Partida Rol por web

Darya sintió un gran alivio al escuchar la respuesta de Ryu. Era sin duda la mejor que podían dar para no comprometerse y en cierta forma era totalmente cierta en referencia a cómo y por qué habían llegado a las instalaciones aeroespaciales. Aunque la dama pudiera sospechar que no decían cuanto sabían, habían ganado tiempo para poner en orden sus pensamientos y para conocer mejor tanto a sus anfitriones como la situación en que se encontraba el mundo después de la guerra. También la ayudaron a centrarse la entereza y aplomo que mostraba la actitud de Ryu.

Titania volvió a hablar y sus palabras sonaron tranquilizadoras. Tal vez estuviera mostrando sólo una faz o incluso mintiendo, pero desde que había hablado con ella en la habitación su cordialidad, incluso su afecto podría decir, le habían parecido sinceros. Ahora le daba pie a poder explicar a los otros algo que quería decirles en cuanto estuvieran a solas. Más que una respuesta era un nuevo misterio pero nada podía estar más lejos de la casualidad que lo que había encontrado allí.

—Sí, sí, por supuesto que deseo contarles —afirmó pasando la mirada de Titania a sus compañeros y tomando aire con un suspiro sordo—. Al entrar al porche os cruzasteis con dos niñas: son las hijas de la señora, Angela y Beatrice. Cuando desperté ellas estaban junto a mi cama. Fueron muy amables —comentó desviando por un momento la mirada hacia Titania— y respondieron a algunas de mis preguntas. No sé si habéis reparado en ellas, pero Beatrice es… —sus labios sonreían levemente pero no sus ojos— Es idéntica a mí misma cuando tenía su edad. No me entendáis mal, no quiero decir que nos parezcamos: quiero decir que es exactamente como yo era, tan parecida a mí como si fuéramos gemelas. Ella misma es consciente de que esto es así y habló de que el sóter nos había encontrado buscando respuestas a su nacimiento. “Somos un misterio”, dijo refiriéndose a ambas.

La señora me contó después que Angela y Beatrice son mellizas y que ambas son hijas monoparentales suyas —hizo una breve pausa para observar sus rostros y ver si seguían sus razonamientos—. Ello quiere decir que… —movió la mano delante de su boca como queriendo ayudar a salir las palabras adecuadas—. Según he entendido quiere decir que fueron concebidas por Titania sin que en ello participara ningún hombre. Que quedó embaraza de forma natural y autogámica, es decir, que los dos gametos para cada embrión provinieron de ella misma y por ello las niñas son sus hijas biológicas y de nadie más. Me dijo que esto era antes un rasgo artificial pero que se había naturalizado —miró por un momento de nuevo a Titania negando ligeramente con la cabeza señalando con ello que no había comprendido por completo esta parte—. Y eso quiere decir… Eso implica que genéticamente ella es ascendente mío. No lo entiendo —afirmó cambiando el tono, no llegando a sonar irritada pero sí a punto de perder el aplomo—. Entendedme: no es sólo que vos seáis genéticamente como mi madre y mi padre, sino que un padre y una madre pueden tener infinidad de hijos, podrían tener miles, millones y jamás saldrían dos con el mismo ADN a no ser que sean gemelos monocigóticos, que vengan del mismo embrión dividido en dos. Pero ese no ha sido el caso si vos habéis concebido de forma natural. Alguien debería haberos implantado un fragmento del mismo embrión que me dió origen a mí. Del mismo y ningún otro para que Beatrice y yo seamos clones —volvió la vista a sus compañeros que podían leer perfectamente en su rostro una mezcla de ansiedad e intriga—. No es posible —sentenció desviando la mirada al doctor cuyo gesto la disgustaba. Parecía retarlo a que diera una explicación—. No puede ser.

El doctor se inclinó hacia adelante liberando sus manos para gesticular.

—La autofecundación es todavía un misterio.

Hizo una pausa milimétrica.

—Tras darle muchas vueltas mi opinión es que la forma más inteligente de hacer algo así sería intervenir la gametogénesis del embrión del huésped —hizo un gesto grave con la cabeza hacia Titania para sugerir que ese embrión habría podido ser el de ella— diseñando una meiosis dirigida para decodificar un tipo de gametos con un genotipo determinado.

Señaló con la palma de la mano a Darya.

—Y después, alterar el proceso de autofecundación para que cuando se tuviera un sólo hijo no ocurriera nada especial pero en el caso, mucho menos probable, de que se forzara la fertilización para fecundar varios descendientes  entraran en el juego esos ovocitos hackeados cuya única fecundación viable daría lugar al genotipo buscado.

Me parece una forma factible de introducir un genotipo en una línea germinal, encriptándolo en toda la progenie. Y esto nos lleva, creo, a al menos dos posibilidades.

Titania, que había llegado a levantar el vaso de la mesa, lo volvió a dejar despacio, sin hacer ruido. Ese gesto le valió para que el doctor parara su discurso y le diera paso a ella.

—Las dos posibilidades que baraja nuestro doctor son... Estratagemas.

Suspiró en un gesto de altiva resignación.

