Partida Rol por web

Cuando el pequeño pasó a cargo de Trish, Robin sintió sus brazos flotar. Nunca le había parecido que deshacerse de un peso pudiera llegar a aligerarle tanto, y en su consciencia más reservada se rogó a sí mismo porqué aquello no tuviera que ver con despreocuparse por una vida todavía germinando.

Intentó consolarse con el argumento de que aun dejando al pequeño Matt, lo hacía para poder preparar el desayuno, del mismo y todos los demás. No era como si se lavara las manos. No era como si tuviera miedo a la responsabilidad.

Robin quedó atrapado por las palabras que se habían dejado caer en aquella reunión improvisada empleando al pequeño de excusa o canal. Era cierto que cuando los padres se separaban de sus hijos solía ser la quema del último barco y más cuando el niño parecía cuidado. Y si a él le preguntaban, también querido. Aunque no podía estar del todo de acuerdo con Lincoln y el resumen del amor que había hecho. O tal vez, sí, si no lo extrapolaba más allá de lo que el chico se había limitado a decir. Pero él conocía más de un cuerpo lleno de señales y aun así amado, y si su tío estuviera ahí consideraría a aquel crío mercancía perdida, o diferencia de uno magullado, curtido... El pelirrojo apretó los dientes en aquel momento y se esforzó por desdecirse de su pensamiento hacia su tío, no le quería ahí ni quería llamar a la suerte de que se pasara por su culpa.

Trasladó su mala sangre a su puño izquierdo e intentó deshacerse de ella abriendo el puño poco a poco haciendo escalar sus dedos para intentar alcanzar el cordel atado a su muñeca.

Le dolía el doble por Skyler. Sabía por lo que estaba pasando, y entendía sus preguntas como temía que el inocente comentario de Linclon al que él le había dado vueltas hubiese escocido a la chica. Y por mucho que hubiese logrado ofenderle de buena mañana, luego la buscaría para asegurarse de que su corazón estaba bien, tan bien como cuando se acostó al menos.

Sus pasos dejaron de arrastrarse al llegar a la cocina. Levantó los ojos a los muebles y dedicó un par de vistazos a lado y lado sentenciados con la guillotina de sus párpados al darse cuenta que había avanzado más de lo querido con lo que su padre llamaba la quinta puesta.

Iba a girar sobre sus talones para rehacer sus pasos hasta la despensa pero al fijarse en las piezas que tomaba Morgana se detuvo y las anotó mentalmente. Necesitaba no descontarse ni siquiera de una zanahoria, de una hoja de lechuga o de una diminuta patata. Lo necesitaba más de lo que podía explicar.

Por supuesto no tenía nada que decir, reprimir o cuestionar a Morgana pero su cuerpo quedó como aletargado mientras ella terminaba de segar los vegetales con sus dientes.

Repasó mentalmente el contenido de la despensa, y se quedó atrapado en ella intentando que su cabeza no pasara por la otra persona que no sabía amar sin dejar cardenales más profundos que los que una piel podía mostrar.

Fue con la referencia a las gachas cuando Robin volvió a aterrar al mundo.

— No nos queda leche —repitió como si aquel día se hubiera abonado a aquella frase—. Añil a veces daba pan mojado para distraer las encías pero también podemos machacar papas o patatas —se corrigió para usar la palabra que prefería Skyler— a todos nos puede sentar bien un puré. Hoy es mejor desayunar fuerte —comentó a Shamira pero un alzó un poco más la voz en la última parte para que Morgana repitiera su ingesta—.

En cualquier caso, si se decidían por el puré licuado guardaría una ración para ella para cuando volviera de darse el aire.

— ¿Ponéis agua a hervir y voy a buscar las paptatas? —preguntó a uno y otra.

Tras escuchar a Skyler, Clementine sonrió, pasándole un brazo por los hombros, frotando el brazo contrario al que tenía justo a su lado, en un gesto claramente cariñoso.- Matthew no es un mal nombre. Pero no sabemos si es su nombre. Quizá alguien sabe cómo le llamaron sus padres, y esas cosas debemos respetarlas.-explicó- Pero nada nos impide recibirlo apropiadamente en nuestra casa y en nuestros corazones. Aunque deberá ser él, cuando sea algo más grande, quien decida si desea introducirse a la fe. -adquirió un semblante algo más serio entonces- Si Madre Laura no está tendremos que apañarnos de alguna manera. En cualquier caso, Dios proveerá. -concluyó, suspirando, observando cómo el pequeño estornudaba, con cierta preocupación que se desvaneció tan pronto como vio que los demás también se daban cuenta de que podía tener frío. 

