Partida Rol por web

De pronto, el estampido de un disparo me sobresalta. Por un momento creo que Vendela ha decidido matarme, pero el tiro ha sonado lejano, y me doy cuenta de que el tipo del arma ya no está allí. Un pensamiento siniestro cruza mi mente: ¿habrán encontrado a Ada?

Antes de que pueda reaccionar, el hombre que estaba ejerciendo de marioneta de Vendela parece volver en sí y se arroja contra mí, con la clara intención de empujarme y hacerme caer por el barranco. El ataque me pilla completamente desprevenido, y si no me precipito hacia el fondo es gracias a que peso más que mi adversario y no consigue moverme como pretendía. Con un gruñido, doy un paso lateral para zafarme de él, pero el tipo me está asiendo firmemente por el cuello de la chaqueta.

No tengo tiempo para pensar.

Con un gesto rápido, agarro los antebrazos de mi enemigo e intento desembarazarme de él, golpeándolo varias veces. Si no me deshago pronto de él, acabaremos cayendo los dos hacia nuestra muerte. Y no puedo morir aún. Con todas mis fuerzas, tiro de sus brazos hacia un lado y lo empujo en un movimiento rotatorio hacia el precipicio, intentando hacer que pierda el equilibrio. Pero no es tan fácil…

Mientras buscaba hacer la llamaba un celaje me sobresalto solo para darme cuenta que una sombra se materializaba frente a mi con forma humana. La silueta correspondia a la de un hombre que me apuntaba con su escopeta presto a disparar como habia hecho con Anders.

Habia sido una estupida al no buscar cobertura y confiarme de Albin. Ya no importaba. Una vez mas estaba en el filo de la muerte y de ese disparo no iba a sobrevivir, si llegaba a impactarme a esa distancia mi cuerpo se partiria en dos y cada parte caeria en los Campos Eliseos seguramente. Ni siquiera lo pense. En esos momentos una no pensaba solo reaccionabas. Habia los que se quedaban helados, otros gritaban y otros se orinaban, muy pocos buscaban cobertura o hacian movimientos de esquiva y casi nadie atacaba. Yo siempre lo hacia.

Nunca reacciones como se espera de ti. 

Era una consigna de mi maestro cuando entraba en combate. Y tambien lo aplicaba a la vida.

No tenia el arma en mi mano, solo el telefono porque atendia a Anders asi que simplemente salte contra mi enemigo. La corta distancia podria hacerle fallar, mi peso podria desbalancearlo y darme chance a disparar, podria hacerle fallar para ganar tiempo, podria podria podria....

Mis ojos miraba el cañon de la escopeta siguiendo mis movimientos mientras saltaba contra el hombre y mi mente solo esperaba el ultimo fogonazo que acabaria con mi vida. Otra vez. 

En el aire mientras daba mi ultimo salto saque mi arma de nuevo y si llegaba impactar con su cuerpo el hombre habria fallado y yo dispararia a quema ropa o tal vez ambos disparariamos o tal vez ambos fallariamos o tal vez....

Saltó con ímpetu hacia el hombre del rifle que le disparó sin inmutarse. Leah también disparó, pero nada más apretar el gatillo notó como su cuerpo retrocedía en el aire por el impacto de la escopeta. Sintió algo caliente que le entraba por el costado y olió la sangre de su oponente.

El teléfono se perdió en la niebla. No su pistola que mantenía agarrada.

Cuando el cuerpo de ella golpeó el suelo se incorporó casi como un resorte. Su piel, que se había oscurecido hasta parecer cubierta de ceniza estaba dura como si fuera de madera pero no se sentía rígida. Esquirlas de metralla se habían incrustrado en su costado destrozando su ropa y se mantenían incandescentes sin hacerle más daño que una quemazón que quedaba eclipsada por su hambre.

El hombre de la perilla se había ocultado en la niebla tan rápidamente como había salido de ella.

Pero ahora su sangre, en el suelo brillaba a los ojos de Leah. Un rastro que la niebla no podía cubrir.

Fue Mats quien finalmente perdió el equilibrio en el aparatoso forcejeo. Un paso en falso hacia atrás y su oponente consiguió soltarse de un empujón.

Las piedras se desprendieron bajo sus pies y  el periodista cayó, rodando hacia abajo.

Tras dar dos vueltas de campana Mats pudo agarrarse a un matorral, quedando su cuerpo en el aire, sin hacer pié.

