Partida Rol por web

- Y que así sea, recorre Tormentos Cristalinos, busca a la anciana desfavorecida y ayudala, busca al jovencito descarrilado y atiéndele, busca al matón que atemoriza y consigue que lo deje de hacer. Muchas son las posibilidades para ayudar a Tormentos Cristalinos y allá donde vayas seguro que encuentras a alguien a quien ayudar. Lábrate una reputación y cuando la generosidad de tus actos lleguen a mis oídos entonces sabré que puedo confiar en ti, Señor... vaya, aún no me ha dicho su nombre...

- El anillo lo perdí ayer, o más bien me lo robaron, alguien debió de meter mano en mi chaqueta justo después de que se lo ofreciese a una jóven y hermosa dama que llegó a mi local. Después, cuando fui a echar mano de él, horas más tarde ya no estaba. Así que no pude averiguar quien me lo robó.

En cuanto a las joyas, pueden ser tan grandes y preciosas como la generosidad de tus acciones. Ayúdame en todas mis necesidades y yo compensaré las tuyas. ¿Entiendes, jovencita?

Los colores suben al rostro de Sir Barristan. ¡No se había dado su nombre! ¡Qué vergüenza!

Mis disculpas, señoría. Mi nombre es Sir Barristan Selmy, caballero errante en estos momentos, defensor de lo justo, bastión de la lealtad. Mi espada está a sus pies.

Poniéndose de rodillas, mientras ofrece su espada, ya desenvainada al noble.

Si esas son vuestras órdenes, así se harán.

-Entiendo. Y creo que vamos a llevarnos muy bien. Crystal no tiene demasiado claro el alcance real de las palabras de Flanigan, pero no permite que se le note. -¿Entonces me pongo a la búsqueda del anillo o hay alguna misión más jugosa? ¿Alguna información más de importancia para buscarlo?

- Pues que así sea.

- ¿Acaso puede existir algo más importante que recuperar una joya perdida?

Estaba claro que el desconocimiento de la ciudad jugaría en contra de Sir Barristan, pero no podía arriesgarse a preguntar de nuevo a su nuevo empleador. No quería dar una mala impresión. Envainó su arma de nuevo y se dispuso a encaminarse hacia el centro de la ciudad. Quizás conseguiría ayudar a algunas personas y poco a poco demostrar su valía. Le molestaban las tareas tan poco específicas, pero por algún lado tendría que empezar.

Se despidió con un ademán de todos los presentes y con paso lento pero decidido se fue de la mansión.

-No, claro, jiji. De acuerdo, cuando la tenga no me será complicado encontrarte, parece que toda la ciudad te conoce. Así que nos veremos pronto. Crystal se vuelve hacia el alcalde, al que aun no había dirigido la palabra. -Deberías haber sido más amable con Barristan, es un buen chico. Un placer conocerte a ti también-. Comenta con naturalidad, sin cambiar el tono por estar hablando con un representante de la ciudad.

Después de despedirse del gordo y sudoroso ricachón agitando la mano, Crystal aprieta el paso hasta alcanzar a Sir Barristan, que se aleja de ambos. ¡Espera! -le grita cuando llega a su altura- ¿Recuperar una joya perdida, y ayudar de paso a una damisela en apuros, no contaría como acto honorable? -pone ojitos mientras hace la pregunta. -Seguro que tu fuerte brazo me vendría bien para defenderme de los bandidos que haya en los suburbios. Y yo me encargo de las conversaciones y las partes... sutiles. -Si el caballero aceptaba, le tocaría lograr que mirase a otro lado si tenía que recurrir a alguna artimaña en el proceso. Pero sabía que su ingenio y agilidad no siempre eran garantía de supervivencia.

Sir Barristan estaba ya a  mitad de la calle, enfrascado en sus pensamientos, cuando la reconocible voz de Angélica le pide que se pare. El caballero lo hace y espera a que la joven le alcance.

Sin dejarle tiempo a hablar, como parecía costumbre en la mujer, un torrente de palabras surge de su boca. Al parecer requería de su ayuda. No le cabía duda de que estaba más que acostumbrada a manipular a la gente a su antojo, pero no por ello dejaba de tener razón.

Supongo que podría ayudaros. En el peor de los casos no pierdo nada.

Decidme pues, ¿por dónde empezamos?

-¡Vayamos a la zona del río! Seguro que alguien sabe algo, al fin y al cabo, no creo que el anillo sea fácil de vender, el tal Flanigan parece tan gordo como importante jiji- Como habitualmente, Crystal sigue parloteando sin descanso por el camino, parándose cada dos pasos para maravillarse con un nuevo y sorprendente descubrimiento de la ciudad, del estilo de un vendedor ambulante de amuletos, un caballo con una mancha que es igualita a la silueta del dragón que vio en el cielo...

Si así lo deséais, hacia el río nos dirigiremos. Los pasos del hombre resultan demasiado alargados en comparación a los de su acompañante, por lo que decide reducir su ritmo.

Las calles, empedradas en un principio, comenzaban a dejar más y más huecos libres hasta desaparecer por completo cuanto más se alejaban de la zona pudiente de la ciudad.

Esta grandiosa mansión, uno de los edificios más impresionantes de toda la colina, tiene una fachada tallada con imágenes de animales fantásticos, un tema que se repite en las formas de los arbustos que cubren sus terrenos. El escudo de armas de la puerta muestra un casco alado sobre un par de guanteletes cruzados, sobre campo rojo.

Zarus queda marabillado ante la majestuosidad de aquel lugar, esperaba que el alcalde no fuese tan presuntuoso como el mansión lo sugería.

Llegando a las puertas del lugar, Zarus solicita audiencia en nombre del templo que representaba. Deja claro que no quitara mucho tiempo y que el tema a tratar es sumamente importante.

Haciendo alusión de las vestimenta que le acreditan como clerigo de la orden de Pelor, Zarus responde al joven que le interroga -Muy buenas, vengo de parte de la sacerdotisa Lyra , deseo tratar con el alcalde un tema que desde hace días le preocupa y es de suma importancia darle solución lo antes posible-

- Me temo que no son horas de hablar con el alcalde. Ahora mismo está dormido. Cualquier asunto puede esperar a mañana. Dígaselo a Lyra, ella ya debéria saber que estas cosas se hablan mejor en el Consejo Privado de la Ciudad.

Dice haciéndote un gesto educado para invitarte a que te marcharas de allí.

-Entiendo bien lo que dice, señor... - hace una pausa esperando a que diga su nombre -Como he mencionado, el asunto es de suma importancia, tengo entendido que el señor Flanigan ha venido hasta a acá para dialogar sobre ello, pero siendo nuestro templo el mas afectado con todo esto, me he visto en la penosa necesidad de ponerme al pendiente de todo y para al mismo tiempo ponerme al servicio del alcalde en caso de que no cuente con personal para el tipo de encomienda que se necesita para encontrar una solución a esta grave situación- dice en tono respetuoso y con plena disposición de cumplir con lo que decía.

-Puede que la sacerdotisa Layla este al corriente de que es mejor tratar estos asunto con el consejo privado, pero ella se encuentra sumamente desesperada y no es para menos, la crisis por la que esta pasando el templo es, sin duda, para preocuparse y cada vez mas se multiplica el numero de heridos y ya sabrás que muchos visitantes no cuentan con que pagar porque o bien no tienen o bien ha sido despojados de sus pertenencias en el mismo proceso en el que adquirieron sus heridas- dice tratando de abogar por el sentido común de aquel que servía al alcalde. -Si el alcalde le da la espalda al templo es como si le diera la espalda a todo la ciudad- dice para rematar el tema.