Partida Rol por web

Haber encontrado a Anders vida fue una nueva motivacion a la par de que volvia a sentir mi cuerpo. Sabia lo que significaba y tambien sentia que esta vez duraria mucho mas, por ello agradeci la gabardina de Govier. 

Entre los dos ayudamos a Anders a levantarse para salir de alli mientras le indicaba al agente herido que habia matado al que le disparo. 

No habia detenido en detalles cuando la niebla se disperso y apunte a una silueta que se nos acercaba hasta que Albin me hizo bajar las manos. Era Mats Bergstrom, el hombre que habiamos venido a buscar.

Sabia que estaba hecha un desastre y tenia sangre en todo mi cuerpo e incluso en la cara y  mi boca. Aun sentia su sabor, pero al guardar mi arma trate de mostrarme serena y con compostura. 

- Vamos a Anders, necesitas un hospital.

Y yo necesitaba ropa.

Caminando con cautela y manteniendo en todo momento la cabeza ligeramente agachada, me abro paso entre la maleza, casi a tientas. Mi mirada busca incansablemente alguna forma reconocible a través de la bruma, tan densa e impenetrable que casi podría masticarla. No tardo en vislumbrar los faros del coche de Ada, mirándome como los ojos de un depredador expectante, listo para echarse sobre mí al menor descuido. Y de pronto, por arte de brujería, la niebla se disipa, como el sueño de la mañana al contacto del agua de una ducha fría. Y sé que ella se ha marchado, y que vuelvo a estar solo.

O casi.

Instintivamente, me agacho al ver que la capa protectora de la niebla se hace jirones a mi alrededor, en un esfuerzo poco menos que inútil por ocultarme entre la vegetación de la zona. Junto al vehículo, justo frente a mí, varias figuras emergen del fino velo nebuloso que termina por desaparecer. No es hasta entonces que los reconozco. Uno de ellos es el inspector Govier; desde luego, no puede decirse que esperara encontrarlo aquí. Otro es el señor Anders Berisha, que se resiente de una herida en el torso. No puedo dejar de preguntarme si acaso no habrá sido alcanzado por los disparos que he oído antes. En un principio asumo que la tercera y última persona que me aguarda a poca distancia, una joven morena y pálida, es Ada Bytnar… Pero el pensamiento desaparece de mi mente en cuanto puedo verla mejor. En realidad, no se parece en nada a ella. La mujer, de cabello largo y ensortijado, está cubierta de sangre de los pies a la cabeza, una visión que me impresiona bastante. Antes de que acierte a decir nada, la desconocida levanta un brazo hacia mí. Veo que tiene una pistola en la mano; me está apuntando. Me quedo congelando en el sitio, como un gamo a punto de ser abatido por un cazador, pero afortunadamente, Govier le indica a la mujer que no me dispare.

Joder.

La joven baja su arma después de unos tensos segundos. No es hasta entonces que me doy cuenta de que había asumido una posición defensiva que de bien poco me habría servido, con las manos levantadas para proteger mi rostro y las rodillas dobladas. Lentamente, me enderezo. Dubitativamente, empiezo a acercarme a ellos, despacio, con una ligera aunque perceptible cojera. Mi rostro expresa una absoluta confusión.

—Vendela se ha ido —informo, con una voz ronca y sorda—. Ha intentado acabar conmigo, pero yo… la he derrotado. Creo… —Comienzo a respirar a profundas bocanadas, y mi atención se centra en mi amigo Berisha—. Anders, ¿cómo estás? ¿Quién te ha hecho eso?

Me acerco a Berisha con la intención de ayudar a moverlo, pero veo que Govier y la extraña desconocida ya están cargando con él. Lanzo un suspiro.

—Pensaba que vendrías con Ellisif… ¿Está bien? Y… ¿Habéis visto a Ada Bytnar? Estábamos intentando escapar cuando esos dos nos acorralaron y… —La cabeza me da vueltas; ni siquiera estoy seguro de estar diciendo las cosas de manera comprensible. Me aclaro la garganta—. Ada. No la veo. ¿Dónde está?

El hombre se acerco y su reaccion junto con la de Albin me dio a entender que era quien habiamos venido a buscar. Hablaba de alguien mas. Ada, Ellisif?

