Partida Rol por web

Vincenzo echó un ojo a su alrededor y no vio a nadie que pudiera estar vigilándole. El problema vino cuando intentó saltar para colarse en la ventana, que al llegar al poyete se agarró del cristal con tan mala suerte que al apoyarse tiró hacia sí mismo y la cerró dando un buen golpetazo y sin ser capaz de meterse dentro.

El golpe había sido sonoro, pero no sabía si lo suficiente como para llamar la atención de la gente que vivía en aquella mansión.

Perfecto, la ocasión era la ideal y el momento no podía ser mejor. Flexionó las piernas y saltó hacia la ventana tras haberse asegurado de que no había nadie que pudiera verle. Sin embargo, el Viejo Dios que Ríe se volvió a burlar del pobre bufón, ya que la ventana se cerró con un golpetazo antes de que él pudiera meter un pelo en la casa.

 -¡Aaaaaaaaaaaaaah! ¡Maldición y ofuscación!

Nada más decir eso se tapó la boca con las manos y se alejó de la ventana con todo el disimulo del que era capaz. Sólo faltaba que le descubrieran ahora.

Y lo peor era que ahora se había vuelto a quedar sin ideas ni lugares a los que acudir. Que siempre podía seguir con las pesquisas, pero tener al alcalde tan cerca y no poder chivarse de nada... No, no pensaba irse sin intentarlo una vez más. Pero tenía que ser astuto y pensar cuidadosamente su siguiente paso. ¿Distraer al mediano y colarse cuando no mirase? Nah, como le entraran gases en el peor momento le pillarían y le meterían en una celda. ¿Y tratar de colar una nota? Hmmm... Eso podía funcionar. Pero primero necesitaba papel y algo para escribir. ¿Y dónde encontrarlo? ¿Habría biblioteca en esta ciudad del demonio?

Con un suspiro, Enzo se puso en marcha apra buscar un lugar en el que le dieran algo para escribir gratis y sin preguntas.

Esta grandiosa mansión, uno de los edificios más impresionantes de toda la colina, tiene una fachada tallada con imágenes de animales fantásticos, un tema que se repite en las formas de los arbustos que cubren sus terrenos. El escudo de armas de la puerta muestra un casco alado sobre un par de guanteletes cruzados, sobre campo rojo.

El vanara silba en admiración al llegar a la casa del alcalde. Una residencia digna de un rey.

- Ni las estancias de los dioses son tan ostentosas - comenta mientras observa desde la distancia - Créeme. Las he visto con mis propios ojos.

El escudo de la familia parece darles la bienvenida. Con cierto descaro Shi-Hou recorre el linde de los terrenos observando la distribución de la estructura. No era un edificio demasiado alto y las tallas en las paredes le serían de gran utilidad si debía encaramarse hasta alguno de los pisos superiores.

- ¿Deberíamos llamar primero? - pregunta a su compañero tras inspeccionar la zona - Si, como dices, dar con el alcalde es tarea complicada podríamos evitar las miradas indiscretas y buscar una entrada alternativa.

Ahí estaba de nuevo, la casa del alcalde. El día anterior no le habían dejado entrar y sus intentos por colarse habían fallado estrepitosamente. Pero hoy iba a ser diferente. Porque hoy contaba con su nuevo amigo, el cual tenía aspecto de ser lo bastante ágil como para colarse, dejar la carta y luego salir sin que le detectaran.

Enzo desplegó el trozo de pergamino y releyó lo que había escrito. "Señor, estáis siendo controlado por un mago que se aprovecha de vuestro poder. Hablad con el bufón, él conoce la verdad." No era la mejor pieza literaria que había escrito, pero era sencillo, directo al grano y lo bastante críptico como para encender la curiosidad del que lo leyera. Ojalá le saliera tan bien como había planeado.

 -La entrada principal está descartada, amigo mío. Los sirvientes del alcalde son guardias muy eficientes que no nos dejarán pasar sin haber preconcertado una cita. Y como esto es urgente y no podemos esperar, pues habrá que recurrir a otros métodos. ¡Ahí es donde entras tú! Mira, coge esta carta.- Le entregó el pliego de pergamino -Ten cuidado no la pierdas, que es importantísima. Ahora buscaremos una ventana abierta por la que te puedas colar para dejar la carta en un lugar bien visible. Después sales rápidamente y te reúnes conmigo. ¡Y listo, el plan perfecto! ¿Verdad? Muy bien, vamos a buscar esa ventana entonces.

Y dicho todo aquello, el bufón empezó a recorrer el camino alrededor de la casa, buscando un acceso para que su amigo monje pudiera entrar dentro.

