Partida Rol por web

Kane no se movía del marco de la puerta consciente de que cualquier movimiento peregrino podía poner aun más nerviosos a los chicos. La impresión inicial se iba diluyendo, pero aun miraba a Clara con inquietud, sin saber exactamente qué entender de lo que había visto. Respiró profundamente, y entonces llegó otro aldabonazo.

—¿Jeff? ¿Jeff el Tuerto? —frunció el ceño, miró a los muchachos presentes, cada vez más confuso y a la vez con mayor certeza de que estaba en el sitio que debía estar —. ¿Le conocéis?

Volvió la mirada hacia Faraz mostrando las manos libres de cualquier cosa, le asintió concediendo al muchacho su preponderancia como vigilante y que aceptaba su rol. Pero entonces Clara volvió a hablar, su espina dorsal volvió a erizarse como su vello.

—Me gusta la música —respondió como hechizado por la muchacha, se movió lentamente hacia un lado y apoyó la espalda en la pared dejándose caer al suelo —. No sé si mis historias son buenas para contar, la verdad. Pero como no sé cantar.. supongo que puedo pagar ese precio. Pero antes, ¿cómo os llamáis?

Al ver que el comentario de la chiquilla de las gafas no le había pasado desapercibido al visitante, la de la guitarra le envió una mirada furibunda. Sin embargo, con las preguntas de Kane, todos le miraron extrañados. 

—Conocemos a Jeff —dijo finalmente el más pequeño, con voz dulce y tímida—. Pero no es tuerto. Fuma muchos puros y a veces huele raro, pero es mi amigo.

El chico mayor parecía satisfecho de sí mismo ante la aceptación con que Kane lo miraba. Quizá por eso se animó a soltar la mano del pequeño y ponerse en pie.

—Eso. No es tuerto. Conocerás a otro Jeff. Este chiquitajo es Charlie —empezó las presentaciones despeinando al pequeño—. La que siempre habla de más es Aimée —siguió, haciéndole una mueca a la de las gafas, que se la devolvió—. La de la guitarra es Clara —La chiquilla lo miró fijamente al ser nombrada—. Y yo soy Faraz —dijo finalmente, poniéndose una mano en el pecho—. El mejor lanzador de cuchillos a este lado del río Bronx. Nana y 'Art deberían estar fuera vigilando...

—Pero estarán be-sán-do-se —apostilló la de gafas al tiempo que ponía los ojos en blanco. Luego se le escapó una risita—. Siempre están igual.

Ignoró la mirada de ceño fruncido que le dedicó la otra chica y detuvo sus ojos curiosos sobre el pistolero.

—¿Y de qué va la historia que nos vas a contar? —preguntó, echándose un poco hacia delante, con los codos sobre las rodillas.

La respuesta que le dio el más joven de los chicos dejó desconcertado a Kane, no se molestó en ocultar su perplejidad, ni tampoco es que fuera un maestro en hacerlo. El pistolero no sabía que pensar, ¿había otro tipo llamado Jeff y fumaba puros? ¿Justo con un grupo de chicos en los que estaba.. esa chica? Kane apretó los labios, las cosas se iban haciendo cada vez más raras y confusas, no entendía qué estaba pasando.

Escuchó a Faraz presentar a los chicos, y esa sensación extraordinaria que le estaba asaeteando la columna se incrementó al escuchar el nombre de la guitarrista. Clara. Claire. ¿De verdad todo aquello era coincidencia? Apretó los labios aceptando en su fuero interno que cada vez creía menos en las coincidencias y más en.. algo más.

—¿La historia? —repitió mirando a Aimeé, movió la cabeza pensando en qué podía contar y tras mirar de nuevo a Clara solo podía contar una historia.

—Bueno.. una historia de búsqueda. De un chico, como vosotros, que lo perdió todo y.. trató de buscar su papel en el mundo —acertó a decir a modo de introducción —. Perdió a sus padres y solo le quedó su tía. Y su tía lo cuidó, lo protegió y enseñó a ser mejor persona. A ser fuerte. Un niño que solo sabía quejarse y llorar, le enseñó a levantarse tras caer y pelear por lo que creía correcto.

Hizo una pausa dudando de si era una buena historia o si era correcto dirigirse por esas lides, miró una vez más a Clara, suspiró.

—El chico creció y su tía.. murió —tragó saliva —. E incluso en su lecho de muerte supo sonreír a su sobrino y animarle en ese trance. Lo dejó al cargo de un amigo, un maestro, y el chico aprendió a ser fuerte, a ser un guerrero.

