Partida Rol por web

Eón

DÉMETER

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21/05/2019, 01:18
Hélène Hunziker

Aunque ella no parecía mirarle Erik notó los sentidos de la silenciosa Hélène fijados en él y verla de reojo le bastó al psiquiatra para sentirla de alguna forma desnuda ante sus ojos. Había un algo melancólico y triste, pero también vital, explosivo, en su presencia.

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21/05/2019, 01:22
Meleagro

Al final de la comida, tras las verduras asadas sirvieron frutas troceadas con yogurt y un hilillo de miel.

Un perro de pelaje corto y rizado color chocolate y mirada solícita hizo aparición y se mostró dispuesto a perder la compostura a cambio de alguna sobra. Era de la cazadora y respondía al nombre de Meleagro. Los perros en el Eón sólo podían ser mantenidos por los más ricos, allí requerían de muchos cuidados y solían tener enfermedades genéticas. Aquí este animal era lustroso y saludable, se comió los huesos con deleite y luego no se separó de ellos.

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21/05/2019, 01:24
Ayischa Rønning

Fue Ayisha la que les enseñó la casa. Había una habitación para cada uno, un comedor, una cocina más grande que el comedor y un estudio con algunos libros al que ya habían traído algunos pinceles, óleos y lienzos. También había un pequeño cuarto para los perros, donde vivía Meleagro. Tres habitaciones daban a la calle, un camino asfaltado poco transitado. Más allá árboles semisilvestres. Darya, que sentía un calor que le nacía del vientre y se le extendía por todo su cuerpo, caldeándolo levemente sin llegar a la fiebre, pudo ver por la ventana dos liebres.

El resto de habitaciones daban al interior, a los jardines. El salón tenía chimenea y daba al porche, del que habían retirado el vehículo para darles más espacio. Ayisha les contó que el perro pasaba gran parte del invierno tendido junto al fuego.

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21/05/2019, 01:27
Ovidio Razvan, príncipe heredero de Basa'rab

Ovidio les esperaba en la biblioteca. Les mostró las estanterías -que llegaban hasta el alto techo y a las que se accedía mediante una escalera corredera- organizadas por temas: historia, filosofía, arte, teología, mitología, geografía, novela, poesía, música, etc. La mayoría de los más de tres mil libros que se guardaban allí estaban escritos en el idioma que conocían pero había muchos titulados con grafías ilegibles.

Habían colocado una gran mesa en el centro, que no estaba cuando antes habían atravesado la sala, con patas de madera oscura y la parte superior de mármol color marfil.

Las paredes estaban plagadas de instrumentos musicales y unos pocos cuadros. Ovidio tomó una flauta hosca -una gruesa caña de más de un metro de largo con agujeros- y con ella en la mano y sonrisa de pillo les señaló un mueble negro con aves rapaces pintadas que contenía un gran fichero lleno de carpetas de apuntes manuscritos a mano en una bellísima letra y una obra monumental de veinte tomos de considerable tamaño y grosor.

Una edición de papel blanquísimo y tipos de letras grabados en las páginas de una manera artesanal. Uno de los libros estaba abierto.

En el lomo de la mayoría estampado en letra capital plateada sobre cubierta de piel marrón se leía “Autobiografía Mihai Razvan, sóter de Basa'rab” seguido de un subtítulo que indicaba el período que trataba: el primer tomo se subtitulaba “Recuerdos previos al nacimiento”, el segundo “Primera infancia”, etc. El diez “Melancolía por la muerte” y el once “Decadencia” y así hasta “La Revolución Silenciosa” y “Ovidio”. Otros dos tenían distinto título y autoría: “Comentarios del Cáusata Branko Miyonzima a la autobiografía Mihai Razvan, sóter de Basa'rab” y “Exaltación de la sangre de Mihai. Poemas de la junzi Terpsícora.”

—Mi padre es un hombre paciente. Espero no tener que escribir algo así nunca. Me aburro sólo de leer los títulos pero son el libro favorito de mi madre. La conquistó con su pluma.

Y tras indicarles que alguien acudiría a avisarles para la cena se echó la flauta al hombro como si fuera un palo de golf y con ella se marchó.

Notas de juego

Último de varios.

Ya podéis postear.

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21/05/2019, 15:03
Sibyl Hadue

Sibyl sentía cómo su pulso palpitaba en sus sienes con tanta fuerza que las palabras de Titania se mezclaban con su retumbar en una cacofonía ensordecedora que sólo ella podía percibir. Con un profundo horror contempló cómo, poco a poco, otros de sus compañeros del Eón iban probando la carne del ave. Ella sentía su estómago cerrado y apenas se atrevía a bajar la mirada hacia su plato, con los dedos tensos sobre la mesa. Tragó saliva despacio, no se sentía capaz de comerse lo que para ella era un cadáver, pero poco a poco la presión iba calando sobre sus hombros. Nunca había sido muy resistente a la insistencia, a lo largo de su vida había cedido una y mil veces ante sus padres, ante su hermano, ante sus amigos, profesores y jefes. Pero en aquel momento intentó rebelarse con todas sus fuerzas para mantener sus propios principios intactos. 

Perdió la batalla contra sí misma. No quería ser la única que cometiese la descortesía de no probar siquiera los alimentos de sus anfitriones, por muy bárbaros que le resultasen. Con las mejillas encendidas cogió el tenedor y el cuchillo y sus ojos se humedecieron al cortar la carne. No podía evitarlo, se sentía una asesina a pesar de que no había sido ella quien había abatido al ave. 

Pestañeó rápido y se lo metió en la boca mentalizada para tragar directamente y no probar su sabor, igual que hacía cuando era pequeña y le disgustaban el sabor y la textura de las acelgas. Bebió agua justo después, diluyendo en el líquido parte de la vergüenza que arrebolaba su rostro. Pero la culpabilidad no desapareció, al contrario, ahora sentía que se había traicionado a sí misma. 

El resto del plato lo revolvió con el tenedor, asqueada. Su cuerpo reaccionaba en dirección opuesta a su convicción, pero había decidido ignorarlo. Sus ojos vidriosos se prendían de un punto vacío del aire mientras ella se refugiaba en su interior, en esa melodía que arropaba y daba consuelo. Quizás era ahí sin saberlo donde había ido siempre que su atención se evadía de lo que la rodeaba y ese pensamiento la reconfortó un poco. Tardó varios minutos en recomponerse, en ser capaz de disfrutar de nuevo de la brisa, del sonido de los pájaros y de la conversación distendida que los demás mantenían. 

