Partida Rol por web

Nueva York, 14 de noviembre de 2037, 3.00.

Tras una puerta metálica se encontraba la escalera estrecha que llevaba desde la primera planta hasta la azotea del Major Morris, el lugar más alto del edificio. Desde la explanada de unos cincuenta metros cuadrados, bordeada por una barandilla de cemento, podía verse todo el perímetro que bordeaba la empalizada, aunque no era posible abarcarla entera con la mirada sin moverse de un lado a otro. 

Había un par de mantas allí arriba, que alguno de los habitantes del lugar había dejado para las guardias en las épocas más frías. El suelo era de terrazo, dañado en algunos puntos, y en las esquinas se arremolinaba algo de polvo. Dos sillas y una mesa baja completaban el resto del mobiliario de esa terraza que resultaba poco apetecible en invierno. 

El cielo estaba encapotado, lleno de nubes que impedían ver las estrellas y opacaban los rayos de la luna. La calle estaba oscura más allá. Hacía mucho tiempo que la noche de Nueva York no estaba salpicada de las pequeñas lucecitas de las ventanas que la habían poblado años atrás. Aún podían vislumbrarse los perfiles de los edificios y las copas de los árboles del Jackie Robinson, pero ya hacía rato que la niebla había extendido sus zarcillos de algodón por la ciudad, rodeándola, deslizándose por las calles con sus tentáculos incorpóreos. 

Cassandra había despertado un poco antes de la hora de hacer guardia gracias a su sueño inquieto, ese que la despertaba cada poco impidiéndole soñar, al menos dormida porque despierta vaya si lo hacía. Había sacudido suavemente a su hermana y se había abrigado bien, al principio necesitaba llevarse toda la ropa que tenía en la habitación para resistir la brisa que siempre se notaba en el terrado, pero con el paso del tiempo su cuerpo se había ido acostumbrando y con la chaqueta era suficiente. 

No esperó a Trish, cuando estuvo lista se deslizó fuera de la habitación y bajó a la cocina para preparar unas infusiones calientes. 

Al poco ya tenía tres vasos, y su taza, llenos con el café, o como ella le decía agua manchada caliente. Avanzó con ellos despacio por los pasillos y escaleras hasta llegar a la azotea, hacía tiempo que había memorizado los pasos para ir de un lado a otro del Morris sin más luz que su intelecto. Allí saludó a Skyler y Kane y les entregó dos de los vasos mientras dejaba el tercero en la mesa en espera de que Trish llegase.

Ella por su parte comenzó dando una vuelta para ver cómo estaba la noche.

Al despertar Trish se sintió desorientada. Estaba acostumbrada a dormir sólo un rato y despertarse —o que la despertaran— para hacer guardia, pero el día había sido demasiado movido como para que aquella fuese una noche normal. Se tomó su tiempo para levantarse. No por remolonear, sino por prepararse para afrontar dos horas más de una realidad que no le gustaba en absoluto. Se puso otra capa de ropa, el abrigo por encima y dudó sobre qué hacer con el crío. No sabía si debía exponerlo al frío de esa manera... Aunque había estado todo el día por ahí, ¿no?

Finalmente se decidió. Tomó su propia ropa para envolverlo más y lo cargó hasta arriba. Se planteó dejarlo en parte de dentro de la puerta de la azotea, pero finalmente lo sacó a la intemperie. Si hacía demasiado frío lo volvería a meter.

Al ver a su hermana dando una vuelta Trish no se acercó al borde. Nunca le gustaba, y durante las noches con Cass se permitía evitarlo más que con otros: probablemente ella comprendía. Se dirigió a las sillas y tomó asiento, inclinándose hacia atrás y poniendo a Thiago contra su cuerpo sin llegar a decir nada a Cassandra.

Robin sabía que no dormiría. No le apetecía quedarse a solas con su cabeza y mucho menos visitarla en su territorio así que tomó la vela que debía guiar a Skyler hasta la cama y salió a buscar a Trish a su habitación olvidadizo de que era su turno en la guardia.

