Partida Rol por web

Lucrecia se dio media vuelta al escuchar a Elianne, a tiempo de ver al Kraken con la bandeja de plata en las manos. No podía culpar al forzudo por aprovechar aquella situación para mejorar su situación financiera. Era cierto que el momento era propicio para que fuera descubierto y acabaran todos en las mazmorras del horripilante edificio del que procedían, pero... no, definitivamente no podía culparle, esa bandeja de plata era demasiado tentadora para un insolvente.

La información que traemos es de carácter urgente, añadió a lo dicho por la otra muchacha, y le incumbe también a usted, a la seguridad no solo de la ciudad, sino de su propia familia. Se trata de una serie de asesinatos ocurridos en el interior de la vecina Mansión Andrigal.

No dirigió a la gnoma más que un vistazo casual. La mansión del alcalde debía recibir numerosas visitas cada día.

El Kraken dejó la bandeja donde la había cogido. Le había parecido muy brillante y en aquel lugar habían un montón de cosas brillantes pero a su amiga Ellianne le parecía que debía dejarla donde estaba y eso hizo.

Tampoco le dejó sentarse, así que sacó su enorme alabarda y la apoyó en el suelo para hacer más llevadero el quedarse de pie.

-PERDÓN.

¿Aquí quemarán el polvo? Aire seguía con su conversación paralela, sin llegar a ser consciente de que el Kraken estaba cogiendo cosas. Sin inmutarse, cuando la puerta se abrió, salió corriendo mientras los demás hablaban y tendía la mano al que se suponía que era el alcalde.

¡Hola! Yo soy Aire y este de aquí es Aristóteles. empezó a presentar a todos. El grande es el Kraken, la morena se llama Elianne, la rubia de pelo largo es Lucrecia MataMurallas y la otra rubia es Raellia. ¡Ah, y la de allí de la puerta no se como se llama! Pero a veces viene con nosotros.

Snit no quería irrumpir en la casa directamente, pero ya que la habían visto y la loca del sapo la había presentado, no la quedó otro remedio.

Para ella, todo era demasiado recargado. Esos lujos no iban con su vida modesta. Y, aunque tuviera dinero, estaba convencida de que algo tan sumamente feo no estaría en su casa. Pero claro, seguro que la decoración la habría elegido un hombre.

Sin decir nada, pues no tenía nada que decir, se quedó allí con el grupo de aventureros.

Raellia observó horrorizada lo que hacía el Kraken, aunque por suerte no debió ser la única, pues Elianne se le adelantó en la reprimenda. La verdad ella no tenía mucho que añadir, así que simplemente se quedó callada, a la espera de la respuesta del alcalde, del capitán de la guardia o de quien les diera réplica. 

Tras escuchar las palabras de Elianne y de Lucrecia, el alcalde dibujó una sonrisa en su cara que rápidamente se convirtió en una sonorsa carcajada. jajajajajajjaa. Empezó a reírse exageradamente. Luego miró a su acompañante y le hizo llamar. Flanigan se acercó, el alcalde le repitió las palabras de la rubia y el gordo también se puso a reír a carcajada limpia.

Después el que apareció fue Iborian. Que algo más serio y sin reírse, fue quien contestó a la muchacha preocupada.

Iborian lanzó una mirada de desaprobación ante la carcajada de aquellos dos. Disculpadles. Les dijo. Son muchos los rumores que circulan a cerca de la mansión Andrigal. Desde que estamos aquí, decenas de personas han venido a avisarnos de los extraños sucesos que han pasado.

La Mansión ya fue investigada y revisada a fondo. Hace tiempo ya. Todo lo demás son habladurías y chismes que la gente de Tormentos Cristalinos le encanta rumorear.

En la ciudad se oyen muchas cosas, pero la mayoría de ellas no son ciertas. Y más si se refiere a la Mansión Andrigal. No temáis. Negó con la cabeza. No hay nada de lo que preocuparse.

Si hubiera sido un gusano, Lucrecia se hubiera envuelto en un capullo de indignación. Como no lo era, se conformó con fruncir el ceño y aguantarse las ganas de enviar al gordo, al flaco y a sus irritantes carcajadas a dormir en el suelo.

He pasado una experiencia desagradable y no he dormido desde hace bastante más de veinticuatro horas, así que estoy mental y físicamente agotada, dijo, dejando que el cansancio mantuviera la calma por ella. Así que voy a limitarme a detallar lo que ha sucedido. Les dejo la elección sobre qué hacer con ese relato. Me lavo las manos con las consecuencias de sus decisiones.

Una vez cesaron las carcajadas, tomó aire y siguió hablando.

Anoche tenía una cita en uno de los puentes de la ciudad, comenzó su relato. El que está cerrado, con alcobas a ambos lados. Mientras esperaba allí, al anochecer, observando el pantano, apareció una muchacha a mi lado. Creí que había llegado allí sigilosamente, pero lo que sucedió después me hace dudar de que la explicación fuera tan sencilla.