Al final se descubrió sonriendo ante las bromas de unos y otros, deleitándose con el sabor de las frutas y la miel y acariciando el pelaje suave del perro. El mal trago no había desaparecido del todo, su poso aún estaba ahí, bajo la piel, pero los estímulos eran demasiados y demasiado intensos como para no dejarse llevar por ellos.

Disfrutó de la visita por la casa con los ojos brillantes por una curiosidad entre infantil y académica. Pasaba la punta de los dedos por la superficie de los muebles y se quedaba atrás para contemplar pequeños detalles que atrapaban su interés. Cuando llegaron a la biblioteca un pensamiento se deslizó hasta su cerebro. «A Josef le encantaría estar aquí». Se dio cuenta en ese instante de que llevaba todo el día sin pensar en su prometido, desde que había despertado en aquel extraño lugar. Volvía a sentirse culpable, aunque había algo más... una extraña sensación de libertad. Su ceño se frunció un poco mientras contemplaba los manuscritos del padre de Ovidio, pero se relajó al verlo marchar. 

Por dónde empezar... esa era ahora la duda, pues aquella estancia parecía estar inundada de conocimientos. Sin embargo, había una sección que la atraía sin remedio y así se vio enseguida frente a los libros de historia, con la cabeza ladeada para leer los títulos. Escogió algunos para empezar, pero antes de sentarse una idea fugaz pasó por su mente y revisó de nuevo las estanterías en busca de alguna sección con libros de ciencia. Había algo muy concreto que quería consultar.

- Tiradas (3)

Notas de juego

Perdón, en la segunda tirada olvidé sumarle el valor de Razón, así que sería 8 +3 = 11.

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22/05/2019, 13:27
Darya Gevorkian

Pasó el resto de la comida tratando de alejar de sí el sentimiento de embarazo por la vehemencia con que había expresado su anhelo. Aunque Ayischa se ofreció a llevarla a su siguiente cacería y vio como Erik, Sibyl y Ryu se lanzaban a probar la carne superando su impresión inicial, no podía dejar de sentir que todos estaban siendo comedidos a su manera y que ella apenas era capaz de contener sus impulsos. Le dio incluso la impresión de que Erik comía bajo la presión de la mirada suplicante con que había buscado apoyo en él y se quedó muy atenta, preocupada por comprobar que el doctor no sentía repulsión. Se preguntó si estaba volcando en él sus miedos y buscando su ayuda contínuamente sin darse cuenta, y se propuso vigilarse al respecto para no cargar a nadie con ello, y menos que a nadie al buen doctor. Vio a Faraz envararse en su asiento reprobando probablemente lo que estaban haciendo y sintió como si representara una parte de sí misma, la que habría sido lógico esperar que actuara pero que ahora sentía fuera de sí, tal y como Faraz se encontraba al otro lado de la mesa. La calidez que anidaba en su estómago y que se prolongó durante toda la comida -aunque no fuera capaz de probar de nuevo la carne-, le parecía algo propio, como si estuviera despertando alguna cosa en su interior que no conocía, algo que la intrigaba e inquietaba a partes iguales.

Cuando el perro hizo su aparición cruzó miradas con sus compañeros asombrada de su aspecto vital y saludable, y aprovechó cada vez que pudo para darle algo de comer y acariciar su simpática cabezota.

La casa que se les había asignado era amplia y luminosa y tenía espacio para todos. Ya habían llevado hasta allí el material de pintura para Ryu, y Darya lo curioseó por encima preguntándose si su compañero sería capaz de decantarse por algo concreto ante tantísima belleza y novedad o si podría expresar todo lo que debía estar sintiendo. Pensó que tal vez necesitara pintar como ella había necesitado saltar al lago y tantas otras cosas que no sabía ni verbalizar y que le producían como un ardor sutil cercano a la fiebre. Preguntó a todos si no les importaba que se instalara en una de las habitaciones que daba al exterior y a través de cuya ventana había visto dos liebres salvajes.

Más tarde fue el propio Ovidio quien les acompañó a la biblioteca. Llamó la atención a todos sobre la autobiografía de su padre, llamativa por sí misma debido a su extensión. Sin duda sería muy interesante poder consultarla y hacerse una idea sobre la persona de quien dependía su destino allí al fin y al cabo, pero se hacía difícil saber siquiera por dónde empezar. Darya vio a Sibyl quedarse abstraída contemplando los libros y sonrió para sí imaginando lo que tenía que suponer para ella estar sumida en la historia -pues así era, fuera el Eón una comunidad aislada o no-, y rodeada de tantísima información de primera mano.

Volviendo a los libros fijó su atención sobre lo que parecía la sección de geografía:

Intentemos situarnos en el espacio para empezar… —susurró más para sí que para ser oída y se acercó a la estantería tratando de localizar algún atlas. Levantó un momento la mirada buscando la de Erik—. Vamos a comprobar si Suiza está en el planeta Tierra.

- Tiradas (1)

Notas de juego

Dejo una tirada de Razón + Cultura Académica para buscar mapas y situar el lugar en que nos encontramos.

Dire, no sé qué se sabrá en general en el Eón acerca de la geografía física, pero Darya tiene estudios de geología y sólo por eso sí debe conocer mapas físicos (como los que representan las placas tectónicas, cordilleras submarinas, etc., así que imagino que ella sí sabría reconocer si un mapa corresponde o no a la Tierra).
 

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23/05/2019, 13:45
Erik Du Mont

La comida fue tranquila, a pesar del susto inicial. Aunque el sabor era extraño y muchos de sus compañeros no se sintieron capaces de llegar a probar, Erik debía reconocer un hecho importante: tenía hambre y eso era comida en aquel lugar. Y una de las reglas de casa era que la comida no se desperdiciaba. Era algo que había aprendido desde pequeño y que le había acabado pasando factura en su barriga. Y viendo que los demás en la mesa comían o incluso que Darya había decidido ir a cazar también, no se preocupó por soltarse demasiado. La única diferencia a cómo comía habitualmente fue que dejó algo menos de la mitad del animal. No por falta de hambre, sino por temer que al comer algo tan distinto su cuerpo pudiese reaccionar de mala forma. 

Las conversaciones se volvieron menos tensas e incluso se tuvo que limpiar las lágrimas con las imitaciones de Ayischa y esos sonidos tan extraños. Comprobaba cómo estaban los demás de sus compañeros y de vez en cuando les dedicaba algún gesto que pudiera animarles, como un asentimiento en el momento adecuado o una sonrisa de entendimiento. También paseó su mirada con curiosidad por la mesa, observando al resto de comensales. Uno nuevo llegó cuando la comida terminó, un animal reconocible también en el Eón, aunque con mucho mejor aspecto. Le acarició un par de veces, casi temeroso por asustarle siendo unos desconocidos y dejó que se marchara a saludar a los demás, sin querer acapararlo para sí.

