Partida Rol por web

El pequeño sonrió, con una confianza y una seguridad que lo hicieron parecer más adulto de lo que su cuerpo indicaba.

—No me preocupo porque ya lo hacen ellos —afirmó, convencido— y no sirve para nada. Yo creo que Jeff volverá, no nos querrá dejar aquí. Pero si no vuelve podemos salir a buscarlo. —señaló, con tal ingenuidad que de nuevo parecía apenas un crío de unos ocho años.

Después se quedó callado mientras contemplaba al pistolero seriamente. Sus siguientes palabras fueron otra vez un susurro.

—También creo que el instinto de Aimée tiene razón. Le gustarías a Jeff.

La discusión entre los tres más mayores parecía estar llegando a un punto muerto en el que ninguno daría su brazo a torcer. Así que cuando Kane intervino, los tres pares de ojos se detuvieron sobre él. Aimée tenía la barbilla un poquito levantada, reafirmándose a sí misma. Faraz se había cruzado de brazos y estaba enfurruñado. Y Clara se tomó un momento para resoplar antes de asentir.

—Claro.

Recogió la guitarra y recogió los labios en un lazo rosado al pensarse qué canción iba a tocar. Luego empezó a rasgar la guitarra en una canción del ese mundo que la chiquilla no había conocido. La música parecía perdurar de un modo que no habían logrado otras expresiones artísticas, la gente la llevaba dentro, se la llevaban con ellos y se la transmitían unos a otros. «Por ahí», había dicho antes Clara. En un mundo en el que ya no había conservatorios ni hilos musicales era así cómo se aprendían las canciones, como se conservaban y viajaban.

Fue cuando empezó a cantar cuando llegó de nuevo el escalofrío, extendiéndose desde su nuca. Ahí estaba, otra vez, la voz de Claire. Su imagen se superponía ante sus ojos sobre el rostro de la niña y el mundo parecía detenerse cada vez que Clara alzaba sus ojos y Kane veía en ellos la mirada de su tía.

Kane miraba al chico con curiosidad, no le faltaba razón en lo que decía, aunque la perspectiva de que se aventuraran solos si no aparecía Jeff no le causaba mucha confianza. No dijo nada al respecto, en esas circunstancias no parecía que pudiera aportar mucho más. Sonrió ligeramente al comentario de Charlie acerca de que le gustaría a Jeff, por un instante el pistolero pensó que podía tratarse de otro, pero ya sería demasiada casualidad. ¿O no lo era?

—Bueno.. el Jeff que yo conozco me tuvo que aguantar muchos años. Se me da bien sacar de quicio a los que fuman puros —respondió guiñándole el ojo.

Entonces Clara prestó de nuevo voz e instrumento, la charla con Charlie le había arrebatado de sus pensamientos aquella disociación extraordinaria. Llegó a pensar una vez más que su imaginación le había vuelto a jugar una mala pasada, pero verso a verso, acorde a acorde, una vez más.. lo extraordinario.

—¿Claire..? —musitó tan tenue que apenas arrancó un hilo de voz. Su corazón volvía a rugir de tensión, nervios e incomprensión. ¿Qué estaba pasando? ¿Quién era esa Clara? ¿Por qué..? Las preguntas se le agolpaban en la mente taponando toda reacción racional, abriendo paso a las emociones y cuando sus ojos se torcieron amenazando en lágrimas. Kane se levantó bruscamente y salió por la puerta de la estancia sin decir nada.

El pistolero se quedó en el pasillo apoyando la frente contra la pared, peleando contra lo que había visto y oído, negándose a aceptar aquel delirio. La voz de Jeff se inmiscuyó en su mente: confía en tu instinto. ¿Mi instinto? Kane pensaba que se estaba volviendo loco. Ver cosas, cosas irreales. Negó con la cabeza sintiéndose ridículo por su reacción casi infantil, se rió de si mismo al verse huir como un cachorrito ante esos acontecimientos. ¿Y su instinto? Su instinto.. si había llegado hasta ahí era por algo, si estaba viendo aquello era por alguna razón, que su lugar.. ¿era ese?

—Puto viejo.. te debes estar riendo de mi allí donde estés.. —bufó molesto mientras recuperaba la compostura. Clara o Claire, tuviera el rostro que tuviera, era inevitable que, como tantas otras cosas antes en su vida, algo encima de él estaba señalándole algo. Pero aun no tenía ni idea del qué.

Cuando Kane se levantó de repente pilló desprevenidos a los chavales y tardaron en reaccionar. Sus miradas se fueron tras él hacia la puerta. Clara dejó primero de cantar, como si sus dedos tuvieran la inercia de la canción prendida de las cuerdas de la guitarra, pero mientras él llegaba al pasillo pudo escuchar cómo también la melodía desaparecía. 

