Partida Rol por web

¡Ah sí! Dijo una empleada que pasaba por allí. Aquí tienes dijo tendiéndole la respuesta a aquella nota.

Hola, Lomenar, como bien sabes, mi nombre es Sasha y te agradecería que como bien dices guardaras el secreto. No necesitamos nada por el momento, pero si alguna vez fuera así, ya me encargaré de localizarte. Como bien sabes tengo contactos en todas partes y podré localizarte sin problemas. Pero por el momento, preferiría que te mantuvieras al margen.

Atte: Sasha

Era mucho más de lo que Lomenar esperaba. De hecho creía que simplemente Sacha la ignoraría mientras que no solo le había respondido sino que dejaba abierta una posibilidad para el futuro. Era consciente de que la confianza es algo que no se otorga a una desconocida simplemente por conocer un secreto de otra. Ahora es cuando Lomenar debía de ganarse la confianza de Sasha y la mejor manera como bien decía en su carta era mantenerse al margen. Esa haría y si algún día la llamaba estaría dispuesta a ayudar a Sasha.

Tras leer la carta, Lomenar buscó una chimenea o brasero que aún estuviera con brasas e introdujo el papel dentro. Las llamas rápidamente lo consumieron. Discreción, eso era el primer paso. El segundo, de momento, era quedar al margen así que debía seguir con sus planes y buscar algún trabajo con el que sacar lo mínimo para pasar la noche siguiente.

Lomenar dio las gracias a la empleada. No era necesaria ninguna respuesta a la carta de Sasha, como bien decía sería ella la que llegado el momento localizaría a Lomenar. Se despidió y salió de nuevo al sol de la mañana.

Parte sala de bailes, parte taberna, parte posada y parte burdel, la Dríada bailarina es uno de los edificios más notables de Tormentos Cristalinos. Presenta una fachada colorista, que parece fuera de lugar en su ubicación cercana a los barrios bajos. Sus muros están jalonados de columnas de mármol talladas para semejar árboles, y una "imagen silenciosa" permanente de una escandalosa mujer contoneante, de piel pálida y cabello verde, ondula sobre la puerta principal en un escenario en miniatura que representa una cañada forestal.

En su interior, la sala principal está llena de mesas para jugar a las cartas, dados y otros juegos de azar, todos controlados por la casa. Hermosas mujeres vestidas como dríadas  y ninfas anotan los pedidos junto a bellos mancebos  vestidos como sátiros y pixis. Un gran escenario, en el extremo más alejado, muestra un réplica a escala real de la cañada en miniatura que sobre la entrada; las noches en las que la dríada baila sobre ese escenario suelen ser las más concurridas.

Los clientes pueden alquilar habitaciones en el piso superior para pasar la noche pero la mayoría de la clientela lo hace para fines más carnales. Los camareros y camareras no solo ofrecen bebidas en este lugar.

Lictea no era de las que ocultaban sus emociones con un imperturbable rostro, más bien todo lo contrario. La cara de asco con la que entró en la Dríada Bailarina lo decía todo. La comunidad de la que provenía, de la que había huido pero aún respectaba, los Lykanthropoi, era una sociedad matriarcal. Las mujeres gobernaban y eran respetadas. No se pagaba por ellas para fornicar sino todo lo contrario, ellas elegían entre multitud de aspirantes. 

Estos en su vida han visto a una dríade.¡Qué vergüenza!

Nada más llegó se fue, aunque con el estómago revuelto ante la imagen de la decadencia de la ciudad. Era mucho peor de lo que se había oído cuando vivía feliz a cielo abierto. Decidió acudir a lo malo conocido y como a la Pezuña en la Boca no quería ni acercarse, se decidió por la posada donde conoció a Daélric.

Parte sala de bailes, parte taberna, parte posada y parte burdel, la Dríada bailarina es uno de los edificios más notables de Tormentos Cristalinos. Presenta una fachada colorista, que parece fuera de lugar en su ubicación cercana a los barrios bajos. Sus muros están jalonados de columnas de mármol talladas para semejar árboles, y una "imagen silenciosa" permanente de una escandalosa mujer contoneante, de piel pálida y cabello verde, ondula sobre la puerta principal en un escenario en miniatura que representa una cañada forestal.

