Partida Rol por web

La tristeza empañaba los ojos de Hope mientras esperaba de Robin alguna explicación para lo que acababa de presenciar. Su mente aún tenía dificultades para procesarlo y ni siquiera era capaz en ese instante de sentir orgullo porque el pelirrojo la considerase diferente y mejor. Dos pequeñas arruguitas fruncieron su ceño cuando llegó la sentencia y pestañeó tres veces intentando que aquello cobrara sentido en su mente. 

Se frotó la mejilla con el suspiro de Robin y después asintió con la cabeza a sus palabras, más por inercia que porque realmente tuviese nada que afirmar. 

—¿Buscaban algo de Elijah? —preguntó, y el nombre real de aquel hombre sonaba extraño en una voz que solía referirse a él por el nombre que él había escogido y no por el que sus padres le habían puesto—. ¿Crees que ahora nos buscarán? —añadió, con un temblor palpable en la voz—. Y-yo... estaba en el barracón, no los vi llegar... —empezó a desgranar palabra a palabra, con dificultad, como si se lo estuviese contando a sí misma para convencerse de que era real—. Cuando empezaron los disparos me... me escondí. Y entonces oí que entraban y me salí por l~ —detuvo sus palabras para sorber por la nariz y dos lágrimas comenzaron un reguero que emborronaba el hollín de sus mejillas—... por la ventana. No sé qué querían... no sé por qué... yo... no... yo... _{Y ahora... ahora todos están...}

Finalmente la fortaleza de la muchachita se quebró y se llevó ambas manos al rostro mientras intentaba contener un profundo sollozo. Hipó y tomó aire por la nariz, una vez, lo soltó por la boca, dos veces, tres. Pestañeaba rápido y fuerte, reteniendo el torrente de tristeza que quería escapar por sus ojos y su garganta. 

—Voy... voy a por Anastasia —consiguió decir con dificultad, reuniendo todas sus fuerzas para tomar esa decisión y empezar a girar la cabeza hacia ella, pero aún al alcance de la mano si Robin deseaba detenerla.

Con cruda franqueza a Robin no le importaba dónde estaba ella cuando todo empezó, prefería torturarse por dónde estaba él y enfadarse por dónde no estaba Alec. Pero ella necesitaba sacarlo, él no podía cambiar el pasado y Alec estaba mejor vivo; así que la escuchó en silencio, sin saber cómo debía actuar.

Le incomodaba verla luchar con las lágrimas y saber que nada que hiciera o dijera le devolvería a sus padres, pero que, en cambio, si separaba los labios, ni que fuera un poco, caería él también en esas lágrimas de espinas.

Si siquiera sabía qué necesitaba él, ¿cómo podía adivinar qué calmaría el ardiente dolor de Hope? ¿Y por qué calmarlo? Si miraba hacia dentro él prefería que terminara la combustión, que se extinguiera, o al menos, redujera su llama hasta ser unas brasas focalizadas en vez de palpitar en cada milímetro de sí. Y es que estaba claro que si bien habían dejado el fuego atrás, el incendio seguía en ellos.

Caraspeó al tragar saliva y mudez cuando ella avanzó en captura de Anastasia, momento que apeovechó para girar la cabeza y frotarse los ojos.

Notó la aspereza de la sangre reseca pegada a su rostro y aunque por él la hubiese dejado ahí para siempre, lo más sensato y discreto sería que se lavaran cuanto antes.

Por lo que cuando Hope tuviese a la vaca, iría al refugio prometido pero por el camino del río.

Hope se acercó despacio al animal, emitiendo un sonido con la lengua que sonaba como a «chuchuchuchu» y con el abrigo de Nick extendido entre ambas manos. Al llegar junto a la vaca lo lanzó a su cabeza para impedirle la visión y con un movimiento rápido agarró la cuerda, sin dejar de hacer ese ruidito. 

