Partida Rol por web

El eco del Diablo

Los Olvidados

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25/11/2016, 09:50
Arthür Guitry

La sala de espera del hospital con calefacción, la ropa limpia y seca y el café caliente, fueron devolviendo a Arthür cierto grado de atención tras quedar como aletargado por la confusión y el shock de lo vivido. Se concentró en que la chica había llegado allí viva, que Bélanger estaba con ella y que el comisario estaba siendo atendido de sus heridas. Deseó con todas sus fuerzas que pudiera recuperarse, al igual que Cléo, a quién no había podido dejar de mirar en el coche temeroso de que volviera a dejar de respirar en cualquier momento.

Mats, quien se había dejado conducir casi como un autómata hasta allí, parecía estar recobrando algo de color de sus mejillas mientras sus ojos parecían volver a ser conscientes de lo que tenían delante. Había sido testigo de la muerte de dos inocentes sobre el puente por acudir a ayudar a Pillet, y estaba claro que había tenido riesgo de morir si los soñadores hubieran sido más rápidos que el eficiente comisario a pesar de estar medio muerto. Dio gracias a Dios de que su amigo siguiera vivo y volvió a sentir cómo se oprimía su corazón al recordar que otro amigo querido les había sido arrebatado y no sólo eso, sino que estaría en manos de Vendela y los suyos.

Mats habló entonces por primera vez desde hacía un buen rato. Preguntó por Cléo y, muy confuso todavía, por todo lo ocurrido. Una cosa es que no estuviera herido y algo muy distinto que hubiera podido asimilar tanto horror. Arthür puso la mano sobre su espalda, en un gesto con el que quería ayudarle a ser consciente de que estaban allí verdaderamente y que seguían vivos los dos.

—Sí, Mats, la chica ha despertado y ha podido hablar...—dijo con voz serena, algo más lenta al final al recordar las palabras pronunciadas por Cléo antes de desvanecerse—. Te contaré todo, pero he de comenzar por unas horas antes. Aguarda un momento, por favor.

Arthür necesitaba estar a solas con Mats, así que pidió amablemente al señor Berisha y Ellisif si podían dejarlos solos en aquella sala. Aprovechó para darles las gracias por todo, cosa en la que no había siquiera pensado todavía: parecían gente muy eficiente. También tenían un halo de misterio que no terminaba de desvanecerse ni con la blanca luz de un hospital; era evidente que había algo especial en ellos.

 

- Tiradas (1)

Notas de juego

 

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25/11/2016, 10:19
Arthür Guitry

De vuelta junto a Mats apuró la taza de café y comenzó a hablar. Había llegado el momento de no postergar más el contar a su amigo los recuerdos que había recuperado de la infancia.

—Habré de comenzar un poco antes de esta tarde, pero todo está relacionado, como verás— trató de no sonar alarmado ni preocupado y encontrar alguna forma de hablar de todo aquello sin que la rabia y temor que sentía se transparentaran.

—Cuando era niño sufrí un secuestro y estuve desaparecido algunos meses. Me gustaba ir a leer a un vagón de tren abandonado en un mar de vías fuera de servicio de la estación. Allí acudió también al poco tiempo un hombre que parecía un vagabundo. No es que no me diera algo de miedo, la verdad, pero hablar con él era emocionante. Contaba unas historias estupendas, totalmente fantásticas y supuestamente protagonizadas por él, que me encantaban. Ya habíamos estado hablando varias tardes cuando se ofreció a contar la historia más maravillosa que le había acontecido jamás a cambio de que le llevara algo muy valioso de mi casa... No estoy orgulloso, Mats, pero a esas alturas yo era todo curiosidad y no quería que mi «amigo» se molestara conmigo, así que le robé a mi madre una joya heredada de su abuela, un broche precioso con forma de libélula... Sí, la que Munin me devolvió aquella noche en el bosque y que se convirtió en polvo dorado... —aquí su voz balbuceó y su corazón se aceleró al recordar aquel polvillo, la cajita en que lo había guardado... y algo, algo más que le oprimió el corazón y no podía terminar de ubicar. Esa sensación se quedó flotando frente a él durante el resto de la narración sin que pudiera terminar de asirla.

—Cuando le entregué al vagabundo la joya en nuestra siguiente cita ocurrió... Ocurrió que el vagón se cerró con un chasquido terrible y se puso en marcha. ¡Traqueteó y aceleró muchísimo!, te lo prometo... Y eso era todo lo que pude recordar durante muchísimo tiempo. Me encontaron unos turistas en Carnac vagando confuso, y no recordaba nada, salvo que el vagón se había puesto en marcha... Esto último sólo me atreví a contárselo a mi hermana, quien estaba convencida de que ese hombre me había drogado. Hasta que la visita de Munin desencadenó algunos recuerdos, al igual que la visita que he tenido esta tarde en la casa Gresta— hizo aquí una pausa para enfatizar que debía hacer un salto temporal ahora y miró a Mats pidiéndole paciencia, esperando que todo le encajara al final.

