Partida Rol por web

Turno 403

El desayuno apresurado y la esforzada cabalgada habían socavado en cierta medida los ánimos de Leofred que, aunque descansado, ya sentía cómo el esfuerzo le agotaba poco a poco. Tras una mañana a lomos del caballo fue una sorpresa detenerse de pronto, algún tiempo antes de lo que habían planeado.

Al descubrir lo que les había obligado a parar, Leofred se acercó a las ramas cruzadas para examinarlas más de cerca; de todos modos los restantes miembros del grupo ya parecían atentos a lo que pasaba a su alrededor. - digo yo que dos ramas cruzadas no aseguran que un grupo se detenga para montarles una emboscada. - respondió a Freaulf - A mi me parece algún tipo de señal. ¿Larrid, reconoces si podría ser de Ibenar? - El curioso bardo no estaba seguro de lo que buscaba, tal vez tierra removida, señal de que habían cavado para dejar algo allí para ellos, o quizá solo una flecha que les guiase en la dirección correcta.

Turno 403
Percepción

No hay nada extraño en los alrededores. No se ve a nadie, y solo se oye el viento soplar.

Las dos ramas, en forma de equis, no estaban unidas entre si. Tan solo estaban entrelazadas, lo suficiente para sustentarse la una a la otra. No había pisadas alrededor. Desde donde estaban, en lo alto de una colina baja, se veía una buena extensión de terreno. Aunque Gwalin trató de encontrar a los orientales cabalgando, no vio nada.

Turno 403
Percepción

No hay nada extraño en los alrededores. No se ve a nadie, y solo se oye el viento soplar.

Las dos ramas, en forma de equis, no estaban unidas entre si. Tan solo estaban entrelazadas, lo suficiente para sustentarse la una a la otra. No había pisadas alrededor. Desde donde estaban, en lo alto de una colina baja, se veía una buena extensión de terreno. Aunque Freagulf trató de encontrar a los orientales cabalgando, no vio nada.

Turno 403
Percepción

No hay nada extraño en los alrededores. No se ve a nadie, y solo se oye el viento soplar.

Las dos ramas, en forma de equis, no estaban unidas entre si. Tan solo estaban entrelazadas, lo suficiente para sustentarse la una a la otra. No había pisadas alrededor. Desde donde estaban, en lo alto de una colina baja, se veía una buena extensión de terreno. Aunque Ional trató de encontrar a los orientales cabalgando, no vio nada.

Turno 403
Percepción

No hay nada extraño en los alrededores. No se ve a nadie, y solo se oye el viento soplar.

Las dos ramas, en forma de equis, no estaban unidas entre si. Tan solo estaban entrelazadas, lo suficiente para sustentarse la una a la otra. No había pisadas alrededor. Desde donde estaban, en lo alto de una colina baja, se veía una buena extensión de terreno. Aunque Leofred trató de encontrar a los orientales cabalgando, no vio nada.

Turno 403

Aún erguido sobre los estribos, desconfiado, y preocupado, miraba en todas las direcciones. Se alegraba, en principio, estar equivocado. Hubiera sido peor para la salud de todos.

Inspiró profundo, y miró al bardo asintiendo con la cabeza, que por suerte para todos, parecía tener razón y con su gesto estaba intentado dársela. Había contemplado la posibilidad, pero le preocupaba más la que había propuesto, y por ello se había puesto así; observador. Si era una señal, igual había que entenderla, o igual guardaba un mensaje, que podría estar bajo esos palos, o simplemente había que entender lo que quería decir … y en estos momento no era capaz de "leer" su significado.

Aún así, siguió mirando un poco más. La última vez que se despistó, apareció un lobo enorme y casi se meriendan al grupo.

Turno 403

Gwalin no vio nada en los alrededores, o por lo menos nada de lo que esperaba encontrar: alguna señal de una emboscada por parte de los orientales. Pero el hecho de que no viese nada no significaba que no pudieran estar emboscándoles. El enano bajó de su montura, quizás fuese una temeridad pero se encontraba más a gusto en tierra firme. Cogió su hacha y su escudo y se acercó hasta las ramas, mientras miraba por los alrededores.

No había nada. No había signos de nada, ni siquiera pisadas de caballos. Eso le descuadró al veterano guerrero pues si los orientales iban a caballo y solo les sacaban una jornada: -Debería estar lleno de huellas...o no han pasado por aquí -dijo en bajo el enano mientras miraba por los alrededores otra posible salida que hubieran podido coger los orientales.

