Partida Rol por web

La respiracion se me hacia mas calmada mientras miraba el cielo. No era grave. No parecia serlo. Mire mi brazo con mas detalle y apretando los dientes saque la astilla que tenia clavada. Era grande, pero eso era bueno. Habia tenido suerte y estaba feliz por ello. La copa del arbol parecia que iba a caerme encima cuando por instinto solo me cubri con los brazos.

- Nooooo! gemi.

Pero no llego a caer. Suerte la mia. Dos de dos. 

Me gire sobre mi misma en el suelo para no levantarme y me arrastre para recoger mi arma y luego me movi buscando cobertura. Al ver a los demas les hice señas de que estaba bien y despues tomando un pañuelo me hice una vendaje improvisado en el brazo aunque no pude apretarlo bien por la posicion asi que tuve que usar los dientes. 

El cuerpo me dolia, la cara me ardia y seguramente tendria astillas clavadas pero no podia quitarlas yo, tendria que esperar a que Clem me atendiera y para ello necesitabamos eliminar la amenaza y...

Ellisif... 

Gateando, aunque con dolor, trate de acercarme a donde estaba Elliot, al parecer tenian a un hombre capturado o ya estaba muerto? Por el impacto en el arma en el arbol al menos sabia o tenia alguna idea de hacia donde debía estar el francotirador pero eso no ayudaba en nada. 

- Necesitamos ayuda! No podemos hacer nada desde aquí.  Susurre

Tal vez Albin podria llamar a la guardia nacional para que bombardearan todo el perimetro con artilleria o bombas, la imagen se me hizo divertida, pero no dije nada. 

- Dijo algo util el hombre? (Me referia al que habian detenido) Creo que podemos sorprenderle. Albin puedo correr hacia el Puente, soy rapida y no me va a dar a menos que me detenga. Sabe que no debe disparar hasta que sea un tiro seguro, y tal vez le moleste verme aun de pie. Si corro como señuelo Mats y Elliot pueden traer a Ellisif y Albin puede ubicarle para poder cazarlo. Estas de acuerdo?

Usarme como señuelo era muy arriesgado pero confiaba en mis habilidades. Seria un raton perseguido por un arma, pero seria escurridiza, tenia que serlo o probaria cuan resistente era el chaleco. 

Solo esperaba que estuvieran de acuerdo para que cada uno supiese que hacer antes de arriesgar mi vida una vez mas.

La ansiedad me está devorando. Cada segundo que pasa es algo más de tiempo que le damos al francotirador para decidir que no vamos a morder el anzuelo y ejecutar a Ellisif. ¡A mi prima! Y para colmo, ¡también le han dado a Leah! Joder, espero que esté bien. Sin ser capaz de hacer o decir nada coherente, veo cómo Elliot trata de interrogar al hombre al que hemos capturado, sin conseguir nada más que mentiras soltadas a toda velocidad. Casi arrastrándose, Leah se acerca a nosotros. Afortunadamente no está tan grave como parecía en un principio. Da la idea de salir corriendo por el puente para atraer la atención del tirador, y que Elliot y yo aprovechemos para rescatar a Ellisif.

Menuda locura.

—No, ni hablar. Con suerte te volverían a dar, y ya seríais dos a las que tendríamos que salvar. No… Tiene que haber otra manera. —Intento pensar con toda la rapidez que puedo. El sudor se enfría en mi piel, y siento mi corazón golpeando en mi cuello de un modo agobiante—. Albin, ¿tenemos contacto por radio con el otro grupo? Avisémosles de nuestra situación. —Luego, me acuclillo frente al prisionero y lo miro directamente a los ojos, asegurándome de que entiende cada palabra que digo—. Eh, tú. Más te vale decirnos dónde está ese puto francotirador. ¿Te crees que tus «amigos» te van a perdonar solo porque mantengas la boca cerrada? La has cagado, colega, y eso es lo único que les importa. Hagas lo que hagas, te van a rajar como a un cerdo; lo sabes igual de bien que nosotros. Así que, ¿por qué no nos ayudas, para variar, y así puede que hasta salves el pellejo? Todavía no es tarde para hacer lo correcto, tío.