—Hoy llamó a la puerta de casa una niña. Tendría unos seis o siete años. Pensé que era una vecinita que no podía soportar más la curiosidad de saber quién vivía en la casa misteriosa tantos años vacía, y se empeñaba en querer pasar para que la invitara a merendar. No me pareció bien pues sus padres no tendrían idea de dónde había ido, así que me quedé hablando con ella en el rellano, imaginando que vendrían a buscarla en cualquier momento. Me dijo que se llamaba Cléo... y pareció dudar al hacerlo, así que pensé que se lo estaba inventando. Luego me dijo que no era vecina, que se había perdido y caminado por media ciudad para terminar en nuestra casa. Luego que había despertado en nuestro portal... Parecía totalmente confusa más que mintiendo llegado a este punto. Le pregunté por el nombre de sus padres para tratar de localizarlos, y me dijo que eran Daniel y Antoinette Carol, así como dónde trabajaban, un despacho de arquitectos y unos juzgados. Aunque todos esos datos eran clarísimos para ella, no pudo darme sus números de móvil, pero sí sabía de memoria los números de teléfono de sus despachos. Llamé al de su padre y no contestaron —encontré en internet que un arquitecto parisino llamado Daniel Carol había muerto hacía bastantes años—, y en los juzgados no supieron decirme nada de su madre... Entonces le pregunté por su escuela para llamar allí. Me dijo cuál era e incluso el nombre de su tutor, y al llamar fui atendido por una mujer que me dijo que no tenían ninguna alumna con ese nombre y que ese profesor... Era su padre y se había jubilado hacía mucho. La mujer supuso que alguien me estaba gastando una broma. En ese momento pensé que había estado hablando con un fantasma y se desvanecería en cualquier momento... Noté que se ponía nerviosa y finalmente la invité a entrar a casa. Estuvo devorando los pasteles que compraste esta mañana... —su voz volvió a temblar como si algo no encajara en esa imagen— Al final pareció recordar que había venido a buscar algo, en verdad a alguien, y que pensaba que ese alguien era yo. Entonces me dijo de pronto: «Te he reconocido, aunque no sé cómo» y se sorprendió de lo viejo que estaba. Entonces... entonces recordé al fin dónde y cómo nos habíamos conocido, hace diecisiete años.

Notas de juego

La tirada del post anterior es para saber si, dado que está hablando de cosas que tienen todo que ver con Sophie (la estancia en la casa rural cuando fuimos a por ella en el coche, la existencia de Munin, que es uno de los cuervos con los que ella habló, el polvillo dorado de la libélula que tanto le había llamado la atención y hacía brillar sus pupilas, lo buenos que le parecieron aquella mañana los pastelillos de Mats y cómo los devoraba...), Arthür podía intuir o recordar algo. ¡Y salió un 15! :-)

Perdón los tochos de post, Belgeval, y aún no he terminado. Luego escribo otro si no me dices que antes prefieres escribir algo tú.

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25/11/2016, 12:52
Mats Bergstrøm

Escucho atentamente la larga y exhaustiva explicación de Arthür, sin apartar la mirada de él ni un solo instante. Con una calma absolutamente envidiable, mi amigo me cuenta un suceso de lo más extraño: siendo niño, conoció en un cementerio de trenes a un vagabundo que le contaba historias. Un día, el vagabundo le pidió que, si quería oír la mejor historia, tendría que llevarle el objeto más valioso de su casa. Una buena estrategia de robo, por lo que parece. Cuando Arthür menciona la joya con forma de libélula y el polvo dorado en que se convirtió por arte de magia, vienen a mi recuerdo imágenes de la casita rural en la que nos alojamos, en la que soñé con aquel hospital, con mi enfrentamiento con mi padre… Algo se revuelve en mi mente, como si mis pensamientos estuvieran tratando de esquivar algo, como si se estuvieran topando con un cajón cerrado con llave. Mi frente se arruga. Estoy confundido.

Continúa, por favor —solicito, sin ninguna urgencia en mi voz.

Arthür prosigue con su relato, narrándome cómo, al entregar la libélula al extraño hombre, el vagón de tren en el que ambos se reunían se cerró de pronto para ponerse en marcha segundos después. Arthür no sabe a dónde fue, solo que desapareció durante unos cuantos meses, pero que ese período de su mente está en blanco. Una gran pena me invade cuando pienso en un pequeño Arthür vagando por las calles de Carnac, solo, asustado… Me gustaría poder darle un enorme abrazo a ese niño, decirle que ya no está perdido y que nunca volverá a estarlo. Carraspeo, parpadeando un poco más despacio de lo que sería normal, y sigo escuchando a mi amigo.

A continuación, Arthür pasa a relatarme algo que ocurrió hace apenas unas horas, la tarde de ayer, antes de nuestra visita al parque de Montsouris. Una niña pequeña llamó a la puerta de casa. Al parecer estaba perdida, en un estado de confusión notable. Cuando Arthür intentó averiguar quién era, la niña le dijo que se llamaba Cléo, y le dio datos para que pudiera contactar con sus padres en el trabajo. Sin embargo, ocurrió algo muy extraño: al final, resulta que su padre estaba muerto desde hacía años, y en el lugar de trabajo de la madre, nadie sabía nada de ella. Arthür llamó a la escuela de la niña, pero el profesor al que mencionó llevaba mucho tiempo jubilado.

Es como si la tal Cléo hubiese ido a visitarlo desde el pasado.

Arthür menciona que la niña estuvo merendando los pasteles de limón y merengue que compré, y de los que por algún curioso motivo me había olvidado por completo. Un estremecimiento me recorre la espina dorsal, y vuelvo a tener la escalofriante sensación de que mis manos resbalan al intentar atrapar el… ¿El qué, exactamente? Algo no va bien. Entonces, sacándome de mis pensamientos y confirmando mis sospechas, Arthür me dice que la niña lo estaba buscando a él, y que se sorprendió por su edad. De modo que el viaje en el tiempo también es posible… Supongo que ya nada me sorprende. Ese es el único momento en que mi mirada vacila, perdiéndose en un rincón de la sala mientras emito un largo suspiro. Arthür empieza a explicarme cómo conoció a la pequeña Cléo, hace diecisiete años. Mirándolo de nuevo a los ojos, apoyo mi mano en su antebrazo, presionándolo con suavidad al tiempo que asiento lentamente.