Turno 403

A raiz del comentario del enano durante el desayuno, Grimbeorn intentó mantener una conversación con Gwalin sobre la cocina enana, al menos mientras alternaban la marcha al trote. Cuando iban al galope, era obvio que el naugrim se concentraba mucho en permanecer sobre el caballo. El animista esperaba que el enano se relajase con la charla cuando aminoraban el paso.

Sin embargo, la jornada que el norteño preveía monótona como las anteriores pronto se tornó imprevista cuando la comitiva avistó unas razas cruzadas en la espesura. Por la forma en que estaban dispuestas y la relativa distancia con árboles y arbustos, parecía que alguien las hubiera colocado allí. Grimbeorn se mostró precavido, como casi todos en el grupo. Podía ser una forma de llamar su atención para dirigirles hacia una emboscada o, más probablemente, a una trampa. Pero, como sugirió Leofred, también podía tratarse de una señal dejada por el contacto de Larrid, con el proposito de indicarles el camino que debían seguir.

Aunque aquella última idea le parecía más razonable, el animista prefirió pecar por exceso que por defecto y colocó su carcaj a mano mientras sujetaba su arco corto. Al mismo tiempo, su cabeza iba girando lentamente, mientras examinaba con su mirada el terreno en busca de señales sospechosas y su oído escrutaba los sonidos arrastrados por el viento.

- Podría tratarse de un indicador para mostrarnos un camino más corto. O por donde han podido dirigirse los orientales. - Matizó distraidamente las palabras del bardo.

Turno 403

Después del desayuno, continuaron la marcha.
La noche anterior había sido tranquila, aunque una extraña tensión dominaba el ambiente. La proximidad inminente del encuentro con los orientales se dejaba sentir en cada palabra, cada respiración.
El sabroso guiso de Grimbeorn dió lugar a una curiosa discusión culinaria, donde el Pan del camino de los elfos, así como otras viandas similares confeccionadas por los orcos o los hombres de lago fueron el centro de la atención.

Edan se mantuvo en silencio aquella noche. El mundo gastronómico no le suscitaba especial atención. Su cabeza estaba ocupada en otros asuntos. También los nervios habían llegado a su estómago, y cuando así era, le gustaba recogerse en un pequeño rincón, así que buscó un refugio apartado a escasos metros de sus compañeros, un lugar con un par de piedras planas protegido de varios arbustos y se retiró allí para preparar su mente para lo que habría de llegar.

No podría decirse que Edan era un hombre totalmente inexperto en el manejo de las armas. No en vano había empuñando su lanza y su hacha en decenas de ocasiones con bastante acierto hasta el momento, pero nunca antes como ahora, se había enfrentado a una situación como aquella. Normalmente, su trabajo como hombre a sueldo le había llevado a ofrecer sus servicios como guardaespaldas, o como correo. Proteger mercancías y personas, eso era lo que solía hacer, amén de algún otro trabajo del que se sentía menos orgulloso. Pero habitualmente era suficiente con mostrar un poco de músculo o enseñar el filo de su arma. Las veces que se había visto obligado a derramar sangre se contaban con los dedos de sus manos y apenas con los de una, aquellas en que se había sentido realmente en peligro. Lo que ahora enfrentaba era algo completamente distinto. Se trataba de una guerra. Su ventaja frente a los orientales era apenas insignificante por lo que sabían y no cabía esperar compasión por parte de aquellos salvajes. Era cierto que su reciente enfrentamiento contra los anegados del río Grande le había servido como experiencia. Haber conseguido superar el pánico inicial de aquel encuentro le dió con el paso de los días cierta seguridad que antes no tenía, pero aquella sensación... Aquel nudo en el estómago no había desaparecido por completo.

Una gota de sudor frío resbaló por su sien izquierda cuando el grupo dió el alto en el camino.

Edan miro alrededor, casi guiado por las reacciones de sus compañeros, para acto seguido dirigir su mirada hacia Larrid. ¿se trataba de un mensaje de Ibenar como aventuraba Leofred? a Edan le parecía lo más sensato. Pero no estaría de más permanecer alerta.

Turno 403
Percepción

No hay nada extraño en los alrededores. No se ve a nadie, y solo se oye el viento soplar.

