Partida Rol por web

Al volver al salón Trish parecía satisfecha, con una curiosa expectación en el rostro. En lo que quiera que hubiese quedado el acuerdo, sin duda le divertía y alegraba a partes iguales.

Al llegar observó a sus compañeros, convencida de que las dos opciones eran que cada uno estuviera por su lado o que estuvieran discutiendo. Se alegró de que fuese la primera opción, y se sorprendió un poco de que Morgana estuviera pendiente de la lectura.

—Por mí ya estamos —enunció, dando algunos pasos más tras entrar en la habitación para acercarse a ellos. A Dan sobre todo.

—Claro, llévatelo —respondió la mujer a la petición de Morgana, tras pensárselo un instante—. Pero los sábados tenemos asamblea, no estaré por aquí. Puedes dejárselo a Nico en la consulta. O me lo puede traer Trish el lunes —agregó, dedicando una mirada a la muchacha. 

Viendo que la reunión había llegado a su fin, Anabela acompañó a los visitantes hasta la puerta y sostuvo la hoja mientras salían. 

—Id en paz y tened buen viaje de regreso—les deseó a modo de despedida, con una pequeña y cálida sonrisa. Después, cerró la puerta y regresó al interior de la casa.

La alta mujer asintió con un leve cabeceo- Te lo agradezco. 

No había mucho más que decir ni hacer aquí hoy. Miró con cierta sonrisa torcida a Trish. Caminó hasta la puerta y, mientras salían y recibían la despedida de la mandamás de La comunidad, Morga se quedó la última, se giró hacia ella. Su expresión era neutra, ninguna emoción, excepto en los ojos; relampagueaba la complicidad y un tinte de picardía- Pasa una buena semana. No descuides la vigilancia-dejó caer con su suave voz sin inflexión alguna -Se rumorea que merodean lobos por la noche.

Ya abajo, cruzando en umbral del edificio, dijo observando los alrededores- Tienes la cara de una niña a la que han regalado una puta muñequita y una bolsa de caramelos -se ajustó los guantes. Sonreía. Esperaba que Trish fuese tan amable de contar detalles. Miró de refilón a la chica y, en particular, a Daniel. Sopesó el libro en sus manos.

Al salir al exterior el frío volvió a recibirlos golpeando sus mejillas con la crudeza de un invierno que llegaba antes de tiempo. La niebla estaba comenzando a levantarse, pero aún paseaba, lenta y perezosa, adueñándose de la ciudad. 

Los planes de los tres se dividían en ese punto, pero antes de separarse junto a Daniel, Trish le pidió que le dejase hablar un momento con Morgana a solas. Y así, el joven se apartó un poco de ellas, dándoles intimidad pero sin que se perdiesen de vista. 

Trish no estaba muy segura de lo que quería decirle a Morgana. O quizá una parte de ella sí lo estaba, pero no estaba segura de cómo. En cualquier caso, desde la marcha de Nick, muchas cosas habían cambiado. Antes el escritor siempre se encargaba de todo. Quizá ella podía arreglar máquinas... Pero no había nadie como él para las relaciones, para calmar los ánimos cuando hacía falta y para encenderlos cuando era necesario. Lo echaba de menos, claro. Lo haría durante toda su vida. Pero en ese punto Trish se estaba dando cuenta de que debía aprender a vivir sin él.

—Oye, Morga —dijo la muchacha tras separarse unos pasos de Daniel—. Tenemos que hablar.

Una vez que caminaron un poco Trish miró alrededor, para asegurarse de que nadie les escuchaba.

—Creo que Anabela tiene razón —aseguró—. Dan ha metido la pata al hablar de cosas de las que no tiene ni idea, y por eso le habías presentado como guardaespaldas... Pero eso no le quita razón a ella. Creo que no estamos haciendo las cosas bien. Y no digo que yo pueda hacerlas mejor, pero... Yo qué sé. Que hemos tenido suerte de que sea maja.