Todavía no es tarde para evitar que te hunda todos los putos dientes con mi bota, mamonazo.

Era evidente que el matón les estaba mintiendo. Y eso le pareció ahora más todavía a Elliot, que era un matón, nadie importante en la secta, pues temía terriblemente a sus integrantes y fueran las que fueran las amenazas que pendían sobre él debían ser peores que la muerte pues parecía claro que la prefería. Había que conseguir entonces que tuviera más miedo de ellos o no hablaría. Y la situación se iba tensando más y más. Leah por suerte sólo estaba herida pero si servía de señuelo como proponía no tardaría en estarlo peor o morir.

A la cabeza de Elliot vinieron unas palabras que había oído mucho tiempo atrás y que le habían llevado a superar un miedo espantoso con otro mayor. Tenían que conseguir rápido la posición del tirador y tal vez Berisha o algún otro podría abatirlo. Cuando Mats terminó de hablar retiró el cañón de la cabeza del tipo y le obligó a levantar la mirada. Se centró en sus ojos:

-Bien... Aquí no está en juego tu pobre vida, sino la de aquellos a quienes amas. Y no seré yo quien los mate, sino que haré que seas tú quien lo haga.

Su voz sonó muy distinta, como si vieniera de él y de otro lugar al mismo tiempo aunque saliera de su boca. Elliot sintió como un mazazo el recuerdo de aquellas palabras.

Por un momento Daniel pensó que la tenía pero la cerradura se negó a abrirse. Tuvieron que recurrir a un técnico del C.S:B que tardó como media hora en llegar, un hombre de unos cincuenta años y aspecto de conductor de autobús.

En la espera pudieron comunicarse con Albin. Su grupo estaba esperando a que neutralizaran a un francotirador que había herido a Ellisif de gravedad. A Leah también la había herido pero la suya no era una herida grave.

Crackeada la clave el experto se despidió y al pulsarla el suelo se empezó a mover. Estaban en un montacargas que les desplazó lo equivalente a cuatro o cinco pisos hacia abajo. Al abrirse salieron a un lugar amplio y totalmente oscuro, a la luz de las linternas contemplaron el paisaje que habían visto en los grabados de los libros de Khalil.

Una columnata tosca y monumental que parecía extenderse hasta desaparecer en la negrura. El suelo estaba plagado de charcos.

En ese silencio total escucharon un rumor de pasos que pisaban torpemente el agua de los charcos, acompañado de un ruido sutil y molesto, como un rechinar.

Cuando se arrancó la astilla del brazo de Leah manó sangre a borbotones . Reunida ya con el resto comenzó a marearse y le dieron agua. De suerte Clementine pudo pararle la hemorragia y coserle allí mismo, inyectándole una mezcla de analgésicos y estimulantes. La policía podría caminar, incluso correr, pero no podría disparar con la derecha. Su herida no era muy grave, pero tampoco leve.

La voz de Elliot provocó un escalofrío en todos los que la oyeron: a Mats le recordó a los pasos del demonio en los pasillos de la clínica en la que había conocido a Sophie, a Leah a Ammyt reclamando el corazón del impío. Clementine recordó que había dejado a deber una cita con Eugene. Todos entendieron que su compañero era capaz de hacer lo que decía y mucho más.

El prisionero recuperó la compostura. No es que no estuviera asustado pero hablaba sereno. Explicó que el tirador estaba en un piso franco con vistas al parque, un edificio alto, separado varias manzanas y dió una nueva dirección.

Berisha informó que tenía que cambiar de posición y eso le llevaría un buen rato. Tenían que esperar antes de moverse.

Pasaron veinte minutos o más en que permanecieron parapetados en los muros de piedra y nadie les atacó. Albin se comunicó con Daniel. Su grupo estaba atascado, tratando de abrir una cerradura al fondo de un pozo. Habían encontrado el cadáver del tatuador. Sonó otro disparo y de nuevo oyeron los gritos de dolor de Ellisif.

Otros diez minutos y al fin Geneviève llamó diciendo que habían abatido al francotirador.

