Partida Rol por web

Este gran edificio de ladrillo rojo parece bastante reciente. Dos estatuas gemelas de hombres lagarto de aspecto noble flanquean su entrada.

Hace varios años, la Villa de Tormentos Cristalinos estuvo a punto de ir a la guerra contra una gran tribu de hombres lagarto del sur. La guerra fue evitada por una banda de héroes, quienes descubrieron que los hombres lagarto estaban reuniendo fuerzas para combatir a una tribu de sajuaguines. Para evitar posibles malentendidos entre las tribus de hombres lagarto de las marismas Hool y Tormentos Cristalinos, el consistorio construyó este edificio como embajada para los hombres lagarto.

La mayoría del edificio está abierto al cielo, con grandes patios inundados llenos de vegetación y piscinas para los hombres lagarto. Alrededor de estos patios hay habitaciones y camaretas, así como una perrera para los diversos varanos que actúan como guardianes.

Lylo, contra todo pronóstico, estaba de buen humor tras el incidente de la taberna. Probablemente dentro de su cabeza no contemplaba la opción de que el tarado ese moroso que además sufría una extraña sordera les persiguiera y si la contemplaba se le olvidó en cuanto vio la embajada de los hombres lagarto.

-¡Huaaaalaa!-dijo emocionadísimo mirando a todas partes intentando quedarse con todo al mismo tiempo- ¡Pero como mola! Qué limpios son aquí, qué de agua, que de verde... no me extraña que se lleven bien con la defensora de tabernas matadragones del mal definitivo.-por supuesto iba hablando en voz alta, como si todo el mundo comprendiera de lo que estaba hablando. 

Caminó un poco,curioseando.

-¡Hola!-dijo para que los hombres lagarto que estaban cerca-¡Soy el intrépido malabarista Lylo Pelacebollas y busco información sobre rumores y una firma de los descendientes del dragón rival del dragón del mal definitivo que se hicieron amigos de Ka... Kai... cachis...-titubeó, no le salía el nombre de la tabernera- de la chachi defensora de tabernas del Bote del Lagarto!

-¡Eso! -grito Milo, apoyando a lo dicho por su hermano- Mi nombre es Milo Pelacebollas, hermano de Lylo y gran acróbata -dijo con el entusiasmo de su hermano, pues empezaban a engorilarse mutuamente, como siempre.

Se acercó con cuidado a uno, pues no quería que lo tomaran como un rival o enemigo- ¿Qué se siente al tener escamas en vez de pelo? -preguntó ultracurioso.

Este gran edificio de ladrillo rojo parece bastante reciente. Dos estatuas gemelas de hombres lagarto de aspecto noble flanquean su entrada.

Hace varios años, la Villa de Tormentos Cristalinos estuvo a punto de ir a la guerra contra una gran tribu de hombres lagarto del sur. La guerra fue evitada por una banda de héroes, quienes descubrieron que los hombres lagarto estaban reuniendo fuerzas para combatir a una tribu de sajuaguines. Para evitar posibles malentendidos entre las tribus de hombres lagarto de las marismas Hool y Tormentos Cristalinos, el consistorio construyó este edificio como embajada para los hombres lagarto.

La mayoría del edificio está abierto al cielo, con grandes patios inundados llenos de vegetación y piscinas para los hombres lagarto. Alrededor de estos patios hay habitaciones y camaretas, así como una perrera para los diversos varanos que actúan como guardianes.

Curiosamente los dos medianos andaban por allí habiendo hecho algo que acababa de provocar las hostilidades de los hombres lagarto.

Los hombres lagarto que había por allí hubieran erizado sus pelos de haberlos tenido. Los gritos de ambos medianos no fueron del agrado de ninguno de ellos y tan solo uno se puso en pie agarrando una escoba que no tenía muy lejos.

Cuando se acercó hacia ellos, les mostró la escoba en señal de que iba a golpearles con ella y después mostró sus dientes.

Aquel reptiliano tenía claras intenciones de echarles de allí, ya fuera por las buenas o por las malas.

