Partida Rol por web

Artículos de Calidad para el Quidditch

Vende escobas y túnicas de equipos profesionales

Slug & Jigger

Huele a una mezcla de huevos pasados y repollo podrido. Manojos de plumas, hileras de colmillos y garras cuelgan del techo, mientras que botes con hierbas, raíces secas y polvos brillantes recubren las paredes. Hay barriles llenos de sustancias viscosas (como estiércol de dragón)

Linc apareció en el callejón junto a su guardaespaldas... sus padres estaba muy ocupados trabajando en el ministerio y con redadas y mas redadas como para poder acompañarle, alzó la mirada y vio a Adolf... -Bueno, vamos a comprar algo... para eso hemos venido- Dijo sonriendo -claro señor- Dijo asintiendo Adolf y siguiéndole a todas partes, mientras Lincoln caminaba se iba encontrando a muchísimos magos, algunos mayores que él otros no tanto... lo único que importaba es que daban asco algunos... -Adolf ¿Les ves? mierda de túnicas que llevan... necesito paciencia para aguantar a esta gente jaja, pobres infelices...- Una vez en el centro del callejón se giró hacia Adolf -A ver, te lo voy a dejar muy claro, estoy harto de que me sigas a todas partes... necesito espacio macho...- Adolf rápidamente respondió -Su padre me ordenó que...- No le dejó acabar y ya estaba hablando Lincoln -Me da igual lo que ordenara... si no quieres que le diga a mi padre que me he peleado con mas gente y tu no has hecho nada por impedir los golpes que yo mismo me daré en la cara para aparentar una pelea... te irás a buscarme la túnica, los libros y bueno en general todo lo que hay en esta lista menos la escoba y el animal... ¿Lo has entendido?- Después de un incomodo silencia Adolf respondió -Sí, claro señor...- Y desapareció entre la gente -Por fin... un poco de libertad... a ver... la escoba-

Una vez dentro de la tienda de Quiddicht cogió una de las mejores escobas... pues su familia siempre vio en él su amor por el deporte y las ganas de entrar en el equipo de la escuela, no pensaban escatimar en gastos en este ambiente... con la Centella ardiente - Nueva versión de la Centella (932 galeones) y lo necesario para mantenerla así como las gafas para la lluvia, etc...

Salió de la tienda con la escoba en el brazo y los demás componentes que levitaban a su lado... mientras pensaba "Donde está ese inútil... ¿Aún no lo ha comprado todo?" Poniendo cara de no creérselo se dirigió a la tienda de animales pero solamente para comprarle comida a su serpiente, pues Aphrodita había pasado de generación en generación y las chucerías o mantas estúpidas no era mas que una manera de malcriar a tu animal.

Esperó a que Adolf llegara con todo lo necesario, las túnicas, la ropa de Quiddtich(por si acaso) -Bien, a ver déjame mirar que no la hayas cagado...- Comenzó a buscar y rebuscar -Adolf, coño, esto no es de primera calidad macho...- Dijo poniéndose la mano en la cara, a lo que el guardaespaldas respondió -No, sus padres me dijeron que se le iría de las manos si le dejaba el dinero a usted y he comprado de muy buena calidad todo pero sin pasarnos con el precio, ¿No querrá quedarse pobre no?- Lincoln miró mal a Adolf mientras murmuraba -Maldito... te odio- se peinó con la mano tirándose el pelo para atrás y hacia la derecha y dijo -Bueno, vamos a por la varita, venga- Se puso en camino a Olivanders, pero no sin antes pasar por la tienda de bromas y coger una pluma invisible y unas grajeas para ir comiéndoselas por el camino.

Asterope y su madre Zubeida entraron en el Callejón Diagón a primera hora de la mañana. Era ella quien conducía a su madre, ya que la mujer parecía un poco mareada y ese día tenía uno de sus frecuentes dolores de cabeza.

Compraron primero las ropas, luego fueron a los libros. Zubeida tuvo que apartar a su hija de varios tomos que no estaban en la carta de Hogwarts -Ya te lo he dicho, no vamos a comprar nada que no venga en la lista –su hija le miraba con cara suplicante –Pero, madre, apenas son unos galeones más. ¿Es que voy a ir a la escuela solo con estos? Además, es lo que nos ahorramos en la mascota, porque pienso llevar a Hefesto, que para eso lo he criado y enseñado yo –hablaba con tono orgulloso, como si sus méritos con el búho pudieran convencer a su madre. Pero no lo consiguió... –No hay más que hablar. Podrás tener un poco para algunos dulces y ya está.

Compraron los ingredientes para las pociones y comida para Hefesto. Antes de entrar en Olivander, Zubeida paró en Artilugios de Calidad para el Quidditch –No insista, madre, por favor –Habían tenido esta conversación antes-. Asterope, es el regalo de tu abuelo. Lleva guardando estos galeones desde que naciste para comprarte una escoba decente. Imagínate volando con ella –Asterope miraba hacia otro lado, como si ignorando a su madre pudiera dar por zanjada la conversación. Aunque estaba claro que no funcionaba-. Y quizá podamos comprarte un bate nuevo. Serás la mejor golpeadora del equipo. Tienes mucho talento –Siguió cansando a su hija, hasta que al final la niña no aguantó más-: ¡No! Con esos galeones podría haberme comprado los libros que yo quería. ¿No estaba tan preocupada por no gastar dinero? Llevaré una escoba porque lo pone en la lista, pero será Nimbus 2001 del abuelo, que está en perfecto estado. No quiero una escoba nueva. No quiero ser golpeadora. Se lo he dicho mil veces, madre.

Tal fue la vehemencia de la niña, que su madre desistió, con tal de que no aumentara su dolor de cabeza. Después de comprar unas grajeas, se dirigieron a por la varita.

Byron entró en el callejón acompañado de un hombre alto y joven pelirrojo.

-Como ya te he dicho Byron, haremos esto por partes. Iremos de tienda en tienda comprando lo que necesitas y punto. Si hay algo que realmente te apasione, podemos mirarlo...- zanjó el pelirrojo

Byron asintió y no dijo nada más. Empezó a seguir al hombre de muy de cerca. Byron, que ya era pequeño de por sí, parecía aún mucho más pequeño al lado de ese hombre. Primero se encaminaron a la tienda de ropa, tal y como tenían en la lista.

- Que pone en la lista Byron?

-Tres túnicas negras sencillas de trabajo, sombrero negro puntiagudo para uso diario, guantes protectores... piel de dragón? - Byron alzó una ceja, pero continuó con la lista- Y una capa negra para el invierno con broches plateados.

