Partida Rol por web

Nueva York, 13 de noviembre de 2037, 21.30.

El santuario del joven curandero se encontraba en la planta baja, junto a la despensa y enfrente de la cocina. Una mezcolanza de olores flotaba en el aire y recibía a cualquiera que entrase allí a cualquier hora del día o la noche.

Bajo la luz de una bombilla desnuda se podían ver algunos muebles: un antiguo archivador reconvertido en cajonera, una estantería con algunos frascos, algunos llenos y otros vacíos, una mesa sobre la que descansaban un mortero y algunas otras herramientas y que lo mismo servía como mesa de trabajo que como camilla improvisada, una pila de la que en algún momento debía haber salido agua corriente pero en la que había un pequeño cubo con agua de lluvia. Un par de cuerdas atravesaban la estancia de lado a lado y de ellas colgaban algunas hierbas boca abajo, secándose para que el pelirrojo pudiera picarlas para ser usadas como especias o preparase algún potingue con ellas. 

Y allí, envuelto en aquellos olores aromáticos como si estuviese en su propia salsa, encontró Axel a Robin cuando acudió en su busca para terminar el examen de su rodilla que había quedado en el aire horas atrás. 

Ser recibido con esa mezcla de perfumes propios de hierbas que reconocía se le hizo tan extraño como agradable, e incluso antes de anunciar su presencia una sonrisa cruzó su rostro. Si creyese en las señales, consideraría aquella como una de que había encontrado un nuevo hogar. Pero como no lo hacía, no realmente, solo le quedaba agradecer tan maravillosa experiencia y coincidencia al universo con una cálida sensación que se extendía por su pecho. 

Recién una vez que procesó los olores, sus ojos se fijaron en la extraña escena que retrataba esa habitación. A pesar de ser una estructura moderna con muebles contemporáneos, los objetos que la llenaban le daban un aspecto antiguo similar a la que tendría la tienda de un apotecario. Entre hierbas esperando secarse, el mortero, el cubo de agua y los mil y un frascos, aquello se había convertido en una extraña mezcla de distintas épocas que parecía un viaje en el tiempo fallido. 

¿Que tal, doc? - saludó apoyado con un hombro en el marco de la puerta, alzando una mano para saludar - ¿Listo para aventurarte con mi rodilla?

Al ver la herida que disipaba todo misterio sobre el dolor de Axel, Robin comprendió que su trabajo iba a ser algo más complicado que palpar tendones y por ello, y en vistas de la hora, había optado por pedirle a Axel un pequeño tiempo muerto en el que se había dedicado a contemplar un techo mucho más simple que lo que ahora le traía el violinista.

Lo cierto es que le hubiese gustado consultar algún que otro cuaderno antes de volver a plantarse frente a las rodillas de Axel pero le emocionaba tanto el trabajo que agradeció que éste llegara pronto.

El niño doctor sonrió al saludo y disposición de su invitado y no tardó en señalar la camilla para que fuera liberando la pierna.

— ¿Quién te hizo eso? —preguntó no por el disparo, por el destrozo que le había proseguido— Dime que no fue Morgana— rió con maldad deseando -aunque solo un poco- que así fuera—. ¿Y desde cuándo lo tienes con esa pinta?

Tan pronto el pelirrojo le sonrió y lo invitó a pasar, Axel dejó de apoyarse en el marco para enderezarse y caminar hacia la camilla. Frente a esta se quitó los zapatos, calcetines y pantalones, como hacía un rato había hecho, y se sentó en la orilla para dejar que el chico examinara su rodilla con toda calma y tranquilidad. De normal no le dolía, a menos que la forzara demasiado, así que al menos no tenía que preocuparse de que fuera a hacerle daño en medio de la examinación. 

Los Mártires - respondió naturalmente, aunque cuando lo escuchó reír pensó que quizás se refería al destrozo de curación, que sin duda había sido bastante mejor de lo que habría logrado él mismo, así que sería incapaz de quejarse - Ah, la sanación. Me la hizo Alexia, mi ex. - le explicó mientras seguía con la mirada lo que fuera tocando el curandero - No era una experta, pero hizo lo que pudo. Y está así... pues, desde que cicatrizó, pero de eso ya unos cinco años.