Cada vez sabia menos de todo y eso me desesperaba. Estuve a punto de reclamar pero nuestra prioridad era sacar a Anders de alli aunque no parecia en estado critico.

- Ustes es Matt verdad? Hay alguien mas en peligro?

Debia saberlo porque no podriamos irnos y dejar alguien a atras. Mire a Abin para que entendiera mi razonamiento. Tal vez el se podria encargar de Ander ahora que estabamos mas cerca de nuestro punto de entrada si es que habia que rescatar a alguien mas.

- Un hombre ataco a Anders con una escopeta, pero ..... ya lo, me detuve un momento. - Ya esta muerto.

No habia porque dar mas detalles y en ese momento me cerre mejor la gabardina de Albin para no mostrar mi cuerpo desnudo y lleno de sangre. Dios, como necesitaba un espejo y un lavamanos.

Mientras seguiamos sacando a Anders espere mas detalle o su informacion para tomar una desicion. Por otro lado Albin deberia llamar a otro helicoptero. 

Me quedo mirando a la extraña que acaba de apuntarme con un arma. Aunque intento no ponerme a la defensiva y mostrarme todo lo abierto que las circunstancias permiten, no puedo evitar que una mirada de suspicacia cruce fugazmente mi rostro. Cuanto más la observo, más me invade una sensación rara, una cuyo origen soy incapaz de señalar con precisión. Sacudo la cabeza, tratando de alejar esos pensamientos. Al fin y al cabo, si está con Berisha y Govier es que es una de las buenas, ¿no?

«Las buenas». ¿Acaso significa algo esa expresión?

—Sí, soy Mats —me presento, sin saber muy bien cómo empezar a explicar quién es Ada, qué estábamos haciendo aquí los dos y cómo acabó torciéndose todo—. Ada Bytnar. Es una de las discípulas de Vendela Döbeln. La conozco desde hace algún tiempo, y no es como los demás. Es una víctima. Quiere salir. Y yo creí que podría ayudarla… Pero era una trampa. Sabían desde el principio que iría a buscarla, y le habían dado instrucciones para que me llevara con ellos. Yo… Yo era el siguiente… —El impacto de mis propias palabras me provoca vértigo. Tengo que respirar hondo un par de veces antes de continuar. Ni siquiera estoy seguro de que lo que estoy diciendo resulte coherente o siquiera inteligible—. Pero no lo hizo. Logré convencerla de que podríamos escapar. Y lo hicimos. Escapamos, aunque por poco tiempo. Enseguida nos dimos cuenta de que nos estaban siguiendo. Nos hicieron salirnos de la carretera… —explico, señalando el coche accidentado, no muy lejos de nosotros—. Perdí a Ada. Ella fue por un lado y yo por otro. Me condujeron hasta ese barranco de allí, y entonces… Vendela habló conmigo, vistiendo la máscara de uno de sus hombres. Pero la vencí. —Una sonrisa de triunfo ilumina mi cara—. Sea lo que sea que intentase hacerme, fracasó. Fue entonces cuando me tiraron por el precipicio… Joder, ni siquiera sé cómo sigo vivo.

Escucho a la mujer cuando me explica que el tío del arma está muerto. Advierto un timbre de duda cuando nos lo cuenta, lo que me hace deducir que es ella quien lo ha matado.

—Pero, entonces… —Vuelvo a ponerme alerta, mirando en todas direcciones—. Entonces aún queda el que me tiró abajo. ¿No habéis visto a nadie más?

Sin decir nada más, echo a andar a paso rápido hacia la carretera, resintiéndome de las magulladuras de todo mi cuerpo. Si ese hombre escapa, es muy probable que se lleve a Ada. Y sé muy bien qué pasará si eso ocurre. De repente, mientras camino, una pregunta salta a mi mente.

—¿Cómo está Arthür? ¿Está a salvo?

Ada, Vendela, Arthur???? Quien coño es esta gente....

Ademas que son? Soñadores, vampiros, fantasmas, criaturas diabolicas, zombies o teletubbies....

Escuche con vehemencia pero por dentro estaba que explotaba sincellamente por no saber. Cuando carajo me iban a dar el manual de criaturas 101, o Submundo para dummys.

Habiamos venido a buscar a Matt, esa era mi mision y ahora resulta que una tal Ada tenia problemas y alguien mas por alli queria agarrarla. Mire a Albin como si importara. Se supone que deberia saber quien carajo era Arthur?