Lylo alzó las manitas con las palmas hacia delante en actitud conciliadora.
-Tranquilicémonos-dijo con toda la tranquilidad que podía aunar, puesto que su hermano se había sobreexcitado. Quizá sus aflautadas voces hubieran perturbado la arisca paz de los hombres lagarto. Era eso o que no le había gustado la pregunta sobre la falta de pelo.-Venimos desde lejos, haciendo oídos sordos a aquellos que difaman la figura de los hombres lagarto. Demonios, os llaman unos, ladrones os llaman otros, monstruos os llaman muchos...Los medianos como mi primo hermano y yo, aquí presentes, no nos dejamos llevar por los prejuicios y decidimos venir para demostrarles a toda la gente, grande o no, que no sois merecedores de esos apelativos-retrocedió un par de pasos con una sonrisa suave que convertía su aniñado semblante en el reflejo mismo de la inocencia-Relaje la postura y hablemos, aceptad nuestros servicios si es que los necesitáis, pues un par de oídos y un par de manos nunca faltan-bajó las manos en actitud confiada y retrocedió un paso más-Los hombres lagarto no necesitan más detractores, necesitan amigos-hizo una pausa para que el individuo asimilara lo que estaba diciendo-aliados-pronunció de manera especial esa palabra, que fue acompañada con un brillo pícaro en los iris índigo del mediano.

Miró a su hermano e hizo un gesto con ambas manos, como indicándole que bajara algo o que se calmara para hacer frente a la situación.

Lucrecia trotó por las calles de la ciudad, silbando una alegre canción para mitigar la soledad que sentía al separarse de su compañera de viaje. No le gustaba estar sola, y lo había pasado mal durante el largo viaje desde que abandonó al grupo de aventureros. Afortunadamente, ocasionalmente había tenido compañía. El hermoso explorador elfo que la había guiado hasta la salida de aquel bosque durante una jornada, el fuerte guardia de la caravana junto a cuya hoguera había pasado una noche, el imberbe aprendiz de mago que recogía hierbas en las cercanías de la torre de su maestro, la pareja de hermanos que peregrinaban a no recordaba dónde a recibir la iniciación en la fe de Kord, el atractivo y maduro cazador en cuya cabaña se había refugiado durante una desagradable tormenta. Buenos recuerdos, ¡ay!, como oasis en un desierto, de un duro y por lo demás solitario periplo.

La embajada era un edificio reciente y agradable. Construido en su mayor parte sin techos, disponía de numerosas piscinas en las que los hombres lagarto de la ciudad podían retozar tranquilamente. Lucrecia observó  con fascinación cómo se movían las criaturas en su hábitat artificial. Grandes y fuertes, cubiertos de escamas de colores vivos, y dotados de una poderosa cola, los hombres lagartos eran seres extrañamente monos. Se moría de ganas de apretujar a uno de ellos entre sus brazos y acariciarle las escamas. No es el momento, Lucrecia, primero tienes que entablar amistad con alguno de ellos, y después podrás tocarlo cuanto quieras.

Cerca de la entrada, las familiares y siluetas de los medianos eran fácilmente reconocibles. Y, aunque no hubieran sido reconocibles, la actitud de uno de los hombres lagartos, que enseñaba sus afilados dientes de carnívoro y amenazaba a los pequeños con una escoba, era un claro indicio de que debía tratarse de los primos Pelacebollas. Y eso que solo los conozco desde hace unos minutos. El rubito, Lylo, estaba mostrando más que acertadas dotes de persuasión, a diferencia de lo demostrado en la posada.

—El señor Pelacebollas quiere decir que nunca faltan —corrigió Lucrecia, metiéndose en medio del soliloquio del mediano—, manos y oídos quiero decir. No sé qué pueden haber hecho para soliviantarle, caballero, pero estoy seguro de que hasido un malentendido. Sé que los medianos vinieron aquí con el firme deseo de conocer y aprender sobre su especie y su cultura.

-Es verdad... nosotros solo queremos saber qué ocurre por estos lares, o incluso, rumores o encargos que puedan necesitar -dijo lo más tranquilo que no se le había visto nunca- seguro que podemos ayudarles.

Miraba hacia todos los lados con ilusión por mucho que le estuvieran amenazando- ¿Por qué nos quieren echar? Si solo queremos ayudar.

Miré a la heroína de la cerveza y escuché lo que decía mientras asentía a todo lo que decía- ella nos conoce y sabe lo que se dice...

Los hombres lagarto parecían dejar de gruñir para escuchar las buenas palabras de los dos medianos que se apoyaban por la opinión de la recién llegada. De pronto, el que parecía más amenazador de todos dejó la escoba en el suelo. Y tendió su mano hacia Lylo.

Lamento el mal entendido. Mi nombre es Silark, soy el líder de la embajada. No estamos acostumbrados a encontrarnos con personas amables. Os habíamos confundido con niños y pensábamos que veníais a tirarnos piedras o a atacarnos.

No sería la primera vez.

Decís que venís a ofrecernos vuestro apoyo, pero no entendemos la razón de ello. Vosotros los medianos no os caracterizais, precisamente, por ser honrados o por querer ayudar a los demás. ¿No estaréis tramando algo? Y en cuanto a usted, dijo mirando a Lucrecia, usted parece humana, y los humanos... bueno, los humanos son cambiantes como el viento.