En su interior, la sala principal está llena de mesas para jugar a las cartas, dados y otros juegos de azar, todos controlados por la casa. Hermosas mujeres vestidas como dríadas  y ninfas anotan los pedidos junto a bellos mancebos  vestidos como sátiros y pixis. Un gran escenario, en el extremo más alejado, muestra un réplica a escala real de la cañada en miniatura que sobre la entrada; las noches en las que la dríada baila sobre ese escenario suelen ser las más concurridas.

Los clientes pueden alquilar habitaciones en el piso superior para pasar la noche pero la mayoría de la clientela lo hace para fines más carnales. Los camareros y camareras no solo ofrecen bebidas en este lugar.

Elwimir entró en el lugar silbando de admiración. Sin duda aquel parecía el mejor local de la ciudad y si no lo era, es que le quedaban muchas cosas buenas por ver.

-!Tabernero¡.-dijo en cuanto llegó a la barra para llamar su atención- ¿donde puedo encontrar un trabajo para llenar mi bolsa y poder gastarla en este magnifico lugar?-echo un vistazo a la sala otra vez antes de seguir- -verá, solo tengo unas pocas piezas de plata y creo que se me gastarán muy pronto entre faldas cartas y licores.

Demasiado directo tal vez, pero el lugar lo merecía sin duda alguna. Tormentos Cristalinos prometía.

De entre toda aquella gente le sorprendió una mujer de singular y exuberante belleza. Que fuera drow era algo extremadamente raro y sin duda alguna no le gustaba del todo a Elwimir, pero no por ello dejaba de quitarle el ojo de encima tanto para ver lo que podría estar haciendo allí, como para disfrutar de su belleza hasta saber el precio que tenía que pagar por compartir un momento con una de las mujeres del local.

Demasiada gente, demasiado ruido, demasiado alcohol.

La decoración del local simulaba faéricos bosques y eso no hacía sino acrecentar la sensación de añoranza que me invadía al pensar en mi oscuro hogar.

Ese lugar me recordaba en cada una de sus excentricidades quan lejos estaba de casa.

Sin embargo, si quería averiguar lo que acontecía al maese Rodelik, ese parecida v ser el lugar indicado.

Un hombre gritó al tabernero, junto a mi.

¿Me está mirando?

Hinqué los codos en la madera y tiré discretamente de mi capucha hacia adelante mientras de reojo observaba aquél tipo de aspecto curtido y pelo largo, castaño.

Si, me está mirando.

Un hombre de educación escasa, seguro en su tono y en su contenido. Probablemente hombre de mundo.

Me habían advertido de que quienes no conocían nuestra naturaleza solían verse atraídos por la exuberante belleza inherente de mi raza, a la cuál no estaban acostumbrados, y ese fue el motivo precisamente de mi discreto ropaje y gran capucha. Lo último que quería era llamar la atención, algo que empezaba a darme cuenta que sería harto complicado en aquella ciudad.

Pero si busca trabajo... quizá podría serne útil.

Había permanecido largo rato con la vista al frente, hasta que me giré de repente y clavé mis claros ojos almendrados en los de aquél hombre. Sosteniendo el silencio.

Al ver cómo aquella drow le devolvía la mirada tras unos momentos, Elwimir sonrió satisfecho al poder verla bien.

-He oído muchas historias sobre tu raza... -hizo una pausa para guardarse el "presiosa" que iba a decir, pues la mirada que le estaba lanzando podía estar envenenada-... y por ahora puedo decir que algunas no son exageradas.

Dicho esto y teniendo claro que aquella mujer no pertenecía a ese lugar, le extendió la mano como forma de saludo.

-Mi nombre es Elwimir. ¿Que hace alguien como tu, en un lugar como este, rodeada de gente como yo?

La duda sobre si aquél hombre era temerario, irreverente o amable daba vueltas a mi cabeza... pero lo cierto es que su actitud había logrado captar mi atención. De hecho, era la primera persona que acaparaba mi interés por su propia cuenta des de que estaba en aquella apestosa ciudad.