Pasaron algunos segundos de silencio. Podía suponer el estupor en los rostros de los muchachos, pero él estaba enfrentándose a sí mismo en su interior, tratando de recomponerse. Le llegaron algunos cuchicheos, pero no alcanzaba a distinguir lo que decían allí dentro. 

Poco después la nariz de Aimée asomó por la puerta por la que él acababa de salir y la chiquilla lo miró con los ojos bien abiertos detrás de los cristales de las gafas.

—¿Estás bien? ¿Vas a vomitar? —le preguntó, con la mano en la hoja de la puerta y la cabeza ladeada, sin llegar a salir al pasillo. 

Kane volvió la mirada hacia Aimée cuando la escuchó, el pistolero respiró profundamente aclarando sus ideas. Negó suavemente con la cabeza.

—Viejos recuerdos, nada más —respondió hierático mientras se recomponía —. Lo siento. No quería asustaros.

Hubo un pausa breve, la claridad volvía, pero miraba la puerta con cierto temor. La asociación Claire-Clara ya era indivisible para él.

—Debéis tener una historia curiosa, para acabar reunidos aquí. Clara ha tocado una canción.. ¿y los demás? —se animó a volver, aunque con pies de plomo —. ¿Cuáles son vuestras historias?

Aimée sonrió al escuchar su respuesta y se apartó de la puerta para que pudiera entrar de nuevo. Dentro la situación no había cambiado mucho. Clara tenía la guitarra en su regazo, pero no estaba tocando y Faraz seguía cerca de la ventana. Charlie se había puesto de pie y se asomaba por detrás de Aimée para verlo. Las miradas de todos estaban en él mientras regresaba. 

Su pregunta hizo que algunas miradas se intercambiaran entre ellos. La chiquilla de las gafas se sentó en el suelo y apoyó las manos atrás, acomodándose antes de hablar. 

—Bue-no. En realidad yo ya te he contado la historia de Peter Pan. Así que ahora le toca a los chicos. 

El chico más mayor abandonó su puesto junto a la ventana para acercarse al grupo de nuevo. Se dejó caer con un resoplido y se pasó una mano por el pelo. 

—Mi historia es corta. Iba con mis padres y mi hermana Anya en una caravana hacia el bosque. Querían sacarnos de Nueva York, aunque no recuerdo por qué. Era muy pequeño, pero recuerdo que decían que en los bosques había asentamientos, que estaríamos mejor allí. —Se encogió de hombros, sin darle demasiada importancia a aquello—. Por el camino nos atacaron. No sé muy bien qué paso. Mi madre se enfrentó a unos hombres mientras mi padre se quedó atrás con nosotros. Nos dijo que corriéramos y no parásemos hasta llegar a casa. Que irían a buscarnos allí.

»Anya dijo que lo mejor era separarnos para ir cada uno por un lado y le hice caso porque era la mayor. Yo corrí y corrí. Llegué a casa sin perderme y me quedé esperando. No sé cuánto tiempo pasó, días —explicó, mientras empezaba a dibujar con el dedo círculos en el suelo— pero se acabó la comida y no habían venido ninguno de los tres. Cuando se abrió la puerta pensé que eran ellos, pero era Jeff. Me dijo que no iban a volver y me fui con él. Tampoco podía quedarme ahí yo solo para siempre.

Se volvió a peinar con los dedos y miró hacia el pistolero. Contaba la historia como quien ya había tenido tiempo para asumir las pérdidas. Sin embargo, en sus pupilas quedaba una brizna de esperanza.

—Y hasta hoy. No es muy interesante, sólo soy un niño perdido más.

Kane asintió sin más a la respuesta de Aimée, quería desviar un tanto la atención sobre él y volverla sobre los muchachos. En realidad quería saber la historia de Claire, pero ella ya había pagado con su canción y Faraz tomaba el relevo pagando su supuesta deuda. Una historia más de tantas desgracias de aquel mundo que llegó después del final, la tragedia y la pérdida una vez más como compañeras, pero el muchacho parecía llevar bien esa pérdida, incluso con la esperanza de que hubiera un reencuentro.

Se abstuvo de dar ningún pésame, consideraba que estaba de más, aunque la comprensión se reflejaba en su mirada. Pensó sobre qué edad tendría Faraz, si el tal Jeff, cuando lo encontró, coincidía en la etapa que tomaron caminos separados. ¿A eso te habías estado dedicando? ¿A reclutar un pequeño grupo de huérfanos?

—Bueno, serás un niño perdido más, pero tienes agallas. Temerario.. pero con agallas —reconoció el pistolero con un asentimiento —. Querer proteger a alguien.. eso es loable.

No sabía si aquel reconocimiento iba a ser aceptado de buen grado por Faraz, pero ahí quedaba, entonces su atención se volvió hacia Charlie, el más pequeño, quedaba su historia.