Te escucho.

- Tiradas (1)

Notas de juego

¿Me vas a pedir disculpas por escribir tochos? ¿A mí? Bah, si ya sabes que los tochos me ponen XDDD.

Yo también tiro Introspección más Pneuma para ver si recuerdo algo. Fallo, por supuesto. Mats is dumb.

P.D.: Jooo, te me has adelantado... Cusa, ¿puedes reordenar los post de alguna manera? O si no da igual; ahora escribo un post seguido que responda al resto de lo que ha puesto Aliosha :).

Editado por el narrador: Creo que lo he reordenado. Espero no haber borrado nada :-|

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25/11/2016, 13:14
Arthür Guitry

El resto de su narración se la contó a Mats sin mirarle directamente, con la vista perdida en un punto indeterminado del infinito al mismo tiempo que parecía muy concentrado.

—Volviendo al vagón de tren, según me pareció viajamos durante horas y horas, siempre es descenso, sin que pudiera ver nada de lo que había en el exterior. Llegué a pensar que me llevaba al infierno. Durante el trayecto el hombre me decía que se me requería para una misión, que pronto volvería con mis padres, y que la joya no era para él, sino que debía entregarla yo mismo a alguien que, por su forma de hablar, me pareció que debía ser muy importante.

Cuando al fin se detuvo el tren, nos apeamos en una cueva gigantesca. Estaba llena de estalactitas gigantes y de brillante cuarzo iluminado por no sé qué luz ténue, porque allí no llegaba el sol del exterior. Aunque vi que nuestro vagón formaba parte de un largo tren no vi descender a nadie más. Caminamos todavía un rato entre grietas y lugares muy oscuros en los que temí tener que vagar para siempre... Hasta que llegamos a las puertas de un salón palaciego.

Era impresionante, Mats. Parecía excavado en ámbar todo él, tan lujoso o más que Versalles, lleno de lámparas iluminadas con velas. Sus ocupantes no eran menos maravillosos. Habían muchos niños ataviados con atuendos como de cuento y todo tipo de bestias humanoides entre las que Munin, tal cual te lo describí, era simplemente uno más. Todos me prestaban atención al entrar... Y al fondo de la sala, sentada en un trono, una anciana majestuosa cuyo rostro estaba completamente compuesto de gemas. No era una máscara, era su naturaleza... Y comprendí que era la reina de aquel lugar y que era a ella a quien debía entregar mi presente. Mi secuestrador me presentó a ella como «Arthür Guitry, el niño que puede entrar despierto a vuestro reino», y me indicó que me inclinara ante «la Reina de los Sueños Olvidados» y me acercara respetuosamente. Así lo hice, temeroso de que me convirtiera en piedra o algo así, y al llegar a su altura, sin atreverme a mirarla a los ojos, le di la joya de mi madre, deseándole que fuera de su agrado... Y así me dijo que era. Me dio la bienvenida y dijo a mí y a todos que estaba en mi casa... En ese momento el resto de la corte se me acercó, interesados todos, llenos de curiosidad: pájaros humanoides, animales vestidos y a dos patas, y muchos niños hablando idiomas distintos pero que podía entender. Pero entre la multitud se abrieron paso hasta mí Cléo y su hermano. Era ella tal cual vino a visitarme esta tarde. Ambos parecían muy resueltos, como si estuvieran en su casa realmente, y el niño, que tenía una edad parecida a la de ella, se presentó como «El Caballero de la Rueda». Parecían realmente maravillados de poder conocer a alguien que tenía un don del que sólo habían oído hablar: poder entrar despierto, en persona, en un sueño, según dijeron. Cléo incluso me dio una patada para comprobar si realmente estaba despierto. Recuerdo que pensé que debía estarlo pues, ¿no te despiertas siempre que en un sueño te das cuenta que estás soñando? Pero entonces me di cuenta que ellos, que decían soñar, no se despertaban. Cuando les pregunté acerca de ello, Cléo me dijo: «Somos soñadores», y añadió luego: «Somos invitados de la Reina de los Sueños Olvidados. Venimos a menudo para ofrecer nuestro servicio como parte de su cuerpo expedicionario». Aquello del cuerpo de expedicionarios me fascinó... Me ofrecieron que fuésemos amigos, y yo dije que sí. No sabía todavía para que se me había llevado allí... Y no recuerdo más en este momento, Mats —Ahora sí, volvió a mirar a su amigo y la duda y el temor eran transparentes en sus ojos. —Pensé en buscar a Cléo para que me ayudara a recordar. Pero reconocerla en el lago... ¡Eso significaba que los soñadores la habían cazado, torturado durante años y utilizado para lo que sea que secuestran a la gente! —los ojos de Arthür se empañaron y enrojecieron, aunque las lágrimas no llegaron a brotar— Mats, ¡Mats!... ¿Y si me engañaron?, ¿si nos tendieron una trampa y se llevaron a Cléo? ¡Y si yo ayudé a los soñadores de algún modo!

