Partida Rol por web

En cuanto hubo aquel fogonazo, las pupilas de Trish se dilaraon y sus ojos fueron hacia él. Sonrió, y lo hizo más ante la perspectiva de compartir un porro con su hermana. Durante el rato que estuvieron fumando estaba pendiente de ella, con la sonrisa fácil y las ganas de ver cómo le sentaba.

Y conforme el humo fue asentándose en su cerebro, Tish se sintió un poco mejor. Relajada. Tranquila. Estaba convencida de que lo de Macbeth había ido a mejor: si no les habrían avisado. Al final había acabado por tumbarse en el suelo, mirando al techo, y tras la última calada liberó el humo y se fijó un poco más.

—¿Qué tal, chicos? —preguntó—. ¿Notáis algo, aparte de lo feo que está Axel ahí pintado? —preguntó en referencia a la figura entre sombras.

Gracias, pequeña - respondió ante la resolución de la chica, con una sonrisa de absoluta gratitud. La mueca en sus labios se tornó ligeramente incómoda al escucharla hablar de amordazarlo, pero finalmente se amplió con una suave risa, sabiendo de sobra que se trataba de una broma. Había ciertos temas alrededor de los cuales le costaba ser él mismo.

Siendo más bien usuario casual, Axel optó por dar tan solo un par de caladas, disfrutando de la hierba sin que se le subiera demasiado a la cabeza. Lo suficiente para relajarse tras la conversación previa, pero no para partirse el culo cuando Morgana le diera una hostia por llegar oliendo a marihuana. A ver, es que si pensaban que mandándolo a él hiciera de adulto responsable... No era su culpa que el plan estuviera mal concebido.

Fumado, pudo mirar con más calma su retrato y el resto. Sombras. ¿Que otra relevancia podían tener para él? Tenía una relación muy cercana con la noche, y a una de ellas le debía su vida tal cual era hoy, pero ¿como podía eso tener que ver con los engranajes de Trish o la portátil de Cass?

Mi magnífica belleza natural es imposible de representar en una simple pintura - contestó con una sonrisa de medio lado, empujándose el cabello hacia atrás con el dorso de la mano en un gesto exagerado para luego reír divertido - Pues a mi no me ha servido mucho el porro para descifrar las pinturas, pero sí que lo necesitaba - admitió con una sonrisa.

Se había sentado en el suelo. Dio una calada suave y profunda cuando el chiflo volvió a circular hasta él y se tumbó.

-Gño -negó con una voz gutural que le provocó una risita-. Venga Axel, ¿magnífica belleza natural? ¿Qué te has fumado? ¿Un porro? -nuevas risas acompañaron su comentario-. No, Trish, no siento nada en particular, salvo que me estoy pillando un ciego hermoso. Se está bien aquí. Es como si lo de fuera no existiera. Ni el frío, ni la nieve ni toda esa mierda. 

El encendido de aquella cerilla hizo que Cass diese un paso atrás, definitivamente en aquel lugar las cosas no funcionaban igual que fuera.

La primera vez que le tocó cogió el porro con apenas dos dedos, como si fuese un ente extraño que podía morderla si lo tocaba de más, le dio una corta calada y aspiró el humo de su boca... un acceso de tos le sobrevino al notar esa densidad bajando por su garganta y alejó el maldito objeto pasándolo al siguiente. Después de esa primera toma de contacto pasó varias veces de volver a formar parte de la rueda, se sentó apoyando la espalda en el atril y observó a su alrededor de nuevo.

Al pasar los minutos cogio un par de veces más el objeto que le tendían, aunque esas veces tuvo cuidado de darle caladas muy pequeñas y dejó que por unos instantes las preocupaciones se fueran con el humo que expelía. Ante la pregunta de Trish negó con la cabeza, notó como se le iban un poco las dimensiones y distancias, y disimuladamente apoyó el mentón en los antebrazos que cruzó sobre sus rodillas —Ya no más caladas para tí Gab— fue su confuso pensamiento mientras fijaba sus oscuros ojos en su imagen sobre ella.

Trish sonrió con la respuesta de Axel. No porque le hiciera gracia, que tampoco era para tanto, sino porque le gustaba la tranquilidad que emanaba el hombre.