Albin le preguntó al detenido si había unas órdenes -un plan de qué hacer en caso de ataque- y cuántos eran. Él le contestó que ante todo debían evitar que sacaran a la chica que habían sumergido en el lago manteniéndola allí abajo el máximo tiempo posible y que eran ocho. Restando los cuatro que habían muerto -uno en el techo del restaurante, otro en entrada del puente otro en la barca y el tirador del templete- y el capturado, quedaban sólo tres.

Albin dio la orden de rescatar a Ellisif antes de que muriera desangrada. Mats y Elliot se encargarían de traerla mientras los demás se ocuparían de hacer fuego de cobertura si fuera necesario. Una vez a cubierto Clementine trataría de estabilizarla. Luego tenían que encontrar a los tres que quedaban, comprobar que no había más y sacar a Sophie del lago. 

Despues de agradecer a Clem por no dejar que me desangrara, me tome unos minutos para tomar aliento y mantener el enfoque. Escuchar a Ellisif era una tormento pero nada podiamos hacer hasta tener la confirmacion de Berisha. 

Tras ello sali con Albin a buscar a los demas enemigos que debian estar cerca.*

La espera resulta angustiosa, y cuando oigo que ese malnacido ha vuelto a disparar a Ellisif, estoy a nada de salir corriendo a por ella y echarme sobre su cuerpo para servirle de escudo, lo que seguramente habría sido una mala decisión; todo el mundo sabe que las balas de rifle viajan tan rápido que pueden atravesar con facilidad varios cuerpos. Afortunadamente consigo mantener los nervios relativamente templados hasta que, finalmente, se nos informa de que el francotirador ha sido abatido.

Albin no tiene que repetir su orden para que me levante como un resorte y corra a toda velocidad hacia donde está mi prima.

—Ellisif, ya estamos aquí. Todo irá bien… —la tranquilizo mientras la aso por debajo de las axilas, preparándome para moverla y ponerla a cubierto con la ayuda de Elliot.

Elliot se mantuvo en silencio y alerta, preguntándose por qué los tipos armados que quedaban no venían a acabar con ellos. De tanto en tanto observaba a Mats leyendo en su rostro el calvario de saber herida a su prima y no poder socorrerla. No poder moverse era una tortura y cada segundo sin duda sería vital.  

No había vuelto a poner sus ojos sobre el matón. Aunque dudaba cuánto podría saber realmente volvió a interpelarlo:  

-¿Qué es lo que quieren de Sophie?  

Albin informó que Berisha había abatido al francotirador; al fin era el momento de socorrer a Ellisif.    

Como muchas veces lo mejor al final es dejarse asistir.
Es una disposición que consume tiempo pero no tanto como empecinarse.
Entre el momento en el que nos decidimos a reclamar la ayuda y que la puerta se abre pienso en como asegurar las zonas que hemos ido recorriendo y que los distintos grupos de agentes garanticen su seguridad y la de nuestra retaguardia.
Como aun podemos valernos de la radio la uso para ofrecer mi opinión con pequeños apuntes.
El grueso de la responsabilidad la dejo al cargo de la CSB.
Al fin y al cabo no tengo información desde este agujero para poder hacerme la visión de conjunto apropiada.
También conseguimos compartir situación con Govier.
Ahí arriba parece que ya han pasado de la situación de redada a la de estado de guerra y aunque me sobresalto con las noticias, sobretodo con las respectivas a mo Chiale, consigo atemperar mis emociones lo suficiente para seguir lucido en lo que es nuestra tarea.
Con susurros, por que en la oquedad, elevar la voz parece inapropiado, intento mantener alerta a los demás pero no nerviosos.
Con intercambios tranquilos de palabras aprovechamos para organizarnos mejor.
Suponiendo que Khalil, Anjum y yo mismo somos los mas experimentados concretamos que si hay que avanzar en linea lo haremos como en lo hicimos en la escalera y con espacio formando una pequeña cuña con Agustín dentro del triangulo.
Por mi condición de zurdo yo me quedo con el lado izquierdo.
Finalmente mis sospecha queda desvelada y la intervención del técnico nos proporciona el código de un descenso, pues el suelo resulta ser un ascensor.
Reviso las linternas y enciendo la que va adosada al arma. Consultando la brújula al aparecer la avenida enmarcada de las columnas erosionadas de la antigua cantera descrita horas antes por el detective me guardo mentalmente la orientación.
La oscuridad se ve a duras penas afectada por nuestras luces. Agua, piedra de contorno difuso y pasos nos reciben mas adelante. Y nuestro equivalente tétrico al arañazo en la pizarra.
Intento determinar de donde procede su origen y mas importante la cantidad exacta de procedencias.
Les señalo a los demás la propuesta de avanzar en zig-zag, de base de columna a la base de columna de enfrente. Vigilando que vemos siempre lo que hay hacia donde avanzamos y que la piedra nos flanquee con la máxima cobertura posible y que nuestras luces no dejen huecos sin escrutar.
A veces con rapidez y cuidado hecho un vistazo hacia los techos con el fin de asegurar.
Como hemos comentado previamente toda nuestra comunicación es en silencio con gestos, posiciones de dedos y apretones.
Sea lo que sea que ronda por ahí deseo o que sea ciego, o que le parezcamos aburridos o que con el juego del eco este en una sala a dos niveles alejadas de la nuestra.
No dejo de mirar con atención y controlar que con los mimbres que hemos tejido este pequeño grupo nuestra actuación sea lo mas cercana a lo que nos pueda salvar.
Y tengo en mente que si la amenaza es demasiado arriesgada la orden a dar es la de retirada.