Notas de juego

Editado por el narrador: he copiado aquí el post y lo he borrado de su sitio original para ordenarlo. Y sin querer he borroado la pregunta que hacías aquí. La respuesta es: los pastelitos sí que habían sido "físicamente" devorados por la niña.

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25/11/2016, 17:30
Mats Bergstrøm

La historia de Arthür da un cambio inesperado, pasando de lo extraño a lo directamente fabuloso. Escucho anonadado su descenso en tren a las profundidades de la tierra y su visita a lo que describe como un reino de cuento de hadas, y en varias ocasiones me veo obligado a recordarme a mí mismo que lo que me está contando no es ninguna película de Miyazaki, sino que realmente le sucedió a él. Debió de pasar tanto miedo… Criaturas extrañas, animales humanoides… Mi amigo me explica cómo fue presentado a una reina cuya cara estaba hecha de joyas como «el niño que puede entrar despierto a vuestro reino». Sin estar muy seguro de lo que eso significa, continúo escuchando cómo Arthür entregó la libélula a la reina. Fue entonces cuando conoció a la niña, a Cléo, y a su hermano, «el Caballero de la Rueda». Desde luego, todo lo que me cuenta parece sacado de un sueño. Por lo visto, Arthür tenía algo que hacer allí, una especie de misión. Por desgracia, mi amigo no recuerda más.

Me quedo unos segundos pensativo, tratando de asimilar todo lo que me ha dicho, cuando de pronto me mira con sus grandes ojos azules. Y veo miedo en ellos. Vuelve entonces a mencionar a Cléo, de cómo la reconoció en el lago… Mi ceño se frunce, y tuerzo la boca en una expresión de absoluto desconcierto. Espera un momento, ¿la chica del lago era Cléo? ¿Pero no era una niña? ¿Y no estaba en casa? Entonces, ¿hay dos Cléos? Por un momento pierdo totalmente el hilo, pero Arthür sigue hablando, sin poder mantener la compostura por más tiempo. Visiblemente agitado, expresa su preocupación por si fue engañado, por si pudo haber ayudado a nuestros enemigos. Me levanto de mi asiento y me coloco frente al de Arthür, acuclillándome para que mi cara quede a la altura de la suya, y lo miro con afabilidad.

Eh. Arthür. Mírame —le pido con suavidad, tomando su rostro entre mis manos—. No lo sabemos. Y aunque así fuera, tú no tenías manera de saberlo entonces. Por favor, Arthür… No te castigues por algo que no sabes si hiciste, que no tiene vuelta atrás y que no puedes controlar. Eres el tío más íntegro que he conocido en mi vida, y no tienes culpa de nada. —Me quedo mirando a Arthür unos segundos, de un ojo al otro—. ¿Sabes lo que siento, lo que llevo pensando desde que empezaste a hablar, y lo que nunca les podré perdonar? Que te hicieran pasar tanto miedo. Siento… muchísimo que un niño inocente como tú estuviera tan asustado por cosas que no entendía, solo, alejado de sus padres durante tanto tiempo… —Vuelvo a carraspear, y me veo obligado a apartar la mirada tan solo un instante—. Pero lo importante es que la has encontrado. Has salvado a Cléo, Arthür. Está ahí, detrás de unas cuantas puertas y paredes, y se pondrá bien. No podemos cambiar el pasado… Aún no, al menos. Pero sí podemos decidir qué hacer hoy, ahora, con lo que tenemos. Y te digo una cosa: también encontraremos a nuestro amigo perdido, sea quien sea. Y cuando volvamos a estar los tres juntos, los derrotaremos. Te lo prometo, Arthür.

Mis manos bajan hasta los hombros de Arthür, y los presionan durante un momento. Tengo que resistirme para no abandonarme y hacer algo de lo que me arrepentiría, aunque lo logro. Casi con dolor, retiro mis manos de Arthür, separándome de él.

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25/11/2016, 19:31
Arthür Guitry

Su enrevesada historia pareció sacar a Mats del anodadamiento. En otras circunstancias no habría hablado de aquello en un momento tan delicado como el que estaban pasando pero, ¿y si ocurría algo más y no podía contarle a su amigo lo que sabía? Ahora Cléo estaba allí también y era necesario que alguien más supiera su historia, su nombre, para que la magia de los soñadores no funcionara y todos la olvidaran. Aunque ella había resultado ser diferente.

Se avergonzó de haber vuelto a perder los papeles y para cuando Mats había terminado de hablar ya respiraba más hondo, sonrojado de tener tan cerca el rostro de su amigo, de sentirse tan vulnerable. Pero si no se soltaba con él y en una ocasión como aquella, ¿cuándo iba a hacerlo? Mats tenía razón; no era el momento de lamentarse por lo que aún no era más que una sospecha, sino de centrarse en quienes tenían delante y de encontrar a su amigo perdido. Asintió a todo lo que le decía y sus músculos se fueron relajando poco a poco.

Mats le había preguntado por lo que había pasado en la lago. Pues bien, tenía una teoría que, por lo que pudo recordar, también encajaba con algo que sospechó Bélanger: al sacar a la chica con vida del agua dijo que pensaba que en realidad debía haber estado allí sumergida dormida y soñando.