El hombre que le había empujado le miró desde su posición privilegiada un par de metros más arriba. Con una sonrisa que tenía algo de sádica agarró un pedrusco y se disponía a lanzárselo a la cabeza cuando la hierba que mantenía al periodista sujeto cedió y éste siguió cayendo con la planta en la mano, arrancada de raíz.

Primero golpeó las ramas de un árbol, cayendo sobre la copa de otro, escuchimizado, que estaba tan suelto por los corrimientos de tierra que terminó de desprenderse y se tumbó. Siguió Mats rodando hacia abajo, sobre la maraña del árbol caído, sintiendo el roce de todo tipo de vegetación espinosa y pero evitando el impacto en seco con las rocas, hincándose algunas piedrecillas y tragando tierra. Y al fin, mucho más abajo, se detuvo. Tumbado, le costó un rato darse cuenta de que seguía vivo. Le dolía todo el cuerpo pero poco a poco pudo ir sintiendo el despertar de todos sus miembros. Tenía magulladuras y pequeños cortes por todas partes pero cuando recuperó el aliento notó que podía moverse y no se encontró heridas de importancia ni ningún hueso roto.

A un par de metros, en el fondo del barranco, fluía un riachuelo. Arriba sonó otro disparo. Y otro. Casi simultáneos.

Como pense en mi ultimo desgraciado instante sali volando por el aire despues del impacto. 

- Ahhhhhhhhhhhhhh!!!!!!!!!!!

Mi grito fue mas por la sorpresa de verme sometida en mis momentos finales y nisiquiera podria ver el cielo ahora cubierto por la densa niebla. Moriria como una estupida, sola y reventada por dentro. Mientras giraba en el aire supe que habia podido disparar, el hombre estaba herido, tenia que estarlo, pero mi ultimo pensamiento fue para Daniel, asi debia ser. 

El ultimo aliento de mi cuerpo seria para el. 

Cai al suelo como un fardo, como una muñeca, como una piltrafa pero para mi sorpresa estaba entera y no estaba en los Campos, solo a pocos metros detras.

Me levante confundida, el abdomen me dolia a horrores, era un dolor de quemadura, ardor, pero no sangraba. Estaba entera. De rodillas sobre la grama me quite la chaqueta y la blusa que estaba destrozada por los perdigones y pude ver mi piel. Estaba ennegrecida como ya conocia, pero estaba intacta. Mis manos sacudieron mi abdomen como si fueran brasa pegadas a la piel y luego ese olor a carne asada, pero esta vez era mi carne. 

Respire profundo asimilando todo lo que habia pasado. Estaba viva, estaba conciente, estaba entera y.... 

...tenia hambre...

Mi pecho se hinchaba acelerado por mi respiracion mostrando mis senos bajo el sujetador sintiendo como una necesidad incontrolada se crecia desde mi centro. El rastro de sangre del hombre se me hizo vivido a traves de la niebla, se me hizo fosforescente, se me hizo mi unico camino en la vida. Mi azimuth.

Me levante con mi arma en la mano y sali corriendo tras mi presa. Con la niebla el no me veria pero yo tenia su rastro, su olor, corri evitando ir tras su rastro para que no pudiese sentirme, iba de un costado a otro buscando. Cuan lejos podria haber ido.

... esta vez comere....

Finalmente, a pesar de mis denodados esfuerzos, el tipo se sale con la suya y consigue hacerme perder pie. Agito los brazos en la oscuridad, intentando agarrarme a lo que sea, pero nada puede evitar que me precipite hacia el vacío. Después de una larga y aparatosa caída en la que apenas soy consciente de lo que pasa, aterrizo plano sobre mi espalda, lo que me hace perder todo el aliento. Estoy seguro de que me he roto todos los huesos del cuerpo… pero, extrañamente, solo noto abrasiones en manos, codos y rodillas, además de un dolor contuso y pulsátil en varias partes. Con sumo cuidado, intento moverme, solo para darme cuenta de que puedo hacerlo sin ningún problema. Contra todo pronóstico, he resultado ileso de la caída.

Me levanto pesadamente, tosiendo por culpa del polvo en suspensión que ha agitado mi caída. La oscuridad es casi total, lo que me dificulta mucho ver dónde estoy. Afortunadamente, eso significa que yo también soy difícil de ver. Doy un par de pasos hacia atrás, alejándome del risco, y no me doy cuenta del arroyo que discurre cerca de mí hasta que meto los pies en el agua fría, con un chapoteo. Perfecto.