- Soy Leah... bueno Renee. Negue con la cabeza confundida yo misma. 

- Leah, soy Leah. 

Era mas facil decir mi verdadero nombre. Una cosa era decir mi nombre y otra decir que era yo. Ni yo lo sabia.

- Albin ya estamos en el borde del parque, puedes ocuparte de Anders, yo ire con Matt a buscar a su amiga, despues podemos contactarte. Mierda perdi mi telefono. 

Al escuchar los disparos Ada había corrido y corrido con lágrimas en los ojos. Dejó pasar varios coches pero paró un autobús haciendo señas.

Albin asintió a las palabras de Leah. Se aseguró de que Mats sí tenía teléfono y le informó que Arthür estaba bien.

Cuando el periodista -Mats- mencionó a Ada, Govier con mirada filosa de desconfianza anotó en su móvil el número de Mats, le hizo una llamada perdida para asegurarse de que había cobertura y dejar su número accesible y a continuación escribió un mensaje de texto mientras hablaba.

-Estoy llamando al helicóptero para venga a por nosotros, en cuanto traslade al señor Berisha a la clínica…

Anders negó con la cabeza.

Acordaron que en cuanto llegara el helicóptero Berisha y Govier buscarían desde el aire mientras que Mats y Leah lo harían por tierra. Tras pedir una sucinta descripción física de Ada el señor Berisha le dió a Mats su linterna.

-Tu prima está al llegar. Ella viene por la carretera, con la moto.

No habían pasado ni cinco minutos desde que se habían visto por primera vez y Mats y Leah caminaban monte a través en busca de Ada.

La carretera estaba a unos cien metros, pendiente arriba, iluminada sólo por algún que otro coche que, esporádicamente, pasaba por allí.

Mats vio que el vehículo de sus perseguidores seguía aparcado junto a la curva, con los faros encendidos.

Parecía muy importante la mujer que venía en moto pero una vez más no pregunté nada.

Continuamos buscando a Ada confiada de que Govier cuidaría a Anders. Al menos la niebla se había disipado.

Mientras caminábamos saque mi arma y avanzaba con cautela para no ser sorprendidos.

Mats tienes algún arma?

Un suspiro de infinito alivio escapa de mis pulmones al enterarme de que Arthür está sano y salvo; no sé qué haría si algo le sucediese. No puedo ocultar mi sorpresa cuando oigo hablar de un helicóptero, pero a decir verdad, una vía rápida para salir de aquí será más que agradecida. Los presentes nos ponemos de acuerdo para coordinarnos en la búsqueda de Ada, tras lo cual, para mi tranquilidad, el señor Berisha me informa de que mi prima Ellisif se encuentra bien y viene de camino. Después, la joven que no parece estar segura de cómo se llama y yo empezamos a buscar a Ada por tierra, tal y como habíamos convenido con Berisha y Govier.

Se me hace extraño caminar junto a esta mujer a la que no conozco de nada. Mientras nos desplazamos a grandes zancadas por la vegetada superficie, apovecho para examinarla en un par de ocasiones. Me doy cuenta de que está desnuda debajo de una amplia gabardina que obviamente no es suya, y me pregunto si acaso no será otra víctima de la secta homicida de Vendela, rescatada justo a tiempo por el inspector Govier. Por otro lado, se desenvuelve con una determinación inusual, y parece sentirse cómoda con una pistola en la mano, lo que me hace pensar en alguna clase de trasfondo policial o incluso militar.

Y toda esa sangre…

La visión del coche de nuestros perseguidores me saca de mis pensamientos. El tipo que sigue vivo aún no se ha ido, lo que significa que todavía estamos a tiempo de salvar a Ada. Con cierta sorpresa, oigo cómo Leah me pregunta si llevo pistola.

—No —respondo inmediatamente, jadeando ligeramente debido al esfuerzo de moverme por el irregular terreno en mi estado—. Y para serte sincero, no sé si serviría de mucho. Me temo que tengo una puntería pésima… —Agachándome un poco y aminorando el paso, continúo caminando hacia el coche de los sectarios—. Echemos un vistazo a ese coche, ¿te parece? Vamos a ver si podemos averiguar algo de esos tíos.