Cléo y su hermano eran... Son soñadores. No me refiero a miembros de la secta, sino a que pueden tener sueños lúcidos, viajar en ellos, entrar en los sueños de otros, como el Bulldog. Debe ser así como llegaban hasta «el Reino de los Sueños Perdidos» para participar en esas expediciones de que me hablaron. Pero yo desaparecí físicamente de la faz de la tierra, estaba allí, despierto, presente en aquel reino onírico en cuerpo y alma. Podría ser tal y como viajamos hasta el otro hospital Saint Jean de Dieu, hasta el lugar donde Masaryk caminaba y no se le debía mirar... —de nuevo un escalofrío recorrió su cuerpo y la extrañeza de algo que no encajaba le asaltó momentáneamente—. A Cléo se la llevaron los soñadores en algún momento, tal vez aún siendo niña, tal vez años después. Y si le dieron a beber de la fuente del ciprés blanco, todos la habrán olvidado y ella debería haber olvidado a todos y a ella misma —suspiró por un momento, asustado por su amigo desaparecido—. Por eso cuando la sacamos del lago os dije a Bélanger y a ti su nombre y todo lo que podía recordar de su familia extraído de la conversación que tuvimos ella y yo por la tarde, cuando me visitó en casa. Creo que me visitó en sueños, Mats. En sueños para ella, mientras dormía en el fondo del estanque, buscándome, porque de algún modo era capaz de recordar algo, aunque al principio de encontrarnos estuviera confusa; y un sueño también para mí, aunque yo estuviera despierto. Puede que la casa Gresta sea un lugar apropiado para que los sueños nos visiten... Es un lugar especial en que vivió alguien especial... —No sabía muy bien por qué decía todo aquello—. La visita de Cléo en sueños reavivó mi memoria perdida de aquellos días. Creo que ella es diferente a los demás y no ha olvidado del todo —cuando dijo esto último se le notaba esperanzado y que algo más que las palabras que salían de su boca rondaba sus pensamientos—. Por mi culpa te marchaste al puente para ver si Pillet necesitaba ayuda, arriesgando tu vida... En ese momento ella dejó de respirar y Bélanger trató de reanimarla con un masaje cardiopulmonar. Yo había hecho cursos en la universidad y sabía que cuando se agotara debería relevarlo, porque si no se hace con la fuerza y el ritmo adecuados no sirve de nada. Relevé a Bélanger y tras unos momentos ¡al fin respiró! Primero vomitó un líquido lechoso, con un profundo olor de hierbas. Luego me miró -aunque no sé ni si me veía- y dijo algo... Algo, Mats, que tú y yo hemos oído antes: declamó en griego las palabras de la tablilla órfica de oro que te enseñé, aquella en que el adepto, recordando su nombre, pedía a los guardianes que le dejaran beber de la fuente de la Memoria. Dijo su nombre: «Soy hija de la Tierra y del Cielo estrellado, mi nombre es Cléopâtre, pero mi estirpe es celeste...» repitió Arthür traduciéndolo al francés.No dijo nada más que aquella letanía, pidiendo el agua de la Memoria. Viendo que al fin respiraba la dejé al cuidado de Bélanger y fui al puente en tu busca.  

Si es capaz de recordar es posible que nos ayude a encontrar a nuestro amigo y a la pequeña Montillettomó a Mats de los hombros y sonrió.

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29/11/2016, 02:29
Mats Bergstrøm

Lanzo un profundo suspiro, al tiempo superado por la situación y aliviado ante la perspectiva de que esta pueda tener solución. A medida que Arthür va hablando, me voy perdiendo en la maraña de palabras como si estuviese descendiendo al corazón de un laberinto, y soy dolorosamente consciente de lo mucho que ignoramos aún, y de la cantidad de preguntas sin respuesta a las que todavía nos enfrentamos. Me quedo muy quieto cuando Arthür me sujeta por los hombros, como si su gesto me hubiese pillado por sorpresa.

Seguro que sí. No sé cómo, pero seguro que puede ayudarnos. Es una chica muy especial, como tú. Ella también estuvo allí… —Mi mirada se desvía hacia el ventanal que hay junto a nosotros y por el que empieza a entrar la luz del amanecer. La imagen me hace sonreír, y sin saber por qué, también hace que me entren ganas de llorar. Estoy cansado, y me siento muy vulnerable después de las cosas que he visto esta noche. Me paso una mano por el cuello, masajeándolo mientras muevo suavemente la cabeza de un lado a otro—. Ay… Qué ganas de volver a casa. Me siento como un soldado que acaba de volver de la guerra. —De pronto, recuerdo aquella conversación que tuve con Arthür en la que le mencioné aquellos reportajes fotográficos que mostraban las consecuencias de la guerra en los rostros de los soldados desplegados—. ¿Tengo ya esa cara? —Enronces, súbitamente, me pongo serio—. Oye, por cierto: has dicho que la casa Gresta es un lugar apropiado para soñar, ¿no? Se me ocurre… ¿Y si nuestro amigo desaparecido lo supiera también? A lo mejor puede visitarnos allí, en sueños. O quizá podamos llamarlo de alguna manera…

Me quedo mirando a mi amigo, con la esperanza de que mi sugerencia no le haya parecido una estupidez. Definitivamente, estoy cansado.

Notas de juego

Por el momento, yo tengo poco más que añadir. Espero acontecimientos. A ver si Cléo sale de la inconsciencia, si vuelve Govier, etcétera.

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29/11/2016, 10:05
Arthür Guitry

—Claro... claro, es posible...— Arthür a respondió a lo que Mats decía quedándose de pronto muy concentrado. Su rostro mostraba de forma evidente que había llegado a alguna conclusión. No sabían cuándo habría desaparecido su amigo, tal vez haría bastante tiempo y en ese caso no conocería la casa Gresta. Eso le pareció difícil pues el propio Mats y él se conocían desde hacía muy poco y para ello haría falta que uno de ellos o los dos conocieran a su amigo de antes, lo que también era posible.... De todos modos, conociera la casa o no, era muy probable que también fuera de algún modo un soñador.

