Partida Rol por web

Tras escuchar los gritos de la niña, los hombres que estaban junto al cuerpo del tipo inconsciente, deciden salir huyendo de allí a gran velocidad. Salen en diferentes direcciones para que no todos puedan ser perseguidos, si es que alguien lo intentaba.

De nuevo otra sorpresa, la aparición de la mediana. Ramase odiaba las sorpresas. ¿Es que en Tormentos Cristalinos caían las mujeres del cielo? Primero la rubia y ahora la pequeñaja.

Si al menos cayera alguna en mis brazos.

No podía ser casualidad que la tal Angélica apareciese justo cuando el hombre caía abatido por una piedra, arma predilecta de esa "peculiar" raza de escurridizos pequeñajos. ¡Pretendía salvarle a él? No necesitaba su ayuda, se las arreglaba muy bien solo. Pero lo que más fastidiaba a Ramase es que había funcionado y los amenazantes hombres comenzaron a huir como despavoridos.

Salvado por una mediana que no me llega ni a la cintura...ains. 

Apuntó con la punta de la lanza a los cobardes que ponían tierra de por medio y gritó con una voz poderosa que no pegaba con el aspecto débil y enfermizo que tenía Ramase.

- ¡Tú!- Dijo señalando a uno de los hombres con la navaja, al que parecía más desvalido y/o joven.- ¿Dónde te crees que vas?...¡ACERCATE!- No iba a dejar escapar la oportunidad de interrogar a uno de aquellos supuestos asaltantes. Tendrían que dar cuentas a la justicia. Ahora se dirigió a la mujer aparecida.- Desgraciadamente esto es Tormentos Cristalinos, bienvenida a la ciudad.- Dijo con sarcasmo. Una gran bienvenida llegar y ser atracada por bandidos.

"Tendrían que dar cuentas a la justicia". Lo que no sabía nadie es qué es lo que entendía Ramase por justicia. Como seguidor de Nerull mantenía su fe en secreto, como no podía ser de otra manera. No era poderoso pero se sentía especial por los favores que le otorgaba su Dios. La niñata había impedido que Ramase tomara contacto con aquellos bandidos que quizás conocieran a los piratas orcos. Pero daba igual. Si lograba atrapar a alguno de ellos, al más débil, joven e inexperto, le haría escupir toda la información que tuviese. Además quizás le sirviera para ganarse los favores del alcalde y poder así trabajar en el cementerio o como el taxidermista de su familia. Pero no era momento de pensar ahora en planes futuros. Dejó que toda la malignidad de su dios se canalizara en su voz. A Nerull no le gustaba que se le desobedeciera, ni a él ni a sus subditos.

- ¡ACERCATE!

Tras el grito de Ramase, uno de los bandido se giró sobre sí mismo, y en lugar de salir huyendo, se acercó tal y como le había ordenado. Se acercó hasta él. Y justo en ese momento apareció la guardia de la ciudad. Que al ver al cuerpo inconsciente del hombre se acercaron a ver en qué estado se encontraba y a atenderlo.

¡Qué ha pasado! Gritó uno de los guardias al ver a los cinco allí presentes. ¿Quién le ha hecho esto a este pobre hombre? Parece que alguien le ha abierto la cabeza. ¿Alguno ha visto algo?

Cuando el hombre se acercó sumiso, Ramase le lanzó una estocada con la laza. La interrupción inesperada del guardia le distrajo y erró el golpe.

- ¡Maldición!- La guardia llegaba en el mejor momento, sólo había muerto un hombre. ¡Qué ineptos!- No sé nada, sólo sé que nos atacaros cuando estos indeseables trataban de atracarnos. 

Angelica continúa abrazada a Zynna, exagerando un poco los temblores de miedo y manteniendo los ojos cerrados, sin contestar a las preguntas del guardia. Sabe que debe hacer bien el teatro, si el guardia mirase en los múltiples escondites de sus ropajes acabaría encontrando su onda.

En cuanto Ramase trató de lanzar la estocada al hombre desconocido, éste abrió los ojos de par en par, como si no comprendiese qué hacía allí y volvió a salir corriendo. Segundos después, y sin escuchar más palabras, la guardia de la ciudad, salió corriendo de allí también para seguirle. Alguno que otro se dedicó a lanzar flecas desde su posición, pero en pocos segundos más, tuvo que salir corriendo tras él.

