Partida Rol por web

-Perfecto señorita. Diria mientras sacaba una pieza de oro y se la entregaba para que pudiera darme los servicios correspondientes. "Ahora a comer" pensaba feliz mientras esperaba sentado observando a todo aquel humano que estuviera a la vista esperando observar algo interesante.

Se me ha pasado! Deduje que dormiria por default. Y el equipo enseguida lo coloco en la pestaña correspondiente.

Sigues sin equipo y sin descripción del personaje.

Parte sala de bailes, parte taberna, parte posada y parte burdel, la Dríada bailarina es uno de los edificios más notables de Tormentos Cristalinos. Presenta una fachada colorista, que parece fuera de lugar en su ubicación cercana a los barrios bajos. Sus muros están jalonados de columnas de mármol talladas para semejar árboles, y una "imagen silenciosa" permanente de una escandalosa mujer contoneante, de piel pálida y cabello verde, ondula sobre la puerta principal en un escenario en miniatura que representa una cañada forestal.

En su interior, la sala principal está llena de mesas para jugar a las cartas, dados y otros juegos de azar, todos controlados por la casa. Hermosas mujeres vestidas como dríadas  y ninfas anotan los pedidos junto a bellos mancebos  vestidos como sátiros y pixis. Un gran escenario, en el extremo más alejado, muestra un réplica a escala real de la cañada en miniatura que sobre la entrada; las noches en las que la dríada baila sobre ese escenario suelen ser las más concurridas.

Los clientes pueden alquilar habitaciones en el piso superior para pasar la noche pero la mayoría de la clientela lo hace para fines más carnales. Los camareros y camareras no solo ofrecen bebidas en este lugar.

Miró alrededor sin sonreír, tampoco seria. La verdad es que poco podía adivinarse de su expresión y de esos ojos azul turquesa que recorrían el local y sus gentes desde la entrada.
Poco tenía que ver este establecimiento con El Cuervo de Plata. ¿Acaso aquel mediano se había atrevido a insultarla? Debía admitir que el edificio en sí gozaba de cierta gracia y atractivo. Al fondo un escenario que auguraba, al menos, una oportunidad. Miró a Moris. Estaba dispuesta a informarse y valorar la opción.
- Yo solo bailo- le confesó con una madurez y convicción repentina. Esperaba que él tuviese a bien volver a hacerle de representante, aunque ella no perdiese detalle. Reconocía de inmediato a las prostitutas de todas las clases, había visto muchas a lo largo de su vida, y aunque no despreciaba su profesión no estaba dispuesta a ejercerla.

Como si se tratasen de los dos platillos de una balanza, el gesto y actitud del Karuth parecieron recibir toda la ilusión que desaparecía de la bailarina. Sus ojos iban de un mancebo a una camarera, de una mesa de dados al gran escenario, cuando al final sus ojos se volvieron para mirar a Samira cayó en la cuenta de lo distintas que sus reacciones eran ante aquel lugar, su significado y opciones para hacerse un hueco allí.

- Sois la Gran Bailarina de Puerto Calim, Samira - le dijo girando su cuerpo para eclipsar el interior del local de los ojos de ella-, que se ofrezcan otros placeres no le quita el más mínimo valor a lo que ofrecéis a aquellos que tienen la oportunidad de veros.

Su sonrisa fue apagándose al igual que su voz, pasó a sonar dolido por lo que ella había dicho.

- Por favor, no digáis nunca más que solo bailais, no cuando en este lugar aquellos que ofrecen su cuerpo están por debajo de aquellos que ofrecen su talento, allá, en ese escenario.

Forzó su mejilla a arrugarse y mostrar su hoyuelo, lo más parecido a media sonrisa que podía en aquel momento en que ella parecía haber perdido su mirada soñadora; giró levemente su cuerpo y su brazo se estiró para descubrir el lugar donde la gracia y habilidad de Samira podrían reinar sobre el resto del local.

- La diosa Wee Jas me trajo a este mundo para servir a otros en su búsqueda de la felicidad en vida para que no llegasen con las manos vacías a los salones de la muerte, soy como aquellos que escondo a mis espaldas, a vos os pertenece ese lugar en lo alto y no dejaré que nadie se confunda con esto: habéis venido a bailar... Y a descansar vuestros pies.