Por si la opción era "temerario", me giré por completo hacia él, quedando de frente, y contesté a su primer comentario.

- Habrás oído entonces el destino que depara al hombre que acaba pretendiendo a una fémina de mi estirpe, Elwimir - mi voz suave, pero fría y segura masticó su nombre al pronunciarlo.

Por si la opción era "irreverente", apoyé un codo en la mesa y el mentón en mi mano mientras le observaba sin expresión alguna.

- Cualquier rumor propagado por el hombre, especialmente el que habita en las tabernas, tiende a ser exagerado.

Por si la opción era "amable" alargué mi mano, notoriamente más pequeña que la suya, sin apartar la vista de sus ojos en ningún momento. Le devolví el gesto estrechando su mano con firmeza.

- Fui bendecida como Nanthalaranzalasa - y conociendo la reacción que solía provocar la incultura urbana añadí - en la superficie me conocen como Nanth.

- Busco algo, busco a alguien - apoyé la palma de mi mano en la madera y me recliné hacia el hombre recortando en gran medida la distancia que me separaba de él, quedando bastante cerca de su rostro y siempre con mis ojos clavados en los suyos. Sé cuando alguien miente, siempre.

- ¿Cuánto llevas en esta pocil... en esta ciudad?

A Elwimir le encantaba la actitud de aquella mujer y su mirada, estaba disfrutando mucho con ese encuentro de hecho y esperaba prolongarlo en el tiempo. De hecho, olvidó las faldas baratas de las otras mujeres y se centró en algo más interesante que había encontrado por casualidad y que podía ser lo que buscaba.

-Nanth- dijo asintiendo con la cabeza. Sinceramente el otro nombre era demasiado complicado y aunque él había elegido Zala o algo similar prefirió no decir nada y sonreír abiertametne.

-Pues me alegro de haber coincidido contigo en esta pocilga-completó lo que ella no había querido decir- yo acabo de llegar aquí la verdad y ando un poco perdido. He preguntado en una de las casas principales de la ciudad si necesitaban trabajadores, ya que había oído que así era, pero se ve que mi aspecto no les ha gustado demasiado a esos estirados.

Se sacudió un poco el polvo del camino y con un gesto de fingido resentimiento mostró que poco se podía hacer con lo que tenía.

-Así que no tengo trabajo y tengo apenas unas platas para sobrevivir, por lo que dime ¿qué o a quién buscas?. Puedo ayudarte si quiere.

Ella no parecía tener tampoco mucho dinero, aunque las apariencias engañan. De todas formas si aceptaba su ayuda, disfrutaría de su compañía pues parecía una mujer interesante y a la vista sin duda alguna agradable, y quién sabe qué otras cosa podría tener oculta aquella drow. Además, le parecía un buen aliado potencial para un lugar como tormentos cristalinos. 

-Elwimir, acompañando a una hermosa drow por las calles de una nueva ciudad...si todo sale bien, en unos días dormiras siempre acompañado y con una buena bolsa.-pensó mientrasesperaba su respuesta.

Al conocer que era un recién llegado no pude evitar hacer un chasquido con la lengua y girar la cabeza un par de segundos, visiblemente decepcionada, antes de volver a fijar mis ojos en los de aquél hombre. 

Pero, por otra parte... aquél viajero no había intentado mentirme, algo casi inaudito entre los de su raza. ¿Era consciente de que no habría podido engañarme o estaba ante el caso del, quizá, único hombre transparente de aquella apestosa ciudad?

Con el codo aún apoyado en la mesa, me llevé dos dedos a la sien, mientras meditaba y le observaba. No había tratado con tantos humanos cómo para conocer que a ellos esos silencios solían resultarles algo incómodos. 

- Si acabas de llegar - dije finalmente - no habrás visto a quién busco, así que lo mismo da.

Apoyé ahora ambas manos sobre la mesa y erguí mi espalda, arqueándome levemente hacia atrás, en la medida en que la armadura de cuero tachonado me lo permitía.

- Sin embargo... - entrecerré levemente los ojos y mordí mi labio inferior antes de seguir hablando - parece que te mueves con comodidad en este tipo de.... ambiente - que a mi se me antoja harto incómodo - y eso podría ser útil en la tarea que ahora mismo llevo entre manos. Nada peligroso  - de momento... 