Las dos ramas, en forma de equis, no estaban unidas entre si. Tan solo estaban entrelazadas, lo suficiente para sustentarse la una a la otra. No había pisadas alrededor. Desde donde estaban, en lo alto de una colina baja, se veía una buena extensión de terreno. Aunque Grimeorn trató de encontrar a los orientales cabalgando, no vio nada.

Turno 403
Percepción

No hay nada extraño en los alrededores. No se ve a nadie, y solo se oye el viento soplar.

Las dos ramas, en forma de equis, no estaban unidas entre si. Tan solo estaban entrelazadas, lo suficiente para sustentarse la una a la otra. No había pisadas alrededor. Desde donde estaban, en lo alto de una colina baja, se veía una buena extensión de terreno. Aunque Edan trató de encontrar a los orientales cabalgando, no vio nada.

Turno 403

Larrid conocía bien a su amigo, y aunque sabía lo que podía significar esa señal, quiso asegurarse. Trato de buscar huellas alrededor, pero la ausencia de estas lo desconcertaba. No entendía por qué la necesidad de hacerlas desaparecer, porque era la única explicación de su ausencia.

- Esta señal nos indica que Ibenar ha pasado por aquí, estoy seguro de ello - dijo mientras revisaba los alrededores - Pero algo no cuadra… ¿Por qué borraría sus huellas? - algo no le encajaba

- Esta señal nos dice que van directos a la Puerta Negra - dijo mirando más de cerca unas marcas casi imperceptibles que había en la base de la señal - Pasaron por aquí hace solo medio día, los cogeremos…

- Hay que darse prisa, vámonos

RESOLUCION TURNO 403
 

Todos bajaron de sus caballos para investigar la marca que habían descubierto. No había huellas alrededor, ni indicios de que los orientales ni nadie hubiera pasado por allí. Larrid reconoció la señal, era obra de Ibenar, no había lugar a duda. La manera en que estaban cruzadas, señalaban la dirección, directas hacia las montañas desnudas que comenzaban a verse a lo lejos. Eran las montañas de Ceniza, que separaban Mordor de las tierras fértiles de Gondor. Allí, en algún lugar, estaba la puerta de entrada a la tierra maldita.

En la base de la marca, entre algunas hierbas, había unos símbolos casi imperceptibles escritos en la tierra. Larrid sabía dónde encontrarlos, y también su significado. Unos garabatos que el interpreto como un dato temporal que le indicaba que solo había transcurrido medio dia desde que se hicieron, eso significaba que había esperanza de alcanzar su objetivo sin penetrar en el yermo.

No había tiempo que perder, y aunque medio dia no parecía demasiado, estaban aún muy lejos. Todos montaron de nuevo, la carrera debía continuar. Casi de inmediato volvieron a galopar, imprimiendo de nuevo un trepidante ritmo al dia. Continuaron como siempre, alternando los ritmos para que los caballos no desfalleciesen. Estos comenzaban a mostrar síntomas de agotamiento, llevaban dos dias a un ritmo muy alto, y eso comenzaba a pasar factura. Pero no podían detenerse ahora, no cuando quedaba tan poco.

Siguieron el resto de la mañana, hasta que pararon a comer más tarde de lo normal. Pan, queso y fruta fue todo lo que se permitieron comer para no tardar demasiado. Aun había que dejar descansar a los animales un poco más, por lo que Larrid insto al grupo a alejarse en busca de algún rastro para asegurarse que iban por el buen camino. Pidió a Edan que se quedase junto a los caballos, mientras el resto echarían un vistazo rápido a los alrededores.

Turno 404

Fue tranquilizador confirmar que realmente se trataba de una señal de Ibenar, aunque la inquietud de Larrid resultó contagiosa para el bardo, que pasó numerosos minutos pensando también en lo que podía significar la ausencia de huellas junto a las marcas en la tierra. Se le ocurrieron varias explicaciones dignas de una historia fantástica como las que conocía, pero ninguna que realmente resultase convincente. - Ibenar podría haber ocultado sus huellas temiendo que vuelvan sobre sus pasos y descubran que les han estado siguiendo. Eso sería bueno para nosotros, mientras se mantenga así de cauteloso. -

Leofred no se mostraba muy seguro de sus palabras, pero, si resultasen ciertas, significaba que Ibenar aún estaba bien y a salvo y los orientales aún no sabían nada sobre su presencia; por otro lado, también significaría que los orientales eran igual de desconfiados y cautelosos y resultaría complicado pillarlos por sorpresa, pero ahora que lo pensaba, Leofred veía difícil sorprenderlos desde un principio.