—Pues si necesitas compartir otro, avisa —le dijo con calma, sin separar su vista del techo.

Después de eso siguió escuchando a Daniel, y algo de lo que dijo le hizo ladear un poco la cabeza y fruncir un poco el ceño.

—Puestos a elucubrar —enunció—. A lo mejor hay algo más que no vemos, pero no por falta de porros, sino porque no es el momento. Qué sé yo, a lo mejor con la luna algo es distinto, pero sólo hemos venido de día. O... —Volvió a repasar un instante con los ojos el techo—. ¿Sabéis qué pienso? Que si todo está entretejido —empezó a decir levantando la manos para entrelazar los dedos en el aire— seguramente quien sabía que vendríamos, o que nos uniríamos, también forma parte del tapiz. Como el puto Jeff. Lo que quiero decir es que a lo mejor quien ha pintado esto también se ha pintado a sí mismo.

Dicho aquello volvió a pasar figura por figura con los ojos, repasando todas las secciones de los dibujos.

—¿Quién creéis que pudo ser? Y... ¿Creéis que la mierda esa que encontramos aquí la guardaron los mismos que pintaron estos? —De repente un montón de ideas se le agolpaban—. ¿Hicieron especial este sitio después de pintarlo, o mientras... O usaron este sitio que era especial para dejarnos ese mensaje?

El hombre se mantuvo ajeno a la conversación que mantenían las dos mujeres. Cuando tuvo la botella de agua en la mano, la subió con cuidado al tiempo que echaba la cabeza hacia atrás y palpó con las dos manos para verter parte de su contenido sobre sus ojos. Los abrió y los cerró varias veces y luego estiró el brazo para devolver la botella. 

—Empiezo a distinguir los volúmenes —respondió, poniendo una mano en el altar y dando un par de palmadas en la piedra. Aún se le notaba frustrado por haberse perdido la experiencia, pero parecía aliviado por ir recuperando la vista—. Va poco a poco, pero mejora.  

Las elucubraciones de Trish entraron en la cabeza de la buscadora y comenzaron a rebotar entre las nubes de humo. Todo eso había sido una muy mala idea, no habían sacado nada, notaba la cabeza fuera de su sitio y cuando subieran seguro que Morgana se iba a subir por las paredes al darse cuenta de lo que habían hecho. Lo que le faltaba, un paso para adelante y tres para atrás.

—Sea lo que sea no vamos a sacar más ahora y arriba ya deben estar a punto de bajar a buscarnos. Os espero fuera... apagar la luz al salir  jijiji

El chascarrillo final no era nada propio de la morena, al igual que la risita, se levantó apoyándose en el atril que le había servido de respaldo y avanzó con pasos cortos hacia la salida. No llevaba las manos en los bolsillos como muchas veces, en ese trayecto iban a los lados como si estuviesen preparadas para interceptar algo que se le fuera a interponer en su camino.

- Tener fe en alguien y atar a alguien son cosas diferentes. A lo mejor la que no tiene ni idea eres tú. A lo mejor todas tus relaciones se basan en esperar cosas de alguien, y no en aceptar a las personas tal y como son. Lo cual puede ser válido para ti, pero desde luego para mí, no es lo adecuado.-respondió Clem, no sin poder evitar mostrar cierta molestia, encogiéndose de hombros, y suspirando- En cualquier caso, vamos a dejarlo. Hablaré con él, y ya está.-dijo, consciente de que debían estar incomodando a Macbeth, observando cómo este último se echaba agua sobre los ojos, y asintiendo, ante su declaración.

- Menos mal.-dijo, con alivio, a pesar de todo.

-Todo son preguntas y no tenemos respuestas. Quizá sí, esta esté en esos dibujos pero nos falta un patrón. En cuanto a lo de venir de noche... No sé, Trish. Estamos en un agujero. Aquí no llega la luz de la luna y a fin de cuentas, sea de día o de noche, la luna está ahí. Pero no perdemos nada por probar. Eso sí, te encargas tú de decírselo a Morgana porque si se lo digo yo, me da una patada en los huevos -dijo con una sonrisa amplia, mientras miraba al techo. Era una miríada de rostros. No solo los de ellos, sino los de otros, desconocidos y sin sentido a falta de una referencia. Echó un vistazo a Cass que salía de la cámara y miró luego a Trish a quien guiñó un ojo. Le daba pereza moverse y quería un último vistazo. 