Anastasia parecía acostumbrada a ese trato y tras un primer momento de tensión en que la chiquilla tuvo que afianzar los pies y sujetar con fuerza la cuerda, la vaca cedió y se quedó quieta. La chica le dio un par de vueltas a la cuerda en su mano antes de quitarle el abrigo de la cabeza. Y entonces echó la mirada hacia Robin antes de empezar a caminar hacia él, tirando del animal, que aún iba masticando alguna ramita. 

No había ningún río cerca al que pudieran dirigirse de camino al refugio de Alec. El río más cercano era el Newton Creek, afluente del río Este, que se encontraba cerca de la salida de Queens, a horas de distancia. Dentro del parque Eisenhower había un par de lagos, que los del campamento usaban con asiduidad para bañarse o abastecerse, pero con las llamas devorando el bosque no parecía buena idea entrar de nuevo. 

Había un lago más pequeño fuera del parque, cruzando la avenida Merrick y la carretera de Meadowbrook, el Pond. En esas épocas del año su superficie solía estar helada y si el hielo era suficientemente grueso una persona podía sostenerse de pie sin problemas sobre él. Pero con suerte alguna parte sería tan fina como para que pudieran partirla sin mucha dificultad y lavarse. 

Cuando la muchacha y la vaca llegaron a la altura de Robin, se detuvieron. Hope parecía ligeramente más recompuesta que un instante atrás, su mirada aún estaba algo ida y las comisuras de sus labios tiraban hacia abajo, pero había dejado de llorar. 

—¿Qué le vamos a dar de comer a Anastasia? —preguntó, echando una mirada preocupada al animal—. ¿Cabrá ella también en el escondite de Alec?

Hope era fuerte, como la mayoría a su edad, pero en ella había un poco más, un algo que hacía que su fuerza brillara especialmente. Incluso Robin estaba convencido que tenía más fortaleza que él. Sería la sangre Tayler.

Incapaz de volver a levantar las comisuras de los labios, alzó el pulgar para felicitar la caza de la chica y mientras ella cambiaba abrigo por correa él deslizó sus planes por el recuerdo del lugar en busca de agua que les ayudara a conservar la de la cantimplora.

Quería ir al río, tanto que ni se sentía cansado para hacer un rodeo de algunas horas respecto el camino que debían seguir. Pero una mirada rápida al cielo le disuadió de ello. No quería que les faltara sol para encontrar el escondite, se aventuraria a buscar el río si solo se jugase su seguridad pero yendo con Hope no podía arrastrarla a ello.

— Que coma hierba —respondió un poco seco y automático mientras seguía buscando caminos con agua en el mapa de su cabeza. No podía negar que odiaba al animal como tampoco podía evitar reñirse por ello y que no sirviera de nada—.

Descartó los lagos del Eisenhower, no les servirían ni esperando a que el fuego cesase, además debían moverse de las proximidades o se arriesgaban a volver a toparse con algún jeep.

Por carretera encontrarían el Pond pero no era seguro que pudieran acceder al agua, si el frío calaba en él como otros años, acabarían luchando con un bloque de hielo para nada.

Era absurdo y la vaca cantaba más que sus rostros.

Rebufó en renuncia al río y se frotó la cara con el brazo al que después echó un vistazo para ver si había conseguido algo.

— No creo que quepa, pero no importa, fuera tampoco la verán —repasó lo que llevaba en la mochila y maldijo no haber cogido comida para más de un viaje—. Mañana iré a buscar algo para que podamos comer y tal vez Anastasia deje de estar con nosotros, ¿Te parecerá bien?

La chica no discutió la respuesta de Robin, al fin y al cabo ella no sabía adónde iban o si habría hierba allí. Pero mientras el chico buscaba agua en su mente su mirada se echó alrededor, como en busca de algo que llevarse para alimentar al animal mientras tanto, y sólo encontró cemento y asfalto. La poca vegetación que sobrevivía al invierno fuera del Eisenhower eran algunos arbustos a los que el frío había robado casi todas las hojas. 

