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Zila agradecio en silencio la ayuda que le proporcionó Kenshi al pasarle el brazo sobre los hombros y asirla por la cintura. No sabía si era por las heridas recibidas, ya sanadas, o por la impresión, susto o como quiera llamarle cada uno, recibido por el impacto mortal del oso, el caso es que las piernas le habían estado temblando un buen rato, reacias a sujetar firmemente el cuerpo de la muchacha. 

Había avanzado en silencio, con la promesa de su compañero para protegerla mejor en los futuros combates, pero ¿realmente podría? No, ella quería ser fuerte, y eso implicaba no acurrucarse, asustada, tras las faldas, o pantalones, de nadie. No, ella debía reponerse y avanzar, cobrar la recompensa, llenarse el estómago y los bolsillos a ser posible, y continuar con su vida.

Miró al resto de los compañeros, con el ceño levemente fruncido, tal vez por eso no se percató de que algo se acercaba. Vio como sacaban sus armas, como se ponían alerta, y ella hizo lo mismo, descolgó su arco y trató de averiguar qué era lo que había causado aquella reacción en los demás componentes del grupo. 

¿Está claro no? Otro bicho nos viene a atacar. 

Y se sorprendió rogando mentalmente que esta vez no saltasen sobre ella.

¡Estúpida! Abre los ojos y los oídos, o quedarás de nuevo como un fiambre, o peor todavía, como una enclenque inútil.

Algunos estaban nerviosos, otros tan solo esperaban a que llegase el momento de la batalla y Socar se escondía en el centro del grupo para usar al resto como primer objetivo de los atacantes. Lo miró con cierto tono de desprecio y volvió a centrarse en la zona que rodeaba al grupo buscando alguna señal del enemigo.

Tras escuchar los crujidos se giró rápidamente en la dirección de donde provenía, colocándose en guardia y esperando a que el enemigo se dejase ver para poder atacar y pensando en una sola cosa. - Espero no fallarle esta vez. -

Flecha nueva y él listo para disparar.

Esta vez no fallaría.

Thorgüs seguía absorto en sus pensamientos cuando Darko lo avisó con un gruñido de que había algo, de nuevo, acercándose a ellos. 

El enano desenvainó su cimitarra y flanqueó al lobo, ambos mirando en la dirección de donde provenían los ruidos. 

broza movediza pag 33

Todos esperaban encontrar algún nuevo animal que les atacase, pero esta vez se percataron que lo que se arrastraba por el suelo eran una especie de raíces en un desagradable estado de descomposición. Cuando se fijaron bien comprendieron que se trataba de algún tipo de ser inteligente, una mezcla entre una planta y un humano con dos raíces como brazos que se agitaban con gran velocidad y peligrosidad. 

El monstruo apareció en el claro, pero Dagmar no lo vio venir. Estaba a su izquierda, más allá de su ángulo de visión. Para cuando se dio cuenta de que lo tenían encima, la pelea había comenzado, y varios de sus compañeros estaban trabados en combate con la extraña bestia. 

Los nervios seguían sacando lo peor de Phenios y, cuando apareció aquel momstruo, creyó firmemente que así acabaría él de morir allí. Como una planta andante y deforme.

- Astros, velad por mí - lamentó con voz queda una vez su flecha pasó de largo.

Kalicalwe no se lo pensó y se abalanzó sobre la criatura, no sabía si con equipo no mágico se le podía hacer daño a esa criatura mitad humano mitad planta sin embargo atacó con sus dos armas esperando que alguna de ellas surgiera algún efecto dañino sobre el ser.

Barrabás observó las raíces, y buscó el origen de éstas, el cuerpo, para abalanzarse sobre él con sus cadenas y deshacerlo como un montón de hojas en otoño. Si no lo encontrara, se dedicaría a cercenar raíces, con la vista puesta en sus compañeros e interponiéndose frente a aquellos que prefirieran quedar rezagados.

Barrabás levantaba hojas y hojarascas, restos de tierra como una trilladora en el campo, no parecía distinguir bien al enemigo del propio bosque - ¿Que criatura es? - Preguntó azorado

    Aquella criatura parecía un adversario más digno que los osos aunque Socar no olvidaba los peligros que habían sufrido cuando habían tenido que enfrentarse a algo muy similar en el pantano. Preparado para cobrarse su justa venganza, alzo la maza descargando un poderoso golpe contra el cuerpo de aquel amasijo de nudos esperando ver el resultado antes de decidir como proseguir con su ataque.