La situación me tenía atontada, y qué mal momento para que mi mente se sintiera superada por las circunstancias y decidiera quedarse sin ideas. Por suerte había podido curar a Leah, pero el saber que Ellisif estaba tendida ahí como señuelo del francotirador hijo de puta no me dejaba concentrarme... No entiendo, ni que no fuera médica de urgencias.

La espera a que Berisha nos confirme la muerte del francotirador es larga y acuciante. Pero sin duda lo que más me descolocó y me produjo un temor instintivo fue escuchar ese tono tan amenazante en Elliot... Por un instante me giré a mirarlo con cierta fascinación: era increíble la cantidad de secretos que escondíamos todos nosotros.

La respuesta del detenido a Albin me causó sorpresa: ¿Solo ocho personas para proteger a Sophie, luego de que se tomaran tantas molestias en sacarla de su ensueño? -¿La mantienen allí abajo para completar alguna clase de ritual o porque quieren distraernos usándola de carnada de algo peor que está sucediendo ahora mismo? -pregunté en voz alta pero para todos. Quizás cuando llegáramos a Sophie descubriríamos que ella estaba muerta  solo para desayunarnos con que algo peor había pasado a nuestras espaldas... Sonaba como algo lo suficientemente retorcido como para parecer factible a los cultistas. ¿O es que se sentían tan impunes que habían pecado de confiados?

Luego nos dijeron que el hombre del rifle estaba abatido y fueron en rescate de la prima de Mats, apenas llegaron con ella a nuestra posición me puse manos a la obra.

—No nos hablan de lo que hacen, ni nos cuentan para qué quieren que hagamos lo que nos ordenan. La han sacado ya tres veces en los últimos dos días. Se la llevan abajo y la vuelven a traer.

Cuando Albin le pidió que le explicara “qué había allí abajo” el preso respondió que no sabían. Ninguno de los que ahora estaban en el parque habían bajado nunca.

Explicó que en la gruta del acantilado bajo esa misma montañita (la antigua entrada a la mina de yeso subterránea), tras la cascada artificial que nutría la fuente, había un cuarto de mantenimiento y que en él había, oculto, un ascensor por el que venían y se marchaban los sectarios.

Encontraron a Ellisif todavía consciente en medio de un charco de sangre con gravísimas heridas: en una pierna se veía la carne y el hueso de la rodilla, de la otra manaba sangre del muslo. Corrieron con ella en brazos mientras Albin y Leah les daban cobertura con sus armas.

Cuando la llevaron a Clementine, la doctora supo inmediatamente que, en el caso de que la prima de Mats pudiera sobrevivir, no lograría andar nunca. Habría que operarla de urgencia y necesitaba una transfusión allí mismo.  

