Partida Rol por web

Barrabás no se inmutó por su compañero caído y quebrado. Morían orcos todos los días y nadie derramaba una lágrima por ellos. Lo importante es que Socar había muerto en combate, y eso ya era un honor para todo su grupo y sus compañeros.

Girando la cadena sintió como los zarcillos le buscaban ahora a él, y lanzó un golpe preventivo contra aquella criatura que parecía ser el mismísimo bosque enfurecido.

Kalikalwe se había puesto nervioso al ver como aquella planta acababa con Socar y golpeó sin querer a su compañero. Mientras tanto, el resto seguían golpeando a la planta sin ser capaces de traspasar sus defensas, ni tan siquiera lo logró Phenios que recurrió, en vano, a su magia. 

Los únicos que lograron acertar un golpe fueron Barrabás y Kenshi que juntos lograron terminar por quebrar el cuerpo de aquel horrible ser que le había costado la vida de su compañero Socar.

¡Por fin se había logrado deshacer de aquella horrible planta que les había atacado!

No era bastante con que había caído un compañero si no que además sus nervios le traicionaron y atacó al que seguramente ahora sería el mejor en combate cuerpo a cuerpo.

Al menos la criatura había caído, a un alto precio pero lo habían conseguido.

Inmediatamente se dirigió a Barrabás disculpa, los nervios me traicionaron y erré el ataque acertándote a ti.

Si alguien puede sanar a Barrabás, no estaría de más tener a nuestro compañero en perfectas condiciones.

Deberíamos salir de aquí cuanto antes y asaltar el castillo y a su dueño o puede que nos cueste la vida de alguien más.

Tras ello se giró al cuerpo inerte de Socar sin saber muy bien qué hacer y esperando la reacción de algún compañero más allegado a él.

Moris se alzó, temblando por los nervios ante lo acontecido pero sonriente por lo que significaba para él, había llevado a cabo su primera despedida de un alma hacia Wee Jas en combate, presenciando el coraje del Paladín de Hextor Socar hasta su cruento final.

- Por la Dama Carmesí, en mí hay magia para sanar vuestras heridas - alegó, mirando a los demás antes de centrar su atención en el líder de aquel cometido, Kalicalwe -. Quisiera repartieses como mejor considerases las pertenencias y riquezas de Socar, su alma ha partido a Acherón y su cuerpo conocerá sepulcro - apreció mucho el hecho que el elfo fuese hacia el cadáver, de manera que añadió -. No hay palabras fuera de lugar si son para expresar la dicha de haber compartido parte de tu vida con la de él, las tendré contigo si tengo la fortuna de estar allí cuando llegue el momento.

Tras inclinar el pecho en reverencia hacia Kalicalwe se movió hacia el orco y extendió sus manos hacia sus heridas para sanarlas.

- ¿Tendríais una gracia para conmigo, Barrabás? - le preguntó una vez las heridas cerraron hasta prácticamente el completo - Quisiera que, al volver, tú que eres el más fuerte cargases el cuerpo de Socar - cruzó las palmas sobre su pecho, en honor a la muerte del paladín -Merece las exequias propias de alguien valiente.

Phenios miró con disgusto su espada. Había impactado, había dado con el filo contra el monstruo, y sin embargo no le había logrado cortar o hacer el más ínfimo daño. Haría mejor en limitar sus aportaciones a disparar su arco y lanzar hechizos.

- Maldición... - alegó, negando con la cabeza antes de envainar el arma e ir a presentar sus respetos a Socar - Bueno, espero te lo pases de vicio berreando allá a donde vayas; no extrañaré tu voz pero vamos a echar de menos tus espadazos.

Kalicalwe asintió a las palabras de Moris, antes de acercarse al cuerpo inerte de Socar miró si alguien tenía algo que objetar y, tras comprobar que no, se dirigió al antiguo paladín y comenzó a registrarle.