Su siguiente parada resulto de suma necesidad temiendo por la salud de sus monturas. Al bardo le apenaba el castigo que estaban imprimiendo sobre los animales, pero no tenían elección si querían dar caza a los orientales. - De poco nos servirá darles alcance con los caballos ya agotados. - Se atrevió a compartir con los demás mientras se dedicaban a buscar rastros por la tierra blanda, temiendo que, llegado el momento, no pudieran mantener la persecución, o la fatiga de los caballos les afectase de otra manera. - Espero que lleguemos a verlos antes de que ellos nos vean a nosotros. Al menos entonces contaremos con tiempo para refrescarnos y preparar un plan. -

Turno 404

Las ramas cruzadas resultaron ser buenas noticias, al menos conforme a la interpretación que les dió Larrid. Su presa, los orientales, estaban cerca... a medio día de marcha. Pero al animista le intrigaba que el compañero del jefe de la expedición no hubiera dejado huellas en las inmediaciones. Con el paso rápido con el que reanudaron la persecución, el norteño tuvo tiempo de sobra para darle vueltas al asunto, especialmente porque el enano volvía a estar demasiado concentrado en mantenerse sobre su montura como para seguir charlando sobre exquisiteces de la cocina enana.

La primera idea que barajaba el animista era que Ibenar hubiera borrado sus huellas porque los orientales tuvieran exploradores batiendo un perímetro; de este modo, evitaba que fuera descubierto al perseguirles. Pero había otra posibilidad que le preocupaba aun más. Si los orientales hubieran capturado a aquel hombre y le hubieran torturado para sacarle información, podría haberles dado pistas a los perseguidos para dirigir a la comitiva hasta una emboscada. O, incluso, desviarles de la senda correcta para perder la pista de los orientales. En ese caso, las huellas hubieran sido borradas para impedir que los perseguidores se dieran cuenta de que más de una persona había colocado aquellas ramas.

Pero no eran más que elucubraciones y, aunque en más de una ocasión, quiso hablarle a Larrid de ellas o compartirlas con alguien más, el ritmo casi frenético del viaje aconsejaba centrarse más en dirigir la montura que en conversar y divagar. Para cuando el grupo finalmente se detuvo para descansar, ellos y las cada vez más exhaustas monturas, Grimbeorn había dejado de lado aquellos pensamientos y se ciñó a buscar huellas o rastros, como Larrid indicaba.

- Estaría bien, si. - Afirmó, más para sí mismo que para el resto del grupo, cuando Leofred aventuró la posibilidad de detectar a los orientales antes de que ellos lo hicieran. - Sólo espero que no hayan dejado exploradores u hostigadores detrás para cubrir su retaguardia. - De algún modo, el comentario le había hecho recordar algunas de sus preocupaciones de horas pasadas, mientras se agazapaba sobre el terreno y buscaba señales sobre el terreno bajo una luz cada vez más menguante.

Turno 404

Le alegraban las buenas noticias, ya que eran las únicas que podían tener ahora mismo. No era una emboscada, parecía que estábamos en la ruta correcta y que nos acercábamos por momentos.

- ¿A qué distancia estaremos? Se preguntó a si mismo, al ver como despuntaban unas lúgubres y oscuras montañas en la lejanía.

Hacía tiempo que lo había propuesto, pero cada vez parecía más necesario. Se lo comentaría otra vez a Larrid. Lo de adelantarse, pero tenía que encontrar el momento y la oportunidad ... y aunque pensaba que le diría que no, otra vez, tenía que comentárselo. Además, si era un grupo nutrido, tendrían que hacer algo, para cumplir su misión, ya que un ataque frontal, no sería más que una forma segura de perecer. Tampoco sabía cual sería la forma de proceder de aquel hombre, y esperaba que no se lanzase a una carga a lo loco. Sería la manera de tener el mismo resultado. Aún así, Freagulf era un soldado, que había prometido obedecer, y cumplir para defender a sus gentes. A pesar de que quisiera quemar vivos a todos los orientales sobre la tierra, sabía que eso no se lograría de un día para otro.