Valió la sangre del periodista.

Del grupo de Daniel lo último que supieron -Albin había hablado con ellos mientras esperaban a que abatieran al francotirador- es que estaban esperando a un experto para abrir una cerradura electrónica que habían encontrado en el fondo del pozo. Eso y que habían encontrado los restos del tatuador. Trataron de comunicarse con ellos pero ya no tenían cobertura.

Albin dividió el grupo en dos. Él mismo salió con Gabriel para limpiar el parque de hostiles. Los otros se quedaron protegiendo y tratando de curar a Ellisif. Una vez asegurada la zona sacarían a Sophie.

No quería que Leah, herida como estaba, les acompañara* pero no pudo impedírselo.

Todo se complicó para Ellisif, que no dejaba de mirar a su primo hasta que perdió el conocimiento. Se empezaron a escuchar disparos en el parque.

Elliot sintió a Sophie con más fuerza. La luz dorada que había visto junto al puente como una burbuja sumergida ahora parecía pulsar con fuerza provocando relámpagos que él podía ver en el horizonte.

Clementine estuvo a punto de salvarle la vida a Ellisif pero el corazón de la chica entró en parada y no hubo forma de reanimarla. Murió en sus manos. Tendría poco más de veinte años de edad.

El chamán fue guiando en silencio. Albin le obedecía aunque a veces Gabriel les hacía tomar un camino que parecía tácticamente desventajoso.

El primero en caer fue un hombre de unos cincuenta años que se había subido a un árbol para observar el puente. Albin lo derribó de un disparo limpio.

El siguiente les salió al paso por un flanco, armado con una ametralladora, pillándoles por sorpresa.

De pronto aparecieron, andando despacio, rodeándoles, cargando cada uno un saco a la espalda, desnudos. Serían veinte o treinta.

Era como si hubieran pasado de estar lejos a estar cerca en un instante.

Khalil les susurró que pararan y les amenazó con disparar pero estaba paralizado por el miedo y no pudo ni levantar el arma que ya tenía desenfundada. Empezó a hacer más y más frío.

Se detuvieron a unos cuatro o cinco metros, a lo sumo. No hablaban. Cuando Daniel les enfocó con la linterna vió que no tenían rostro. Ni ojos, ni boca, ni nariz.

El catáfilo gritó y eso les hizo avanzar hacia su voz, acercándose poco a poco, arrastrando sus pies descalzos.

Alumbrado por la luz de las linternas uno de ellos se detuvo de nuevo, dejó con cuidado el saco en el suelo y buscó en él hasta sacar una calavera que alzó con las dos manos, con las cuencas de los ojos hacia el policía y su grupo.

El resto le fue imitando en un rumor que pronto dio paso a un silencio sepulcral.  

Una silueta se iba acercando tras ellos. Ésta debía medir cuatro o cinco metros. Parecía humanoide pero tenía los brazos desproporcionadamente largos.

Mis peores corazonadas empiezan a tomar forma cuando Clémentine comienza a atender las espantosas heridas de mi prima. Está perdiendo mucha sangre. ¿Servirá de algo mi transfusión? Si existe algún dios, le rezo para que Ellisif aguante lo suficiente como para poder ser operada de urgencias.

Sin embargo, mis deseos tienen respuesta antes de lo que esperaría... Y es la peor respuesta que cabría imaginar. El rostro de Ellisif va quedándose cada vez más inmóvil e inexpresivo, carente de toda reacción a pesar de mis intentos por mantenerla con nosotros. Sus ojos se tornan vidriosos, y su cuerpo deja de moverse, de respirar.