Vio cómo Morgana se marchaba, y también cómo Nick se dirigía hacia la puerta- ¡Eh, Nick!- dijo, subiendo un poco la voz, sintiendo el peso de una culpa indefinida en la boca del estómago. Se soltó despacio, de Skyler, y se acercó a su compañero, abrazándosele en cuanto se situó junto a él, apretándolo durante un breve instante, en el que suspiró- Estamos bien, ¿vale? Lo siento. He sido... Un poco dura contigo. - dijo, con sinceridad, mientras se separaba de él- Ve con cuidado.-se despidió, apretando durante un instante su mano, pensando que tampoco quería impedir que pudiera evadirse, que pudiera respirar. No debía ser agradable para él, ni tampoco para...

Miró de nuevo hacia donde se encontraban los demás, y una vez más, a Nick, soltándose de él- Encontraremos una solución.-aseguró, antes de volver a su lugar junto a Bentley y Skyler, sentándose en el suelo, sintiéndose algo mejor consigo misma mientras se abrazaba al animal, apretándolo contra ella y besando su hocico, antes de reclinarse contra la pared y observar cómo Trish y Kane se desenvolvían con el bebé, y cómo éste último volvía a cogerlo en brazos. 

Era impresionante. Cómo parecía que hubiese llevado a aquel crío en brazos toda su vida. Y cómo aquella visión removía sus entrañas- Sí, cuidaremos de él.-respondió, sonriendo. 

El abrazo de Clementine le pilló por sorpresa. De hecho le cogió con el pie cambiado y estuvo a punto de caer. En la cabeza de Nick hubo un estallido de emociones confusas, y no estaba preparado para lidiar con ellas en aquel momento. Eso no le impidió, no obstante, devolver el abrazo a su amiga, aunque fuera con torpeza.

- Guárdate eso para cuando haya conseguido algo - dijo, ¿por qué siempre era cortante con todo aquel que se acercaba? ¿por qué seguía guardando las distancias con Clem, que era toda corazón, toda alma, toda luz? -. Y no te preocupes. Mala hierba nunca muere.

El tacto de su mano duró en su mente mucho más de lo que debería haber durado. Era un buen momento para poner tierra por medio. Hizo un gesto a los demás.

- Nos vemos luego en Trueque.

Avanzó con paso ligero, contento por tener algo que hacer y sin duda, emocionado por el nuevo inquilino, quizá más de lo que le gustaría. La decisión de si el bebé se quedaba o no, no le correspondía. Eran ese tipo de decisiones que, en principio, correspondía a los más amyores, bajo el precario principio de ue eran más conscientes de las necesidades del grupo y de lo que era bueno para este. No obstante, si se desembarazaban de Mathew, fuera o no el nombre que finalmente se le pusiera, no serían mejor que la madre que lo había dejado a sus puertas. No sería mejor que su propia madre dejándolo con el monstruo que había sido su marido.

Puso más vivo el fuego en el que había empezado a calentar la dosis diaria de achicoria antes de que la revolución los alcanzara y por el rabillo del ojo vio cómo Morgana bebía de los restos del día anterior. Por un instante estuvo a punto de callarse y dejar que bebiera aquel trago amargo, bastante más suave y menos perecedero que lo que su mirada le transmitía cada vez que se cruzaba con él.

Ignoraba la razón de su desprecio real hacia él. Que se hubiera dedicado a la prostitución era tan solo una excusa, tan válida como cualquier otra para prejuzgar y odiar o simplemente considerarse superior elevándose en el pedestal de una moralidad hacía tiempo extinta. Daniel simplemente lo asumía como una necesidad más. Estaban los que empatizaban. Luego los que no. Y Morgana pertenecía a esa segunda clase. Escupía su veneno en pequeñas dosis, el sarcasmo era su escudo y no mostraba especial apego o afecto por nadie en concreto. Quizá fuera algo imprescindible cuando tu amante es un arma cuyo objetivo es matar.

