Partida Rol por web

Barrabás busca el cuerpo, la boca del monstruo, el nacimiento de aquel zarcillo verde y con un rugido lanza un golpe con la larga cadena que lleva entre sus manos. Al igual que el zarcillo, sus golpes levantan tierra y hojarasca como si el arado tirado por un buey acabara de pasar. Si los golpes de sus compañeros no habían acabado con aquello que hubiera, este podría haber sido un golpe definitivo.

Thors hizo un señal a Darko para que permaneciera quieto en su sitio a la espera de lo que pasara, el ser parecía que estaba bastante malherido, así que se abalanzó sobre él con su cimitarra y le asestó un golpe que pareció quebrar la corteza aunque no estaba seguro que hubiera penetrado mucho en su "cuerpo".

Quedó a la espera de ver cómo reaccionaba ante los ataques de todos, quizá habían podido acabar aquello en un solo ataque conjunto, pero no parecía que fuera a ser tan fácil. 

Tras el ataque de Barrabás y de Thorgus, Kenshi se lanzó al ataque con la esperanza de pillarlo desprevenido con el revuelo de las hojas lanzadas por el orco. Notó como su estoque alcanzaba a la criatura aunque desconocía si la había herido o solo le había hecho un rasguño en su corteza.

Enseguida volvió a coger distancia con la criatura para evitar ser el blanco de posibles ataques y echó un rápido vistazo al resto de compañeros mirando por último a Zila.

Socar seguía siendo el enemigo más peligroso de aquel ser. Pues con su mangual hizo un par de tajos en aquella criatura que le hicieron brotar sabia en grandes cantidades. A pesar de sus fuerzas parecían empezar a mermar, aquella criatura continuaba en pie ajena a los golpes que estaba recibiendo.

Dagmar también actuó con gran fuerza y destreza apuñalando a la criatura por su espalda y provocando también un par de cortes excesivamente graves. Pero el ser era mucho más resistente de lo que habían previsto y aún seguía en pie dispuesto a seguir combatiendo. 

El resto de compañeros seguían intentando golpear a aquel ser, pero no tenían mucho éxito. Y entonces el gigantesco Barrabás descargó su cadena para estrangularlo y causarle también un profundo daño.

Y aunque estaba en un estado lamentable, la mole de plantas y raíces con forma humana agarró con sus dos brazos-raíces a Socar y lo alzó en el aire. Mientras, lo apretaba con fuerzas haciendo que su cuerpo, a pesar de estar recubierto de adamantina se fuera resquebrajando lentamente. Socar no pudo evitar reprimir un grito de dolor, jamás nadie había tratado de aplastarle de aquella forma y apunto estuvo de perder el conocimiento.

A pesar del tremendo castigo que estaba recibiendo la criatura seguía en pie y apresando de tal forma a su compañero que, de ser él quien estuviera allí, ya estaría muerto. Así que el mercenario elfo siguió con su estilo de lucha acertando uno de los golpes, o al menos eso creía él. No pensaba que su compañero durase un asalto más esa situación por lo que esperó que con la participación de todos fuera suficiente para dejarlo, antes de que ocurriera la desgracia, fuera de combate.

Con el adalid metálico entre los zarcillos de la bestia, tratando de no alcanzarle a él, Dagmar pecó de prudencia en su asalto. La corteza de la criatura era gruesa, y no era posible romperla con golpes contenidos. El filo de la espada resbalaba, inocuo, por la coraza natural del monstruo.

Barrabás se sorprendió cuando aquel monstruo aguantó el golpe de sus cadenas. Sus brazos se hincharon y las venas de su cuello empezaron a inflarse, aquello le crispaba y llenaba de una gran emoción por aquella batalla. Esperaba un enemigo como aquel desde hacía tiempo y ahora que le tenía enfrente, sentía que debia haberlo enfrentado él, y no Socar.

No obstante, así eran las cosas, y el camino para salvar a aquel extraño y nuevo compañero era lanzar un golpe mayor que el anterior. Como siempre decía: Ughtar morkar yorko lorka

Lanzó un cadenazo de nuevo contra aquel monstruo, descargando casi toda la fuerza que sus músculos podían dar de sí.

Otro disparo por parte de Phenios, este un poco menos certero pues el crujir de los hierros del paladín le puso de los nervios.

- No te mueras, Socar, queda mucho por hacer - farfulló con los dientes apretados.

Moris recargó su ballesta pesada y miró con preocupación a Socar. En cuanto estuviese libre se lanzaría a sanarle pero, de hacerlo ahora, rompería su compromiso con Dagmar y se expondría a aquella terrible monstruosidad.

- Dama Carmesí, en nombre del paladín que sirve a Hextor, no le reclaméis todavía - rezó con voz queda -; os lo ruego.

La criatura no caía por más que sus compañeros acertasen en los ataques y para complicar aun más la situación apresó a Socar. Una pequeña sonrisa por la ironía de la situación apareció en su rostro.

- Mira que cosas tiene el destino. El que no le importa la vida de los demás ahora es quien necesita su ayuda. - Y aprovechando un descuido de la criatura Kenshi volvió a lanzar un ataque, penetrando el estoque en la corteza y alcanzando su interior.

Thorgüs vio como la criatura apresaba a Socar y se lanzó a golpearla de nuevo, esta vez podía tener algo más de suerte y llegar al interior aunque parecía que se establece debilitando debido a los golpes de sus compañeros. Se lanzó contra la criatura y en el último momento cerró los ojos de rabia antes de bajar la cimitarra. Tardó demasiado en impactar con algo y no parecía un árbol. 