Suspiró algo dubitativo, pero de perdidos al río.

—Se hizo mayor, y cambió. Se hizo fuerte. O más bien tozudo, obstinado. Creía tener siempre toda la verdad. Pero no quería seguir el camino de su maestro, así que lo dejó cuando conoció a una chica en una aldea. Se enamoraron y tuvieron.. un hijo —tragó saliva, tensó los músculos —. Nunca llegó a conocerlo. Ella murió al dar a luz y su hijo desapareció. Lo robaron. Y él se volvió loco, empezó a buscar a su hijo robado por todo el mundo y empezó a perder la cabeza. Aplicaba justicia sin piedad. Y mataba sin miramientos a los villanos. Sus manos estaban tan teñidas de sangre que.. —apretó los puños —. ..había perdido el objetivo de encontrar a su hijo porque se había esfumado. Entonces.. una música.. una canción.. la misma que tocaba su tía cuando era pequeño —miró de nuevo a Clara —. ..lo encontró cuando estaba moribundo. Lo llevó a un lugar de luz y recuperación. Lo.. salvó de si mismo. Y entonces supo que ella, su tía, siempre estaría con él velando, protegiéndolo y.. no sé.. es una historia patética —torció los labios con una sonrisa torcida riéndose de si mismo.

La muchacha de la guitarra lo contemplaba con ojos serios, escuchando la historia con atención. Cada vez que sus ojos se cruzaban con los del pistolero, Kane sentía esa extraña conexión. Era y no era, al mismo tiempo. Casi sentía que podía escuchar un zumbido al mirarla, como si un cúmulo de electricidad estática e invisible lo rodease. Clara se revolvió bajo la mirada del pistolero y cuando terminó de hablar, frunció el ceño. 

—No es patética —sentenció—. Sólo un poco rarita. ¿Y qué pasó después? —inquirió a continuación—. ¿Encontró a su hijo? ¿Se murió? No puedes dejar las historias sin un final —protestó—. Queremos saber.

Fue el niño más pequeño, Charlie lo había llamado el mayor, el que intervino entonces. 

—Eres tú, ¿verdad? —preguntó, con una mirada límpida—. ¿Estás buscando a tu bebé?

Se había echado un poco hacia delante mientras Kane contaba su historia y ahora era el que más cerca estaba de él. El pistolero podía notar que lo miraba con algo de lástima, una vez había decidido que había contado su propia historia. Pero también vio comprensión en sus ojos.

—Nosotros somos también huérfanos, como ese niño —intervino entonces la chica de las gafas, que enroscaba un rizo en uno de sus dedos y lo soltaba para volver a enroscarlo—. O bueno, somos niños perdidos, más bien. Así nos llama Jeff. Como los del cuento, ¿sabes?

Movió las piernas para cambiar de postura y sentarse a lo indio. Se soltó el pelo y se echó un poco hacia delante ella también, mirando a Kane con expectación. 

—¿Y crees que su bebé también lo estará buscando a él? Sería un bonito final para tu historia —sugirió, casi como si pensase que necesitaba ayuda para pulir sus dotes de narrador. 

Kane respiró profundamente antes de vehicular ninguna respuesta en firme. Quería aceptar la posibilidad de acostumbrarse a aquella sensación tan ajena, pero no lo hacia. Cada momento en que su mirada se cruzaba con Clara se reiniciaba todo el alud de sensaciones que no sabía interpretar. Afortunadamente, a fuerza de costumbre, dedicaba atención a los otros chicos para equilibrar la disonante balanza de su interior.

—Sí, es rarita. Sí —admitió el pistolero con algo de ironía —. ¿Después? —reflexionó unos instantes, estaba a punto de responder cuando Charlie intervino ganándose una significativa mirada de Kane. No dijo nada, pero la mirada lo dijo todo —. Nunca lo encontró. Ni siquiera llegó a saber si era un niño o una niña. Él.. se rindió. Dejó de buscar. Trató de olvidar. Conoció a alguien que lo ayudó a superar esa pérdida, pero creo que nunca lo hizo —se encogió de hombros con resignación mirando a Charlie que, ahora, predominaba la escena visual de Kane.