—¡Eso es, Mats!— volvió a mirar a su amigo.— Sí, creo que es muy posible que nuestro amigo tenga dotes oníricas, como Cléo. ¿Por qué sino los soñadores se lo habrían llevado, utilizando la misma magia enrevesada que con la pequeña Montillet? Hablamos de ello con Geneviève y Estelle, del porqué no simplemente haberse deshecho de la niña si era una amenaza o sabía algo que no debía, sino hacer una cosa tan elaborada con ella. Hacía evidente que la necesitaban para algo y tal vez era importante que ella misma olvidara quién es para que colaborara. Si nuestro amigo simplemente les hubiera molestado y le hubieran atrapado, lo mejor para deshacerse de él sería matarlo o hacerle suicidarse como intentaron con Estelle. Pero no... Se lo han llevado también haciéndonos olvidarlo. Como a la pequeña Montillet. Como a Cléo... Si pudiéramos encontrar algo, recordar algo para saber cómo empezar a buscar, a llamarlo, ¡cualquier cosa! Debemos buscar por la casa, en nuestro interior... Si no somos capaces tal vez incluso el bulldog nos pueda ayudar, como ya hizo aquella noche contigo.

Inconscientemente el chico se llevó la mano al pecho, agarrando el suéter dentro de un puño a la altura de su corazón. Parecía querer asirlo y concentrarse en él. Debían escuchar allí donde había escuchado Geneviève cuando recordó a la niña: —«No sólo se tiene memoria episódica. Hay otras… un pálpito…»— murmuró Arthür recordando las palabras de la doctora.

Notas de juego

A la espera de acontecimientos también. :-)

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30/11/2016, 13:25
Agustín Bélanger

Pasó un buen rato hasta que Agustín Bélanger salió de los quirófanos para informar a los chicos.

César Pillet estaba evolucionando bien y la chica había despertado y les condujo hasta su habitación. Cléo se negaba a hablar a no ser que estuviera presente Arthür y Agustín les dejó a ambos a solas con ella.

- Tiradas (1)

Notas de juego

1/2

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30/11/2016, 13:47
Cléo

La bata de hospital, de manga corta, no cubría los tatuajes de sus brazos. Viéndola ahora, de cerca, se hacía evidente que eran cicatrices tintadas.

-Me llamo Cléopatre -dijo mirando a Mats. Luego se giró hacia Arthür.

-¿Te acuerdas de mí, Arthür? Hace mucho tiempo.

Era alguien de constitución delgada, pero estaba visiblemente desnutrida, lo que daba a sus ojos, ya de por sí muy grades una expresividad especial, de asceta, o de loco.

Notas de juego

2/2

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30/11/2016, 14:34
Arthür Guitry

Arthür suspiró aliviado por las noticias de Bélanger. Tenía muchas ganas de poder ver a Cléo y se puso en pie como un resorte en cuanto les dijeron que era el momento. La petición de la chica demandando que él estuviera presente, hacía evidente que le había reconocido a pesar del caos de todo lo ocurrido en la noche, reforzando su hipótesis de que había soñado esa tarde con él. Esperó a ver que Mats le acompañaba y siguió a Bélanger hasta la habitación que les indicó.

Aunque tenía mucho mejor color y estaba seca y vestida, poder observarla ahora con calma, tan delgada y marcada con todas aquellas cicatrices, le produjo una fuerte impresión que trató de aplacar con todas sus fuerzas al pensar que no sería del agrado de ella que al mirarla alguien quedara tan afectado. Se concentró en sus grandes ojos, más saltones y llamativos dada su delgadez, pero muy vivos, con esa mirada directa que ya tenía de niña, aunque marcada ahora con la experiencia de todo lo vivido.

—Sí, Cléo, me acuerdo de ti— contestó acercándose hasta colocarse al lado de su cama, sonriendo tímidamente y satisfecho de que, finalmente, habían podido salvar su vida y se la veía lúcida. Pensó en preguntarle cómo se sentía, pero le pareció fuera de lugar en este momento. Prefirió esperar solícito a lo que ella quisiera decirles.

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01/12/2016, 00:28
Cléo

Se miró las manos y le empezaron a temblar.

-¿He bebido?

Luego las puso sobre sus brazos y las deslizó con suavidad sobre sus tatuajes. Los miró de lado, sin fijarse ni descubrirlos, como si le dieran miedo y abrió los ojos con una mezcla de asombro y terror.

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01/12/2016, 17:40
Mats Bergstrøm

Al cabo de un rato, el doctor Bélanger viene a informarnos de la situación. El comisario Pillet está fuera de peligro, o eso creo entender, y la chica, Cléo, ha despertado al fin. Agustín nos conduce hacia ella, dejándonos a solas para que podamos hablar libremente.

Ver a la muchacha me impresiona profundamente. A pesar de haber sido aseada y vestida, los tatuajes de sus brazos no dejan de ser notorios. Sin embargo, lo que más me impacta es su mirada. Ella sí tiene los ojos de los soldados. Sin duda debe de haber pasado por tormentos inimaginables. Es una suerte que hayamos conseguido salvarla, pero, ¿qué precio debe de haber pagado?

No sé por qué, me viene a la cabeza el rostro de mi prima Ellisif.