El chico se encogió de hombros, no parecía considerar que mereciese el cumplido de Kane. 

—Aquí nos protegemos todos unos a otros —dijo, echando una mirada a los otros chavales—. Juntos somos más fuertes y mientras sigamos unidos nadie podrá con nosotros.

Sus labios se curvaron en una sonrisa de suficiencia con esas palabras y luego su mirada se dirigió también hacia el pequeño. 

Al principio Charlie se quedó callado al notar todas las miradas sobre él, pero tras algunos segundos torció la nariz hacia un lado y hacia el otro y tomó la palabra. 

—Nana siempre me contaba un cuento cuando era más pequeño —explicó, antes de empezar a recitar algo aprendido—. «Érase una vez, en una ciudad lejana, hace mucho tiempo, un rayo de luz que se perdió. Nadie sabía si había escapado del sol o si la luna lo había lanzado hacia la tierra, da igual si los sabios lo investigaban, nadie lo sabía. Sólo lo vieron pasar en mitad de la noche hasta meterse por una ventana. Algunos lo siguieron, pero nadie lo encontró. No lo encontraban porque el rayo de luz se había metido dentro de un niño pequeño que dormía en su cuna. Su piel era tan blanca como la leche y estaba solo. No había padres en la habitación de al lado. No había hermanos ni tatas. Sólo estaba el niño, que dormía sin saber que ahora tenía un rayo de luz dentro de él.»

Hizo una pausa para tragar saliva, pero ya había cogido carrerilla y siguió de inmediato, con los ojos bien abiertos.

—«Pero entre las personas que buscaban el rayo de luz había una niña que era muy valiente y que llevaba toda la vida esperando el momento de demostrarlo. Era muy pequeña, así que nadie se dio cuenta de que se colaba en la habitación por la que había entrado el rayo de luz. Y allí, en cuanto vio al bebé, entendió todo lo que había pasado. Buscó por toda la casa para ver si había alguien, pero el niño estaba solo. Ella se quedó con él y le hacía cosquillas para hacerlo reír. Pero ella sabía que había más gente buscándolo y que si lo encontraban querrían sacarle la luz mágica de dentro. Y el bebé ni siquiera tenía unos papás que lo defendieran. Así que lo envolvió con unas sábanas y se lo llevó con ella. Los dos eran niños perdidos, así que estaban mejor juntos que separados. Pero él además, era un rayo de luz en secreto.»

Guardó silencio al terminar su relato y sus ojos serios contemplaron a Kane, como si esperase su veredicto para saber si le había gustado la historia. 

Kane escuchó la historia que narraba Charlie absorto por la narración, algo tocaba en las fibras del pistolero para ganarse esa atención. De algún modo sentía que algo en aquella historia contenía algo especial, ¿quizá algo autobiográfico? No lo sabía. Todo lo que le estaba sucediendo era surrealista, y puede que estaba hipersensible a cualquier mensaje o código oculto en aquel tapiz de personas, historias y hallazgos.

—Es una buena historia, casi como si hubiera pasado de verdad —apuntó Kane como si con ello tratara de tirar de la lengua a Charlie —. ¿Dónde fueron esos niños perdidos? ¿Por qué era tan especial ese rayo de luz? —preguntó con genuina curiosidad.

El pequeño asintió con la cabeza cuando llegó la valoración de Kane, como si él mismo estuviera de acuerdo con él y pensara lo mismo de aquella historia. Luego abrió más los ojos y se encogió de hombros.

—Eso mismo le pregunté yo a Nana —dijo—. Ella dice que nadie sabe dónde fueron, ni dónde están ahora. Están tan bien escondidos que a veces ni ellos mismos saben dónde están.

Al responder la segunda pregunta se echó un poco hacia delante, como para compartir un secreto. 

—Nana dice que era un rayo de luz mágica. Que los malos querrían sacárselo de dentro y que él era su guardián. —Ladeó un poco el rostro mirando al pistolero y fue él quien preguntó a continuación—. ¿Alguna vez has visto algo así en tus viajes?

Había algo en las palabras de Charlie que consternaron a Kane, briznas de una verdad velada que casi parecía pretender susurrarle ciertos paralelismos entre su historia y la de Clementine. La pregunta del pequeño fue definitoria, ¿había visto algo parecido en sus viajes? Kane se quedó sin palabras, dubitativo, y la imagen de Clem en pié delante de él arrodillado y manchado con la sangre de los malvados que asesinó, dándole el perdón, aterrizó en su cabeza de forma irremediable.

—No.. no lo he visto —dijo sin mucho convencimiento, al fin y al cabo era un libro abierto. Miró a Charlie consciente de que el muchacho no iba a comulgar con esa negativa, por lo que optó por la honestidad —. ¿Realmente? No lo sé. Pero sé que a veces pasan.. cosas extraordinarias.

