Partida Rol por web

Quede mirando la casa por un minuto o tal vez un poco mas. No sabia como proceder. Y si todo era una trampa, y si me estaba engañando? Las dudas me carcomieron conmigo hasta que consegui una solucion simple.

- Acabemos con esto, vienes conmigo!

Y sacando el arma espere que se bajara del auto para que me acompañara a la casa, entrariamos a buscar a la niña y disparar si era necesario aunque esperaba encontrarme con Eugene y obtener respuestas.

El adosado habría parecido normal a los ojos de cualquiera, pero bastó con acercarse un poco para que Leah se diera cuenta de que además de las numerosas cámaras tenía ventanas con las cortinas echadas, una de ellas con un vigilante armado que les había visto pero que era poco probable que hubiera dado la voz de alarma, puerta blindada, una furgoneta frente a la puerta principal que parecía vacía pero que tenía dos personas en su interior, vigilando que todavía no les habían visto, dos coches enormes en un lateral de la calle dispuestos para emprender la fuga, una antena de radioaficionado y no le habría extrañado que también tuviera un túnel para entrar y salir sin ser visto.

Supo con casi total certeza, aunque sin saber muy bien por qué que esa casa era un centro distribuidor de droga al por mayor y muy probablemente la sede de una banda de narcotraficantes. Allí dentro habría al menos ocho personas armadas hasta los dientes.

Estaba a tiempo de subir de nuevo al coche y marcharse pero si seguía caminando hacia la casa no habría vuelta atrás.

Estaba segura que era una incesatez lo que iba a hacer pero no podia quedar con las manos cruzadas y ya no queria darle mas vueltas al asunto. Se notaba que el lugar era un sitio de algun maleante de cuello blanco y eso encajaba en el rostro de Eugene.

Por otro lado el rostro de Carlos y su preocupacion me indicaban que decia la verdad. Estabamos jodidos pero sabia que la policia no haria nada al respecto, todos eran unos ineptos mal pagados cerdos abusadores que maltrataban a los que menos tenian como yo y adulaban a la gente como la que iba a enfrentar.

Todos pagarian esta noche.

- Carlos espera aqui y si la cosa se pone fea o no regreso busca a la policia.

De rodillas aproveche mi baja estatura para acercarme a la garita en sigilo y poder entrar.

Se despidieron y el comisario se llevó a la doctora en su coche.

Réjane conducía con soltura un mercedes negro clase E de los ochenta equipado con un formidable equipo de música y tenía un exquisito gusto para la música clásica que Clementine pudo disfrutar a pesar de la situación.

Recogieron en la carretera a un hombre a quien el comisario presentó como Venceslas Abélès pero que inmediatamente pidió que Clementine le llamara "Abel". Vestía con ropa sport, como de deporte de montaña, y llevaba una mochila ligera y un gorro que se quitó en cuanto se acomodó en el asiento trasero.

El comisario explicó a Clementine que Abel era psicoterapeuta en la vida “civil”, experto en tanatología. Y que cuando era necesario hacía las veces de telépata y “preparador”, dedicado principalmente a entrenar a sus compañeros en el dominio de la mente ante “todo tipo de influencias”.

Con él se pusieron en marcha hacia las marismas.

Me despedí de Mats con una abrazo lleno de incertidumbre pero también de esperanza. Subí al automóvil de Réjane mecánicamente, estaba agotada. Y mientras contemplaba el paisaje pasar y escuchaba la música mi mente estaba en otros derroteros.

Me preguntaba cómo estaría Daniel, si podría mi presencia ayudarlo a recordar... Hubiera preferido traer a Leah conmigo, de seguro eso hubiera sido más eficaz para la tarea que estábamos por llevar a cabo, pero el comisario había abierto muchos frentes juntos y si había hecho eso era porque no podíamos darnos el lujo de perder tiempo. Pensé en Albin también, en Gabriel.

Y, sin quererlo, o queriéndolo mucho con mi inconsciente, las palabras que habían estado rondando mi cabeza desde que habían sido pronunciadas volvieron al centro de la escena sorteando las vallas para pasar las bambalinas que yo había puesto.

Elliot está a ocho horas de viaje desde aquí. No sé hasta qué punto nos necesitará cuando lleguemos a él, o todo habrá acabado.

O todo habrá acabado. O sea que esto podía resolverse en un corto período de tiempo, ¿Para él o para nosotros? ¿Para todos? Me revolví molesta en el asiento y decidí que era hora de hablar -No sé si lo he mencionado, pero las chicas que están bajo nuestra custodia en las marismas no han recordado todavía, las hemos mantenido en las sombras porque estábamos conscientes de que eran puertas lo quisieran ellas o no -miré mis manos un instante -Ha sido cruel, pero necesario.

