Partida Rol por web

James no cambió su cara ante la negativa de Troy, como si se la esperara. Por el contrario, sólo sonrió levemente. - Si de verdad el Equipo es para ti lo que siempre has demostrado que es aceptarás. Tú eres la persona idónea para le puesto, Troy. Si no eres tú, será alguien como Jonathan, y ya habéis podido comprobar que no todas las personas saben llevar una responsabilidad así. - dijo ladeando la cabeza - Supongo que no quieres algo así. He entregado toda mi vida a ayudaros a salir adelante. Os agradezco todo vuestro esfuerzo pero es hora de que alguien tome el relevo... -

- Además, Mark, tú has demostrado que yo no tenía razón en absoluto para dejarte fuera. Demostraste con Mayhem ser un Centinela digno y por eso creo que ya es hora de que te pongas el traje como Número 11 de forma oficial. Siento haber retrasado éste momento pero sabes que tenía mis motivos. - Wong se quedó pálido por algún motivo, cuando la respuesta esperada sería satisfacción o alegría. El joven asiático sencillamente asintió levemente, incapaz de decir nada

Levantó la mano cuando Goldfield empezó a dirigirse a Wong como si ya estuviera todo decidido, y se irguió en la silla. Quizá en privado Goldfield hubiera logrado convencerle, pero aquel desplante (por no hablar del chantaje emocional) frente todo al equipo sólo le hablaba a la parte de Troy que necesitaba desesperadamente enfrentarse a Goldfield cada vez que tuviera una oportunidad.

-Ya sé que soy la persona idónea. Tres días al mando y ya he encontrado más esqueletos en el armario del Centinela que tú en dos décadas. Mi respuesta sigue siendo no. Y no se me escapa que no ha habido una pregunta.

La mención a los cadáveres le costó una mirada digna del antiguo Número 4. Su mano se crispó sobre la mesa pero la relajó casi al instante. - De acuerdo entonces, Troy. Es tu decisión y la respeto pero eso no anula en absoluto lo que he dicho después. Desde ahora, los dos Centinelas en activo serán Número 9 y Número 11. Llamaré a Stephen Spinelli para hablar con él y pedirle éste favor. - Szilard giró la cabeza al escuchar ese nombre y miró a Operaciones con curiosidad - Por si sabéis algo de su pasado, era conocido como Deux Irae durante la época en la que yo vestí el traje. -

James volvió a mirar a Troy, gélido. - Creo que no hace falta que te diga que debes mantener el secreto del Centinela fuera de aquí. Has hecho un buen trabajo respecto a ti mismo y a Bates en todo este tiempo, es una pena que vayas a tirar tu experiencia por la borda ahora mismo. - dijo, suspirando

Móvil 2 intervino, con un rostro muy serio y la expresión de una madre que no está nada contenta con lo que está ocurriendo.

- Esto es totalmente injusto, James. - replicó con un tono correcto pero claramente enfadada - Troy ha hecho muchísimo por el equipo y no merece ser dejado de lado tan gratuitamente. -

James no respondió.

- Yo tampoco estoy de acuerdo con esta decisión. - replicó Fedora como si se hubiera envalentonado con las palabras de Farrel

- Ni... ni yo. - dijo Número 11 recuperándose un poco
 

Sabía muy bien que no había dicho nada sobre dejar de vestir el traje. Le estaba echando del equipo. Sintió que enrojecía de rabia y se puso de pie tan rápido que por poco derriba la silla.

-Yo sí. Me vuelvo a Chicago. Disfruta de tu jubilación, James -dijo con un tono que hacía pensar por qué no se había limitado a escupir a Goldfield.

Se dirigió a la salida a grandes zancadas, sorprendiéndose a pesar de todo de que la puerta pareciera más lejos cuanto más rápido intentaba andar.