Intercambiamos unas frases intrascendentes, y de repente, un momento estaba hablando con ella, y al siguiente estaba en otra parte. Un lugar totalmente a oscuras, hediondo como un matadero y en completo silencio, salvo por un goteo rítmico. Ella fue testigo de lo sucedido, añadió, señalando a Raellia con la cabeza, y me ha asegurado que la mujer y yo nos desvanecimos en el aire, por arte de magia.

Sospecho que fue esa mujer quien lo hizo, pero no es imposible que fuera otra víctima.  Lucrecia se encogió de hombros. Respecto a qué hizo, quizás una teleportación, o quizás me dejó inconsciente y me hizo invisible. No lo sé.

Conozco algunos trucos mágicos sencillos, y en cuanto me recuperé de la maldita sorpresa, invoqué unas luces. Me encontraba en un cubículo sin puertas ni ventanas, rodeada por montones de cadáveres en diferentes estados de descomposición. Le tembló la garganta al recordar la escena. Carraspeó. Algunos poco más que esqueletos; otros todavía recientes. No me molesté en contarlos, estaba más preocupada por buscar una forma de salir, pero estoy segura de que eran más de veinte.

Por suerte, encontré una salida. Una trampilla, en el techo. No la alcanzaba desde el suelo, así que tuve que apilar varios cuerpos y subirme encima.

El exterior del cubículo estaba tan oscuro como el interior. Había apagado mis luces, y solo las volví a encender cuando me aseguré de que no se oía ningún ruido. Me encontraba en un mausoleo. Las criptas pertenecían a miembros de la familia Andrigal; la más grande de ellas a un tal Jarthis.

Salí de allí a un pasillo, que me llevó a una cámara dominada por un altar hecho polvo. A ambos lados había puertas que conducían hacia más criptas y a un par de almacenes apestosos. Salí en su lugar por la puerta del fondo, donde encontré una escalera ascendente.

El resto es más trivial. Me encontré en un comedor en el que todavía había restos abandonados de un banquete, aunque quién sabe cuánto tiempo llevaban allí. De allí salí a un vestíbulo. A través de los ventanales reconocí que seguía en Tormentos. La puerta estaba cerrada y las ventanas enrejadas, así que subí a la primera planta.

Estaba amaneciendo y me envalentoné al ver la luz del sol. Pensé en explorar el lugar con detenimiento, buscar alguna pista sobre lo que había escuchado. Hasta que escuché por primera vez desde que había aparecido allí ruidos que no fueran goteras ni moscas revoloteando. Parecían maullidos, pero estaba demasiado alterada como para quedarme a comprobar que no me equivocaba. Lancé una silla contra una ventana y me descolgué hasta la calle.

Juraría que, cuando me di la vuelta, ya a unos cuantos metros de la casa, había una silueta recortada contra la siguiente ventana. En ese momento me daba igual que fuera real o imaginaria, así que apreté el paso y volví a la posada donde estoy alojada.

Lucrecia suspiró profundamente. Era la segunda vez que lo relataba, y había entrado en mayor detalle que la primera. Sospechaba que, de hacerlo de nuevo, se encontraría en su mente con nuevos recuerdos. Prefería no hacerlo. No en condiciones que no pudiera controlar, al menos. En su habitación, bajo una cobertura de mantas, con una botella de brandy, una luz mágica y un cuaderno.

Aire escuchó con atención de nuevo el relato. Parecía de una peli de terror, pero ella se quedó con la primera parte

¡Jope, yo también quiero teletranportar gente! Debe ser muy divertido. En un momento aquí y casi al instante... dio un salto alejándose de todos, casi estampándose contra la gnoma que acababa de entrar ¡estaría aquí! Alzó las manos y casi se le cae Aristóteles Eso sí, lo de los muertos no me gusta, es todo muy sucio y raro y da mucho miedo.

Snit escuchó en silencio las palabras de Lucrecia. Ella estaba totalmente convencida. La rubia debía haber sufrido algún tipo de conmoción, o algún tipo de conjuro le había moldeado la realidad. Era posible que hubiese acabado en algún tipo de cripta común, pero el resto... Parecían cosas de su imaginación. Y seguramente, el alcalde y los otros dos estarían pensando lo mismo.

Aún así, no dijo nada. Tenía una misión para con la loca del sapo que acababa de pisarla el pie. Se alejó de ella y se apoyó en la pared, evitando ser el centro de todas las miradas. Desde allí observó al grupo de la loca. ¿Quién podría ser...?

Raellia escuchó sin comprender las carcajadas, aunque la explicación del capitán de la guardia aclaró un poco el asunto. Parecía que se tomaban aquello a broma, aunque la muchacha no le veía la gracia por ningún lado. Por eso, cuando Lucrecia la señaló como testigo, ella no dudó en asentir.

-Es cierto, señor. Acompañé a Lucrecia por petición suya, para ayudarla con una investigación, y vi como aquella mujer se le acercaba y poco después, ambas se desvanecían en el aire. Miré alrededor por todos lados, pero no había rastro de ellas. Por suerte me la encontré, casi de casualidad, en la posada esta mañana. 