El pelirrojo pestañeó con la respuesta de Axel. ¿Quién iba por ahí disparando a la gente para luego curarles?

Otra línea de pensamiento le punzó con sarcasmo al verse a sí mismo considerar aquello como algo que si estuviera un poco más loco el mismo haría, que de hecho le encantaría tener ese plus de locura para poder hacerlo.

Pero todos sus castillos en las nuevas cayeron cuando su paciente aclaró su respuesta y de paso la pregunta que le había hecho Robin.

— Mea culpa —esgrimió sin saber que esa expresión no formaba parte de su idioma—.

Sus ojos golpearon un acento de sorpresa al oír el tiempo que hacía que el violinista se paseaba con la rodilla tan jodida y más por lo poco que se quejaba.

— No me extraña que la dejaras —creo un chiste por el mal trabajo pero decidió no darle voz. No conocía la verdadera historia pero sí sabía que podían hacer más daño que una bala—. Además... Hizo lo que pudo, no seas capullo Rob.

Palpó los extremos con cuidado quería saber cuánta piel estaba afectada y cómo. Lego se fijó en la herida mientras deslizaba una mano al tobillo de Axel para conducir el movimiento de la pierna con extrema cautela.

— ¿Cuánto llegas a andar antes de que te duela? ¿Alguna vez te ha pellizcado durmiendo como para despertarte del dolor?

El silencio del pelirrojo le intrigó bastante, pues por su mirada podría apostar que estaba teniendo una conversación consigo mismo, pero no tardó demasiado en decidir que seguro estaría debatiendo sobre posibilidades de diagnóstico de su rodilla. Si el chico efectivamente sabía de medicina, probablemente tendría mil y un cosas que considerar, así que el que estuviera ocupado mentalmente era normal. 

Ladeó ligeramente la cabeza con el ceño fruncido al ver como Robin le acariciaba la pantorrilla. No estaba molesto de que le tocara la pierna, en absoluto, pero no sabía que tanto podría tener que ver su pantorrilla y tobillo con eso. Por otra parte, por eso no era él el doctor. Boticario. Curandero. Lo que fuera, el sanador. 

Tengo que andar un tiempo considerable. Por quince minutos no pasa nada, pero ya si me echo horas andando me jode como si estuviera recién hecha - y eso no facilitaba demasiado el desplazamiento, para su desgracia de vida nómade - Nunca me ha dolido tanto mientras duermo. Al principio me molestaba un poco, pero de eso ya un tiempo. Ahora la siento normal, excepto cuando la fuerzo mucho. - algo que durmiendo no llegaba a hacer jamás.

Era difícil diagnosticar aquello más allá de ver que había una cicatriz antigua. Robin no veía nada a simple vista, la pierna tenía una movilidad aparentemente normal y la herida llevaba muchos años ya cerrada. El chico no tenía mucha idea de qué podía estar pasando ahí dentro para que hubiese dolor. 

Pero sí sabía qué plantas podía mezclar para aliviar ese dolor. Le llegaron a la memoria un par de recetas que deberían servir para fortalecer la articulación y anestesiarla. Nada que fuese a curarle de forma permanente, claro, pero sí que había al menos dos o tres ungüentos que él conocía y que podía preparar para facilitarle la vida al violinista.

El chico escuchó las respuestas de Axel sin dejar de pasearse por sus conjeturas y recetas mientras estudiaba la pierna.

Finalmente la dejó en su sitio y torció el gesto con un fastidio que no se correspondía a la situación.

— Pues parece que lo hizo todo bien —tuvo que reconocer el muchacho palmeando con ambas manos sus rodillas para levantarse—. Aun así te haré una pasta para cuando tengas que anadar mucho, te calmará cuando se cargue.

Se encogió de hombros — Siento haberte liado para nada.