- Ulfer, compañeros, Reinos Libres, nos libraremos de esta plaga.

Se lo decía a si mismo, entre dientes. Sin mover los labios.

Cuando consiguió ponerse al lado del Líder de la Carrera, intentó hablar con él.

Turno 404

- ¿Jefe?. Sonaba como si un soldado le fuera a pedir un día de permiso a su oficial. El trote y galope, galope y trote, dificultaba el habla, pero se sentía responsable, y sabía que no era tan mala idea. Tal vez no sería la mejor de las ideas, pero era bastante buena. - Me puedo adelantar, a hacer de batidor. Tengo algo de experiencia, y aunque no sea el mejor de los jinetes... sonaba raro que un rohir dijera eso, pero era una..., la máxima modestia, que entendía su pueblo. ... y procurar descubrir el objetivo. Además, será más complicado detectar a una sola montura, que a un grupo, y si ellos son varios, harán más ruido que yo, y podría detectarles antes de que me vieran. Inspiró profundo, y miró bien, por donde andaba. Despistarse demasiado de lo que se hacía, hablando, podría dar en un buen susto. . - Luego podría montar un puesto de observación, parar, para deteneros, antes de que os descubrieran ... o incluso regresar para informar. Ya había hecho de espía para un ejército antes. No era demasiado diferente esto.

Turno 404

- ¿Y como harás eso? - dijo Larrid algo seco al principio - Entiéndeme, tu entusiasmo esta bien, pero los caballos no pueden correr mas, los estamos llevando al limite - comenzó a explicarse - ¿Cómo te adelantaras sin poner en riesgo tu montura? - quiso saber, quizás había algo que se le escapaba.

- No es mala idea, ya lo había pensado, pero para mandar a alguien... - titubeo - ... para mandarte a ti de batidor, tendríamos que bajar nuestro ritmo para que llegases antes - Larrid ya había pensado en ese posible escenario - no queremos entrar en Mordor, cosa que ocurrirá si nos relajamos, hay que dar con ellos antes.

Turno 404

Sabía que tenía Larrid toda la razón. Tal vez sus habilidades como jinete pudieran darle una ventaja de unos metros cada cierto tiempo, pero poco más. Tal vez, con media hora de adelanto, podría sacarles ¿Cuanto? ¿50? ¿100 metros tal vez? Asintió con la cabeza. Era lo que él pensaba que podría, pero … también podía ser mejor. Había pasado más tiempo de su vida a lomos de una montura que en el suelo, y eso le daba cierta ventaja, pero también podría serlo ahora. Su bestia estaba tan al límite como las demás, y sabía que aunque fuera un poco mejor, no estaba especialmente diferente. Esa era la diferencia que quería explotar en beneficio del grupo, pero como no sería así, tendría la ventaja de poder reaccionar, e incluso de utilizar esa "reserva" para una emergencia o necesidad.

Precisamente ahora recordaba a Ulfer, lo inteligente y leal que era, e incluso lo eficaz que fue, en aquella batalla, dado coces.

Asintió y obedeció. - Los sodados somo adaptables y tenemos que sacar ventajas de las situaciones. O por lo menos, intentarlo.

Dejó que cayera el paso, para ponerse a la altura del enano.

Turno 404

El paso de la montura de Freagulf aminoró durante unos instantes, dejándose caer en la fila, hasta llegar a la altura de nuestro enano. El pobre, dando tumbos sobre la silla, parecía más que era un fardo sobre la grupa, que una persona montada.

- Que mal lo estaba pasando. Pobre. Se apiadó.

Al otro lado, otro compañero, procuraba cuidar de él. Entre ambos, uno a cada lado del Maese Gwalin, tendría que hacer que tanto el barbudo como la bestia llegasen en el mejor de los estados. Flanqueado, preguntó: - ¿Cómo vamos chicos? Esperaba que tanto el naugrim como el humano, que estaba acompañando nuestro robusto compañero, pudieran escucharle. Realmente estaba preocupado, y sabía que el esfuerzo del terco guerrero era compartido por el cuadrúpedo que había bajo su culo. Una sonrisa afloró en su rostro, con un chiste que se había inventando para el momento:

- ¿Qué es más duro, el culo de un enano o el cuero de la silla que monta?