotografía bastante reciente de él, nada era como verle en persona. El hombre llevaba una camisa negra y unos pantalones oscuros, un look muy distinto al que solía llevar él, con algo más de color. Llevaba un bastón de madera en la mano y recordó de golpe por el informe que estaba cojo desde hacía un tiempo, pero Lana no sabía nada del por qué.

James sonrió un poco y cerró la puerta tras de si, pero no dió ni un paso más como si aquello le diese miedo.

- Romy... - fue todo lo que pudo decir cuando la vió

- No te ofendas... pero no me he enterado de una puta mierda. - dijo, aturdido. Le miró directamente y Troy notó como su estómago jugaba al limbo sin su permiso. Aquello estaba mal... - Pero creo que has sacado al viejo de donde estaba metido, ¿verdad? ¿Y Mayhem? ¿Se ha vuelto a escapar ese pedazo de hijo de puta? -

El sonido de la puerta la sacudió de vuelta a la realidad y se abalanzó hasta el umbral de la terraza agarrando con las manos ambos lados del marco. Hizo tanta fuerza que los nudillos se le quedaron blancos, pero sirvió para no temblar. Se quedó inmóvil en el sitio, observándole como si de un fantasma se tratase. Estaba ahí, a unos pocos metros, pero era tan distinto, estaba tan... envejecido. Los años habían pasado para ambos, y no demasiado bien. Se apreciaban las responsabilidades en los surcos de la piel, en el pelo ya cano y escaso, en las vestimentas formales y rígidas. Era fácil adivinar qué tipo de vida habían llevado. Y también era triste.

En aquel momento Romy llevaba un vestido oscuro hasta las rodillas, elegante y práctico como Lana. El pelo corto y mojado apenas le rozaba los hombros, pero seguía siendo oscuro y brillante. Iba descalza y desnuda en lo que a joyas se refería, algo particularmente curioso para los dos. Seguía siendo alta, de mirada resuelta y curvas pronunciadas, aunque poco tenía que ver con el deseado cuerpo de Felina. Pero nada de eso le impidió esbozar una sonrisa sincera, atreviéndose a abandonar la seguridad del marco para salvar unos cuantos metros.

-Casi no puedo creerlo... -musitó observándole de arriba abajo, quedándose a varios pasos de él. Una pequeña parte se resistía a creer que era real, y no sabiendo qué hacer con las manos acabó por usarlas como peine echándose el cabello hacia atrás y terminó por rodear su propia cintura. Seguía conservando esa porte de cuando era Centinela, y el intenso azul de sus ojos. Odiaba el tiempo...

Ignorando las protestas de la parte de él que de vez en cuando intentaba sin éxito hacer que le temblaran las rodillas, Troy apartó la mirada. Se rascó la mejilla como si temiera empezar a sonrojarse. Hasta dejó pasar la palabrota, que normalmente le costaba a cualquiera un chasquido de lengua y una mirada reprobadora.

-Creo que le tenemos. Es decir, le pillamos. Y si se hubiera escapado alguien me habría despertado.

El hombre dejó caer el bastón para dar un paso hacia adelante con la pierna buena y abrazar a Lana con fuerza como si fuera a caerse. James había cambiado más que lo que había cambiado la propia Romy, que ya era decir. Pero como bien había percibido la mujer, su porte y su mirada eran exactamente la misma. La mirada de James era la mirada de Caroline y aquello que le había pesado durante toda su vida era algo que le hacía sonreir.

- Dios... no te imaginas lo aliviado que me siento ahora mismo. Tanto... tanto sin saber absolutamente nada de ti... - Lana pudo notar como los hombros de James se convulsionaron ligeramente y un leve llanto llegó a sus oídos que el hombre no tardó en aplacar - ¿Estás... estás bien? -

Romy tuvo que morderse los labios para no rendirse también sobrepasada por aquella realidad, enterrando su rostro en el hueco que dejaban su cuello y su hombro. Aferró las manos a su chaqueta con fuerza, temblando como un gatito abandonado en un callejón oscuro. Así se había sentido tantas veces hasta que llegó él, trayendo calor a su vida y algo por lo que luchar...

-Ahora sí... -Era él de verdad. Lo sabía. Después de tantos años distinguiéndole tras el casco naranja nadie sería capaz de engañarla. Nadie podría imitar aquel olor tan característico, esa nota grave en su voz, la mirada azul que decía tanto con tan poco-. No vuelvas... a irte. Por favor. Nunca más...