- Si te interesa, ambos podemos sacar ciertos beneficios... - le señalé entonces con el dedo índice, echándome levemente hacia delante y hablando luego de forma sibilina y en voz baja - pero te advierto que si tratas de jugármela... saldré de las profundidades e iré a la ciudad más apestosa, al confín más alejado del maldito continente, allá dónde estés... para degollarte mientras duermes.

Volví a recostarme hacia atrás y sonreí sin separar los labios y estrechando mis ojos de forma casi simpática, aunque no pretendía serlo, al destacar los hoyuelos en mis mejillas.

- ¿Y bien? - sentencié.

-Ya te he dicho que no tengo nada entre manos, así que cualquier oferta es buena para mí-le respondió desde la cercanía que ella había creado -y no te preocupes, puedes confiar en mi, solo se la juego a los que son menos inteligentes que yo- le susurró con una sonrisa picara que finalizó en una leve carcajada.

-Aunque he de decirte que me gusta la idea de que te tomaras tantas molestias para dar conmigo jajaja.

Recuperada la seriedad, Elwimir la tranquilizó con un gesto de manos "solo era una broma"

-Tu dirás Nanth. ¿Cuál es nuestro primer paso?

Volví a recostarme hacia atrás, mirando fijamente al hombre que tenía frente a mi. Guardé unos segundos de silencio antes de contestar, valorando los pros y los contras de aquella asociación.

No parece muy disciplinado... pero da la impresión de ser fiel a sus objetivos, aunque sea por puro egoísmo. Valdrá.

- Bien, Elwimir - asentí despacio con la cabeza - verás... estoy tratando de localizar una organización en la sombra, se hacen llamar Peces Sierra .

Miré a mi alrededor con discreción esperando que no hubiera nadie cerca.

- El caso es que la última información de la que dispongo, daba a entender que en los sótanos de este establecimiento se encuentra el Gremio de Ladrones - tenía el dedo índice apoyado en la mesa - así que me pareció el lugar indicado dónde buscar. ¿Qué opinas?

-Bueno, si esos "Peces Sierra" que buscas, son una banda de ladrones, supongo que si, es el mejor lugar para empezar a buscar-respondió lo evidente el humano- pero ¿para qué buscas a esa banda?, no es que me importe demasiado, he dicho que te ayudaría y cualquier forma de ganar algo de dinero con esto me parecerá bien, pero...

Paró su discurso un instante mientras miraba el lugar en el que estaba y sopesaba las monedas que tenía y el futuro que le esperaba si no cambiaba su suerte.

-¡Bah!, olvida lo que te he preguntado, no me importa para qué la buscas. Cuanto antes empecemos mejor.

Antes de girarse otra vez hacia el tabernero para confirmar que tiene su atención, Elwimir sonrió a su nueva compañera. Esperó a la respuesta de sus primeras preguntas antes de asaltarlo con la debida petición de alcohol.

-Mi amiga y yo necesitamos algo para calmar la sed mientras disfrutamos el bonito local.-Sacó las monedas para pagar y después se dispuso a intentar enterarse de algún rumor mientras vigilaba las miradas que otros pudieran echar a Nanth. Al fin y al cabo, era una atractiva Drow en un lugar poco recomendable y estaba dispuesto a hacer el papel de caballero y disfrutar de una buena pelea si era necesario.

- Eso no tiene importancia ahora - no perdía de vista la mirada de su interlocutor. Solía mirar siempre a los ojos de la gente con quién me entrevistaba, y gustaba de aquellos pocos que eran capaces de sentir mi escrutinio sin titubear. Es significativo de que no tratan de mentirme.

De haber creído que aquél hombre intentaba engañarme me habría levantado y me hubiera ido sin más. De haberme sentido ofendida, probablemente le hubiera rajado el gaznate sin titubear.

Los hombres son volubles y traicioneros, son egoístas y piadosos. La piedad te hace débil. Quién es débil no merece vivir.

