Partida Rol por web

El comentario de Clementine se ganó una muda sonrisa, no necesitó añadir nada más sobre lo que pudiera opinar al respecto, pero no parecía estar en desacuerdo.

Quizá estemos degustando sus últimas recetas secretas. apuntó pensativo mirando la desgastada etiqueta de la lata, la escuchó hablar del cambio de percepción de las cosas, se encogió de hombros. Despojos para algunos, tesoros para otros. Un hombre feliz con poco es un hombre pleno. dijo citando al reverendo Steven en una de las ocasiones que asistió a sus sermones.

Entonces alzó la mirada hacia la joven, la escuchó preguntar del cómo era antes y se quedó pensativo. ¿Cómo decir las cosas? Para él aquello era un recuerdo lejano, envuelto en la neblina, hizo un pequeño esfuerzo para recordar haber acompañado a sus padres a la compra. Era un esfuerzo vagamente fructífero, pero lo suficiente para satisfacer la curiosidad de Clementine.

Había de todo. De muchos lugares del mundo. habló lentamente, pensativo mientras se llevaba otra cucharada a la boca. Recuerdo poco, la verdad, pero sí.. los colores. Pasillos llenos de productos de miles de colores diferentes, no como ahora.. todo gris.. mucha gente, cogiendo decenas de cosas, acumulando mucha más comida de la que veremos jamás junta. terminó por apoyar los codos en las piernas, miró entonces a Clementine. Recuerdo a mi madre llevarme a tiendas de ropa, también enormes. Decenas.. decenas de vestidos.. de todas las clases, de todos los colores, ¿sabes? hizo una nueva pausa, torció los labios melancólico. Sí, lo que más recuerdo eran los colores. 

- Es verdad.- aseveró, con cierto brillo nostálgico en la mirada, suspirando de nuevo, antes de volver a llevarse una cucharada a la boca, ahora quizá con algo menos de énfasis que antes. En parte por haber paliado en cierto grado el hambre que se agarraba a su estómago, y en parte, por pensar que realmente eran bastantes judías, y que podía conformarse si dejaba al menos el fondo de la lata para que Bentley pudiese comer algo, en caso de que no encontrase ninguna alimaña. 

Se quedó mirando la lata, comió un par de cucharadas más, y la dejó a un lado, con cuidado, sobre el suelo, procediendo a limpiarse las manos mientras volvía a prestar atención a Kane- Debía ser... Hermoso. Pero a la vez... ¿Realmente era todo eso necesario? El Reverendo... Me contaba historias. De cómo el mundo se repartía de manera injusta. De cómo... Unos comían hasta reventar y otros no tenían nada que echarse a la boca. De países en los que la gente moría de hambre y países en los que... La gente se moría por pesar demasiado. -comentó- Debía ser... Aterrador también, sí. Aunque no sé si la gente se daba cuenta entonces. -reflexionó, negando con el rostro, antes de volver a sonreír

- Y tengo que disentir... Actualmente no todo es gris.-dijo, rascándose la cabeza- El cielo sigue siendo azul, ¿no? A veces es gris, cierto. Pero no siempre. 

Kane compartió el silencio de Clementine, por la mirada que puso imaginó que sus palabras la hicieron recordar otros tiempos. El hombre amagó un suspiro, ni de hastío ni molestia, sino de tranquilidad. Le gustaba mirarla cuando se quedaba en ese estado ausente, como si con ello pudiera ver parte de la faceta más natural de Clementine.

Pudo serlo, pero yo no lo disfruté apenas. confesó Kane agridulce. Tenía diez años cuando todo acabó, y de más de la mitad no lo recuerdo. 

La reflexión de Clementine acerca de las injusticias hizo pensar a Kane. Él era pequeño, nunca fue consciente de esas injusticias, a favor que sus padres se ganaban bien la vida y nunca le faltó de nada. La vio resolver esas palabras con una sonrisa, él acuñó la suya levemente, aunque más mohína.