- En serio no tienes armas?

Maldita sea, es que acaso vamos a protegernos con nuestras buenas acciones.

Mire completamente desconcertada y fuera de mi a Mats.

- Entonces no hagas nada estúpido, vale?

Ahora tenia que tener mis sentidos agudizados por mi y para proteger a este señuelo ambulante que no tenia como defenderse. Al menos seguramente le disparan primero que a mi. Para Cesar Pillet parecía importante así que no podía dejar que le pasara nada.

Daniel, donde estoy metida….

Me mordí los labios pensando lo peor. Finalmente llegamos a un auto y por más que trate de visualizar el interior preferí buscar huellas afuera y siempre verificando el perímetro para no ser sorprendidos.

- Mats, por favor quédate donde te vea. Le regañe. – Encontraste algo?

Mientras trataba de agudizar mi visión para ver más allá de lo evidente. Por otro lado el hombre que yo había matado tenía una escopeta. Donde estaba esa escopeta ahora. Podría llegar hasta allá y seguramente perdí mi celular por allí. No es que fuese importante pero dejar una escopeta por allí a la buena de algún niño si que lo era.

Había demasiados lugares donde esconderse y sorprendernos, eso me ponía muy nerviosa.

- Oye, me puedes comentar a quien estamos buscando o porque te buscan o a que grupo pertenecen para saber un poco más, la verdad solo sé que vinimos por ti y estoy un poco perdida con todo esto y Albin, pues no me habla mucho sabes?

Hable sin mirarle, siempre cuidando alrededor.

Arrugo la nariz cuando Leah me sugiere no hacer ninguna estupidez. ¿Me lo dices o me lo cuentas? Como si no me hubiese enfrentado a suficientes horrores últimamente como para saber que corro peligro. Su talante sobreprotector a la par que condescendiente no hace sino confirmar lo que ya sospechaba: debe de tratarse de una poli. Esta actitud se repite una vez más mientras examino el interior del coche desde cierta distancia, haciéndome poner los ojos en blanco. Sin embargo, no se lo tengo en cuenta: comprensiblemente, los dos estamos muy nerviosos. Sin responderle, me acerco a una de las ventanillas laterales, utilizando las manos a modo de orejeras para ver mejor, pero está demasiado oscuro. Entonces, la joven me hace de sopetón una serie de preguntas cuya respuesta sospecho es mucho más larga de lo que imagina. Lanzando un hondo suspiro, me vuelvo hacia ella, con las manos en las caderas.

—Bueno, Leah, dado que estás metida en este fregado, me imagino que puedo saltarme todo ese rollo de «sé que lo que te voy a contar es muy difícil de creer», ¿no? —empiezo, enarcando una ceja con cierta sorna—. Asumo que habrás visto como mínimo tanta mierda como yo, solo que desde otra perspectiva. El caso es que no sé qué sabes y qué no, y no sé por dónde empezar, así que lo haré por el principio. Me perdonarás si me salto algunos detalles, pero por mucho que me gustaría, ahora mismo no tenemos mucho tiempo para ponernos a charlar. —Lanzo un vistazo alrededor por si hay alguien en las cercanías, y me preparo para comenzar mi resumen—. David Montillet. El periodista que se mató en un accidente de avioneta, ¿sabes? Pues resulta que no se mató, sino que fingió su propia muerte. Me enteré cuando él en persona me contrató para buscar a su hija, a la que había olvidado… o mejor dicho, alguien le había hecho olvidar. La que estaba detrás de todo era su esposa, Vendela Döbeln, una bruja en el sentido más literal. Dirige una secta esotérica de lunáticos que se dedican a hacer desaparecer a personas, haciendo que todo el mundo, incluso sus seres más cercanos, las olviden como si jamás hubiesen existido. Normalmente, los secuestrados acaban apareciendo muertos en lagos de parques. La verdad es que no tengo ni idea de por qué hacen eso, pero parece que quieren abrir las puertas del Hades o algo por el estilo… —Resoplo. Seguro que si Arthür estuviese aquí, podría explicárselo mucho mejor—. Pero eso no importa. Lo que importa es que tenemos que detenerlos. Vendela es lo que llamamos una «soñadora». Puede meterse en los sueños de otros y poseerlos o controlarlos de alguna forma, como si fuesen sus marionetas. Y Ada Bytnar, a la que estamos buscando, era su protegida. Una alumna aventajada, podríamos decir. Pero se le ha rebelado, y ahora está en peligro.