—Cuando sepa el final de esta historia, si lo tiene, os la contaré —respondió a Clara apretando un tanto los labios. Era irónico responder a eso cuando, en cierto modo, el motivo que lo había llevado hasta ese lugar era un nuevo capítulo de esa historia. Miró a Aimeé con intriga, de nuevo el nombre de Jeff, a pesar de que los críos aseguraban que no era tuerto no acababa de aceptar que fuera otro —. No conozco ese cuento. ¿Cuál es? —preguntó a la chica de gafas tratando de atajar un poco la batería de preguntas que le habían lanzado los chavales.

—¡Hala! —exclamó en respuesta la chiquilla, abriendo mucho los ojos—. ¿No te sabes la historia de Peter Pan?

Negó con la cabeza, como si aquella fuera una falta que requería de reparación inmediata, y empezó a relatar con una voz fina, ya perdida la timidez inicial con que lo había recibido.

—De la unión de una hada y un mortal nació un niño. Un niño medio duende y lleno de magia, que podía viajar entre distintos mundos. Su madre lo dejó al cuidado de su padre y se convirtió en un crisantemo, que era un tipo de flor —aclaró, con tono didáctico—. Cuando vivía entre los humanos en nuestro mundo crecía como nosotros y se hacía mayor. Pero cuando cumplió doce años decidió que no quería crecer más. No quería dejar de ser un niño y convertirse en un adulto aburrido y viejo. Así que cogió el polen del crisantemo, que era la última magia que le quedaba de su madre, y lo usó para viajar a Nunca Jamás, una tierra de fantasía llena de piratas, amazonas y hadas. 

Mientras Aimée iba narrando aquel cuento en una versión algo distinta de la que Kane había conocido de niño, el pistolero podía sentir los ojos de Charlie y Clara sobre él. Faraz, en cambio, se había acercado a una ventana tapada con tablones y echaba un vistazo hacia el exterior por las rendijas. Parecía que aquellos chavales ya conocían de sobra la historia que contaba la de las gafas, pues estaban más pendientes de él que de ella.

—Como en el país de las hadas no envejecía, Peter pudo vivir miles de aventuras. Pero llegó un día en que empezó a aburrirse. Y entonces pensó que necesitaba unos amigos. Otros niños como él, que vivieran en la tierra de los mortales. Así que volvió a la tierra para buscarlos y llevarlos a Nunca Jamás. Se fue haciendo toda una pandilla de niños y niñas que nunca se harían mayores y se llamaban a sí mismos los Niños Perdidos. Esos niños sueñan con volver a ver a sus padres alguna vez, si es que siguen vivos, pero mientras tanto se ayudan unos a otros y viven aventuras juntos.

Sonrió ampliamente y enderezó un poco los hombros.

—Y por eso Jeff nos llama así. Como broma, ¿sabes?

—Pero nosotros en lugar de Peter Pan tenemos a Charley —bromeó Faraz, acercándose al pequeño—, que no es medio duende, pero se cree más listo que nadie.

Lo despeinó como queriendo fastidiarle con cariño y el niño levantó una mano para moverla con un aspaviento, como si tratase de espantar al mayor. Faraz se rió y luego miró a Clara.

—¿No le debes una canción por su historia? —dijo, con media sonrisa traviesa al encontrar el modo de pedirle que tocase sin pedírselo realmente—. Y que sea más alegre que la de antes, que no queremos que se deprima el invitado.

Clara tardó un instante de más en desviar la mirada de Kane para llevar sus ojos hacia Faraz y fruncir el ceño en su dirección.

—No tienes ni idea de música —le espetó, pero al volver a mirar al pistolero su frente se relajó y hasta se permitió una sonrisa pequeñita. Sus dedos rasgaron suavemente las cuerdas de la guitarra—. No le hagas caso, es bobo. Pero es verdad que te la debo... ¿qué quieres oír tú? Tampoco me sé demasiadas —se apresuró a aclarar—. Pero si no me la sé, me la tarareas y lo intento.

Kane escuchó la peculiar versión de Peter Pan, si era la verdadera o no lo era no tenía ni idea. Era la primera vez que la escuchaba en más de quince años y ya de niño no prestó demasiada atención a esta. Si bien trazó ciertas similitudes siniestras con algunos acontecimientos pasados, los desechó pensando en que era cosa de su imaginación.

—Sí, recordé ahora. No me acordaba de eso.. de los Niños Perdidos —concedió con una leve sonrisa. Aunque la nueva mención de Jeff lo dejó algo desubicado, una vez más —. Ya veo, una broma curiosa.. de Jeff.

Cuando Clara tomó la guitarra, el rasgueo de las cuerdas causó un escalofrío sobrenatural en la espalda del pistolero. Como si hubiera hecho lo mismo con su espina dorsal.