Supongo que si hubo algo justo es que cuando llegó el final.. a todos los sobrevino del mismo modo. era un alivio pobre, casi infantil, pero no sabía qué otra cosa decir. Al escuchar decir que persistían los colores, la volvió a mirar, silencioso y pendiente. Sintió ese frescor que manaba de la candidez de Clementine, ese que le hacía sonreír de forma genuina.

Por eso aun hay cosas.. por las que vale seguir adelante, ¿no? le dijo apoyando sus palabras, la miró a los ojos, esos campos de jade en los que alguna vez se había sorprendido quedarse prendado. Pareció que iba a decir algo sobre ello, lo tenía a punto de salir, pero simplemente no dijo nada. Bajó un poco la cabeza y dejó la lata a un lado sin haberse terminado las judías. 

Si todo va bien, mañana llegaremos a ese refugio del norte de Manhattan. anunció pensativo. Espero que no tengamos que dar más rodeos.. y nos reciban bien. suspiró sin tenerlas todas consigo. 

Clementine notó cómo Kane se quedaba mirándola, al tiempo que un tenue sonrojo asomaba en sus mejillas. Lo vio en un primer instante pensativo, casi decidido, y al siguiente, bajar la cabeza, como si cambiase de idea sobre algo que no llegaba a comprender. 

Suspiró, y miró de nuevo hacia el hueco, en el techo, vislumbrando las estrellas y la luz de luna que se colaba en el interior de aquel teatro ruinoso y desvencijado- Nos recibirán bien. Lo sé. Conozco a Nick desde hace un tiempo, y creo que es alguien que en el fondo posee un buen corazón. Confío en su ofrecimiento.-dijo, mostrando seguridad en las palabras que emitía, quedándose de nuevo en silencio, durante un tiempo indeterminado, hasta que decidió levantarse, para dirigirse al colchón y dejarse caer sobre él, notando cómo una leve polvareda se levantaba, haciéndola toser momentáneamente, antes de que pudiera acomodarse con las manos detrás de la cabeza. 

Miró a Kane de nuevo, desde su posición- ¿En qué andas pensando? Te noto... Algo distraído. 

Kane se quedó mirando a algún lugar a medio camino en la penumbra, la oscuridad y la luz. Solo las palabras de Clementine fueron capaces de zarandear al taciturno pistolero, fue entonces que su mirada volvió a posarse en ella, justo cuando se levantaba para tumbarse en el colchón.

Espero que tengas razón. respondió tratando de darle un voto de confianza a la joven, ¿pero para qué iba a mentir? Siempre tenía un voto de confianza para ella. El polvo que levantó, la tos que generó, casi alcanzó a Kane también, pero este sentado no llegó a alcanzarle. Se volvió hacia ella, mirándola con detenimiento y ella, fiel a su curiosidad, lanzó la pregunta que Kane trató de eludir porque realmente no sabía que responder.

Estoy.. preocupado, eso es todo. dijo lentamente. Quiero que todo vaya bien, que estés bien. movió la cabeza frotando las manos. Esgrimió una sonrisa franca, torcida con esa arrogancia amable que tenía. Estoy bien. No te preocupes, ¿qué tal el colchón? Lo veo.. miró de arriba a abajo, tratando de esgrimir algo de buen humor. ..¿polvoriento? rió levemente, lo justo para hacerlo sutil.

- Estoy bien.-aseguró, mirándolo fijamente, con la seriedad que empleaba a veces, cuando una idea fija, una creencia férrea rondaba su cabeza- En el fondo, esto tenía que pasar. Este día llegaría. -dijo, empleando un tono casi premonitorio, antes de volver a sonreír.- Mejor no le demos más vueltas. Va a pasar. Y lo que deba ser, será.- concluyó, incorporándose, y recogiendo las rodillas contra el pecho- Y sí, el colchón está polvoriento... Pero es más cómodo que el suelo, o las sillas, te lo aseguro.- comentó, sonrojándose.- Puedes comprobarlo, si quieres. Creo que ambos cabemos... Aunque cuando venga Bentley se meterá en medio y seguro que alguno de los dos acaba en el suelo. 