-Elliot me dijo algo más -miro al hombre a mi lado de costado -En una de las muchachas que está con él en el faro, la soñadora, uno de los dibujos ha comenzado a mutar a una palabra... -hice una pausa analizándolo -Él me dijo que era información sensible y que no la dijera a menos que estuviera segura de que esa persona era de fiar -sabiendo lo que podía interpretarse de ello me apresuré a aclarar -Decidí no decirlo delante de todo el equipo porque sé que mientras más información tengamos en nuestra cabeza más riesgoso es, lo he hecho por mí y por ellos. Sin embargo, quiero compartirlo con usted porque me da la impresión de que es el tipo de hombre que mira las piezas antes de empezar a armar el rompecabezas-. Suspiré -Creo que esa mutación implica que se están acercando a algo... No sé qué pero no será bueno.

Miro el paisaje y siento que el automóvil comienza a detenerse ingresa un hombre desconocido al automóvil que se presenta como Abel, al explicarme sus habilidades me siento muy contenta de que él venga a ayudarnos. -¡Oh, qué útil! -exclamó y me volteo a verlo -Me vendría bien a mí también aprender a identificar esas influencias. Yo soy Clementine, soy solo una médica.

De la brea emergió un hombre desnudo y quedó flotando, al principio inerte.

El alfa dio la orden de atacar si salía de la charca y advirtió que ninguno de los lobos la pisara. No habían palabras pero todos entendieron y asumieron que si uno de ellos era arrastrado allí se convertiría en presa de sus propios compañeros.

Emergieron otros tres. Una mujer muy vieja, un hombre grueso y un chico joven.

Se empezaron a mover torpemente en esa sustancia, que se notaba pegajosa.

Uno logró nadar y salió a rastras, poniéndose de rodillas. Parecía dispuesto para echarse a correr.

Los lobos rodeaban la charca tratando de no dejar que ningún muerto saliera de su perímetro.

Era muy difícil encontrar cobertura en esa calle y ni siquiera su particularidad de pasar desapercibida a la gente le sirvió en ese lugar tan vigilado.

Insuficientemente parapetada tras un árbol, a unos cinco metros de la entrada a la casa, Leah se dió cuenta de que había un movimiento en el coche que la vigilaba, aparcado al otro lado. En unos segundos saldrían del coche para interceptarla y los de la casa estarían ya avisados de su presencia.

Vencer o morir.

Aquello iba de mal en peor. Luego de tragar grueso saque mi arma y apunte al primer guardia/homre que tuviese a la vista para tratar de someterle y usarle como escudo antes de que los demas pudiesen tenerme a tiro o detenerme a mi.

Podria haber hecho miles de escusas, trampas y demas pero me las descubririan, asi que solo quedaba mi arma entre ellos y yo, y no dejaria sola a esa niña.

- Vamos, vamos, vamos abridme la puerta o te detono de una puta vez!

Si alguien hacia algo extraño dispararia primero, correria despues. El peor plan de todos.

La hora del todo o nada que sin embargo no produce ninguna tensión o duda.
La emoción se flexiona con los músculos y el estorbo de la luz, el tufo e incluso el aire esta tan diluido como los sentidos afilados.
La vista, la percepción a través de ellos es casi primordial, semejante a haber salido de un largo bostezo.
Quizás llegue la realidad y el despliegue de capacidades no sea suficiente pero nada va a negar que estas están a su verdadero limite.
Las fuerzas, la sangre, el aliento vital cantan en la armonía de cada tendón y musculo del cuerpo y templan fuego.
El chispazo del conflicto se va condensando con tanta intensidad como la sensación de cámara lenta.
Constriño el cuerpo, araño el suelo casi imperceptiblemente. La consigna de la Cabeza de Manada es clara y precisa.
La Poza es la frontera de lo que está permitido hollar y los que salen de ahí son los hijos de su ponzoña y nuestros enemigos.
Resguardo mi parcela del circulo de la vigilancia y espero.
Uno sale. Si viene hacia mí lo parare. Si pertenece a mis compañeros cubriré el hueco que quede sin amparo.
Aunque el fondo me pide liberar la violencia sin plan ni cotas definidas un susurro lejano me filtra consejos.
Tobillos. Rodillas. Ingles. No te distraigas. Golpea. Desjarreta. Rompe musculo. Tendón. Hueso.
Detenlos en el sitio o haz que no puedan avanzar nada o muy despacio.
Si no caen ahora no caerán muy lejos. Golpeados por uno u otro hasta que no les queden energías. Entonces...
Sentirán todos los colmillos de la manada.
Y después el infierno.

Fermi comenzó a organizar el ataque a la estación de Danube para lo que, mapa en mano, pidió a Mats que le contara todo lo que pudiera saber de ese lugar y sus defensas. Cuaquier intuición podría suponer una diferencia.

El comisario se había marchado con Clementine y Juliette también había partido hacia el aeropuerto.

A Saquib le costó mucho conseguir una fotografía de Leah. Era una de carnet, de cuando trabajaba en prácticas en la policía de Niza. Tenía dieciocho años. Esta ausencia de información más reciente -explicó- parecía deberse a la condición de “olvidada” que, aunque debilitada, seguía ciñéndose sobre la imagen de la policía. Por eso mismo era de esperar que no fuera tan fácil dar con la localización de los que todavía no se recordaban a sí mismos, así que el experto en “visión lejana” pidió a Mats que le contara lo que pudiera sobre su compañera desaparecida.