-La achicoria estará lista en nada y será mejor que lo que estás bebiendo, frío y amargo -dijo a Morgana-. ¿Puré de patatas? Mmm, buena idea. Y no habrá un trozo de tocino o algo parecido para darle más sustancia cuando hierva, ¿verdad? -Robin era un buen chaval, quizá demasiado introvertido, pero si de algo sabía Daniel era que todos necesitaban sus tiempos. Llegaría el día en que aquel muchacho hablara y cuando lo hiciera, lo haría hasta por los codos. Solo esperaba estar a su lado para escucharlo-. Yo me encargo de poner el agua a hervir, así que vete tranquilo. Creo que por aquí hay un bidón con agua, así que no será necesario salir a por más. De momento -el chasquido seco de una zanahoria al partirse entre los dientes de Morgana lo hizo volverse y la imagen le hizo sonreír, quizá demasiado abiertamente y quizá dejando entrever demasiado claramente lo que le sugería aquella imagen.

Le hizo gracia el comentario de Robin. Aquel chico no cejaba en su empeño de cuidar de los demás, pequeños o grandes.No quiso aguarle la fiesta, y, imperceptiblemente, asintió. Luego, sus ojos enfocaron a Daniel por encima del borde de la taza mientras bebía el último trago de líquido de frenos y apuraba su contenido.

-Sin duda tienes razón. Sabe casi un poco mejor que el aceite de motor.

Dejó la taza sobre la mesa.

-Quiero revisar la empalizada. Disfrutad del café.

Cuando Morgana se acercó a Cass, Kane trató de percibir lo que la mujer susurraba, aunque con el jaleo reinante tan sólo percibió algunas palabras sueltas:

«Quiero .... ....... ........ en la red. ...... hablamos.»

Cuando Morgana se acercó a Cass, Trish trató de percibir lo que la mujer le susurraba a su hermana y no le costó demasiado escucharlo todo:

«Quiero que busques algo en la red. Luego hablamos.»

Antes de desaparecer escaleras arriba Cassandra se detuvo un momento y se giró levemente, la imagen de Kane con el bebé de nuevo en brazos, como cuando había llegado, cerraba el círculo y le dio una sensación extraña, como si tuviese que ser así por algún motivo que ella desconocía. Sacudió un poco la cabeza quitándose esos pensamientos y centró su mirada en su hermana.

-Prueba a ver si puedes conseguir algún vigila-bebé, como van con electricidad no deben estar muy buscados, y si son de esos con cámara aprovecha y trae los que puedas. Nos vendrían bien para mejorar la seguridad...

La verdad es que lo que habían dicho sobre no enterarse de quién había llegado hasta su puerta la había puesto nerviosa, aunque no hacía falta mucho para ponerla así, y se le había ocurrido que esos chismes podrían ser buenos sustitutos de cámaras de seguridad. Aún podía recordar el modelo que sus padres compraron cuando 'estaban embarazados', seguro que habría desaparecido junto con todo lo que guardaban en casa, no había vuelto, lo había intentado en varias ocasiones pero al final siempre acababa dándose la vuelta. Tenía miedo de los recuerdos y de ser vulnerable, ante todo su coraza bien puesta.

Robin negó con una mueca de disculpa a la sugerencia de Daniel, estaba convencido de que hubiese sido algo realmente delicioso de hacer pero no les quedaba nada del último trueque. Como consuelo la caja para llevar al mercado ya estaba competa al menos hasta el mínimo para que viaje y la negociación les saliera rentable.

— Lo siento —dijo interpretando su gesto y haciéndose cargo de lo insípido que iba a ser aquel desayuno—.

De inmediato anotó en su lista mental conseguir un poco de cerdo para futuras comidas. O en su defecto, alguna proteína animal.

Sonrió a las siguientes palabras de Daniel y asintió con la cabeza — Perfecto —pensó girando sobre sus talones para salir hacia el almacén—.

Realmente prefería ser él quien se metiera en el almacén a rebuscar en su orden las patatas más dulces y es que aquel era sin duda un día de patatas dulces. Al chico se le antojaban de celebración, y aunque Matt seguramente no estaría de acuerdo con que aquel día era para festejarlo, Robin sabía que a los bebés les apetecían las cosas dulces. Y el resto de los Morris no iban a protestar precisamente por ello.

