Partida Rol por web

La sonrisa de Axel creció al escuchar a Shamira tan entusiasmada con aprender sobre música, y asintió impresionado ante el ritmo que la niña marcaba con las palmas en sus muslos. Al ver que Clem se despistaba, el músico intercedió rápidamente para que la pequeña no viera sus esperanzas caer en saco roto - Ya te lo ofreció, así que yo lo tomaría como un sí - sonrió confiado - Y si no, te enseño yo. Ya tengo un alumno apuntado a clases de música en el Morris, así que por qué no una segunda estudiante - le guiñó el ojo con complicidad, para que supiera que siempre sería bienvenida. 

Al escuchar a María hablar de La Llorona, su sonrisa se tornó más cálida y melancólica. Le recordó a su familia, a las historias de terror que le contaban sus hermanos mayores cuando era un niño, a las advertencias de su abuela de no salir a la calle solo de noche porque La Llorona lo confundiría con uno de sus hijos. Era una leyenda tradicionalmente mexicana, pero una que se había esparcido rápidamente entre todos los latinos y su familia no era la excepción. Para su suerte, su abuela no intentaba cantar, porque la anciana no tenía una voz celestial precisamente y ya pasaba suficiente miedo con la leyenda misma. 

Ah, Quijano - sonrió con cariño al escuchar a Clem hablar de él. Era un buen hombre. Un loco, claro, pero estar loco no te hacía mala persona. Pacientemente esperó a que la religiosa comenzara a cantar, y siguiendo el ritmo de su versión la acompañó con el violín, cerrando los ojos por un momento para dejar que la canción le llenara los oídos y evitar que sus otros sentidos le distrajeran. 

Kane dejó la atención musical a un segundo plano, ambiental para él, mientras conversaba con Lincoln. Soltó una rasposa risa al escucharle en primera instancia.

—A veces hay que desfogarse. Guardarse las cosas dentro.. no es buena idea, créeme —aunque enseguida añadió, casi con aire didáctico, y se recriminó internamente por parecerse en exceso a cierto tuerto en ese momento —. Pero procura que los demás no paguen por ese mal humor. Los demás no tienen culpa de que seamos un par de estúpidos —comentó con cierto humor, le sonrió levemente, animoso.

Lo que Lincoln dijo a continuación le recordó demasiado a si mismo. No eran las mismas palabras, no era la misma situación, pero la actitud del Kane respecto al chaval era de absoluta comprensión.

—Supongo que te habrás fijado que no tenemos la mejor de las relaciones. No eres su esclavo. No eres su súbdito —dijo serio, acerado —. Pero atiende a los que saben más. Sé listo, ¿vale? Podrán decir lo que quieran, quienes quieran.. pero el mundo se fue a la mierda cuando las personas decidieron que era mejor matarse que cooperar entre ellas. El Bien no es ser idiota, Lincoln. El Bien es defender lo que es justo, pero es un camino difícil, sacrificado. La próxima vez, ten seso, ¿vale? No te lances a ciegas —se quedó en silencio unos instantes, le miró, le puso una mano sobre el hombro —. Nunca dudes de ti mismo. Usa tu instinto. Ese es tu mejor y más sólido aliado.

Estas palabras se quedaron rondando en la mente de Kane, su mirada se perdió unos segundos, dubitativo. No por lo que le había dicho, sino porque pensaba en alguien, alguien importante para él. Alguien que ya no estaba cerca, pero lo sentía realmente cerca.

Shamira no pareció decepcionada por el despiste de Clementine, porque enseguida Axel hizo que sus ojos brillasen con curiosidad.

—¿A quién le vas a enseñar? —empezó a preguntar, pero viendo que ya comenzaban a tocar la siguiente canción hizo un gesto con la mano para dejarlo para después y se puso cómoda de nuevo, dispuesta a seguir disfrutando de la música.

Para cuando la canción llegó a su final suspiró, emocionada. Ya ni se acordaba de lo que había preguntado antes. Y no había entendido nada de la letra que había cantado la predicadora, pero la melodía y su modo de entonarla habían sido suficientes para arrancarle ese suspiro y dejarla encandilada.

Al comenzar la canción María había bajado la mirada hacia el pequeño. Lo acunó hasta que terminó de dormirse y luego se inclinó para dejarlo con cuidado en su canasto. Después cerró los ojos para disfrutar de la música que creaban entre Axel y Clementine. 