Hola, Cléo —respondo a su saludo, con una sonrisa tierna—. Yo soy Mats.

A pesar de encontrarme presente, no puedo evitar tener la sensación de estar un poco de más cuando Arthür y Cléo empiezan a hablar. La chica se muestra visiblemente aturdida y confusa, llegando incluso a expresar la duda de si tiene resaca. Me sorprende la extrañeza con la que mira sus brazos recorridos por cicatrices tatuadas. ¿Acaso no se acuerda?

No, te… —empiezo a contestar, frenando en seco para mirar un momento a Arthür, algo superado por la situación—. No, todo está bien. Estás a salvo, Cléo. ¿Cómo te encuentras?

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01/12/2016, 19:19
Arthür Guitry

La pregunta de Cléo le dejó totalmente desconcertado. El gesto al recorrer sus propios brazos esquivando el mirarlos directamente le sobrecogió. La lucidez que le había parecido ver en ella no era tal. ¿Acaso no recordaba qué había ocurrido? ¿Estaba volviendo todo ello a su memoria en aquel instante? La mirada de espanto de la chica le hizo temer lo peor. Mats trató de centrarla, devolviéndola al presente, preguntando cómo estaba. Instintivamente Arthür se acercó más todavía, temeroso de que pudiera hacer algún gesto repentino en que se hiciera daño, dispuesto a detenerla si era necesario.

No estás sola, Cléo. Estamos contigo—. No añadió más. Esperó, reteniendo la respiración, la reacción de la chica.

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01/12/2016, 19:28
Cléo

Miró ahora hacia las cicatrices.

-Me duelen… ¡No estoy soñando!

Cerró los ojos, inspiró hondo y los volvió a abrir.

-¡He bebido!

Oh, ¿Y mi hermano?... ¿Sabes algo de…?

Se agarró con fuerza al colchón. Por un momento parecía que iba a gritar, o levantarse, pero miró a Arthür fijamente y pareció calmarse de pronto. Su expresión era tan intensa que era evidente que había visto algo en él.

-No es una pesadilla… ¿Verdad Arthür?... Tú... tú... ¡Tú también has bebido!

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01/12/2016, 21:28
Arthür Guitry

Arthür respiró hondo. Trató de seguir la línea de pensamientos de la chica. Sí, estaba confusa, pero posiblemente no tanto como había temido. Llegar a no estar seguro de si se está soñando o no era terrible, sin embargo. Por lo que sabía los soñadores podrían haberla tenido en un sueño perpetuo...

No, no lo es. No es un pesadilla ni ninguna clase de sueño. Estamos aquí y ahora, los tres, completamente despiertos— hablaba despacio, esperando que ella asimilara todo el sentido de las palabras—. Y sí... Creo que tienes razón... Es posible que yo también bebiera hace mucho tiempo, cuando nos conocimos de niños. ¿Sabes? Hasta hoy mismo no era capaz de recordar que te conocía... Ni siquiera ahora recuerdo casi nada de lo que ocurrió, sólo el momento en que nos vimos por primera vez. Y sé que éramos amigos. Y lo recuerdo porque esta misma tarde te vi, te vi como cuando eras una niña, tal como eras entonces. De algún modo me hiciste una visita, presentándote en nuestra casa. Primero estabas confusa y no sabías muy bien por qué estabas allí. Pero justo, justo cuando me recordaste, desataste también mis recuerdos. Al ver que te recordaba te alegraste y mencionaste un vaso, «el Vaso de la Esfinge» —pareció referirse a ese vaso con temor, llegando a bajar un poco la voz cuando lo nombró y mirando a Mats por un momento, dudando si estaba haciendo bien hablando tanto de pronto—. Te alegraste pensando que si te reconocía es que no había bebido de él. Pero es posible que sí lo hiciera, Cléo. Recuerdo muy poco todavía y hasta hace unas horas ese periodo de mi vida estaba completamente en blanco. Pero sé que tú me ayudarás a recordar. Es muy importante. Y nosotros te ayudaremos en todo. Ahora estás despierta, lejos de ellos. Estás con nosotros. Y no estamos solos en esto.

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01/12/2016, 22:04
Mats Bergstrøm

Miro a Arthür con ojos temerosos, con la sensación de estar pisando con los pies desnudos sobre cristales rotos. Mi amigo trata de estimular la memoria de la joven Cléo y de reconfortarla, pero en estos momentos la estabilidad mental de su vieja amiga parece bastante frágil, y tengo miedo de que en cualquier instante pueda tener un arrebato emocional. No se me escapa el hecho de que proteste por el dolor que le causan sus tatuajes, lo que quiere decir que el trabajo podría ser reciente. Tomo nota mental para intentar averiguar más adelante todo lo posible acerca de profesionales del tatuaje que puedan haber realizado algo similar… para lo cual necesitaré examinar el patrón con más detenimiento. De todos modos, Bélanger nos podrá hablar de la antigüedad de las marcas.

Permanezco en silencio mientras Arthür sigue hablando. Yo también quisiera ofrecerle a Cléo palabras de consuelo, pero no quiero atosigarla. Además, Arthür ya lo está haciendo muy bien.

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02/12/2016, 13:03
Cléo

-El Vaso de la Esfinge era el que usaba la Reina para proteger los Sueños Olvidados. Una gota… una gota en los labios bastaba para que el durmiente no recordara un sueño al despertar.

El contenido del vaso estaba agotándose… y entre nuestras misiones de exploración intentamos encontrar el pozo o el río del que manara ese líquido... que era blanco, como la leche.