—Una es el espionaje industrial. Durante la producción de mi linaje habrían ocultado en nuestra biología otro producto de laboratorio para sacarlo del control de los investigadores. La debilidad de este argumento es que creemos que algo así no habría sido necesario porque a esos niveles, que sepamos, el Gólem no tenía competencia. Aunque tampoco podemos descartarlo.

Se cruzó de brazos brazos alzando sutilmente el mentón.

—La otra posiblidad es que el Gólem hubiera querido garantizar la preservación de ese genotipo en el tiempo. Y de paso, en una estirpe diseñada para reproducir a las élites.

Sus cejas se fruncieron un poco, como si le molestara el sol, adoptando una expresión más juvenil, como de muchacha contrariada.

—Qué decir tiene que no me convence ninguna de esas dos posiblidades.

Respirar. Sentir el latido tranquilo de su corazón. Algo tan sencillo como eso le parecía de repente un mundo entero. Sibyl permaneció así, con los ojos cerrados, disfrutando de cada uno de los pequeños estímulos que la hacían sentir más viva que nunca. El tacto de las sábanas, la calidez sobre su piel, el sonido de los pájaros, su propia saliva al tragar. Estaba ahí. Y era, que de repente parecía mucho más importante. Emitió un suspiro y me desperezó, aún con los ojos cerrados, regodeándose de cada una de las sensaciones que la acariciaban.

«Qué sueño más raro», pensó, tratando de aprehender en su memoria los retazos de esas imágenes antes de que se perdiesen en el despertar. Ni siquiera estaba segura de si debía considerarlo sueño o pesadilla. Tenía aún el miedo enredado en algún lugar cercano al estómago y la sensación de haberse perdido aún seguía pegada a su piel. Se había sentido tan, pero tan, pequeña, flotando a la deriva, sin saber qué hacer o qué decir. Sola. Había estado tan sola... Pero también tenía aún al alcance de su mente las imágenes de los astros, sus melodías. Y una sonrisa curvó sus labios al repetir mentalmente esas notas que había sentido tan importantes, tan ella. 

—¿Josef? —murmuró al escuchar a alguien moverse junto a ella.

Se resistía a abrir los ojos. Se creía a salvo en su cama, junto a su... ¿prometido? ¿O eso también había sido parte del sueño? El corazón se le aceleró. La beca... ¿eso había sucedido? Se sentía aún confusa, tratando de discernir qué había sido real y qué no, intentando ubicarse en tiempo y en espacio. Su dedo pulgar frotó el anular, buscando el anillo, buscando la solidez de un objeto que confirmaría que había sido real. Al mismo tiempo sus ojos se abrían y su cabeza giraba en la dirección en que había escuchado ese movimiento. Buscaba los ojos de Josef, como si así pudiera encontrar su ancla con la realidad. 

Las palabras del doctor le produjeron un fuerte desasosiego. Aquello que proponía y que sonaba inverosímil para la ciencia del Eón parecía una posibilidad factible para él. Obligar a que una persona produzca una y otra vez unos gametos determinados y que éstos se autofecunden cuando se gestan mellizos era completamente absurdo. Darya no podía evitar mirarlo con incredulidad e incluso con cierto desprecio pues aún sin conocer a aquel hombre el sólo hecho de que pudiera ser alguien que tuviera los conocimientos para participar en algo así -o al menos lo supiera factible- le produjo gran repulsión. Se preguntó qué haría en aquella casa y si su misión sería vigilar y hacer pruebas a la pequeña Beatrice.

—¿Y cómo sabe lo de que sólo nacerían esos clones en caso de mellizos? —le espetó no pudiendo evitar sonar despectiva—. ¿Es que conoce suficientes casos como para suponer algo así?

Su angustia comenzó a convertirse en rabia. Rabia hacia el doctor como representante, aunque fuera un juicio prematuro e injusto, de aquellos que manipulaban las vidas así, y rabia hacia ella misma por ser un ser diseñado con algún propósito oscuro que escapaba totalmente a su entendimiento. Que el doctor nombrara el tema de los mellizos le removió las entrañas y la hizo sentir despreciable. Ella misma había nacido junto a su hermano Stephan. Y ella misma había sido la responsable de su muerte.

Sabiendo la distancia temporal que en teoría separaba su nacimiento y el de Beatrice, a Darya le encajó la segunda propuesta, aquella en la que el “Gólem” -fuera lo que fuera lo que este nombre designara- hubiera dispuesto el nacimiento de los clones como ella a lo largo del tiempo. Pero ¿cómo había sido si la autofecundación no existía en el Eón? ¿O tal vez sí lo hacía pero de una manera oculta, sólo cuando una mujer quedaba embarazada de forma natural de otro embrión y era por ello que no llamaba la atención ya que se producía un parto de mellizos? ¿Serían sus compañeros otros clones como ella?

La tensión hizo que se incorporara como un resorte. Habría querido levantar al doctor de su asiento agarrándolo de las solapas, llevarlo hasta la baranda y empujarlo al lago. En lugar de esto lo miró con fijeza sabiendo que su odio repentino por él no era más que su odio por ella misma.