    Aprisionado por la presa de su rival, Socar luchaba por tratar de librarse y regresar al combate sin obtener grandes resultados, sentía como sus placas de metal se estremecían por la fuerza de aquel ser pero incluso en aquella desesperada situación su único deseo era recuperar su maza para destrozar a su enemigo con ella.

Kalicalwe logró encajar un golpe más a la planta, pero seguía sin ser suficiente para hacerle caer. Después Barrabás le estranguló con su cadena el cuello confiando en que eso era tal parte del cuerpo, pero se equivocó. Parecía que el orco había errado en su puntería y aunque daño le había hecho, no había sido suficiente.* Algo similar le sucedió a Kenshi que golpeó en el mismo punto que su compañero sin la precisión que había pensado.

Mientras tanto el resto seguían con intentos fallidos de sobrepasar la corteza del duro ser y apenas le hicieron más rasguños. Y aunque la planta parecía cada vez más marchita, continuaba estrangulando a Socar hasta que quebró su cuerpo por la mitad. Para después lanzarlo varios metros y hacer un segundo intento fallido de ataque contra el orco.

Zila había estado disparando flechas, tratando de acertar en las heridas ya causadas por aquellos valientes que luchaban cuerpo a cuerpo.

Mierda, ¿como somos tan estúpidos?

No le caía bien Socar, es más, le causaba una repulsión bastante grande, pero ahora eran aliados en aquella empresa, y desde luego que su brazo no era nada despreciable. Ver como aquella bestia infame lo partía por la mitad le causó gran angustia. ¿Qué no podría hacerle a un cuerpo de carne y hueso?

-¡Joder! Es una maldita planta ¿Nadie tiene fuego?- Debían acabar con eso cuanto antes, y el fuego podría ser una opción. ¿Nadie en el grupo dominaba las artes mágicas? 

Dejó de disparar, en aquella distancia que parecía ser segura y comenzó a rebuscar entre sus cosas por si diese con algo que poder prender atado a la punta de su flecha y así dispararla contra aquella planta humanoide.

No fue suficiente, el crujido de como su compañero se partía por la mitad le hizo perder la concentración de su primer ataque. El segundo fue algo mejor pero no estaba seguro de haber penetrado sus defensas. La "planta" había sufrido un gran castigo pero no había sido suficiente para acabar con ella antes de que ocurriera la desgracia y además seguía en pie buscando ahora otra víctima.

Dagmar contempló horrorizada cómo el monstruo, como un niño caprichoso jugando con un muñeco de trapo, partía en dos el cuerpo metálico de Socar y lo arrojaba a un lado, un juguete roto. El pánico, una emoción que había conocido íntimamente durante los últimos años, amenazó con atenazarla. Sentía su interior, desde la garganta hasta el vientre, como una cuerda anudada. En aquel instante de temor y de impotencia ante la muerte de un camarada, la invadió una ira vieja, casi olvidada. Se entregó a la batalla con renovado vigor y abandono, aunque sus golpes seguían sin ser capaces de romper la masa putrefacta que formaba la corteza de la criatura.

Moris apenas logró contener la conmoción que le provocó el descuartizamiento de Socar. Apretó los puños hasta que le dolió, sacudiéndose el pánico del momento y corrió hasta sus cuartos superiores para apretar su mano entre las suyas.

- Id con Ella, Socar, os aguarda más allá del Portón - dijo en un hilillo de voz, asustado por tener tan cerca a aquel monstruo y el combate, sin embargo esta era su primera muerte en batalla y no sabía obrar de otra manera, ya fuera resguardándose en la retaguardia o colaborando en acabar con el enemigo. El Karuth sólo entendía en aquel momento de su responsabilidad para con aquel que había de ser acogido por la muerte -. Wee Jas, Dama Carmesí, recibid al más valiente seguidor de Héxtor. Guiadle en Acherón hasta los dominios de su señor, os lo ruego.

- ¡Hermano! - bramó, asustado de repente porque a Kalicalwe le pudiese ocurrir lo mismo que a Socar. El que no fuesen familia le importaba poco, era un elfo como él y desde el primer momento le había tratado como a uno más de su grupo - No tengo fuego pero...

Phenios dejó caer al suelo su arco largo, se cortó la mano zurda con la espada según la desenvainaba con la diestra, imbuyendo aquel filo metálico de un tinte verdoso y brillante terminar cargando contra aquella criatura a medio camino entre el mundo animal y vegetal.

- ¡Finada y añicos te quiero! - gritó al descargar su golpe - ¡Con tus ramas me haré una corona!

Algo en el interior de Kenshi se revolvió creándole un nudo en la boca del estomago. Pero no era por la muerte de Socar pues no le tenía aprecio ni tampoco confiaba en él, sino porque volvió a su cabeza la imagen de una Zila cubierta de sangre y medio muerta en el bosque.

La buscó con la mirada, con ojos tristes y miedo de que su compañera siguiera el mismo camino que Socar. La localizó y pudo ver como el miedo también la acechaba de la misma forma que al resto de sus compañeros.

- No es momento de quedarse quieto - Volvió a lanzar otro ataque a la criatura convirtiendo sus sentimientos en ira, pero aunque alcanzó a la criatura de pleno no pareció sufrir un gran dolor.

Vio a Moris dirigirse junto a Socar, le dio la sensación de que esta vez no podrá hacer nada para recuoerarlo. 

La única opción que tenía era seguir atacando a aquel ser, al menos para poder darle un descanso al cuerpo de Socar. Levantó la cimitarra por encima de su cabeza y volvió a cargar con rabia. 

Las lágrimas que brotaron de sus ojos por la misma rabia no le dejaron dar un golpe y volvió a errar por segunda vez. Maldijo en su lengua, a la espera de no ser el siguiente.