—No... ¡No! ¡Ellisif! —exclamo al tiempo que zarandeo a mi prima, rogando por que despierte. Una parte de mí alberga la esperanza de que no sea verdad, que sea tan solo un truco, un engaño. Sin embargo, cuanto más tiempo pasa, cuanto más comprendo que los intentos de Clémentine por reanimarla serán en vano, más va calando en mí el horror y la aceptación de lo que acaba de ocurrir. —Ellisif, ¿qué...? No... —Llorando, acaricio su cabello dorado, teñido de la gris suciedad del lodo. Hacía años que no veía a mi querida prima, y poco después de recuperar el contacto la he vuelto a perder, esta vez para siempre. Siempre había tenido la sensación de que Ellisif era una chica triste, condenada a una vida trágica y un destino incierto. Sin embargo, verla muerta me golpea con mayor fuerza que ninguna bala. Un tumulto de emociones surge desde mi estómago e inunda mis pulmones, llenándome con una desesperación y un dolor terribles que parecen ir a partirme en dos, como si hubieran atado mis extremidades a dos caballos que corrieran en direcciones opuestas. Gimoteo como un bebé al que hubieran apartado de su madre—. No, no... Por favor, no puede ser, que no sea...

Y entonces, sucede. La pena más devastadora, abrumadora y absoluta imaginable hace presa de mi corazón. Mis inútiles ruegos y plegarias se transforman en un grito informe y desarticulado, sin ninguna coherencia. Lloro a gritos desconsolados, vociferando al cielo indiferente, que ahoga mi llanto entre sus nubes plomizas. Mis alaridos son aterradores y estruendosos, como si tratara de expulsar a gritos este dolor enloquecedor, y podrían oírse desde muy lejos. Pero no me importa. Caigo al suelo y me quedo tumbado en el barro, llorando, gritando. No puedo dejar de pensar en su vida tan triste, en el profundo dolor de su infancia y su juventud, y desearía que hubiese tenido alguna oportunidad. Me abrazo a mi propio cuerpo, y mis gritos pierden su fuerza, convirtiéndose en una serie de gemidos lastimeros, derrotados, débiles.

Le he fallado.

Elliot permaneció junto a Mats y Clementine, atento a cualquier cosa que pudiera hacer para ayudar a la doctora en la que parecía la imposible misión de mantener con vida a Ellisif. El áura que había visto coronar a la prima de Mats se tranparentaba en todo su ser, o eso le pareció a él, en su entereza frente al dolor y la muerte, en su mirada clara, en cierto orgullo que transmitía a pesar de todo y en la rabia de saber que a partir de este momento dejaba solo a aquel a cuya protección había consagrado su vida.

Clementine funcionaba como un engranaje, evidenciando sus habilidades médicas, su pulso y tesón. No tembló ni dudó desde el momento en que dejaron a la chica en sus manos. Sin embargo, conforme pasaban los minutos, se evidenciaba lo titánico de la tarea que conllevaba mantener a Ellisif con vida en esas condiciones, sin apoyo, en medio de un triste camino a la intemperie. Finalmente la chica, poco más que una niña, cerró los ojos y se marchó.

Mats se vino abajo. El desgarro se apoderó de él con violencia. Estaba fuera de sí y sus gritos de rabia y dolor rompieron el tenso silencio del parque. Elliot miró preocupado también a Clementine, con sus manos manchadas de sangre. Debía estar completamente exhausta tras todo el proceso y sobre todo por el último agotador esfuerzo al tratar de reanimar a Ellisif. Después de tanta tensión, del terrible tiempo de espera sin poder atenderla y de que todo hubiera sido en vano, ¿podría también derrumbarse? Había que volver a centrarse rápido: nada había terminado y la vida de Sophie y de todos seguía en peligro. Se acercó a Mats quien estaba en el suelo, abrazado a sí mismo. Tomó una piedra del camino y se agachó junto a él, tocándolo con suavidad:

-Mats, escúchame, por favor. Algo está cambiando en Sophie. Podría estar muriendo, podría estar logrando lo que sea que quieren de ella... Necesitamos hacerle saber que estamos aquí, que debe aguantar todo lo que pueda -tomó una de las manos de Mats y puso en ella la piedra- piensa en ella, en darle este mensaje. Si lo hacemos bien quedará inscrito en esta piedra; la lanzaré donde está Sophie y aunque su mente esté sumida en un sueño podrá recibir el mensaje, sentir que estás aquí. Necesita saberlo. No permitiremos que la muerte de Ellisif haya sido en vano.

Rodeó con fuerza la mano de Mats entre las suyas.