Por el camino se dio cuenta que su sonrisa llegaba más adentro de sus mejillas de lo que conscientemente creía y un suave rubor le hizo replegar de nuevo los carriles que sus labios habían dibujado en ellas. Le gustaba tener a Matt por ahí. Le gustaba la idea de que su comunidad transmitiera a una madre o a un padre o a ambos la imagen de lugar seguro y acogedor, le recordaba a cuando su padre aun era dueño de Unhood y le animaba a imaginar a Nick tintineando por dentro.

Realmente quería a su tío Nick, le quería muchísimo y aunque ello no era ninguna novedad necesitó pensarlo como si él pudiera sentirlo. Lo prefería a decirlo, así era más cómodo para ambos, y además ahora estaba a otra cosa.

Abrió la puerta de la despensa y repasó con la mirada hasta el último rincón antes de meterse en ella. Lo hizo con el corazón suspendido en la garganta como si esperara encontrar un cambio en ella, y ante su ausencia respiró con tranquilidad en la línea principal de pensamiento pero en un punto más interno tragó amargo en algo muy parecido a la desilusión.

— buf, que el niño no sea un trueque... —le bajó el corazón de la garganta al estómago y se puso manos a la obra.

Se acercó al armariete de las patatas y rebuscó las de piel rosada y dimensiones similares a su puño o menores. Las eligió con mimo, cargándolas en su camiseta que abombó para hacer una hamaca a los tubérculos y antes de salir tomó dos piezas de cebollines; no era cerdo pero los tallos troceados arreglarían el sabor.

Una vez lo tuvo todo volvió a la cocina haciendo repaso mental de quién había puesto mala cara a aquel sabor en otras ocasiones e intentando recordar si a Bentley le podía sentar mal alguna cosa de las quedaran para él.

No tardó demasiado en volver a meterse en la cocina y descargar su camiseta en la isla de camillas.

— ¿Shamira prefieres pelar, trocear o machacar? —preguntó alineando las patatas— Mira —habló entonces a Daniel tendiéndole los cebollines—, no es tocino pero dará sabor, ¿te parece bien?

Sonrió cuando Morgana se fue, cabeceando para sí un no de incomprensión ante la actitud de aquella mujer aparentemente implacable. Algún día debería emplear... Algún día, pensó en lo que parecía una promesa personal.

Recogió la taza que había dejado y vertiendo lo que quedaba de ella, la limpió someramente, con la economía que caracterizaba a una comunidad sin agua corriente. Tras ello, cogió una gran olla, y tras varios viajes con un medidor de agua, dispuso la cantidad necesaria para cocer las patatas.

-Shamira, enciende el fuego, por favor. Ya me encargo yo de la olla. Mmpfff -gruñó por el esfuerzo antes de depositar el puchero sobre el fuego con un sonido metálico-. Gracias.

Justo entonces regresó Robin con su preciado tesoro de patatas. Visto su aspecto parecía que hubiera elegido las mejores, algo que sin duda respondía a la presencia del bebé.

-Ya las pelo yo. Ella puede trocearlas si le parece bien -comentó. Cuando Robin hizo aparecer de la nada los dos cebollinos-. ¡Fantástico! -dijo acompañando la palabra con una sonrisa-. Podemos sofreírlos antes para que cojan más sabor y añadirlos justo al final. Shamira, Ata, ¿en qué idioma es? Y dijiste que significaba regalo, lo cual me hace pensar que piensas que el pequeño es un regalo. ¿Me equivoco? -preguntó mientras empezaba a pelar las patatas. Guiñó un ojo cómplice a Robin. Hacer hablar a Shamira no siempre era fácil-. Robin, podrías traerme un cuenco para dejar las patatas conforme las pele. Y ya de paso, ¿qué sentiste cuando lo cogiste entre tus brazos? Siendo sincero, nunca he tenido un bebé entre los míos. Debe ser... curioso. No sé, alguien tan inocente y vulnerable, un trocito de carne sonrosada que te mira... Te envidio, aunque también me da algo de miedo.

—Y tres —concluyó Trish, entendiendo en ese momento que lo que Kane pretendía era coger al niño. Asumió que ella se había explicado mal, y sin ningún tipo de duda, dio un par de pasos hacia atrás contemplando la escena. En parte veía al crío como una especie de máquina pequeña y delicada, pero aún así era inevitable sentir cierta ternura.

—Espera, Nick, voy ya contigo —le pidió al hombre. Y al escuchar a su hermana llevó los ojos hacia ella y asintió.

