Partida Rol por web

Esperó la respuesta de Oslor. Realmente esperaba que el precio de la habitación fuese justo y accesible. No como en El Cuervo de Plata, tan pretencioso. Desde luego Oslor no era como aquel mediano, que tras toda aquella máscara de amabilidad escondía el orgullo de quién se cree superior y la vulnerabilidad de quién se cree invencible. Oslor era distinto, como un coyote, astuto, provocador... Pero al final estaba casi segura de que no le darían ganas de patearle el culo.

Aprovechó la ocasión para preguntarle algo más.

- ¿Por casualidad conoce al tal Toren? ¿Sabe dónde podríamos encontrarlo?-

Les haría bien distraerse un poco, y si aquella historia terminaba con final feliz entonces aquella noche Morís y ella lo celebrarían.

¿Una habitación para dormir? Bueno, si os queréis quedar a la cena y al espectáculo todo cuesta 2 piezas de oro por persona. Si queréis ya algún otro servicio más eso tendréis que negociarlo vosotros con quien lo queráis.

Después escuchó la última pregunta de Samira, ¿Toren? Sí, claro, ¿por qué?

A este paso nos va a tocar dormir al raso

No mostró expresión alguna en su rostro, ni de sorpresa ni de decepción.

- Tenemos un amigo en común. Aunque hace años que no se ven guarda un buen recuerdo de él y me animó a saludarle - dijo con expresión inocente.

Ahora mismo le preocupaba la falta de posibles que tenía para costearse una noche en una posada. El día justamente estaba empezando y estaba segura de que encontraría un modo de dormir en una confortable cama.

Miró sutilmente a Moris, no sabía cuánto debía llevar encima su compañero, esperaba que algo más que ella, y que de ser así tuviese a bien ayudarle.

El Karuth cayó en la cuenta de la mirada que le lanzó la bailarina pero, no siendo consciente de lo que pensaba, entendió que su momento de intervenir como su representante había llegado y y avanzó para ponerse al lado de ella, frente al propietario del local.

- Otra de las razones que nos llevan a interesarnos por el conciudadano vuestro, Toren, tiene que ver con los sentimientos que profesamos por aquellos que están en lid amorosa, como resulta ser su caso por Sasha ¿Sabéis de esto? ¿Creéis que es una pareja que vaya a traer dicha a su entorno?

Puso su mano derecha sobre su corazón y suspiró con cierta teatralidad, tratando de crear un guiño entre sí mismo y Oslor.

- Disculpadnos, no nos hemos presentado; ella es La Brisa se Puerto Calim, Samira -dijo inclinando el cuerpo ligeramente y estirando los brazos en dirección hacia ella-, y yo, sirviente de Wee Jas y de aquesta también pelirroja, el Karuth Moris.

Fue entonces que se alzó, mostrándose encantado de poder aportar fanfarria al momento, a la presentación y petición para su amiga.

- Dicho esto, faltaría a mi labor si no os preguntase si, para la celebración de esta noche, ¿habría espacio para tamaña bailarina como la que tenéis ante vos en Samira? Por un jergón cómodo y un opíparo desayuno veréis vuestro singular espectáculo convertido en uno inolvidable para todo aquel que venga a verlo.

Con esto dejaba abierto a interpretación si se refería sólo a ella o a ambos para el trato, con suerte, aunque le negase el suyo, Samira tuviese asegurado dónde dormir al llegar la noche.

Moris tomó iniciativa para sorpresa de Samira en ese momento. Sin embargo no hizo ningún gesto que denotase desagrado, más bien al contrario. Aunque pretendía permanecer inalterable no pudo evitar que un brillo cruzase por su mirada cuando la presentó como "La Brisa de Puerto Calim", le gustó mucho el nombre artístico, tanto que decidió adoptarlo desde ese momento sin dudar un instante. Una leve sonrisa asomó a la comisura de sus lábios. Tras aquella magnífica presentación realizó una pequeña inclinación de cabeza a Oslor. Algunas mariposas empezaban a revolotear en su estómago.

¿Y si le permitiesen actuar aquella noche? El mundo era de los audaces, no desaprovecharía aquella oportunidad.

¿Con Sasha? Oslor parecía muy interesado en lo que le estaban comentando. No sabía nada de la relación que se profesaban el noble Toren, con la espectacular Sasha. ¿Así que están juntos eh? Preguntó sorprendido. ¿Y cómo os habéis enterado? Sasha no es que sea de esas personas que hablan de su vida privada, y aún menos se la suele ver lejos del lugar donde trabaja. 