-Cómeme el coño, Trish. No me jodas, no estamos haciendo bien las cosas, ¿en serio?

Miró de hito en hito a la peliazul. Perpleja y con cachondeo-Tía, joder, claro que no hacemos una puta mierda bien. Empezando por elegir a tu hermana de princesa del Morris. Tú y Dani. Y luego todo el mundo a su puta bola.

Morgana acercó su cara a la de la joven-¿Y qué propone la señorita? Entérate de una puta vez de que yo debería tener el control y organizar el Morris. -Se dio cuenta de que su postura podía resultar intimidante. Se apartó de la chica- Ya se que es buena tía, contaba con eso para el acuerdo. No es tonta ni tampoco blanda. Se puede hablar con ella. Sin pasarse, es la puta jefaza de todo esto.

Miró hacia donde andaba Daniel. - Y qué, qué trato habéis hecho.

La reacción de Morgana pilló por sorpresa a Trish, que la miró como si no entendiera a qué venía. En realidad, la muchacha de pelo azul ni siquiera estaba segura de si estaba siendo irónica o de verdad creía que estaban haciendo las cosas bien aunque, por fortuna, eso no tardó en quedar claro.

Cuando la militar siguió hablando Trish se mordió la mejilla por dentro. Quizá aquello había sido una mala idea. Aguantó el rapapolvo, y cuando todo acabó con la exigencia de información ella cambió el peso de pierna. No hacía tanto habían tenido una conversación similar y no había acabado bien. Sólo por eso, Trish decidió ceder.

—Le he dado distintas opciones —le dijo—, pero las armas deberían ser seguras. Según lo que elijan, me llevaré unas herramientas u otras... Y un regalo que ya verás.

Después de esas palabras la muchacha se quedó un instante parada, sin estar segura sobre qué hacer a continuación.

—Oye... —empezó, y desvió la mirada en ese momento—. Entiendo que te moleste lo de Cass. Pero joder, ha habido gente que ha preferido un liderazgo desierto antes que tenerte a ti, o que tenerla a ella, no la tomes conmigo. Yo creo que es buena idea tener a alguien que tome las decisiones con la cabeza fría, además de a ti. Y joder, no creo que Cass tenga la culpa de lo que ha pasado ahí dentro, ¿eh? De todas formas, creo que hay cosas que tenemos que cambiar lo dirija quien lo dirija.

Su atención iba de los ojos de Trish hacia Dani, con el que iba a tener algo más que palabras.

-Armas. Ahora solo necesito gente que sepa y quiera usarlas. –Se mordió el labio con eso del regalito- ¿Ya estamos con los putos misterios? Suéltalo, no estamos en el jodido patio del instituto.

Sintió en la sangre que su mala leche agitada por Daniel subía de grados. Sin embargo estaba contenido, de nuevo el recuerdo del día anterior la calmaba. Su sonrisa se hizo fresca, aparentemente sin venir a cuento, casi dulce para la máscara de insensibilidad y rudeza que llevaba puesta.

-Nah. No la tomo contigo. Solo te lo recuerdo. ¿No me conoces que siempre voy con putas revoluciones de más? Deja la mierda de los petas, tu percepción del mundo te lo agradecerá.- ladró una de sus habituales carcajadas. Le dio una palmada en el hombro- Venga tía, que el plan está saliendo de puta madre.

Se pasó la lengua por los labios.-De acuerdo, hay que cambiar. Comunicación, organización, buen rollito y amiguismo. Ja. Pero vosotros habláis y habláis dando vueltas como un puto perro antes de tumbarse. Yo estoy acostumbra a otra cosa, tú, esto, tú, aquello, mueve el puto culo o te lo reviento.

Morgana comprendía por completo a la inventora. Aunque la militar quería hacerlo a su manera. Y chocaba contra un muro del Morris. –Si tenemos que cambiar las malditas cosas pongámonos manos a la obra. Yo la primera –concedió. 