Morgana dejó de discutir. Miró con cara de desacuerdo a Clem -A lo mejor- dijo, como aparente final a la discusión. Su atención fue al hombre herido.

-Bien. No tardarás en recuperarla del todo.

Anduvo unos pasos. Observó la entrada, paseó la lanza de luz de la linterna por las paredes y el techo. Enfocó las escaleras que llevaban a la cripta y agudizó el oído.

Ahora subirían con nuevas teorías, ideas, suposiciones. Volverían a tratar el tema, aquí o en el centro. Más divagaciones. 

-Espero que entre tantas conjeturas saquemos algo en claro. -pensó en voz alta. Morga quería que la unión de aquel pequeño grupo, cada vez más reducido, funcionase. Lo deseaba de verdad. 

Con las respuestas de Daniel sobre su exaltación de la propia belleza, Axel sonrió de medio lado, alzando las cejas antes de guiñarle un ojo. Tras un segundo de sostenerle la mirada, soltó una carcajada, dándole otra calada al porro. Dejando caer la cabeza hacia atrás, a la altura de los omoplatos, soltó todo el humo que guardaban sus pulmones cerrando los ojos por un breve momento. 

Los escuchaba hablar de fondo, plantear dudas que le hicieron abrir los ojos otra vez, recorriendo el techo con la mirada sin volver a enderezarse para mirar a sus compañeros. Sus ojos recorrieron uno a uno los retratos, conocidos y desconocidos. No había nadie ahí que él conociera, no más allá de lo que ya habían compartido. El tuerto Jeff, los del Morris. Y ya. Y la luna, por supuesto. Preciosa luna, su salvadora durante tantas noches, la luz de la oscuridad más abismal. El foco de esperanza en medio de las pesadillas. 

Una sonrisilla apareció en sus labios ante el chiste de Cass, divertido mientras su mirada seguía perdida en las pinturas. - Yo vendría de noche, a verla a ella. - apuntó con el dedo los dibujos de luna personificada - Hasta trece noches vendría. Una por cada luna. - sonrió una vez más, apartando recién entonces los ojos de los retratos para mirar a Daniel - No te preocupes por una patada en los huevos. Preocúpate por cuando no te la dé. - dijo como si lo primero fuera del todo normal, antes de volver a mirar a las mujeres de pelo blanco - Esa es mi favorita. - apuntó a una luna nueva. - Esa la dejaría para el final. Siempre trae cosas buenas. Días buenos. 

Los ojos de Daniel rastrearon los frescos del techo, en busca de algún indicio que pudiera indicarle si quien los había pintado se había representado entre el resto de figuras, pero lo cierto era que las pinturas parecían antiguas y los colores ya estaban desvaídos, en algunos puntos se veían desconchones. Por mucho que miró, no vio nada que le hiciera pensar que aquel pálpito podía ser cierto. 

Macbeth asintió con la cabeza levemente y luego se quedó callado. De tanto en cuando pestañeaba apretando los párpados con fuerza, pero, por lo demás, estaba tranquilo. Si le incomodaba la conversación entre las dos mujeres, no lo demostraba y se limitaba a dejarles espacio e intimidad para hablar, dentro de sus posibilidades. 

Desde arriba Morgana no pudo ver ni oír nada de lo que pasaba abajo, pero al ver que se acercaba a la abertura, Bentley se puso en pie y rodeó sus piernas, en uno de sus intentos por reunirla de nuevo con Clementine y que no se le ocurriese bajar.

-No te gusta ese lugar, eh, chucho. Huele mal, a viejo y polvo rancio. Eres un sensible, Bentley.- Le rascó la cabezota, echó un vistazo a las escaleras, y enfocó luego hacia la salida de la iglesia. Sus pasos la llevaron de aquí a allá, con el haz de luz buscando entre las sombras, en las paredes o techo, por curiosear de nuevo. Después, junto a sus dos compañeros, se agachó a comprobar una vez más el relieve del altar.