—Buena idea —respondió con una sonrisa—. Si no encontramos, veremos qué se nos ocurre con lo que haya.

Iba a marcharse, y podría haberlo hecho en ese mismo instante. Sin embargo sus emociones estaban bastante alteradas, y la verdad es que quería a Cass más de lo que querría nunca a nadie. Así que al ver cómo la miraba no reprimió las ganas: se acercó a ella y le dio un abrazo rápido antes de marcharse.

—En un rato volvemos —prometió con la sonrisa bailando en la cara.

Antes de marcharse Trish comprobó sus bolsillos, a pesar de no llevar gran cosa, y dedicó una última mirada a los que se quedaban.

—Hasta luego —enunció, mirando finalmente una vez más al bebé y suavizando su expresión como consecuencia—. Hasta ahora, pequeño. —Y es que tuviese el nombre que tuviese para los demás, o aunque no tuviese ninguno, aquella sí era una certeza.

De alguna manera parecía que las decisiones se iban tomando por sí mismas y a los miembros del refugio les fueron picando las ganas de ponerse en movimiento. En unos minutos era Cassandra la que se ponía en marcha y mientras ella desaparecía por la puerta, Nick y Trish hicieron lo propio, dejando en la sala común a Kane, Clementine y Skyler con el bebé. 

El perro se había ido apaciguando a medida que la sala se iba vaciando y, cuando ya sólo quedaban tres personas en ella, parecía estar a punto de tumbarse. Sin embargo, el sonido de la puerta le hizo alzar la cabeza de pronto, con las orejas en punta y su cola comenzó a moverse. 

Dudó. Sus ojos fueron hacia el bebé, que ahora sostenía Kane y miró al hombre fijamente. Por un momento dio la impresión de que el enorme perro estaba a punto de saltar encima de él para quitarle al niño. Después miró a Clementine y un tenue gañido vibró en su garganta, a medio camino entre la protesta y una petición de permiso. Pero cuando la puerta sonó por segunda vez, Bentley emitió un ladrido agudo y echó a correr, queriendo escurrirse hacia la calle antes de que la puerta se cerrase.

No era que necesitase ayuda de nadie para salir o entrar. Tenía sus formas de escabullirse cuando se le antojaba sin que nadie en el refugio supiese exactamente por dónde lo hacía. Pero, por algún motivo, ese instinto de aprovechar el hueco abierto se despertaba en él cada vez que escuchaba la puerta. 

Skyler aceptó el gesto cariñoso de Clementine con naturalidad. No eran demasiadas las personas con las que la joven recibía cómodamente ese tipo de muestras, pero ella era sin duda una. En ocasiones parecía que Skyler no terminaba de comprender las emociones ajenas, a veces su lengua se afilaba de más o sus preguntas metían el dedo en la llaga sin que ella pareciese darse cuenta, o su ceño se fruncía con incomprensión por igual ante el dolor y el amor. Pero Clementine y Kane habían podido comprobar, por el tiempo que la chica pasaba en la capilla, que no tenía mal corazón. 

Dio un pequeño respingo cuando el perro al que ignoraba deliberadamente ladró y después suspiró aliviada cuando se marchó corriendo. No se molestaba en disimular que no le agradaba el animal y si lo toleraba sin protestar en voz alta era, simplemente, porque Clementine lo amaba. 

La miró cuando habló y sus labios replicaron su sonrisa cuando siguió su mirada hacia Kane con el niño en brazos. Entonces se sentó ella también en el suelo, con las piernas cruzadas a lo indio, y arrugó la nariz. 

—Yo creo que deberíamos bautizarlo por precaución. Antes se hacía así —remarcó con ese tono sabiondo que llevaba siempre consigo. Sin embargo, la ternura que se había negado cuando estaban todos presentes asomó un poco la cabeza cuando volvió a mirar hacia Kane y su expresión se suavizó—. ¿Crees que con esa manta es suficiente? Puedo ir a buscarle la mía si tiene frío. 

Shamira había devuelto la sonrisa a Morgana cuando la mujer había manifestado que le gustaba el nombre que ella había propuesto. Y después le hizo un gesto de despedida cuando se encaminó hacia la puerta, pero fue breve, pues enseguida las palabras de Robin y Daniel atraparon su atención y las de sus manos ansiosas de ayudar.