Miró a un lado pensando en Clementine, pronto se preguntó si había hecho bien marchando solo en pos de aquella quimera que era encontrar a su hijo o hija desaparecido. De nuevo persiguiendo fantasmas, torció el morro. Quizá los fantasmas era de lo único que debía huir. Se puso en pié.

—Gracias por vuestra hospitalidad, chicos. He de.. seguir buscando —asintió lentamente.

El chiquillo asintió con rostro serio a las palabras de Kane. No lo dijo en voz alta, pero sin duda él también creía que a veces pasaban cosas extraordinarias. 

El resto de chavales se habían quedado callados escuchando el intercambio entre Charlie y Kane. Por un momento parecía que ese sentimiento de trascendencia que el pistolero sentía crepitar bajo su piel los había alcanzado también a ellos, dejándolos inmóviles y atentos. Pero el instante se desdibujó enseguida y fue Aimée la primera en moverse, poniéndose en pie tras él. 

—¿Ya? —dijo, frunciendo los labios en un mohín de protesta—. Con lo bien que lo estamos pasando. 

Faraz se puso también en pie y se sacudió el polvo de los vaqueros antes de ofrecerle una mano a Kane, a modo de despedida.

—Ha sido un placer conocerte —le dijo, con esa media sonrisa pilla que parecía formar parte de su cara—. Espero que tengas suerte con tu búsqueda y todo eso.

Clara frunció un poquito el ceño al escuchar que Kane se marchaba ya. Ella no se puso de pie, lo miró desde el suelo. 

—Espera. Antes de irte necesitamos que nos prometas que no vas a decirle a nadie que estamos aquí. —Se encogió de hombros, como diciendo «es lo que hay»—. Es por precaución. Y a cambio si nos volvemos a ver, te cantaré la canción que tú quieras —agregó tras pensarlo un momento.

—Podrías volver el viernes —propuso Aimée, aprovechando las últimas palabras de Clara para meter baza y ganándose la mirada ceñuda de Faraz en el proceso—. Para entonces ya estará Jeff de vuelta y así podrías conocerlo.

La chiquilla de gafas sonrió, complacida de haber encontrado el modo de hacer esa invitación utilizando lo que había dicho la otra muchacha. Le devolvió una mirada inocente al chico más mayor y luego volvió a mirar a Kane.

Kane, en pie, contempló a los cuatro muchachos con sentimientos encontrados. Veía en ellos fantasmas, ecos, y en toda esa reverberancia estaba Clara. Serenado tras el alud de emociones sentidas, el pistolero asintió lentamente a Charlie, luego asintió a Aimée y aceptó la mano Faraz. Cuando Clara exigió su silencio, Kane lo verbalizó junto a un asentimiento.

—Si mi palabra ha cobrado valor.. tenéis mi palabra, no se lo diré a nadie —dijo con énfasis, quedó dubitativo unos segundos y añadió. En ese momento le importaba una mierda lo que opinaran en Morris, miró al pintoresco de niños perdidos —. Si sucede algo.. y necesitáis un lugar donde refugiaros. Id al Major Morris, está al otro lado del puente, me encontraréis allí.

Con la propuesta de Aimée recibida y aceptada, Kane se propuso a marcharse. Entonces recordó los nombres de dos niños perdidos más. Una sensación de preocupación lo ahogó, ¿realmente habían faltado a su guardia los que faltaban o les había pasado algo? Se volvió hacia los niños perdidos.

—Vuestros amigos, no los vi al entrar. Si estaban vigilando. No les habrá sucedido nada, ¿verdad? —miró hacia la salida con el ceño fruncido —. ¿Dónde se supone que estaban?

Clara asintió con la cabeza, conforme con la promesa de Kane. Y luego abrió un poco más los ojos, sorprendida con la oferta que la siguió.

—Major Morris. Major Morris —repitió, memorizando el nombre del refugio. Sonrió y en la curva de sus labios el pistolero creyó ver de nuevo el brillo de la sonrisa de Claire—. Gracias. Lo tendremos en cuenta si nos llega a hacer falta. Espero que tengas un buen viaje.

Faraz puso los ojos en blanco cuando llegó la preocupación por los que faltaban, aunque no parecía que su gesto fuese dedicado a Kane, sino justamente a los dos ausentes.

—No te rayes por ellos —dijo, sacudiendo la cabeza—. Es lo que dice Aimée, aprovechan cualquier momento para escabullirse a enrollarse. Llevan así como un mes y se creen que no nos hemos dado cuenta. Seguro que están en algún piso vacío metiéndose las lenguas hasta la campanilla. —Hizo una pausa y frunció los labios—. Son idiotas.