—Disculpad —se dirigió a todos los presentes con la voz algo rota. Caminó hasta la baranda de espaldas a ellos y apretó la piedra con fuerza hasta que sintió dolor y los nudillos se quedaron blancos. Quería llorar, quería gritar… Stephan era el verdadero hijo de Milla, el niño que debería haber nacido solo. Ella tenía su origen en un laboratorio y una misión desconocida que se le antojaba espantosa.

Se llevó las manos al pecho buscando por reflejo el colgante de su hermano que, como a él mismo, había perdido para siempre.

A veces contemplo la estrella de Stephan y quiero imaginar que la plata quedó impregnada del fulgor de sus ojos, que no es el sol lo que la hace brillar así.

Ayer una niña víctima de un accidente vio el colgante y me pidió que se lo regalara para darle suerte y poderse curar. Yo le dije que la necesitaba para enviarle toda la suerte del mundo, que si se la daba me quedaría sin fuerzas para ayudar a otros niños. Lo entendió tan perfectamente que me llamó la atención. Luego me di cuenta que es que le había dicho la verdad.

Anotación del diario de Darya

No encontró el anillo ni tampoco los ojos de su prometido. En lugar de él había un joven. Cómodamente recostado apoyaba los codos en los brazos de un sillón de madera oscura, juntando las manos, cruzando los dedos, a modo de rezo, observándola con atención. Vestía una camisa blanca, vaporosa de mangas abombadas, chaleco beige con sutiles motivos vegetales bordados en oro y a pesar de que hacía calor un pañuelo liado al cuello a modo de corbata. Su ropa, además de la silla y que los otros pocos muebles que había en la estancia -entre ellos otra cama con dosel- eran obras de arte de sencillez artesanal. Y el conjunto, bien iluminado por dos ventanales abiertos pero con las cortinas blancas echadas, parecía la estancia de un palacio.

El hombre era de rasgos finos y a pesar de la altivez que de su planta sus ojos color manzana titilaban como iluminados por un fuego interior.

Su voz sonó musical, más que calma, aplacada, con una tensión interior, como el brillo de su mirada.

—No, lo siento, me llamo Ovidio.

Has dormido mucho tiempo. Estás a salvo, en casa de mi madre.

Ella se encontraba bien, sólo tenía un poco de sed. Vestía un camisón con la cintura muy alta, también blanco aunque no tanto como la sábana, tan cómodo que parecía parte de su cuerpo, como su pelo.

Mientras Titania nos explicaba -en la medida de lo posible- por qué nos había traído hasta esta residencia mi mente comenzó a dispararse hacia otros destinos, quizás víctima de la saturación que estaba experimentando no solo por parte de las revelaciones hacia nosotros, sino del todo en conjunto. Habló de que había sido víctima del Gólem, una figura cada vez más enigmática para mí y de que cada gobierno destinaba recursos para investigar aquello que la revolución no había podido figurarse, sobre todo tecnología.

Pero yo ya estaba imaginando un cuadro en el que la señora de Basa'rab y Danesti era protagonista, sentí subir los colores por mi cuerpo: el rojo cadmio, el verde veronés, el cerúleo, azul ultramar, el violeta cobalto, el amarillo de Nápoles, como si fuera a vomitarlos. Deseé sentir el olor a la trementina como el adicto que necesita droga. Miré en derredor como si de la nada pudiera sacar lápiz y papel al menos para bocetar la idea, no quería perderla. En lugar de eso me levanté, me acerqué a la mesa y serví limonada en todos los vasos*, luego le alcancé uno a Titania que había manifestado sed y de paso traté de memorizar sus facciones para cuando pudiera pintar... Porque tenía que poder, de alguna manera, sino iba a volverme loco. -Sírvase.

Ahora Darya estaba hablando y la conversación estaba tomando direcciones que no podía lograr figurarme del todo, o más bien, senderos por los que mi mente no había transitado jamás: ¿clones, no estaba prohibido eso? ¿hijos monoparentales, era posible siquiera? ¿Darya familia de Titania? Lamenté no haber prestado atención a la niña cuando entré en la terraza. A cada revelación sentía más confusión y deseé muy hondamente haber prestado más atención a esos interminables y tediosos discursos sobre la genética y las especies marinas que me hubiera dado Sandra, mi madrastra. No entendí ni jota lo que dijo el doctor Knox con esa fascinación perturbadora y enervante de los apasionados de la ciencia.

La capitana parecía perturbada, y cómo no estarlo. Se levantó hacia la balaustrada y yo, que había permanecido de pie, me quedé inmóvil unos minutos sin acertar a sentarme o a ir junto a ella, quizás necesitaba espacio; en aquel momento también pensé que Darya tenía un hermoso perfil que me hubiera gustado dibujar en carbonilla, sobre todo las ondas suaves de ese cabello en llamas. desvié la mirada al vaso de limonada y pensé en ofrecérselo, pero la acidez no era buena compañera de la desazón. Observé a mis compañeros a ver qué me decían sus rostros de lo que pensaban, el silencio se había apoderado de ellos quizás por estar tan sobrepasados como yo.