Dagmar se retiró tres pasos del combate, aún con la espada en alto, hasta que los zarcillos del monstruo dejaron de retorcerse en los espasmos de la agonía. Una vez muerta, la criatura semejaba una pila de maleza podrida.

Clavó la espada en el suelo, se quitó los guantes y se acuclilló junto a una de las dos partes del cadáver de Socar. Palpó con delicadeza el lugar por el que había sido partido. Como había sospechado, no llevaba armadura, sino que todo él era una misma cosa.

¿No se puede hacer nada por él, para traerlo de vuelta? preguntó al karuth. No es un hombre. Es más parecido a los guardianes de roca de Ammun. Un ser fabricado.

Pero los guardianes de roca carecían de voluntad. La suya era de la de quienes los habían vinculado. En ese sentido, aunque su cuerpo fuera el de un constructo, parecía tener el alma de un hombre.

Barrabás negó con la cabeza las disculpas de Kalicalwe, pero no podía culparle por pedirlas ya que al fin y al cabo era elfo - No disculpas cuando sangre se derrama, hemos luchado bien Kalicalwe. - Puso la mano en el brazo del elfo apretando con firme admiración por haberle visto combatir.

Cuando sus heridas se cerraron por mano de Moris, Barrabás dio un paso atrás. No le gustaba la magia. Y no entendía lo que aquel hombre le estaba pidiendo. Se acercó al cuerpo de Socar y lo movió levemente observando qué podía haber bajo aquella armadura - ¿Exequias? No parece tener mucha carne. Si tú hacer comida, en Loto necesitar carne, sí, yo llevar Socar luego.

Barrabás se tocó los restos de la herida que el combate le había dejado y observó a aquellos que debían guiar el grupo a través del bosque esperando que retomaran el camino, para él, aquel monstruo había sido digno de entablar batalla.

No pudo evitar suspirar de alivio cuando aquella cosa dejó de moverse. Miró a Kenshi mientras volvía a guardar las cosas en la bolsa, no había encontrada nada con lo que prenderle fuego al bicho. No importaba, no había durado mucho más. Se sentía aliviada de ver al elfo vivo y entero, y también por Moris, aunque no lo reconocería abiertamente jamás.

-¿Qué más nos esperará allí delante?- Estaba claro que nadie podía responder a ciencia cierta. Aquella pregunta expresaba más bien el sentimiento que le recorría el cuerpo. Incertidumbre, y claro está, un cierto miedo que bien seguro se había instalado en todos. Socar había muerto, pero no era descabellado pensar que no sería el único que no regresaría.

No creía que nadie pudiese traer de vuelta a Socar, el forjado no le había gustado jamás, pero era un buen aliado a la hora de luchar y recibir golpes. Una parte de su ser se alegraba secretamente de que, de haber muerto alguien, hubiese sido aquel ser frío. Pero por otro lado habían perdido un gran guerrero, era fuerte, y ahora tenían uno menos en la primera línea. ¿Hubiese sido mejor perder a uno de los más débiles? Esperaba que nadie más se cuestionase eso, porque en aquel momento ella parecía precisamente eso, de los más débiles del grupo, pues el oso había saltado sobre ella y ahora, contra la planta humanoide, de poco había servido su contribución. Más bien de nada.

No le había pasado desapercibida la forma de luchar de aquella mujer tuerta, Dagmar, era peligrosa.

-Has luchado bien- le dijo al pasar por su lado mientras volvía junto a Kenshi. Ojalá un día supiese bailar con los cuchillos.

Dagmar sonrió con cierta amargura.

No será suficiente si tiene muchos como ese, respondió al cumplido. Los animales eran peligrosos, pero no eran rivales para guerreros bien armados y entrenados, salvo en grandes números. Los monstruos, sin embargo, eran adversarios formidables para quienes no conocían sus debilidades.

Por otro lado, todavía no habían alcanzado el castillo. Se iba haciendo de noche, y hacía tiempo que seguían los senderos del bosque sin estar seguros de si seguían avanzando hacia su destino o lo estaban rodeando.