El doctor observó con curiosidad todo en el recorrido que les hizo Ayischa, deteniéndose un momento a observar los libros del estudio en el que estaban las pinturas que había pedido Ryu. Le hacía algo de ilusión ver qué dibujaría después de haber llegado a un lugar nuevo y desconocido. Cuando Darya preguntó por las habitaciones, Erik dejó claro que no tenía ninguna preferencia, y que eligieran los demás primero. Al fin y al cabo, no podía ver muy lejos sin sus gafas. 

La biblioteca, en cambio, sí que fue algo que le llamó la atención. Paseó la mirada y el dedo sobre algunos tomos, echando un vistazo a la colección en general. El hecho de que existiera una biografía tan extensa sobre el hombre que iban a conocer le hacía pensar que era alguien meticuloso y ordenado, en primera instancia. Tras dedicarle una risa al comentario del joven Ovidio, se dirigió precisamente a la zona de la biografía. Antes de tomar uno de los volúmenes, se fijó en que los demás ya habían echado mano de otros temas que podían interesarles. Se encontró con la mirada de Darya y le sonrió, aprobador.

- Será lo mejor. No soy muy ducho en Geografía, pero cualquier zona que reconozcas puede venirnos bien. - el doctor se llevó la mano al mentón, pensativo, y miró a los demás - Si este planeta tiene otro nombre, tampoco creo que debamos asustarnos. Es posible que aquí lo conozcan de otra forma. Hablamos el mismo idioma pero hay términos que desconocemos o que pueden expresarlos de otra forma. - dijo en tono tranquilizador, temiendo que se desatara el caos por un par de nombres cambiados - Por mi parte voy a echarle un vistazo a la biografía, pero os puedo ayudar a buscar alguna cosa si hace falta. Estoy acostumbrado a tratar con bibliotecas. - sonrió amablemente, esperando por si alguien decidía buscar algo complicado de encontrar. 

Tras ello, decidió enfrascarse en la lectura del tomo de "La Revolución Silenciosa", buscando entender cómo había terminado esa guerra y averiguar un poco de su autor por la forma de escribir del mismo.

- Tiradas (4)

Notas de juego

La primera es de apoyo por si alguno falla la suya o quiere buscar algo más, ya que Erik ya tiene claro qué leer. 

Las otras dos (la tercera no cuenta, fallo mío con el +7) son para entender un poco a quien escribió eso y sacar alguna primera impresión. He dejado esas dos porque no sé cuál sería la buena en este caso y quedaría tener en cuenta la ventaja de Psicoterapeuta para la dificultad. 

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23/05/2019, 19:42
Ryu Akahoshi

A lo último de la comida ya me sentía inquieto y tenía que dominar mis ganas de levantarme e irme a estirar las piernas por pura cortesía así que fue grande mi alivio cuando decidieron que el almuerzo había terminado y que era hora ya de mostrarnos la residencia. Sin embargo, como un efecto residual, el gusto del yogur con frutas y miel volvió a mi boca y me acompañó como una promesa de dulzura y descubrimiento.

Me mantuve prudentemente alejado del can, aunque sus formas me llamaban la atención y se veía ostensiblemente más sano que los perros del Eón, Kaito me había enseñado que portaban muchas enfermedades y no me atrevía a admirarlo de otra forma que no fuera de lejos. No se me escapó de la vista que comía con devoción las sobras de los huesos y pensé si eso tendría algo que ver con la alimentación del Eón destinada a las mascotas; todos aquí parecían más sanos y fuertes, o tal vez esa era la excusa con la que mi mente quería aminorar la culpa por haber comido carne.

La casa era hermosa y aproveché que Ayischa nos daba la recorrida para decirle que me interesaba acompañarla en alguna de sus excursiones, luego Darya pidió la habitación que daba al exterior y le di mi visto bueno, por mi parte prefería alguna que diera a los jardines, aunque a decir verdad, y no lo dije en voz alta para no escandalizar, estaba acostumbrado a dormir donde trabajaba entonces lo más factible era que durmiera en donde estuvieran mis pinturas.

Al entrar a la biblioteca del otro edificio lo primero que vi fueron mis materiales para pintar y comencé a caminar hacia ellos sin darme cuenta, antes de levantar la cabeza y ver a Ovidio darnos explicaciones sobre la biografía de su padre mis manos alcanzaron el lienzo y las yemas de mis dedos lo recorrieron despaciosamente con un placer sensual. Luego, mirando de cuando en cuando al príncipe, destapé un frasco de pintura y olí los pigmentos allí contenidos a la espera de alguna nota diferente a los que conocía.

Cerré el frasco y suspiré largamente como enamorado, embotado por esa sensación sublime de expectativa que precede a toda obra: tenía tantas imágenes en la mente que por un instante contemplé la idea de ponerme a pintar en ese mismo momento, pero al ser una tarea tan íntima descubrí que sería el equivalente a pintar desnudo y todavía no me sentía lo suficientemente cómodo como para desnudar mi alma frente a mis amigos, aunque ya lo había hecho con mi cuerpo unas horas antes.

Ver a Ovidio marcharse con la flauta me trajo nuevamente a la mente la imagen del sátiro y me sonreí tratando de esconder el rapto de risa que había tenido al imaginármelo con las patas peludas persiguiendo muchachas o muchachos... Aunque una corazonada me hizo pensar que no estaba muy lejos de eso.

Me acerqué a Erik -Dividámonos los tomos -propuse haciendo a un lado el deseo de mirar los libros de arte, eso lo reservaría para las horas de placer, ahora había una misión por delante. Y estiré la mano hacia el tomo que rezaba "Decadencia".

- Tiradas (2)

Notas de juego

Hago la tirada de percepción para ver si capto la expresión de Sybil para con Ovidio y qué impresión me da.

Edito: he corregido la confusión con el edificio :-P

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23/05/2019, 22:28
Sibyl Hadue

El rostro de Sibyl era un libro abierto para aquel que prestase la debida atención a los cambios en su mirada y a sus pequeños gestos. En aquel momento, mientras Ovidio hablaba del libro de su padre, distintas emociones pasaron por sus ojos. Esa curiosidad que la había acompañado con cada pequeño descubrimiento predominaba en su expresión, pero también hubo un chispazo de culpabilidad mientras llevaba su mirada hacia el príncipe, aunque esa culpabilidad no parecía provenir de él, al menos directamente, sino del interior de ella.