-Para que logremos comprender del todo cuanto nos dicen creo que es necesario que nos cuenten quién o qué era el Gólem y cómo se gestó la revolución -expresé mi parecer -Si no todas vuestras explicaciones serán opacas para nosotros -miré a la dueña de casa buscando comprensión. Las palabras de Titania quedaron resonando en mi mente "el silencio que otorga el secreto", me repetí para mí mismo. Creí necesario ser arriesgado y decidí hacer una jugada tentativa de manera unilateral -¿Desde hace cuánto no miden el tiempo en ciclos?

Titania cambió el gesto a uno más grave, como de animal capaz de embestir. No resultaba exactamente agresivo, al menos hacia ellos. Habló ella no dejando opción a que el doctor se explicara ante Darya.

—Cuando un esclavo se libera a su antiguo amo lo llama tirano. Tradicionalmente el tirano era una persona, con un nombre, o era asociado con un pueblo entero y se le llamaba como el lugar del que es éste era originario. Pero ¿cómo llama el cimarrón a su antiguo amo si éste era inasible, si le tenía atado con lazos invisibles, un amo sin alma, sin identidad, un auténtico esclavo, un bucle sin más voluntad que su inercia desatada?

Nosotros hemos decidido volver al mito para concebir un mundo de espíritus vivos. Pero en el lenguaje de los últimos siglos y en el de la mayor parte del mundo, hoy, a lo que nosotros, los seguidores del camino del alma bautizamos como Gólem, lo llaman Estatismo Dataísta. Un sistema complejo, deslocalizado, global, de dominio que gobernaba las voluntades de los hombres atándolos mediante la manipulación de sus deseos y sus miedos, sutil, telemáticamente. Una cosa que nació herramienta pero que estaba destinada a asimilarnos como engranajes de su maquinaria. Un monstruo para nosotros engendrado con la magia de las palabras que fue vencido por mi esposo y por otros tantos de sus pares que tanto sacrificaron y sufrieron por el bien de la humanidad.

Apoyó las manos en la tabla de la mesa y ladeó la cabeza un poco.

—¿En ciclos? El Gólem trató de eternizarse borrando la historia de nuestras vidas, y sabemos que experimentó con comunidades aisladas con un calendario cíclico... ¿Es vuestro caso?

Nosotros utilizamos el calendario gregoriano, que a su vez se basa en el calendario juliano, que utilizaban los romanos, y éste a su vez se basaba en el calendario de los antiguos egipcios. Contamos la historia hacia adelante desde la Encarnación del Dios de los Cristianos.

Sibyl solía ser una persona tranquila, capaz de destilar serenidad incluso cuando el restaurante estaba lleno hasta los topes y en la cocina se retrasaban en sacar los platos. Sin embargo, encontrarse de repente aquellos ojos extraños en el rostro de un desconocido, hizo que su corazón se acelerase y que se incorporase de golpe, echándose hacia atrás por puro instinto.

—¿Dónde estoy? —preguntó, a pesar de que en cierta forma, el joven ya había respondido a esa pregunta—. ¿Cómo he llegado aquí? ¿He sufrido un accidente?

Era la única explicación que se le antojaba plausible en aquel momento. Tal vez le había pasado algo, quizá había entrado en coma. ¿Pero quién era ese hombre? ¿Quién era su madre? Y si le había pasado algo grave... ¿por qué no estaba en una habitación de hospital?

Se sentía indefensa, vestida tan sólo con aquel camisón, y de repente toda la paz que la había inundado en el despertar se había convertido en miedo por no saber qué había pasado o dónde estaba. Sus ojos saltaron del joven por la habitación, en busca de una salida, en busca de algo con lo que defenderse de ser necesario, en busca de un teléfono. Oscilaba en la fina línea entre ponerse a gritar pidiendo auxilio y tratar de mantener la calma hasta que el tal Ovidio le diese alguna explicación.

El chico le mostró las palmas de las manos con los dedos abiertos, moviéndolas despacio adelante y atrás mientras agachaba levemente la cabeza y hablaba evitando ahora mirarla.

—No te asustes. Nadie te va a hacer nada malo. Al contrario. Hemos cuidado… años de ti.

La habitación era grande y tenía una sola puerta de dos hojas, de madera rojiza, para llegar a ella tendría que sortear al chico sentado.

Al otro lado, a unos tres metros, tenía dos grandes ventanales abiertos, con las cortinas echadas. Aunque eran muy finos no dejaban adivinar lo que hubiera al otro lado, ni la altura a la que podría estar.

No parecía haber nada que se pudiera usar como arma y no había  teléfono. Un pequeño armario, las mesitas, todo allí parecía una obra de arte, incluso la talla del techo era de madera tallada.

Las cosas tienen cada vez menos sentido. ¿Durante cuánto tiempo se estuvo empleando el calendario cíclico por el… Estatismo Dataísta? ¿Cómo encaja temporalmente nuestro «viaje espacial»? ¿Y a qué época pertenecía la mujer de la pantalla? Sacudo la cabeza ante las explicaciones de la señora de la casa, y calculo mentalmente para intentar dar respuesta a una simple y única pregunta: ¿cuánto tiempo me separa de mi casa?

Mi casa.

