Partida Rol por web

Este edificio destartalado y de aspecto insalubre alberga una taberna muy famosa, que atiende en su mayor parte a pescadores y mercaderes de paso. A pesar de su apariencia deslustradas, la taberna es una de las más prósperas de la villa.

Un enorme letrero sobre la barra muestra un erizo de mar flotando en un gran vaso de vino, mientras un hombre feliz bebe de él.

Un elfo hosco y rudo dirige la taberna con orgullo.

Cuando entráis los peregrinos del Erizo Borracho no pueden disimular una sonrisa y se ríen entre ellos.

La taberna estaba a rebosar. El ruidoso ir y venir de jarras de cerveza, bandejas con estofado y otros manjares, clientes medio borrachos y alguna muchacha de poca reputación, dio la bienvenida al trío de recién llegados.

-Aquí seguro que os podéis ganar alguna moneda... público no os faltará!

Ethan señaló a sus compañeros una mesa libre que estaba en un rincón, algo apartado de todo el embrollo y el ajetreo del “Erizo borracho”. Tenía ganas de saber más sobre aquellos dos bardos y, al lado de una cerveza, podía ser una buena ocasión para conocer sus historias.
Pidió 3 cervezas a una de las mozas que pasaban por allí, cargada con jarras ya vacías de la mesa de al lado.
El bárbaro no podía dejar de observar como algunos clientes, los miraban con curiosidad. Algo en ellos le hacía sentirse irritado. Siempre le había gustado pasar desapercibido y aquella situación comenzaba a molestarle.

-Soy únicamente yo o también tenéis la sensación de que nos observan desde las cuatro paredes de la taberna?
 

El bardo se sintió incómodo en el mismo momento en que puso un pie en la taberna. Demasiado tiempo en los caminos, actuando en posadas de carretera poco concurridas, le habían desacostumbrado a las grandes multitudes. Sabía que no debería ser así, un grupo nutrido de gente significaba más trabajo, pero supuso que las viejas costumbres tardarían en desparecer. Al menos, sus nuevos compañeros eligieron una mesa apartada, lo que le hizo sentirse más seguro, y Ethan pidió unas bebidas, en las que podría ahogar. En cuanto llegaron, se echó al coleto un generoso trago, mientras el bárbaro hacía comentarios acerca de esas miradas que parecían tan fijamente clavadas en ellos.

- Bueno, creo que es uno de los defectos de nuestra profesión.- comentó con una sonrisa cansada.- es difícil pasar desapercibido.

Acto seguido tomó otro trago y se sentó en la mesa mientras se limpiaba la espuma que había quedado en su descuidado bigote. Ajustó ligeramente las cuerdas mientras se aclaraba la garganta (lo que servía al tiempo para crear expectación y para calmar los nervios) y comenzó a cantar una conocida canción del camino:

En el feliz mes de junio de mi casa salí,
dejé a las muchachas de Tuam con el corazón casi roto,
saludé a mi estimado padre, besé a mi querida madre,
bebí una pinta de cerveza, para ahogar mi pena y mis lágrimas,
después de cosechar el maíz, abandoné el lugar donde nací,
corté un endrino macizo para desterrar fantasmas y duendes;
con un nuevo par de abarcas para golpear por los pantanos
y asustar a todos los perros en el rocoso camino a Mublín,

Un, dos, tres, cuatro, cinco,
caza la liebre y da la vuelta al rocoso camino
¡y así hasta Mublín, Whack fol la de rah!
...

Este edificio destartalado y de aspecto insalubre alberga una taberna muy famosa, que atiende en su mayor parte a pescadores y mercaderes de paso. A pesar de su apariencia deslustradas, la taberna es una de las más prósperas de la villa.
Un enorme letrero sobre la barra muestra un erizo de mar flotando en un gran vaso de vino, mientras un hombre feliz bebe de él.

Un elfo hosco y rudo dirige la taberna con orgullo.

Cuando entráis los peregrinos del Erizo Borracho no pueden disimular una sonrisa y se ríen entre ellos.

En un rincón de la taberna véis al tabernero sirviendo vino a los dos bardos y al hombre que los acompañaba.
Justo cuando entráis por la puerta, el bardo que tenía tan solo media mano empieza a cantar...

