Partida Rol por web

Quizá Aristóteles y yo podamos ayudar dijo Aire, olvidándose de que aún le salían lágrimas por los ojos. Me pongo lejos y ataco. Puedo usar algún que otro conjuro, quizá pueda debilitarle con ellos. ¡Y puedo convocar a algún animal! No durará mucho, pero les dará más tiempo se ofreció la muchacha desinteresadamente Aristóteles quiere hablar con él, pero eso creo que no va a funcionar

Snit razonó ante la situación

Yo me quedaría aquí para estar a salvo. Pero si prefieren que salgamos del lugar y avisemos por ahí, yo iré a El Cuervo de Plata

No quería poner su vida en peligro para salvar a cuatro idiotas a los que no conocía, pero parece ser que no tenía más opción.

Lucrecia entornó los ojos. Otra interrupción; parecía que iba a ser imposible llegar a ninguna parte. Y, si debía ser sincera consigo misma, no le importaba demasiado. Ya había hecho lo que había venido a hacer. Que los cadáveres se apilaran en el agujero y las ranas gigantes dieran brincos en el parque.

Solo conozco otra taberna, dijo. La Dríada Bailarina.

EL KRAKEN IRÁ TAMBIÉN DONDE EL LAGARTO! ESA ES BUENA POSADA! 

El Kraken se va con Raelia, para protegerla, como prometió.

Cuando todo el mundo se marchó solo quedaban Erolin Timertikos y ella, el alcalde miró a la rubia. ¡Venga! Yo iré a la Catedral de Pelor tal y como ha dicho Iborian. ¿Me acompañas? Dijo esperando a que la mujer saliera, pues tenía que cerrar la puerta y no iba a dejar a nadie allí dentro. Aún estaba el sirviente, pero aquella mujer no pintaba absolutamente nada. ¡Tenemos que avisar a Lyra para que de el toque de queda! La ciudad puede ser muy peligrosa con ese monstruo por ahí suelto.

Aire se fue con Iborian. Aunque realmente hubiera alguien tras ella, no se atrevería a actuar mientras estuviera junto al capitán de la guardia de la ciudad. Al menos, eso espero.

No, no puedo, se disculpó. Estaba precordano. Pasé por delante de una taberna cuando estuve en el puerto. No recuerdo el nombre, pero sí dónde estaba. Voy a avisar allí.

Ante la marcha de todos, una idea peregrina acudió a su mente cansada. El tipo de idea que había albergado a menudo cuando vivía en la vieja ciudad, y que había evitado desde que llegara a Tormentos Cristalinos. Excepto aquella vez con Licorambarino, y salió bien, por qué no va a volver a salir bien.

Salió de la mansión y giró en la primera esquina, como si realmente fuera a dirigirse al puerto. Oculta en un portal, lejos de miradas y oídos curiosos, lanzó su primer conjuro. Al finalizar, tenía el aspecto de otra mujer. Una mayor que ella, quizás diez años, de cabello moreno y rizado y rasgos delicados. Su ropa masculina desgastada por el uso se había transformado en un elegante vestido, cómodo pero de escote revelador. Cuando vio, al fondo de la calle, pasar a Timertikos, lanzó su segundo conjuro. El que le daría a sus piernas una rapidez que la hacía capaz de dejar atrás a un caballo al galope. Rodeó la manzana a toda velocidad y, una vez se encontró en la dirección opuesta a la que debería seguir el alcalde de camino a la catedral, rebajó su marcha a un trote ligero.

Cuando se encontró con el señor Timertikos, se lanzó hacia él.

¿Señor alcalde? dijo, agudizando la voz hasta la caricatura, para que no la reconociera, dejando que el cansancio que sentía se mostrara como un sofoco. No vaya por allí, hay… añadió, apoyando las manos en el pecho de él y señalando hacia otro lugar, a su espalda. Hay un monstruo enorme, cerca de la Dríada. Se dirigía hacia el puente, dando brincos. Es terrible, terrible…

Mientras el hombre miraba hacia donde señalaba, aprovechó para rebuscar en las bolsas del hombre con la mano libre.  

Debo marcharme, avisar a mis padres, que no salgan de casa.

Se apartó de él y se marchó corriendo, conteniendo todavía la velocidad del conjuro, lista para acelerar si notaba que Erolin la había descubierto.

Lucrecia estaba tan cansada que a pesar de que su conjuro fue un éxito, y a pesar de que logró llegar hasta el alcalde usando su conjuro de velocidad, lo que tramaba no fue nada bien. La mujer se había chocado con el alcalde y al tratar de avisarle del peligro, algo hubo en sus palabras que dejaron sorprendido a Timertikos, y cuando notó como metía su mano en su bolsa lo dejó aún más impresionado. Y entonces, Erolin agarró la mano de la falsa Lucrecia y la miró directamente a los ojos.