Parecía que la joven tenía emociones encontradas respecto a él pues en su mirada se mezclaban la admiración, el agradecimiento y el disgusto. Ese momento breve en que su ceño se frunció pudo recordar a un instante gemelo que había tenido lugar horas atrás, cuando Ovidio la había tratado con la condescendencia con que un adulto trata a un niño, enviándola a divertirse con sus amigos. Sin duda el príncipe se había ganado la atención, curiosidad y gratitud de Sibyl antes de que se reuniese con los demás, pues sus ojos lo buscaban con relativa frecuencia. Pero también había un matiz de alivio cuando se marchó, el alivio de un perro cuando le sueltan la correa en el parque o el de un niño al saberse fuera de la mirada de sus padres. De algún modo inconsciente, quizá algo paradójico, Sibyl reaccionaba a la condescendencia de Ovidio asumiendo e interiorizando esa jerarquía que justamente le había disgustado.

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25/05/2019, 13:13
Faraz Snowden

El almuerzo transcurre sin que apenas sea consciente de cuanto sucede a mi alrededor. Es como si un pitido agudo y apenas audible amortiguase todos los sonidos y un velo traslúcido opacase lo que de otro modo podría ver con claridad. Aunque mi rostro está sereno, mis ojos no se apartan del pobre pajarillo muerto que alguien ha adornado y servido en un plato. Sin desearlo realmente, empiezo a preguntarme cosas como si la criatura habrá sentido miedo, o si habrá sufrido, o si habrá sabido en algún momento, de alguna manera, que la muerte lo alcanzaba. O si los otros miembros de su nido lo estarán echando de menos ahora, en este preciso instante. Ignoro si los animales serán capaces de tales «procesos mentales superiores», como arrogantemente los hemos denominado los humanos al creer que somos los únicos que pueden manifestarlos. Preguntas que no esperaba hacerme nunca, que no debería hacerme nunca. ¿Cuánto vale una vida? Está claro que aquí, no todas valen lo mismo. ¿Tanta sobreabundancia de animales hay como para que comerlos haya pasado a ser algo aceptable? ¿O acaso fuera del Eón nunca han estado en peligro?

Un roce en la pierna me arranca de mi ensimismamiento. Un perro precioso de pelaje rizado y marrón pasea felizmente entre las piernas de los comensales, sin duda a la espera de que algún alma caritativa se apiade de él. Sonrío con una extraña mezcla de alegría y tristeza al ver al animal, que sacude el rabito completamente ajeno al hecho de que si permanece con vida es gracias al capricho arbitrario de alguno de los presentes, que quizá ha decidido que los de su especie no son aptos para el consumo humano, o son más útiles como mascotas. Con la máxima discreción de la que soy capaz, le ofrezco todo lo que hay en mi plato, tal vez llevado por un repentino sentimiento de compasión. Al fin y al cabo, nada devolverá la vida a este pájaro, y a juzgar por la avidez con la que lo devora, el perro no parece tener tantas objeciones morales como yo. Acabo riendo y felicitando con unas palmaditas a Meleagro, que así se llama el simpático animal. Mis risas solo se interrumpen durante un breve instante, cuando me percato de que soy el único que no ha comido de su plato. Decido no darle demasiadas vueltas a este hecho y vuelvo a lo mío, pero espero que mi decisión no llegue a apartarme de alguna manera de los demás.

Más tarde, Ayischa nos enseña las habitaciones en las que dormiremos, que son tan bucólicas y acogedoras como el resto del lugar. Todo parece diseñado para hacerme sentir parte de esta casa, pero no acabo de estar seguro de que vaya a funcionar; después de todo, primero debería sentirme parte de este tiempo. De este mundo.

Ya en la biblioteca, contemplo maravillado los cuadros e instrumentos que decoran sus paredes, antes de que mi vista se pose en las altísimas estanterías repletas de libros. El hecho de saberme en un lugar que contiene el saber acumulado por una tierra extraña durante al menos varios cientos de años me produce un extraño hormigueo en el cuello y en la cara. Algo así, supongo, es lo que debían de sentir los exploradores de las tierras incógnitas en la era antigua. Siento como si el tiempo se hubiera detenido, y, arrastrado por un profundo sentimiento de reverencia, me acerco a una de las estanterías.

Y ahora, ¿por dónde empiezo?

- Tiradas (1)

Notas de juego

Me ha dado por probar los Factores Esenciales por primera vez en esta tirada, así que no sé si habré elegido los correctos (Imaginación + Pneuma). Más que por temas, Faraz se está dejando guiar por su intuición a la hora de elegir un libro, tal vez escogiendo uno con un título llamativo, o con un diseño especialmente elaborado (o sencillo), de tal forma que el libro «acabe en sus manos», por así decirlo. En efecto, no lleva demasiada prisa.

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27/05/2019, 09:52
La Cándida Rosa

Encontró un atlas físico, un libro grande que a primera vista no parecía excesivamente gordo pero que al abrirlo resultó una experiencia extraña.

Las hojas que empezaban los capítulos o que dibujaban mapas principales eran gruesas y se encontraban fácilmente. Tras ellas mapas detallados se extendían en cientos y cientos de páginas, muchas desplegables, que parecían reaccionar al calor de la yema de sus dedos pues a su tacto parecían de un grosor normal cuando en el libro cerrado debían de ser más finas que el papel de fumar.

Tras muchas cábalas concluyó Darya que por muy diferente que fuera la proyección con que estaban mapeados los contintentes tenían diferente forma y tamaño que los del Eón. Igualmente las cordilleras, ríos, fosas oceánicas, régimen de vientos, etc eran distintos.

Todo tenía nombre propio, como si cada accidente geográfico tuviera personalidad. Y después, al final de cada apartado, cada topónimo tenía una descripción en una notación extraña que se parecía más a una partitura musical que a un idioma hablado. En general sus registros eran más precisos y los accidentes más definidos que los que estaba acostumbrada pero a pesar de estar leyendo una ciencia que había rebasado la suya podía comprender generalidades. Ese planeta que describía no era el que conocía de su carrera.

Abrió otro atlas físico, más básico, más normal, y las formas se correspondían así como los nombres.

Luego otro más antiguo -una auténtica obra de arte que parecía pintado a mano- contenía otra proyección más “achatada” lo que le hizo confirmar que en efecto el mundo que definían estos atlas era diferente al que ella había estudiado. Este otro atlas contenía algunos de los nombres en otros idiomas aunque cuando podía reconocerlos solían ser iguales o variaciones de los topónimos de de los otros dos atlas modernos.