Fue justo al llamar a su puerta cuando el día de la semana en que se encontraba golpeó el reloj en su cabeza. Y aquella circunstancia tan perfecta le hizo sonreír descansado.

Se ajustó la bufanda de su prima para que encajara a la perfección en el pequeño espacio que la parca cerrada hasta arriba no cubría de su garganta y se encaminó escaleras arriba.

No apagó la vela hasta llegar a la puerta de la asotea. La dejó a un lado y empujó con todo el cuerpo, cansado.

— Ey —saludó tanteando si era bienvenido—. ¿Vosotras tampoco podíais dormir? —preguntó envidenciando que era un chiste.

Sus ojos cayeron rápido sobre el bebé cuyo presencia agradeció para distanciar más las similitudes entre ese momento y la última vez que estuvo en la guardia de Trish. Con un poco de suerte no recordaría lo que le había dicho.

— Uy, que pequeña se ha hecho Cass, ¿Culpa del frío?

Cassandra volvió de su vuelta para encontrarse con Trish, que había subido al bebé, y con Robin. Sin sacar las manos de los bolsillos, ni la cara de las capuchas, les dedicó una oscura mirada a ambos.

-Sólo he subido dos de café, tendremos que compartirlas.

Dicho lo cual su mano derecha salió del interior del amplio bolsillo agarrando su taza, cerrada herméticamente servía como un excelente calentador, y señaló la otra que había dejado en la mesa, en la esquina más reguardada del frío.

-¿Todo bien? -preguntó a quien la escuchaba.

Sabía que no, que acababan de tener un día de perros y para el olvido, pero esas cosas no se le daban muy bien.

Escuchar la voz de Cassandra a su espalda después de nombrarla hizo que Robin diera un respingo asustado como si hubiese vuelto a hacer algo malo.

Se giró hacia ella para dedicarle una sonrisa de saludo y se movió del camino a la otra silla para que pudiera acomodarse.

Le hizo gracia el comentario del café al que él ya se descartó con boca un gesto de mano.

— Yo no bebo — "nunca" estaba por añadir pero teniendo en cuenta que siempre usaba a Cass para vaciar los vasos de infusión que le colocaba Daniel prefirió dejarlo ahí—.

— Creo que la he liado —confesó tras la pregunta de Cass—. Bueno, no creo, no. La he liado.

Guardó silencio, esperando esa señal en la mirada de las hermanas que le diera el valor de hablar más allá de ser o no oportuno su insomnio.

— Antes ha venido Kane y me ha ablandado y luego Dan ha rematado —explicó demasiado para sí y al escuchar lo mal que sonaba su explicación intentó aclarar—. Quiero decir que... Estaba un poco aturdido por todo y en un momento de debilidad pues... —sus ojos peinaron los cabellos de Trish con culpa para recoger un poco más al recordar que ella se había colgado de Dan — me he besado con Daniel —completó en una sola respiración aparcando la mirada al suelo—. La he cagado ¿Verdad?

Al oír abrirse la puerta de la azotea Trish miró en esa dirección. Esa noche su mirada era más triste y oscura que nunca, y ni siquiera se esforzó en sonreír con el primer chiste de Robin. Con el segundo llevó la vista hacia abajo, hacia la cosa envuelta en más y más ropa que era Thiago, y luego respondió.

—Le ha pasado al bañarse —le dijo—. La primera vez desde que la conozco.

Bromeaba por inercia, pero sin poner en su tono ni chispa ni gracia. Era como si en ese punto prefiriera recurrir al humor para no pensar que a pensar para encontrar el humor. Después de eso miró a Cass, y finalmente al chico de nuevo tras las preguntas de su hermana.

Los párpados de Trish se abrieron un poco más cuando Robin empezó a explicarse, diciendo que la había liado. Asintió un poco, como animándolo a seguir hablando, y al escuchar lo que decía el muchacho su ceño se frunció.