- Bien.

Entraron en la tienda y compraron rápidamente. La velocidad con la que habían comprado todo era espeluznante. El hombre miró a Byron, pero antes de hablar, Byron soltó:

- Fantasmas y Quimeras, de Nathan Gale. Libro de monstruos, animales y otras sabandijas mágicas, de Rolf Scamander. Una dura tarea: La Transformación, Minerva McGonagall. Magia defensiva y práctica y como utilizarla, de Lucy Weasley. Detección, dirección y averiguación. Encantar y encantamientos encantados, de Filius Flitwick. Libro sobre el Duelo Mágico, 1er Curso, de Cathelyn Hans.

El hombre sonrió.

- Pero ya sabes que me gustan los libros, así que mejor dejemos esta para el final. Lo siguiente es...- después de mirar brevemente la lista.- Bolsa mágica con ingredientes... 

El hombre suspiró.

- Está bien.- dijo el hombre encaminándose hacia SLug & Jigger. De nuevo, entraron y salieron muy rápido.- Y ahora que es?

-La escoba.

- Ahh, ya, la escoba. - dijo quitándole importancia - Supongo que prefieres los libros a la escoba cierto? Con una Barredora 7 tendrás no?

Byron alzó los hombros.

- Si, supongo que si.

- Si... Vaya tontería, no se leen libros mientras vuelas...- comentó el hombre antes de entrar a la tienda a buscar lo que querían.

De nuevo, entraron y salieron de una forma tan rápida como la cola que había dentro les dejaba.

- La... mascota?- preguntó Byron

- Ahh si... que prefieres? Una lechuza? un gato? un sapo? una serpiente?

- Un Boxer?

El hombre arqueó las cejas y abrió los ojos, después suspiro.

- Que sea un Boxer.

Cuando salieron, el hombre no tardó en reaccionar.

- Ahora son los libros no? Después vamos a la varita.

- Pues entonces si, ahora son los libros.

Esta vez entraron y se quedaron algo más de rato. Además de la lista, también incluyó: Hechizos y contrahechizos, Filtros y pociones mágicas, Hechizos de autodefensa, Libro invisible de la invisibilidad, Enfermedades y dolencias mágicas frecuentes, Teoría mágica, Historia de la magia, Enciclopedia de setas no comestibles, La sangre y las relaciones mágicas, Las fuerzas Oscuras: una guía para la autoprotección, El encantamiento en la reposteria. Cuando salieron, el hombre llevaba todo en paquetes demasiado voluminosos que flotaban a su lado.

- Creo que te has pasado un poco. Cuándo vas a leer todo esto?

- En mis ratos libres.- dijo Byron con una sonrisa en la boca.

Kendra llegó al callejón Diagon de la mano de su padre, un hombre alto, delgado, de figura imponente y manos huesudas. Tenía el pelo negro y largo, recogido en una coleta que evitaba parcialmente que se viera de quién había heredado Kendra aquellos rizos morenos. Una delgada barba, escrupulosamente cuidada, terminaba de enmarcar su rostro, confiriéndole un aspecto de lo más inquietante.

Sin embargo, nada de aquello inquietaba a Kendra. No, ¿cómo iba a hacerlo? Aquél hombre de aire soberbio y señorial era su padre, la persona a la que más admiraba en este mundo, a quién más anhelaba parecerse. Y allí estaba ella, una pequeña señorita de vestido negro a medio muslo, y porte elegante e impoluto, como sacada de un catálogo de ropa muggle, agarrando a aquel tipo de la mano, con aire orgulloso y aristocrático, mientras aparecían en el callejón Diagon desde el callejón Nokturn.

Habían ido hasta allí utilizando la red Flu, usando una de las chimeneas en tan infame callejón. Eso no parecía importar lo más mínimo a Kendra: en casa siempre le habían enseñado que cualquier otra cosa era propia de seres inferiores y magos ineptos. Sin embargo, cuando entró al colorido callejón Diagon, abandonando aquella tétrica oscuridad del callejón Nokturn, no puede evitar sentir ciertas mariposillas en el estómago. Aunque ha estado allí cientos de veces, esta es la primera vez que está allí para comprar su material para el curso escolar en Hogwarts.

Diría que aquello no le afectaba lo más mínimo, pero no sería mínimamente cierto. Estaba emocionada con la idea de poder aprender más, de convertirse en una bruja poderosa y, sobre todo, quería que su abuelo Rodolphus Lestrange, se sintiera orgulloso de ella. Hasta ese preciso instante, él habia sido su único mentor y maestro y sabía que, de ahora en adelante, le correspondía a ella dejar su nombre en buen lugar dentro del Colegio. Y es algo que estaba determinada a hacer.

-Papá... ¿Tú que mascota tenías en Hogwarts?  - dijo, con unos modales perfectos, alzando su mirada hacia él, con una delgada sonrisa que delataba astucia, y una enorme resolución- He estado dándole vueltas y no sé cuál sería más apropiada para mí... ¿Tú que crees? - la niña miró al hombre con sus grandes ojos negros, como si esperara que de boca de su padre brotara la más sabia y definitiva de las respuestas.

El hombre, por su parte, miró a la cría de reojo, y le sonrió, dejándole una caricia cariñosa en la nariz. Un gesto que  se contraponía claramente con su aspecto fiero y frío. - ¿Yo? Bueno... Recuerdo que tenía un murciélago...Pero no creo que un murciélago sea adecuado para una princesa como tú, ¿no crees? -le dijo, en una clara muestra de que aquella cría era la niña de sus ojos- No te preocupes, Kendra. En cuanto lo veas, sabrás que es para ti.. .Y estoy seguro de que, como siempre, sabrás escoger algo que esté a la altura.

Le dedicó una última sonrisa tras pronunciar aquellas palabras, aparentemente inocentes, pero que, en realidad, estaban cargadas de un enorme doble sentido. "Estar a la altura" era una expresión que llevaba años escuchando y que podia aplicarse a prácticamente cualquier ámbito de la vida. Y era algo que, desde siempre, había intentado tener presente en cada uno de sus actos. A pesar de su corta edad, había vivido siempre por y para estar a la altura de las circunstancias, de su familia.

Kendra asintió, satisfecha con la respuesta que había obtenido de su padre. Y, con una sonrisa y una pose que también estaba a la altura de las circunstancias, continuó caminando con él en dirección al Emporio de la Lechuza, con intención de dar con ese animal que se ajustara a ella, a su personalidad. A lo que se esperaba de ella.