Ese lugar en el que no tengo dudas de estar en el sitio que me corresponde, ahora perdido en la vastedad del espacio y el tiempo, reducido a una mera abstracción. No acabo de entenderlo todo, los nombres me confunden y me resulta imposible cuadrar los números y las fechas, pero si las palabras de Titania son ciertas, y nada sugiere lo contrario, toda mi vida ha sido un experimento. Nada más que eso. He nacido y crecido ignorante en un entorno controlado y aislado. Mientras el mundo cambiaba, yo y otros como yo vivíamos encerrados en una burbuja que para nosotros era todo lo que existía. De repente, como traída por otra persona, una idea atroz se asienta en mi mente: alguien que no era yo había decidido antes de mi nacimiento el propósito de mi vida. Pero, ¿por qué? O mejor dicho, ¿para qué?

Darya se disculpa con voz débil y se aleja hacia la baranda, visiblemente afectada tras la discusión sobre los espantosos experimentos de clonación de los que ella podría ser producto. Aunque no soy capaz de ver su cara desde aquí, la certeza de que está sufriendo me parte el corazón. Porque alguien también decidió su propósito. Ella tampoco está en casa. Doy unos pasos y me detengo a su lado, a cierta distancia, próximo pero no invasivo. Ojalá pudiera decirle que nada importa, que solo ella decide su destino, que aunque otra persona comparta sus genes, ella sigue siendo única. Pero no puedo. No me salen las palabras, porque en este momento me siento tan desolado como ella, y porque no estoy seguro de que restarle importancia a nuestra situación vaya a resultarle de ayuda. De modo que me limito a mirar al horizonte y dejar que mi silencio hable. Que le diga que estoy ahí, presente, sufriendo como ella. Sufriendo con ella.

Es curiosa la manera en que el mundo tiene la osadía de resultar hermoso a pesar de todo. El agua del lago es de un azul intenso, de un modo que casi parece artificial, como de postal, y lo único que impide que se funda con el firmamento son unas montañas de forma gentilmente redondeada. Me pregunto cuánto llevarán ahí.

—Al menos el cielo sigue siendo el mismo —digo simplemente con voz suave, como a nadie, pero lo suficientemente alto como para que Darya me oiga—. Al menos eso no ha cambiado.

Por alguna extraña razón, estoy sonriendo.

El doctor se mantuvo en silencio mientras transcurría la conversación, intentando procesar toda aquella información de una forma calmada y razonable, evitando al máximo entrar en un colapso por el exceso de ella. La forma en que hablaba Titania, cómo se refería a su tiempo, su lugar, su realidad... No resultaba en algo imposible, sino en algo claramente improbable. Suena como si esto fuera el pasado. Pero, incluso si así fuera, ¿cómo hemos llegado aquí? A Erik le resultaba más fácil de creer que habían acabado en otro planeta como el que habían visto desde aquella nave...

Sin embargo, esa teoría se desmanteló en cuanto Darya comenzó a hablar. Nunca había oído hablar de un proceso semejante, incluso dudaba que fuese realmente posible "programar" el cuerpo para que funcionara de esa forma. En ese campo, Darya parecía tener mucho más conocimiento que él y estaba claro que era algo imposible... O algo imposible de creer. ¿Por qué repetir un mismo genotipo pudiendo observar su evolución y su avance? Era irónico que el mundo que conocía Erik se basase en la premisa de la repetición, precisamente para evitar que esa evolución llevase a algo peor... Pero seguía sin entender cómo se había mantenido entonces hasta que Darya hubiese nacido y más aún, cómo había ocurrido sin que nadie se hubiese dado cuenta hasta el momento. Debería haber fotografías, o registros de ello. Pero claro, ¿quién iba a creer que eran exactamente clones, en vez de simplemente tener un gran parecido? 

Poco le importaban los motivos por los que se hubiese decidido llevar a cabo tal acto, respecto a cómo afectaba eso mentalmente a todos aquellos "clones" como Darya. Si antes se habían sentido todos dentro de cuerpos que no eran los suyos, aquella era la misma situación a la inversa. Diversas personas dentro de un mismo cuerpo, replicado, físicamente sin identidad ni rasgos que los distinguiesen del resto de la sociedad. Y podría no ser sólo ella. ¿Cuántos de ellos eran réplicas que se habían guardado en el tiempo y cuántos eran hijos "reales" de la evolución? 

Miró a Darya mientras se levantaba, observándola por si su estado le llevaba a hacer alguna locura. Esbozó por dentro una pequeña sonrisa de alivio al ver que Faraz se acercaba a hablar con ella. A pesar de todo, seguían estando juntos allí y el grupo no iba a abandonar a nadie en peligro. Esa información era difícil para todos y si seguían allí era por curiosidad, tenacidad o simplemente por el predominio de la razón frente a la avalancha de desesperación que se prometía con aquella situación. Pero si alguno no podía seguir por ninguno de esos motivos, no iban a dejarle atrás.

La explicación de lo que era ese Gólem sonaba algo más asumible y fue algo que dijo después Titania, lo que abrió una puerta de esperanza para todos ellos. Una sonrisa de alivio se le escapó a Erik, quien decidió hablar con la verdad por delante, esperando que aquella mujer tuviera las respuestas que faltaban para completar aquel puzzle.