Frunció el ceño. Como sorprendida por lo que recordaba.

-Éramos niños… Ya no… ya no lo somos… Debo haber bebido mucho.

Miró a uno, luego al otro, con una mirada apenada y asustada.

-El último recuerdo que tengo es de cuando llegué a... vuestra casa.

Volvió a mirar a sus tatuajes en un gesto brusco. Buscó en la parte anterior de su brazo derecho deslizando su largo dedo índice de la mano izquierda sobre el recorrido de una gruesa línea negra que desembocaba en un círculo oscuro ya cerca del codo. De ahí partía no ya un tatuaje sino una especie de sarpullido, una línea de piel irritada que acababa en el centro de la palma de la mano derecha pasando por la parte posterior de la muñeca, donde el sarpullido se engrosaba formando una mancha con forma de pájaro.

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02/12/2016, 13:05
"Munin"

Arthür supo que el pájaro representaba a uno de sus cuervos de su amigo perdido, al que él mismo bautizó con el nombre de Munin.

Le vino primero su imagen, como un cuervo "gesticulante" que les ayudó con sus indicaciones el día que conocieron a Eugene. Luego lo recordó como una especie de monstruo cuando le devolvió su joya.

Recordó el polvo brillante que había dejado la libérula al esfumarse reflejado en los ojos de la chica, y también el la fórmula para recordar el propio nombre en el otro mundo que él le había regalado a su amiga:

"Que guarde yo el recuerdo de mi nombre entre las murallas inflamadas del mundo inferior, durante la noche en que se cuentan los años y los meses. Pues permanezco junto al gran dios del Oriente celeste; todas las divinidades están situadas tras de mí y, a medida que pasan, pronuncio su nombre."

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02/12/2016, 14:15
Arthür Guitry

La historia de Cléo le conmocionó. La chica parecía no recordar nada en absoluto de su vida real, si es que había llegado a estar despierta desde que la conoció hacía ya diecisiete años. O bien había sufrido mil veces y mil veces la habían hecho olvidar. Una nueva versión del horror de perder los recuerdos aparecía ahora frente a ellos: una vida perdida, un engaño constante y quién sabe cuántas atrocidades expulsadas de la memoria por la leche del olvido de la fuente del ciprés blanco. Ella habría terminado encontrándola y probablemente enseñado por ello a los soñadores cómo llegar hasta allí. Y tal vez él mismo hubiera participado, aunque su suerte no hubiera sido la misma. No dejaba de pensar que aquel reino onírico debía haber sido una ilusión, un lugar falso, construido de alguna forma para embaucar a unos niños, y la reina una impostora... Hasta que siguiendo con la mirada el recorrido del dedo de Cléo vio la mancha que se había formado en su muñeca, ya no un tatuaje como los demás, sino una irritación que terminaba representando un pájaro.

Y entonces lo supo.

—Es... Munin... Es él— dijo algo balbuceante al principio, decidido después, mirando a Cléo con los ojos muy abiertos, sin pestañear, primero sin saber si ella comprendería y desviando después la vista hacia Mats—. Munin es su cuervo, Mats, el cuervo de ella... Ella, nuestra amiga. Recuerdo... Recuerdo sus ojos, el brillo del polvillo dorado de la libélula refulgiendo en sus pupilas aquella mañana en la casa de campo. Y recuerdo... Recuerdo haberle entregado algo, un regalo, una fórmula de El libro de los muertos para no que no olvidara su nombre cuando ingresara en otro mundo...

«Que guarde yo el recuerdo de mi nombre entre las murallas inflamadas del mundo inferior, durante la noche en que se cuentan los años y los meses. Pues permanezco junto al gran dios del Oriente celeste; todas las divinidades están situadas tras de mí y, a medida que pasan, pronuncio su nombre».

—Cléo— dijo volviéndose ahora hacia la chica, imaginando lo desconcertada que estaría con sus palabras—, hasta hace muy poco éramos tres, pero se han llevado a nuestra amiga y nos han hecho olvidarla. Pero no han podido, no por completo— señaló la mancha en su muñeca, acercando lentamente el dedo para que Cléo tuviera tiempo de retirar su brazo si no deseaba que la tocara—. Este dibujo es un mensaje. Podría ser un mensaje suyo. Representa a uno de los cuervos que hablaban con ella. Y ese cuervo estaba en la recepción de la Reina, Cléo, debía ser uno de sus soldados. Y nos ha ayudado. Nos ha ayudado dos veces. Dos veces, Mats —repitió mirando de nuevo a su amigo—: a salir con vida del hospital y después cuando me avisó que debía despertarte en la casa de campo, cuando estuviste en peligro engañado por los soñadores. Y fue él el primero que me hizo comenzar a recordar al devolverme la libélula. No es uno de ellos. Munin no es un engaño... Tal vez tampoco la Reina. —aquello, aunque de nuevo sólo era una teoría, le aliviaba mucho sin comprender bien el porqué.

Volvió a centrarse en Cléo, tratando de infundirle fortaleza —Tú también conocías una fórmula para protegerte del olvido, es lo primero que dijiste esta noche... No volverán a hacerte daño, se acabó esa pesadilla... Y vamos a encontrarla también a ella, Mats. Tienes razón— alargó el brazo y apretó con fuerza la mano de su amigo. Su estado de ánimo era de lo más extraño: medio eufórico, medio triste, medio esperanzado, medio aterrado, medio confuso... Y sin embargo, más decidido que nunca.