Y las dos figuras se perdieron entre la muchedumbre, provocando de cuando en cuando que más de uno girara la vista en presencia de ellos, como si aquel escalofrio que el señor Lestrange era capaz de producir en quien mirara, pudiera transmitirse también a veces por el aire, provocando cierta inquietud a su alrededor.

Árpád Fekete acababa de entrar en el Callejón Diagon de la mano de su hermana mayor, Imara Fekete.

—¡No me sueltes la mano! Aquí hay mucha gente y podrías perderte —dijo Imara al ver la muchedumbre.
—¡¿Lo dices en serio?! —replicó Árpád indignado, frunciendo el ceño—. Ya no soy un niño, ¡tengo casi 12 años! ¿Cómo vas a darme la mano aquí?
—¡Te he dicho que no te separes de mí y punto! No te imaginas la cantidad de noticias extrañas que se leen en el periódico, y yo no quiero que te pase nada—. Tras reflexionar un poco, ver la mirada de su hermano y comprender que darle la mano podría humillarlo y hacer que fuera blanco de burlas en el colegio, accedió a soltarle la mano—. Muy bien, no te daré la mano, pero ni se te ocurra alejarte ni un poquito.

Paciencia, tengo que tener paciencia. Pronto estaré en Hogwarts y podré hacer al fin todo lo que me dé la gana sin que  la plasta de Imara ni nadie me vigilen.

Tras aquel pequeño incidente, la mañana pasó sin grandes incidentes, comprando todos y cada uno de los materiales esenciales para empezar el curso escolar en la famosa escuela de magia y hechicería. A Árpád le daban bastante igual las túnicas, el sombrero puntiagudo y la ropa en general, pero estaba ansioso por echar una ojeada a los libros nuevos. ¡Seguro que había mucho que aprender de ellos! Imara ganaba bien de dinero, y como quería lo mejor para su hermano se esforzó en comprar objetos de buena calidad, aunque sin pasarse. Pero a Árpád sobre todo lo emocionaba la idea de tener su propia varita. Otro lugar al que había siempre soñado con entrar era la tienda de Sortilegios Weasley, pero seguro que la aguafiestas de su hermana no le dejaría comprar nada allí.

—Imara, ahora que ya tenemos todo el material escolar... ¿podemos pasar por la tienda de Sortilegios Weasley? —preguntó, conociendo la respuesta de antemano.
—Mmm... está bien, pero no te hagas ilusiones. No te dejaré comprar nada peligroso y lo sabes.

Había estado en numerosas oportunidades en el Callejon Diagon, pero esa vez era un día especial para ella. Ingresaría a Howarts, y eso le causaba una gran emoción a pesar de que no lo manifestara abiertamente. No correspondía a una señorita bien educada...casi podía anticipar las palabras de Madame Ruperta, su tía abuela quien había escrito los prinicipios de "Pociones avanzadas", "Trucos y técnicas para el Mago y bruja neofítos" y tantos otros más. Era una referente en el tema, y asidua participante de Congresos y Seminarios internacionales.

Por el centro del callejon, una niña con el pelo rubio ceniciento en una larga trenza cocida que culminaba en un rodete impolutamente sujetado, ni un cabello de más. Caminaba con un paso ágil y grácil, como si se moviera en puntas de pie, con un aire arrogante. Su vestimenta era acorde a la moda, con una falda que cubría sus rodillas. Al lado sin emitir palabra, su tía-abuela una mujer enjuta cargada de arrugas, pero con un porte claramente aristocrático, parecía una versión más vieja de Ludmila, con un aire adusto y serio. Casi a cada paso, algún mago o bruja la detenían para hablarle o felicitarla o para hacerle alguna pregunta...la anciana parecía molestarse por ello, aunque se disculpaba cortesmente. -Gracias por el cumplido, ahora quitese de mi lado si no quiere que le lance una maldición y la anciana seguía su camino dejando estupefacto a las personas que dejaba atrás...Ludmila no podía evitar una media sonrisa.

Pasaron por los diferentes locales, primero Madame Malkin donde luego de algunas pruebas adquirieron el uniforme escolar. Gracias a los diferentes viajes con su abuela, ya tenía algunas túnicas nuevas de gala sin estrenar, adquiridas en el extranjero y que eran mil veces mejores que la porquería que vendían allí...

Pasaron de largo por el Emporio de las lechuzas, se llevaría a Kevlar, la lechuza negra de la familia...Una escoba, ni la mejor ni la peor, aunque no lo hubiera importado llevarse una Barredora. Y siguieron con las compras...

Flourish y Blotts. Tuvo que entrar sola, su abuela ya estaba hastiada de la gente y no hubiera soportado el acoso seriado.  Compró lo necesario y algo más que le resultó interesante. Y salió nuevamente para continuar con las compras...

Aiden llegó al Callejón Diagon acompañado solamente por su madre, Leana, ya que su padre nunca mostraba mucho interés en él.

- ¿Por donde prefieres empezar las compras? Le preguntó Leana a Aiden

- Supongo que mejor por el uniforme, que es lo primero de la lista Contestó Aiden un poco desganado. Estaba triste desde que el día anterior su padre le había dicho que no le acompañaria a comprar las cosas ni a despedirse de él en la estación.

- Muy bien, vayamos entonces a Madame Malkin. Y alegra esa cara, sabes que Papa no ha podido venir por motivos de trabajo

- Ya lo se, eso dijo anoche. Aunque sabía que eso era mentira, su trabajo no requería casi nunca de su atención, solamente cuando tenía que firmar documentos o pasaba algo realmente grave en la destileria.

Madre e hijo pasaron más de una hora en Madame Malkin probando casi todas las cosas que había en la tienda. Al final salieron de la tienda con todo lo que ponía en la lista y más cosas aparte. Al salir, se dirigieron a Flourish y Blotts para comprar los libros de primero, plumas, pergaminos, tineros... Todo lo necesario para estudiar.

Cuando llegaron a Slug & Jigger, Aiden esperó fuera a que su madre comprara los ingredientes necesarios para el curso, ya que el olor del local le dió nauseas. Mientras esperaba fuera, se fijó en los chicos que serian de su edad y se preguntó con quien compartiría casa.

- Bueno, ya sólo queda la escoba, la varita y una mascota ¿Qué prefieres primero? Dijo Leana al salir de la tienda

- Podríamos ir a por la escoba ahora, luego mirar la mascota y por último ir a por la varita.