Una lágrima se deslizaba por su mejilla cuando llegaron al final. Si Shamira se había emocionado, María estaba casi trémula. Sus labios temblaban y cuando abrió los ojos otra lágrima siguió el reguero que había creado la primera. Sorbió por la nariz y se pasó el dorso de la mano por los ojos. Cuando habló de nuevo, tenía la voz un poco ronca.

—«Gracias, de verdad» —dijo, en español, repitiéndolo de inmediato en inglés—. Muchas gracias. Cantas muy bonito. Casi podía ver a mi abuelita conmigo. 

Volvió a sorber por la nariz y se levantó para acercarse a Clementine y abrazarla muy fuerte. Se quedó así varios segundos, sus brazos eran cálidos y sosegados, su abrazo firme. Después la soltó y le dio un beso en la mejilla antes de ir hasta Axel y abrazarlo a él también*.

El chiquillo había mirado un par de veces hacia los músicos con la nueva canción, pero en realidad su atención estaba sobre Kane, al que escuchaba como si cada una de sus frases tuviese una importante enseñanza para él, algo que aprender si algún día quería parecerse a él. 

Le devolvió la sonrisa, pero al mismo tiempo seguía intentando estar serio, así que en realidad lo que hizo fue una mueca un poco extraña con la boca. Después asintió con la cabeza, dispuesto a seguir escuchando. 

—No entiendo por qué fui idiota —protestó, frunciendo la nariz—. Le hice caso a mi instinto, de verdad. Por eso no me arrepiento ni un poquito. Esos eran unos cabrones. —Se le fue la mirada de reojo hacia Clementine al decir la palabrota, pero al ver que estaba concentrada en la canción respiró aliviado—. ¿Qué dices tú que tenía que haber hecho? No podía quedarme quieto y callado —declaró, vehemente, aún en susurros—. Y con esos no se podía coop... coopi... —la palabra que había dicho Kane se le atascaba, pero negó con la cabeza y lo intentó otra vez— coopirar. 

Las reacciones emocionadas que causaron las intervenciones de Clementine y Axel no pasaron desapercibidas para Kane, aunque estaba más centrado en Lincoln, la música simplemente lo relajaba.

—Morgana estaba llevando la situación. Estábamos en desventaja —le explicó con calma —. Ellos tenían armas automáticas, ¿y nosotros? Mi prioridad, y apuesto que la de Morgana también, hubiera sido protegeros —a continuación asintió dándole la razón en sus reflexiones —. Sí. Eran unos cabrones. Unos desgraciados. Pero antes de actuar piensa en las consecuencias. ¿Realmente hubieras podido con ellos? ¿Hubiéramos podido? Puede ser que sí, ¿pero a qué coste?

Se cruzó de brazos, estiró el cuerpo alineando la espalda con la pared y mirando al techo.

—Elige tus batallas con cuidado. No vas a poderlas ganar todas, Lincoln. Pero asegúrate de tener la mayor ventaja. Y, sobretodo, si tienes gente a tu cargo. Piensa en ellos antes que en ti mismo —volvió la mirada hacia el muchacho sin descruzar los brazos —. Sigue su instinto, pero no te dejes arrastrar por él. Un buen guerrero usa la inteligencia como su mayor arma, una pistola o un cuchillo matan igual en manos de un novato que en manos de un veterano, es esto —le dió entonces un toquecito en la sien —. ..lo que te hace sobrevivir. Lo que te hace mejor que los demás.

Menos averigua Dios y perdona - le respondió con una sonrisa divertida a la niña antes de ponerse a tocar. Un clásico de los adultos cuando él era un niño, igual como cuando se preguntaba que había de cenar y le respondían "comeycalla". Las veces que se había quedado con la duda por esa respuesta y padres demasiado dispuestos a ignorarlo eran incontables. Aunque al menos él, a diferencia de estos niños, tenía libertad para ir a perderse por el barrio y liarsela a alguien más. 

Una vez cerró los ojos, solo se concentró en sus oídos. Principalmente en la música, en aquella que recordaba tan bien de su infancia y que pretendía replicar a lo mejor de sus habilidades para María, o al menos dentro de lo que fuera posible sin practicarla hacía siglos. La voz de Clementine, preciosa como siempre, también era una potente razón para concentrarse en un solo sentido. El don de la chica para transmitir emociones con su canto, lo sublime de su imperfección y al mismo tiempo lo perfecto de sus notas era algo que jamás dejaría de maravillarlo. Para Axel era un verdadero honor poder tocar un instrumento sobre el cual ella cantara. 