¿A dónde voy ahora? ¿Qué demonios hago? Necesito volver arriba si quiero que me encuentren…

Leah se movió silenciosamente en zigzag perpendicular al rastro del hombre herido. En la oscuridad de la noche, atravesando la niebla, cada gota de sangre brillaba como una estrella.

Tardó un largo cuarto de hora en dar con él. Lo sorpendió escondido tras una roca, apuntando con su escopeta hacia un lugar en la niebla en el que se adivinaba una silueta humana, la de Albin, estaba esperando un blanco seguro. El silencio era total.

Leah no le dió oportunidad. Le disparó en la sien y sus sesos salpicaron en la roca en la que estaba parapetado cayendo su cuerpo vencido al suelo, con el arma todavía agarrada con fuerza.

Albin se giró hacia el ruido de la detonación y no bajó la guardia mientras ella se acercaba al cadáver. Estaba muerto pero todavía la miraba, despavorido.

Lo que vino ahora lo hizo Leah por instinto valiéndose de una fuerza que le nacía desde su interior. Era una obligación que tenía que hacerse, un compromiso con el cosmos entero que se le imponía. En su natuarleza estaba matarlo de una forma más allá del alcance humano. Para con ese desgraciado todo estaba decidido. Y no había decidido otro más que él mismo. Ahora había que terminarlo.

Con sus uñas negras y duras le abrió la caja torácica como si fuera un cangrejo y un vapor caliente salió del cadáver aumentando todavía más su hambre. Luego le cogió el corazón con cuidado, que todavía latía.

Lo arrancó y pesaba mucho, como si fuera de plomo, lo levantó hacia el cielo y de la boca de ella salieron versos en un idioma que no conocía pero que podía entender, declamando palabras sagradas que desde hace muchos siglos no se decían en este mundo:

-Has cometido iniquidad respecto de los hombres; has matado a parientes; mentido en lugar de decir la verdad; has traicionado; has hecho mal a todo el que te has cruzado en tu vida; has causado sufrimiento; has sustraído las ofrendas a los dioses... Por eso Osiris te juzga culpable y arroja tu pesado corazón a mis fauces.

Soy Ammit, la devoradora de los muertos.

Osiris te condena a tu segunda muerte y comiendo tu corazón mato tu cuerpo inmortal y dejas de existir para siempre.

Soy Ammit la devoradora de corazones.

Y comió su corazón con ansia, sintiendo a cada mordisco la fuerza de ese hombre penetrando en sus venas. El corazón de ella comenzó a latir, ahora más fuerte, más lento.

Habia alcanzado mi presa. Estaba delante de mi esperando para ser ingerida, sentia las ansias en mi cuerpo llamandome para alimentarme, nutrirme y acabar con el mal sobre la tierra, era yo el instrumento de Dios, el instrumento de un Dios, era Dios.... no importaba, solo el hambre importaba.

Pero el hombre no me habia escuchado, no sabia que su ultimo segundo habia llegado y con cierta preocupacion vi como apuntaba a la silueta de otro hombre que con certeza percibi como Albin. Su muerte no importaba en lo mas minimo solo alimentarme pero porque dejarle morir, podia ser util.... aun.

Dispare el arma contra el craneo del hombre con la escopeta pero esperaba no matarle. Queria hacerlo con las manos. La bala lo abatio dejandole moribundo y listo para ser ingerido. Lo gire para sentarme sobre sus cintura. En otro momento hubiese deseado que fuese Daniel penetrandome con sus ansias humanas haciendo mujer de nuevo pero en ese momento nada estaba mas alejada que el sexo, pero si habia placer.

El hombre me miro por ultima vez antes de sentir mis manos entrar por su estomago al perforar el abdomen. Con una fuerza desconocida arranque su corazon bajo la caja toraxica y sacandolo al aire pude apreciar el majar palpitante entre mis dedos. 

Extrañas palabras desconocidas salieron de mi boca en un conjuro antiguo que me permitieron devorar tan suculento alimento dandome un proposito, una razon de vivir, un destino. De momento ni siquiera me sentia como yo misma, era otra persona, otro ser atrapado en este cuerpo mientras disfrutaba de todo aquello. Mis dientes se afilaron tal vez como cocodrilo pero sentia mi piel tersa y abrillantada como la de una leona y la sed de un hipotatamo, Sed que seria saciada muy pronto.