En el feliz mes de junio de mi casa salí,
dejé a las muchachas de Tuam con el corazón casi roto,
saludé a mi estimado padre, besé a mi querida madre,
bebí una pinta de cerveza, para ahogar mi pena y mis lágrimas,
después de cosechar el maíz, abandoné el lugar donde nací,
corté un endrino macizo para desterrar fantasmas y duendes;
con un nuevo par de abarcas para golpear por los pantanos
y asustar a todos los perros en el rocoso camino a Mublín,

Un, dos, tres, cuatro, cinco,
caza la liebre y da la vuelta al rocoso camino
¡y así hasta Mublín, Whack fol la de rah!
...
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Justo mientras el bardo comienza a cantar el tabernero se acerca a vosotros y os dice, Discupad, pero aquí no servimos cervezas, aquí servimos vino de la casa.. Entonces os pone tres copas a cada uno y os sirve un vino que sale de una garrafa en cuyo interior hay fotando un erizo de mar aplastado. Son 4 piezas de cobre cada uno

En ese mismo momento véis como por la puerta entran una muchacha encapuchada y un humano paliducho y delgaducho. Son las dos personas que vinieron con vosotros en la carroza.

Sin dejar de cantar, el manco echó una mirada al brebaje que les servía el tabernero y no pudo evitar una ligera mueca de disgusto al ver el informe animal (aplastado para más señas, lo que dejaba las extrañas entrañas del bicho flotando en el caldo) flotando en el interior de la frasca y amenazando con caer en cualquiera de los vasos cada vez que el mesero inclinaba el pechel. Sin embargo, cosas peores se había metido entre pecho y espalda no hacia demasiado tiempo, con lo que sus remilgos duraron lo mismo que su canción: una vez terminada, lo largo de la tonada y lo alto que se había visto obligado a cantar para superar el barullo habitual de la taberna le dejaron la garganta completamente seca, por lo que el primer trago del vino "aderezado" cayó en el buche de Baldr como pura ambrosía. 

Mientras daba el segundo trago, observó la sala, primero para comprobar como había caído su canción "al respetable", si parecía atenta u hostil o si precisaba de un cambio de registro (conocía unas cuantas canciones de marinero y otras subidas de tono que alegrarían el día al más bruto y ruín de los presentes). Al tiempo que paseaba la vista por la sala se percató de la reciente entrada de sus dos compañeros de caravana. A penas había cruzado un par de palabras con ellos (dada su suspicacia natural y el estado lamentable con el que se había unido a la caravana), por lo que se resistió a hacerles ninguna señal de saludo. Si se fijaban en el o se acercaban les trataría con cortesía, pero de momento tampoco despertaba en él especial interes volverse a reunir con ellos. Ademas era muy probable que ellos estuviesen ocupados en sus propios asuntos (el joven había demostrado interes por la moza casi desde que Baldr fue medio consciente de lo que ocurria a su alrededor) y no era quien para meterse en la vida de nadie.

Según os metéis el vino repugnante que os sirvió el tabernero una nausea os invade todo el cuerpo y entonces llegan los vómitos, cuando os giráis os dais cuenta que tenéis cada uno una cubitera dónde podéis echar los restos del vino, del erizo y de las entrañas que os quedan. 

No podéis parar de vomitar durante todo un buen rato y los lugareños se ríen de vosotros a carcajada limpia. 

Cuando entran los dos nuevos visitantes uno de los clientes grita:

Vaya, dos nuevas víctimas eh? Ankus? Y vuelve a estallar en risas. Entonces el hombre se acerca a la mujer y os dice, Qué, preciosa,  os animaís a una copita de vino, eso también va por ti pequeñajo. Si podéis soportarlo seguro que Ankus os invita a beber durante todo el día.

Zarus se sintió fuera de lugar al encontrarse con aquella criticable fachada en la que se veía hombres de aspecto tosco y burlesco. Miro aquellos bardos con un tono de sorpresa, al parecer a ellos les iba bien mezclandose entre la gente cosa que ni para Layla ni para él les era sencillo. El joven no alcanzó a decir una palabra cuando dos sujeto ya estaban frente a él y Layla. Le molesto que le llamaran "pequeñajo", pero mas le molesto el hecho de que le hablaran de forma tan confianzuda a la joven -Si lo que desean es pasar por agradables, deberían hacer un esfuerzo por escoger mejor sus palabras caballeros, no valla a ser que se presten para malos entendidos- Intentaba manejar su molestia y no hacer de esto un problema mayor, pero ya se le había escapado un tono algo amenazante. -Agradezco la invitación, pero por el momento no se me apetece un trago- No creía que Layla fue aceptar nada de un extraño pero antes de que fuese a mencionar cualquier cosa le dijo -Te parece si hablamos un momento acá afuera?- una sonrisa disimulada era señal para que aquellos tipos no tomaran su intento por estar afuera unos segundos como un acto grosero.