¿Alguno de ustedes está acostumbrado a trepar a los árboles? preguntó, buscando uno alto en los alrededores. Hace rato que hemos perdido de vista el castillo. Desde ahí arriba podríamos orientarnos mejor.

Thorgüs vio caer al monstruo tras aguantar más de lo que él hubiera querido. Volvió la vista y vio el cuerpo inerte de Socar, tras eso Miró rápidamente a Moris y Darko. 

Partimos cuatro, de momento volveremos tres. 

Pensó para si mismo a modo de despedida, cruda y cruel pero una despedida al fin y al cabo. Parecía un buen hombre, aunque ya no podrán saberlo. 

De nuevo esperó a alguien que pudiera orientarse un poco en aquella maraña de árboles y arbustos. 

Aquel bosque y las criaturas que habitaban en él no parecían querer darles ni un segundo de tregua. Todos estaban distraídos despidiéndose de Socar cuando una manada de lobos se abalanzó sobre ellos. Esta vez eran una docena, les superaban en número y atacaron sin dudarlo ni un segundo. 

Cada lobo atacó a uno de los aventureros, algunos con más precisión que otros, pero sobre Kenshi se lanzaron tres de ellos y sobre Dagmar y Zila dos. Por fortuna no les causaron daño a mucho de ellos, tan solo Barrabás, Dagmar y Moris sintieron sus colmillos clavados sobre su cuerpo.

Kenshi agradeció que el monstruo cayese y de no haber sido él el siguiente en morir despedazado. Después miró al resto del grupo y por último a Socar, no deseaba su muerte pero tampoco le afecto que fuese él quien pereciera. No le aportaba confianza y menos aun dejar en las manos de Socar su vida ya que había demostrado pensar solo en su propio beneficio.

Kalicalwe se acercó para revisar el cuerpo del compañero caído y Kenshi hizo lo mismo con el cuerpo del monstruo por si encontrase algo que pudiese serles útil o de valor para el grupo, aunque no confiaba en encontrar nada interesante.

Tras su búsqueda se levantó y vio a Zila acercándose a él. La recibió con una sonrisa y en sus ojos un cierto brillo de alegría al ver que estaba físicamente mejor que cuando había empezado la lucha.

- Me alegra que estés bien preciosa - Sin poder resistirlo le dio un abrazo. Aunque más que por ver que ella estaba bien era porque el había sobrevivido y podía seguir el camino con su compañera.

Esa alegría no duró mucho tiempo, por no decir escasos minutos. Los habían rodeado por culpa de haberse relajado tras cargarse al primer monstruo sin enterarse ninguno del grupo de la presencia de los lobos.

Quizás gracias a su instinto sintió la presencia de estos a tiempo de poder evitar sus ataques y apartar a Zila que estaba entre sus brazos de los que la intentaron atacar.

- ¡Portones de la muerte! ¡Aaaargh! - soltó en aterrado alarido el Karuth antes de ser derribado al suelo y comenzar a sufrir dentelladas por todo su cuerpo - ¡Atrás! ¡Atrás!

Atacado de los nervios Moris desenvainó su puñal y trató de clavárselo al lobo que tenía encima.

- ¡Defendeos! - gritó Phenios mientras el arma se le cargaba de rojo y le daba un zurriagazo al lobo que tenía en frente.

Era su peor pesadilla hecha carne, pelaje y dientes, ¡Lobos! Idénticos al que le había arrancado medio cuello de cuajo y dejado a punto de morir de no ser por la inestimable ayuda de sus compañeros. Ahora pagarían por lo que le hicieron y el que tenía delante sería el primero.

El ataque de la manada fue repentino y brutal. Dagmar esquivó, a duras penas, la dentellada de uno de los lobos. El segundo, sin embargo, saltó sobre ella, tratando de cerrar las mandíbulas alrededor de su cuello. Lo que encontró fue su brazo interpuesto, y de un empujón se desembarazó del animal.