—Pero, ¿y Alec? —preguntó Trish antes siquiera de tener tiempo para imaginarse la situación que Robin describía, o a Daniel haciendo algo así, o quién sabía qué.

Después de esa pregunta se incorporó un poco, lo justo para mirar mejor a Robin, teniendo cuidado de sostener al bebé en condiciones.

—Así que Kane te ha ablandado y Dan te la ha endurecido... —comentó recurriendo al humor de nuevo—. Pues bien. Si los dos queréis, adelante. —No parecía molesta, pero tampoco emocionada. Era como si el vaso de las emociones se hubiera desbordado ya ese día y no le cupieran muchas más. Aún así hizo un gesto con la cabeza para llamar su atención—. ¿Cómo ha reaccionado él?

La reacción de Robin a sus palabras, saltando de donde estaba y casi confesando su aversión por las "infusiones", hizo que Cassandra le guiñase un ojo en un intento de alejar la nube oscura de su mente. La buscadora no se sentó, en vez de eso se apoyó en la pared que les ofrecía algo de protección contra el viento, y alternó la mirada entre los jóvenes y el paisaje más allá de la azotea.

Cuando el pelirrojo empezó a contestar a su pregunta casi retórica, sus ojos se quedaron un poco más de la cuenta en su rostro y luego los apartó para no volver a mirar, si las relaciones sociales no se le daban muy bien esos temas quedaban en el espectro tabú de las conversaciones. Pero que no se le diese bien hablar de ello no le impedía prestar atención a la contestación de su hermana y se quedó en espera de seguir los hechos, seguro que algo aprendía.

La mirada de su amiga le helaba el corazón hasta el punto de no necesitar más para saber que estaba volviendo a equivocarse en tiempo, lugar y persona. Pero llegó esa pregunta que llevaba evitando responder por sí mismo y colarsela a otro y lo hizo como un puñetazo directo a la boca del estómago.

"Se lo contaré. Justo después de decirle que su familia a muerto. Le he engañado en el funeral de sus padres. Joder, soy un puto monstruo. ¿En serio tenía que ser hoy? ¿En serio tenía que ser?"

Sintió una arcada rozarle la garganta y apretó los labios sin poder apreciar la satira de Trish. Sin darse cuenta huyó con la mirada hacia Cass buscando socorro en ella, o al menos un poco de esa seguridad que siempre sentía al tenerla cerca.

— El problema es que yo no quiero.

— Creo —dudó al volver a la peliazul y al bebé—. Voy a tener que hablar con Alec...si le encuentro algún día. Y Dan...

— Joder, soy imbécil—lamentó hundiéndose en el asiento que Cass no había cogido—. Lo siento, no debería estar molestando con esto.

Cerró su pozo de ansiedad y se perdió en el horizonte tan mudo como la noche.

El ceño de Trish se frunció un poco más al ver la arcada de Robin. Dentro de ella una sensación nueva empezaba a crecer, una que se parecía bastante al enfado. Y no era con Rob, ni con Daniel, pero sí lo era. Con ellos y con todos. Hasta con Nick. Haciendo repaso, se sentía como si llevase todo el día enfadada y no pudiera sacudírselo de encima. La reacción de los demás —y sobre todo de Skyler— a lo que ella había hecho no había sido muy favorable y algo se le acumulaba entre el pecho y la garganta.

La muchacha se dio cuenta de que ese enfado crecía y de que ella no podía ignorarlo... De repente hasta la arcada de su amigo le había molestado.

«Pues sí que le sabía mal la polla a Daniel», pensó, y ladeó un poco la cabeza intentando apartar ese pensamiento de ella. Sabía que no estaba siendo justa.

Trish puso atención a la respuesta de Robin, pero en lugar de escuchar que él no quería lo que entendió fue que el otro sí. Y aunque había aprendido a vivir al lado de Daniel sin ilusionarse aquello le fastidió. Sin embargo, se propuso ser mejor amiga y peor acaparadora.