—Esa canción, la de antes.. ¿dónde la aprendiste? —preguntó intrigado, luego movió un poco la cabeza —. La verdad.. no hace falta que cantes nada. Ya me doy por satisfecho. Es cierto, vine aquí para investigar.. las desapariciones de niños. ¿Qué sabéis vosotros?

—Por ahí. Me la enseñó un amigo en un asentamiento por donde pasamos hace años. —La muchachita se encogió de hombros como quitándole importancia a la respuesta—. Todas las que me sé son de por ahí. 

Sus dedos volvieron a rasgar las cuerdas, como si le picasen por ponerse a tocar, pero con lo siguiente que dijo el pistolero, puso la palma sobre ellas para frenar la vibración y dejó la guitarra a su lado con cuidado.

—No sabemos mucho —dijo después, poniendo de nuevo su mirada sobre Kane y hablando con vaguedades—, es más cosa de Jeff. Le dijeron algo de unos niños por aquí cerca y le dio por mirarlo. Pero yo creo que desaparece gente siempre —opinó, con un nuevo encogimiento de hombros.

—A ver, cuando nos dejó aquí dijo que volvería en una semana —intervino la chiquilla de gafas, haciendo cuentas mentalmente—. Y eso fue hace tres días... Así que vendrá dentro de cuatro. 

Al decir aquello, la muchacha se había quedado mirando al pistolero, sonriente, pero las miradas ceñudas de Faraz y Clara no tardaron en caer sobre ella. 

—Te vamos a tener que coser la boca al final —protestó el chiquillo, obteniendo como respuesta una mirada inocente por parte de Aimée—. En serio, tía, joder. No puedes contarle todas nuestras cosas al primero que venga. ¿Es que no te acuerdas de lo que nos dice siempre? —Y se irguió para engolar la voz y hacer una imitación que reverberó en la nuca de Kane con cada palabra—. «¡Aimée! Yo no te enseñé a ser una temeraria».

—También dice siempre que tenemos que seguir nuestro instinto, idiota —respondió la chiquilla sin cortarse un pelo logrando que el chico mayor bufase—. Y mi instinto me dice que no he hecho nada malo.

—Pues el mío me dice que eres una bocazas —se metió por medio Clara, poniendo los brazos en jarras sin llegar a levantarse—. Y si Jeff dice que no digamos nada de él, pues no sé por qué vas y lo cuentas sin preguntar ni nada. Eso debería ser una decisión de todos.

Y mientras los tres se enzarzaban en una discusión que no parecía haber comenzado en ese momento, sino venir de atrás, el pistolero notó la mano del niño más pequeño cogiendo la suya y tirando un poco para llamar su atención.

—No te asustes, siempre están así —le dijo en voz baja—. Es que tienen miedo de que no vuelva a buscarnos, pero eso no lo dicen. 

Kane no intervino en la pequeña discusión que se inició a raíz de la intuición de Aimeé, comprendía el celo de Clara y Faraz, pero tampoco quería mostrarse desagradecido por el gesto de la primera. Jeff, por cada cosa que le contaban más seguro estaba de que hablaban del mismo, pero el detalle de los dos ojos.. eso le seguía confundiendo. Pero entonces Charlie tiró de su mano, el pistolero volvió la vista hacia el chico.

—Te sorprendería que incluso entre adultos.. las cosas suelen acabar así —suspiró con algo de resignación —. No pareces preocupado como ellos, ¿por qué tú no?

Se fijó en el chico tratando de adivinar su edad, la verdad es que le costaba, nunca había sido excesivamente bueno atinando esas cosas. Desde la muerte de Diana había tratado con tanta deferencia como distancia a los niños, simplemente le costaba relacionarse con ellos, pero desde la aparición del bebé.. algo había cambiado profundamente en él.

Y luego estaba ella, Clara, ¿qué había visto? ¿Qué había sentido? La mirada del pistolero recalaba cada dos por tres sobre la muchacha, otra visión más, como la arcada del sótano de la iglesia. ¿Pero de qué le extrañaba aquello? Siempre había visto cosas. pero ahora.. ¿por qué las sentía diferentes?

—Creo que sí te pediré esa canción, Clara —alzó la voz para imponerse un poco en la discusión —. Si no sabéis mucho más de lo que estoy investigando.. y tampoco quiero sonsacaros nada de Jeff.. Una canción me bastará a cambio, ¿qué te parece?