Ver la expresión de molestia en la cara del pelirrojo le hizo alzar una ceja, más aún cuando escuchó que aparentemente todo iba bien con su rodilla. Eso era una buena noticia, ¿no? Podría haber jurado que sí lo era. Al menos para él lo era. 

Nada de liar para nada - negó enseguida, bajándose de la camilla para ponerse de pie él también - Como mínimo me ayudará ese menjunje que me vas a hacer, y eso ya es bastante - comentó mientras recogía sus pantalones y se los ponía - E incluso sin menjunje misterioso, me deja mucho más tranquilo tener una segunda opinión de un curandero recomendado - le sonrió con confianza, guiñándole un ojo, para una vez abrochado su cinturón ir a ponerse los calcetines y los zapatos apoyándose en el borde de la camilla. 

Si alguna vez necesitas mi ayuda para algo, solo dilo. Te debo una por el tiempo. - dijo un poco más serio, aunque en tono relajado aún. No quería sonar grave, solo darle la confianza para efectivamente cobrarle el favor. 

Robin rió entre dientes alagado por el comentario de Axel. Le gustaba la idea de ser recomendado aunque sabía que no lo había dicho en serio.

Le dejó espacio para vestirse yéndose al estante de los papeles a buscar el cuaderno donde tenía recordada la receta para el mejunje que quería preparar, solo por si se olvidaba en algún momento de qué iba a hacer o le asaltaba alguna duda.

— No me debes nada, en serio; al contrario, gracias por dejarme echar un ojo.

Y a pesar de la sinceridad de sus palabras en ese momento la oportunidad le golpeó la cabeza.

— Pero si me gustaría preguntarte si puedo pedirte, si no te sabe mal, si puedes enseñarme música —pidió con ojos de cordero—. Mi padre me enseñó algunos acordes de guitarra pero ya casi no me acuerdo y no me gustaría perder esa parte de él.

Sonrió al escuchar la negativa de Robin, pero aún así se prometió mentalmente buscar una forma de ayudarle. Quizás podría ir a recolectar alguna hierba útil, o en algún momento se encontrara con algo que pudiese serle de utilidad al curandero. Quizás ni hoy ni mañana, pero algún día. 

Bah, no es nada - respondió mientras acababa de vestirse. Una vez listo, fue hacia Robin con intención de preguntarle por cuando tendría el menjunje aquel, pero antes de llegar a decir palabra el pelirrojo encontró un nuevo tema de conversación muchísimo más interesante. 

¿Saberme mal? Tienes que estar loco - su sonrisa creció de oreja a oreja - No es fácil encontrar a gente que le importe la música realmente hoy en día, así que estaría más que encantado de enseñarte, más aún si te recuerda a tu familia - ni tuvo que pensarse la respuesta, porque para él era más que obvia - Lo que sí debo advertirte, es que de guitarra sé lo básico, definitivamente menos que Clem. - antes que nada tenía que ser sincero - Pero si te basta con lo que sé, o quieres aprender violín, puedes contar con ello. 

A Robin se le iluminó la mirada a pesar de estar teñida de tristeza y dolor, asimismo asintió rápido para atrapar esa oferta antes de que se le fuera entre los dedos.

— Me basta. Y me gustará aprender violín. Gracias.

En el fondo lo segundo no lo podía saber a ciencia cierta pero se alegraba de poder cambiar el rumbo de la primera impresión que le habría dado Axel. Y si al final no se quedaba esperaba que la música le sirviera de excusa para seguir pasándose por el Morris.

— ¿Cómo es que sabes?

Fantástico - respondió con una enorme sonrisa de oreja a oreja - Ya vas a ver como te va a encantar. Es que el violín enamora, tiene una magia que ningún otro instrumento tiene. - aseguró confiado, pues él vivía y respiraba por su violín. Quizás, de haber vivido una vida diferente, de haber crecido como niño rico y poder costearse la educación que quisiera, hubiese acabado en un conservatorio y luego en una orquesta sinfónica en vez de como superviviente del Bronx. 