—No, está bien —dijo, queriendo convencerse de que lo estaba. Así debía ser. Incluso estiró su mano para tomar la de Robin mientras con el otro brazo aún sostenía al pequeño—. En serio —insistió, convenciéndose esa vez a sí misma un poco más. Guardó silencio unos segundos y llevó la vista al frente, a la noche. Era más fácil sostenerle la mirada que a Robin en ese momento, cuando empezaba a sentirse como si ella le estuviera quitando algo aún quedándose quieta. Tragó saliva, decidida a hacer una pregunta cuya respuesta no estaba segura de querer oír.

—Llevas mucho sin ver a Alec —le recordó, aún cuando seguro que no hacía falta— y Dan es muy buena gente... Y guapo. Sé que quieres a Alec, pero... ¿No te lo has planteado ni un poco? —Entonces fue un poco más allá. En ese momento no se daba cuenta, pero realmente lo que buscaba era que Robin le hiciera daño. Tener un motivo para acumular más enfado, más mala leche, más odio hacia todos y todo... Y que el mundo no girase en torno a Nick. Odiar a los vivos era más fácil que guardarle rencor a los muertos. A la desesperada era lo que buscaba, que alguien le ayudase a terminar de ahogarse... Porque estaba harta de tragar agua y más agua con sabor a sal. Fue un poco más allá... Añadiendo dos palabras que podían decantarlo todo—. ¿Por qué?

Y un pensamiento entonces, más racional que todo lo demás, buscando conservar lo que Robin era para ella... Y lo que ella era para sí misma: «Que no diga por mí.»

La mano de Trish no llegó a asustarlo a pesar de estar, en cabeza, muy alejado de esa azotea. Su cuerpo la reconoció como una segunda piel y el descenso al presente fue tan suave como su caída de ojos a las manos.

Robin giró un poco la suya para tomar y llevarse la de Trish hasta los labios para dejar en ella un beso como la máxima expresión de cariño que sabía y podía dar.

La declaración de su amiga era contraria a lo que él sentía por dentro pero le regalaba la paz de poder dejar de anotar a su media mitad en la lista de daños colaterales a su arrebato.

Y entonces llegó el nombre de Alec, una vez más; y no pudo evitar aborrecerlo. Estaba harto de oírle, pensarle, sentirle golpeando en su corazón y que a pesar de hacerle tan presente, él estuviera en todas partes del mundo menos dónde Robin estuviera.

El pelirrojo recogió sus labios para impedir que respondieran sin permiso del cerebro. Había acabado con los impulsos por meses.

Se lo había planteado, pero ello era algo que no quería admitir. De hecho, todavía se lo estaba planteando pero era una decisión que no tenía el valor de tomar. Odiaba como habían ido las cosas y lamentaba cómo se había comportado después y el daño que seguiría haciendo se aclarase o no.

Y lo peor de todo era asumir que si se lo planteaba, en lugar de escudarse en que había sido un error comprensible, era porque quería querer a Dan.

— Alec y yo tenemos mucha historia aunque ahora no le vea.

Se aferró a ese vivir del pasado y de las promesas de un futuro que cada vez tenía menos fe en que llegaría.

— No puedo hacerle algo así.

Incómodo y molesto consigo mismo miró a Cass.

— No he podido conseguir el alcohol. Todavía. Mañana vuelvo a intentarlo.

El beso de Robin pilló a Trish casi por sorpresa. En el estado en que se encontraba, a la defensiva y enfadada, aquella muestra de cariño fue... Inesperada. Un pensamiento rápido y ácido sobre lo sueltos que tenía los besos el muchacho cruzó su cabeza, pero estaba menos afilado que los anteriores. Ella se encontraba demasiado expectante. Aguantaba la respiración aún sin darse cuenta, sosteniéndola como si fuera una pluma que no debe tocar el suelo.