Me reúno con Fermi para ponernos de acuerdo sobre cómo abordar la operación en la estación de Danube. Antes de empezar a contarle lo que recuerdo de ese lugar, le advierto que una de las dos veces que estuve allí lo visité entre mundos, y la otra no llegué a pisar el subterráneo.

—En mi estancia espiritual, mientras subía a la cima de la colina en la que se encontraba el templete, pude ver una serie de «madrigueras» en las que dormitaban unos tipos cubiertos con pieles de animales. Parecían estar preparándose para alguna especie de ritual, aunque desconozco de qué clase. La segunda vez que anduve por allí… —Trago saliva, intentando sacudir los malos recuerdos—. Había hombres armados vigilando cada rincón del parque. Un francotirador nos tendió una emboscada desde un edificio cercano. Hay que tener mucho cuidado.

Saqib, por su parte, quiere saber todo lo que pueda contarle de Leah, pues solo ha conseguido dar con una foto de cuando era mucho más joven. Frunzo el ceño al darme cuenta de lo poco que la conozco.

—Es apasionada e impredecible, con bajo autocontrol emocional, y parece estar muy unida a Daniel Mallutz. —No sé por qué me cuesta utilizar la palabra «amor» para referirme a su relación con el agente—. Aparte de eso, sé que trabaja como policía, que es o era compañera de Mallutz… Y ahora mismo no sé qué más decirte, no me viene nada más.

Espero que sea suficiente para dar con ella, dondequiera que esté.

Del coche que había aparcado frente a la puerta de la casa salieron dos personas y ante las palabras de Leah una de ellas hizo amago de sacar un arma ante lo que ella le disparó, dándole en un costado.

El disparo le hizo dar un respingo mientras el otro sacaba una pistola.

Por instinto Leah presintió que la puerta de la casa estaba a punto de abrirse y entonces se vería en un fuego cruzado.

—Eso quiere decir que es una médica de las de verdad.

Sonrió.

—Ustedes mal que bien curan a la gente. Yo apenas consigo causarles dolor de cabeza.

El tono distendido no evitó que en el corto viaje en coche Abel tratara de dar alguna clave. La solución a ese tipo de problemas pasaba según él por ser capaz de pensar con verdadera libertad. Lo interno y lo externo eran conceptos que causaban confusión.

Hablaba con desenvoltura, recostado en el asiento y mirando a los ojos a Clementine a través del retrovisor.

—Me gusta mucho un viejo refrán que dice que  “El diablo sólo tienta a aquel con quien ya cuenta.” A todos nos gusta vernos como víctimas cuando se nos agravia pero a nadie le agrada ahondar en sus miserias y es en esos puntos ciegos en los que no queremos mirar donde se crían ese tipo de influencias. En realidad no somos sus huéspedes sino sus actores y no tanto en el sentido en que seamos sus marionetas involuntarias como en el de que convertimos las potencias en actos trayéndolos a la existencia en nosotros.

El comisario conducía sin hablar.

—A menudo pasa por mero abandono. Una voluntad reprimida no reconocida y sobre la que no nos hemos concedido la oportunidad ni asumido el desafío de superar la representamos solapadamente como un deseo que ha crecido en la oscuridad. Casi como un capricho que de pronto se nos apodera. Si lo hubiéramos traído a la luz del reconocimiento podríamos haberlo madurado y transformado pero en la ignorancia de nosotros mismos habrá crecido desmesuradamente, incluso se habrá podrido convirtiéndose en una monstruosidad que llegado a ese punto se nos impone.

A nivel mental cualquier influencia desde una posesión hasta una sugestión pasa por que el manipulador conozca nuestros deseos mejor que nosotros mismos.

Por eso, para protegernos de esas influencias la pregunta que deberíamos hacerlos sería ¿quién soy? y la estrategia más fructuosa pasaría por cambiar si esa respuesta no nos gusta.

El comisario se giró hacia Clementine y levantó una ceja. Luego miró por el retrovisor a su colega y esbozó una sonrisa socarrona.

Abel hizo una broma comparando su verborrea con los libros de autoayuda y ambos se echaron a reír.

Aunque la puerta se abriese necesitaba cobertura porque me iban a tener rodeada de un momento a otro. Al menos uno habia caido. Ahora menos podia dejarme atrapar o pagaria con creces lo que estaba haciendo.

Corri a cubrirme de lo mas cerca que vi algo que me pudiese servir mientras esperaba la oportunidad para poder entrar.

Me sentia muy valerosa porque habia descubierto dos cosas en mi. Sabia usar bien un arma, porque me sentia comoda con ella y tenia buena punteria.

No podia regresar porque seria huir y poner en peligro a Carlos. No podia avanzar, tenias los hombres detras.....

Fracciones de segundo y mi corazon se aceleraba....

Corri para disparar contra los hombres del auto.

Al cerrar la distancia podia ser mas dificil que me dieran si era muy rapida y tener mejor oportunidad. Tenia que atacar primero para hacerlo mas rapido y tenia que hacerlo ya.

Tengo que salvar a la chica.