¡No sé quien diantres eres! Le gritó mientras la analizaba con detenimiento. Sé que me conoces, y que sabes lo de la rana, estaba muy sorprendido pues aún eran pocos los que sabían ese detalle, y a no ser que de verdad la hubiera visto era alguien que había escuchado lo mismo que él. Pero su aspecto era irreconocible. La agarró aún con más fuerza apretándole fuerte el brazo. Pero me temo, preciosa que la has cagado. Por si no lo sabes, soy el alcalde, el miembro más respetado y de mayor reputación de este lugar. ¡Y tú has tratado de robar a la persona equivocada! Luego miró a su alrededor, realmente estaba preocupado por la rana gigante, pero no sabía si dejar o no marcharse a esa mujer.

Me temo que vendrás conmigo. Vas a ir directamente al cuartel. 

Podía haber sido más torpe en su intento. Podría haberse tropezado y roto el cuello, por ejemplo. Podría haber pasado, pero afortunadamente solo había enfadado al tipo. Desafortunadamente, era el alcalde. No desafortunadamente porque fuera un hecho fortuito, sino porque había sido una decisión exenta de cualquier sentido común. Y, como bien sabía, no estaba mamá para sacarla del cuartel tirándole de la oreja para llevarla a casa y encerrarla en su habitación durante dos semanas copiando salmos y reflexionando. Una semana, mamá siempre se ablandaba después de una semana.

Claro que lo sé, replicó, no es usted un ciudadano anónimo, precisamente, señor alcalde.

Ni siquiera trató de forcejear. Era más fuerte de lo que parecía, pero dudaba que lo fuera más que el alcalde. Si iba a tener que escapar, primero lo intentaría a su manera, hablando.

Y no es mi culpa, argumentó. Escuché a ese hombre gordo y la mujer de la armadura hablando de la rana, y luego le vi a usted...

¿Qué clase de persona era el alcalde? Debía haber averiguado algo más sobre él antes. Incluso tenía la opción de repetir la maniobra de la mansión Licorambarino, adoptar su aspecto, entrar a la mansión y llevarse el botín antes de uqe nadie sediera cuenta de lo que había sucedido.

Uno de los ciudadanos más ricos de la ciudad, caminando solo, no puede culparme por intentarlo. O sí, supongo que sí puede. La mujer adoptó una expresión contrita. No era complicado, había practicado durante años. Es muy duro empezar a vivir en esta ciudad, ¿sabe? Parece que nadie quiere dar trabajo a una recién llegada; ni siquiera puedo obtener la ciudadanía.

¿No conocerá de algún lugar donde pueda hacer un trabajo honrado? preguntó. Aceptaré cualquier cosa. Y no robaré. No soy una ladrona de verdad, ya ha visto qué torpe soy.

Aire se despertó rodeada de todo tipo de lujos. Abrió los ojos y apretó con fuerza a Aristóteles. ¡Había dormirdo toda la noche y ningún mago malvado había ido a matarla? Se estiró con pereza mientras pensaba qué iba a hacer ese día. Sabía que tenía que ganar dinero para poder dormir y comer. Pero parecía que ese tipo de cosas la evitaban.

Se puso en pie con cuidado. Se aseó y se volvió a poner su vestido hecho a base de correas. Peinó a Aristóteles con la mano, como una madre podría hacer con su hijo, y salió de la habitación. Bajó* y decidió buscar al señor Timertikos para darle las gracias, recorriendo todas las salas de la planta.

Esta grandiosa mansión, uno de los edificios más impresionantes de toda la colina, tiene una fachada tallada con imágenes de animales fantásticos, un tema que se repite en las formas de los arbustos que cubren sus terrenos. El escudo de armas de la puerta muestra un casco alado sobre un par de guanteletes cruzados, sobre campo rojo

- Buenos días, Aire. Dijo invitando a desayunar a su huésped. Espero que hayas dormido bien hoy. Mis soldados han hecho guardia durante toda la noche, y descubrieron a Desthen saliendo de su casa llevando con una especie de carrito una figura de piedra. La figura era muy real y sospecharon que él podría ser el amigo del que les hablaste. Me temo que el tal Desthen era un criminal, no era un escultor perfecto como muchos creían, sino que transformaba la gente en piedra para luego vender sus obras al museo. 