Y de repente todo el mundo se volvió más suave. Al escuchar el motivo que Robin le dio las dos ollas a presión que eran la cabeza de Trish y su corazón empezaron a liberar el vapor de una forma natural, controlada, disolviendo parte de aquel enfado en el aire. Bajó la mirada cuando él miró y habló a su hermana. Se sentía culpable por haber tenido la necesidad de enfadarse con su amigo, de pagarlo todo con él. Hasta ella se daba cuenta de que eso no era propio de sí misma. De que había estado mal.

—Anda, ven aquí —dijo, y aunque empezó el ademán de dejarle sitio en su misma silla pronto lo dejó a medias. Con el bebé y ella era suficiente. Sí hizo un gesto para que acercase más su silla y quedase a una distancia cercana al abrazo.

—Yo sí he encontrado alcohol, pero no sabía que querías, Cass —enunció después—. He estado en el Traff hace un rato*. Si quieres podemos pasarnos mañana.

Las dudas que el pelirrojo transmitía casi consiguieron sacarle una sonrisa a la buscadora, algo en su interior se removía, aunque aguantó la compostura y siguió controlando los alrededores con sus oscuros ojos. 

Con la mención del alcohol se giró levemente para encarar al joven pecoso, dispuesta a decirle que no se preocupase por eso, que no era urgente, pero entonces Trish intervino. Sin saber por qué, pues nada en sus palabras o en su tono lo daba a entender, a Cassandra le entraron los calores ante la posibilidad que su hermana pensase que se quisiera emborrachar, ahogar las penas en alcohol, o algo peor.

-No, bueno sí... Es para un mejunje revitalizador que propuso Robin para mis desmayos. -su tono de voz era bajo, como era habitual en ella, pero el titubeo con el que hablaba no formaba parte de su repertorio normal -A lo mejor tomando eso no me pasan...

Se encogió de hombros, aunque debajo de toda la ropa que llevaba apenas se apreció el gesto, y estuvo a punto de sacar una mano del bolsillo para restarle importancia, pero antes de que sus dedos acabaran de salir la volvió a introducir. Parecía que estaba molesta con esas extremidades pues desde esa mañana pocas habían sido las personas que se las habían visto.

Al escuchar hablar a su hermana Trish al principio asintió sin más, asumiendo su respuesta. Sin embargo esta no pasó ni el primer escrutinio interior. Había algo en aquello que no le terminaba de gustar.

—¿Tus desmayos? En plan... ¿Ya sabes? —En realidad de nada valían ya los eufemismos o los misterios: todo el Morris sabía lo que le pasaba a Cassandra—. Pero, espera... ¿Quieres que se pasen? —Trish soltó aquella pregunta así, de sopetón, sin pensar en que podía dar la impresión de que su hermana no debía hacer aquello, o casi que debía buscarlo. Acto seguido abrazó al pequeño al tiempo en que se corregía un poco—. Es decir... Haz lo que creas mejor, ¿eh? Entiendo que no tiene que ser agradable. Pero si nos sirvieron para saber cómo era la madre de Thiago, para saber lo que había pasado en Unhood... A lo mejor cortarlos no es lo mejor, ¿no?

Robin arrastró la silla para acercarse un poco más a Trish sin llegar a levantarse o a permitir que sus rodillas chocaran, con sus palabras y el gesto era suficiente para entender lo que ocurría en las tripas de cada uno.

Hundió el mentón en la manta para esconder hasta la nariz cuando vió que había sido un poco bocazas y que Cass se veía en el apuro de justificarse. La miró con disculpa, aclarando en un brillo de cachorrito que no había querido incomodarla y antes de animarse a confirmar lo que la buscadora decía, Trish abrió una nueva dimensión a su intusión.

"A ver si Nick tenía razón". se removió por dentro.

— Lo siento —empezó sacando la cara de la manta hecho que aumentó la sensación de frío—. Cuando te lo ofrecí... Quiero decir, que no... —suspiró la avalancha de palabras y tras un segundo para ordenarse volvió a hablar— Ese tónico, cuando esté acabado, solo te funcionará para evitar desmayos si son por cansancio, ya sea físico o mental, estrés, insomnio... Pero no sé si vale para... ¿Sabes qué es?