Esbozó una leve sonrisa ante las palabras de Moris. A veces un buen hombro en el que apoyarse es más importante que poseer unas grandes espaldas. Asintió, tenía razón. No había viajado desde tan lejos para rendirse y desfallecer ahora, no tan pronto. 

-¿Te quedarás conmigo?- Le dijo con expresión de niña inocente en su rostro. No deseaba quedarse sola en aquel lugar lleno de desconocidos. Sabía que desde su habitación podría oír los gemidos de los empleados retozando con los clientes, y los gritos y cánticos de los borrachos. Moris no parecía un tipo muy fuerte físicamente, pero le daba una extraña sensación de seguridad tenerle cerca en esos momentos ¿acaso no había actuado como un amigo hasta entonces?.

Miró el escenario. -Demos una oportunidad al establecimiento y quizás el establecimiento nos de una oportunidad a nosotros ¿cierto?- Cogió aire -Está bien, busquemos al responsable y averigüemos si están dispuestos a incorporar nuevos talentos y cuánto cuesta pasar la noche. Aunque no se si podremos descansar mucho - Sonrió con cara de circunstancias, refiriéndose claramente al ambiente ardiente que debía reinar en el piso de arriba. Esperaba que, al menos, las sábanas estuviesen limpias.

¡Pues bienvenida seas! Dijo mirando a Samira y apreciando lo hermosa que era. ¡Me alegro de que una mujer como tú haya venido a un lugar como éste! ¿Qué quieres beber? Preguntó sumamente interesado en ella. ¿Y qué te ha pasado exactamente, qué puedo hacer por ti?

Estás en la mejor taberna de la villa, la villa de Tormentos Cristalinos. ¡Estás en la Dríada Bailarina! Un lugar para disfrutar, tanto de la comida, como el espectáculo, las vistas o el juego. ¡Lo que más desees!

Oslor se acercó a ella y le habló directamente. Era un chico atractivo y con un aire pícaro que intimadaba a cualquier dama, seguro. Samira le miró seria. Si pretendía tener una oportunidad en aquel lugar no podía parecer un corderito asustado, así que mantuvo el tipo, se irguió poniendo bien recta su espalda. Realmente tomar algo estaría bien, muy bien, pero ¿cuánto costaría?, y viendo que el hombre era parlanchin quizás pudiesen descubrir dónde encontrar al muchacho enamorado. 

-Gracias- respondió -se ve que es un lugar muy concurrido- No había nada como el vicio para atraer a la gente.

-¿Qué tipo de espectáculos dais?- Esperaba descubrir si eran del tipo en que una terminaba desnuda sobre el escenario mientras los hombres y , porque negarlo, algunas mujeres, observaban con ojos lascivos y deseos inconfesables.

-¿Te quedarás conmigo?- Le dijo con expresión de niña inocente en su rostro.

 - Desde luego, no me apartaré de vuestro lado -apretó sus manos una vez más y se posicionó a su derecha.

La llegada de Oslor fue súbita, la de todo un cazador, pero lo que hizo que el Karuth sonriese tras la capucha fue la entereza con la que su amiga comenzó a lidiar con él. Había una voluntad que la llevaba a plantar sus pies en el suelo pero lo importante era que aquella era su batalla, de manera que estuvo pendiente de cualquier gesto por parte de Samira para retirarse una distancia o intervenir como su representante.

Moris dijo que no se apartaría de su lado, aquello tranquilizó a la bailarina y le dió seguridad. No estaba sola.

Se mantuvo firme esperando la respuesta de Oslor, de aquello dependían demasiadas cosas. Pronto sabrían si habían llegado a su destino o si debían seguir buscando.

Por el rabillo del ojo veía a Moris a su lado, era justo ahí dónde le necesitaba y confiaba que ninguna camarera le distrajese o ateayese como hacían las sirenas con los barcos, pues aquello les acercaría demasiado al naufragio.

En alma y cuerpo dedicado a la dicha otros, el Karuth se encontraba entregado a la felicidad de la bailarina en aquel momento; dejando las distracciones a un lado hasta que su presencia dejase de ser parte del viento bajo las alas de ella.