Elianne cruzó el entrecejo con enojo al escuchar las risas del alcalde y el gordo, pero se quedó callada al ver que las demás estaban explicando cuál era la situación. Ahora se daba cuenta de que nunca había oido el cuento completo y sintió un escalofrío cuando Lucrecia habló de apilar los cuerpos para escapar. Creía que no tenía nada que agregar, que el testimonio de la rubia era bastante contundente, por lo que no dijo nada.

Puede que en algo tengas razón. Dijo Iborian a la mujer. Muchos hablan y relatan cientos de relatos truculentos sobre lo que pasó allí o no. Debe de haber algún tipo de hechizo sobre la casa que confunde a todo aquel que se adentra en su interior.

Desconozco cómo llegaste hasta allí, pero seguramente fuiste objetivo de algún conjuro mágico erróneo y te llevó hasta allí. ¿Tienes algún tipo de enemigo dentro de la ciudad? Le preguntó el guardia de la ciudad extrañado. De ser así, puede que alguien te llevara a ese sitio y el resto fue todo fruto de tu imaginación. Hemos investigado varias veces la mansión y salvo por lo sucia que está, no hay nada por lo que preocuparse. 

Después hizo una pausa para que sus palabras causasen importancia en sus oyentes y continuó. En cualquier caso, si lo deseas, tengo las llaves de la mansión en el cuartel. Puedo buscarlas y dejártelas para que investigues tú por tu cuenta y averigües si se trata de algo mágico o no. Dijo como el que da la razón a los locos.

Si hubiera sucedido tan solo un día antes, la escena se hubiera desarrollado de una forma bien distinta. Quizás, incluso, hubiera devenido en un final desagradable para todos los implicados. Pero no hubiera podido suceder un día antes, pues lo que marcaba la diferencia en ese momento todavía no había tenido lugar.

Lucrecia estaba demasiado cansada para indignarse. Suspiró suavemente, dejó caer los párpados. Las sensaciones, los sentimientos, estaban ahí, entre su frente y su coronilla, hurgando entre los pliegues del cerebro. Lentos, torpes, pesados, fácilmente ignorables.

Por encima de todo, había sobrevivido a una experiencia de la que no esperaba salir con vida. El riesgo, en realidad, no había sido palpable, visceral. No como en otras ocasiones, como aquella vez cuando tenía doce años y dos estudiantes de la Academia habían acelerado hasta ponerse uno a cada lado de ella. Eso solo lo hacía peor; la intangibilidad del peligro todavía le daba ganas de vomitar.

Estaba viva, y lo que pensaran unos imbéciles le importaba bien poco.

He dicho que me limitaría a relatar lo sucedido, repitió, y negó con la cabeza. No voy a hacer nada más al respecto.

Se apartó del jefe de la guardia unos pasos y se dirigió a sus compañeros.

A menos que tengáis algo que añadir, creo que podemos marcharnos.

Elianne meditó un momento lo que iba a decir. Es cierto que la historia de Lucrecia era como mínimo espeluznante, pero no podía dejar de sentir curiosidad por el lugar. Además, si resultaba que era tan solo una mansión vieja que despertaba la imaginación del poblado, quizás pudiera dormir dentro en caso de necesitarlo.
-Gracias por su tiempo, señor Iborian. Yo si aceptaré las llaves. Quiero ver el lugar con mis propios ojos para asegurarme de que todo está bien.

¿Y habéis averiguado ya algo de ese mago que me quiere muerta? Ese Desthen, el que convierte a la gente en piedra. ¿Le habéis detenido ya? Porque es un rollo ir pensando que puede asaltarte en cualquier momento. Preguntó Aire cuando parecía que el otro tema ya estaba muerto

No asintió a las palabras de Iborian, pero había llegado a su misma conclusión. Ahora la casa le parecía incluso más fascinante, pues un conjuro de semejantes características debía haber sido lanzado por un gran mago... Pero bueno, si era así, es a alguien con quien la gnoma no podría luchar. Se encogió de hombros, esperando ver qué hacían los demás.

Iborian contestó a Aire. De ese asunto es el que estábamos hablando ahora mismo. Dijo mirando al alcalde. Estamos viendo las medidas que debemos tomar justo en el momento en el que el Señor Flanigan vino a interrumpirnos. Ten paciencia y sobre todo ándate con cuidado. Dijo a la muchacha. Si puedes permanecer siempre bien rodeada o en un lugar seguro, mucho mejor.

En eso quedaba finalmente. No se iba a hacer nada. A Raellia no le parecía que lo que le había pasado a Lucrecia hubiera sido "por error". Pero ella, preocupada por su carencia absoluta de fondos, y aún herida por sus últimas aventuras, probablemente no podía hacer mucho. Tendría que aceptar aquello sin más, por mucho que le doliera que no se hiciera nada. 

-Pues supongo que eso es todo... A no ser que necesiten la ayuda de aventureros para algo-replicó la muchacha, algo decaída por el resultado de aquella visita a la mansión. 

Snit rompió su silencio

Estoy de acuerdo con ella. Somos un grupo numeroso y variado. Algo en lo que podamos ayudar siempre viene bien, y si recibimos alguna moneda a cambio mejor... Porque, lo que hay que tener en cuenta, es que somos humanos, no tenemos casa aquí y tenemos que comer y dormir.