Aprendí de pequeño. El violín lo heredó mi mamá de unos señores ricos para los que trabajaba limpiando su casa, bah, más bien lo rescató de la basura cuando se compraron uno mejor - explicó sin vergüenza alguna, pues para él la basura de los ricos siempre había sido un tesoro al que sacar provecho - No me podía costear profesor, así que aprendí viendo videos por internet, practicando mucho y entrenando el oído. - era uno de sus mayores logros, o de los que él consideraba sus mayores logros. Ser un violinista autodidacta no era fácil, y menos ser uno sin recursos.

Por como hablaba Axel, Robin se imaginó que el violín debía ser el Skyler de los instrumentos y sonrió a la idea de esa magia cuando aprendes a dejarte llevar por su son.

Le costó entender que alguien tirase algo que aun podía servir, por ricos que fueran. A fin de cuentas los ricos no lo son por ir tirando monedas de cambio a la basura, pero seguramente se encargaría el tiempo de avisarles de sus malas mates y gestión.

Sus ojos se abrieron asombrados al escucharle hablar de internet y de que había aprendido algo de ahí; ello no casaba ni por un suave hilo con lo que mascullaba su padre.

Ladeó un poco la cabeza, extrañado, intentando decantar sus ideas para que pudiera encajar esa nueva.

— ¿Estuviste en internet? No te hacía tan mayor.

¿Que si estuve en internet? - sonrió, divertido por que al chico le sorprendiera tanto, y halagado porque lo viera tan joven - Crecí con internet - enfatizó, pues en su generación la gente había crecido y se había criado usando computadores y aprendiendo de Youtube. Su generación y alguna anterior, probablemente. 

Tengo casi cuarenta años ya, de sobra para poder ser el padre de la mitad de ustedes. - bromeó, pues claramente no lo era - Y estaba seguro de que representaba más, porque tampoco es que haya dormido mis ocho horas de belleza durante esos 38 años. - su sonrisa se torció hacia un lado. - ¿Cuánto me echabas? Por satisfacer el ego, pregunto. Yo a ti te echo unos... ¿18 años? ¿Algo así?

Axel añadió confusión al poco conocimiento que Robin tenía de internet, y si su padre hablaba de ello como un sitio y ahora parecía un alguien. Más tarde le preguntaría a Cassandra en cual encontraba su magia.

La edad del violinista le sorprendió y cambió algo en su cabeza que le colocó rapido el filtro de padre tal como el propio hombre advertía.

No hubiese dicho que tenía casi la edad de su padre pero tampoco le pareció tan poco creíble como para no haberlo adivinado de haberse fijado mejor. Aunque entre su padre y Alec le habían jodido la intuición en lo que a echar años se refería pues ambos aparentaban a la vez más y menos de los que tenían, y tal vez, Axel padecía la misma condición.

Sonrió volviendo de sus comparativas al escuchar por primera vez en su vida que no tenía cara de niño, o eso fue cuánto quiso sacar de los dieciocho años que le daba su paciente improvisado.

— Algo así, sí.

— Pues... —se tomó un segundo para pensar cuantos años no eran un insulto y sin querer se encogió de hombros confesando que no tenía ni idea— como Morgana, treinta y pocos.

— Pero creo que aún así, conocerías internet porque mi novio tiene veinte y siempre dice que lo vió. Ha sido un lapsus, es que siempre me choca mucho porque mi padre me contó que era muy peligroso y nunca me quería hablar de ello.

El "algo así" le dejó preguntándose que edad tendría realmente el curandero pelirrojo, pero no se detuvo demasiado en ese pensamiento. No más de la cuenta, al menos. Era una curiosidad que tarde o temprano acabaría por saber, y no era demasiado relevante de cualquier manera. 

Treinta y pocos - asintió conforme - Fingiré que te creo y tomaré el cumplido - sonrió de medio lado, guiñándole un ojo con complicidad. 

¡Vaya! ¿Tienes novio? Con lo difícil que es mantener una relación en estas condiciones debes quererlo mucho - o al menos eso le parecía a él. No era como que uno pudiera ir a citas a parques de atracciones ni nada de lo que se hacía antes de que el mundo se fuera a la mierda - Y más si no es del Morris - al menos no le parecía que nadie además de Skyler hubiese mostrado especial deferencia hacia Robin, y sin duda vivir separados dificultaba mucho cualquier relación.