- Me parece estupendo, ¿que escoba quieres? Recuerda que es tu primer año, asi que no me pidas una Centella  que te veo venir

- ¿Porque no? A Bhaltair le comprasteis la Centella Ardiente en su primer año. Aiden sabía que había sido su padre quien le compró la escoba a su hermano porque era su ojito derecho, y que si hubiera sido por su madre no le hubiera comprado ninguna hasta que no entrara en el equipo de Quidditch, pero tenía que intentar que le compraran alguna escoba buena.

- No me lo recuerdes que aún discuto con tu padre por aquello. Creo que una Nimbus 2001 para tu primer año es más que suficiente.

No tenía sentido discutir ya que era lo mejor que le podía sacar, así que sin decir nada más entraron en la tienda de Quidditch y compraron la Nimbus 2001, líquido para pulir escobas y un porta escobas con clave de seguridad. Aiden salió de la tienda algo más animado al tener la escoba en sus manos, y se dirigieron al Emporio de la Lechuza para comprar la mascota. Fue donde más disfrutaron, ya que los dos eran amantes de los animales y se pasaron mucho tiempo contemplandolos, acariciandolos e incluso jugando con algun perro.

- ¿Te has decidido ya por alguna mascota? Preguntó Leana mientras acariciaba a una ardilla coreana

- No lo sé, la verdad es que todos tienen su encanto. Siempre me han gustado los perros grandes, pero creo que me vendría mejor una mascota que vuele para poder comunicarme con vosotros.

- Yo también opino lo mismo. Que te parece este cárabo californiano Dijo señalando a un ave de unos 40 cm de longuitud que había a su lado

- Me gusta, Le llamaré... ¡Gorbash!

Al salir de la tienda de animales sólo les quedaba comprar la varita, la compra más importante de todas.

Al final papá había tenido que trabajar en el Ministerio y era mamá la que me acompañaba. No es que nos llevasemos mal... para nada, pero tenía la esperanza de que fuese él quien me acompañase porque bueno, de algún modo me entendía mejor y seguramente habría accedido a venir en metro. Aunque a mamá también le gustaban los muggles, le daba miedo enfrentarse a algo nuevo sin alguien al lado que supiese cómo funcionaba todo, al contrario que a papá.

Tras explicarle mi motivo por el cual prefería comprar túnicas que no fuesen nuevas accedió a ello, así que nos dirigimos a la tienda de Túnicas de Segunda Mano y tras coger todo lo que aparecía en la carta de bienvenida, salimos en busca de una escoba y algún que otro ingrediente para Pociones.

La parada en Flourish y Blotts duró más de lo que mi madre habría querido, lo noté, pero no me metió tampoco demasiada prisa, supongo que sabía que llevaba esperando este día años. Además parecía entretenida ojeando unas novelas con portadas algo raras de hombres con túnicas semi abiertas. Siempre decía que siendo escritora tenía que leer un poco de todo para poder mejorar su propia narrativa.
A mi no me importaba demasiado, ya bastante ocupada estaba mirando aquí y allá. Aprovecharía algo de lo que había sobrado de las túnicas para comprar algún libro que no estuviese en la lista.

Y... ¡la siguiente parada era mi favorita!

Salí de la tienda de libros dando pequeños botes en una dirección fija. El Emporio de las Lechuzas.

Nada más entrar miré a mi madre y sonreí de oreja a oreja, ella se llevó una mano a la frente y me observó.

- Nada de reptiles, ni tan siquiera de los pequeños. Ya tenemos bastante con Clover. -Me echó una última mirada y se quedó mirando algunos de los gatos que había por allí, seguramente esperando despertar mi curiosidad. Pero yo ya sabía lo que quería. Lo sabía de hacía mucho. Había leido sobre ellos, y esta era la excusa perfecta para comprar uno.

Miré por toda la tienda buscándolo, hasta que mis ojos se detuvieron en una bola de pelo de un color amarillento apagado. Me acerqué, decidida y tras coger uno de ellos (el que no paraba de moverse ligeramente) me acerqué a mi madre por detrás, sonriente. Ella se giró casi automáticamente.

- ¿En serio? ¿Un puffskein? -Miró a la pequeña bola de pelo que había entre mis brazos y luego a mi.- Bueno, supongo que al menos no tengo que preocuparme de que mueras ahogada por tener la nariz atascada.

Pagó y salimos en dirección a la última para obligatoria para todo alumno de primer año. Ollivanders.

Arnold acababa de llegar con sus padres los Señores Hugo y Brenda Wesley al callejon Diagon.Era una fria tarde de octubre.El callejón estaba atestado de gente,los niños correteaban de aquí para allá con la ilusión de empezar algo nuevo.

-Papa papa yo quiero un gato de mascota al igual que la abuelita Hermione y me gustaria formar parte de Slitheryn...tan grande fue la colleja de su madre que el pequeño Arnold se dio de bruces contra el suelo.

-¡Niño!,¡que sea la ultima vez que dices eso!.¡Ningun miembro de nuestra familia entrara en esa casa,y de tener un gato te olvidas,son bichos peludos y muy ariscos!.Le reprimia la señora Wesley con los brazos en jarras mientras el padre ayudaba a levantarse al pequeño Wesley.

Mientras que caminaban por el callejon a Arnold no se le ocurrio otra cosa que salir corriendo y parase a mirar el escaparate de Sortilegios Wesley pero.... una nueva colleja de su madre lo volvio a sacar de sus pensamientos y cavilaciones,nada buenos por cierto....

-Jo,mama,Tienes la mano demasiado larga,yo quiero comprar de estas cosas.

-¡Te he dicho mil veces que no!.Que primero hay que comprarte los libros.

-¡Los libros!....Vaya rollo.

Y asi la familia Wesley se dirigio a comprarle todo el material necesario al pequeño Arnold.

Neil llevaba rato sentado en un taburete de aquella peculiar taberna (El Caldero Chorreante) con un vaso de zumo de calabaza vacío en las manos y agitando las piernas impaciente. Su padre leía el periódico no sin dificultades, aún tenía problemas con el idioma a pesar de que su madre también le había hechizado con el encantamiento de idiomas, al parecer, no surtía el mismo efecto en personas mayores como en niños. Aunque Neil no reflexionaba sobre lo curioso que resultaba que las cosas se volviesen más y más complicadas a la par que cumples años. Más bien no pensaba en nada. Estaba expectante, mirando la puerta de la entrada, esperando a que su madre llegase. Ella había madrugado mucho más que ellos, su padre le había insistido en que no se cogiese el día libre. Que ellos dos solos podrían apañárselas para una cosa tan sobria como las compras escolares. A Neil en realidad no le importaba si uno, el otro o los dos. Él lo único que quería era comprar todos los libros de texto de una vez para poder leerlos. Estaba impaciente por ir al colegio y aprender magia. Le encantaba la magia, y le encantaba ser mago.