Un cuarto libro, uno de geografía política, muy colorido y con miles de nombres de ciudades y regiones dividía el mundo más de cien “soratos”, “países”, “imperios” y “repúblicas” y también dibujaba la forma de los continentes distinta a las del Eón. El de Suiza y Lombardía era un sorato de tamaño mediano que se encontraba en una zona montañosa sin acceso al mar pero con grandes lagos, valles fértiles, cuatro grandes ciudades y muchos pueblos pequeños. Y muchos ríos.

Finalmente en una obra más básica encontró datos en unidades que conocía. El mundo que definían todos esos libros tenía algo menos superficie continental y más agua. El radio era casi igual pero no idéntico. Los polos eran más pequeños. El clima un poco más variable, con más extremos, pero en general más cálido.

Notas de juego

1 de 2

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27/05/2019, 10:25
La Cándida Rosa

Sobre pi encontró un texto que decía que ese número había sido básico durante toda la historia de la humanidad desde los cálculos astronómicos de los antiguos egipcios hasta el desarrollo de Inteligencias Fractales en el  Estatismo Dataísta y que aunque los ordenadores habían encontrando más de diez billones de sus decimales -accedió a hojas enteras de y por mucho que los leyera no sintió nada especial- ninguna descripción del número era cierta salvo su Espectro Moshen.

Decía un capítulo que ya se había demostrado en el siglo XIX que se trataba de un “Número Trascendental” lo que demostraba que la cuadratura del círculo era un problema irresoluble.

Contaba después que su escritura en “Música Matemática” servía como uno de los primeros ejercicios de la “Mosheología” aplicada a las “Ciencias de Orquestación Cuántica”.

Allí explicaba cómo dando valor numérico a notas y trasladando a éstas los decimales del número pi de una forma determinada que ella no entendía por no saber de música se obtenía una melodía armónica que giraba en torno a un motivo musical mediante el que el intérprete conocía al número de una forma más profunda que con el “simbolismo lógico de las matemáticas”.

Luego el texto se hacía más y más farragoso hasta convertirse en un total galimatías imposible de entender.

 

Ojeando libros de historia leyó que con expansión del capitalismo industrial y tras varias crisis mundiales en el año 2108 había nacido el Estatismo Dataísta. Los tres libros que ojeó a saltos se habían escrito poco después de esta forma de gobierno que había durado tres siglos.

En el siglo XXI los países habían cedido la soberanía a la economía y ésta era movida por una maraña de intereses en un mundo globalizado. Con la Tercera Revolución Industrial esta red de relaciones económicas y sociales pasaron a ser controladas mediante algoritmos que a principios del siglo XXII fueron armonizados en un proyecto para un mundo feliz y sustentable que fue conocido como la Revolución Utilitarista.  

Con la anulación de los "Derechos Humanos" de los principios de las "Naciones Unidas" en el año 2108 los derechos individuales se supeditaron a los del conjunto y las personas vieron limitada su libertad a la elección entre opciones gestionadas por algoritmos que favorecían la gobernabilidad y el bienestar común. Las élites entre los humanos fueron reduciéndose en número y distanciándose del resto de los que habían sido sus semejantes con el desarrollo de una tecnología de tintes “transhumanistas” que dio lugar a los “transhombres”. De entre ellos, los más privilegiados, los llamados junzi, fueron los herederos de la élite intelectual, política y capitalista que mantuvo el poder para interpretar los algoritmos y mediar entre la “Voluntad del Número” y los súbditos de esa Voluntad, la humanidad. Esa herramienta matemático-tecnológica que era la esencia del Estatismo Dataísta y que ahora se conocía en gran parte del mundo como “el Gólem”, pasó de tenerse como un instrumento de control sin límites a deificarse como una especie de inteligencia superior para finalmente demonizarse tratándola como una inercia aniquiladora a la que se puso fin con la Revolución Silenciosa, en el 2307.

En esos siglos de “Estatismo Dataísta” la población mundial había llegado al punto de sostenibilidad con gran parte del ecosistema salvaje recuperado, casi se había acabado con la pobreza y la mayoría de la gente vivía con mediaciones perceptivas y cognitivas, un complejo sistema de realidad aumentada, premios, y relaciones sociales guiadas que había sustituído a la relación capitalista de siglos atrás. Esa forma de vida artificial se fue desmantelando y apagando paulatinamente con la Revolución y muchos no soportaron la falta de esa guía. Hubo violencia individual y grupal y suicidios en masa. Los “transhombres junzi” que se habían levantado en la revolución armaron ejércitos y sofocaron los disturbios allí donde aparecían, a su vez que crearon cuerpos de policía para controlar los arrebatos de violencia enloquecida de los que no soportaban una vida sin guías cognitivas ni máscaras perceptivas.

Durante el "desmantelamiento" la misma red comercial global se fue fragmentado en busca de una producción local centrada en los viejos países. Cada transhombre junzi se erigió como protector de un país con el título de “sóter”, que quiere decir “salvador”. En esos libros se les trataba con solemnidad idealizándolos como superhombres heróicos. Sabios benévolos muchos de los cuales habían pasado voluntariamente a un segundo plano para dar paso a gobiernos democráticos. Otros se mantienen como auténticos reyes. Todos siguiendo la voluntad de su pueblo de la que eran algo así como una encarnación. Se intuía algo religioso en la relación entre los sóter y sus súdbitos. Los “sóter” evitaron la hecatombe de la humanidad salvándola de la degeneración provocada por la inercia de una “pseudointeligencia artificial” que ya había empezado un proceso de extinción de los sapiens reduciendo su población con objeto de convertirlos en una especie en equilibrio con el ecosistema. Según esta forma de entender la historia después de destruir la tutela de un automatismo enloquecido la humanidad está viviendo un nuevo renacimiento.

Un calendario en la pared marcaba el sábado, ocho de mayo del año dos mil trescientos treinta y siete como el día de hoy. Por lo que sabía Sibyl lo último que se sabe de la historia era de finales del siglo XX aunque se asumía un periodo oscuro del que no se sabía absolutamente nada y que resultó de la transición de la Historia al Eón.

Notas de juego

1 de 2

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27/05/2019, 11:10
Mihai Razvan, sóter de Basa'rab

“Decandencia” comenzaba así:

Los sentimientos tienen su propia naturaleza, se siguen con un ritmo acorde a la vida humana y en la longevidad transhumana del junzi la melancolía por la muerte da paso a la apatía de la decadencia pero incluso esta nada sucumbió al paso del tiempo.