- Bueno, es muy posible que así sea. Nuestro calendario se mide en Ciclos desde hace milenios y jamás habíamos oído hablar de ese tipo de calendarios, excepto por esa última medición. Tal vez nuestro tiempo... haya sido manejado de forma distinta para que pensemos que la historia se remonta a mucho más atrás de lo que en realidad es. - miró a los demás, esperando que aquella teoría pudiera infundirles algo más de valor, algo del apoyo que incluso él mismo necesitaba en ese momento. Era más fácil pensar en una gran mentira que en el hecho de que hubieran podido viajar al pasado. Incluso aunque Darya fuese un experimento con clones... Eso por lo menos significaría que no ha durado tanto en el tiempo. - ¿Desde hace cuánto existía el Gólem, o el Estatismo Dataísta? ¿Y cómo consiguieron destruirlo?

—Por la naturaleza inasible del Gólem no tenemos una fecha de su nacimiento. Más bien es como si hubiera ido gestándose a lo largo de siglos pero en los nuevos mitos la Noche del Laberinto Espejado comienza con la anulación de la Declaración Universal de los Derechos Humanos¹. en el año 2108 y terminó con el final de la Revolución Silenciosa hace treinta años, en el 2307.

Bebió un trago de zumo, sonriendo a Ryu. El aroma de los limones perfumaba todo el porche.

—¿Cómo acabaron con él? Ni yo, que soy la esposa de un sóter lo sé. Utilizamos ese nombre por un mito más antiguo que nos habla de un ser animado fabricado a partir de materia inanimada, normalmente de barro o piedra. En una leyenda medieval el Gólem funciona introduciéndole una orden escrita en un papel por la boca, pero hay otras formas de ponerlo en marcha. Una es escribiendo uno de los nombres de Dios en su frente. Otra escribiendo en ella la palabra “Verdad”, que en hebreo se dice “Emet”. Al borrar la primera letra, la letra alef, de su frente “Emet” se transformó en “met”, que significa “muerte” en hebreo, y con ello el gólem volvió a ser la masa informe de barro con que había sido moldeado.

Titania tomó una pasta de la bandeja y se la ofreció a Erik, pidiéndole que la probara.

—Ese ser legendario era un gigante capaz hacer cualquier proeza pero no tenía el don del habla.

Los Sóter, antes de la Revolución Silenciosa eran Transhombres Junzi con el don de la mediumnidad con el Gólem, los herederos de la antigua élite que gobernaba el mundo y que un día creó al Gólem como un esclavo. Quizá encontraron la forma de quitar el alef de su frente.

Darya sintió una presencia a su lado. Volver el rostro hacia Faraz con los ojos enrojecidos por las lágrimas que se resistía a verter le resultaba incómodo y lo observó de lado no queriendo aparentar que ignoraba su presencia cuando no era así.

Le llamó la atención la mirada de aquel hombre. En un primer instante habría dicho que mostraba contenidamente su misma confusión y sufrimiento. Observándolo Darya volvió a ser consciente de lo poco o nada que sabía de sus compañeros y se centró en él. Recordaba que era florista y también que sus palabras habían sido lo último que había escuchado en la nave antes de despertar allí. Por un momento imaginó cómo habría debido de maravillarse del perfume del aire y la variedad increíble de flores de aquella casa.

Con la mirada perdida en el horizonte sus ojos parecieron cambiar. El ceño de Darya se relajó al observarlo. Parecía estar absorbiendo la paz que transmitía aquel paisaje y de algún modo la reflejaba como un espejo.

¿Qué habría dejado atrás? ¿Tendría esposa tal vez? ¿Tendría algún hijo? ¿Y Erik? ¿Y Ryu? A Darya se le encogió el corazón imaginando cómo debían sentirse de ser esto así. Perder a un hijo para siempre, pensar que ha pasado quién sabe cuánto tiempo o que no ha nacido aún. ¿Tenía sentido que en verdad estuvieran en otro tiempo?

Faraz rompió su mutismo:

Al menos el cielo sigue siendo el mismo. Al menos eso no ha cambiado.

Así era, pensó ella. Y si el Eón era en verdad uno de los ambientes controlados de los que hablaba Titania nada estaba perdido.

—Tienes razón —afirmó volviéndose al fin de frente hacia él con un nuevo fuego en la mirada—. Tienes razón… Y si hemos podido viajar una vez lo volveremos a hacer. Vamos a encontrar a los nuestros.

Darya se giró hacia la mesa con el ánimo apuntalado por aquella esperanza. La dama respondía a las preguntas de Erik más como quien narra un relato que dando verdadera información. Su compañero proponía que tal vez hubieran sido engañados para pensar que la historia realmente había quedado atrás. Esperaba que estuviera en lo cierto y es lo que necesitaban comprobar.

—Señora, perdonad la avalancha de preguntas, pero hay algo fundamental para todos nosotros que necesitamos comprender: esos ambientes controlados por el Gólem donde el tiempo se cuenta cíclicamente, ¿dónde están? ¿Son reducidos o es grande su extensión?