Cuando Robin habló de nuevo, Hope lo miró y asintió primero con la cabeza, aceptando sus palabras sin discusión alguna. Después lo hizo también con su voz. 

—Ningún problema. Además, si al final nos vamos al Morris ese podría ser un canteo viajar con una vaca por toda la ciudad, ¿no?

Se encogió de hombros, por un momento al pelirrojo le pareció que la chiquilla estaba a punto de proponer algo, pero si fue así se contuvo, porque no dijo nada más sobre eso. En lugar de eso volvió a mirar alrededor y luego a Robin. 

—¿Vamos? ¿Por dónde es?

La nariz del pelirrojo respondió a Hope indicado la dirección que de inmediato empezó a recorrer.

Se sentía algo traidor por revelar el secreto de Alec a poco menos que a su propia hermana, pero la necesidad de ponerla a salvo y la mínima posibilidad de reunirse en ese lugar por sumar la intención al destino y a la casualidad pesaban sobre la palabra de mantener el lugar para ellos.

Era indecente la cantidad de veces que esas cuatro paredes habían hecho sanar a su corazón, y aunque no tenía muchas esperanzas en ello, confiaba que esta vez también pudieran ayudarles.

Sin embargo, ahora el dolor era tan grande que sentía el goteo de su sangre caer fuera del organo vital por la brecha que lo había abierto en canal. Y ese dolor ramificaba tanto que no creía posible ponerle remedio ni en cien noches.

Sin darse cuenta llevaba la mandíbula prieta tensa por la carga de tener que contener sus gritos.

— ¿Qué ibas a decir? —preguntó para hacerla hablar a ella justo como Nick había hecho con él al principio de la mañana.

Hope empezó a caminar junto a Robin en cuanto el chico dio el primer paso. Llevaba a la vaca sujeta por la cuerda y el animal les seguía, obediente, aún rumiando algún trozo de madera. 

La boca de la chiquilla había desaparecido tras el pañuelo de Skyler, pero no era necesario ver la curva hacia abajo de sus labios para percibir la tristeza, la rabia y la impotencia que destilaban sus pupilas. En ese momento no lloraba, pero parecía a punto de volver a caer en el falso alivio de las lágrimas cuando la voz del pelirrojo la salvó de sus propios pensamientos. 

Pestañeó dos veces, ubicando esa pregunta antes de lanzarse a responderla, y luego se encogió de hombros, quitándole de antemano con ese gesto importancia a lo que diría después. 

—Nada. Sólo es que pensé que a lo mejor los del super podrían quedarse la vaca y darnos provisiones para unos días —explicó, refiriéndose a los que habían dejado el Unhood para crear otro asentamiento más adulto—. Pero entonces me di cuenta de que no tengo ganas de ir a verlos y contar lo que ha pasado. Que a lo mejor debería, pero no tengo ganas. 

En aquel momento, expresando esa motivación egoísta, se le escapaba la niña que aún era a veces. Bajó la mirada al suelo y contempló sus propios pies mientras seguía caminando. 

—Si no encuentras dónde venderla, podemos ir. Pero vaya palo. 

En los pensamientos de Hope, Robin encontró alivio y agobio, solapandose uno y otro en juego de imanes danzarines.

Por un lado, que Hope contara con ir a los del super implicaba que estaban bien. Por otro lado, era de temer que los hombres del jeep hubiesen dirigido su camino hacia ellos. En cuyo caso debían ir.

Pero yendo a lo mejor les guiaban hasta el segundo Unhood. O, peor, volvía a llegar tarde.

Pero ¿y si estaban a tiempo?

— ¿Qué hacía Maron aquí? —preguntó con menos peso del que debería tener al hablar de ella.

— ¿Y Katia? — se preguntó en ese momento incapaz de recordar si la había visto o no en el fuego que le expulsó con violencia de su propio recuerdo.

Se frotó un ojo con el nudillo del índice, y luego el otro ojo para mantener a raya sus lágrimas.

— No iremos —sentenció—.