En este capítulo hablo de sesenta años de vacío, una vida en caída libre a un pozo sin fondo pero que fructificó en la persona que soy ahora.

El narrador formaba parte de la casta más alta, los transhombres junzi que por lo que contaba lo tenían todo.

Como todo deseo nuestro era complacido perdíamos el sentido del valor. Todo era monotonía, todo falsedad.

Eran  muy longevos, incluso se podía entender que eran inmortales ya que en algún pasaje insinuaba que el suicidio era imposible. Era como si el mundo les ofreciera todos los privilegios incondicionalmente.

Vivía en un teatro cuyo decorado cambiaba a mi paso para satisfacerme pero entre bambalinas había una sombra que movía los hilos.

Sus sentidos y su propia cognición parecían estar modificados y mediatizados por una interfaz tecnológica.

Los velos se superponían y me sabía viviendo un mundo fantasmagórico. Todo se tornó insulso. A veces soñaba con lluvia de ceniza y me despertaba sediento.

Y esa forma de alienación le llevó a un estado de conciencia distante.

La asistencia cognitiva era servicial hasta ser indispensable. Yo sabía que era un amo con el disfraz de criado pero ¿Qué iba a hacer? Así era el mundo, el mundo entero. Yo había nacido en el lugar más adecuado. A mí se me mimaba mientras que el resto de la humanidad movía infinitas ruedas engarzadas programadas para dirigirlos a cambio de una mínima satisfacción de sus deseos.

Pero a esas alturas de “civilización” no existían ya los deseos genuínos. Todo era angustia.

Ni siquiera podía darme muerte. Me convertí en un torbellino de desesperación y busqué en la música y la pintura un desahogo. Todo parecía perdido pero en la distancia de mí mismo hallé la paz. La nada que antes me daba miedo ahora me cobijaba. El verme desde fuera pasó de ser una pesadilla a una forma de meditación.

A veces parecía definirse como una especie de médium entre la humanidad y la voluntad de un sistema maquinal que tenía sometida a la humanidad, otras iba más allá:

Los transhombres junzi éramos el proyecto final del Gólem para toda la humaidad. Nuestro estado era el cúlmen del totalitarismo utilitarista, la supuesta realización hedónica que entendía una inercia maquinal que nos había convertido en una vacua y ridícula burla.

El arte siempre estaba presente, como una suerte de salvación, muchas veces decía que se había mantenido cuerdo gracias a pintar, escribir poesía, tocar música u observar la naturaleza de la que era un ferviente admirador.

Sólo la belleza calmaba mi sed. La buscaba con un ahínco maníaco pero el éxtasis nunca era pleno. Lo veía todo como desde fuera de mi propio cuerpo. Como el resto de mis coetáneos, me había convertido en un mero espectador de mi propia vida.

Lo pinté todo. Escuché los pájaros y las piedras al caer. La lluvia, los grillos. Ansiaba convertirme en un espíritu de la naturaleza.

Y fue el arte lo que sirvió de detonante para salir de aquella fase “oscura” de su vida.

La decadencia duró hasta que hice el retrato del gólem. Era mera ocultacion, como esos cuerpos celestes que sólo se perciben porque tapan la luz de las estrellas.

También decía haber hallado una forma de meditación introspectiva oculta al “gólem” donde se encontró a otros como él.

En esa nada construí un mundo que creí que nadie más podía entender. El Gólem sólo medía mis reacciones, el input y el output y mi interior estaba totalmente aislado de ambos. Allí dentro, en ese reino oculto de mi imaginación me pinté la piel con cenizas y viví no sé cuántas vidas hasta que un día los encontré. Mi reino interior era tan mío que no me pertenecía.

Eso sólo eran cosas leídas aquí y allá pero servían para hacerse una idea. El marido de Titania tenía el don de evocar las cosas al describirlas y parecía un alma sensible y en algún sentido que Ryu no sabría explicar, juvenil.

Notas de juego

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27/05/2019, 11:37
La Cándida Rosa

Quizá por lo bucólico del título sacó de un estante un precioso librito de tapas de piel, cosido a mano, que se titulaba “El árbol de los cascabeles” de Berenice Moshen.

En un principio parecía una obrita de prosa poética pero a las pocas estrofas se leía como un extraño tratado filosófico sobre la nada y finalmente Faraz entrevió que cada conjunto de tres versos formaba una imagen escrita como ejercicio de algún tipo de meditación trascendental.

Para salir de la larga noche

del laberinto espejado

has de cerrar los ojos.

Del llanto inconfundible del recién nacido.

Al sutil gemido del último aliento del moribundo.

La música es la única percepción que abarca la nada.

En el Eón no existía algo como de esa profundidad. Desde los haikus hasta los mantras los textos que se pudieran parecer a esos sólo servían al goce puramente estético o al “wellness” y aunque se intuía un trasfondo desconocido, misterioso, en ellos ni se exploraba su metafísica ni se cultivaba su potencial espiritual y quien llevaba lo leído a un nivel más profundo era tomado por loco, incluso medicado.

Este libro incidía más allá de cualquier otro que hubiera leído Faraz. Cada tres frases contenían una enseñanza, a menudo abstractas, demasiado enigmáticas, con términos desconocidos para él:

Exhala prāṇa, bate el qi

canta el pájaro que anida en el Sol

y no muere.

Aunque extrañamente obvias o con un sentido que parecía borroso que aunque no podía verbalizarlo sí podía de alguna manera intuir.

Un jarrón,

el espacio definido por los muros.

Es el vacío el que da sentido a la forma*.

Cada verso parecía dibujar una imagen que se sembraba en su mente amenazando con crecer en ella y fructificar.

En medio de un mar de arena amarilla un árbol muerto.

Los niños le lloran y le ponen Cascabeles.

Para que vuelva a ser mecido por el viento.

Era como si el autor utilizara las palabras para llevarle a un lugar más allá de ellas.

Notas de juego

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(*) Para esta estrofa he fusilado un poco el capítulo XI del Tao Te King.

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27/05/2019, 14:02
Mihai Razvan, sóter de Basa'rab

Era un texto intimista en que Mihai hablaba de una revolución interior y exterior, contra sus miedos. Tras una vida inhumanamente longeva con su “espíritu cautivo” de una “percepción guiada” y una “cognición guiada” rompió “las cadenas heredadas de mi privilegio” para “salvar a la humanidad de su aniquilación”

Vivíamos en una utopía realizada, en una impostura que amenazaba la existencia del género humano. Rompimos la cúpula y expusimos al hombre a la naturaleza, a la suya propia. Mi convicción mientras escribo estas líneas es que el lector no existiría como hombre si no lo hubiéramos hecho, sería sólo parte de un proceso maquinal que quería eternizarse. Eso es lo que me repito cada mañana.