Kane suspiró levemente al escucharla, como si se hubiera librado de una buena. Pero conocía esa mirada de Clementine, y cuando eso sucedía el pistolero se veía incapaz de esconderle nada, afortunadamente las preguntas no continuaron.

Sí, lo que deba ser, será. concluyó junto a ella, se encaró un poco más al verla incorporarse, abrazarse a las piernas. Eso le hizo sonreír ligeramente, por ninguna razón en particular. Asintió escuchando su valoración del colchón, movió la cabeza mirándolo como si con ello fuera suficiente confirmación. Tiene esa pinta, sí.

No te preocupes.. puedo dormir en el suelo. aseguró al ver el tenue sonrojo de sus mejillas a la lumbre del fuego de las velas. Así.. Bentley no tendrá problemas de hueco.. se excusó pobremente, aunque la titubeaba un tanto la voz, a Kane le era muy difícil disimular las emociones, a Clementine le bastaba una mirada para saber que al hombre le rumiaba algo. La miró a los ojos, un instante fugaz, y sin duda había ese impulso de tumbarse, brotando sensaciones que deseaba repetir junto a ella.

Clementine se encogió sobre si misma, al escuchar la respuesta de Kane. Un sonrojo profundo se instauró en sus mejillas mientras su rostro parecía contraerse en una expresión confusa y ligeramente compungida. Notó que el hombre volvía a mirarla, y no supo qué hacer, o qué decir, o qué sacar en claro más allá de la sensación de haber hecho algo malo. Tan sólo asintió, apretando los labios, y procedió a sentarse algo más erguida, para quitarse los abalorios de las orejas y desabrochar el cierre de su chaqueta, sin quitársela para no pasar frío, dispuesta a acomodarse un poco para poder tumbarse. 

Verla reaccionar de aquel modo lo consternó, de algún modo algo dentro de él le estaba dando collejas con vehemencia, pero su parte consciente se negaba a escuchar. Kane, fiel a su ritual, comprobó a Raguel y la dejó a un lado, alejada de Clementine para no incomodarla. Pero no estaba centrado, su mirada se dirigía de reojo a la joven y, sin contenerlo, el corazón se le aceleraba un tanto. Pero Kane no atendía a las collejas de dentro de él, su parte consciente se negaba a sentirlas, se negaba a aceptarlas.

Buenas noches... dijo en voz baja, se tumbó junto a ella fuera del colchón mirándola de lado. Apretó los labios, y trató de descansar, pero el sueño no parecía querer venir. Se la quedó mirando con los ojos medio cerrados. No, no podía dormir.

- Buenas noches...- contestó, tras haber permanecido en silencio mientras Kane revisaba su arma, aovillándose sobre el colchón, respirando profundamente mientras se obligaba a cerrar los ojos, sin entender muy bien qué acababa de ocurrir. 

No sabía cuánto tiempo había pasado, pero el sueño no le alcanzaba. Kane se mojó los labios, pues tal como estaba cada vez que abría los ojos veía a Clementine tumbada delante de él, tan cerca, tan lejos. No supo que le había llevado a eso, quizá esas collejas internas que le azuzaban a dejar de guiarse por el miedo. Se acercó un poco a ella, el desvencijado colchón tampoco le daba una posición preponderante, podía contemplar el rostro de la mujer delante de él.

Clem.. ¿duermes..? preguntó, en el acto se sintió terriblemente estúpido e infantil. Acercó la mano delicadamente a la de ella, la apretó con suavidad, esa noche la necesidad de su tacto era más acuciante que otras.

Arrugó el entrecejo, oyendo de lejos un susurro que no terminó de comprender, sumida en aquel duermevela que había venido a por ella poco después de que Kane se tumbase. Notó el tacto de su mano, y suspiró, entreabriendo los ojos, mirándolo, apretando su mano con la misma delicadeza con la que él apretaba la suya, con un claro interrogante enmarcado en la expresión de su rostro. 