Layla sin decir nada y abrumada por la cantidad de gente y por como han llamado la atención sale contigo de la posada asintiéndote con la cabeza.

Cuando conseguís terminar de vomitar, os dáis cuenta que los dos individuos que habían entrado salen corriendo de allí asustado por el griterío de los parroquianos. De nuevo estáis los tres ahí, aunque parece que ellos dos tan solo están charlando fuera.

El rostro de Layla marcaba claramente el disgusto que sentía ante la actitud de aquellos hombres. Sus suaves labios se habían curvado en una mueca de asco, y su perfilada ceja derecha se había enarcado como muestra de la decepción que sentía. 

Se detuvo al salir de la taberna y cruzándose de brazos miró a Zarus.

- Dime, ¿qué querías? - Le preguntó quizás de forma algo brusca. El joven no tenía la culpa, pero todavía se sentía mosqueada por la actitud de aquel hombre. 

Zarus respondio luego de un profundo suspiro... -No era nada en concreto, solo era para sacarle el cuerpo a ese par de pesados, pero ya que estamos acá... Note que aquellos musicos son muy buenos con el manejo de la gente, en definitiva nos vendría bien su ayuda para encontrar a quien buscas, pero no creo que ellos se animen hacerlo sin una paga de por medio. No contamos con mucho dinero, solo se me ocurre ofrecerles el anillo como paga, no tengo idea de cuanto valga, solo espero que sea lo suficiente para ellos...

La muchacha se encogió de hombros mientras dirigía nuevamente sus grisáceos ojos hacia la puerta de la taberna. Aquella joya podía traerles problemas, además, ella prefería no inmiscuirse mucho sobre lo que hacer con ella. 

Suspiró y miró nuevamente a su compañero. - No sé si podrán ayudarnos... Ellos también son nuevos en esta ciudad, pero, quizás, por intentarlo... - Dijo de forma dubitativa. Se había deslizado la capucha dejando su rostro descubierto. Sus ojos mostraban la profunda tristeza que arraigaba en su corazón. ¿Y si Intissar no se encontraba en la ciudad? Tiene que estar aquí... Se repitió como tantas otras veces. En lo más profundo de su corazón sentía que él estaba cerca, pero, no podía evitar temer estar equivocada.

Zarus intentó mostrarse optimista ante la triste Layla -No te preocupes- le dice con un sonrisa relajada -He estado antes en situaciones como esta, en la que no sabes que hacer y parece que todo va a salir mal, pero si algo he aprendido de aquellas situaciones, es que todo puede mejorar de un momento ha otro si te mantienes firme y luchas por lo que quieres- los ojos de Zarus se tornan de un brillo esperanzado, su mirada busca transmitir esperanza.

-Ademas, no creo que seas de esas chicas de las que te rindes facilmente, ya parecías lista para darle una paliza a aquellos lagartos jajaja- Dice en tono jocoso para aliviar la tensión del momento -Si lo deseas esperame acá mientras hablo con los trovadores, se que lograré un buen acuerdo, aunque sería bueno que los convenciera de que salieran de ese bendito lugar para hablar mas comodos...-

Layla observó a Zarus con una expresión de extrañeza reflejada en su rostro. Parecía juzgarla sin conocerla de nada, dando por echo de que ella hubiera luchado contra aquellos hombres lagarto. Además, también parecía muy convencido de que aquellos bardos podrían ayudarles, pero ella tenía sus dudas. De todas formas se encogió de hombros, nuevamente se dijo que por intentarlo no perdían nada.

Cuando le propuso que se quedara fuera, miró a ambos lados de la calle. No había mucha gente por aquella zona, pero de todas formas, no deseaba quedarse sola. 

- Prefiero entrar contigo. Aunque procura contener tu lengua y no saltes ante cualquier provocación - . Le dijo suavizando sus rasgos con una sonrisa.