Trish cambió el peso de pierna al oír cómo empezaba Morgana. Esperaba que eso quisiera decir que iba a entrenar a la gente del Morris, no a meter dentro un cuerpo militarizado. Y acto seguido, cuando la increpó con lo de los misterios, Trish resopló. Miró a un lado, dudando sobre si ceder, y a punto estaba de hacerlo cuando la militar siguió hablando.

La nueva actitud de Morgana sorprendió un poco a la muchacha. Trish volvió a mirarla, sin plantearse que aquello pudiera ser algún tipo de doble juego, o algo del estilo.

—Le he pedido una guitarra eléctrica y un amplificador —concedió al final, y tuvo que contenerse para no girarse a comprobar si Dan estaba escuchando—. Pero no digas nada, prefiero que sea una sorpresa.

Después de eso la chica tardó un instante en volver a hablar.

—A lo mejor podríamos intentar ser más directos, al menos para lo importante —enunció entonces—. Le he preguntado a Jimmy por Jeff, por cierto, creo que va a mirar. —En ese momento Trish hizo un gesto con la mano, como si se le hubiera ocurrido algo—. Joder. Podríamos poner una pizarra, o pintar una pared, o algo, para poner esas cosas y estar más enterados todos de todo. —Entrecerró los ojos al mirar a Morgana, un poco insegura—. ¿Te parece una chorrada?

Una guitarra y un amplificador. Me la sopla, pensó Morga. Se encogió de hombros.- A ver a cuánta puta gente tiene que matar Anabela para conseguírtela –el sarcasmo divertido brilló también en sus ojos verdes- Soy una muerta.

Después bufó –Joder con el puto Jimmy, te estás volviendo adictiva del crío de hierro. Nah, normal, si estáis en la edad –se echó una risa a costa de la pequeña inventora. –Antes de que se le ocurra pasarse contigo recuérdale quien es la hija de puta de tu hermana mayor. La más mayor. Y dónde le meterá una de sus agujitas.

Se mordió los labios mientras escuchaba el resto. Negó con la cabeza- No, no es una gilipollez. En el ejército hacemos cosas así, pizarras, notas, las guardias del día, las centinelas, el sargento de semana, incluso el menú del rancho, y otras mierdas. Incluso en las Tres Cruces. Aquí no lo probé nunca porque lleváis otro rollo con Nick -ya no está, las cosas deben cambiar- Me parece bien. Te ha tocado, serás la encargada. ¿Qué más?

Tras conversar algunos minutos apartadas las dos mujeres se reunieron de nuevo con Daniel. Parecía que había llegado el momento de que los dos jóvenes se separasen de Morgana para continuar con los asuntos que les habían llevado a La Comunidad. 

Con las primeras palabras de Morgana Trish se había encogido de hombros, como si eso no fuera realmente importante. Sin embargo, conociéndola un poco, estaba claro que se trataba sólo de una broma. La muchacha creía, simplemente, que nadie resultaría herido por algo como una guitarra.

A las palabras sobre Jimmy no respondió, aunque sí reaccionó de manera diferente a cómo solía hacerlo cuando Morgana mencionaba al chico. La chica sonrió de medio lado, sin desmentir ni afirmar nada, y luego asintió a lo que la militar dijo después.

Con lo último, el asunto de la pizarra, la inventora se quedó pensativa un instante.

—Es todo lo que se me había ocurrido por ahora, la verdad —reconoció—. Hasta ahora no hacía falta... Porque Nick se encargaba de saberlo todo, y de gestionarlo —explicó—. Pero ahora no tenemos otra opción. —Si le contasen a Nick en su día que iba a ser sustituido por una pizarra, Trish no sabía qué le habría parecido. Probablemente si le pillaba de buen humor, le habría hecho gracias. Si le pillaba del malo, bueno... Eso era bien distinto.