A menudo carecen de honor y, quienes lo poseen, suelen ser irreflexivos. Aquél hombre no parecía hacer ostentación de honor; quizá precisamente por eso sabía cuál era su lugar y, sin duda, sabía navegar por él. Al fin la suerte pareció sonreírme en aquél agujero masificado de putrefacción humana.

- El objetivo es localizar esta banda. Una vez eso esté hecho, hablaremos del asunto - sonreí satisfecha al ver que aquél hombre asumía que era mejor no seguir preguntando y al ver su predisposición. Si bien es cierto que la gente de mi pueblo llevaba a cabo cualquier objetivo a cualquier precio, también lo es que sabe reconocer a quién hace eso posible, así que tras valorarlo, accedí a darle algo más de información.

Cuando Elwimir ladeó su cabeza al hablar con el tabernero, me acerqué a su oído para susurrarle.

- Se dice que conociendo la contraseña adecuada, uno puede infiltrarse en el gremio de ladrones
- trataba únicamente de pasar desapercibida cuando mi cálido aliento acarició el oído de aquél hombre.

Sin duda mi inexperiencia entre los lascivos humanos podía llevar a cierto desconcierto.

Una hermosa empleada se acerca hasta ellos dos y les pregunta qué es lo que desean para beber. Aún era temprano para comer,  pero si esperaban un poco quizá pudieran disfrutar de algún buen plato caliente.

¿Qué desean para beber? ¿Alguna cerveza, hidromiel...?

Elwimir se había paseado un poco por la sala intentando escuchar algo o sacar algo de información con preguntas discretas e inventándose que conocía a un amigo de un amigo, pero los allí presentes no parecían tener nada que ver con el lugar o no se dejaban embaucar tan fácilmente así que cuando volvió a la barra y observó a mujer que les atendía no pudo hacer otra cosa que poner su mejor cara de sorpresa y sonreirle amablemente.

-Vaya, no esperaba que tan bella mujer me sirviera en un lugar como este- el tono de su voz era mucho mas suave que anteriormente y su pose intentaba ser cercana pero manteniendo las distancias ya que él no pretendía ser un cualquiera aunque las pintas dijeran lo contrario.-Creo que tomaré algo de hidromiel, se que es algo temprano jeje, pero el viaje ha sido largo y esta ciudad parece muy interesante, por lo que mejor tomar un buen reconstituyente antes de investigar lo que nos puede ofrecer.

Sabía que les había visto hablar, así que no obvió a Nanth y con un gesto amable la invitó a pedir lo que quisiera-mi compañera puede que tenga un gusto más refinado que el mío, pero seguro que tenéis muy buen servicio en este lugar y podéis atender todas las necesidades.

Me encontraba reflexionando sobre el modo ideal de lograr recabar tal información cuando apareció una de las camareras de la posada.

- Tanta palabrería me entumeció la garganta - hice lo más parecido a una sonrisa amable que podía forjar tras más de 200 años de acritud - una cerveza me aliviaría bella jovencita.

Dejé hablar a mi ávido compañero y recogí su hilo en la conversación.

- Ya lo creo amigo, se dice que todo el establecimiento goza de estancias de puro privilegio ¿me equivoco jovencita? - fijé mi mirada en la de la atenta camarera.

La mujer trajo con muy buenos modales lo que pidieron y después concluyó todo con una sonrisa y un movimiento de cabeza que indicaba que sí, que allí había estancias de puro privilegio tal y como habían mencionado.

- Era de esperar de tan hermosa posada - digo moviendo la cabeza de lado a lado, cómo si examinara la decoración que en realidad no me importa absolutamente lo más mínimo.

- El único inconveniente del local es precisamente su virtud - miré a mi compañero buscando su complicidad y luego a la camarera - pues, en un lugar tan acogedor y a la vez tan grande sin duda acudirán todas las gentes del lugar.

Me apoyo sobre la mesa con los codos levantando mi culo apenas unos centímetros de la silla para tratar de dar privacidad a nuestra conversación de tres.

- O acaso hay algún lugar especialmente discreto y reservado dónde los secretos puedan ser tratados fuera de viciosos oídos.

Fijé mi almendrada mirada en la de la joven camarera, tratando de ganar su complicidad.