El espadazo con el que respondió fue torpe, más digno de una principiante que de alguien que había sobrevivido a tantos campos de batalla que había perdido la cuenta.

Sabía que todo lo que estaba ocurriendo en ese bosque era, irónicamente, antinatural. Estaban rodeados de naturaleza y aún así parecía que mucho de lo que pasaba era totalmente contrario al equilibrio del bosque. Rompiendo las reglas del bosque.

Apenas le había dado tiempo a acercarse a Socar cuando de repente apareció una manada de lobos de la nada atacándolos con un instinto asesino impropio en este caso de los lobos; como la otra vez, pero más numerosos.

Sin pensarlo mucho más, Kalicalwe evitó al lobo que se dirigió a él y respondió con ambas armas pero erró. Todo había sucedido demasiado rápido para él.

Thorgüs da un par de pasos atrás, sin pensar mucho en las consecuencias, pues necesita un poco de espacio. Una vez fuera del alcance da las fauces de los lobos suelta una retahíla de palabras en un enano muy marcado y 5 de los lobos de esa manada quedan sentados y con la lengua fuera, a la espera de ser atacados para volver al combate. 

-Están encantados, si no reciben daño no saldrán de ese estado. Ahora son inofensivos. 

Gritó esto para que los demás se centraran en los lobos que todavía seguían atacando. 

Sin soltar a Zila, una vez esquivado los ataques Kenshi la desplazó de forma que sus espaldas estuviesen pegadas y poder defenderse lo mejor que pudiesen los próximos ataques que aquellas bestias peludas le lanzasen.

Por suerte todavía no había guardado su estoque así que podía defenderse mejor de los lobos y confiaba en que Zila sabría como defenderse de los ataques, aunque la situación no era muy justa para ellos dos. Los habían rodeado y separado de la ayuda del resto de su grupo, por lo que no sobrevivirían tan solo defendiéndose. Tenían que atacar aunque estuviesen más atentos a los otros lobos en vez del que atacaban.

- Preciosa, no dejes que se te acerquen - Mientras hablaba con ella, por el rabillo del ojo pudo observar un leve movimiento que le advirtió de que algo se disponía a saltar. Instintivamente lanzó su ataque en esa dirección notando como la punta de su estoque se hundía en el cuerpo del primer lobo que se había lanzado contra él.

Phenios cargó su espada de energía mágica para asestarle un corte que además quemó parte de su pelaje. Después Thorgus lanzó un conjuro que ayudó a calmar a algunos de los lobos que le rodeaban tranquilizándose y evitando así que les siguieran atacando aunque notó que había algo en ellos que le ofrecía resistencia. Aún así cuatro de los cinco a los que afectó se quedaron tranquilos e incluso confusos por la situación que estaban viviendo. Finalmente Kenshi también logró atravesar con su estoque a uno de los lobos, pero no fue suficiente para abatirlo.

Hasta ahora ninguno de los lobos habían caído, sí que algunos de ellos se habían relajado gracias al conjuro de Thorgus, pero el druida sabía que había algo en ellos que hacía que aquel estado no fuese a durar mucho...

Los lobos que luchaban contra Dagmar se abalanzaron contra ella mordiéndole y desgarrando parte de su cuerpo dejándola realmente herida. La formidable mujer no aguantaría un nuevo ataque como ese... Mientras tanto los que atacaban a Kenshi y Zila resultaban especialmente torpes y ninguno era capaz de encajarle ni un solo diente.

El que también lo estaba pasando realmente mal era Moris, que tirado en el suelo como estaba, estaba recibiendo los ataques del lobo que también estaban desgarrando el cuerpo del sanador.

Finalmente Barrabás se puso en pie para degollar al lobo que Thorgus había calmado impiendo así que éste se recuperara del estado en el que se encontraba.