De nuevo, aquel lugar estaba completamente despejado.

- Ains...- Ramase suspiró y retrocedió hasta el asaltante que había caído con la pedrada. Tenía demasiada clase para salir corriendo tras uno de aquellos miserables bandidos. Se acuclilló junto al cadáver con el cráneo sanguinolento haciendo crujir sus huesudas rodillas y comenzó a registrar el cuerpo. Buscaba algo que le diera alguna pista del por qué habían sido atacados. Cuando acabó se levantó con la ayuda de su lanza y buscó con la mirada a la pequeña bribona.

- Pequeña, la próxima vez que juegues con mi vida te haré correr despavorida como nunca has corrido antes. ¿Queda claro?- Después miró a la rubia (Zynna) que había salido de la nada.- ¿ Y tú? ¿De dónde sales?

Todo paso tan deprisa y fue tan extraño que Zynna ni siquiera tuvo claro qué acababa de suceder. De repente se vio con aquella mujercilla entre las piernas, intentando ocultarse tras ella, y vio como todo lo que habia venido, se iba.

¿Que habia pasado? ¿Por que peleaban? ¿Y como era posible que todo hubiera acabado de aquella forma?

La mujer miro a Angelica con el ceño fruncido, al ver que seguia abrazada a ella- ¿Y tu quien eres? Sueltame. - dijo, casi en un gruñido, con aquella parquedad y aquel carácter tipico de los hijos del norte.

Fue entonces cuando el otro hombre se dirigio a ella. Dio por sentado que conocia a la pequeña sobona, y que estaba intentando defenderla, o algo asi. Asi que, al menos, sacaba en claro que ambos estaban del mismo lado.

La nordica se movio hacia el, provocando un ligeo tintineo de sus abalorios, que acompaño aquel gesto- Estaba en la catedral de Kord, junto a mi esposo, cuando un orco me atacó. Nos enfrentamos a él y, de repente, hubo una luz inmensa y... apareci aqui. No sé donde estoy... Necesito encontrar a mi marido. - añadio, mirando al hombre, con el ceño ligeramente fruncido. No habia suplica en su tono, ni preocupacion, ni miedo. Tan solo una necesidad apremiante.

Y es que en el norte, las mujeres sabian cuidarse solas.
 

- ¿Quienes sois vosotros? ¿Y por que os atacaban? -pregunto entonces la mujer, observándolos a los dos, con curiosidad. Aun no tenia muy claro si podia considerarlos amigos o enemigos pero, al menos, una cosa estaba clara: estaban dispuestos a dialogar.

- Yo sólo soy un recién llegado a la ciudad. No quiero problemas. - Mientras colocaba su escudo de vuelta en su espalda, haciéndole más encorvado aún, contestó a la desconocida.- Esos hombres hablaban de reclutarnos para no sé qué barco. Pero yo creo que era una simple estratagema para atracarnos. El puerto no parece un lugar muy seguro en esta ciudad. Los piratas y maleantes están a sus anchas aquí.-Ramase arrugó el ceño ante la explicación de cómo la mujer había llegado hasta aquí.La verdad es que no la había visto llegar y había habido un extraño destello. ¿Buscaba a su marido? Eso sí que era gracioso.- Por lo que nos han informado, hay unos piratas que están reteniendo contra su voluntad a incautas personas en su barco, que está atracado en el puerto. Quizá haya sido uno de los desgraciados. Yo me dirigía a echar un vistazo cuando nos asaltaron.

-Pues qué borde.- Contesta Angelica a Zynna mientras se separa de ella. -¿Tratas así a todas las desválidas e inocentes señoritas que acuden a tus brazos en busca de ayuda?

-Lo que dice él es cierto. Este puerto es un auténtico peligro. Ays, mi querido Sir Barristan, que en paz descanse, asesinado por unos cobardes piratas como esos.

Zynna miró al extraño, escuchando la explicacion del hombre sobre aquellos piratas que secuestraban gente. ¿Y si estaba relacionado con las desapariciones de fieles? ¿Y si no era la fe lo que les faltaba, sino la posibilidad de ir al templo en cuestion?