Lylo inspiró hondo hinchando su escuálido pecho como si intentara acumular todo el aplomo del que era capaz, haciendo un esfuerzo considerable por ser razonable con el hombre lagarto y no ponerse a dar botes de un lado a otro.

-Veamos-comenzó extendiendo su manita para coger la del hombre lagarto y agitarla levemente. Ésta se cerró en torno a la piel suave del mediano que advirtió la rugosa textura de su palma, ligeramente viscosa por la mucosidad que parecía recubrirla y admiró de cerca el aspecto de las escamas del dorso de la mano del embajador.-Es un placer, señor Silark-sonrió inocente- Los medianos nos caracterizamos por nuestra picardía y los hombres lagarto tienen fama de asaltar a cualquiera que no tenga escamas en su piel-no lo dijo con intención de ofender, de hecho, su entonación era despreocupada y limpia- Nos hablaron bien de vosotros una dama que cuenta con el infinito respeto de mi hermano, aquí presente y el mío propio-se puso una mano en el pecho y aprovechó para refregarse ahí la mucosidad.- No tenemos un rumbo fijo pues nuestro destino es ayudar a otros-Para conseguir La Gesta-Para ello no nos fijamos en la sangre que fluye en las venas de aquellos que conocemos-con eso dejó claro que no se dejaba influir por el aspecto externo ni la especie. Miró a Lucrecia y lamentó tener que seguir siendo mínimamente formal, pues estaba seguro de que la muchacha los encontraría aburridos. Sin embargo, no le pasó desapercibida la desaparición de la guapita de cara cuya bebida había pagado el moroso.
Nota mental, nananananaanananananananana lagartosssss nanananananananananana.

-El caso es que no llevamos mucho en esta ciudad y tenemos información incompleta sobre minigestas. Quizás vosotros tuviérais más información, quizás necesitárais ayuda... el caso es que tras un breve cónclave familiar, decidimos venir, conoceros, charlar, hablar de vuestra situación con respecto a la ciudad y de vuestras necesidades.-se frotó la nariz con el pulgar clavando los ojos azulados en el embajador-y quizá vosotros podríais ayudarnos con nuestra Gesta.

Con la situación resuelta para los medianos, Lucrecia escuchó el intercambio de palabras de Lylo y quien se presentó como Silark. Se preguntó qué hacía el embajador con una escoba en las manos, ¿sería costumbre entre su pueblo que los líderes se dedicaran a la limpieza mientras los subordinados se relajaban en las piscinas? Y, de hecho, ¿por qué salía a recibir a los recién llegados en lugar de dejar que lo hiciera un recepcionista? ¿No tenía mejores cosas que hacer con su tiempo?

Lucrecia apartó las dudas de su mente. Probablemente no tenía importancia. Lo que sí la tenía era lo que decía Silark. Prejuicios y prejuicios. Con un tipo como él al mando, la posición de los hombres lagarto tenía difícil mejorar. Al fin y al cabo, no deben ser tan diferentes de los humanos.

—En mi ciudad el viento siempre sopla del norte —dijo Lucrecia, cuando Lylo acabó su exposición, moviendo los brazos de norte a sur—. A veces viene brisa de otras direcciones, pero ni siquiera la notamos.

»Lo que quería decir —prosiguió, colocando las manos a la espalda— era que en mi tierra no tenemos relaciones con su pueblo, por lo que no estoy familiarizada con esos prejuicios. Un tipo estaba comentando en El Bote del Lagarto que había una banda de hombres lagarto ladrones en las inmediaciones, y  la tabernera se enfureció y nos habló de ustedes, y aunque estos dos caballeros se adelantaron, despertó mi interés por conocerles de primera mano, y quizás ofrecerles mis servicios.

Lucrecia dedicó a Silark una sonrisa lo bastante radiante como para deslumbrar a quien la mirara directamente. Creo que me estoy olvidando de algo Espera, una brillante idea iluminó la mente de Rodelian como un brillante amanecer, oh, eres genial, Lucrecia.

—¡Qué tonta! —exclamó de repente, dando un paso adelante y extendiendo una mano hacia Silark—. Lucrecia Rodelian, directora de Investigaciones Rodelian. No ha oído hablar de mí todavía porque acabamos de llegar a la ciudad y todavía no nos hemos establecido. Si tiene algún problema que no puede solucionar de otra manera, hable conmigo. Lo que quiere decir, cuénteme sus problemas.