Ninguna de las ventanas que vieron Shi-Hoy y Enzo parecían ser de fácil acceso. Todas ellas estaban cerradas o tenían rejas. Trepar no sería complicado, pero sí que lo sería poder dejar la carta en algún lugar, pues parecían haber dejado el lugar lo más protegido posible.

El vanara observa con curiosidad la carta que recibe de manos de su vivaz compañero. Nunca había sido muy dado a la lectura y no pensaba empezar ahora, por lo que escondió el trozo de papel entre sus vestiduras. Durante unos minutos ambos observan el edificio en busca de un punto de acceso. Parecía que aquel sitio había sido construido a prueba de fisgones.

- Si hemos descartado la entrada principal, como bien dices, también el resto de entradas parecen estar igualmente descartadas - comenta Shi-Hou tras una rápida inspección a la casa - Se me ocurre una forma de entrar, pero todo depende de lo importante que sea realmente esta misión. ¿Realmente tienes pruebas de que lo que dices es cierto? ¿Está el hombre que habita esta casa en peligro?

El monje observa a su compañero con cara de esperar una respuesta. No estaba dispuesto a arriesgar el pellejo si se reducía a meras teorías conspiratorias o si en el fondo se trataba de una extraña y enrevesada broma.

¡Maldición y ofuscación! ¡Si ayer había encontrado una ventana abierta! ¿Qué puñetas iban a hacer ahora? Su nuevo compañero expresó tener una idea, pero a cambio preguntó si tenía pruebas fehacientes de la teoría que estaba sosteniendo. Vincenzo se puso un poco nervioso a la hora de contestar aquello.

 -A ver, el alcalde, como todo el consejo de la ciudad, están en riesgo de ser manipulados en cualquier momento por la magia de Mires, el lider del gremio de panaderos. He estado en la panadería de Mires y he podido averiguar que efectivamente hay magia circulando en su panadería. Ya me dirás qué clase de panadería artesana necesita emplear la magia para sus productos. Ahora, pruebas sólidas que hagan caerse de culo a un jurado no tengo. Pero sí buenas pistas y una teoría sólida que sólo habría que contrastar. Por eso necesito llegar hasta el alcalde. Porque sólo él tiene el poder necesario para permitir una investigación en la panadería.

A medida que su compañero exponía los frutos de su investigación el monje desenvolvió su macuto y rebuscó entre sus escasas pertenencias. Para cuando hubo terminado con sus explicaciones el vanara había encontrado lo que buscaba.

- No te preocupes, amigo mío, te creí nada más ver la expresión de preocupación en tu rostro. En realidad no necesitaba todas esas explicaciones - responde Shi-Hou con gesto divertido - Ahora bien, si estamos los dos juntos en esto debemos trabajar en equipo. Mi idea requiere que ambos cumplamos nuestro papel. Y quizá no te guste lo que vas a oír.

El vanara enseña a su estrafalario socio lo que lleva en las manos. Una simple hogaza de pan.

- Si ese tal Miles tiene intención de influenciar al alcalde a través de sus manjares lo más lógico sería que lo hiciera de manera inadvertida. Pero ¿y si el panadero cometiera un desliz? Un desliz como, por ejemplo, que uno de sus empleados fuese capturado colándose en casa del alcalde para dejar una hogaza en las cocinas. ¿Qué sucedería entonces? - Shi-Hou sonríe de manera maliciosa como hacía años que no hacía - El empleado, como es lógico, aprovecharía el revuelo causado por cierto personaje en la entrada de la casa para entrar y salir del lugar mientras los guardias están distraídos. Si tiene éxito, una nota en la habitación les dará una pista. Si no, bueno, al menos con su testimonio indicará en la dirección correcta.

Con una soltura un una velocidad increíbles, Shi-Hou trepa la vaya que rodea la casa casi sin esfuerzo. Se podría decir que trepar es casi tan natural para él como caminar.

- Sé que no es la solución ideal y que probablemente uno de los dos acabe en el calabozo, pero vale la pena intentarlo. ¿No crees? - comenta desde el otro lado - Ahora ve. Causa un buen revuelo. Si no nos vemos luego, encuéntrame en La Pezuña en la Boca.

El monje parece listo para alejarse cuando de pronto se vuelve hacia su compañero.

- Esto... ¿No sabrás de alguna manera para hacer que esta hogaza parezca mágica, verdad? - pregunta mientras mira el trozo de pan entre sus manos - Nah... Es una tontería. Olvídalo.