Los hombros de la chiquilla perdieron algo de tensión cuando Robin aseguró que no irían allí eliminando así el peso de una responsabilidad que había asomado brevemente a su pecho pero al que ella no quería hacer ningún caso. 

Después suspiró entre dientes y dio tres pasos más antes de encogerse de hombros a la pregunta del muchacho. 

—Nada en realidad —dijo, sorbiendo por la nariz—. Vinieron antes de ayer de visita y se iban a quedar unos días. 

Tras responder se quedó callada, todavía con la mirada puesta en sus propios pies.

Fue entonces cuando, de repente, Robin sintió una sensación nueva. Era como un susurro ajeno junto a su oído, como tener una voz en su cabeza que no era la suya y no le costó ni un instante reconocer a Trish en esa voz que lo llamaba desde la distancia.

Hope no parecía haber notado nada extraño y el chico supo que, de alguna forma que no comprendía, podía enviar sus pensamientos hacia su amiga a través de ese vínculo que nunca había sentido. 

— Ya veo... —comentó con las mismas ganas de callar que Hope y no tardó en acogerse a ese silencio que era más de compañía que incómodo.

Era un silencio tan solemne como el de una iglesia pero abrigaba más que el de un inexistente dios.

Entonces escuchó el susurro de su nombre y un escalofrío escaló su espalda terminado de completar aquell iglesia errante que nada tenía que ver con la de la de la Intersección pero aunque compartía todos sus elementos.

Pronto comprendió que la Trish que le susurraba y llenaba su nombre de significado era tan igual y distinta como sus iglesias de la Trish que había trenzado su voz con la de él al ofrecer a Hope un sitio en Major Morris.

Y en ese momento, enfrentado con la realidad de cargar malas noticias comprendió que Hope llevaba razón en ese palo a contar. Tal vez lo había planteado de un modo que parecía mimada y floja pero llevaba razón. No había peor tema para tratar y su cabeza no dejaba de repetirle una y otra vez que aun no estaba preparado.

Intentó hablar pero no era capaz ni de ponerlo en un pensamiento. No era capaz de ordenarlo, de admitirlo ni de no estar.

Frenó en seco y agachó la mirada al andar de la vaca.

— Trish —la llamó casi como una invocación, necesitado y quebrado—.

Intentó una vez más decirle que Nick había vuelto con Jack pero era incapaz de encontrar las palabras en él, ni dentro ni fuera de su cabeza.

— Estoy con Hope —empezó por aclararle el plural al que respondería, neutro y sin ánimo alguno—. En Queens.

— Trish —volvió a llamarla queriendo aproximarse tanto a ella que acabará en su piel—. Nick.

El joven apretó los labios, deslizó muy rápido la mirada a través de su cuñada para tenerla localizada y contuvo el mar de lágrimas que encharcó sus ojos.

— Bennet está... Muerto —pensó en diminuto esa última palabra como si así fuera a doler menos en el corazón de su amiga y en el suyo—.

Aunque frente a ella haría poco más que observarla y sufrir su dolor sumado al propio, el chico lamentaba no poder estar con su amiga en ese momento. Lamentaba haber hablado pero sabía que otra cosa hubiese sido mentir y someter a la peliazul a la tortura del no saber que le había empujado a él a ese fatídico viaje.

Odiaba no tener algun proyecto de mejunje con el que entretener sus manos. Odiaba no tener nadie, sin despreciar a Hope.

Cada "no" se le clavó como una estaca directa al corazón, aunque a decir verdad, el primero dolió tanto que los otros no hicieron más que empujar los gritos que su cuello se encargaba de no liberar.

Y entonces su amiga señaló la falta de realidad en una muerte que ninguno quería y en ese punto sintió el impulso de girar sobre sus talones y volver sobre sus pasos.

Se permitió dudar de sus ojos y liberar una mota de esperanza que tuvo igual resultado en sus entrañas que un poco de perfume en un estercolero.