Suspiró sonoramente y miró su reloj de pulsera. Su madre se retrasaba, cosa bastante habitual en ella. Y si ella no llegaba, no podrían empezar a hacer las compras, pues no tenían nada más que un par de galeones en los bolsillos hasta que ella trajese las bolsa con el oro de la cámara de Gringotts.

Alguien le tocó en el hombro.

-Por fin- soltó excitado saltando del taburete al ver a su madre sonriendo, aunque con cara de cansada. - ¿Por donde has entrado? No te he visto llegar. - preguntó un poco desconcertado.

Su madre no dijo nada, sonrió más ampliamente y señaló a la puerta de atrás, por donde en ese preciso instante salía una señora pelirroja y regordeta.

-Por allí- dijo simplemente y se puso andar. Su padre dejó unas monedas en la barra y les siguió.

Una vez en el pequeño patio del andrajoso bar, su madre tocó una serie de ladrillos, aparentemente al azar, y la pared se abrió dejando ver tras un hermoso arco una concurridísima calle. Neil sonrió y dió un par de saltitos de emoción. En aquella calle, solo a la vista de los magos (ahora entendía el porqué habían ido a esa taberna) había cientos, tal vez miles, de personas haciendo sus compras. Olía un poco extraño, como a una mezcla de miles de olores curiosos.

Se alejó un par de pasos de sus padres, que hablaban. Su madre le estaba explicando (en castellano) a su padre algunas cosas, pero Neil no les prestaba atención. Sus padres se dieron  un ligero beso en los labios y su padre le cogió por los hombros mientras que ella les despedía con la mano camino de nuevo al Banco.

- Bien, tu madre dice que ya te ha comprado las túnicas, que por eso ha tardado un poco más- le dijo su padre en inglés con un marcado acento. - Al parecer no se fía de lo que compremos de ropa. –rió por lo bajo y se puso a caminar junto a su hijo.

Neil se encogió de hombros. Le importaba más bien poco, al revés, era un tiempo que no desperdiciaría. Odiaba comprar ropa, y su madre estaba obsesionada con las marcas y las cosas caras “Para que es el dinero si no” solía decir “Para gastarlo en lo mejor” Neil discrepaba ligeramente, a veces era mejor ayudar a los demás que gastarlo en uno mismo.

Su padre lo guió con seguridad por el callejón, intentando demostrar que aunque no estuviera en su país era perfectamente capaz de ayudar a su hijo con las compras. Y tenía razón, lo llevo rápido y directo a cada tienda, como si conociese el Callejón de toda la vida.

-Primero, la escoba ¡Que emoción! - dijo su padre mientras le metía a empujones en la tienda de Quiddicht, pasaron un rato grande allí. Aunque a Neil le era bastante indiferente el deporte en sí, lo de tener una escoba si que le interesaba. Era un medio de transporte al fin y al cabo. Tras un pequeño debate entre Pedro, Neil y el vendedor acabaron optando por la Saeta de Fuego. Al fin y al cabo solo era 80 galeones más cara que la Nimbus 2009. La dejaron en la tienda, y de la que se fueran para casa pasarían a recogerla.

Luego pasaron por el Emporio de las Lechuzas. Evidentemente Neil ni pensó en otra mascota que su gato London para llevar a la escuela. Era su mejor amigo (o casi) le quería con locura y era un gato muy inteligente. Tampoco London comía comida para gatos normales si no una especial que su padre preparaba, ni necesitaba arena para gatos. No obstante quería comprarle algún regalo a su mascota, así que después de dar un ligero vistazo por la tienda decidió comprar un camita grande para llevar a Hogwarts y dejar la vieja en casa (*) con esta venía de regalo un borla de hilo que se movía por arte de magia, para que los gatos se entretuviesen.

A continuación fueron a Slug & Jigger. La lista no especificaba demasiado bien los ingredientes para las pociones, así que decidió comprar dos bolsas mágicas de 10 ingredientes. Por si acaso. Si no, siempre podría escribir a sus padres para que le mandasen más...

Y por último fueron a la librería. Neil tenía casi tantas casas de comprarse los libros como de comprarse la varita y aprende a  usar magia. Nada más pasar por el umbral de la puerta se desembarazó del brazo de su padre y se fue a rebuscar en las estanterías.

Pedro sonrió y le dejó cotillear cada estante, él se acercó al mostrador y le dijo al dependiente:
-Hogwarts, primer curso. Por favor. – El dependiente le dio un pack ya preparado con los siete libros necesarios. Su padre se apoyó en el mostrador para mirar a su hijo, que ya empezaba a acumular unos libros fuera de sus estantes.

-Estos son muy interesantes. Oh, y este es fascinante. Este imprescindible, desde luego – murmuraba Neil. Cuando cogió todos los que le interesaban se acercó con el montón a su padre y lso posó, con mucho esfuerzo sobre el mostrador. - Auge y caida de las Artes oscuras, La sangre y las relaciones mágicas, Mil hierbas y hongos mágicos, (¡no sé porque no nos enseñarán pociones o herbología! – dijo algo sorprendido -  Historia de la magia, Lugares historicos de la brujería, - Su padre le interrumpió cuando seguía cantando los títulos.

-Eh, eh, pequeño. Nada de todo eso. No puedes llevarte toda la librería el primer día. Escoge dos de esos para llevártelos y ya hablaremos.

Neil puso cara de indignado e hizo un par de aspavientos. Se resignó a lo que le dijo su padre, al fin y al cabo tenía razón. Escogió Historia de la Magia y Auge y caída de las Artes Oscuras. Apartó el resto a un lado y pago aquellos dos con el dinero que le dio su padre.

Al final, cargados y cansados se fueron de nuevo al Caldero Chorreante, para esperar a que Susan llegase de trabajar y comer algo. Después, irían a por la varita ¡por fin!
Justo antes de salir del Callejón Diagon Neil vio de refilón una tienda llamada “Sortilegios Weasley” parecía devertida. Se maldijo por estar tan cansado, Pero bueno, tal vez vaya más tarde pensó para si mientras el arco se cerraba a su espalda.