Investigaciones Rodelian. Creo que suena bien, sí, sí. Necesitaré un local en un buen punto de la ciudad, y una chica que atienda a los clientes. O mejor un chico, uno guapo que esté enamorado de mí y con quien tenga una permanente tensión sexual no realizada. Oh, sí. Deberí hablar con la guardia de la ciudad, necesito contactos. Quizá algún guarida retirado también. Son una buena fuente de información. De algún modo, el repentino entusiasmo había provocado que Lucrecia olvidara que apenas llevaba suficiente dinero encima como para pagarse una noche de pensión.

Milo se dedicaba a asentir a todo lo que decían sus dos compañeros- la verdad es que queremos ayudar, y se nos ocurrió que podríamos ayudarles a ustedes y, con suerte, conseguir que los niños dejen de tirarles piedras, que por algo se comienza -dijo sonriendo. No iba a decir que les integrarían pues sabía que no era fácil, pero en su cabeza empezó a pensar que si eran amigos de los Hombres Lagarto, esos abusones y guerreros rencorosos no les harían nada malo.

Empezaba a divagar y se imaginaba a sí mismo en una mansión enorme junto a la embajada de los Hombres Lagarto, bañándose en las piscinas con ellos y viviendo como si fuera un rey, no con ellos como esclavos, sino con ellos como lideres de la ciudad.

Pero entonces la salvadora de la cerveza y comedora de ogros vegetarianos, dijo que era investigadora. Milo pugnó por no empezar a dar botes y gritar ya que en ese momento tenía que controlarse lo justo para que la negociación llegara a buen puerto, pero no pudo evitarlo- ¿Tú eres investigadora? ¿De verdad no quieres ayudarnos con La Gesta? -si era investigadora podría llegar a ser algo muy pero que muy importante. La información es poder.

Silark jugueteaba con la escoba de sus manos mientras asentía ante sus explicaciones. De cuando en cuando, movía la escoba como si estuviera tratando de barrer algo inexistente en aquel momento. Se notaba que estaba pensando. Había analizado profundamente cada palabra que le habían dedicado los dos niños, o mejor dicho, los dos medianos y la preciosa mujer de sangre caliente.

En ellos había algo que lo hacía sentir cómodo, quizá ellos eran amigos de Kailee y si no era así, quizá compartiesen sus sentimientos de unidad.

Es cierto, nosotros os hemos juzgado por ser humanos o medianos, entiendo y comprendo que nos juzguen por nuestra raza. Pero las apariencias engañan, y donde a las afueras podéis haberos encontrado con Sangres Fría hostiles, aquí somos pacíficos mientras no se nos ataque.

Gozamos de un pequeño hueco en esta sociedad. Dice mientra sigue pensando. Es cierto que algunos nos tratan con desprecio, pero otros nos animan e incluso montan tabernas en honor a nosotros y para eliminar polémicas.

Los hombres hostiles de los que habláis son desconocidos para nosotros. Seguramente si un grupo de hombres os hubiera tratado de saquear antes de llegar a la ciudad, no habrías notado que eran "hombres", y por lo tanto no habríais sentido ese sentimiento de racismo. Como en todas partes, los miembros de cada raza pueden ser de muchas formas y no por ello deben ser necesariamente malignos ni agresivos.

Se giró hacia sus compañeros lagartos para mirarlos y sonreírles, hasta aquel momento se habían mostrado en aptitud amenazadora por si acaso, alzó las palmas y estos se relajaron para volver a seguir con sus costumbres habituales.

Hay ciertos problemillas en este momento, es decir, tenemos ciertas necesidades actualmente. Tenemos varios problemas con algunos miembros de la ciudad y nos gustaría solucionarlos. Si les parece bien, podemos ir al Bote del Lagarto, allí hay una mujer que nos quiere y respeta y nos sentiremos más agusto.

Allí, nos sentaremos, tomaremos una fría cervez y os podré dar más detalles sobre la investigación que necesito que hagáis.

-Venimos de allí, y la todopoderosa tabernera manca que defendió su taberna contra el dragón del caos del mal definitivo fue la que nos habló de este sitio, pero hay dos hombres malos que nos querían hacer daño, así que tuvimos que huir rápidamente de la taberna -asentía mientras hablaba- porque como puede ver no es que podamos hacer frente a alguien físicamente. 

Milo se asomó y saludo con una manita a todos los hombres lagarto que había allí, como si de verdad fuera un niño pequeño- Ella estaba con nosotros y puede afirmar nuestra historia, ¿verdad?

