Partida Rol por web

- Entiendo... - Dijo el enano con gesto de incomprensión ante el reto que se les planteaba. - Los  Lemaitres falsos no son de  pintura. -  Comnetó Ruru. - ¿Cómo ha logrado esas copias? - Miró a Ekarion. - Tú eres mago, ¿se te ocurre algún tipo de conjuro para crear este tipo de réplicas tan.... humanas?

Tenían que ir al bosque. ¡Ya era hora! Eso alegraba a Ruru a la par que le indignaba a partes iguales.  Le indignaba en primer lugar porqué  la respuesta a la investigación estaba en el punto de partida y no tendría que haberse movido de casa y pisar aquella apestosa ciudad de haberlo sabido. Aunque cierto era que necesitaba la ayuda de Ekarion para solucionar aquel asunto. Además, que un mago demente estuviera en su bosque le llenaba de ira.

- No lo hemos registrado todo. - Comentó. - Debemos ir al bosque, pero antes, como dice Tassabra, debemos acabar de registrar la villa. Puede que haya más pistas. - Señaló en dirección al pasillo que había empezado a explorar en  solitario hasta  que le dejaron solo sus compañeros y casi queda atrapado. - Toda esa zona de ahí, no ha sido explorada aún.  - Respondió a las inquietudes de Tassabra.

Tassabra hizo un gesto imperativo en dirección a las estancias que Ekarion y Ruru no habían revisado, mientras atendía con cierto desinterés a la explicación del dragón. A ella realmente no le interesaba un ardite cómo aquella magia era posible o como funcionaba. Lo único que le importaba era como matar a las copias sin ponerse en peligro ni ella ni aquellos a quienes protegía.

—Dejad que lleve la iniciativa —les dijo, enseñoréandose de la vanguardia.

Regresaron al pasillo, para encontrarse con la misma situación de antes. La osa de Ruru estaba tirada en el vestíbulo, rascándose perezosamente la tripa. En cuanto pusieron un pie más allá de la puerta de la cocina, las cuerdas que sujetaban las cortinas se pusieron alerta y en guardia, dispuestas a defender aquellos metros a latigazos.

-Y por eso no hemos revisado esta parte todavía, señora.

Tassabra miró instintivamente a Ekarion, pero resultaba obvio que el mago no tendría en las mangas un conjuro acorde a la situación.

—Entonces lo haremos a mi modo —decidió Tassabra—. ¡Acompañadame fuera! Entraremos por una ventana.

Ekarion miró a Tassabra cuando la miró, y ante su decisión de ir por las ventanas se encogió de hombros - Tengo una teoría, si no funciona volveré. - Dijo encaminandose por el pasillo hacia la primera puerta mientras esquivaba las cuerdas con una agilidad asombrosa para alguien de su profesión, atento a lo que pudiera encontrar en su camino.

El dragón esquivó las cuerdas y entró en la habitación. Se trata de un dormitorio simple, con una cama, un armario y un escritorio, aunque no había objetos personales por ningún sitio. En las paredes había cuadros de paisajes, poco impresionantes, y un retrato del que, seguramente, era Lemaître, porque tenía la misma cara que el duelista y el cuadro que dominaba el salón comedor. No había ninguna salida por allí.

Tassabra había propuesto salir al exterior para escalar la pared y entrar por la ventana. No era mal idea, pero Ekarion había pasado a través de las trampas de cuerda, como si de un ágil felino de tratara. Por su parte él, no volvería a cometer la misma estupidez de pasar por ahí y volver a ser atrapado. Ekarion había dicho que volvería con información y le esperaría allí mismo. 

- Se ha puesto buen día... - Dijo Ruru mirando a Minvant y a los dos hombres que les habían seguido hasta aquella villa, tratando de sacar tema de conversación. - Pues parece que las pistas nos conducen hasta el lugar de origen, el bosque. ¿Vosotros vendréis también allí? Vuestra ayuda sería importante.

Unos cuantos minutos más tarde y tras haber abierto las puertas y recorrido los pasillos laterales, Ekarion volvió por el pasillo esquivando los ataques de las cuerdas. 

Sonrió al llegar al pasillo más cercano y pasó una mano atraves de la pared, revelando un pasillo en una pared ilusoria.  - Nada relevante, salvo por ésta escalera que desciende. Podemos bajar por aquí o por la trampilla de la despensa.

Tassabra dejó que los guardias contestaran por sí mismos a la pregunta de Ruru y esperó pacientemente a que Ekarion regresara.

—Entonces bajemos por la trampilla de la despensa. No tiene sentido atravesar esas cuerdas encantadas para nada. Vamos.

- Si, cuanto antes acabemos aquí, antes  podremos ir al bosque y acabar con esta comedia... - Dijo el exasperado enana. 

Antes de descender hacia la despensa se acercó a su osa y le acarició el hocico. La pobre estaba siendo bastante inútil en el interior de aquella mansión hechizada. Pero pronto volverían a casa y podría campar a sus anchas.