«De nada, muchacha» - le contestó en español también al abrir los ojos y ver a la pobre María sorbeteando mocos. De hecho, cuando la morena soltó a Clem, dio un par de pasos para ir a recibir su abrazo con ganas y corresponderlo con uno muy apretado y cálido, caricias en la espalda incluidas, del que se separó con una enorme sonrisa mientras sostenía el violín y el arco en una mano y mantenía la otra sobre el hombro de la chica dándole un suave apretón y luego un par de palmaditas cariñosas. 

Clementine había cantado con el corazón. Había recordado la expresión del hermano Cristóbal, cuando agarraba la guitarra y entonaba aquella canción con su voz ronca y melodiosa. Sus risas cuando Clementine se inventaba las palabras que no conocía de la letra, o cuando pronunciaba el castellano de un modo extraño. La había enseñado a entender aquella canción, aunque no conociera realmente el significado de cada palabra. Y había sido, junto a otros, una de las personas que la habían hecho amar la música. 

Y cantar aquellas canciones, en la lengua materna de Cristóbal, siempre le recordaba a él. Le recordaba todo. Lo bueno, lo mano, y el final. Se estremeció, cuando soltó las cuerdad de la guitarra y acalló su voz. Y entonces recibió el abrazo de María, sorprendida pero respondiendo pronto, con uno igual de apretado, mientras notaba cómo su corazón se encogía, embargado por las emociones de la muchacha, escapándosele finalmente una lágrima solitaria, fruto de la emoción y el recuerdo.

- No tienes que agradecerme nada...-dijo, suspirando, entrecortada, contemplando a continuación cómo abrazaba a Axel, dedicándole a éste último un asentimiento, agradecida por el acompañamiento de su violín- A mi hermano Cristóbal le gustaba esa canción. Si tan sólo pudieras escucharlo a él cantar... -comentó, mientras pensaba en lo cerca de Dios que la hacía sentirse todo aquello. Lo cerca que la hacía sentirse de lo bueno que había en el hombre- Estoy segura de que tanto él, como tu abuela, se regocijan escuchándonos hoy. 

Mientras Kane alzaba la vista hacia el techo Lincoln escuchaba cada una de sus palabras, totalmente concentrado. Incluso movió un poco los labios en silencio, como si estuviese repitiendo para sí alguna de las cosas que el hombre había dicho, para memorizarlas. 

Cuando el pistolero terminó de hablar era evidente que sus palabras no habían dejado al niño indiferente, pues se había quedado pensativo, con los labios apretados y el ceño un poco fruncido. 

Tardó algunos segundos en hablar de nuevo, los que necesitó para interiorizar aquellas lecciones, y cuando lo hizo empezó por asentir con la cabeza.

—Creo que a lo mejor tienes razón —le concedió—. Entre todos podíamos con ellos, seguro. Pero a lo mejor le podrían haber hecho daño a Clementine o a Shami. O a Bentley —agregó, moviendo los ojos para buscar al perro por la sala sin encontrarlo. 

Resopló entre dientes y relajó un poco su expresión, demasiado seria para su edad. 

—Es difícil ser tan listo para no saltar contra los cabrones. ¿Tú cómo aprendiste?

Lo miró con expectación tras hacer la pregunta. 

María asintió a las palabras de Clementine, aún con los ojos húmedos. Sorbió otra vez por la nariz y luego se pasó el antebrazo por las mejillas, secando las lágrimas. 

—Ah, me habéis puesto tiernita —dijo al fin, sacando una sonrisa—. Pero le echaré la culpa a la leche si lo contáis por ahí. —Le sentaba bien sonreír y bromear, aunque no solía hacerlo.

Apretó el brazo de Axel con la mano en un gesto amistoso y volvió a la silla que había ocupado para echar un vistazo al bebé que dormía. 

—¿Dónde aprendiste a cantar así? —preguntó al volver a alzar la mirada—. ¿O fue algo innato?

Una vez se le pasó la emoción por la canción Shamira recordó la pregunta que había quedado en el olvido momentos atrás. Así que su atención se fue directa hacia Axel y lo señaló con la barbilla. 

—¿Y a quién vas a enseñar? —insistió—. No me lo has dicho.