Me agazapo entre la hierba, con la intención de ser más difícil de ver. No sé si Leah me sigue o si le estoy soltando demasiados conceptos de golpe, pero realmente no tenemos tiempo para que sea de otra forma.

Y luego está el otro.

—Luego está Eugene Masaryk. No sé mucho de él, ni siquiera si tiene alguna relación con Vendela y su secta, pero es muy, muy peligroso. —Me viene a la cabeza la conversación que tuve con mi padre, en la que me sentí como un soldado apreparándose para ir a la guerra. Suspiro—. Alguien me dijo que es el Diablo. Literalmente, no es una forma de hablar. Él es lo que la gente conoce como Satanás… Y joder, por lo que he visto, podría ser cierto…

Me quedo mirando a Leah, a la espera de su reacción. Realmente desearía poder explicárselo todo con más detenimiento, pero el tiempo apremia.

—Y créeme, te he contado solo la punta del iceberg…

- Si por favor. (En respuesta a recibir solo el resumen)

Mientras escuchaba solo podia asentir con vehemencia pero cada vez que hablaba y daba mas detalles mi ojos se abrian mas y mas.

Lo que era cierto es que Mats sabia. Sabia tanto o mas que yo. 

Y lo mas importante es que no iba armado. Como carajo sobrevivio.

- Los soñadores, si los conozco, vamos tras ellos. Continua.

Y asi lo segui escuchando hasta que menciono a Eugene....

 - Eugene Masaryk! Rubio, bien parecido con estilo de galan de pelicula y aire de Brad Pitt capaz de conquistar a cualquiera?

No necesitaba respuesta a mi pregunta. Tal vez hasta podria cambiar de apareciencia pero ese maldito tenia un solo nombre, y yo tenia una bala para el.

Sin darme cuenta habia me habia acercado a Mats con el arma hacia abajo. Habia bajado la guardia. Mi mente se perdio en recuerdos, en lagunas insondables, en torturas que trate de alejar.

- Maldito seas Eugene. 

Camine hacia el bosque sin darme cuenta que caminaba hacia el bosque alejandome del lugar o caminando en circulos hasta que respire profundo quedandome con el recuerdo de Daniel. Ni siquiera tenia frio. Regrese a donde estaba Mats que me miraba extrañado, aunque no sentia que me juzgara. Al parecer habia pasado tanto o mas que yo. No! Mas que yo no era posible.

Guarde el arma y me quite la gabardina mostrando mi torso desnudo. Mi brassiere cubria mis senos pero nada mas. Mi boca aun con restos de sangre hacia que esta se perdiera hacia mi cuello y mi pecho en largas tiras de sangre seca. 

- Soy policia Mats, o al menos lo era. Fui trasladada a una unidad dentro del CSB que se encarga de casos paranormales por asi decirlo pero eso hace apenas dos semanas, y hace como una semana me mato un criatura que al parecer es algun tipo de Dios mitologico. Lo cierto es que no mori o si lo hice pero revivi en descomposicion y ....

No le iba a contar mi viaje por el pozo, lo cadavares y la niña de los tatuajes.

- Es demasiada informacion Mats. Revivi, me llevaron con Vampiros que resultaron ser malos, mi jefe me conto el verdadero proposito del CSB que basicamente es luchar contra toda esa mierda de submundo que nos controla sin saberlo y ahora he visto vampiros, lobos, o una mujer lobo, fantasmas, he estado en dos planos diferentes y en ambos aparecio el tal Masaryk que aunque nos ayudo a volver ahora veo que solo nos manipulo y para colmo no se lo que soy. Soy una aberracion Mats, me comi al hombre que le disparo a Anders, apenas quedaran sus huesos pero no tiene entrañas y sabes que es lo peor, lo disfrute, y si estaba sabroso y ahora me siento viva, y sabes que?... no puedo morir.....

Mi mente ahora hablaba desbocada y sin control. Casi parecia histerica pero necesitaba desahogarme con alguien, nadie podria entenderme, pero al menos Mats no me diria que estoy loca.