Darya había viajado con su moto muchas veces durante horas y horas contemplando los extensos campos de cultivo del Eón. Asimismo había escalado montañas sin apenas vegetación, sin fauna, contemplado el desierto. Si el Eón era un montaje necesitaba comprender. Necesitaba que todo encajara.

Si el Eón era un montaje el mundo no estaba llegando a su fin.

Respondió a Darya con cara seria pero un gesto de sutil complacencia.

— Existe una agencia internacional, el Consejo de Investigación y Seguridad Tecnológica, que lleva un censo de ese tipo de comunidades aisladas. De hecho han sido informados y han pedido permiso para enviar a un rescatador. Seguramente vendrá junto con la comitiva del sóter, esta misma noche.

Devolví la sonrisa a Titania mecánicamente, aliviado de que Erik me hubiera sacado el peso de la respuesta de encima. Por dentro sentía bullir miles de pensamientos y sentimientos encontrados a medida que mis compañeros charlaban con ella. No me cuajaban las fechas, en todo caso si el Eón había sido un experimento con una comunidad cerrada, ¿Cómo podía ser que el cadáver flotando en el espacio tuviera 5000 años de antigüedad? A menos que eso también fuera una mentira, pero parecía tan real... Igual que mi vida antes de esto.

¿Para qué quería la señora de Basa'rab y Danesti saber nuestra misión? No me creía que fuera por simple curiosidad, menos después del encono que había mostrado recientemente, una cierta sed de venganza hacia un fantasma inasequible... Por mí esto también podía ser una simulación y ella el Gólem tratando de saber qué ha ocurrido o de ver cómo nos adaptamos a esta realidad. La observé, observé todo a nuestro alrededor. Me sentí saturado por las posibilidades y por las respuestas que podríamos obtener de todo esto.

Faraz había dicho que al menos el cielo era el mismo... ¿Lo era en verdad? Si mi vida fue una puesta en escena dentro de un ambiente controlado, ¿Dónde están las personas que estaban conmigo? ¿Dónde mi familia y mis amigos, los de todos nosotros? ¿Estábamos en el pasado o en el futuro? De pronto me doy cuenta de que si hemos dormido por 30 años... Es posible que esas personas ya no existan más o sean 30 años más viejas. No sabemos cómo la Revolución obtuvo su victoria, ¿A sangre y fuego? ¿Se Habían perdido vidas?

Estaba aferrado al borde de piedra del balcón de la terraza, inmóvil, con los nudillos blancos por la fuerza que inconscientemente estaba haciendo. Exhalé lentamente el aire que había estado reteniendo en mis pulmones, me llevé una mano al puente de la nariz y me froté los ojos, cansado, cansado a pesar de haber dormido, supuestamente, 30 años. Un estremecimiento se apoderó de mi ser al pensar en mi hermano, en mi padre... Lamenté que el viejo Varazi no viera todo esto, le hubiera encantado.

Sentí un ligero alivio al escuchar que el sóter, ese "Transhombre Junzi con mediumnidad con el Gólem" como lo llamó ella vendrá a donde nos encontramos, a esta altura no sé si esperar a un iluminado o a un transexual. O ambos. Y también vendrá un rescatador, sea lo que eso sea, y me estoy percatando de que por más orgullosos que se sientan de su liberación y de sus mitos, me estoy cansando de que no me hablen claro... Me estoy impacientando.

Se me ocurrieron muchas preguntas y tenía pocas respuestas, no me sentía un hábil negociador en esta coyuntura, -Siento no poder aportar nada sobre nuestra supuesta misión señora de Basa'rab -comencé y me sostuve de la baranda, pero de espaldas a ella, es decir, de frente a todos los presentes -Pero no veo qué importancia pudiera tener ello si el Gólem ha caído -me encogí de hombros -¿Y cómo es que no hemos envejecido en estos 30 años?

De pronto se me ocurrió una idea: quizás el fallo que se produjo en la nave fue el colapso mismo del Gólem y su sistema, al ser  desconectados sufrimos ese apagón que nos trajo aquí y ahora... Ojalá el sóter pudiera aclararnos más las ideas en cuanto llegara.

Los ojos de Sibyl cesaron en ese baile inquieto cuando el estupor por las palabras del joven se hizo más fuerte que el temor. Pestañeó, mirándolo, repitiéndose en su mente lo que él había dicho. 

—¿A-años? —preguntó, sintiendo cómo le temblaban los labios y la voz. De repente sentía que había perdido el fuelle, como si se desinflase. Se echó hacia atrás con un suspiro, intentando asimilar ese dato—. ¿Cuántos? ¿En qué año estamos? —Al menos sabía que su último recuerdo era del momento del cambio de ciclo... Si es que eso no había formado parte del sueño—. ¿Mi familia me ha dejado aquí? ¿Y Josef?