Cassandra miró a su hermana desde su posición, de pie y un poco alejada para poder ver mejor los alrededores, con una rara mezcla de buen humor e incertidumbre, aunque entre el pelo y las sombras de las capuchas poco rostro se le veía para poder saber lo que pasaba dentro. Empezó a negar con la cabeza, mientras abría la boca para contestar, cuando las disculpas de Robin llegaron a sus oídos y frunció el ceño.

-Uno, no tienes que disculparte por todo Robin -unos tanto y otros tan poco- pensó recordando los egos del Morris -, fueron mis palabras y mi responsabilidad, si alguien debe disculparse soy yo por no sacarte de tu error ayer y decirte la verdad, pero no estaba preparada. Y dos, ya sé que es útil lo que veo pero quedarme así después... no creo que el mejunje haga que no pueda tener las visiones -por fin las había llamado por su nombre, todavía no se había habituado a hablar abiertamente de ellas y no sabía si lo lograría algún día -, esas las puedo controlar en su mayoría, pero si puede ayudar a que mi cuerpo se las tome menos a la tremenda lo probaré. O mejor dicho, lo probamos juntos que en compañía seguro que sabe mejor.

Durante toda su diatriba se habían podido ver los bultos que hacían las manos dentro de los bolsillos mientras gesticulaban, ahora al acabar se quedaron quietas mientras su cara emergió de las profundidades oscuras con una débil sonrisa de disculpa.

Robin sabía que la compañía no iba a arreglar el sabor, pero sonrió a todo como si aquél dicho fuera cierto y asintió con un "vale" con el que pretendía grabarse la molestia de Cass por su titubeo.

Desde su punto de vista había cosas en las que uno podía equivocarse y cosas en las que no. Y no dejar claro los efectos de una cura era una de esas cosas que merecían una disculpa pero procuraría ahorrasela en adelante.

No pudo evitar sorprenderse con el hecho de que pudiera controlar esas visiones que la habían llevado a estar a su lado en bosque y aún así se hubiese quedado, y más aún, aceptara la tortura por información.

Nunca antes había visto tanta sombra bajo la capucha de la buscadora.

Tras su última intervención Trish se había quedado pendiente de su hermana y ligeramente pensativa. Era cierto que sabía poco o nada realmente de esas visiones o de cómo se sentía ella cuando las tenía y desde luego no le gustaba que lo pasase mal si podía evitarse. De modo que acabó por asentir.

Aquella conversación capturaba su atención de una forma que le ayudaba a no pensar en lo que había pasado aquel día y que diluía ligeramente su enfado.

—Bueno, pues mañana nos pasamos, a ver qué se puede conseguir —propuso, aceptando de manera tácita lo de aquel mejunje. Tras un momento miró a Robin. Después de escuchar a su hermana se había dado cuenta de que desconocía por completo algo que podía ser importante.

—Oye... Lo de antes, lo de hablar así como hablamos, ¿cómo se sintió para ti?

En realidad la pregunta estaba extendida a ambos. Cassandra lo había vivido también años atrás, aunque era uno de esos temas de los que prácticamente no habían hablado... Probablemente por no saber qué pensar al respecto. Aunque ya iba siendo hora de decidirse.

Al principio Robin creyó que Trish hablaba de otro antes. Se fue a la situación más parecida y se removió incómodo por el hecho de que ella preguntase sobre algo de lo que le había visto huir.

Pero luego entendió a que se refería y llevó sus ojos hacia una esquina para concentrarse en ese momento.

— Normal —fue cuánto puedo decir y, lamentando no ser más específico, añadió—. Te oí y no tardé nada en saber que no te imaginaba. Tal vez fueron las ganas de encontrarte que lo hicieron todo normal, o tal vez, siempre es normal. No lo sé, pero se sintió bien.