- El hombre me disparo con su escopeta Mats, y sali volando por los aires. Deberia haberme partido en dos a esa distancia y sabes que paso.... nada. Aqui estoy. Me destrozo la ropa pero a mi no me paso nada y me lo comi. Y no se porque y no puedo controlarlo, y no se que hacer....

Ahora estaba apunto de llorar y caminaba de un lado a otro.

- Y Daniel lo sabe y no puedo arrastrale conmigo, no puedo hacerle pasar por mi desgraciada existencia, pero lo amo, no se le he dicho porque nunca se lo dije a nadie pero no quiero que sufra por mi culpa sabes...

Volvi a caminar de un lado a otro sin saber que hacer o decir.

- Ademas estan esos malditos soñadores que controlan a la gente y Jane en el hospital, es una niña que tiene unos tatuajes que son la clave para descubrir su forma de manipulacion y ....

Mis ojos se abrieron de par en par.

- Si mandaron a alguien por ti deben haber enviado a alguien al hospital, estan en peligro Mats, MATS ESTAN EN PELIGRO!!!

De momento se me habia olvidad la busqueda de Ada, tenia que avisarle a Daniel que lo iban a atacar los malditos soñadores. 

- Dame tu telefono. DAMELO!!!!!

Con cara de angustia trate de llamarle pero al  no conseguir respuesta le envie un mensaje, solo esperaba poder recordar el numero correctamente.

Te dejo aqui el mensaje para que se lo hagas llegar porque no supe donde postearlo.

SMS: Daniel, estoy bien. Perdi mi telefono. Posible ataque inminente en el hospital. Debes salvar a la niña, me reunire en lo que pueda. Esto es mas grande de lo que sabemos y no confies en Eugene Masaryk, es el diablo.

El mensaje habia sido enviado avisandole de un posible ataque. Debia confiar en su buen juicio y en que yo no estuviese alli para protegerle. 

Mire a Mats un poco mas calmada. Despues de todo nada podria hacer y debiamos salvar a Ada tambien.

- Vamos, consigamos a tu amiga antes de que sea tarde. 

Y volvi a ponerme la gabardina nuevamente en control y concentrada en lo que tenia que hacer. 

- Viste algo en el auto? 

Revise el auto con Mats y los alrededores buscando alguna pista.

- Soy de Niza por cierto. 

Y continue revisando asi como los alrededores, y a la vez trataba de agudizar mi vista para ver mas alla de lo evidente.

Mats sólo encontró los papeles del coche. Como era de esperar, era alquilado, a nombre de una empresa. "Venflé".

Ni documentación, ni móviles, ni portátiles. Eso sí, una pistola en la guantera y varios cargadores.

Leah captó una especie de ¿olor? que le hacía salivar con sabor a sangre. Procedía de más allá de la carretera.

Uno de ellos había huído a pie, por la cuneta, en la dirección hacia París.

Mientras tanto revisamos el auto cuando percibí un nuevo olor. Era una deliciosa fragancia, apetecible. Comenzaba a entender de que iba esto y aunque no lo soportaba de momento era muy útil.

Me concentré en el olor e instintivamente saque el arma mientras aspiraba concentrada.

- Ahhhhhh.

Salí corriendo disparada hacia la carretera persiguiendo el olor.

- Sígueme Mats.... Vamos!

Ni siquiera me giré a verle, el olor se hacía más débil y no podía perder el rastro, tenía que alcanzarle.

Leah reacciona con una furia evidente en cuanto escucha el nombre de Masaryk. No sé si ha creído lo que le he dicho acerca de él, y si es así, no parece importarle o impresionarla en exceso, al menos en un primer momento. Lo que hace a continuación, no obstante, me resulta un tanto extraño: se deshace de su gabardina prestada y se queda completamente desnuda ante mí, al frío aire de la noche. Algo aturdido, aparto la vista para ofrecerle un poco de intimidad, pero no antes de ver los restos de sangre que se extienden como zarcillos por una piel que la luz de los faros del coche torna tan pálida que parece traslúcida. Una visión fantasmal y ciertamente impactante. ¿Por qué clase de horrores ha pasado esta mujer?