Quizá era algún tipo de clínica privada para pacientes en coma de larga duración. Aunque el estilo era extraño, anacrónico, y si era así debía ser un lugar muy lujoso y caro. Tal vez no estaba en la ciudad, sino en las afueras, cerca de los interminables campos de cultivo. Se pasó las manos por la cara, frotándola con las palmas, y después empezó a palparla con las yemas de los dedos, en busca de arrugas que antes no estuvieran allí. Tenía tantas preguntas revoloteando en su garganta que ni siquiera sabía cuál dejar salir a continuación, pero al final fue su lengua la que decidió por ella. 

—¿Hay aire libre ahí fuera? Necesito respirar. 

Titania puso los codos sobre la mesa, cruzó las manos y reposó la cabeza sobre su envés, mirando hacia Ryu con un gesto reflexivo. Luego se incorporó, levantándose despacio.

—Siento tener que retirarme.

El doctor se levantó de su silla, dispuesto a marcharse con ella.

—He de preparar la visita del sóter para esta noche. Dentro de dos horas comeremos todos juntos, en el patio, así conocerán a mi hijo Ovidio. Mañana, a la misma hora, tendremos otra reunión como esta, aquí mismo, pero junto con mi marido y con el rescatador.

Andó un par de pasos hacia la baranda y habló contemplando el lago.

—Espero que este lugar les dé algo de sosiego. A mí me lo da. Esta es su casa, cualquier cosa pídanla a Ayischa, la joven que estaba aquí cuando llegaron, o a las niñas, que seguro que no les dejarán en paz.

Sonrió, se despidió levantando un poco su falda con las manos e inclinándose levemente, hacia adelante y entró al edificio, junto con el doctor, dejándolos a solas.

Darya hizo un ademán con la cabeza para responder al gesto de Titania y aguardó en silencio hasta que ella y el doctor abandonaron el porche. Los habían dejado solos pero de ningún modo podían estar seguros de no ser escuchados. Dio un par de pasos hacia Ryu para hablar en un tono más bajo pero no lo suficiente como para no ser oída por sus otros compañeros.

—Aunque sea cierto que el Gólem ha sido vencido no puede extrañarnos que la dama quiera saber más, Ryu. Ella misma nos ha dicho que podríamos ser un peligro latente, somos fundamentales para que puedan saber más acerca de la tecnología y sobre todo está el hecho de que si hay un peligro en nosotros también podría haberlo para su hija —dejó vagar la mirada perdida por el suelo pensativa mientras se tomaba la barbilla con una mano—. Ella misma nos preguntó cómo habíamos sido llevados al sopor, de modo que eso pertenece a la tecnología que no comprenden. Y que no hayamos envejecido depende de esa tecnología. En la estancia en que me encontraba hay otra cama en la que duerme una muchacha. Tal vez sea Egra o la otra chica —añadió sin querer decir en voz alta ninguno de los nombres en clave o nada que hiciera referencia al espacio—. La examiné y vi que ni tenía pulso detectable ni parecía producir calor corporal. Debería estar muerta y haber comenzado a descomponerse, pero sus tejidos, sus músculos… Todo parecía encontrarse perfectamente, no tenía siquiera señales por la postración y no había ningún tipo de rigor mortis. Ese mismo estado es en el que nos hemos debido encontrar desde hace al menos treinta años. Pero podrían ser más, no sabemos desde cuándo se nos tendría en esas instalaciones de investigación, treinta años hace que cayó en sistema Dataísta del que nos habló y por eso deben estimar esa fecha. Aún así —pasó la mirada por todos y cada uno— si realmente el Eón forma parte de esas comunidades aisladas, imagino que las habrán desmantelado como tales e integrado a sus habitantes en el nuevo sistema. Quiero decir que las personas más jóvenes que conociéramos pueden seguir con vida —los miró con gravedad sabiendo lo que esto implicaba para el resto de quienes habían conocido—. Lo… Lo siento —dijo de pronto azorada, abrazando su propia cintura sin saber muy bien cómo seguir hablando después de algo así.

Pero había alguien más a quienes habían conocido.

—Necesitamos hablar con el rescatador y que nos cuente sobre las comunidades pero también acerca del lugar en que nos encontraron. Tenemos que saber si los demás estaban también allí y qué puede haber sido de ellos. Si tal y como nos han dicho llevan un censo de comunidades seguro que también lo tienen de personas rescatadas en sopor como nosotros. Los demás podrían haber despertado también. O tal vez aún no hayan sido encontrados y podamos ayudar.

Tal y como le había ocurrido al despertar en el armazón mecánico, necesitaba olvidarse momentáneamente de su propio cuerpo y lo que pudiera conllevar.

Cuando ella nombró a su familia y a su prometido el rostro del chico cobró un tono triste sin que sus ojos dejaran de tenr un brillo que de alguna manera delataba fascinación.

—Lo siento, no sabemos nada de ti. Eres un... misterio, un… milagro… Pero te ayudaremos en lo que sea posible.

Al tacto Sibyl no percibió ningún cambio, ninguna arruga. Ovidio volvió a mirar hacia abajo aparentando quizá timidez, o pudor. Pero no vaciló al tenderle la mano.

—Descorramos esas cortinas, ven. No tengas reparo de apoyarte en mí*.

En pocos pasos llegaron a una de las grandes ventanas y el chico tiró enérgicamente de la tela blanca.