Fama, riqueza, reconocimiento, prestigio. Una tras otra, las mieles del éxito y la abundancia se paseaban en toda su dorada gloria por delante de sus narices. O, siendo más humilde, dinero suficiente como para no tener que robar para poder pagarse una cama. Que para empezar no estaba mal.

—Así es —confirmó la historia del Pelacebollas castaño, Milo—. Pero mi amiga se llevó al hombre malo a expiar sus pecados en la catedral, y el otro ya sabe de vuestra inocencia, por lo que la taberna debería ser un sitio tranquilo en el que hablar de cómo podemos ayudar a la embajada.

Y, si la tabernera nos ve entrar con Silark, y sabe que estamos ayudando a los hombres lagartos, puede que se piense de nuevo lo de cobrar, o al menos hacernos una rebaja. Todo eran ventajas.

—¿Procedemos hacia allí? —peguntó, luciendo una sonrisa tan amplia que nadie se hubiera sorprendido de habérsele desprendido la mitad superior del cráneo.

-¡Sabias palabras!-asintió Lylo, su autocontrol estaba llegando al límite así que se limitó a acercarse a Lucrecia y se hizo a un lado para que la mujer y el embajador partieran delante de ella.- Os seguimos.

Este gran edificio de ladrillo rojo parece bastante reciente. Dos estatuas gemelas de hombres lagarto de aspecto noble flanquean su entrada.

Hace varios años, la Villa de Tormentos Cristalinos estuvo a punto de ir a la guerra contra una gran tribu de hombres lagarto del sur. La guerra fue evitada por una banda de héroes, quienes descubrieron que los hombres lagarto estaban reuniendo fuerzas para combatir a una tribu de sajuaguines. Para evitar posibles malentendidos entre las tribus de hombres lagarto de las marismas Hool y Tormentos Cristalinos, el consistorio construyó este edificio como embajada para los hombres lagarto.

La mayoría del edificio está abierto al cielo, con grandes patios inundados llenos de vegetación y piscinas para los hombres lagarto. Alrededor de estos patios hay habitaciones y camaretas, así como una perrera para los diversos varanos que actúan como guardianes.

Sin duda fue curioso lo que paso con tirk al salir del tenplo, tirk comenzó a decir en celestial que nunca habia visto un hombre lagarto y que se preguntaba como serian, pero mientras decia todo eso, salieron del tenplo y tirk acabo la frase que decia en común, pasando de un idioma a otro instantáneamente al salir del templo, el resto del camino siguio hablando en Comun,. -Esta ciudad es increible, hay un monton de cosas que no habia visto nunca,- Tirk saco de entre sus cosas parte de la racion de viaje, un trocito de queso y unos frutos secos que ofrecio mientras caminaba, acabaría la racion de viaje a la noche y con ello su conida, tendria que conseguir mas.

De pronto llegaron a la embajada de los hombres lagarto, Tirk se adelanto avivando el paso aunque miraba para atras para ver a Lydia, después de todo estaba alli por la seguridad de esta. -estas estatuas son increibles!! Habeis visto cuantos detalles? Los hombres lagarto tienen que tener muy buenos artesanos si hacen estas cosas-tirk no sabia nada de los hombres lagarto hasta que los otros los habian mencionado, no sabia de su existencia, ver las estatuas aumentaron sus ganas de ver algo desconocido, asi que cuando entro miro todo aquel lugar lleno de vegetacion y alzo la voz.-HOLA , HAY ALGUN HOMBRE LAGARTO POR AQUI?

Lydia observó con diversión a Tirk cuando cambió repentinamente de idioma. Sacó sus propias hipótesis, pero no las compartió con nadie.

-Yo tampoco he visto nunca a ninguno... también siento gran curiosidad. -le dijo con una sonrisa, hablando en común.

Aceptó un poco de queso, inclinando la cabeza en señal de agradecimiento.

-A mí me resulta muy agobiante la ciudad... demasiada gente. Soy una chica de pueblo. -concluyó con una tímida sonrisa.

Al llegar a la embajada, ella quedó tan impresionada como Tirk ante el panorama que se presentaba ante ellos. No obstante, ella observó las cosas con más calma y dedicación que él. Pero no paraba de sonreír, aquel joven le caía bien aunque estuviera un poco loco... al menos se le veía con buen corazón. En cambio, el acompañante de negro le producía algún escalofrío. Se sentía culpable por ello, ya que él no había hecho nada malo propiamente dicho... pero las palabras que había usado, y el modo de decirlas... Pero no podía dejar que aquella primera intención le hiciera apartar a una persona que podía no ser como parecía.

-Tu compañero es realmente nervioso. -dijo Lydia a Grey con una sonrisa- ¿Cómo os encontrasteis?