Creyó adivinar un momento de mirada hacia su persona al que respondió arrugando la nariz de manera discreta a Samira. Él estaba allí pero era ella quien se estaba enfrentando a los encantos del exquisito Oslor con un aplomo ejemplar. Asintió bajo su capucha, orgulloso.

El local estaba concurrido, y en contraste con el frío de la calle en la Dríada Bailarina el calor se dejaba sentir. Fué por esta razón que Samira se quitó la capa, colgándola de su brazo. ¿pero realmente hacía tanto calor o era ella? ¿Acaso le acalorada el ambiente del lugar?¿O quizás eran los nervios jugándole una mala pasada? Fuese como fuese no podía perder la compostura, en los negocios todo se reduce a una especie de pulso que decide hacia dónde se inclinará la balanza en pocos minutos.

Miró a Moris y pestañeó lentamente bajando los párpados de sus ojos almendrados y volviendo a abrirlos después descubriendo de nuevo su color turquesa. Lo hizo como dedicando a su acompañante un gesto exclusivo y especialmente dedicado a él, cómo dándole las gráficas por estar allí con ella, reconfortándola y protegiéndola si fuese necesario, al menos eso esperaba Samira.

Oslor obervó el cuerpo de la mujer que había ido a visitarle. Y entonces respondió sabiendo por donde iba. Todos nuestros espectáculos son de buen gusto. Bailes, danzas, piruetas y espectáculo, al fin y al cabo. Un placer para todos los sentidos, pues el gusto y el olfato pueden también desarrollarse gracias a las bebidas que servimos aquí. Pero para que lo veais, os invito a venir justo cuando el sol se ponga en la ciudad. En el ocaso es cuando empieza el espectáculo.

Reconociendo el gesto como uno de intimidad, de aquella que existe entre aquellos que hablan, ríen y se entienden por contexto, Moris se permitió arrugar la nariz y entrecerrar los ojos, sientiéndose dichoso.

Dio un paso hacia Samira y con gesto formal y cara recompuesta, recogió la capa de su brazo para guardarla hasta nueva orden. Por debajo del pesado tejido apretó entre sus dedos la muñeca de la bailarina. Por pocas que fueran sus carnes de Karuth, allí se entraba para darle ámimos y coraje.

Se retiró de nuevo tras ella, cara fría e impertérrita como el mármol pero manos calientes bajo aquella capa.

Agradeció el gesto de Moris, comprendió que le hacía notar que estaba allí con ella. Le cedió la capa de buen grado, más aun, satisfecha.

Escuchó a Oslor. La respuesta le tranquilizaba, quizás sí podría iniciar allí sus días en Tormentos Cristalinos. Desde luego acudiría al espectáculo de la noche.

-Bien, ¿y disponen de habitaciones tranquilas?- Quiso hacer notar ligeramente que llevaba equipaje, y por lo tanto precisaba de un lugar en le que poder dejar sus pertenencias sin temor a ser robada y también en el que poder descansar.

Esperaba que tuviesen previsto que en el local podían tener dos tipos de clientes que deseasen habitación, los que deseaban descansar, y los que preferían hacer ejercicio. 

Miró por el rabillo del ojo a Moris, quizás él no estuviese de acuerdo en tratar de alquilar una habitación allí, se conocían de no hacía mucho, y a pesar de que habían congeniando muy bien desde el primer minuto aún faltaban muchas cosas por saber el uno del otro.

El tono de Oslor había cambiado según el entender del Karuth, de empezar cual carismático corsario para acabar defendiendo su negocio como un orgulloso mercader; esto le agradó mucho pues cabía pensar que parte del cambio fuese debido a las formas presentadas por la bailarina y respaldadas por él.

Mientras hablaban de habitaciones y camas creyó atisbar el brillo de los ojos zul turquesa de Samira, algo se mecía tras sus cabellos rojizos pero, al igual que los deseos de Wee Jas, mejor era no preguntar y aguardar al momento oportuno o la señal que le indicase que debía actuar.

Entretanto disfrutaba de su papel, tan parecido a los años de convento donde la disciplina y la contemplación tomaban turnos con la dicha y el festejo. Quizás, como en aquel entonces, todo tenía su lugar y momento.