Partida Rol por web

Esta grandiosa mansión, uno de los edificios más impresionantes de toda la colina, tiene una fachada tallada con imágenes de animales fantásticos, un tema que se repite en las formas de los arbustos que cubren sus terrenos. El escudo de armas de la puerta muestra un casco alado sobre un par de guanteletes cruzados, sobre campo rojo.

Con decisión, Sir Barristan se acerca hasta la entrada de la puerta y golpea con el puño la puerta. Sus golpes son tranquilos, contenidos, lo suficientemente potentes como para ser oídos, pero sin llegar a ser bruscos o desagradables.

Espera con paciencia a que alguien, algún sirviente presumiblemente, abra la puerta para preguntar por el señor alcalde.

Un jovencito mediano se acerca hasta la puerta y la abre. Entonces te mira de arriba a abajo y te dice brevemente y de forma seca:

- Dígame, buen hombre, ¿en qué puedo ayudarle?

Miro durante unos segundos al curioso hombrecillo. A pesar de los viajes que había realizado por diferentes rincones del mundo, Sir Barristan seguía sintiendo cierta fascinación por todas las razas pequeñas. En seguida, mira a los ojos del mediano siguiendo la conversación de forma educada.

-Mi nombre es Sir Barristan y desearía ofrecer mis servicios como defensor al alcalde de esta ilustre ciudad. No encontrará mejor espada en esta ciudad.

Mientras pronuncia estas palabras, el pecho de Sir Barristan se hincha y su planta resulta impresionante. Como por intervención divina, una pequeña brisa hace que su capa ondeé dándole un aspecto deslumbrante.

Las palabras de Sir Barristan son entorpecidas por un hombre gordo y sudoroso que llega a trompicones hasta la puerta. Entonces te empuja de mala manera y saluda con la mano al mediano de la puerta.

¿Qué le pasa, mi señor, por qué viene usted tan acalorado y empujando a mis invitados?

¿Qué que me pasa? Lo de siempre, lo de siempre. Si es que estoy harto, todos los que vienen son siempre iguales. Al menos por esta vez no perdí el anillo como ayer. ¿Dónde está Erolin? Tengo que contarle lo que ha sucedido.

Pero... señor Flanigan, espere... dice el mediano mientras el orondo hombre avanza por los jardines de la casa y sigue gritando mientras se dirige hacia la puerta. 

- Ya... ya... ya. Ya sé lo que me vas a decir, que nuestro ilustrísimo alcalde está reunido y bla bla bla. De verdad, a mi ya sabes que puedes tratarme con confianza. En fin... y su conversación se corta porque entra dentro de la casa.

- Ehm... vaya, lo siento... ¿cómo me dijo que se llamaba? Le mandaré al alcalde su mensaje en cuanto pueda. Como ha podido comprobar ahora mismo está... dijo el hombrecillo llevándose una mano a la frente y negando con la cabeza.. ... reunido.

Aún atónito ante la mala educación del tal señor Flanigan, Sir Barristan consigue articular:

-Sir Barristan... Sir Barristan es mi nombre. Si no es molestia, esperaré aquí fuera si es necesario hasta que el alcalde termine.

- Lo siento, pero cuando el Sr. Flanigan viene a ver al alcalde es posible que se tiren horas hablando. Usted si lo desea puede esperar, pero es posible que para entonces haya anochecido. Yo sé como son estas cosas, pero como usted vea. Buenos días.

El sirviente te dice aquello con una amplia y sincera sonrisa, se encoge de hombros y después cierra la puerta y se marcha de allí dejándote solo y a la espera de tu decisión.

Dado que Sir Barristan no tiene muchas cosas más que hacer en esta ciudad, decide esperar. Dando pequeños paseos de adelante hacia atrás en la calle.

Esta grandiosa mansión, uno de los edificios más impresionantes de toda la colina, tiene una fachada tallada con imágenes de animales fantásticos, un tema que se repite en las formas de los arbustos que cubren sus terrenos. El escudo de armas de la puerta muestra un casco alado sobre un par de guanteletes cruzados, sobre campo rojo.

No muy lejos de allí había un hombre esperando en la valla del jardín.

La mediana se acerca al hombre que espera fuera, buscando algo de conversación.

-¡Buenos días! ¿Es esta la famosa casa Timertikos de la que me han hablado? Es realmente preciosa, aunque los animalitos dan algo de miedo, pero no me importaría vivir en un sitio así, con tantos jardines, y tantas habitaciones y tanto lujo. Sería divertido, pero sí, definitivamente quitaría esos animalitos... aunque por otro lado seguro que hacen que los ladrones se lo piensen dos veces, imagínate que fuesen constructos, o bichos mágicos, nunca se sabe con los magos. ¡Oh dios! ahora si que me dan miedo. ¿¿¿no serán nada de eso verdad???- finge estar realmente asustada- ¿sabes si se puede entrar sin más a la casa? me gustaría tanto verla por dentro. Crystal habla de una forma atropellada y caótica, casi empezando las frases antes de acabar la anterior.

Sir Barristan se gira hacia la mujer que le ha sacado de sus pensamientos. Sus palabras le resultan extrañas, hasta que repara en las figuras de formas terribles que adornan la, por lo demás, hermosa casa. En las horas en las que ha estado dando vueltas, esperando la oportunidad de entrar en la casa, poca gente ha pasado por la calle.

La mujer parece estar asustada por las estatuas, aunque algo en el interior de Sir Barristan, probablemente la experiencia le hacen estar alerta.

-Lo siento, señora, pero sólo se puede entrar con invitación. Yo mismo estoy esperando a que se me permita pasar y llevo ya unas cuantas horas esperando. Mi nombre es Sir Barristan, caballero. ¿Puede preguntarle su nombre y la razón por la que está aquí? No quisiera ser descortés, por lo que entendería si no quiere contestar. Al fin y al cabo no es asunto mío.