Y sobre actuar aquí, me temo que no es posible. Aquí solo actúa la Dríada Bailarina, es quien hace el espectáculo y no es habitual que nadie más actúe. Al menos nadie que no sea una empleada. Me temo que tendréis que buscar trabajo en otra parte, porque nosotros no estamos interesados... Dijo negando la oferta que le habían ofrecido.

Tenía la sensación de que habían hablado de más. Era posible que aquella relación fuese secreta, bueno, ya no. No confiaba en que Oslor tuviese la boca cerrada.

¿Quien era esa Dríada? No reflejó disgusto. Ya había trazado otros planes, no mendigaría más por los distintos negocios. Sin embargo sí que acudiría a ver el espectáculo de la noche, quería saber quién era esa bailarina que merecía la exclusividad absoluta.

- Está bien. Quizás volvamos a vernos. -

Tampoco dormirían allí. Ya encontraría un lugar.

Miró a Moris, desde luego no podía decirse que no le hubiese puesto empeño, pero ella empezaba a cansarse de todo aquello.

-Vamonos, tenemos cosas que hacer.-

Con esto esperaba que su compañero entendiese que debían buscar a Toren, aunque al final en vez de sacarle información a Oslor se la habían dado, y aquello no le agradaba.

- Vanidad y amor son también dominios de Wee Jas, tan sólo es natural que llegase tamaño romance a mis oídos para poder celebrarlo -su mano arrastró su colgante por su vestimenta, lo posó sobre su corazón y lo tamborileó con los dedos antes de guardarlo.

- Veo que compartís esta ilusión y me alegro, habladnos de la dichosa Sasha, parece que la conocéis bien y nos gustaría poder arroparla en esta nueva aventura que va a compartir, por cierto ¿Dónde haríamos bien en buscar a Toren? Felicitarle está en orden pero no conocemos estas calles tan bien como nos gustaría.

La respuesta que dio acerca del trabajo para Samira le disgustó pero mantuvo la sonrisa para guardar las formas, su amiga merecía una oportunidad para demostrar lo que en Puerto Calim todos sabían. Cuando sus ojos se cruzaron con los de ella pudo notar que comenzaba a cansarle la falta de progreso desde su llegada, asintió hacia ella, fue desdoblando la capa con parsimonia para ofrecérsela a sus hombros, esperando así ganar tiempo para escuchar cualquier respuesta que pudiese ser util por parte del dueño de la Dríada Bailarina.

- Por supuesto, mi señora Samira -dijo obsequioso y dulce, tratando de devolverla a la comodidad que ellos dos podían compartir de camino a su próxima parada.

Agradeció el gesto de Moris cuando cubrió sus hombros con la capa. Desde luego era todo un caballero. Samira no pronunció palabra ni modificó la expresión de su rostro con aquello, sin embargo llevó sus manos a los hombros para recoger la capa y atarla, y aprovechando el gesto acarició sutilmente con sus finos dedos los del Karuth. 

No estaba segura de que Oslor les resondiese nada útil. Sabía que su aparente cortesía, trato amigable y porte encantador eran más bien fachada. Seguramente escogido para ese puesto por sus atributos físicos y su labia, así como también sus perspicacia. Los hombres como él solían hablar lo justo y escuchar lo más posible. Creía que era como un zorro, astuto, hermoso y aparentemente inofensivo, aparentemente.

Esperaba que Moris encontrase las respuestas que les ayudasen a seguir con aquella misión. Sin embargo estaba segura de que su amigo era un ser aún muy inocente, muy puro, y aquello la conmovía en cierto modo. 

Al roce de la caricia sus dedos se entrelazaron inconscientemente con los de ella y, de súbito, al Karuth se le olvidó su primera lección en vida, respirar. Obtuso en su razón, en la duda entre la retención del momento y la asfixia, fue atesorando el calor que emanaba la bailarina en memoria y extremidades mientras su pecho descubría la agonía del vacío y se extenuaba su compostura.

Las voces de quienes le habían inculcado la doctrina de Wee Jas fueron alzándose cual coro desorganizado en su mente, gritos, amonestaciones y avisos sobre La Maldición Original, aquella que atraía a las personas entre sí, la que ansiaba la pérdida del ser en la búsqueda de la unión con otros y la que, sin embargo, celaba el afecto en lugar de compartirlo - la maldición ante la que un Karuth no podía ceder pues sus dones exclusivos jamás podían ser excluyentes. Cada vez más claras, cada vez más fuertes, le conminaban a despertar del hechizo; los ojos de Moris comprobaron a los presentes, asegurándose que nadie más estuviese oyendo lo que a él a punto le ensordecía.