- Supongo que en parte Dios me hizo así, y en parte... He aprendido.-dijo, con un suspiro, aún emocionada por lo que acababa de pasar- Dios me dio un don, y mis hermanos, en la Iglesia, me ayudaron a mejorarlo y valorarlo. -explicó- Mi profesora, la hermana Prudence, había dirigido un coro. Y había sido una respetada cantante de música sacra.-dijo, sonriendo al recordar aquel primer día que había cantado junto a su profesora, acompañada por el órgano de la iglesia de San Pablo- Nosotros, la comunidad que vivía en la iglesia de San Pablo, en el World Trade Center, aún éramos un coro. A pesar de que algo así había dejado de importar en el mundo. Ella nos lo enseñó todo. -concluyó, acariciando su guitarra- Ella me regaló esta guitarra.-confesó, paseando las yemas de los dedos con delicadeza sobre la superficie del instrumento, llena de nostalgia, sintiendo que los recuerdos encogían su corazón, antes de que virase el rostro para mirar hacia Axel y Shamira, sin que le hubiese pasado por alto el último comentario de la cría- Eso, ¿a quién vas a enseñar?- preguntó ella también, antes de echar un vistazo de igual manera a Kane y a Lincoln. 

Por un momento miró a Clementine con una ternura empática causada por la nostalgia en la voz de la chica al hablar de su hermano. Él también extrañaba a su familia, y sabía lo doloroso que era estar lejos. Lo doloroso que era asumir que estarían muertos, a pesar de que él no había visto caer a ninguno de los suyos cuando aquello había empezado. Había llegado demasiado tarde a casa. 

Nada, tendremos que contarle a todo el Morris lo sentimental que te pones - dijo con una sonrisa, obviamente bromeando. 

Cuando la religiosa comenzó a hablar de como había aprendido, Axel prestó atención, pues él también sentía curiosidad. No solo suponía, sino que sabía que no muchos se dedicaban a la música en tiempos como estos. Para muchos, como la chica había dicho, la música había dejado de importar en el mundo. Y aunque no lo dijo por no interrumpirla, en su interior pensó que la música hoy en día era más necesaria que nunca. 

«Caramba, pero mira las guerlas bochinchosas estas» - reclamó en español con un suspiro, aunque también le hacía gracia que se unieran en pos del cotilleo - Ya se los contara mi futuro o futura estudiante cuando quiera. - cejeó con una sonrisa - No quiero que me lo o la atosiguen antes de que se sienta seguro de tocar con público. 

Kane contemplaba la conversación que se estaba dando delante de él sin mucha atención, pues esta permanecía sobre Lincoln. Algunas frases le llegaban, pero al no escuchar su nombre no volvía la cabeza.

—O a ti, Lincoln —aseveró el pistolero mirándole con serenidad. Movió la cabeza, comprendiendo esa necesidad de actuar e intervenir. La conocía muy bien —. No te cabrees, Lin. Pero no hubieras podido hacer nada contra esos hijos de puta —hizo un sutil gesto de mirar a Clementine, cómplice con el muchacho, en cuanto al asunto de los tacos. Se permitió incluso guiñarle el ojo.

—No tiene nada que ver con ser listo —rió levemente cruzándose de brazos —. Sino con disciplina. Temple. Un buen guerrero es paciente, sabe el momento adecuado para atacar y dónde —respiró profundamente ante la pregunta de Lincoln, recordó la charla con los muchachos de esa mañana y se serenó —. A base de golpes. A base de errores. De muchos errores. Tenía alguien que me enseñaba. Aprendí mucho de él, pero no le solía escuchar demasiado. Decidí tomar un camino distinto, a mi modo, ¿sabes? Pero al final.. todos mis errores, me han hecho aprender lo que te estoy diciendo —chasqueó la lengua y volvió la cabeza hacia Lincoln, sonrió con honestidad —. Y sigo metiendo la pata, Lin. Muchas veces. Siempre aprendes algo. Dime, ¿has disparado alguna vez?

Shamira sonrió hacia Clem al escuchar que ella también apoyaba su pregunta y luego sus ojos regresaron a Axel, esperando por la respuesta. No entendió la primera parte, pero con lo siguiente, sus labios se fruncieron en un mohín. 

—Boh —protestó—. No sabía que eras un secretista. —Pestañeó y le hizo una mueca—. Pues es una tontería que no nos lo cuentes. Esto tampoco es tan grande. En cuanto le des la primera clase lo oiremos todos.

Enarcó las cejas con cara de listilla y miró a Clementine con complicidad.

A María, que había escuchado con atención la historia de la predicadora, se le escapó un poco la risa al escuchar a la chiquilla. No intervino en aquella conversación, seguramente por sentirse aún demasiado ajena a las dinámicas internas del refugio, pero desde luego parecía que le hacía gracia el intercambio.

Lincoln dejó caer un poco los párpados cuando Kane lo metió en el saco de los que podrían haber sufrido algún daño. No parecía que el crío estuviese de acuerdo en eso ni por asomo, pero cuando el pistolero dijo también una palabrota y miró hacia Clem, él se rió por lo bajo. 