Y esta vez Romy supo con toda certeza que uno podía reunir que si volvía a ocurrir no podría soportarlo.

James tuvo que llevarse la mano a los ojos para enjuagarse las pocas lágrimas que habían caído de sus ojos. James se sentía tan cansado como alegre, un cúmulo de sensaciones agridulces que no sabía muy bien cómo asimilar. A diferencia de Lana, él no había visto a su amor desde que se separaron hacía ya una eternidad y el shock todavía estaba haciendo mella en él.

- No... no. Se ha acabado ya. No quiero esconderme más, Romy. Creo que ya he hecho suficiente como para poder permitirme vivir sin obligaciones y... - a James se le cortó la voz mientras su pecho subía y bajaba con rapidez - ¿Qué ha ocurrido? ¿Cómo te has visto metida en esto? No entiendo nada y apenas ha habido tiempo a que alguien me lo explicara... -

- Dios... - Bates resopló cerró los ojos, como si se hundiera en la almohada de la satisfacción - Es la mejor noticia que he recibido en mucho tiempo. Tengo ganas de mirarle a los ojos y darle su merecido. -

La ira todavía teñía la voz de Número 9 pese a su estado: con diferencia era él que más deseos tenía de vengarse del supervillano. Troy tuvo que tomar nota mental de vigilarle cuando se lo encontrase por lo que pudiese pasar.

- Dime que puedes mover unos hilos para que me saquen ya de aquí. Quiero volver a la base de una vez y que todo vuelva a estar en marcha. No quiero seguir atado a esta cama ni un minuto más. -

Romy reunió las fuerzas para separarse y cogerle de las manos.

-Ven... -musitó, guiándole hacia el sofá con delicadeza. Había hecho traer bebida y comida, aunque ninguno de los dos tuviese el estómago en su lugar correspondiente en aquel momento. Ni el corazón, ni los pensamientos, ni nada. Sin poder evitarlo le acarició el rostro recogiendo las lágrimas, buscando intercambiar una larga mirada-. Yo... No podía sencillamente dejarte ir. Contraté a alguien para que, oh, cielos, me da tanta vergüenza. -Se llevó la mano al corazón como si doliera. En el fondo lo hacía-. Creo que si te hubieras ido con otra me habría vuelto loca de atar. Pero, bueno, él me avisó hace una semana de que habías desaparecido. Me dio un informe con todo sobre el Equipo. Estaba muerto, era un hacker y tenía que ver con Mayhem... No sé muy bien qué pretendía. Pero tuve un presentimiento y fui a la pajarera y... No podía quedarme sin hacer nada. Logré localizar a Spencer. Él me llevó con el Equipo y logramos localizarte. Tus chicos han hecho el resto. Yo sólo quería verte una vez más...

Romy apretó los labios y volvió a abrazarle.

Por toda respuesta Troy miró a Bates con ojos de cachorro preocupado. Se levantó de la silla y se acercó a la cama con lentitud.

-Lo siento. Sigues medio muerto. No te vas a mover de aquí hasta que puedas salir por tu propio pie. -Acercó la mano al mando al que tanto cariño había cogido durante su estancia en el hospital, junto al cabecero de la cama, y puso el dedo encima del botón que aumentaba la dosis de analgésicos-. No me hagas llenarte el cuerpo de morfina, ¿eh?

James torció el gesto al deducir que había puesto a alguien tras él para seguirle la pista, aunque no intervino y dejó que la mujer terminara de hablar. - Un hacker que sabía de nosotros... - el rostro del antiguo Centinela se ensombreció, claramente preocupado por ese - Puedes estar tranquila, hemos capturado a Mayhem y lo tenemos retenido. Me alegro de que encontraras el mensaje pero... no quería involucrarte en todo esto. Yo también... yo también me moría por verte, Romy, pero la idea de que el Equipo pudiese salpicarte y ponerte en peligro me daba pánico. -

Bajando la cabeza y el tono de voz, James Goldfield suspiró ligeramente. - No hace mucho perdí a unos de mis chicos a manos de Mayhem y fue un durísimo golpe. Como si perdiera a un hijo... pensé por aquel entonces en que podías haber sido tú, si continuaras a mi lado. La responsabilidad que había sobre mis hombros era demasiada. -

Carraspeó y se pasó la mano por la frente, agarrando la de Romy* con la que tenía libre. - Pero lo voy a dejar... -