Una reflexión que reivindicaba su postura incluso al resaltar sus errores pidiendo literalmente perdón al lector.

Nunca me ha gustado el apelativo con que se conoce a la  Revolución “silenciosa”: fue un grito ahogado que salió de nuestras gargantas y que hizo añicos la cúpula de cristal que nuestros ancestros habían creado para nuestro beneficio. Una que sólo mató a inocentes porque no había culpables.

Sólo el lector sabrá si erramos. Si es así espero que sabrá perdonarme. Todo fue hecho por pura necesidad. Una vez más, la vida se hizo camino.

Parecía acostumbrado a referirse a sí mismo con grandilocuencia, se esforzaba en evitar manifestarse superior pero su prosa rezumaba deferencia, una consideracíon “benévola” del líder para con sus súbvitos. Algo que se leía entre líneas y no parecía intencional. No era falsa modestia sino un carácter sutilmente pomposo, en apariencia altruísta, heróico, luchador, que reivindicaba la dignidad en cada gesto. Un tipo de persona que en la facultad se habría diagnosticado como caso extremo de delirio de grandeza, no sólo por la forma, también por el contenido.

Cada uno de nosotros se creía solo. Cada humano tenía frente a él un espejo falseado que no mostraba su verdadera cara, sino un fantasma de sí mismo.

Nosotros, a los que se nos honraría con el título de sóter, aprendimos a mirar más allá del espejo. Allí, en la oscuridad, nos conocimos, allí empezó la Revolución.

A veces hablaba en una suerte de mezcla entre filosofía y estrategia.

El error de la falsa inteligencia del automatismo es que nos tomó por máquinas en esencia. No tenía una verdadera forma, ni capacidad, de leer en nuestro interior y menos aún de saber que allí había túneles, pozos, abismos y cielos estrellados.

En el interior de los hombres está la puerta al más allá. Y en esa frontera sorteada por la muerte y el sueño hablamos los unos con los otros y planificamos la Revolución.

Aunque apenas pudo leer una parte ínfima del tomo no parecía revelar las armas que utilizaron para desmantelar toda esa maquinaria de máscaras perceptivas y medios tecnológicos de vehiculizar las relaciones sociales que parecían haber dirigido la vida de los hombres antes de la revolución pero se adivinaba que tenían en su naturaleza heredada el poder para hacerlo.

Queríamos cambiar el Gólem poco a poco hasta que devolviera a los hombres a la naturaleza lo antes posible para cada cual, pero sin trauma para ninguno. No lanzar al cielo a ningún pájaro sin que haya aprendido a volar. Pero supimos entonces que nos estaban extinguiendo y tuvimos que darnos prisa. El “Deshilado” de la maraña que nos mantenía dependientes, que nos iluminaba las pupilas y nos hablaba al oído se pareció más a un desgarro de lo que habíamos deseado. Quizá por eso murieron incontables, se dice que dos de cada diez. Yo diría que más. Por nuestra emergencia. Lo hicimos lo mejor que pudimos. Fue una magna obra. No arriesgo si digo que el ingenio requerido para desmantelar el totalitarismo utilitarista no había tenido parangón en la historia de la humanidad. Fue infinítamente superior, desde luego, al que se empleó para forjarlo.

Una parte del libro daba la sensación de ser algo parecido a un señor de la guerra que avanzaba tomando una ciudad tras otra. 

Nueve años de batallas sin apenas más ruido que el llanto de los que no querían vivir en el nuevo mundo sin imágenes. Recuerdo con pavor los abandonos, los suicidios colectivos, las defenestraciones. Algunos de los nuestros no lo aguantaron y se sumieron a las filas de los enloquecidos pero cada paso no tenía marcha atrás. Fue una guerra contra un mundo de fantasmas. Les vencimos, ahora los muertos buscan captar mi atención, en mi mente. Les ruego que callen, les pido perdón. Son míos. Vosotros sois libres. Yo nunca lo seré.

Notas de juego

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27/05/2019, 14:12
Beatrice Danesti

Habían leído durante tres horas. La mesa estaba llena de libros y también había un carrito que habían traído las niñas en una breve aparición. Se habían ido en silencio, rápidamente, disculpándose con un gesto, evitando así la tentación de quedarse y preguntar, o responder.

El café era tan aromático que afilaba los sentidos con sólo olerlo. También había chocolate negro, leche y galletas.

Ahora estaban sólos en esa amplia estancia. El sol que entraba por las ventanas ya era el de la tarde y era uno de esos momentos en que todos apartaban la vista de los libros a la vez y reparaban los unos en los otros.

Notas de juego

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Ya podéis postear.

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27/05/2019, 16:51
Darya Gevorkian

Aunque la mesa que habían dispuesto era grande, Darya acabó extendiendo los atlas en el suelo y sentándose frente a ellos temiendo ocupar todo el espacio. Absorta como estaba analizando los mapas no habría podido decir si alguno de sus compañeros había hablado o todos estaban concentrados en la lectura como pudo descubrirlos cuando por un momento necesitó aclarar sus pensamientos y levantó la vista de aquellas páginas tan complejas como fascinantes. Cruzó las piernas y apoyó la barbilla en las manos mirando de nuevo fijamente los mapas que había terminado desplegado frente a sí y tras analizarlos cuidadosamente pudo comprobar que representaban los mismo lugares sólo que con diferente detalle que parecía provenir de una mayor o menor pericia o conocimientos científicos de los cartógrafos. Cada lugar poseía un nombre como si fuera una joya única, cada accidente, río, cadena montañosa o región, como pudo confirmar más tarde al desplegar un mapa donde estaban representados más de cien “soratos”, “países”, “repúblicas” y otros tantos nombres que acompañados de distintos colores parcheaban el territorio dándole a la superficie del mundo el aspecto de un puzzle. Recorrió con su dedo el cauce del río más largo que pudo encontrar y que debía cruzar varios de aquellos “parches” y las cadenas montañosas terrestres o submarinas que a modo de cicatrices cubrían la piel del mundo. Amplias zonas estaban pintadas de un verde intenso en algunos de los mapas y venían señaladas como bosques tropicales. Otras eran desiertos que cubrían grandes superficies pero menos extensas que aquellas que parecían indicar la presencia de vegetación. Encontró incluso el lugar en que se encontraban, el sorato de Suiza y Lombardía, en una zona montañosa, alejada de la costa pero cubierta de lagos, ríos y valles fértiles, con algunas ciudades que parecían extensas y muchos pueblos de menor tamaño.