El nombre Ammit resono en mi memoria como si formara parte de mi, como si siempre hubiese estado alli esperandome, oculta bajo la grasa de mi piel. Ahora ya habia salido y Leah era apenas un celaje.

Mi cuerpo se inflo al sentir los nutrientes embebidos en la sangre del homicida. El extasis recorrio mi cuerpo y volvi a sentirme viva, plena, llena y voraz. No podia detenerme antes cada bocanada de vapor, de sangre, de carne.... parecia una leona comiendo las entrañas de mi presa y eso era realmente, sin importarme cuando sucia podria quedar, de hecho, mientras mas sucia era mejor, mas visceral, mas basico, mas exquisito. 

El corazon quedo triturado en mis fauces pero mis manos ahora sostenian el higado y sin pudor tambien comence a morderlo, saborearlo, ingerirlo, asimilarlo. Era mas suave, tierno y algo mas acido, seguramente por una vida dedicada al alcohol, lo lance a un lado con asco. El desprecio del que no merece ser comido.

Saque parte de sus intestinos solo para hacerme espacio y poder apreciar mi festin. Los pulmones se me hacian gomosos al final, pero debia probarlos, todo estaba alli para mi. El pancreas fue una deliciosa sensacion, una mezcla entre lo hormonal y lo hepatico por lo que habria otorgado al menos una estrella Michelin.

Podria guardar el bazo para mas tarde pero no tenia refrigerador. Mis dedos untados en esa crema exquisita siguieron sacando partes del hambre solo por probar cada parte. Al final quedaria llena, como una cerda, por eso tenia que probarlo todo antes de ese momento. 

Hummm, los ojos....

Cerca de mi una silueta se formo. Albin se acercaba, no importaba. 

El tiempo se habia detenido y mi hambre iba menguando. Aun tenia otras partes que saborear porque tenia que interrumpirme la silueta. No le preste atencion. 

Mientras seguia probando partes de mi victima que no llegaria a la vida a eterna y cuya existencia era borrada de toda registro cosmico la esencia de Ammyt ceso un poco para que la conciencia de Leah apareciera de pronto.

Me vi a mi misma con mis manos envueltas en la sangre de ese ser. No sabia cuanto habia comido pero con asco salte de su cuerpo y me quede arrodillada a su lado  asimilando lo que habia pasado.

_{- No, no nooooooo....}

Casi ni podia pensar con claridad. Una cosa era matar pero hacer lo que habia hecho, racionalizarlo era una locura. En que me habia convertido.

- NOOOOOOOOOOOOOOOOOOOO!!!!!!!!!!!!

- NOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOO!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!

Grite con todas mis fuerzas, un y otra vez, convencida de que mi lado humano se habia ido, habia desaparecido, ahora era otra cosa, una aberracion.

Me acurruque en el suelo con ganas de llorar pero las lagrimas no salian. Ver el cuerpo me daba un asco tremendo, saber que lo habia comido y con tanto gusto pero no habia nada que vomitar. Ni siquiera tenia algo en el estomago, todo lo habia asimilado. Estaba completamente cubierta de su sangre, tanta que ni siquiera me preocupada mi falta de blusa ni me molestaba la baja temperatura. De hecho me sentia muy bien, rozagante, rejuvenecida, hermosa.

Albin estaba allí y Leah no podía saber cuánto había visto. Frente a ella yacía un cadáver reventado, una maraña de huesos y vísceras que recordaban a uno de esos animales devorados por las fieras que abundan en los documentales de la televisión. Ella estaba cubierta de sangre y vestida apenas con unos jirones de lo que fue su ropa.

El rostro de Gobier transmitía gravedad pero no pasmo, ni pánico. Si acaso preocupación.

Apartó la mirada al suelo en cuanto ella le gritó, poniéndose el dedo indice sobre la nariz y moviendo la palma de esa mano al suelo, quizá pidiendo templanza, o silencio. Se quitó la gabardina pasándose la pistola de una mano a la otra y la dejó caer delicadamente lo más cerca que pudo de ella sin apenas acercarse, mirando ahora hacia la niebla.

Y se quedó allí, cubriéndola, el tiempo que hizo falta hasta que ella pudiera reaccionar y moverse.

Mats subió con brío por el barranco calculando más o menos por qué lugar llegaría antes al coche accidentado. Trepó en silencio y cuando llegó arriba la niebla era tan densa que pronto se dio cuenta de que se había perdido.