Luego se puso más serio y se recolocó en el asiento para escuchar con atención. Ante su pregunta, negó con la cabeza. 

—Qué va —respondió, desviando la mirada en busca del revólver del hombre—. Morga me ha enseñado cómo se coge la pistola y cómo se apunta, pero sin balas dentro. Dice que aún no somos lo bastante mayores. —Arrugó la nariz en desacuerdo con aquello.

Sin embargo, parecía que lo que había explicado Kane antes le parecía más interesante y volvió enseguida a ello.

—Pero estuvo bien que hicieras tu camino, ¿no? ¿Te lo dijo tu instinto?

Se sorprendió honestamente de la resolución de Morgana a no dejar que manejaran armas cargadas, él pensó en qué edad empezó a disparar y quizá era un poco más joven que Lincoln. No dijo nada sobre el punto, ya contradecía soterradamente a Morgana, no quería echar más leña al fuego. Cuando el muchacho le preguntó acerca de su camino sintió como si mereciera esa pregunta, no lo calculó bien, y Kane se quedó en silencio.

—Fui egoísta. Estaba enfadado. Mucho —apretó los labios respondiendo al final —. No, no hice caso de mi instinto. Hice caso de mi dolor —miró de soslayo a Lincoln, quizá consciente de que no acabase de entender a qué se refería —. Yo fui un imbécil. Creí que podría hacer las cosas solo. Solucionarlas. No fue así. 

Acabó por voltear la cabeza hacia Lincoln, estuvo a punto de decirle aquella frase que odiaba de crío, la de "lo entederás cuando sea mayor", pero la reprimió.

—Mi instinto me salvó cuando estaba perdido. Me dijo dónde ir cuando no sabía dónde. Y estuve muchos años sin rumbo —respiró profundamente, no sabía cómo ser más explícito sin contar ningún detalle y, sin saber porque, las palabras del cabrón de Jeff asomaron en su cabeza —. Si eliges luchar. Acepta que perderás. Si eliges luchar. Lucha por un objetivo, por algo más que sobrevivir. Lucha por un ideal, por algo mejor. Para ti, para los demás. Lo único que necesita el Mal para triunfar es que los hombres buenos no hagan nada. No seas un hombre bueno, sé un guerrero.

- Es cierto. Lo oiremos en cuanto os pongáis a ello.-dijo, sonriendo a Shamira- Aunque ahora que lo sabe, quizá se busca otro sitio, Shami.- añadió, enarcando una ceja mientras suspiraba- En cualquier caso, ambos podemos enseñarte. -concluyó, respondiendo con ello a la pregunta que previamente se había quedado sin responder, antes de mirar alrededor, buscando de nuevo a Bentley, y finalmente, observó una vez más a Lincoln y Kane, hablando. Sonrió, pero sintió cierto nerviosismo. Los demás habían ido de excursión, ¿a dónde? Se preguntó. El chico lo sabía. Pero ahora no debía preguntarle.

La predicadora se sintió de pronto intranquila y se levantó- Voy a ver si encuentro a Bentley.-dijo, antes de sacudirse el pantalón, como siempre hacía, dirigiéndose hacia la puerta. 

Encantado con la protesta de la niña, Axel soltó una carcajada. Secretista. Lo habían acusado de muchas cosas, pero secretista nunca había sido una de ellas, así que estaba fascinado por la novedad y por el amplio vocabulario que no se esperaba en absoluto, porque ni él mismo habría pensado en esa palabra. 

En cuanto a la conclusión de Shamira, selló los labios conteniendo la risa hasta que Clementine reveló la falla en su plan. Inmediatamente cejeó, señalando a la religiosa con un movimiento de cabeza - Me doy por advertido - dijo dejando claro que buscaría otro lugar en que ensayar - De todas maneras, no podríamos ensayar en su botica - le concedió a la chiquilla encogiéndose de hombros con una sonrisa cómplice. 

¿Necesitas ayuda? - le ofreció a Clem al oír que se iría a buscar al perro, que hasta el momento él había supuesto que se había ido con el resto.

Los ojos de la chiquilla se abrieron e iluminaron con aquella pista que Axel había dejado caer. Sin duda había sido suficiente para que supiese de inmediato a quién se refería. 

—Seguro que a Robin no le importa que lo sepamos —respondió, con una sonrisa traviesa. 

Luego contempló cómo Axel salía de la sala común junto a Clementine. Ella se puso en pie y se acercó al lugar donde Lincoln y Kane estaban charlando.