¡Esperadme! Grito Ithan, bajando las escaleras de la enorme casa. Los pasos resonaban a cada paso que daba, y lo único que interrumpía el silencio reinante de la casa junto a aquellos pasos del chaval, que bajaba corriendo, eran las risas de dos adolescentes, que se apresuraban en coger polvos flu y marchar al callejón Diagon sin su hermano. ¡Ian, Mathew! ¡Os morderé! Amenaza, atrapándolos finalmente cuando intentaban tirar el polvo flu por la chimenea para dejar solo dos puñados y dejarlo tirado.

Vaya, que rápido es cuando quieres... Comenta Ian, encogiéndose de hombros, riéndose. Mathew a su lado, se encoge de hombros también, pero este si le cede un puñado de polvo. Debes meterte en la chimenea y decir "Callejón Deagón" Le dice Mathew, cruzándose de brazos, más serio, hasta que recibe un codazo de Ian. No jodas al chaval, que luego nos la cargamos. Se dice "Callejón Diagon" Ithan, en cambio, los miro, cruzándose de brazos. Je je... idiotas... Dice Ithan, con tono irónico, mientras les responde poniéndoles cara de asco. He ido mil veces con mama ¿Sabes?

Ambos hermanos mayores, lanzaron un largo UUuhhhhh.... Que se enfada... Al unisonó, haciéndose a un lado.  Los de primero delante, por si hay un basilisco. Así nos avisas ¿si? Dice Ian, riéndose, mientras Ithan entra en la chimenea, y alza la voz, lanzando el polvo al suelo. ¡Callejón Diagon! Entre fuego verde y humo, el chaval desaparece, y ambos hermanos mayores se miran mutuamente, encogiéndose de hombros. ¿Lo dejamos tirado? Pregunta Mathew, riéndose, a lo que Ian le da un suave empujón, entre risas. Nada... que papa nos mata y sabes que esta vez nos mata seguro... Y dicho esto, ambos entran, imitando al hermano pequeño, y usando la red flu para llegar al Callejón. 

Nada más llegar, Ian y Mathew reciben una fría bienvenida. Quien sabe de donde había sacado Ithan un cubo lleno de agua, que les arroja sin demasiadas contemplaciones. Vais a dejar tirados a vuestra madre. Mathew aun esta escurriendo la túnica, sin decir nada, cuando Ian señala a Ithan. Se lo diré a mama. Dice el mayor, advirtiéndolo, cuando Ithan se da la vuelta y echa a correr ¡Fue idea suya! alza la voz el chaval, mientras sale corriendo.

Como de costumbre, Ithan vestía de camiseta negra y pantalones de tela de color verde, con un patrón de camuflaje. Comienza a correr, colándose entre la gente, buscando escaquearse de sus hermanos mayores, cuando estos también se lanzan a la carrera, corriendo entre la gente, entre empujones y disculpas. ¡Paaaaso que voy!  Grita el pequeño, haciendo gala de una gran habilidad para esquivar a la gente, llamando la atención de media calle, llegando a atropellar algunas personas, hasta que, pensando que había despistado a sus hermanos y podría curiosear sus cosas a placer, Siente una mano en su hombro derecho. La de Mathew. Y otra en su hombro izquierdo, la de Ian. Comienzo a estar mayor para estar persiguiéndote todo el día... Comenta Ian, negando con la cabeza Claro, si no estuvieras todo el día con Erin... Contesta Ithan inmediatamente, lo que deja descolocado al hermano mayor, y esta apunto de zafarse, cuando Mathew lo retiene. No tan rápido, machote. Y mirándolo con cara de pocos amigos, no puede evitar pensarlo Capullo. Te llenaré la cama de babosas carnívoras, que se que te acojonan. Pero le sonríe, e Ian es quien niega con la cabeza Ya está planeando alguna.... llevémoslo al emporio de la lechuza, a ver si se le pasa...

Dicho y hecho, los hermanos se llevan al chaval prácticamente arrastras, de espaldas al camino que recorre, agarrándolo por debajo de los brazos y levantándolo del suelo. Aunque Ithan patalea, y se zarandea, intentando soltarse, no lo consigue. Tampoco desiste, mostrando la testarudez y obstinación de todos los miembros de su familia.

Por un momento, cesa en sus intentos de liberación, cuando se cruza con una cría que parecía, menos perdida que él, pero con la misma ilusión... y sin sus hermanos arrastrándola. En cambio, si hay un hombre, posiblemente su padre, que lo cierto es que es un tanto... siniestro. Que tío mas chungo, debería tomarse unas grajeas de sabores a ver si se anima. Lo que si echa un segundo vistazo a la chiquilla, vestida de negro, a quien dedica una sonrisa, justo antes de entrar en el emporio de la Lechuza, donde lo liberan de su presa.

Ithan protesta, empujando a Mathew con mala gana, y este se pone junto la puerta. Ithan comienza a mirar por la tienda, curioseando los animales, con una sonrisilla divertida. Escoge bien, será tu bicho durante muuuchos años. Le dice Ian, cruzado de brazos, ahora más serio. ¡Cógete uno feo, como tú! Le dice Mathew, riéndose desde la puerta. Cállate, Mathew. Protesta Ithan, señalándolo con un dedo, mientras vuelve la vista hacia los animales.

Joder... Ian le da un golpecito en el hombro Esa boca... Le dice el hermano mayor, e Ithan pone cara de asco. ¿Qué? Papa lo dice todo el rato... joder... Pero esta vez, se aleja, perdiéndose por la tienda antes de que Ian vuelva a echarle la bronca.

¿Pero por qué?, insistía Erzsébet por trigesimosétpima vez aquella mañana durante el desayuno. Sí, ¿por qué? Eh, ¿por qué no quieres venir con nosotras?, repetía Orsolya cada vez que su hermana empezaba.

Mircea levantó la mirada de su copia de Animales fantásticos y dónde encontrarlos que le habían regalado las Navidades pasadas. Le sirvió para los trabajos del segundo semestre de primero y lo tenía completamente catalogado con separadores de colores.

Suspiró y volviendo a levantar el libro hasta que le tapase los ojos, las contestó: Tengo que repasar los libros de segundo que compré, para confirmar que estan en buenas condiciones. Además, quiero empezar a estudiar, se dijo a sí mismo.

Las dos le sacaron la lengua a la vez.

Erzy: ¿Pero no quieres ver como tus hermanitas van al callejón Diagon por primera vez?

Orsy: Nuestras caras de ilusión. La mirada límpida de dos niñas y sus alegres sonrisas que levantan el ánimo a cualquiera.