Antes de decir nada más la muchacha torció la boca al pensar en Daniel. Tendidos ya los primeros puentes con Morgana, quizá lo demás podía esperar. Hizo un gesto con la cabeza señalando al chico.

—Venga, vamos —le dijo a la militar—. Si se me ocurre algo más, te lo dejo en el muro.

Tras escasos minutos de charla, Trish hizo un gesto para que las dos volvieran con Daniel. Durante el tiempo que habían estado separadas del chico la expresión corporal de la muchacha había sido distendida, más tranquila que en los últimos encuentros con la militar.

—Ya estamos —le dijo al chico una vez que volvieron junto a él—. ¿Qué, has ligado mucho mientras tanto?

-Espera - casi fue una orden- Estaría bien que me apoyases. No me agotan las discusiones...Pero tú misma lo has dicho: hagamos mejor las cosas.-Morga le guiñó un ojo a Trish y las dos regresaron con Dani. 

Las dos mujeres se acercaron tras su corta pero fructífera conversación, al chico que las esperaba. Morgana esgrimió una sonrisa a la broma de la peliazul.

Entonces Morgana se plantó delante de Daniel. El joven pudo apreciar en la cara de la militar una mala hostia como nunca antes había ofrecido al público del Morris. Sus ojos se entrecerraron y la mueca de furia en su boca unida al hematoma que lucía en los labios deformaron sus rasgos atractivos en los de una bestia sedienta de sangre. Sopesó el libro que conservaba en la mano.

-Si quieres conocer de verdad la mala leche que gasto vuelve a hablarme como lo hiciste antes. Te ofrecí mi mano y hasta una disculpa antes...Y tú te comportas como un puto gilipollas. 

Morga no necesitaba decir nada más. En ese instante, en esas dos ascuas verdes que eran sus iris, Dani podría ver la peor cara de la mujer. No importaba que fuese o no del Morris, si se daba esa vez nada sería capaz de detenerla.

Daniel simplemente miraba al horizonte, esperando a que las dos mujeres hablaran de aquello que fuera que tenían que hablar. Era lógico. Había llegado allí sin tener idea alguna de lo que iba a ocurrir, no iba a ser iluminado tras acabar todo. En resumen, las cosas seguían exactamente igual. Solo que ahora sabía cuál era su lugar. 

-¿Ligar? -su cara se torció en un gesto de extrañeza. No se esperaba aquel comentario y no alcanzó a entender la pregunta de forma inmediata-. Oh, no. Claro que no. Simplemente aguardaba a que...

Sus palabras quedaron interrumpidas por la materialización de Morgana ante él y su extraño comportamiento, lo cual, sumado a su eterna necesidad de insultarle acabó por hastiarlo. Pero se abstuvo bien de demostrarlo y se limitó a quedarse en silencio mirándola. Si tenía algo más que decir o hacer, que lo dijera o hiciera. Había prometido salvarla. Y el proceso había comenzado ya.

La expresión de Trish era amistosa cuando empezó a escuchar la respuesta de Daniel. Una sonrisa empezaba a esbozarse en su rostro, anticipando algún tipo de broma, cuando Morgana interrumpió el momento de una forma inesperada.

Las palabras de la militar hicieron que Trish abriese mucho los ojos, sin entender de dónde venían. La miró, claramente confusa, y acto seguido miró al chico, posicionándose a su favor.

—Eh, eh, eh... —enunció, haciendo un gesto con las manos que invitaba a la calma—. Venga, calma —pidió, aunque no sabía ni a qué argumentos recurrir. Parecía que aquello fuese algo personal—. Alguno va a tener que explicarme qué es esto. —Miró un instante a Morgana—. Más comunicación, y todo eso. ¿Qué está pasando aquí?

Daniel no parecía entender aquella hoguera que ardía en los ojos de Morgana. No fue consciente de la amenaza en las palabras de ella. 

Morgana se hartó de  su propio cansina palabrería. Y actuó.