Aparentemente ajena a la incomodidad que me produce el momento, Leah me cuenta algo verdaderamente abrumador. Tras confirmar de viva voz que, en efecto, es policía, me explica algo que cualquier persona en su sano juicio consideraría una locura: según sus palabras, alguna clase de monstruo, un dios mitológico, la mató. Mató a Leah, a la persona que ahora mismo está hablando conmigo. Pero de algún modo, volvió a la vida convertida en otra cosa. Seguidamente, la policía me relata una serie de horrores que casi me hacen perderme: menciona vampiros, hombres lobo, otras dimensiones… y a Masaryk. Parece que ella ha tenido más contacto con ese misterioso hombre, si es que es eso lo que es, que yo. Cada vez más alterada, me explica cómo devoró al hombre que le disparó, cómo no puede controlar esa ansia monstruosa, cómo los perdigones de la escopeta no le causaron ni un rasguño…

Abro la boca para responder algo, pero estoy tan pasmado que expulso el aire un instante después, mudo. Y sin embargo, por algún motivo extraño y aterrador, la creo. Creo cada puta palabra que sale de su boca, lo que me hace cobrar consciencia de lo jodida que es mi propia situación. «¿Estás bien?», quiero preguntarle, pero sería una pregunta estúpida. Claro que no está bien. Ninguno de nosotros lo está. Siento una profunda simpatía por ella cuando me confiesa que está enamorada de un hombre, un tal Daniel, que conoce su secreto y al que teme hacer daño o poner en peligro. Sé lo que es eso. Pienso una vez más en Arthür, en lo mucho que sufro y temo por él, en lo que me mataría perderlo.

Comenta algo acerca de una niña hospitalizada, llamada Jane. Me dice que la niña tiene unos tatuajes en la piel que podrían ser la clave de todo, y automáticamente pienso en Cléo, y en la primera víctima, a la que aquel policía encontró en el estanque poco antes de desaparecer… Pero no tengo la oportunidad de decirle nada de esto. De pronto, Leah sufre un arrebato: vincula el hecho de que me hayan perseguido con la repentina certeza de que hayan ido a por su amado y a por Jane. A gritos, me pide mi teléfono, a lo que yo se lo entrego inmediatamente, sin rechistar. Leah intenta llamar, pero no parece obtener resultados, así que teclea histéricamente un mensaje de texto. Tras enviar el mensaje, la joven parece algo más tranquila, poniéndose de nuevo la gabardina. Suspiro.

—Oye… —le digo, con tono dubitativo—. Ya sé que no nos conocemos y que seguramente no confíes en mí, pero… En fin, te lo digo de corazón: si puedo hacer, no sé, cualquier cosa por ti o… — Me rasco la cabeza, algo incómodo, y consciente de que es probable que Leah se dé cuenta de ese hecho—. Que sepas que puedes contar conmigo, ¿vale?

Reanudamos la búsqueda de Ada y del fugitivo. En el coche solamente encuentro los papeles del vehículo, obviamente de alquiler, a nombre de la empresa Venflé. Nunca había oído ese nombre, pero lo investigaré más tarde. También veo una pistola y municiones. Por un momento dudo de si debería cogerlas o no, pero a pesar de que desprecio totalmente la violencia, sería estúpido renunciar a una herramienta de defensa en estas circunstancias. El peso del arma se siente frío y ajeno en mi mano, y en cierto modo, me siento sucio por el mero hecho de sujetarla. No puedo evitar que se me escape una única carcajada cuando Leah me dice como si tal cosa que es de Niza. Un comentario tan casual en una situación tan tensa como esta me parece hilarantemente surrealista. Joder, esto parece de los Coen.

—Yo de Oslo. Noruega. Pero mi madre era de aquí, de París. —«Y los mejores momentos de mi vida los he pasado aquí», pienso—. Así que me considero un poco de los dos…

No acabo la frase. De pronto, Leah hace algo muy extraño: olfatea el aire, como si hubiera encontrado el rastro de una presa. La mujer echa a correr como un resorte hacia la carretera, instándome a seguirla. La hostia. Para haber recibido un tiro de escopeta, la tía es rápida. Yo en cambio siento el dolor en todos y cada uno de los maltratados músculos de mi cuerpo, como una máquina estropeada, pero me esfuerzo en seguirle el ritmo.

—¡Te sigo! —jadeo, apretando la empuñadura de la pistola entre mis manos. Me concentro en mantener el dedo apartado del gatillo, no sea que esa cosa se dispare por accidente…