Localizado el enemigo, Kenshi se lanzó al ataque sin ver si quiera quien era el enemigo. Pero cuando estaba a punto de lanzar la estocada se fijó en cual era el enemigo y se sorprendió al ver a aquella criatura. Esperaba cualquier tipo de animal pero no una planta humanoide, lo que le hizo descuidar su ataque sin tan siquiera rozarle.

Thorgüs de nuevo no está lo suficientemente atento para estar preparado a tiempo, aquel ser extraño parecía salido del mismo interior del bosque. Thorgüs sujetaba su cimitarra con poca convicción, menos de la que debería. No estaba bien atacar a la misma naturaleza. 

Zila había buscado de dónde venía el peligro, porque estaba claro que lo había, los compañeros lo habían detectado aunque ella no. Una suerte no haberse encontrado allí sola, pues de otro modo le habrían pillado completamente por sorpresa ¿y qué expectativas de salir victoriosa habría tenido?

Siquiera hubiese llegado hasta aquí, ahora los osos estarían haciendo la siesta con las tripas llenas de mi carne.

Giró sobre si misma, el arco en una mano, una flecha en la otra, lista para cargarlo y disparar en cuanto descubriese al enemigo. Entonces descubrió lo que parecía ser el enemigo, pero ¿qué diantres era aquello? Una criatura, por decir algo, entre planta y humano, un monstruo, eso, eso era lo que veían sus ojos, un esperpento, un insulto a todo lo que podría ser natural. 

-¿qué tipo de druida haría eso? ¿acaso nos enfrentamos a un mago oscuro? podredumbre- murmuró perpleja y conteniendo una arcada que retrasaría todavía un poco más su flecha.

Kalikalwe y Socar fueron los únicos que lograron dañar a la extraña planta. Ambos habían usado sus armas de filo para desbrozar parte de sus cuerpo y provocando que de su gran cuerpo expulsase un líquido blanquecino que parecía ser la sabia de aquel ser. 

El resto de sus compañeros, o no habían estado suficientemente atentos, o bien la corteza de aquel ser era suficientemente dura como para que sus golpes no penetrasen.

Aquel ser vio como Socar era el enemigo más peligroso al que se estaba enfrentando y pegó con fuerza un par de latigazos con sus ramas. Pero el duro cuerpo del constructo fue capaz de soportarlo y no sufrió ni un solo rasguño.

Sin nada que lamentar, ahora todos los aventureros podía actuar de nuevo y con un poco de suerte acabar con aquel ser antes de que se arrepintiesen.

El daño de sus armas era suficiente para afectarlo, tenía una gruesa armadura de madera pero eso no iba a hacer desistir al mercenario elfo en su empeño por dañar a ese engendro de la naturaleza. Pero en este caso falló ambos ataques en su ansia por acabar con aquel enemigo.

Moris, contra sus instintos más profundos, se quedó atrás y disparó con su ballesta.

Tenía poco manejo con ella pero debía intentarlo.

Phenios por su parte creía tener un buen tiro y flecheó con ganas.

Su tiro iba muy bien encaminado y se sonrió, orgulloso.

- De lo animal a lo vegetal ¿qué será lo siguiente? - bromeó picándole el ojo a Dagmar - ¿Piedras?

    Socar recibió sendos golpes interponiendo su escudo entre para bloquearlos a la espera de una apertura para lanzar su contraataque la cual encontró en cuanto aquella cosa pareció desviar parte de su atención para protegerse de los demás. Acto seguido su brazo descargó un duro golpe cargado de crueldad destrozando nuevamente su corteza y haciendo saltar astillas.

    -¡Apártate de mi camino, escoria!- Seguramente aquello no sería suficiente para acabar con la abominación pero si que la dejaría claro que el paladín no era un rival ordinario.

Aprovechando la distracción que suponían sus compañeros, Dagmar rodeó a la bestia hasta tomar su flanco, si es que una mole animada de zarcillos putrefactos tenía flancos. Jamás había visto una criatura como aquella, aunque tal vez, se decía, era apropiada para un lugar como esa región donde la vida y la muerte eran exuberantes, tan diferente a sus estepas natales.

Haciendo acopio de toda su fuerza, usó su gran espada como si fuera un hacha, descargándola sobre el cuerpo —¿o el tronco?— del monstruo. Por un instante, la sombra de la mujer pareció levantarse, atacando al mismo que Dagmar en una confusa maniobra.