Buscó de nuevo a Hope desde detras del filtro borroso de sus lágrimas y estudió bien el abrigo que llevaba, el mismo abrigo que había capturado a Anastasia para convencerse de que Nick no estaba.

— Lo siento —se disculpó al seguir andando—. Salí del incendio.

Con la mención del incidente las imágenes de la masacre de su familia volvieron a inundar el centrecejo del joven e hicieron que sus rodillas flaquearan.

Sin la adrenalina de la amenaza en sus talones, cada vez le costaba más mantenerse entero para avanzar. Pero con lo que acababa de decir sabía que no podía dejar a Trish sin toda la información.

Boqueó fuera de su cabeza e intentó abstraerse del hecho de que sus pensamientos eran escuchados. Así pues empezó a hablar sin pausas, recordando para sí y relatando para nadie.

— Hubo un asalto en Unhood. Nick recibió un disparo demasiado cerca del corazón. Demasiado preciso en una arteria. Su asesino en la cabeza. Mi padre en las tripas. Como Katia —la vió entonces— Y el fuego nos ha engullido a todos.

— Lo siento — repitió enajenado de sí mismo y en ese momento sus rodillas le traicionaron una vez más y sus reflejos no estuvieron atentos llevando su cuerpo al suelo en el que tomó cama—. Salí del fuego.

El joven se retorció en el suelo, cerrando cabeza y rodillas hacia el dolor que nacía en su pecho.

No entendía por qué su amiga le hacía aquello. Por qué le obligaba a recrearse en la peor experiencia de su vida.

Un enfado insignificante le azotó la espalda en un espasmo que fue decisivo para que las lágrimas empezaran a brotar de sus ojos.

Quiso buscar a Hope, tenerla controlada. Debía estar asustandola ahí echado al lado de la calzada como la lamentable imagen de un armadillo atropellado.

Debía ponerse en pie y ser adulto. ¿Cómo podía tener el egoísmo de sucumbir a su dolor con Hope de pie a su lado? Debía ponerse en pie y su cabeza no dejaba de insistir en ello pero su cuerpo seguía clavado en el sitio.

— Levántate —se dijo—.

— Murió delante de mí —fue tajante—.

— Levántate —se esforzó en apartar las rodillas de la tripa—.

— Sus ojos se apagaron y su corazón se detuvo bajo mis manos. Lo vi morir, Trish. Le sentí morir.

Clavó la rodilla al suelo y buscó el equilibrio para volver a su camino. No podía dejar que les encontaran. No podía llamar tanto la atención.

— Donna y Jack vinieron a buscarle. Con mi madre.

Cuando Robin se detuvo Hope aún continuó avanzando varios pasos más, ensimismada en su propio caminar. Tardó un poco en empezar a girarse para ver por qué el chico se estaba quedando atrás y cuando lo vio caer de rodillas sus ojos se abrieron enormes y redondos. 

—¿Robin? —preguntó, con la voz teñida de una preocupación tan profunda como su necesidad. No lo puso en voz alta, pero esa pregunta parecía más bien una exigencia. Un «No puedes dejarme tú también»—. ¡Robin!

Dio un paso hacia él, pero la vaca seguía caminando hacia delante y la chiquilla tuvo que obligarla a darse la vuelta antes de poder retroceder hasta el lugar donde había caído el pelirrojo. Para entonces su rostro ya estaba lleno de una angustia que no se alivió al ver que empezaba a incorporarse. 

—¿Te has mareado? —preguntó, ignorante de lo que estaba sucediendo en el interior de la cabeza del muchacho y agachándose un poco para intentar ayudarle a levantarse—. ¿Qué te pasa? ¿Es por el humo? ¿Estás bien?

El chico agradeció la ayuda de su cuñada y se apresuró a usar su mano como palanca para sí. No estaba ni un poco seguro de que sin ella hubiese terminado de levantarse.

La miró en sus ojos agobiados, arrepentido y llenando su postura de disculpa, mintió.