Haciendo un gesto con la mano Shi-Hou se aleja y, ocultándose tras los setos y arbustos, se aproxima en silencio al edificio.

 -Por el amor de tus simiescas deidades, amigo, ten cuidado. Nada me fastidiaría más que perder a tan valioso aliado demasiado rápido. En cuanto veas señales de que hay guardias cerca, sal por patas.

Él por su parte se quedaría vigilando la zona. En cuanto viera guardias o similares, les distraería usando todas sus artimaña bufonescas. Porque esto tenía que salir bien a la primera, no tenían segundas oportunidades.

 -Buena suerte.

Dicho esto, Enzo puso su sonrisa habitual y empezó a caminar alrededor de la casa del alcalde, procurando no alejarse mucho del monje vanara.

El plan no estaba del todo mal si no fuera porque aquello era la mansión del mismísimo alcalde y que los guardias la vigilaban noche y día, y más después del incidente que había pasado unos días atrás.

Shi-Hou podría intentar lo que planteaba, pero Enzo tenía que empezar con su distracción primero. Además, estaba el problema de que no parecía haber ninguna ventana por la que poder entrar, al menos no sin romperla antes. 

Estúpida guardia de la ciudad con sus estúpidas prioridades... No podían estar en la taberna como el buen soldado medio, noooo, tenían que estar concentrados allí, alrededor de la casa del alcalde. Bueno, menos mal que Vincenzo Biancarella era un auténtico maestro de la distracción.

 -¡Damas y caballeros, por favor, préstenme atención! ¡Como el día aún está muy gris, me gustaría alegrárselo con una nota de color!

Enzo sacó un retal de tela del tamaño de un pañuelo de uno de sus bolsillos y recitó el hechizo "prestidigitación". Después frotó el pañuelo con las manos, cambiándolo de color gracias al conjuro.

 -¡Tachán! Impresionante, ¿no es cierto?- acto seguido, el bufón se miró la mano haciendo exagerados gestos de sorpresa, puesto que ésta se había teñido del mismo color que el pañuelo -¡Oh vaya! Y yo que creía que esta vez me había salido bien...

Enzo empezó a restregarse la mano teñida en el cuerpo, pasando el color de la mano a la camisa. Al darse cuenta de dónde había acabado el color, intentó quitárselo con la otra mano, pasándose el color a esa palma. Y así fue trasladando la mancha de un lugar a otro, empleando prestidigitación para lograr el efecto y empleando reacciones exageradas para incrementar el efecto cómico. Ya fuera porque les hacía gracia o porque estaba prohibido actuar por allí y le iban a echar a patadas, Enzo conseguiría distraer a los guardias cercanos. O eso esperaba, claro está.

La voz estridente de su compañero resuena en los jardines. No cabía duda de que tenía un don para el espectáculo. Shi-Hou observó brevemente la escena desde detrás de uno de los setos esperando su oportunidad. Confiaba en que al menos aquel despliegue de color llamase la atención de los guardias que veía patrullar el perímetro.

Aprovechando la maniobra de distracción el vanara se dirigió a la fachada del edificio. Rápidamente oteó las ventanas en busca de algún acceso. Aquellas que se abrían desde la primera planta contaban con pesados barrotes de hierro y las que se encontraban en el piso superior estaban cerradas a cal y canto.

El monje trepó con gracilidad hasta una de las ventanas más altas. Una vez allí volvió a comprobar la situación a ras de suelo. Siendo su socio un reincidente era probable que la reacción de los guardias al verle no fuera la más afable. Ayudándose con la cola Shi-Hou se descolgó desde el tejado hasta colocarse frente a una de las ventanas descubiertas. "Algo me dice que de todas las ideas que he tenido a lo largo este viaje ésta es la peor de todas" piensa mientras apoya los pies sobre el cristal y empuña su bastón.

Con un salto el vanara se impulsa hacia atrás, balanceándose hasta dejar caer todo su peso contra la ventana.

La distracción de Enzo había surtido efecto y algunos transeúntes se pararon a mirar el sencillo espectáculo que estaba realizando. La mayoría de adultos no tenía ningún tipo de intención de parar, los trucos de presdigitación estaban a la orden del día, pero los niños sí que se quedaban sorprendidos ante la "magia".

Los guardias también quedaron sorprendidos al ver a uno de los primeros bardos que realizaba una actuación decente. No estaban acostumbrados a ello, y antes de desalojarle y mandarle a un lugar más privado, se quedaron mirando el sencillo espectáculo. Ver como los niños reían también era digno de dejar que aquello durase un poco más.