Cuando Clementine abrió los ojos, los de Kane se enmarcaron en los de ella. De nuevo la amenaza silenciosa de la retirada afloró en su mente, ¿cuántas veces había mirado esos ojos? Muchas. No las había contado, ni intención tenía, pero simplemente le gustaba la sensación de quedarse mirando aquella mirada de jade. La quietud, la paz y, ahora, la extrañeza. Apretó un poco más la mano de Clementine, recibiendo en respuesta el mismo tacto.

No puedo dormir. confesó Kane consternado, pero sin darle ningún timbre lastimero. La voz de Kane sonaba firme, pero teñida de dudas. Necesito.. algo. Algo que me arrepentiré de no haber hecho, y puede que me arrepienta de haberlo hecho. tragó saliva.

Era un torrente, una presa rota. Por un instante, la contención se evaporó lo suficiente para que Kane acercara el rostro a Clementine y la besara con suavidad. Fue un beso fugaz, pero cuya sensación se prolonga tras el encuentro de los labios. Kane apretó la mano de Clementine al besarla, como si con ello tuviera una salvaguarda para no perderse, un ancla para mantenerse allí, en mente y en cuerpo, junto a ella.

Cerró los ojos, al contacto con sus labios, notando que se le entrecortaba la respiración. Parpadeó, sorprendida, llevándose la mano a los labios, acariciándolos como si aún percibiera el tacto de aquel beso breve pero significativo. Bajó la mirada durante unos instantes, abochornada, antes de tomar una profunda y larga bocanada de aire, espirándolo, despacio, para tomar su rostro por ambas mejillas, con delicadeza, devolviendo aquel gesto, aquella expresión de cariño en un beso más prolongado, más sentido, que acabó por erizar su piel y acelerar el latido de su corazón.

Lo miró largamente, apretando los labios- Túmbate conmigo.-dijo, finalmente- Bentley se las arreglará para encontrar un sitio cómodo. -añadió, aún sonrojada. 

Ser correspondido por aquel beso anestesió el cuerpo de Kane por unos momentos, de repente todas las dudas, temores o inquietudes habían pasado a un segundo plano, y el pistolero se vio capaz de sonreír algo azorado ante el rostro ruborizado de Clementine. Haciendo caso a sus palabras, se encaramó al colchón buscando un hueco que lo dejara delante de ella, tumbado, mientras acariciaba la mejilla que le quedaba al aire a la mujer.

Kane se lanzaba a un juego de miradas, buscando el tenue brillo verdoso de la mujer que se agazapaba tras el fulgor de las pocas estrellas que pretendían colarse por el agujero del techo. Se tomaba con calma aquel ritual, aquellas caricias en la mejilla de Clementine, disfrutando de aquel instante antes de volver a besarla, ahora con una intensidad mayor tal como le pregonaban los latidos del pecho.

Deslizó la mano a su cintura, atrapando esta entre el cuerpo de Clementine y el colchón, la acercó a él un poco más. Tenía la necesidad imperiosa de sentir todo su tacto, todo el cuerpo, todo el alma de la mujer junto a él.

Lo notó cerca, y se apretó contra su pecho, correspondiendo aquel beso más intenso para luego quedarse mirándolo, con los ojos entrecerrados, acariciando su pelo corto, notando cómo le hacía cosquillas en las yemas de los dedos- ¿Por qué no...-comenzó, deteniéndose, apretando ligeramente los labios, como si dudase, tomando aire por la nariz, y dejándolo escapar, despacio, abrazándosele, rodeando su cuello con los brazos- ¿Por qué no querías tumbarte conmigo? -preguntó, aún algo avergonzada. 

Kane sintió esa cercanía no como bálsamo, sino como ambrosía. A pesar de que el corazón anhelaba desbocarse, sentía una paz absoluta cuando el nuevo beso se apagó suavemente y ambos se encontraron abrazados el uno al otro, mezclados en esa cercanía tan íntima que podían descubrirse el rubor del uno al otro solo con intuirlo en los claroscuros de la vela que ya se apagaba.