Mira, el internet no era ni la mitad de peligroso de lo que lo hacían sonar, a menos que encontraras una forma de meterte a la deep web. Eso era como un mercado negro donde podías encontrar desde trafico de órganos humanos a asesinos a sueldo pasando por toda actividad criminal despreciable que se te ocurra, pero los que podían acceder ahí eran un puñado entre billones de personas - lo que ahora quizás podría sonar ridículo como población, considerando lo desolado que estaba todo - Para todo el resto de nosotros, internet era como una biblioteca enorme, con todos los libros, discos y películas publicados en la historia de la humanidad. Un lugar donde podías viajar sin moverte de tu asiento, una ventana a otros mundos y realidades. Y lo mejor de todo era que podías hablar con cualquier persona en cualquier parte del planeta con la misma fluidez que estamos hablando ahora tú y yo. - sonrió recordando aquello - Tenía su peligro, como todo, pero en general era algo muy bueno. 

Al pelirrojo no le quedó muy claro si Axel le estaba llamando mentiroso pero como dijo aceptarlo como un cumplido no se ralló activamente por ello.

Respecto a Alec se limitó a sonreír con el calor de los recuerdos y a asentir a las cosas bonitas que el violinista resaltaba de su relación. Siendo así la imagen que Axel tenía le pareció mejor dejarla intacta y no volver al cabreo por su ausencia y a la preocupación compartida con Hope por su retorno. Y sobretodo no quería derivar de esa idea al fuego que seguía consumiendole el alma después de sepultar a su familia.

Así pues se quedó con internet expuesto como si fuera algo completamente diferente a lo que conocía y en él reconoció a Trish a pesar de que hubiese apostado que Cass tendría más de ese lugar en su ADN que su hermana. Y aunque lo buscó e incluso intentó encajarlo en la deep web, no supo encontrar qué hubiera podido matar a su madre.

Se permitió soñar con una biblioteca infinita de libros, hierbas y música aun intacta y le entró el ansia de lanzarse a la aventura de encontrarla.

— Parece muy bueno, sí.
"Pero incluso eso también muere"

— Debe ser difícil vivir sin él...¿Ello? Tras estar acostumbrado a que tuviera todas las respuestas, todo lo que necesitabas, después de todo lo que te enseñó y lo que faltaba por aprender...

— Cómo ...

Bajó los ojos al mejunje tan pronto como supo que iba a volver a llorar y aunque se esforzó en evitarlo no volvió a subir la cabeza y disimuló machacando en su mortero lo que ya tenía suficientemente machacado.

Una sonrisa medida se dibujó en los labios de Axel al darse cuenta de que al menos parte de la perspectiva sobre internet del chico había cambiado. No era algo tan importante, más aún cuando ya no existía, pero el puertorriqueño creía que cada monstruo que uno creara tenía su peso a la larga, y destruir uno seguro sería más ayuda que molestia por irrelevante que ahora pareciera. 

Entonces la conversación cambio de tono repentinamente, y la mueca de Axel se redujo hasta formar una sonrisa mucho más empática y compasiva antes de posar una mano sobre uno de los hombros del chico. Claramente ya no hablaban de internet.

Nada desaparece del todo, Robin. Tómalo de alguien que ha perdido suficiente para saberlo. - dijo en un tono suave, diferente al entusiasmo con el que había hablado hasta entonces - Todo lo que aprendemos, todas esas respuestas recibidas, cada momento que atravesamos, todo queda en nosotros y deja una huella. Y quizás sea parco consuelo cuando lo extrañes, o suene como un cliché absurdo a ratos, pero toda la gente que pasa por tu vida, para bien o para mal, vive en ti también. - sonrió un poco más, aunque su mueca no pasaba de la comisura de los labios - Con el tiempo, he descubierto que para mí la mejor forma de sentirlos cerca es recordando y poniendo en práctica sus enseñanzas. ¿Quizás eso pueda ayudarte?