No lo hizo con mala intención, ni con falta de confianza. Simplemente asumió que no era necesario intentar explicar algo que él no comprendía y que no hubiese creído de no vivirlo.

— Sí. Perdona —englobó todas las opciones que ella había dado—.

Una vez en pie, tanteó las rodillas palpándolas con la mano respectiva.

— Será mejor que sigamos — valoró en voz alta encarándose al animal.

Pasó el brazo por encima de Anastasia y se encajó en el lomo para convertirla en una muleta.

— Oye Hope, ¿crees en algún Dios?

¿En camino? ¿Por qué? cerró los ojos un segundo con el dolor que suponía iba a llegar a su prima al descubrir ese hogar del que tanto renegaba pero no dejaba de amar destruido y a su padre, con el que ya nunca llegaría a encontrar la paz, calcinado.

— No Trish —pensó con tanta fuerza que no le dió tiempo a dar una segunda vuelta a esa idea para ser más amable—. ¿Dónde estáis? ¿Habéis entrado en Queens? Ellos van en jeep. Evitad todo motor. No vayáis al campamento y ni se os ocurra mencionarlo.

Apretó las puntas de los dedos en la piel del animal. Skyler tenía el don de la oportunidad, como siempre. Si de verdad estaba dispuesta a salir del Morris para pisar Queens ¿no podría haberlo hecho un par de horas antes? ¿No podría haberse quitado la cabezonería de buena mañana y así haber estado con él cuando la necesitaba?

No. No podía. Como tampoco podía mantener su palabra, quedarse a salvo y esperar a sufrir cuando él estuviera más preparado para ser su abrigo.

Sus sentimientos por ver a Trish, en cambio, eran injustamente diferentes. Cualquier momento era malo para darle la noticia, que ya conocía, pero sabía que ella lo asumiría con el mismo dolor y fuerza en cualquier momento; y hoy la necesitaba. Había perdido a dos padres y ocho amigos de una sentada y aunque solo uno de sus padres lo compartía con Trish, necesitaba estar y llorar con ella. A fin de cuentas era su otra mitad y necesitaba sanar con ella.

Sin embargo, ella se había movido por Nick; como Casandra, la del pan; y su viaje iba a ser en balde y agrio.

— Mierda —se dijo apretando el paso. El camino que seguían ya no necesariamente les llevaría a la posibilidad de encontrar a Alec; ahora, tal vez, les devolvía a Morris.

— Hope —la interrumpió antes de qué le respondiera a la pregunta de terapia—. Skyler y una chica del Morris estan por aquí. ¿Quieres que nos reunamos con ellas o prefieres ir al refugio?

La hermana de Alec no soltó a Robin ni siquiera cuando el chico ya estuvo usando a la vaca como sostén. Ella se colocó al otro lado y lo agarró del brazo para ayudarle a caminar, lo necesitase o no. 

Retomó el paso, pero despacio, mirándolo a cada momento con ojos vigilantes. Y con su pregunta frunció un poquito el ceño, como si no alcanzase a comprender a qué venía eso en aquel momento. Empezó a abrir los labios para responder cuando llegó la siguiente pregunta y al escuchar que Robin nombraba a su prima su rostro se volvió ceniciento y su mirada se escapó por encima de su hombro, hacia el lugar donde aún se veían las llamas devorando el bosque. 

—¿Qué hacen aquí? —preguntó en primer lugar, aunque no tardó en pisarse a sí misma y seguir hablando—. Skyler... deberíamos verla y contarle lo que ha pasado. Con su padre, con Cratos. —Miró a Robin, interrogativa, como si necesitase que él confirmase que eso era lo correcto, lo que debían hacer más allá de lo que quisiera ella o no—. Tiene que saberlo, ¿no? 

El pelirrojo cogió aire al sentirse presa de su cuñada. No le gustaba nada ver su brazo cautivo por otros dos, ni que se le arrimase hasta condicionarle el movimiento pero él la había abrazado antes sin molestarse en preguntarle si le dejaba así que por esta vez dividió morderse la lengua e intentar relajarse.