El vehículo debía estar cerca, pero había perdido totalmente la orientación y no podía distinguir nada más allá del par de metros.

Tras enfrentarse a Mats Filo escuchó los disparos y las palabras de Leah. Decidió volver al coche y huir, tratando, de paso, de llevarse a Ada.

Después de un ascenso relativamente rápido y sin contratiempos, llego a la cima del promontorio en el que me encontraba antes de caer. Sin embargo, para mi sorpresa, la niebla se ha vuelto tan espesa en este rato que soy incapaz de ver nada que no sea un telón ondulante y gris. Esto no es natural, pero no me sorprende.

«¿Qué hago ahora? Piensa, piensa…».

El obligado parón pone fin al impulso de la adrenalina, dejando atrás un extraño aturdimiento. Es entonces cuando el dolor de todo mi cuerpo parece acentuarse, y el miedo aparece cuando al fin tengo un momento para detenerme a pensar la facilidad con la que podría haber muerto. En realidad, si sigo vivo es porque he tenido muchísima suerte. La posibilidad de haberme partido el cuello o la cabeza, o peor aún, de haber quedado paralítico como mi amiga, ha sido muy real. Las náuseas hacen presa de mí, y casi sin esperármelo, vomito en escopeta, soltando un chorro repentino de contenido gástrico a medio digerir. Mierda… Tengo todo el cuidado del mundo, y aún así no basta… Pero tengo que seguir intentándolo. Sacudo todos los pensamientos pesimistas de mi mente y empiezo a moverme todo lo silenciosamente que puedo, sin olvidar que uno de mis perseguidores iba armado. Ya ha pasado rato desde que convoqué a Berisha y a mi prima Ellisif, con lo que imagino que pueden estar cerca de aquí; pero nunca me encontrarán con esta niebla. De modo que lo mejor será moverme con cuidado para explorar la zona, con la esperanza de que esto termine…

Albin con su mirada preocupada sobre mi fue un balsamo para mis angustias. 

Al final me incorpore quitandome la blusa y limpiandome con los restos de mi ropa la poca sangre que pude limpiar. Me puse la gabardina de Albin y cubri con ella mi desnudez sintiendome fragil de momento.

Lo mire y no habia mucho mas que decir. Ni siquiera sabia como justificarme o como explicarlo.

- No se lo que paso Albin, no era yo misma....

Miraba al suelo porque no me atrevia a mirar su rostro. Gire para ver el cuerpo del hombre con desprecio. 

- Tenemos que ayudar a Anders, lo viste? Viste a alguien mas? Podemos separarnos si quieres, estare bien, pero perdi mi celular, tenemos que salvar a Anders!

De momento esperaba que Albin tomara una desicion, yo estaba muy alterada.

Albin también miraba al suelo. No respondió a las palabras de Leah.

Mientras ella se abrochaba la gabardina beige, grande para su talla, sintió como su sangre volvía a moverse. Sintió frío.

Encontraron rápido a Anders Berisha. Seguía allí, cerca del coche accidentado, que todavía mantenía encendidos sus faros. Anders se incorporó con la ayuda de Govier. En ningún momento había soltado el arma.

Un viento silencioso y frío aspiró repentinamente la niebla, dejando ver, a poco más de cinco metros, abriéndose paso entre las nubes como si fuera un gigante, al que sin duda era el señor Bergstrøm.

Su altura rondaría el metro noventa, su pelo era rojo como había descrito el señor Berisha. Sus rasgos eran duros y su expresión grave, y aun así no resultaba hosco o agresivo.

Reconoció la luz de los faros del coche accidentado que le había traído hasta aquí.

Mats se había movido en silencio, cortando la niebla a su paso, oyendo tan sólo su propia respiración.

Y en ese punto la niebla se marchó, como si fuera un ser vivo cuya invocación había terminado. Su movimiento creó una brisa fría.

Al abrirse, junto al coche, quedaron al descubierto tres personas armadas. A no más de cinco o seis metros.

Una era el señor Berisha. Herido en un costado. Otra era Albin, y una tercera era una mujer joven y de baja estatura, de aspecto un tanto extraño: vestía una gabardina que le venía grande y tenía la piel pálida, macilenta. La gabardina, color beige, impoluta, contrastaba con su cara toda manchada de sangre, al igual que el pelo.