Mientras tanto, el varana trepó a lo alto de una de las ventanas para después lograr romperla y entrar dentro. El objetivo había tenido éxito. Aquella sala a la que había accedido estaba despejada, tan solo era lo que parecía ser un sencillo aseo.

Su distracción estaba funcionando a las mil maravillas, como no podía ser de otra foma. ¡Después de todo él era Vincenzo Biancarella, Rey de Bufones y Bufón de Reyes! Las risas de los niños, las miradas interesadas de los guardias... Era maravilloso volver a sentir la adoración del respetable. Pero no podía dormirse en los laureles, después de todo no estaba ahí para ganarse el pan, sino para facilitar la entrada en la casa del alcalde a su compañero. Aunque si algún noble se fijaba en él y le contrataba, aunque fuera para sólo una actuación pagada, sería fantástico.

 -¡Gracias, damas y caballeros! ¡Gracias por su atención! Los más amables pueden mostrar su generosidad al artista, los menos, espero que se sientan contentos siendo unos tacaños entretenidos, ¡jajajajaja!

Sin embargo no cesó ahí su actuación, ya que su compañero aún seguía dentro de la casa del alcalde. Así que, continuando con el espectáculo, Enzo guardó su panuelo en una manga, para luego sacarlo por la otra. Lo dobló y se lo metió por el cuello de la camisa y lo sacó por la cinturill de los pantalones. Luego lo metió dentro de una de sus botas y empezó a fingir encontrarse mal, agarrándose el estómago y haciendo que se mareaba. Tosió un par de veces y echó el pañuelo por la boca hecho una bola. Siguió con ese pequeño truco un poco más, observando la reacción de los transeuntes. Si notaba algo negativo, cambiaría de truquito rápidamente. No quería que los guardias le sacaran de allí. No aún.

El último truco no había resultado nada interesante y Vincenzo perdió a la mitad de sus espectadores. Además el hecho de pedirles dinero tampoco había ayudado.

Algunos de los guardias dejaron de seguir mirándole y continuaron con su patrulla y otros habitantes de la ciudad siguieron a lo suyo. Por suerte, Shi-Hou ahora estaba fuera del alcance de la vista de los guardias, o al menos Vincenzo lo había perdido de vista.

Shi-Hou se incorporó tras dar una pequeña voltereta en el suelo. Había conseguido entrar. ¿Habría tenido éxito su compañero? Sacudiéndose los trozos de cristal del pelaje echó un vistazo a su alrededor. La luz de la mañana entraba por la ventana rota, lo que le permitió hacerse una idea de dónde se encontraba exactamente. Afortunadamente se trataba de un aseo y afortunadamente también no estaba siendo usado en ese momento.

Frente a la suntuosidad de aquella mansión aquella sencilla estancia parecía fuera de lugar. Era evidente que no se trataba de los aseos del mismísimo alcalde, sino el de alguna de las decenas de habitaciones de invitados. El vanara se aproximó a la puerta y apoyó su cabeza contra ella intentando escuchar el menor indicio de actividad. El ruido de los cristales podría haber llamado la atención de alguien y prefería estar preparado.

Tras esperar unos segundos y comprobar que no había moros en la costa, el monje abrió la puerta y se internó aún más en la casa del alcalde.

Buf, la cosa se estaba enfriando rápidamente. Mejor retirarse un poco antes de que los guardias le obligaran a marcharse con violencia. Sin embargo, el vanara aún no había salido. No quería arriesgarse aún a dejarle solo, si le pillaban se iría todo al traste. Así que, tras realizar unas cuantas reverencias al público que cada vez le prestaba menos atención, el bufón se dirigió hacia los guardias más cercanos.

 -Disculpen. ¡Disculpen oficiales! ¡Tengo un problemilla que me gustaría que me ayudaran a resolver! Nada complicado, se trata de una simple pregunta, algo que seguramente los atentos guardias de la Casa Timertikos podrían responder incluso con severas contusiones en la cabeza.

Se aclaró la garganta con un carraspeo y dijo:

 -Verán, como ya han comprobado, soy un artista. Me gusta considerarme mejor que la media de la escoria que circula por esta ciudad con ínfulas de bardo o de poeta y, como habrán visto, mi especialidad es la comedia y el entretenimiento. Así que, mi primera pregunta es, ¿saben si el alcalde de esta buena ciudad tiene hijos pequeños? Chiquillos a los que entretener con mis gracias a cambio de alguna moneda. En las tabernas de por aquí no me ofrecen trabajo porque envidian o menosprecian mi talento, así que he decidido salir a buscar trabajo por mi cuenta. Si me dieran esa respuesta, se lo agradecería infinitamente, señores.