-¡VUELVE! -Clamaron al unísono y, con un apretón lleno de afecto, liberó sus manos tocadas de color, suspiró del aroma que desprendían los cabellos de Samira y sonrió para sí mismo: libre del pecado de amar guardaría sin embargo los recuerdos de su deseo. Como un tesoro.

Sasha es la propietaria del local. Pero algo me dice que no tenéis ninguna intención en ayudarla. No sé por qué. De hecho, no llego a entender porque ella iba a necesitar de vuestra ayuda. Dijo mientras les observaba de arriba a abajo. SU rostro había cambiado y parecía no ser tan complaciente ahora. Era como si hubieran dicho algo que le hubiera hecho darse cuenta de que no estaba bien que siguieran hablando de eso. ¿No sabéis quién es Toren? Dijo entre risas. Ya veo, ya...

- Nuestra intención de ayudar es genuina pues allí donde hay amor hay apego por la vida -el Karuth hizo una reverencia hacia Oslor con una mano en el pecho y se retiró hacia la puerta para abrírsela a La Brisa de Puerto Calim-. Espero podamos brindar por ambos pronto y vuestra sonrisa sea una de orgullo y dicha. Wee Jas con vos.

Bajó entonces la cabeza ante Samira hasta que estuviese fuera, escondiendo la vergüenza por la segunda visita infructuosa en Tormentos Cristalinos.

Así que Sasha era la propietaria de la Dríada Bailarina... Bien, esa información le pareció interesante a Samira. Sin embargo temía que Oslor le iría con el cuento a su jefa antes de que ellos dos pudiesen dar con Toren y trazar una estrategia. Miró a los ojos de él con sus ojos color turquesa. Se mantuvo seria, como si estudiase al hombre. Quizás se viesen en otra ocasión, pero en esta no tenía nada más que añadir ni creía que saliese nada bueno de alargar el encuentro.

Simplemente se despidió con una muy leve inclinación de cabeza, se cubrió con la capucha y salió como si flotase a través de la puerta que Moris le abría.

Una vez ya en la calle Samira miró a su compañero y esbozó una sonrisa ligera y tranquila.

-No te preocupes, todo saldrá bien. Cuando uno pierde el equilibrio y cae lo primero que debe hacer es ponerse en pié de nuevo ¿no crees?- Dicho esto cogió aire para llenar del todo sus pulmones, lo retuvo un instante y después lo dejó salir lentamente. Su mirada ahora reflejaba serenidad.

-¿Por que no damos un paseo? He oído algo de un parque, el parque de la Rana, parece un buen lugar para relajarse. -

- Creo en vuestras palabras, Samira -asintió el Karuth-, pero considero que levantarse sin aprender sobre qué piedra se está tropezando es ignorar las lecciones que la vida quiere indicarnos.

Miró atrás a la puerta del local de La Dríada Bailarina y negó con la cabeza tras unos instantes.

- Os reconozco que esta vez la lección se me escapa...

La invitación le hizo girarse hacia ella.

- Si por cada dos contratiempos nos tocase un paseo juntos... -comenzó despacio Moris, poco a poco dejando atrás la vergüenza para dejarse llevar por la entereza de Samira y acabar en su característico tono jovial, incluso bromeando- puede que acabe pierdiendo el interés por ofrecer lo mejor de nosotros y celebrar cada dos derrotas como una victoria.

En sus labios se fue dibujando una dulce sonrisa que al final se convirtió en una risa musical.

-No os preocupeis amigo mío. No habéis hecho nada mal, la lección debe aprenderla el mundo- Le dijo mientras acariciaba sutilmente su hombro. 

-Vayamos a pasear y conocer el parque, estoy segura de que ha de ser precioso, y nada mejor para recobrar el ánimo- No pudo evitar mirar a Moris con cierta ternura. Poco a poco iba descubriendo en él cualidades que no solía encontrar en los hombres.

Con la gracia de quien ha sido educado para estas lides, el Karuth se posicionó al mismo lado sobre cuyo hombro reposaba la mano de ella, doblando el codo para ofrecercele un recorrido a aquellos dedos de visita, uno que terminase en cobijo del frío y el comienzo del paseo hacia el Parque de la Rana.

Con ojos vibrantes que irradiaban expectación Moris le devolvió la sonrisa recibida - Cuando gustéis, Samira.