Porque tengo miedo. respondió suavemente, atrapado por la pregunta de Clementine, pero en su mirada no se reflejaba ese sentimiento. ..porque.. sonrió levemente, socarrón, vencido ante la evidencia bajando la mirada, la alzó de nuevo. ..porque soy idiota supongo.

Trago saliva, quería hablar, pero tenía la garganta agarrotada para continuar. Se llenó los pulmones del olor de Clementine, que a pesar de aquel mundo sucio y decadente, a Kane le olía a limpio.

Porque.. trampeó la respuesta, la volvió a besar evitando confesar nada, pero en su mente brotaron las palabras en eco que no llegó a decir.. porque no te merezco.

Cualquier intento de protesta por su parte fue acallado con aquel último beso, que la dejó sin palabras durante unos instantes, y provocó que suspirase, temblorosa, entre sus bazos- Sí, eres un poco idiota...-contestó, dedicándole una sonrisa, acariciando su pelo, besándolo a continuación como si temiese que se fuese a marchar, como si la idea de que se alejase de ella la hiciera estremecer. 

La respuesta de Clementine le hizo sonreír una vez más, el tenue cerco de su mano en la cintura de la joven se cerró un poco más, sentir esa calidez por un instante más y que fuera solo para él. El beso hiló otros, con emociones intensas aflorando en cada uno, volviendo lo que sucedía sobre aquel desvencijado colchón en un vergel de pasión.

La mano que no la sujetaba por la cintura tomó lugar tras la nuca de Clementine, la acarició suavemente perdiendo los dedos bajo el dorado de sus cabellos. Arrullaba el vello que es escondía bajo su cabellera, tentando sensaciones que hacían vibrar los suspiros más sutiles. Con sus ojos posados sobre su verde, se detuvo unos instantes para confesar otro algo que normalmente guardaba bajo llave.

Eres tan hermosa, serafín.. especialmente ahora.. deslizó la mano de la nuca por su mejilla, acarició los labios siguiendo su curvada comisura que revelaba una sonrisa. ..me gusta tu sonrisa..

No supo como encajar las siguientes palabras, quizá las últimas con algo de sentido o, puede y probablemente, demasiado complejas para lo que seguía. Kane se acomodó sobre el colchón y le ofreció un hueco sobre su pecho, y si bien deseaba ir mucho más allá con ella, la mera sensación de tumbarse junto a Clementine suplía cualquier otra necesidad que acuciara su mente.

Se le abrazó, en silencio, correspondiendo sus besos, sus caricias, sintiendo su pecho inflamado y su respiración por momentos agitada. Notaba sus manos, enredadas en su pelo y en su cintura, y la certeza de aquella proximidad erizó cada centímetro de su piel. Suspiró hondamente, y entonces lo observó, mirando directamente a sus ojos, a la vez que él también trataba de sumergirse en sus pupilas verdes.

Se sonrojó de nuevo, al escucharlo, y tomo su mano, para besarla, al notar cómo acariciaba su mejilla, sus labios- A mí también me gusta la tuya. Incluso más que la mia propia.-añadió, tomando una profunda bocanada de aire, dejándolo salir, despacio, por la nariz, respetando el silencio que volvía a crecer entre ambos sin que éste tuviese que ser necesariamente incómodo, o perjudicial.

Se acomodó contra su pecho, y cerró los ojos, buscando el calor de su cuerpo. Escuchó a lo lejos el sonido de unas patas familiares repiqueteando contra el suelo, y pronto el de un hocico que se relamía y husmeaba en el interior de una lata, y relajó aún más su postura, sintiéndose segura entre los brazos de Kane y en la compañía de Bentley. Su respiración, en aquella circunstancia, tardó a penas unos minutos en volverse cadenciosa, y el sueño no tardó en llegar.