Llevó la mirada al horizonte como si al no verla, ella y su contacto no existieran y empezó a responder dentro y fuera de su cabeza con las mismas palabras.

— No lo sé —y a partir de ese punto se dividió entre las dos chicas de las que se sentía cable—.

— No sé quienes son. Parecían militares pero no sé si eran de las tres cruces. Iban armados y en Jeep. No sé de dónde eran, ni porque han atacado. Solo sé que es culpa de Elijah. También muerto.

— No sé si debe saberlo o si quiere. Pero no le mentiremos al verla —razonó—.

— No. No siguen allí. Les vi marcharse y han prendido el bosque entero. No pueden haber vuelto. Estarán... —no pudo terminar la frase por la culpa de no hacer nada ante su sospecha, ni siquiera sabiendo que su intento de jugar a los héroes acabaría como el de Nick.

— Skyler me dijo que también quería venir —mintió—. Pero tenía que hacer algo antes y nosotros teníamos tanta prisa...

— Ha-hay un viejo desguace junto al km 15 de las vías que van de Queens a Manhattan. Nos vemos allí, nosotros llegaremos en dos horas. Esperaremos .

En ese momento una minúscula voz le advirtió que Alec se iba a mosquear al saber que no solo le había dado su secteto a su hermana, sino también a otras tres mujeres: una a la que detestaba y dos desconocidas; pero no se paró a escucharla. En ese momento, lo que Alec sintiera por él no tenía tanto poder como de costumbre.

— No había vuelto a pesar en ello.

— Por favor, no sé lo cuentes a Skyler todavía. Ella no es de encajar las cosas sin acuchillar al mensajero.

La chiquilla tomó aire profundamente y luego lo soltó despacio en un suspiro largo. Finalmente miró a Robin y asintió con la cabeza, como si con ese gesto ya estuvieran tomando la decisión. 

—Vale, pues nos reunimos con ellas entonces. 

Se quedó callada después de esas palabras, observando cómo caminaba el pelirrojo, y al ver que su paso parecía estable, le soltó y se apartó un poco. Lo tenía al alcance de la mano por si las rodillas le fallaban, pero al menos corría el aire entre ambos. 

—Pero a Skyler se lo cuentas tú, ¿vale? —dijo, bajando el tono hasta que su voz se convirtió en un hilillo—. Y a tu amiga. —Tras poner esa condición pareció caer en algo y con un pestañeo sus ojos volvieron a buscar el rostro de Robin—. ¿Y dónde están?

Los hombros de Robin bajaron por su propio peso cuando Hope se separó, echando de su cuerpo una tensión con la que había intentado luchar durante años y que no lograba ganar.

Lamentaba preocuparla en cada paso que daba, pero sabía que poco a poco se le iba a olvidar. Si veía que seguía a su lado pronto se acostumbraría y volvería a entretener su cabeza con preguntar hasta por el vuelo de las mariposas.

Parpadeó aliviando sus ojos del humo y de la mirada obsesionada con el horizonte cuando le volvió a hablar.

— ¿Eh? Sí... Ellas, no lo sé, pero saben dónde encontrarnos. Ojalá tu hermano también lo sepa —alienó a su amor por no embobarse pronunciando el nombre de Alec adulcurado con los recuerdos que el camino y el destino le evocaban—.

Los últimos acontecimientos habían preparado su corazón a golpes para caer fácilmente en el amor, necesitaba consuelo y que alguien le arrancara la rabia de dentro. Y a pesar de ello el consejo de Daniel se mantenía como un runrun en su cabeza y una fina y casi inaudible voz le recordaba que estaba enfadado y que un dolor no invalida otro.

Dejó todos sus pensamientos detenidos al escuchar a la críptica Trish.

— ¿No te haces una idea? —quedó desubicado— ¿Qué mierdas significa eso? —lejos de usar el camino fácil, no preguntó. Si no quería, que no apareciera; como Alec.