Aunque la tensión se podía cortar con un cuchillo nadie dijo nada más mientras Troy abandonaba la sala de reuniones y la propia base del Centinela. Nadie le llamó y tuvo que pasarse un largo rato dándo vueltas cerca de la Torre Wayland hasta que consiguió calmarse. Fue entonces cuando decidió llamar a un taxi que le llevase hasta el Betlam Memorial, para visitar a Christopher.

No tuvo problema en llegar hasta allí y ahora se encontraba saliendo del ascensor, ya en la planta y a apenas 10 habitaciones de donde se encontraba Número 9.

Troy había llegado al hospital con una caja blanca y rectangular debajo del brazo y comprobando cada tres pasos que tenía su ánimo bajo control. Estaba relativamente seguro de que así era, y había decidido que antes de irse iba a ir a visitar a Bates. No le iba a ver nunca más, con suerte, así que un último rato juntos no podía hacer daño.

Avanzó por el pasillo y entró en la habitación de Bates sin llamar, no por falta de educación sino porque se le olvidó.

Bates se encontraba sentado en la cama, con algo entre las manos. Troy pudo comprobar que era un teléfono móvil.

El rubio tardó varios segundos en darse cuenta de que estaba allí. Le lanzó una mirada dolida, como si fuese un perrito abandonado. Lo sabía. Conocía de sobra a Bates y lo sabía.

- Troy... - dijo él, apagado

En su estado de agitación ni siquiera se había planteado de que alguien fuera a informar a Bates, y se sentía estúpido porque no se le hubiera ocurrido. Se mordió el interior del labio inferior tan fuerte que se hizo sangre y se le ocurrió un plan que a lo mejor hubiera funcionado si no le temblara la voz: hacer como si no pasara nada.

-Espero que te encuentres mejor -saludó con el falso buen humor más frágil y transparente de la historia-, porque te he traído lo que me pediste. Pero como le cuentes esto a alguien pienso buscarte y terminar lo que ha empezado esa bomba.

Le dejó la caja en el regazo y se sacó del bolsillo dos cucharas envueltas en una servilleta.

Bates abrió la caja y observó la cabeza de calvo del interior. Sonrió por un momento pero entonces suspiró y apartó la caja, dejándola sobre la cama. Su intento de hacer que nada de aquello estaba ocurriendo no parecía haber servido de mucho.

- Gracias, Troy. Pero... - Número 9 apretó los dientes y le miró, visiblemente cansado - No te vayas, por favor. -

-No me voy a ningún lado. -Hizo ademán de sentarse en la cama, pero giró bruscamente en el último momento y fue a la silla-. Todavía no. Pero ya no puedo vestir el traje y prefiero que se me lleven los demonios a pasarme el resto de mis días siendo Operaciones. Mis días en el equipo se han terminado, Christopher. Otra vez.

- Podrías dejarlo cuando creyeras conveniente. Llamar a alguien como Deux Irae cuando creas que ya no puedes seguir. No sé, joder. No tienes que seguir los pasos de Goldfield, no eres ni él ni como él. Pero si te vuelves a ir... ¿qué te queda? ¿Chicago de nuevo? - Bates resopló y le pegó un puñetazo a la cama. La tarta de Mayhem pegó un peligroso brinco y amenazaba con caerse al suelo si aquello se repetía un par de veces más - A la mierda Chicago. No ibas a estar tan en familia como con nosotros. Psé. -

Christopher hizo un gesto con la mano para lanzar el móvil sobre la mesita que tenía junto a la cama, pero se pasó de fuerte y el móvil rebotó contra la pared, cayendo al suelo y desparramando el móvil, la batería y la tapa que la cubría por el suelo de la habitación. - Yo no quiero perderte otra vez más. -

Escuchó a Bates con los ojos cerrados y un puño estrujándole el estómago. Incluso en aquel momento culpaba a Goldfield por hacerle pasar por aquello, y no podía evitar pensar que estaba usando a Bates para manipularle. El teléfono chocando contra la pared le hizo dar un respingo y abrió los ojos. Se levantó de la silla y empezó a recoger las partes del teléfono lentamente.