No cuela, contestó Mircea desde detrás de su libro.  Estuvimos ayer y no quisisteis comprar nada. Y el día anterior. Ah sí, y el anterior a ese.

Erzy: Pero, pero... Hoy tenemos que comprar las cosas para el cole, eso lo hace diferente.

Orsy: Es verdad, lo hace muy diferente. ¡Por fin empezamos en una escuela de magia! Podremos aprender a hacer nuestros primeros hechizos.

Erzy: Sí, sí. A lo mejor ninguna varita nos elige. ¿No quieres apoyarnos?, puso su cara más triste, que fue replicada por su hermana.

Las mismas razones que las anteriores veces. Realmente aquellas pequeñas monştri eran insoportables cuando querían salirse con la suya. Además, se estaba volviendo unas auténticas mentirosas. ¿Como que aprender su primer hechizo? Si aprendían todo lo que veían casi a la primera, con solo verlo una vez.

¡Vale, vale!, dijo cerrando el libro y levantándose del sillón.

Bieeeeeeeeeeen, canturrearon las gemelas mientras bailaban. Las dos gatas siamesas se pusieron a dar vueltas alrededor de las dos niñas, siendo altavoces animales del estado de ánimo de sus dos pequeñas niñas. Porque es aquí cuando se debe dejar claro que para las gatas, las niñas son sus mascotas, no al revés. Brândușa y Viorica llevaban muchos años con la familia y habían conseguido permanecer vivas tras el incidente en Târgoviste. Ellas decidían qué hacer, pero también eran capaces de saber qué sentían sus niñas y expresarlo a su modo.

Ilona salió de su despacho, donde había estado toda la mañana escribiendo informes para el Ministerio de Magia. ¿Estáis preparadas niñas?, preguntó sonriendo. La noche anterior habían recibido por fin la lechuza que admitía a las pequeñas en Hogwarts.

Siiii, siiii y Mircea también viene, contestaron ambas.

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Tras un corto trayecto en autobús desde sus casas cerca de Picadilly, los cuatro entraron en el Callejón de la magia y los misterios. Aquel pequeño rinconcito escondido de los ojos muggle que bullía de energía consumista.

Veamos, tenéis los libros de primero de Mircea, así que tendremos que comprar un segundo juego, ¿vas tú, cariño?, preguntó a su hijo sabiendo que no aguantaría ver como sus hermanas se probaban todo lo probable en Madame Malkin.

Sabía que tendría que dejarle sus libros a las chicas, pero aún así se sentía molesto. Él trataba todo lo suyo con el máximo cuidado. Aún tras el año escolar, sus libros casi parecían recién comprados, salvo por las anotaciones en los márgenes. Y las niñas... Le tenían poco respeto a los libros, argüían que los libros estaban para usarlos y el que se viera que eran usados era síntoma de que un libro era bueno.

Con un beso en la mejilla a su primogénito, el niño se marchó a Flourish y Blotts. Aprovecharía a revisar todos los nuevos libros, porque la mayoría de los viejos ya los conocía de vista.

¿A donde primero, niñas?

A Madame Malkin, túnicas, siiiiiii, gritaron las dos mientras empezaban a arrastrar a su madre cada una tirando de una mano.

Por la chimenea de “El caldero chorrenante” emergen tres figuras, se trata de la familia Ward, Perry, hijo del matrimonio se muestra entusiasmado por su aventura venidera.

- Creo que nunca me acostumbraré a esto – Dice el padre, obviando para los presentes que se trata de un muggle o squib.

La madre de Perry muestra la salida trasera.

- Solo es un acceso al Callejón, vamos.

De detrás de las tres figuras aparece una cuarta, tiene un aspecto un poco demacrado, como si llevase días sin comer. Ed detiene su mirada en su hermano mayor y se acerca a él para sentirse más seguro mientras mira a un lado y a otro, desde que ocurrió aquél incidente ha estado estudiando sobre la magia y cómo funciona, pero no habían sido muchas las ocasiones en que había podido ver de primera mano tanto despliegue.

Mi madre se dirige a una pared y empieza a tocar unos ladrillos en un orden concreto hasta que la pared se abre permitiendo el acceso a un callejón repleto de gente, la mayoría con túnicas y sombreros, algunos con animales exóticos y otros con criaturas que jamás he visto hasta el momento.

La familia al completo nos dirigimos directa hacia el banco de Gringotts, aunque al pasar junto a la tienda de instrumentos mágicos, mi padre y yo nos quedamos mirando los distintos artilugios de origen arcano. Mi madre insiste y proseguimos nuestro camino hasta llegar al banco.

Un rato después toda la familia salimos y decidimos organizarnos mejor. Mi padre, muggle, iría con Perry que ya sabía algo más de magia, mientras que mi  madre haría la compra conmigo.

El primer lugar a donde nos dirigimos es a la tienda bautizada como “túnicas para todas las ocasiones de Madam Malkin”, que tan solo está separada del banco por un edificio. Al llegar hay numerosos chicos menores de edad comprando sus respectivos uniformes escolares. Mi madre dedica un saludo a los progenitores del pequeño Weasley de forma bastante familiar y, reconociéndolos, yo también los saludo de forma educada, intentando mantenerme en un segundo plano.

Después, es el turno de comenzar a probarse distintas túnicas hasta que mi madre decide cuál es mi talla en túnicas y procede a seleccionar dos uniformes de Howards normales, dos de invierno, la capa de invierno con los broches tal y como decía la carta y los guantes.

Cuando está todo eso ya cogido, echo un ojo a la carta.

- Mamá, aunque no lo pusiera… ¿no crees que debería llevar algo más de ropa?

Una media hora más tarde, ambos salimos de la tienda, pero a la compra inicial se le han agregados dos camisas comunes de manga larga, dos camisas de manga corta, dos sudaderas, un abrigo, dos pantalones shorts, dos pantalones largos, unas sandalias, unas zapatillas de estar por casa, botas de nieve, una bufanda y unas orejeras. Si bien no soy “coqueto” para la ropa, soy práctico, e ir todo el día con el uniforme escolar no es una gran idea, básicamente porque aumentan las probabilidades de mancharlo y por tanto no poder llevarlo puesto hasta que se lave, igual que si llevas todo el día zapatos, los pies terminan en bastante mal estado, así que el resto de ropa sería interesante para vestirla cuando estuviese dentro de las habitaciones, o la bufanda, las orejeras, el abrigo y las botas de nieve, por si hacía mucho frío.