Sin embargo, antes de que pudiera hundirse en sus cavilaciones, una frase de Ramase captó enteramente su atencion, haciendola alzar una ceja. Sus labios se fueron curvando poco a poco y su expresion fue mutando progresivamente, hasta acabar desembocando en una carcajada.

-¿Drogo? ¿Retenido contra su voluntad?- volvio a reir, negando- Permitame que dude que eso pueda llegar a suceder...

No, no se estaba riendo de él. Realmente lo encontraba divertido, mucho. Su marido, era mucho mas grande que cualquiera, mucho más fuerte que cualquiera, mucho más bravo que cualquiera. Llevaba toda su vida enfrentándose a innumerables peligros, a enemigos inigualables. No creia que pudieran haberlo reducido de aquella forma.

-¿Donde estan esos piratas? He de volver a la catedral, a buscar a Drogo. Pero en cuanto lo encuentre, quizás podriamos echar un vistazo.

Miro entonces a la pequeña mujer, alzando una ceja- Solo a las que ademas son tan pequeñas y escurridizas como para llevarse ademas mis monedas. - dijo, seria, palpandose la ropa, comprobando que todo seguia en su sitio. Sabia la fama que tenian algunos de esos pequeños hombrecillos. Y bastantes infortunios habian sucedido ya en aquel lugar.

A Ramase no le hizo ninguna gracia la risotada de la desconocida. Nunca le habían gustado las mujeres que se dejaban embelesar por hombres grandes y musculosos. Le hacían parecer aún más escuálido de lo que ya parecía de por sí.

- Duda de lo que quieras, mujer.- Dijo con frialdad, a lo que la mujer debía estar acostumbrada pues parecía del norte.- Los piratas orcos, al parecer, residen en su barco atracado aquí en el puerto. La milicia no puede hacer nada por alguna tontería burocrática. Según me han dicho tienen retenido a un clérigo de Boccob, Lucios era su nombre, ¿no niña? Y han matado a un caballero, ese tal Sir Barristan.- Dijo con mucho menos respeto que el mostrado por la pequeñaja.- Corre a buscar a tu marido. Si hay algo que prolifera más en Tormentos Cristalinos que los rateros, son la putas. Si quieres saber más busca a Molak en los astilleros.- Sin más Ramase se giró sobre sus talones y continuó su marcha por el puerto en busca del barco pirata. Antes de desaparecer definitivamente giró el cuello mirando a atrás.- Tú, niña, ¿me vas a acompañar o vas a ir escondida otra vez como una rata?- A Ramase no le gustaban las sorpresas. Si iba a ir acompañado le gustaba saberlo.

Aquello ya  iba sonando mucho más a Zynna. Un clérigo desaparecido. Más gente desaparecida. Eso se ajustaba con lo que estaba buscando. Fruncio el ceño, con gesto pensativo, y se inclino ligeramente hacia aquel tipo, llevando una mano a su pecho, a la altura de su corazón, como gesto de respeto- Gracias por la informacion. Lo buscaremos. - dijo, girándose tras la despedida, dispuesta a volver en direccion a aquel templo del que habia desaparecido.-Mucha suerte.

Sin embargo, antes de marcharse, cayo en la cuenta de algo, deteniendose a algunos metros y girandose, con una media sonrisa astuta- Los hombres del norte no necesitan putas. Sus mujeres ya se encargan de dejarlos lo suficientemente exhaustos. -fue lo unico que dijo. Y, acto seguido, desaparecio por entre los callejones, en direccion  a la catedral de Kord.

Ramase dibujó en sus labios una media sonrisa ante el último comentario de la mujer de cabellos dorados. Siguió caminando sin pararse, ni por ella ni por la mediana. Ramase no esperaba por nadie. En su lento caminar, tambaleándose de un lado a otro, ayudado, eso sí, por la lanza que portaba cual bastón, iba observando los barcos atracados en el puerto.

De vez en cuando, pues cuando quería Ramase sabía ser zalamero y conversador, intercambiaba algunas palabras con los transeúntes en busca de cualquier pista que le sirviera para identificar el barco pirata orco.