-Lo siento, Christopher. No quiero irme. Pero no puedo quedarme. Mira... Dices que no soy Goldfield, pero eres el único que piensa así. Me está dando la vida que no quiere para él. Los secretos y las responsabilidades que le han hecho miserable durante décadas. No soy su sucesor. Soy el imbécil al que quiere engañar para que ocupe su lugar en el cepo. Y ya he tenido suficiente. Yo tampoco quiero perderos, pero... 

Mientras hablaba había ido montando el teléfono. Había comprobado si la pantalla se había rayado y que la tarjeta SIM siguiera en su sitio, había colocado la batería y puesto la tapa, y hasta lo había encendido para comprobar que aún funcionaba. Cuando estuvo listo y no tuvo más excusas para no mirar a Bates a la cara fue cuando le fallaron las palabras. Se acercó a la cama y le tendió el teléfono.

- Yo no pienso así. - cogió el teléfono que Troy le brindaba y lo dejó a su lado, junto a la caja - Goldfield lleva 16 años como Operaciones. Antes de eso, se pasó otros 15 vistiendo el traje. -

Nunca había considerado a Bates el epítome de la inteligencia, pero el cabronazo tenía una memoria increíble para las fechas, además de que se había estudiado la historia del Centinela al dedillo desde que entró en el Equipo. - Tú apenas aguantaste tres años antes de dejarnos en la estacada por vete tú a saber qué manía. Ahora no llevas ni otro año entre nosotros... ¿y vuelves a irte? Si quieres hacerlo no soy quien para pedirte que te quedes... - suspiró, apretando la sabána sobre la que estaba con la mano - ...pero creo que podrías al menos darle una oportunidad. Por nosotros. -

Como sabía que Goldfield acababa de salirse con la suya y le daba mucha rabia, cerró los ojos con fuerza y resopló. Se agarró a la barra auxiliar de la cama.

-Voy a hablar con Goldfield, ¿vale? Y depende de lo que me diga... o le parto la cara o me pienso lo de quedarme. Un tiempo. Pero esto no es para mí, Bates. No quiero seguir los pasos de Goldfield y no estoy listo para dejar la primera línea.

- Vale. - dijo sin más Número 9, aunque su mirada rebosaba una alegría que estaba claro que no iba a sacar a la luz por muy obvia que fuese - Atenderá a razones, seguro. Es un capullo pero no es tonto. Y no te preocupes por eso, colega, yo te cubro las espaldas. -

Pese a aquel comentario, mucho más perturbador en oídos de Troy que en los de su compañero, se despidieron y Troy envió un mensaje a Fedora y otro a James. A la primera le dijo que la llamaría pronto para exigirle explicaciones sobre el asunto de Mayhem y a Goldfield para encontrarse al momento y hablar sobre tan peliagudo tema.

Fedora no respondió, pero Operaciones contestó con un escueto: 'En la base. No me muevo de aquí.'

Como no sabía qué responderle sin hablar muy mal de Goldfield o mentir, decidió que lo mejor era cambiar de tema y marcharse.

-Cómete la tarta, ¿eh? -le dijo mientras se marchaba.

Cuando ya no tuvo que contenerse delante de Bates dejó que la rabia tomase el control. Resultó ser una buena decisión que hizo el viaje hasta la base más corto, llegó en lo que le parecieron no más de cinco minutos, aunque había sido más tiempo. Cruzó puertas y pasillos a grandes zancadas, sintiendo que la histeria le llevaba más allá de la violencia, a un estado en el que sólo quería señalar con el dedo y gritar cosas hirientes a alguien.

Operaciones se encontraba sentado en el sitio opuesto al de la reunión: la cabeza de la mesa pero mirando en dirección a la puerta, claramente esperando la aparición de Troy. Tenía el periódico del día que dejó cuando escuchó los pasos de Número 8 en la sala. Doblándolo con calma lo dejó sobre la superficie de madera pintada y le hizo un gesto a Troy.

- Gracias por venir, Troy. Siéntate si quieres. -