La siguiente parada es la librería Flourish y Blotts, al entrar me siento totalmente abrumado por la increíble cantidad de material con que cuentan, mis ojos brillan ilusionados.

-Guau… - Es lo único que logro decir mientras mi madre se acerca al dependiente y comienza a pedir los libros.

Mientras tanto, yo voy ojeando distintas estanterías y cogiendo algunos libros que me llaman bastante la atención, si bien solo nos piden siete libros, no veo por qué deberíamos limitarnos a eso.

Llevo los libros al mostrador y miro los que ponían en la lista que ya ha despachado el dependiente.

-Mamá – Aviso señalando al último de ellos – Este no es el nombre que pone en la nota, en la nota ponía “Libro” sobre el Duelo mágico, 1er curso, y este se llama “Manual” sobre el Duelo mágico, 1er curso.

Mi madre me mira como si fuese un tiquismiquis.

-Hijo, habrá sido una errata, el resto de datos están bien.

Acepto que sea posible, aunque desde luego no hace que mi impresión sobre la organización de Howards sea muy buena.

Mi madre cae en la cuenta de los otros seis libros que he cogido y tras dedicarme una mirada de “eres incorregible”, los agrega también a la compra, lo que hace que una sonrisa aparezca en mi cara. Empiezo a estar cansado por llevar tanto tiempo de pie, y se me nota.

Salimos de la tienda y mi madre realiza un conjuro para que las bolsas pesen menos, lo cual es bastante útil. La siguiente parada es la tienda “Artículos de calidad para el quidditch”, aunque antes hacemos una fugaz entrada en la papelería donde compramos material de escritura, soporte y todos esos asuntos que son necesarios aunque extrañamente no los pusiera en la lista.

Como en la librería, al entrar en la tienda de quidditch me quedo sorprendido por todo el género que tienen, hay algunos chicos de mi edad con una increíble pinta de pijos que están mirando las escobas más caras, mientras que yo, instintivamente me dirijo hacia las que veo con unos precios más asequibles, aunque no controle demasiado el valor con la moneda de los magos.

- Edward, hijo, no te preocupes, no vas a necesitar las mejores escobas, solo necesitas aprender a volar, no a hacer carreras.

Asiento convencido y me dirijo a las que son aún más baratas, aunque mi mirada vuela cada poco tiempo a la que me había llamado la atención. Desde que me empecé a meter en el mundillo, el quidditch siempre me ha llamado la atención.

-Está bien – Se rinde mi madre – Pero más te vale cuidarla, ¿entendido?

Sonrío de nuevo y “corro” hasta la escoba para cogerla, una Barredora 11. Después, mientras esperamos para pagarla, veo un kit de mantenimiento y lo cojo, a mi madre le parece bien que intente mantener la escoba por lo que asiente a pagarla.

-Mamá, voy un momento a la librería, que había un manual sobre cómo mantener las escobas ¿vale? Son solo siete coronas.

La mujer asiente, si bien normalmente no nos permite ni a Perry ni a mi tener demasiados caprichos, después de todo lo ocurrido es más blanda conmigo, y además de que no es que tengamos problemas de dinero, el gasto que estamos haciendo en el fondo es para mi educación.

Un par de minutos después regreso con el libro y pasamos al lado del Emporio de Lechuzas, me quedo mirando los animales, pero cuando mi madre me mira, niego con la cabeza.

-Ya me has comprado la escoba y los libros, son ya caprichos más que suficientes. – Contesto en un alarde de responsabilidad, aunque como a la mayoría de niños, me haría ilusión un animal.

Continuamos nuestro recorrido hasta la tienda de Slug & Jigger, y la verdad es que no me siento demasiado cómodo en su interior, así que la compra de la bolsa mágica de ingredientes es bastante rápida.

-Vale, solo queda la varita – Anuncia mi madre y nos ponemos rumbo a la tienda de Olivander’s.

De camino pasamos por las tiendas de golosinas y artículos de broma, me sorprende ver como hay un montón de niños exigiendo a sus padres comprarse un álbum de cromos, chucherías o cualquier cosa de esa índole. Si bien el tema del coleccionismo de cromos me haría ilusión… es un capricho tonto que no me parece correcto.

Llegamos frente a la tienda de varitas y me doy cuenta de que quizás llevemos ya demasiado comprado.

-Mamá, ¿Cuánto hemos gastado ya?

Mi madre revisa el dinero.

- Pues bastante dinero, la verdad, 1006 coronas, menos mal que tu padre entiende menos de este dinero, si no me mata – Contesta al darse cuenta de que ha sido una cantidad totalmente excesiva.

-Vaya… lo siento – Respondo sintiéndome culpable mientras entramos en la última parada del callejón.

Kelly provenía de una familia de clase media-alta, sus padres que eran muggles, tenían un pequeño negocio de joyería y sus piezas artesanales solían ser muy solicitadas por su belleza y su económico precio. La pretensión del negocio de sus madres era la de vivir de una manera holgada pero sin pretensiones de ganar grandes cantidades.

Sin embargo les gustaba ahorrar, por lo que muchas veces no accedian a todo lo que les pedía Kelly. La niña lo sabia y tampoco pedía demasiado. Sin embargo aquel dia más de una vez su padre le tuvo que decir no en más de una ocasión.

Un mundo nuevo se abrió ante ella en cuanto el profesor del colegio Hogwarts que les servia de guía la enseño a abrir el acceso al callejón Diagón.

De la mano de sus padres, Kelly se acercó a todas y cada una de las tiendas llenas de estudiantes ya que era la época de comprar el material escolar, que había en la calle.

Su gata negra iba tras ellos, a pesar de ser un animal bastante independiente, siempre seguía a Kelly, por lo que esta se la llevaba a todas partes, a los muggles esto solía extrañarles bastante, pero pudo comprobar que era algo común entre los magos.

A Kelly le sorprendió el atuendo con el que vestía la mayoría, aunque muchos, como ella y sus padres iban vestidos a la usanza muggle.

Compraron todo lo de la lista, Kelly quería una escoba voladora también, pero a su madre le daba miedo. El profesor que les acompañaba les dijo que podía usar las de la escuela y que si le gustaba podía pedir una al año que viene. Su madre tuvo que ceder ante el hecho de que las clases de vuelo eran materia obligatoria de la escuela.

Solo quedaba la varita, era lo más importante de toda la lista “la varita elige al mago” les había dicho el profesor. ¿Que pasaba si ninguna varita la elegía a ella? ¿Que pasaría si todo aquello había sido un sueño y tendría que volver a su antiguo colegio sin amigos?.