El museo será intervenido al medio día por los miembros del gremio de magos para usar sus conjuros con el fin de devolver a la gente a su estado. Por desgracia, tu amigo será imposible. Justo cuando fueron a detener a Desthen, ese desgraciado tiró la figura y se quebró en mil pedazos. Ahora ya no podrá ser devuelto a su vida normal... lo lamento. 

El clérigo esperaba escuchar algo sobre el tema de la residencia, pero a la final, no pudo escuchar nada. Eso de tener que pagar por estar entrando a la ciudad, era algo que molestaría a cualquiera, mas cuando sus bolsillos no estaban para eso.

El camino hacia la casa del alcalde, siguió sin mucho que agregar. Cuando el Kranjstar llegó a aquella casa, no pudo evitar sorprenderse. Era un lugar, que a todas luces, mostraba prosperidad. Llegando hasta la entrada, el clérigo tocó la puerta o lo que hiciera sus veces. Seguramente, les atendería, quien el alcalde dijo, sería su ayudante o sirviente. Tenga usted muy buen día. Venimos a visitar al alcalde. El nos ha citado en este lugar. Somos quienes ayudamos a solucionar el problema con la rana gigante. Puede decirle que estamos acá? le dice cortésmente a la persona que les atendía.

Milkahá llega junto con toda la comitiva y mira a Kranjstar hacerse cargo. Sin mas que agregar la chica solo observa y espera, la fachada del edificio le parece grandiosa y se entretiene mirándolo todo.

A Lomenar no le gustaban las casas y aquella no era una excepción. Criada en mitad del bosque no entendía como a las personas les gustaba tanto aislarse de la luz, el viento y, en general, de la naturaleza.

Kanjstar había tomado la iniciativa, por lo que decidió guardar silencio mientras observaba a su alrededor.

No confiaba en el alcalde, ni lo hizo cuando llegó a la catedral ni lo iba a hacer ahora. Lo único que quería era cobrar para poder disponer de algo de dinero (tampoco entendía esa adicción por el dinero, pero ya había aprendido que en la civilización era algo imprescindible).

Espero intentando no parecer nerviosa.

Lictea esperó a que llamaran al alcalde con los brazos cruzados y en un segundo plano. Ya había conocido al mequetrefe del alcalde y temía que su aspecto, el de una verdadera mujer salvaje, le hiciera mearse en los pantalones del miedo.

Jeje.

El joven guerrero esperó a que el alcalde los recibiese y se dignara a pagar lo que prometió, pues con eso seguramente podría conseguir mejor equipo para poder ir de aventuras. No sabía si acompañaría a este grupo o iría por su cuenta, lo que si tenía en la cabeza era el pago.

Aire se sentó a la mesa y se puso a comer como si no lo hubiese hecho nunca. Le costó un par de "croaks" de Aristóteles para darse cuenta que estaba siendo una maleducada. Se limpió los labios y bebió el zumo alzando el meñique, dando apariencia de una señorita.

Escuchó las noticias que le daba el alcalde. ¡Por fin era libre! Desthen ya había sido detenido, era un gran consuelo. Todos los convertidos en piedras serían devueltos a la normalidad, y el mundo sería un poquito mejor.

Oh, pues lo siento por mi amigo. Pero realmente a él no le hubiese importado morir si conseguíamos atrapar a un delincuente realmente apenas habían sido amigos, casi no se conocían. Pero a Aire le había caído bien, aunque fuese alguien que odiase la violencia.

Iré al templo de Boccob para ver si el monje que se había hecho de piedra ya ha vuelto a la normalidad. ¡Seguro que le hará ilusión conocerme! Al fin y al cabo, he ayudado a atrapar a ese malvado.

Terminó de desayunar y se tocó la barriga. Era muy posible que no tuviera que comer a lo largo del día.

Por cierto, ¿hay algo en lo que te pueda servir? No te voy a mentir, esta ciudad no es muy barata y mis monedas tienen un límite. Me gustaría conseguir algo de trabajo o algo para poder mantenerme.
 

Un jovencito mediano se acerca hasta la puerta y la abre. Entonces te mira de arriba a abajo y te dice brevemente y de forma seca:

- Dígame, buen hombre, ¿en qué puedo ayudarle? Tras escuchar su petición, le dijo, sí, claro adelante, pero... miró a Lictea y a Lomenar y señaló a sus compañeros, pero ellos se quedan fuera en el jardín. Pasad.

Pero antes de que nadie pudiera hacer nada, un hombre gordo y sudoroso llega avasallando a Kranjstar, apartándolo con un codazo.

¿Qué le pasa, mi señor, por qué viene usted tan acalorado y empujando a estos invitados?