Se puso en pie  para observar desde una mayor distancia los mapas que representaban toda la superficie de los continentes y océanos, como si pudiera obtener así una nueva perspectiva. Volvió a sentarse e improvisó un compás y una regla con lo que encontró. Buscó papel, lápiz e incluso algo esférico* que pudiera utilizar para ayudarse a analizar las proyecciones y se concentró en ellas una y otra vez hasta que sintió que le dolía la cabeza. Comprobó en otro libro datos objetivos acerca de parámetros y dimensiones y los repasó repetidas veces queriendo cerciorarse, aunque no tenía cómo, que recordaba bien los datos que había estudiado hacía tanto tiempo.

Apenas podía creer lo que estaba leyendo y después de repasar todo una última vez escuchó unos pasos que le hicieron levantar la vista. Era Beatrice. Quiso sonreírle pero no fue capaz de reaccionar absorta como estaba en sus pensamientos. Ver a la niña tenía algo de aparición, como si percibiera a un fantasma o ella lo fuera, viéndose a sí misma en otro tiempo y lugar desde un plano fuera de la realidad. Por un momento su mente divagó de forma absurda y se preguntó si también los mundos tenían gemelos que habían vivido otra vida, sufrido otra historia, si podían parecerse pero al mismo tiempo ser distintos.

Vio que sus compañeros también habían interrumpido sus lecturas y cruzó la mirada con ellos. Los ojos de Darya brillaban como si estuviera apunto de llorar pero no lo hiciera más por el shock que por estar haciendo un esfuerzo para evitarlo. Suspiró y volvió a levantarse.

De acuerdo… —dijo con aire ausente más bien exhalando el aire que llegando a vocalizar—. He de comprobar una cosa —y volvió a dirigir su atención a las estanterías.

- Tiradas (1)

Notas de juego

*Que busque algo esférico (como podría ser el globo de una lámpara, por ejemplo), no quiere decir que lo encuentre, sólo pongo aquí la intención, no doy por hecho que lo encuentra (la tirada es para otra cosa que explico en una nota aparte).

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27/05/2019, 17:58
Darya Gevorkian
Sólo para el director

Notas de juego

La tirada es para tratar de buscar algún libro en el que haya información astronómica, que hable del sistema planetario en el que nos encontramos para tratar de saber si efectivamente, y tal como parece por la diferencia de continentes, superficie oceánica, climas, etc., este mundo no es el mismo que el del Eón...

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29/05/2019, 14:59
Ryu Akahoshi

En las expresiones de Sybil pude leer las emociones encontradas con respecto al príncipe que había intuido. A mí tampoco me caía bien ese muchacho y no lograba todavía figurarme del todo por qué. Tal vez era la petulancia que tenía en ciertas expresiones, o que se había creído el cuento de sus padres y se creía de verdad que era un príncipe con la inevitable cuota de impunidad y escala social que eso evidenciaba.

Fueran todas estas percepciones verdaderas o fruto de una mala impresión mía, la sensación persistía y no podía evitar ser muy cuidadoso delante de él: a pesar de todo no parecía compartir el entusiasmo de su madre y de sus cortesanos por nuestra libertad.

Me acerqué a ella con un tomo en la mano y le puse la otra mano en el hombro con el brazo cruzándole la espalda, le di una mirada de comprensión -Si te sientes amenazada o coaccionada alguna vez, por la cuestión que sea, yo te defenderé Sybil, solo tienes que pedirlo. Busca ayuda en mí... y no dobles la rodilla ante ningún ser humano, jamás -le susurré solo para que me escuchara ella.

- Tiradas (1)

Notas de juego

Pido disculpas por el retraso, otra vez estoy en el baile de las enfermedades infantiles >__<

Si tengo que hacer alguna tirada dire, me lo dices

Master edit: lo pongo aquí para que puedas editar. Puedes hacer una tirada de Carisma más Sincerarse para apoyar esa interpretación (la tirada sólo sirve para apoyar lo narrado, no para contradecirlo, si es una pifia podéis ignorarla si así os parece), sin dificultad, para que Morgian decida según el resultado y lo leído el efecto sobre su personaje.

Queen edit: podría haber sido peor XD

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29/05/2019, 16:59
Ryu Akahoshi
Sólo para el director

Había sospechado que los transhombres junzi oficiaban de intermediarios entre la humanidad y el Gólem desde que Titania había hablado de la mediumnidad que se les atribuía, en ese momento no estaba seguro de que el término "mediumnidad" significaba lo que pensaba, ahora sí. Aunque debía indagar al sóter sobre estos aspectos para comprenderlo cabalmente eran una especie de representantes del dios maquinal que movía los hilos en la oscuridad, elegidos para gobernar sobre sus hermanos; o la menos eso es lo que podía figurarme.

Me resultó sorpresivo notar que la opresión, la angustia y la sensación de estar en una prisión, de que algo iba terriblemente mal, persistiera inclusive en este mundo que nada tenía que ver con el Eón. No pude evitar, a pesar de mis reservas, sentir empatía hacia el hombre, me pregunté internamente hasta qué punto habría sentido la soledad que otorga la certeza en un mundo que solía preferir la ceguera. Alcé la mirada a los que estaban a mi alrededor y mi ceño se frunció con una mezcla de maravilla y tristeza: ¿No habíamos todos nosotros experimentado esas mismas realizaciones aun envueltos por la fantasía del Eón?

Mi espíritu sintió una opresión y una conmoción muy palpable en el pecho, pero fue ante las palabras que leí a continuación que me sentí desfallecer aun en contra de mis propios deseos, o tal vez a causa de ellos:

Sólo la belleza calmaba mi sed. La buscaba con un ahínco maníaco pero el éxtasis nunca era pleno. Lo veía todo como desde fuera de mi propio cuerpo. Como el resto de mis coetáneos, me había convertido en un mero espectador de mi propia vida.

Sentí que los ojos se me nublaron apenas permiténdome llegar al final del párrafo. Subí una mano y me tomé la frente, luego reposé los dedos sobre mis párpados, me sentí completamente desnudo, sobrepasado, como una herida abierta. Como el sóter sentí el impulso de pintar asomando su hocico, pidiendo satisfacción. Las pinturas eran las únicas heridas por las que podía sangrar mis sentimientos con total libertad.

Había empezado a leer buscando respuestas sobre el sóter, sobre el Gólem y las primeras chispas de la Revolución, pero me di cuenta con total turbación que me había hallado a mí mismo.