- Ves afuera. - Le dijo de forma cariñosa abrazándose a su robusto cuello. - Enseguida vuelvo contigo.

Ekarion asintió y entró en la cocina directo desde el pasillo - Espero que se conecten debajo, porque si no habrá que atravesarla de todos modos, siempre podeis cortar las sogas, son constructos.

El grupo descendió por la trampilla a un sótano de piedra, poco iluminado, pero limpio, lo que indicaba que había sido transitado. Accedieron a un espacio relativamente pequeño de una bodega, donde botellas de vino y licores descansaban en los estantes, un un par de toneles y barricas se conservaban a una temperatura fresca y estable. Al principio no parecía haber nada interesante, excepto unas columnas cubiertas por cortinajes, que sino era extraño, llamaba demasiado la atención, y tras una breve inspección, contraron una puerta ilusoria como la del piso superior que conducía aun pequeño pasillo de piedra.

Unos metros más adelante, accedieron a una gran estancia abovedada en cuyos muros se encontraba la mayor colección de arte que habían visto hasta ahora. No eran cuadros al uso, probablemente no tenían una intención decorativa, su distribución era puramente estética. Se trataba de una exposición de las pinturas más variopintas que habían encontrado hasta ahora. Ekarion, el más versado en aquellos temas, se dio cuenta enseguida que los cuadros no eran todo del mismo pintor, sino de artistas diferentes. Y cada uno con una temática completamente dispar, no había realmente un tema común en ninguno de ellos ni por asomo.

Una pintura mostraba un carro de guerra tirado por tres tiburones de aspecto fantasmal, que parecían a punto de saltar de la imagen. En otra había un bosque de exhuberantes árboles, una  miríada de verdes cuyo brillo parecía cambiar según el ángulo desde el que se observaba la pintura. Otro cuadro mostraba un majestuoso demonio con garras ensangrentadas y el suelo alfombrado de cuerpos, que emanaba cierto halo de malignidad que hacía dificil mirarlo durante mucho tiempo. Otra pintura mostraba a una muchacha alada sentada en un banco de piedra bajo un árbol de colores otoñales que estaba leyendo un libro. Ekarion vio como la muchacha de la pintura pasaba la página del libro y sus ojos se movían mientras estaba leyendo. De algunas pinturas emanaba magia porque no eran más que ilusiones dentro de marcos vacíos.

Tassabra se detuvo cuando por el rabillo del ojo le pareció ver una sombra flotante, pero cuando giró la cabeza para mirarla, no había nada. Alexandar también la vio, solo que desde una dirección distinta.

-No estamos solos -murmuró la sacerdotisa-. Que Uriel nos proteja.

Ekarion se entretuvo observando el cuadro de la althemir, preguntándose si sería Duallia y la pintura un intento de Lemaitre de perpetuar su memoria.

Cuando todos reaccionaron a él le costó apartar la mirada.

—¡Que vengan! —le contestó a Minvant, enarbolando su bisarma—. Este lugar será su cementerio.

»¡Ekarion! ¿Qué son y cómo se matan?

A Ruru le sorprendió encontrar aquella colección en un sótano. No entendía mucho de costumbres cosmopolitas, pero si algo tenía claro era que quien tenía cuadros, los tenía para exhibirlos y ese no parecía el caso. Era evidente que eso, más que un museo, era un arsenal. 

- Si... - Confirmó las palabras de Tassabra. Estaba hasta los mismísimos de todo y cuánto antes acabaran con ese ser que se movía en las sombras, mejor.

El grupo percibió las sombras, pero en cuanto ponían los ojos sobre ellas, éstas desaparecían de su vista. Los cuadros de las paredes fluctuaban, pero la única magia en ellos eran ilusiones, y no en todos. Ruru, que estaba detrás de todo el grupo y no veía un pimiento, sí que se dio cuenta de algo y es que había un cuadro sin ninguna figura, solo era una nebulosa gris.

Las sombras desaparecieron de la vista de los presentes y al siguiente parpadeo, Tassabra recibió un golpe directo en el corazón. No fue un golpe físico, aquella sombra penetró en ella cuando la tuvo delante, para después desaparecer de la vista de todos. Al buscarlas se dieron cuenta de que ya no estaban dónde antes.

- ¡Oh, oh! - Dijo asustado Ruru. 

Contra seres inmateriales no podía pelear. No había forma alguna de salir victorioso. Dependían únicamente de los sacerdotes. Quizás pudieran tratar de expulsar a aquellas criaturas. Siempre y cuando fueran retornadas. De lo contrario... Trago saliva.

- ¡Ese cuadro es una nebulosas gris! - Desveló al percatarse de que no había forma alguna en éste. - ¡Quizás sea la clave!

El muchacho había visto como la lanza de su madre no había podido impactar contra el cuerpo de la nebulosa, esta había atravesado el velo de sombras como si fuese humo, de modo que su espada poco podía hacer.