-¿Qué piensas de este altar? ¿Es lo habitual o hay algo notorio en él? -Insistió de nuevo al antiguo profesor. 

Clementine respiró hondo, aliviada al comprender que Morgana daba por zanjada la discusión- Yo también lo espero.-dijo, respondiendo a sus palabras, y observando cómo Bentley seguía a Morgana, esbozando una suave sonrisa. Escuchó cómo la ex-militar preguntaba al profesor, y lo vio en silencio, abrir y cerrar los ojos. 

La predicadora apoyaba entonces la cabeza, con cuidado, sobre su hombro, en lo que era un mudo agradecimiento, mientras se miraba a si misma la mano, vendada y curada. Miró de nuevo hacia la ex-militar y suspiró. Morgana tenía buen corazón. Había en ella bondad, toda la que era inherente al hombre. 

El chiste de su hermana hizo que Trish levantase la cabeza para mirarla, y aún más la risilla posterior. Al ver que efectivamente parecía a punto de marcharse la joven se preparó también para ponerse en pie.

—Lo de venir de noche es sólo una cosa que se me ha ocurrido —dijo, carente de fe en que aquello sirviera para algo—. Puede ser tan importante como venir cuando sea año bisiesto, o yo qué sé. Sólo lo pensé por lo de las lunas... Pero creo que si nos hubieran querido dejar un mensaje, estaría más claro.

Dicho aquello se quedó mirando a Axel, pensando por un momento en lo paradójico que era que aquel que quería luz prefiriera la luna nueva. Sin embargo, no dijo nada. Lo miró un momento con una sonrisa fácil, admirando aquella especie de contradicción, y luego empezó a caminar hacia la salida.

—Voy con Cass —dijo—. Y no os preocupéis. No hay prisa.

Cassandra aprovechó el estar en ese espacio a solas para apoyarse en la pared e intentar que la cabeza dejase de darle vueltas, miró hacia la sala iluminada donde sabía que estaban sus amigos, pero a los que no podía ver, y acabó alejando la vista tratando de no darle cosas en qué pensar a su maltrecha cabeza.

—Verás qué risas con Morga cuando nos huela...

Lo decía para sí misma, para recordarse que tenía que recuperarse y sabiendo que risas era lo que menos iba a haver cuando llegase arriba en ese estado. Dejó salir el aire en un suspiro mientras miró hacia la escalera y sus ojos ascendieron hasta distinguir el débil fulgor de la superficie.

—¿Porqué es tan jodidamente difícil?

El grupo se reunió de nuevo arriba después de un rato. Allí estaba Macbeth, que poco a poco había ido recuperando la visión. Para ese momento decía que aún veía un tanto borroso, pero suficiente como para distinguir formas y colores. La mano de Clem estaba vendada y Bentley ladró contento al ver que estaban todos juntos. Aunque no estaban todos. Faltaba Kane, que aún no había vuelto a entrar en la iglesia. 

En cuanto Axel, Trish, Daniel y Cassandra subieron se hizo evidente que un olor distinto los acompañaba. Uno que a esas alturas todos los habitantes del Morris ya conocían bien. Los cuatro llevaban el aroma de la marihuana pegado a sus ropas y a sus sonrisas. 

Tras ellos, la pared había recuperado su solidez y la luz había desaparecido de nuevo, como si la energía mística de aquel lugar hubiera podido detectar que todos habían dejado la estancia de las pinturas. 

Daniel se acercó a Macbeth, interesado por su estado y sonrió cuando este habló de su mejoría.

-Un lugar interesante, con una luz que parece flotar por todas partes sin venir de ninguna en especial. Una cámara llena de misterio, todo preguntas y sin respuestas. Bueno, Trish ha comentado que quizá venir de noche, con la luna, podría hacer que fuera distinto. Quizá tenga razón, no sé. Me da que a estas alturas, vamos a dar muchos golpes de bastón antes de llegar a ninguna certidumbre -afirmó con un resignado encogimiento de hombros-. ¿Y Kane? -preguntó tras mirar en derredor y no verle.